lunes, 14 de agosto de 2023

"ÚLTIMOS ATARDECERES EN LA TIERRA". Un cuento de Roberto Bolaños

La situación es ésta: B y el padre de B salen de vacaciones a Acapulco. Parten muv temprano, a las seis de la mañana Esa noche, B duerme en casa de su padre. No tiene sueños o si los tiene los olvida nada más abrir los ojos. Oye a su padre en el baño. Mira por la ventana, aún está oscuro. B no enciende la luz y se viste. Cuando sale de su habitación su padre está sentado a la mesa, leyendo un periódico deportivo del día anterior y el desayuno está hecho. Café y huevos a la ranchera. B saluda a su padre y entra en el baño.

El coche del padre de B es un Ford Mustang del 70. A las seis y media de la mañana suben al coche y comienzan a salir de la Ciudad. La ciudad es México Distrito Federal, y el año en que B y su padre abandonan el DF por unas cortas vacaciones es el año de 1975. El viaje es, en líneas generales, plácido. Al salir del DF, ambos, padre e hijo, tienen frío, pero cuando abandonan el valle y comienzan a bajar en dirección a las tierras calientes del estado de Guerrero, el calor se impone y tienen que quitarse los suéters y abrir las ventanillas. El paisaje, al principio, ocupa toda la atención de B, que tiende a la melancolía, pero al cabo de las horas las montañas y los bosques se hacen monótonos y B prefiere dedicarse leer un libro de poesía.

Antes de llegar a Acapulco el padre de B detiene el coche delante de un tenderete de la carretera. En el tenderete ofrecen iguanas. ¿Las probamos?, dice el padre de B. Las iguanas están vivas y apenas se mueven cuando el padre de B se acerca a mirarlas. B lo observa apoyado en el guardabarros del Mustang. Sin esperar respuesta, el padre de B pide una ración de iguana para él y para su hijo. Sólo entonces B se mueve. Se acerca al comedor al aire libre, cuatro mesas y un toldo que el viento escaso apenas agita, y se sienta en la mesa más alejada de la carretera. Para beber, el padre de B pide cervezas. Los dos llevan las camisas arremangadas y desabotonadas. Los dos llevan camisas de colores claros. El hombre que los atiende, por el contrario, lleva una camiseta negra de manga larga y el calor no parece afectarlo.

¿Van a Acapulco?, dice el hombre. El padre de B asiente. Ellos son los únicos clientes del tenderete. Por la carretera brillante los coches pasan y no se detienen. El padre de B se levanta y se dirige hacia la parte de atrás. Por un momento B cree que su padre va a orinar, pero pronto se da cuenta de que se ha metido en la cocina para observar cómo cocinan la iguana. El hombre lo sigue en silencio. B los oye hablar. Primero habla su padre, después la voz del hombre y por último una voz de mujer a la que B no ha visto. B tiene la frente perlada de sudor. Sus gafas están mojadas y sucias. Se las quita y las limpia con el borde de la camisa. Cuando vuelve a ponerse las gafas observa a su padre que lo está mirando desde la cocina. En realidad, sólo ve la cara de su padre y parte de su hombro, el resto queda oculto por una cortina roja con lunares negros, una cortina que a B, por momentos, le parece que no sólo separa la cocina del comedor sino un tiempo de otro tiempo. CONTINUAR LEYENDO


domingo, 13 de agosto de 2023

"COMO PÁJAROS EN EL AIRE". Una canción/poema de Peteco Carbajal interpretada por Mercedes Sosa

Las manos de mi madre
parecen pájaros en el aire.
Historias de cocina
entre sus alas heridas de hambre.
Las manos de mi madre
saben que ocurre por las mañanas
cuando amasan la vida
horno de barro, pan de esperanza.

Las manos de mi madre
llegan al patio desde temprano
todo se vuelve fiesta
cuando ellas juegan junto a otros pájaros.
Junto a otros pájaros que aman la vida
y la construyen con el trabajo.
Arde la leña, harina y barro.
Lo cotidiano se vuelve mágico.
Se vuelve mágico, ... o ... o ... o.
Las manos de mi madre
me representan un cielo abierto
y un recuerdo añorado
trapos calientes en los inviernos.
Ellas se brindan cálidas,
nobles, sinceras, limpias de todo.
Cómo serán las manos
del que las mueve gracias al odio.



sábado, 12 de agosto de 2023

Virginia Woolf: “Mi cerebro solo es capaz de funcionar diez minutos seguidos”. 'Sobre la escritura' reúne una buena selección de textos de la autora sobre sí misma y sobre la experiencia de recorrerse escribiendo. Un artículo de Patricia de Souza.

