Sinopsis: Modelos de mujer es un cuento de Almudena Grandes, publicado en 1996 dentro del libro del mismo nombre. La historia sigue a una traductora madrileña, trabajadora y con pocos recursos, que acepta un encargo inesperado: acompañar a una ex Miss España a Los Ángeles como entrenadora lingüística para el rodaje de una película. Desde el primer encuentro, el contraste entre ambas es evidente: una mujer culta e inconformista frente a otra que vive centrada en su imagen. Lo que empieza como una relación profesional se convierte poco a poco en un territorio incierto, donde se cruzan la rivalidad, la fragilidad y la necesidad de ser vista. (lecturia.org)
COMPARTIENDO LECTURAS, PALABRAS Y SENTIMIENTOS
-"No es posible crecer en la intolerancia. El educador coherentemente progresista sabe que estar demasiado seguro de sus certezas puede conducirlo a considerar que fuera de ellas no hay salvación. El intolerante es autoritario y mesiánico. Por eso mismo en nada ayuda al desarrollo de la democracia." (Paulo Freire). - "Las razones no se transmiten, se engendran, por cooperación, en el diálogo." (Antonio Machado). - “La ética no se dice, la ética se muestra”. (Wittgenstein)
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sábado, 29 de marzo de 2025
viernes, 28 de marzo de 2025
"LLAMAMIENTO CONTRA LA PREPARACIÓN DE UNA GUERRA ATÓMICA". Un poema de Juan Gelman
El poema ‘Llamamiento contra la preparación de una guerra atómica’, fue escrito en la década de los cincuenta por el poeta argentino Juan Gelman. Su título, sin embargo, bien podría ser el titular de cualquier periódico de hoy alertando de los momentos infaustos que estamos viviendo. La escalada de violencia en países de nuestro entorno parece imparable y las amenazas del uso de las bombas nucleares han vuelto a ensombrecer nuestros días. El soneto de Gelman tiene plena vigencia. Alguien puede pensar que los actos de rebeldía son ingenuos, que los intereses de los más poderosos no atienden a razones, pero si una inmensa mayoría de personas se manifestara ingenuamente contra las ambiciones y la insensatez de tantos gobernantes podría cambiarse el mundo. (Andrea Villarrubia Delgado)
Voy a firmar aquí porque me digo
que es bueno andar con la sonrisa entera,
silbar bajito una canción cualquiera,
tener un perro, un árbol, un amigo.
Voy a firmar aquí con el testigo
del cielo azul sobre la lapicera,
porque me acuerdo de una primavera
que se coló una vez por mi postigo.
Voy a firmar aquí porque me toco
el corazón creciendo poco a poco
por este amor que brota de mi hueso.
Voy a firmar aquí contra el espanto,
por la paz, por la vida, por el canto,
por el gorrión que vuela cuando beso.
jueves, 27 de marzo de 2025
"LA IMAGINACIÓN MORAL". Justo Serna (profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia).
En una vieja entrevista aparecida en Lotta Continua, alguien, amigo y entregado, interrogaba a Carlo Ginzburg. Sucedía esto en 1982, cuando este historiador ya había alcanzado la gloria académica gracias a El queso y los gusanos. Entre otras cosas, el interlocutor, amable y minucioso, le planteaba: "¿Qué cosa aconsejarías a los muchachos que quieren dedicarse a la historia?". La respuesta que diera Carlo Ginzburg fue tajante. "Leer novelas, muchísimas novelas". Se trataba, admitámoslo, de una declaración extraña, enfática, incluso académicamente incorrecta para el oficio del historiador. Pero ese ditirambo de la ficción estaba muy justificado. ¿Por qué razón? "Porque la cosa fundamental en la historia", aclaraba Ginzburg, "es la imaginación moral, y en las novelas está la posibilidad de multiplicar las vidas, de ser el Príncipe Andrei, de La guerra y la paz, o el asesino de la vieja usurera de Crimen y castigo. En realidad, la imaginación moral encuentra más difícilmente fuentes desde las cuales poder alimentarse. Muchos historiadores, por su parte, tienden a imaginar a los otros como si fueran iguales a ellos, es decir, personas aburridísimas. La imaginación moral no tiene nada que ver con la fantasía, que prescinde del objeto y es narcisista -aunque puede ser, obviamente, óptima-. Esa imaginación quiere decir, por el contrario, sentir mucho más de cerca a ese asesino de la usurera, o a Natacha, o a un ladrón, un sentimiento que es, justamente, lo contrario del narcisismo". Debe triunfar la imaginación, apostillaba, pero deben guiarnos el extrañamiento y la capacidad de ver como incomprensibles cosas que se nos antojan evidentes, y no al contrario. Las grandes novelas son útiles no porque nos documenten sobre contextos precisos y externos. Son útiles al margen del valor informativo que posean, son útiles al margen de la noticia referencial que puedan darnos. En realidad, son imprescindibles porque nos hacen convivir con personajes dotados de psicología, de hondura, de relaciones, porque nos hacen verlos en situaciones singulares, irrepetibles, porque nos obligan