miércoles, 20 de noviembre de 2024

"TERTULIA LITERARIA/LECTURA DIALÓGICA COMPARTIDA EN PEÑASCAL-BOLUETA"

Desde el inicio del curso ya hemos realizado dos sesiones, una en octubre y otra en noviembre, de "Lectura Dialógica Compartida" en el Centro de Bolueta (Boluetaberri) de la Fundación Peñascal Kooperatiba.

Los temas sobre los que hemos leído y dialogado han sido "Racismo e inmigración" y "El Diálogo". Los materiales utilizados han sido: artículos, cuentos, álbumes ilustrados, poemas y viñetas. Este curso también hemos añadido un apartado de "Citas".

Como en cursos anteriores el grupo lo componen hombres y mujeres, en su mayoría jóvenes, de distintos países, aunque también al algunos pocos de Bizkaia. Las nacionalidaes que más abundan son la marroquí y la pakistaní. Algunas de estas personas están aprendiendo castellano por lo que los materiales para las sesiones dialógicas se trabajan en el grupo con antelación.

También, como ha sucedido en años anteriores, las personas, por diferentes circunstancias, les cuesta hablar al principio, pero ya en la segunda sesión una buena parte del grupo se ha animado a dialogar sobre los materiales trabamados.

Aquí os dejo los materiales que hemos utilizado para esas sesiones. Los podéis decargar, y si observáis que tenéis alguna dificultad con alguno, me podéis escribir a mi correo electrónico: mikelepa@gmail.com

MATERIALES


martes, 19 de noviembre de 2024

"EL PERSEGUIDOR". Un cuento de Julio Cortázar

El perseguidor es un cuento del escritor argentino Julio Cortázar, inspirado en la vida y la música del saxofonista de jazz Charlie Parker. El relato narra un período en la vida de Johnny Carter, un genio del saxo alto que vive al borde de la locura y la autodestrucción, y su relación con Bruno, un crítico de jazz que trata de escribir su biografía. A través de los diálogos entre ambos personajes, el cuento explora temas como el tiempo, la creación artística, la identidad y la marginalidad.

Dédée me ha llamado por la tarde diciéndome que Johnny no estaba bien, y he ido en seguida al hotel. Desde hace unos días Johnny y Dédée viven en un hotel de la rue Lagrange, en una pieza del cuarto piso. Me ha bastado ver la puerta de la pieza para darme cuenta de que Johnny está en la peor de las miserias; la ventana da a un patio casi negro, y a la una de la tarde hay que tener la luz encendida si se quiere leer el diario o verse la cara. No hace frío, pero he encontrado a Johnny envuelto en una frazada, encajado en un roñoso sillón que larga por todos lados pedazos de estopa amarillenta. Dédée está envejecida, y el vestido rojo le queda muy mal; es un vestido para el trabajo, para las luces de la escena; en esa pieza del hotel se convierte en una especie de coágulo repugnante.

—El compañero Bruno es fiel como el mal aliento —ha dicho Johnny a manera de saludo, remontando las rodillas hasta apoyar en ellas el mentón. Dédée me ha alcanzado una silla y yo he sacado un paquete de Gauloises. Traía un frasco de ron en el bolsillo, pero no he querido mostrarlo hasta hacerme una idea de lo que pasa. Creo que lo más irritante era la lamparilla con su ojo arrancado colgando del hilo sucio de moscas. Después de mirarla una o dos veces, y ponerme la mano como pantalla, le he preguntado a Dédée si no podíamos apagar la lamparilla y arreglarnos con la luz de la ventana. Johnny seguía mis palabras y mis gestos con una gran atención distraída, como un gato que mira fijo pero que se ve que está por completo en otra cosa; que es otra cosa. Por fin Dédée se ha levantado y ha apagado la luz. En lo que quedaba, una mezcla de gris y negro, nos hemos reconocido mejor. Johnny ha sacado una de sus largas manos flacas de debajo de la frazada, y yo he sentido la fláccida tibieza de su piel. Entonces Dédée ha dicho que iba a preparar unos nescafés. Me ha alegrado saber que por lo menos tienen una lata de nescafé. Siempre que una persona tiene una lata de nescafé me doy cuenta de que no está en la última miseria; todavía puede resistir un poco.

