martes, 30 de abril de 2019

Literatura infantil y juvenil. Guía de recursos bibliográficos. Elaborada por la Biblioteca Nacional de España


La abundancia de recursos sobre literatura infantil y juvenil existentes en la actualidad, tanto en papel como en la red, ha impulsado la elaboración de esta guía con el fin de crear una herramienta útil para padres, madres, profesorado y comunidad educativa.


lunes, 29 de abril de 2019

El banquete de las palabras, un cuento de Dorothy Parker.

Aquel fue un año de locos, un año en que las cosas que debían haber ocurrido a su debido tiempo salieron de cualquier manera. Fue un año en que la nieve cayó copiosa y duradera en pleno abril, y los periódicos sensacionalistas publicaron fotos de chicas vestidas con pantalones cortos tomando baños de sol en el Parque Central en pleno enero. Fue un año en que, pese a la gran prosperidad reinante en la nación más rica, no podías andar cinco manzanas sin que los mendigos te pidieran limosna; en que no era infrecuente ver mujeres llamativas, de paso vacilante, vestidas con trajes caros, exhibirse en lugares públicos; en que los mostradores de las farmacias rebosaban de pastillas para tranquilizarte y de pastillas para animarte. Fue un año en que muchas esposas, colocadas en los altares, apenas unos pulgadas por debajo de los santos, árbitros de la etiqueta, veneradas anfitrionas, arquitectas de menús memorables, de golpe y porrazo preparaban la bolsa de viaje y el joyero y huían a México en compañía de jóvenes ambiguos dedicados al arte; en que los maridos que habían regresado a casa todas las noches no solo a la misma hora, sino en el mismo minuto de la misma hora, regresaban a casa una noche más, decían unas cuantas palabras y luego salían por la puerta que no volverían a cruzar jamás.

Si Guy Allen hubiese dejado a su mujer en otra época, ella habría conseguido mantener el perdurable interés de sus amistades. Pero en aquel año de locura fueron tantos los pecios matrimoniales varados en la playa de Norman’s Woe que las amigas ya estaban demasiado familiarizadas con las historias de naufragios. Al principio acudieron a su lado y, duchas en esas lides, hicieron lo posible por curarle la herida. Chasqueaban la lengua en señal de pena y sacudían la cabeza para manifestar su asombro; diagnosticaban que el de Guy Allen era un caso de demencia; hacían virulentas generalizaciones sobre los hombres, considerados como tribu; le aseguraban a Maida Allen que ninguna mujer habría sido capaz de hacer más por un hombre ni haber significado más; le estrechaban la mano y le prometían: «Volverá. ¡Ya verás cómo vuelve!»

Pero el tiempo siguió su curso, como la señora Allen, a quien nunca nadie había visto antes aferrarse así a un tema: repetía una y otra vez la historia del agravio que le habían causado, y ella, claro, pobrecita, una santa inocente. Las amigas ya no tenían fuerzas para intercalar en su letanía arrullos de condolencia, debilitadas de tanto escuchar su historia, la suya, y otras como la suya; la cruel verdad es que las sagas de las mujeres abandonadas adolecen de una lamentable falta de variedad. Y así, llegó un día en que, tras depositar con violencia la taza de té en la mesa, una de estas damas se puso en pie de un salto y gritó:

-¡Por el amor del cielo, Maida, habla de otra cosa!

La señora Allen no volvió a ver a esa dama. También comenzó a ver cada vez menos a sus otras amigas, aunque eso fue cosa de las amigas, no de ella. No se enorgullecían de semejante abandono; las inquietaba la idea acechante de que la más despiadada de las pelmas pudiera seguir realmente angustiada. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 28 de abril de 2019

"La Importancia De Leer" Por Paulo Freire. En Freire, Paulo (1991), La importancia de leer y el proceso de liberación, México.