a comprender y a situarnos en la piel de ángeles y demonios, de asesinos y de víctimas. La narración es una exploración del interior y del exterior de unos individuos que por el hecho de no haber existido no tienen menos consistencia, ya que están contados como si efectivamente hubieran vivido y por tanto su evocación ha de ser rigurosa, informada, estratégicamente presentada, verosímil. Lo fundamental en este punto no es que la novela sea ficción, sino que es narración, que relata un avatar y lo relata de tal modo que pueda ser creído por sus destinatarios contemporáneos o futuros. Los lectores, por regla general, somos perezosos: no queremos hacer el esfuerzo de adentrarnos en un relato que no nos concierne; además, somos descreídos, desconfiamos de las novelerías con que los humanos envuelven sus actos. Lo primero que debe franquear el autor empírico que cuenta es ese desinterés. ¿Y cómo se logra? La novela ha de ser el relato de una experiencia que nos narran y que, pese a lo que pueda parecer, sí que nos concierne, nos interesa y nos conmueve, un relato que condensa preguntas e incertidumbres humanas, algunas locales o circunstanciales y otras eternas y nunca resueltas, preguntas e incertidumbres que se asemejan a las de cada uno, a las de una vasta comunidad de lectores presentes y futuros. Desde ese punto de vista, los autores, esos grandes novelistas a los que deberían frecuentar los aspirantes a historiador, operan como psicólogos, como sociólogos, como historiadores propiamente, esto es, han de manejarse con una multitud de conocimientos que les permitan edificar ese mundo de palabras, que les permitan dar consistencia y verosimilitud a algo que no existe. Han de levantar un mundo posible, un mundo no realizado en el exterior, pero autosuficiente e internamente coherente, con sus materiales bien dispuestos, del que se dicen algunas cosas y otras no, pero en el que los espacios vacíos son o forman parte implícita de esa realidad y con los que se las verán los lectores rellenándolos con su experiencia, con su enciclopedia. Cuando se nos cuenta algo, no se relata todo. Quien narra deja cosas sin decir, o porque son evidentes o porque no se saben o porque no son pertinentes. Pero lo no dicho también forma parte del mundo, precisamente para dar relieve al acto de lectura, para dar énfasis a la tarea supletoria y participativa del destinatario. Tomarse en serio una novela es aceptar que hay una realidad edificada con unos materiales que no precisan un conocimiento del referente en el que se inspiró el narrador.
La historia, por su parte, en el sentido que le diera Carlo Ginzburg, también puede servir para despertar la imaginación moral. La historia multiplica la imaginación moral de cada uno cuando nos permite reconocer el abismo de sentido que nos separa de los tiempos remotos o cercanos, cuando acentúa las diferencias que nos distancian a los contemporáneos de los antepasados y cuando nos hace explícito el enigma de quienes nos precedieron, tan limitados y perecederos como nosotros mismos. Al asomarnos a ese abismo sentimos el riesgo de la excesiva familiaridad. Cuando se subraya ese extrañamiento antropológico, la historia deviene apasionante, deviene una exploración y un desciframiento. Son precisamente los historiadores que se han planteado así las cosas quienes se revelan también como los mejores autores, conscientes de la palabra creadora, conscientes de la distancia que hay entre un pasado ya desaparecido, los vestigios que lo nombran, y la escritura final que le da forma, que lo restituye documentalmente.
La imaginación moral, que es como la llama Ginzburg, es la capacidad que tenemos para ponernos en el lugar de otro, pero no para pensar con sus categorías, sino para discernir los motivos de su elección y para dar cuenta de lo que aquel sujeto histórico no vio o no estaba en condiciones de ver. La imaginación moral es el tesoro que hace valer un observador lleno de experiencia y de conocimientos, el tesoro de alguien que se sabe también ignorante, que se enfrenta sin arrogancia al pasado y a los antepasados. En una entrevista reciente que se le hiciera a Arthur C. Danto, el filósofo norteamericano lo decía con tino y con exactitud, con abierta sinceridad. "Adoro leer novelas. Novelas que traten de situaciones humanas: relaciones entre hombres y mujeres, entre generaciones, entre padres e hijos, sobre nuestra manera de tomar decisiones". Y apostillaba con evidente exageración: "La literatura ayuda a las personas a manejarse en la vida, algo que la religión ya no hace, ni tampoco la filosofía". ¿Una exageración? Tal vez no había hipérbole alguna, porque esa imaginación terapéutica está en los mejores historiadores, en las mejores novelas que a tantos nos conmueven, en nosotros mismos cuando empleamos las obras, las grandes obras, como manuales de autoanálisis, como prospecciones de cada uno.