—Hace rato que no nos veíamos —le he dicho a Johnny—. Un mes por lo menos.

—Tú no haces más que contar el tiempo —me ha contestado de mal humor—. El primero, el dos, el tres, el veintiuno. A todo le pones un número, tú. Y ésta es igual. ¿Sabes por qué está furiosa? Porque he perdido el saxo. Tiene razón, después de todo. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 18 de noviembre de 2024

"CUARENTENA". Un poema de Luis García Montero

El Poema escenifica un diálogo entre un poeta que ha alcanzado la madurez al cumplir los cuarenta años y el joven que fue, de veinte años, militante y comprometido, que impertinente le mira desde la fotografía y le sanciona la renuncia de los sueños por la mera supervivencia, la sustitución de la exclamación de la protesta por la interrogación de la duda, el cambio del corazón por la razón. En la conversación se reprochan imposturas y traiciones. La presencia de ese otro que le habita genera malestar en un sujeto que sin embargo no puede sacárselo de encima. No le queda otro remedio que convivir con él. A la manera ilustrada, en lugar de batirse en duelo con el enemigo que lleva dentro, inician una negociación para alcanzar consensos y lograr una convivencia pacífica. (David Bederra Mayor, elDiario.es)

Con qué ferocidad y a qué hora importuna
salen tus veinte años de la fotografía
para exigirme cuentas.
En los ojos heridos por la luz
sostienes la mirada de mis sobras,
en el descaro de tus profecías
desdeñas la lealtad de mis recuerdos,
en la piel transparente
anegas el cansancio de mi piel
y defines mis años por traiciones.

No escandalices más,
hablemos si tú quieres,
elige tú las armas y el paisaje
de la conversación,
y espera a que se vayan
los invitados a la cena fría
de mis cuarenta años.
Por evaporaciones,
como las aguas sucias de los charcos
se acercan a las nubes,
caminaré contigo
hasta la plaza de tu juventud.
Allí están los magníficos
árboles de las ciencias y las letras
con sus palabras en el mes de mayo,
y el orden de los números
a la orilla del tiempo,
más cerca de las sumas que de las divisiones.

Imagino tu voz, supongo el aire
-porque a veces regresa hasta mis labios
en noches de espesura-
con el que afirmarás
que toda libertad es una roca,
que no faltan el viento y las razones,
sino la voluntad en el timón,
para gritar después que mi conciencia
es ya ropa tendida,
palabras puestas a secar.

Tendrás razón. No digo
ni la mitad de lo que siento.
Pero recuerda que mi soledad,
la que arde en mi lámpara de desaparecido,
es el silencio de las causas públicas.
Y puedes comprenderme:
mis mujeres dormidas,
el cajón de los barcos indefensos,
un teléfono antiguo...,
todas las tachaduras se parecen
a la inquietud que sufres
ante la vida en blanco.

Ya que fuerzas mis sombras con tu luz
comprende mi silencio en tus exclamaciones.
Porque sabes que sé
el lado frágil de la impertinencia,
lo que hay de imitación en tu seguridad,
la certeza que llega de los otros
para empujarte
por el afán de ser el elegido,
por el deseo de gustar,
hasta vivir de oídas en muchas ocasiones.

Aceptaré las quejas, si tú me reconoces
la legitimidad de la impostura.

Ahora que necesito
meditar lo que creo
en busca de un destino soportable,
me acerco a ti,
porque sabías meditar tus dudas.
Cuando tengas la edad que se avecina,
admitirás el tiempos de los encajadores,
la piel gastada y resistente,
el tono bajo de la voz
y el corazón cansado de elegir
sombras de pie o luz arrodillada.