... incluyendo la del entonces joven profesor José Pessoa. Algún tiempo después, como profesor también de portugués, en mis veinte años, viví intensamente la importancia del acto de leer y de escribir, en el fondo imposibles de dicotomizar, con alumnos de los primeros años del entonces llamado curso secundario. La conjugación, la sintaxis de concordancia, el problema de la contradicción, la enciclisis pronominal, yo no reducía nada de eso a tabletas de conocimientos que los estudiantes debían engullir. Todo eso, por el contrario, se proponía a la curiosidad de los alumnos de manera dinámica y viva, en el cuerpo mismo de textos, ya de autores que estudiábamos, ya de ellos mismos, como objetos a desvelar y no como algo parado cuyo perfil yo describiese. Los alumnos no tenían que memorizar mecánicamente la descripción del objeto, sino aprender su significación profunda. Sólo aprendiéndola serían capaces de saber, por eso, de memorizarla, de fijarla. La memorización mecánica de la descripción del objeto no se constituye en conocimiento del objeto. Por eso es que la lectura de un texto, tomado como pura descripción de un objeto y hecha en el sentido de memorizarla, ni es real lectura ni resulta de ella, por lo tanto, el conocimiento de que habla el texto. Creo que mucho de nuestra insistencia, en cuanto a profesores y profesoras, en que los estudiantes “lean”, en un semestre, un sinnúmero de capítulos de libros, reside en la comprensión errónea que a veces tenemos del acto de leer. En mis andanzas por el mundo, no fueron pocas las veces en que los jóvenes estudiantes me hablaron de su lucha con extensas bibliografías que eran mucho más para ser “devoradas” que para ser leídas o estudiadas. Verdaderas “lecciones de lectura” en el sentido más tradicional de esta expresión, a que se hallaban sometidos en nombre de su formación científica y de las que debían rendir cuenta a través del famoso control de lectura. En algunas ocasiones llegué incluso a ver, en relaciones bibliográficas, indicaciones sobre las¡ bpáginas de este o aquel capítulo de tal o cual libro que debían leer: “De la página 15 a la 37”.

... Inicialmente me parece interesante reafirmar que siempre vi la alfabetización de adultos como un acto político y como un acto de conocimiento, y por eso mismo un acto creador. Para mí sería imposible de comprometerme en un trabajo de memorización mecánica de ba-be-bi-bo-bu, de la-le-li lo-lu. De ahí que tampoco pudiera reducir la alfabetización a la pura enseñanza de la palabra, las sílabas o de las letras. Enseñanza en cuyo proceso el alfabetizador iría “llenando” con sus palabras las cabezas supuestamente “vacías” de los alfabetizandos. Por el contrario, en cuanto acto de conocimiento y acto creador, el proceso de la alfabetización tiene, en el alfabetizando, su sujeto. El hecho de que éste necesite de la ayuda del educador, como ocurre en cualquier acción pedagógica, no significa que la ayuda del educador deba anular su creatividad y su responsabilidad en la creación de su lenguaje escrito y en la lectura de su lenguaje. En realidad, tanto el alfabetizador como el alfabetizando, al tomar, por ejemplo, un objeto, como lo hago ahora con el que tengo entre los dedos, sienten el objeto, perciben el objeto sentido y son capaces de expresar verbalmente el objeto sentido y percibido. Como yo, el analfabeto es capaz de sentir la pluma, de percibir la pluma, de decir la pluma. Yo, sin embargo, soy capaz de no sólo sentir la pluma, sino además de escribir pluma y, en consecuencia, leer pluma. La alfabetización es la creación o el montaje de la expresión escrita de la expresión oral. Ese montaje no lo puede hacer el educador para los educandos, o sobre ellos. Ahí tiene él un momento de su tarea creadora.


viernes, 26 de abril de 2019

Razones, un poema de Paula Blanco

Dame una razón para esperarte.
Una sola.
Dame una señal de que vas a volver.
Al menos una.
Las horas son muy largas cuando uno espera sin motivo.
Nada justifica esta vigilia insomne.
Sin embargo, acá estoy, esperando cada noche que vuelva a amanecer.
Esperando cada día que termine, para que pase otro...
y otro y otro más.
Deseo que se condense el tiempo en un instante,
para que de golpe el reloj vaya más rápido y las agujas vuelen
o naveguen o se desintegren.
Pero que de una vez pase este maldito tiempo que nos separa.
Este tiempo infeliz de sombras verticales y soles abrasadores.
Quiero que de una vez termine el verano.
Pero aun no empezó.
Mientras tanto, dame una razón,
dame un motivo.
Decime por qué paso las noches despierta esperando lo inesperable,
por qué tengo que pasar el día con tus ojos reflejados en todas partes,
por qué me duele el pecho cuando escucho esa canción.
Nunca te pedí nada,
pero hoy, te juro, que lo necesito.
Necesito que me des una razón para esperarte
y si no la encontrás, si no existe…
Dame una razón para olvidarte.

jueves, 25 de abril de 2019

OBSERVATORIO DE LA LECTURA. SECRETARÍA DE CULTURA DEL GOBIERNO DE MÉXICO.