Si algo podemos agradecerle a Virginia Woolf, entre otras cosas, es habernos dado suficientes temas como para construir una nueva subjetividad femenina. Y lo digo sin recelo de parecer exagerada. Esta frase martillea y nos dice: "¿Y si toda mi obra no hubiese sido un intento por esbozar una autobiografía?". Creo que esta frase, igual que la de la escritora Colette, admirada por Woolf, es también rotunda: "¿Y si mis personajes no fuesen más que mi modelo?".

[...] El desarraigo de toda mujer que piensa. Pero, entendámoslo, esta experiencia trascendente, que pone un paréntesis en el cuerpo, nos da la clave para entender lo que significa la escritura en el caso de una mujer, encierro, y más encierro, incapacidad de nombrar y de romper con las ataduras de la escritura dominante, la herencia simbólica masculina de la habló Pierre Bourdieu en su libro sobre el capital simbólico, y que se encuentra con la frase de Simone de Beauvoir: "No se nace mujer, se deviene…".

[...] Estos paratextos como se les llama en la crítica literaria, muchas veces menospreciados por la academia, ayudan a ver mejor en esa experiencia abismal de recorrerse escribiendo, dejarse llevar hasta no entender bien qué se está diciendo. Ese querer dar de la autora que entrega Las olas, según ella su libro más extraño (y lo es) al hermano menor, Toby, es parte de ese ejercicio espiritual, sin el otro no hay manera de hablar, hablar sola es la locura. Me pregunto si en ese libro, tan sensual, no sintió miedo de su propia sexualidad. Ese nexo que ella sabía construir con palabras como un tejido afectivo y que un día se rompe al no envolver ese deseo intenso dejando lugar al miedo de su propio cuerpo, de estar siempre estigmatizada, atada a un rol y a un “ángel guardián”, como ella lo llamó.

Hay que leer también la biografía que le dedica Viviane Forrester para entender un poco mejor esa relación intensa con la experiencia vital de la autora, con el afecto, con los otros, con Leonard, su marido, como con sus amistades, sus celos de Catherine Mansfield, su escepticismo hacia Joyce, D.H Lawrence, o Jane Austen. Es que Mrs Woolf quería ser la referencia, iniciar su propia tradición, no copiarla, ni de Henry James, ni de Joyce, quería ser la iniciadora.

Fuente: Babelia. El País.

viernes, 11 de agosto de 2023

"CONVERSA". Un cuento de Mario Benedetti

—Perdón. ¿Puedo sentarme aquí, contigo, a terminar esta cerveza?

—Sí, claro.

—Mi nombre es Alejandro.

—Ah.

—Alejandro Barquero.

—Está bien. Yo soy Estela.

—Estaba en el otro extremo del café. No sé. Te vi tan sola.

—Me gusta estar sola.

—¿Siempre?

—No, siempre no. Hay días. ¿No te ocurre que de pronto te vienen ganas de hacer balance contigo mismo?

—A veces. Pero por lo general de noche. Mi problema es que padezco insomnio.

—De noche prefiero dormir.

—Yo también. Pero no siempre puedo.

—¿Mala conciencia?

—No. ¿Acaso tengo aspecto de delincuente o de violador?

—De violador, no.

—¿De delincuente?

—Vaya una a saber. No hace diez años que nos conocemos, sino cinco minutos.

—¿Siempre estás así, a la defensiva?

—Hay que cuidarse. CONTINUAR LEYENDO

jueves, 10 de agosto de 2023

Quiéreme entera. Un poema de Dulce María Loynaz

Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca, Y gris, verde, y rubia,
y morena…
Quiéreme día,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!…

Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… O no me quieras

viernes, 4 de agosto de 2023

"SOBRE EL DUELO·. Un ensayo de Chimamanda Ngozi Adichie

En este emotivo y poderoso ensayo, que nace de un artículo publicado enTheNew Yorker, la autora nigeriana pone palabras al inenarrable grado de dolor causado por la repentina muerte de su padre en Nigeria: la crisis sanitaria por la pandemia de COVID-19 impidió que la autora pudiese salir de Estados Unidos para reunirse con su familia.