Fuente: El País
miércoles, 26 de marzo de 2025
"EL HIJO DEL BABUCHERO". Cuento popular marroquí
Había una vez una princesa bella como la luna, muy amada por el sultán, su padre.
Un día se le antojó visitar las calles del zoco y, como no era muy conveniente que ella fuera por su propio pie por las calles en pleno día, el sultán ordenó que todos los mercaderes iluminaran sus tiendas aquella noche, expusieran las más bellas mercancías y luego se fueran.
Todos los mercaderes cumplieron la orden dada por el rey, menos un simple artesano que arreglaba babuchas y que, además de esta humilde profesión, era mago. Este babuchero tenía un hijo bello como el día al que aconsejó, por el contrario, que se escondiera en la tienda de babuchas.
La princesa y su séquito salieron a pasear por el zoco para ver las tiendas iluminadas y desiertas. Así pudieron admirar los objetos expuestos en los escaparates: los cobres cincelados, los cueros con finos dorados, los tejidos multicolores, las suntuosas vasijas de barro, los perfumes, la henna, los tintes, los puñales y los fusiles damasquinados, las espadas de Toledo, los cinturones, frutas de todo tipo, los estribos de acero, las joyas de plata, de bronce o de maderas raras. Sólo resonaban en las calles desiertas sus risas.
Cuando llegaron a la tienda de las babuchas, encontraron la puerta cerrada y el escaparate apagado. La princesa se enfadó pensando que alguien había osado desobedecer a su padre y, de esta manera, burlarse de ella, la hija del sultán. Y Dio orden a los eunucos que formaban parte de su séquito de forzar la puerta. Mas la cólera se le apaciguó cuando vio en mitad de la tienda, entre los cueros de su padre, a un hombre tan bello que resplandecía. El hijo del babuchero y la hija del sultán se miraron un instante sin decirse nada, y los dos se quedaron deslumbrados viendo la belleza del otro.
La princesa volvió sin tardanza y en silencio al palacio de su padre.
El hijo del babuchero se puso enfermo de amor. Pero su padre, que, ya lo hemos dicho, era además un gran mago, le escribió en la frente una fórmula mágica que lo hacía invisible. Mientras llevara la fórmula escrita en la frente, nadie podría verlo, y así podría entrar en el palacio hasta las habitaciones de su amada y verla. Sólo así se podría curar de su enfermedad de amor.
Y así lo hizo. Con la fórmula mágica en la frente se introdujo hasta la habitación de la princesa donde ésta se hallaba comiendo. El hijo del babuchero se sentó frente a ella y se puso a comer también él del plato. Los platos salían de la habitación como si alguien hubiese comido a dos manos. Imaginad la cólera del sultán cuando se dio cuenta de lo que pasaba. Pero por más que buscaron, no pudieron encontrar a nadie en las habitaciones de la princesa. Mandó llamar, pues, a un gran mago judío, que le pidió que alumbrara la estancia con un enorme fuego. Así hicieron, y la temperatura en aquella habitación comenzó a subir tanto que el invisible hijo del babuchero se puso a sudar y se pasó la mano por la frente para secarse el sudor que le caía a chorro. En cuanto hizo esto, borró la fórmula mágica y de repente apareció ante los ojos de todos.
El sultán se quedó estupefacto y, apresando al hijo del babuchero, ordenó que viniera su padre para explicar el motivo de esta conducta. Cuando le llegó la noticia de la orden real al babuchero, respondió a los mensajeros que iría de buen grado a palacio si antes le daban un buen caballo y ropas elegantes, de forma que pudiera presentarse ante la corte como merecía su ciencia.
Furioso por la arrogancia del babuchero, el sultán envió a dos sirvientes con la orden de traer a palacio a ese grandísimo bellaco encadenado si se negaba a ir por las buenas. Los sirvientes obedecieron, encadenaron al hombre y lo condujeron a palacio. Mas, ¡oh prodigio!, cuando llegaron ante el rey, en lugar del babuchero, al otro extremo de la cadena había un asno moribundo que expiró ante la presencia del rey. Más enfurecido todavía, envió a cuatro sirvientes y esta vez lo que trajeron ante su presencia fue una mula muerta. Envió a ocho, y ante su trono se presentaron con un caballo muerto.
Así que el sultán no tuvo más remedio que mandarle el caballo y los ropajes que el babuchero le había pedido. El babuchero se vistió adecuadamente y se presentó ante el rey. En cuanto estuvo delante del trono, le preguntó:
–¿Por qué te opones al matrimonio de nuestros hijos, si ellos se aman?
–¿De verdad crees que mi hija ama a tu hijo?