El Observatorio de la Lectura es una herramienta de múltiples usos para los interesados en el fomento a la lectura, el libro y la industria editorial. Es un espacio virtual que hospeda y divulga los programas y actividades de promoción lectora, así como las investigaciones y estadísticas que sobre estas prácticas culturales se llevan a cabo en México. Además de concentrar la información y difundirla, desde el Observatorio de la Lectura se promueve la elaboración de estudios cuantitativos y cualitativos sobre la lectura y el libro, a través de instrumentos de medición, tales como: encuestas, sondeos, consultas, entre otros, con el fin de evaluar los avances del Programa Nacional de Lectura, los programas estatales de fomento a la lectura y la industria editorial.


martes, 23 de abril de 2019

Juan Darién, un cuento del escritor uruguayo Horacio Quiroga

Aquí se cuenta la historia de un tigre que se crió y educó entre los hombres, y que se llamaba Juan Darién. Asistió cuatro años a la escuela vestido de pantalón y camisa, y dio sus lecciones correctamente, aunque era un tigre de las selvas; pero esto se debe a que su figura era de hombre, conforme se narra en las siguientes líneas.

Una vez, a principio de otoño, la viruela visitó un pueblo de un país lejano y mató a muchas personas. Los hermanos perdieron a sus hermanitas, y las criaturas que comenzaban a caminar quedaron sin padre ni madre. Las madres perdieron a su vez a sus hijos, y una pobre mujer joven y viuda llevó ella misma a enterrar a su hijito, lo único que tenía en este mundo. Cuando volvió a su casa, se quedó sentada pensando en su chiquillo. Y murmuraba:

-Dios debía haber tenido más compasión de mí, y me ha llevado a mi hijo. En el cielo podrá haber ángeles, pero mi hijo no los conoce. Y a quien él conoce bien es a mí, ¡pobre hijo mío!

Y miraba a lo lejos, pues estaba sentada en el fondo de su casa, frente a un portoncito donde se veía la selva.

Ahora bien; en la selva había muchos animales feroces que rugían al caer la noche y al amanecer. Y la pobre mujer, que continuaba sentada, alcanzó a ver en la oscuridad una cosa chiquita y vacilante que entraba por la puerta, como un gatito que apenas tuviera fuerzas para caminar. La mujer se agachó y levantó en las manos un tigrecito de pocos días, pues aún tenía los ojos cerrados. Y cuando el mísero cachorro sintió el contacto de las manos, runruneó de contento, porque ya no estaba solo. La madre tuvo largo rato suspendido en el aire aquel pequeño enemigo de los hombres, a aquella fiera indefensa que tan fácil le hubiera sido exterminar. Pero quedó pensativa ante el desvalido cachorro que venía quién sabe de dónde y cuya madre con seguridad había muerto. Sin pensar bien en lo que hacía llevó al cachorrito a su seno y lo rodeó con sus grandes manos. Y el tigrecito, al sentir el calor del pecho, buscó postura cómoda, runruneó tranquilo y se durmió con la garganta adherida al seno maternal.

La mujer, pensativa siempre, entró en la casa. Y en el resto de la noche, al oír los gemidos de hambre del cachorrito, y al ver cómo buscaba su seno con los ojos cerrados, sintió en su corazón herido que, ante la suprema ley del Universo, una vida equivale a otra vida.

Y dio de mamar al tigrecito.

El cachorro estaba salvado, y la madre había hallado un inmenso consuelo. Tan grande su consuelo, que vio con terror el momento en que aquél le sería arrebatado, porque si se llegaba a saber en el pueblo que ella amamantaba a un ser salvaje, matarían con seguridad a la pequeña fiera. ¿Qué hacer? El cachorro, suave y cariñoso -pues jugaba con ella sobre su pecho- era ahora su propio hijo. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 20 de abril de 2019

Francisca Aguirre, Premio Nacional de las Letras 2018, lee su poema 'Frontera' dedicado al poeta Antonio Machado.