Después de lo que he visto y lo que tú verás,
no es un mal resultado, te lo juro.
Baja conmigo al día,
ven hasta los paisajes verdaderos
en los que discutimos,
y me agradecerás
la difícil tarea de tu supervivencia.

domingo, 17 de noviembre de 2024

"LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN". Un interesante artículo de Laura Hojman en elDiario.es

Imagen del documental 'Un hombre libre'

Quienes escribimos, hacemos películas o nos dedicamos de una forma u otra a la narración tenemos un enorme poder: el de devolver la existencia. Cuando nos rebelamos contra el silencio y ejercemos el arte de contar estamos sembrando una pequeña transformación

Quizá porque nunca me sentí representada en la famosa narrativa del viaje del héroe, esa que se enseña hasta la saciedad en las escuelas de cine y escritura, y que pone el foco en la épica individualista y el conflicto por resolver, siempre tendí a poner mi mirada en esas otras historias de los márgenes, silenciosas, desapercibidas, llenas de pérdidas y fracasos, de interacciones con los otros y con un mundo del que no siempre sacamos enseñanzas valiosas, sino que a veces, simplemente, nos da la espalda y nos hace sentirnos perdidos.

¿A dónde van las historias que no se cuentan? Todas aquellas otras historias que fueron expulsadas de la construcción de nuestro propio relato y de la creación de nuestra identidad; esas que quedaron relegadas, escondidas, como si nunca hubiesen existido. Porque, aunque no lo crean, estamos hechos de historias: las personas, las comunidades, los países, el mundo, todo. Y nuestra vida se articula en torno a ellas.

Somos narración y necesitamos elaborar continuamente relatos de las cosas que nos suceden para entenderlas y entendernos. Al contar historias, construimos versiones de quienes somos, ordenamos nuestros recuerdos, damos sentido a las experiencias de la vida y otorgamos significado a nuestra idea del yo. Como sociedad, las historias también nos definen, generan sentimientos de cohesión y de pertenencia, y crean sus propios héroes, símbolos y rituales.

¿Qué ocurre entonces cuando una parte de las experiencias, de las voces, de las miradas que han de construirnos, son excluidas y borradas del relato oficial de un país? ¿Cómo afecta esta pérdida a nuestra identidad colectiva? ¿A quién pertenece la memoria?

Estas son algunas de las preguntas que me hice al comenzar a escribir el guión de “Un hombre libre”, el último documental que he dirigido y que explora la historia del escritor almeriense Agustín Gómez Arcos. Exiliado a París, acosado por la censura franquista, el autor se agarró a la lengua francesa como espacio de libertad para no olvidar, para existir, para mantener con vida todos aquellos relatos de “los otros”, de los expulsados del orden homogéneo y cerrado, y así los salvó.

Lejos de querer centrarme en una biografía particular, quise hablar del propio sentido de la narración y de esa idea de España que permanece en nuestra memoria colectiva, porque como país, como sociedad. También somos todo aquello que no decimos, eso de lo que no hablamos. Y entonces, narrar se convierte en un acto de rebeldía. Para mí, el más bello y esperanzador de todos.

“Siempre elijo a mis personajes entre las víctimas, nunca entre los vencedores o los héroes tradicionales. Intento que su derrota, aunque sea una derrota, tenga una sabor de victoria”, dijo en una ocasión Agustín Gómez Arcos. Sin ser muy consciente hasta hace poco, sentí que de alguna manera, también yo tenía esta inclinación por aquellos que en la vida no fueron los vencedores y que, por el contrario, sufrieron la invisibilización, el exilio o el olvido.

Quienes escribimos, hacemos películas o nos dedicamos de una forma u otra a la narración tenemos un enorme poder: el de devolver la existencia. Cuando nos rebelamos contra el silencio y ejercemos el arte de contar estamos sembrando una pequeña transformación. Recuperar las historias de las mujeres que fueron ignoradas por el relato oficial, las voces de los exiliados, de las personas LGTBIQ+, de todas aquellas disidencias frente al orden establecido es reconocerles el derecho a existir y a ser parte de lo que nos define. Es poder decirles: “Ahora sí, queremos que estéis aquí con nosotros, en nuestro tiempo, el mundo de los vivos, que vuestros relatos nos ayuden a construir los nuestros, que vuestras experiencias nos sirvan de guía y nos acompañen, y nos hagan sentirnos menos raros, menos solos”.