–Pregúntale a ella.
Y Le preguntaron a la princesa, que no pudo ocultar su amor, y en seguida se celebró el matrimonio.
FIN
martes, 25 de marzo de 2025
"LAS CAMPANAS DOBLAN POR TI". John Donne (1572 - 1631)
¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida,
como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta,
porque me encuentro unido a toda la humanidad;
por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.
lunes, 24 de marzo de 2025
"Enseñar a leer bien reduce el impacto de la dislexia". Julián Palazón López (Universidad de Valencia), The Conversation 19 marzo 2025
La dislexia ha sido, por desgracia, un terreno fértil para la divulgación de falsos mitos, así como de creencias y terapias poco fundamentadas.
No es una enfermedad; es una dificultad grave y persistente para adquirir un aprendizaje cultural concreto: la lectura. Los niños con dislexia tienen problemas para aprender las correspondencias entre las letras y sus sonidos y para leer las palabras escritas de forma precisa y fluida. En muchas ocasiones, estos errores se trasladan a la escritura.
Diferencias cuantitativas, no cualitativas
Un error común tiene que ver con creer que las diferencias entre los niños que tienen dislexia y los que no la tienen son cualitativas. Es decir, que los primeros cometen fallos muy particulares y específicos cuando aprenden a leer que no es posible encontrar en ningún otro alumno. Esto no parece ser así.
La habilidad de leer de forma precisa y fluida se distribuye en la población según la curva normal. Muchos niños experimentan, en las etapas más emergentes, pequeñas dificultades para aprender a leer: confunden letras cuyos sonidos se parecen, tienen dificultades con sílabas complejas y decodifican mal palabras largas. Los niños con dislexia presentan dificultades similares, pero las suyas son más frecuentes, persistentes y responden peor a una enseñanza de la lectura bien fundamentada.
De hecho, la dislexia es mucho más una cuestión de grado que algo que simplemente se puede confirmar o descartar con un “sí” o con un “no”. El punto de corte para el diagnóstico es arbitrario, es decir, ha sido fijado por el ser humano. Existen niños con una habilidad para leer de forma precisa y fluida que es media-baja y, como en tantas otras cosas, sus dificultades se sitúan en una escala de grises.
Por supuesto, aquellos alumnos que no aprenden a leer de forma precisa y fluida se encuentran en una situación de vulnerabilidad que tenemos la responsabilidad de atender.
El mito de la creatividad
No hay evidencias científicas sólidas de que la dislexia sea un don ni de que aporte a los niños regalos como la creatividad. Al contrario, que los niños tengan problemas para leer de forma precisa y fluida puede tener consecuencias negativas.
La dislexia se asocia, por ejemplo, con un mayor riesgo de fracaso escolar, un menor acceso a los estudios superiores y, además, con una mayor probabilidad de presentar diversos problemas relacionados con la salud mental.
Estos últimos tienen que ver con las dificultades académicas derivadas de la dislexia que en algunos niños provocan ansiedad o depresión. La falta de detección y de una adecuada respuesta puede potenciar dichos problemas.
Tampoco hay datos que indiquen que actuaciones superficiales, como modificar el tipo de letra o el color del texto, sean una solución muy sólida para mejorar la calidad de vida de los niños con dislexia.
Pero es mucho lo que podemos hacer para ayudar a este alumnado, que supone un porcentaje significativo en las aulas. CONTINUAR LEYENDO
domingo, 23 de marzo de 2025
"SI DEBO MORIR". El último poema del activista palestino Refaat Alareer asesinado en Gaza por el ejército de Israel y que se ha convertido en símbolo de resistencia ante el genocidio israelí
El activista palestino Refaat Alareer, que fue asesinado en Gaza hace un año durante un bombardeo israelí, sigue siendo símbolo de resistencia del pueblo palestino ante el genocidio. Además de ser el fundador de We Are Not Numbers (No Somos Números), unos talleres de redacción que pretendían formar a los jóvenes gazatíes, Alareer era un reconocido escritor que impartía clase en la Universidad Islámica de Gaza.
SI DEBO MORIR
"Si debo morir,
tú debes vivir
para contar mi historia,
para vender mis cosas,
comprar un trozo de tela
y algunas cuerdas,
hazlo blanco con una cola larga
para que un niño,
en algún lugar de Gaza…
mientras mira el cielo a los ojos
esperando a su padre que se fue en llamas
—y no te despidas de nadie,
ni siquiera a su carne,
ni siquiera a sí mismo—.
Ve la cometa,
mi cometa que tú hiciste,
volando arriba
y piensa por un momento que un ángel está ahí,
trae de vuelta el amor.
Si debo morir
deja que traiga esperanza
deja que sea un cuento. "
Murió el 6 de diciembre de 2023 asesinado.
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