FRONTERA

Yo, que llegué a la vida demasiado pronto,
que fui -que soy- la que se anticipó,
la que acudió a la cita antes de tiempo
y tuvo que esperar en la consigna
viendo pasar el equipaje de la vida
desde el banco neutral de la deshora.

Yo, que nací en el treinta, cuando es cierto
-como todos sabéis- que nunca debí hacerlo,
que hubiera yo debido meditarlo antes,
tener un poco de paciencia y tino
y no ingresar en ese tiempo loco
que cobra su alquiler en monedas de espanto.

Yo, que vengo pagando mi imprudencia,
que le debo a mi prisa mi miseria,
que hube de trocear mi corazón en mil pedazos
para pagar mi puesto en el desierto,
yo, sabedlo, llegué tarde una vez a la frontera.

Yo, que tanto me había anticipado,
no supe anticiparme un poco más
(al fin y al cabo para pagar
en monedas de sangre y de desdicha
qué pueden importar algunos años).
Yo, que no supe nacer en el cuarenta y cinco,
cometí el desafuero, oídlo,
de llegar tarde a la frontera.

Llegué con los ojos cegados de la infancia
y el corazón en blanco, sin historia.
Llegué (Señor, qué imperdonable)
con nueve años solamente.
Llegué, tal vez al mismo tiempo que él
pero en distinto tiempo.
No lo supe.
(Oh tiempo miserable e injusto.)
Estuve allí -quizá lo vi-
pero era tarde.
Yo era pequeña
y tenía sueño.
Don Antonio era viejo
y también tenía sueño.
(Señor, qué imperdonable:
haber nacido demasiado pronto
y haber llegado demasiado tarde.)

FRANCISCA AGUIRRE


jueves, 18 de abril de 2019

Tú me acostumbraste -Natalia Lafourcade/Omara Portuondo. Autor :Francisco Domínguez.


Tú me acostumbraste
a todas esas cosas
y tú me enseñaste
que son maravillosas.

Sutil llegaste a mí como una tentación
llenando de ansiedad mi corazón.

Yo no comprendía cómo se quería
en tu mundo raro y por ti aprendí.
Por eso me pregunto al ver que me olvidaste
por qué no me enseñaste como se vive sin ti.

Por eso me pregunto al ver que me olvidaste
por qué no me enseñaste como se vive sin ti.
Por qué no me enseñaste como se vive sin ti
por qué no me enseñaste como se vive sin ti.

Tú me acostumbraste.

Tú me acostumbraste
a todas esas cosas
y tú me enseñaste
que son maravillosas.

Sutil llegaste a mi como una tentación
Llenando de ansiedad mi corazón

Yo no comprendía cómo se quería
en tu mundo raro y por ti aprendí.
Por eso me pregunto al ver que me olvidaste
porque no me enseñaste como se vive sin ti

Por eso me pregunto al ver que me olvidaste
por qué no me enseñaste como se vive sin ti
Por qué no me enseñaste como se vive sin ti
por qué no me enseñaste como se vive sin ti.

martes, 16 de abril de 2019

Caperucita Roja y el lobo tóxico. Un artículo de Daniel Gascón publicado en El País.


Los censores actuales se parecen a los de todas las épocas. Siempre preocupados por la influencia de los malos libros en las mentes frágiles de las mujeres y los niños


Una escuela pública de Barcelona ha decidido retirar 200 títulos del catálogo de su biblioteca que considera “tóxicos” porque reproducen patrones sexistas. Entre los textos, un 30% del total, se encuentran cuentos como La bella durmiente o Caperucita Roja. La decisión produce la paradoja melancólica que generan a menudo los censores. Por un lado admira su confianza en el poder de la palabra, en el hechizo de la literatura. Por otro, apena su incapacidad para comprender en qué consiste la lectura y deprime su mentalidad mecanicista, roma y literal. Les fascina el objeto y son incapaces de entenderlo.

La literatura vive de reinterpretaciones, parodias y revisiones. Busca la exactitud en la expresión y la ambigüedad en el significado. Los clásicos (y los cuentos infantiles lo son) son libros que uno no termina nunca de leer, como decía Calvino; son ellos los que nos leen a nosotros. Los cuentos de hadas han inspirado obras maestras de Angela Carter y Cristina Grande, y variaciones de docentes y estudiantes. Esas revisiones operan con los mismos instrumentos —la imaginación, la intuición, el juego— que los cuentos, y emplean como herramienta la estructura, los significados y el carácter totémico de los relatos.