Por eso la memoria nunca será cosa del pasado, sino una herramienta de futuro. Por eso, hace unos días, cuando visité la exposición que la Biblioteca Nacional dedica estos días a María Lejárraga, sentí aquel sabor de victoria del que hablaba Gómez Arcos y me volví a enamorar del hermoso y mágico poder de la palabra. Por eso, nunca dejaré de contar historias.

sábado, 16 de noviembre de 2024

"MUJERES QUE VAIS DE LUTO". Un poema de Carmen Conde


«Mujeres que vais de luto…»

MUJERES QUE vais de luto porque el odio os trajo la muerte a vuestro regazo, ¡negaos a
concebir hijos mientras los hombres no borren la guerra del mundo!

Negaos a parir al hombre que mañana matará al hombre hijo de tu hermana, a la mujer que
parirá otro hombre para que mate a tu hermano!

"UN MENSAJE IMPERIAL". Un cuento de Franz Kafka

El Emperador, tal va una parábola, os ha mandado, humilde sujeto, quien sois la insignificante sombra arrinconándose en la más recóndita distancia del sol imperial, un mensaje; el Emperador desde su lecho de muerte os ha mandado un mensaje para vos únicamente. Ha comandado al mensajero a arrodillarse junto a la cama, y ha susurrado el mensaje; ha puesto tanta importancia al mensaje, que ha ordenado al mensajero se lo repita en el oído. Luego, con un movimiento de cabeza, ha confirmado estar correcto. Sí, ante los congregados espectadores de su muerte —toda pared obstructora ha sido tumbada, y en las espaciosas y colosalmente altas escaleras están en un círculo los grandes príncipes del Imperio— ante todos ellos, él ha mandado su mensaje. El mensajero inmediatamente embarca su viaje; un poderoso, infatigable hombre; ahora empujando con su brazo diestro, ahora con el siniestro, taja un camino a través de la multitud; si encuentra resistencia, apunta a su pecho, donde el símbolo del sol repica de luz; al contrario de otro hombre cualquiera, su camino así se le facilita. Mas las multitudes son tan vastas; sus números no tienen fin. Si tan sólo pudiera alcanzar los amplios campos, cuán rápido él volaría, y pronto, sin duda alguna, escucharías el bienvenido martilleo de sus puños en tu puerta. Pero, en vez, cómo vanamente gasta sus fuerzas; aún todavía traza su camino tras las cámaras del profundo interior del palacio; nunca llegará al final de ellas; y si lo lograra, nada se lograría en ello; él debe, tras aquello, luchar durante su camino hacia abajo por las escaleras; y si lo lograra, nada se lograría en ello; todavía tiene que cruzar las cortes; y tras las cortes, el segundo palacio externo; y una vez más, más escaleras y cortes; y de nuevo otro palacio; y así por miles de años; y por si al fin llegara a lanzarse afuera, tras la última puerta del último palacio —pero nunca, nunca podría llegar eso a suceder—, la capital imperial, centro del mundo, caería ante él, apretada a explotar con sus propios sedimientos. Nadie podría luchar y salir de ahí, ni siquiera con el mensaje de un hombre muerto. Mas os sentáis tras la ventana, al caer la noche, y os lo imagináis, en sueños.

viernes, 15 de noviembre de 2024

"MIENTRAS LOS HOMBRES MUEREN". Un poema de Carmen Conde


MIENTRAS LOS HOMBRES mueren os digo yo, la que canta desoladas provincias del Duelo, que se me rompen sollozos y angustias contra barcos de ébano furibundos; y la fruta par de mis labios quema de suspiros porque los cielos se han dejado hincar imprecaciones sombrías.

A los hombres que mueren yo los sigo en su buscar por entre las raíces y los veneros fangosos, pues ellos y yo tenemos igual designio de ensueño debajo de la tierra. ¡Cállense todos los que no se sientan doblar de agonía hoy, día de espanto abrasado por teas de gritos, que esta mujer os dice que la muerte está en no ver, ni oír, ni saber, ni morir!