En un intento por encontrar consuelo ante la sensación de vacío que la sacudió hasta la médula, Sobre el duelo es una breve pero inteligente y conmovedora crónica autobiográfica de las primeras etapas de la gestión de la pérdida, un revelador examen de la naturaleza del dolor, un tributo al padre que la llamaba «nwoke neli» («la que equivale a muchos hombres») y una profunda reflexión sobre la lengua y las tradiciones igbo.

Este libro se enmarca en la más rabiosa y dolorosa actualidad: la autora escribe desde la certeza de ser sólo una más de entre los millones de personas en duelo, sobre las dimensiones culturales y familiares del mismo y, también, sobre la soledad y la ira inherentes a él.Sobre el duelo es un libro imprescindible para estos momentos. Y, sin embargo, resultará atemporal, duradero, y una adición indispensable al canon de la autora.


miércoles, 2 de agosto de 2023

"EL CUENTO DE LA ISLA DESCONOCIDA". Un cuento de José Saramago

Un hombre llamó a la puerta del rey y le dijo, Dame un barco. La casa del rey tenía muchas más puertas, pero aquélla era la de las peticiones. Como el rey se pasaba todo el tiempo sentado ante la puerta de los obsequios (entiéndase, los obsequios que le entregaban a él), cada vez que oía que alguien llamaba a la puerta de las peticiones se hacía el desentendido, y sólo cuando el continuo repiquetear de la aldaba de bronce subía a un tono, más que notorio, escandaloso, impidiendo el sosiego de los vecinos (las personas comenzaban a murmurar, Qué rey tenemos, que no atiende), daba orden al primer secretario para que fuera a ver lo que quería el impetrante, que no había manera de que se callara. Entonces, el primer secretario llamaba al segundo secretario, éste llamaba al tercero, que mandaba al primer ayudante, que a su vez mandaba al segundo, y así hasta llegar a la mujer de la limpieza que, no teniendo en quién mandar, entreabría la puerta de las peticiones y preguntaba por el resquicio, Y tú qué quieres. El suplicante decía a lo que venía, o sea, pedía lo que tenía que pedir, después se instalaba en un canto de la puerta, a la espera de que el requerimiento hiciese, de uno en uno, el camino contrario, hasta llegar al rey. Ocupado como siempre estaba con los obsequios, el rey demoraba la respuesta, y ya no era pequeña señal de atención al bienestar y felicidad del pueblo cuando pedía un informe fundamentado por escrito al primer secretario que, excusado será decirlo, pasaba el encargo al segundo secretario, éste al tercero, sucesivamente, hasta llegar otra vez a la mujer de la limpieza, que opinaba sí o no de acuerdo con el humor con que se hubiera levantado.

Sin embargo, en el caso del hombre que quería un barco, las cosas no ocurrieron así. Cuando la mujer de la limpieza le preguntó por el resquicio de la puerta, Y tú qué quieres, el hombre, en vez de pedir, como era la costumbre de todos, un título, una condecoración, o simplemente dinero, respondió. Quiero hablar con el rey, Ya sabes que el rey no puede venir, está en la puerta de los obsequios, respondió la mujer, Pues entonces ve y dile que no me iré de aquí hasta que él venga personalmente para saber lo que quiero, remató el hombre, y se tumbó todo lo largo que era en el rellano, tapándose con una manta porque hacía frío. Entrar y salir sólo pasándole por encima. Ahora, bien, esto suponía un enorme problema, si tenemos en consideración que, de acuerdo con la pragmática de las puertas, sólo se puede atender a un suplicante cada vez, de donde resulta que mientras haya alguien esperando una respuesta, ninguna otra persona podrá aproximarse para exponer sus necesidades o sus ambiciones. A primera vista, quien ganaba con este artículo del reglamento era el rey, puesto que al ser menos numerosa la gente que venía a incomodarlo con lamentos, más tiempo tenía, y más sosiego, para recibir, contemplar y guardar los obsequios. A segunda vista, sin embargo, el rey perdía, y mucho, porque las protestas públicas, al notarse que la respuesta tardaba más de lo que era justo, aumentaban gravemente el descontento social, lo que, a su vez, tenía inmediatas y negativas consecuencias en el flujo de obsequios. En el caso que estamos narrando, el resultado de la ponderación entre los beneficios y los perjuicios fue que el rey, al cabo de tres días, y en real persona, se acercó a la puerta de las peticiones, para saber lo que quería el entrometido que se había negado a encaminar el requerimiento por las pertinentes vías burocráticas. Abre la puerta, dijo el rey a la mujer de la limpieza, y ella preguntó, Toda o sólo un poco. CONTINUAR LEYENDO