Una sociedad distinta produce imaginarios diferentes. Pero no conviene despreciar esos cuentos. Escribir la gran novela americana está al alcance de cualquiera que no tenga nada mejor que hacer; inventar Caperucita Roja es otra cosa. Puede que su supervivencia, en variantes, a través de siglos y culturas, se deba a azares e injusticias, pero quizá tenga que ver también con que esos relatos cuentan algo del ser humano. Tienen componentes más profundos que una ortodoxia pedagógica tan intransigente como voluble.

Un niño tiene mecanismos de identificación y comprensión más sofisticados de lo que pensamos cuando nos posee el entusiasmo ideológico, un estado equivalente a mirar por el ojo de la cerradura y creer que lo que vemos es el mundo entero. Los niños que ven dibujos animados no esperan que los animales del parque les hablen. Los censores actuales, tan modernos y críticos con los patrones de dominación, se parecen a los de todas las épocas. Bienintencionados y paternalistas, recuerdan a esos autores del Siglo de Oro que describe Donatella Gagliardi, siempre preocupados por la influencia de los malos libros en las mentes frágiles de las mujeres y los niños.

domingo, 14 de abril de 2019

Testigo de excepción, un poma de la poeta recientemente fallecida Francisca Aguirre.

Un mar, un mar es lo que necesito.
Un mar y no otra cosa, no otra cosa.
Lo demás es pequeño, insuficiente, pobre.
Un mar, un mar es lo que necesito.
No una montaña, un río, un cielo.
No. Nada, nada,
únicamente un mar.
Tampoco quiero flores, manos,
ni un corazón que me consuele.
No quiero un corazón
a cambio de otro corazón.
No quiero que me hablen de amor
a cambio del amor.
Yo sólo quiero un mar:
yo sólo necesito un mar.
Un agua de distancia,
un agua que no escape,
un agua misericordiosa
en que lavar mi corazón
y dejarlo a su orilla
para que sea empujado por sus olas,
lamido por su lengua de sal
que cicatriza heridas.
Un mar, un mar del que ser cómplice.
Un mar al que contarle todo.
Un mar, creedme, necesito un mar,
un mar donde llorar a mares
y que nadie lo note.

sábado, 13 de abril de 2019

Cuento XXXV – El conde Lucanor – Mal carácter. Un cuento de Juan Manuel



De lo que aconteció a un mozo que casó con una muchacha de muy mal carácter


Otra vez, hablando el conde Lucanor con Patronio, su consejero, díjole así:

-Patronio, uno de mis deudos me ha dicho que le están tratando de casar con una mujer muy rica y más noble que él, y que este casamiento le convendría mucho si no fuera porque le aseguran que es la mujer de peor carácter que hay en el mundo. Os ruego que me digáis si he de aconsejarle que se case con ella, conociendo su genio, o si habré de aconsejarle que no lo haga.

-Señor conde -respondió Patronio-, si él es capaz de hacer lo que hizo un mancebo moro, aconsejadle que se case con ella; si no lo es, no se lo aconsejéis.

El conde le rogó que le refiriera qué había hecho aquel moro.

Patronio le dijo que en un pueblo había un hombre honrado que tenía un hijo que era muy bueno, pero que no tenía dinero para vivir como él deseaba. Por ello andaba el mancebo muy preocupado, pues tenía el querer, pero no el poder.

En aquel mismo pueblo había otro vecino más importante y rico que su padre, que tenía una sola hija, que era muy contraria del mozo, pues todo lo que este tenía de buen carácter, lo tenía ella de malo, por lo que nadie quería casarse con aquel demonio.

Aquel mozo tan bueno vino un día a su padre y le dijo que bien sabía que él no era tan rico que pudiera dejarle con qué vivir decentemente, y que, pues tenía que pasar miserias o irse de allí, había pensado, con su beneplácito, buscarse algún partido con que poder salir de pobreza. El padre le respondió que le agradaría mucho que pudiera hallar algún partido que le conviniera. Entonces le dijo el mancebo que, si él quería, podría pedirle a aquel honrado vecino su hija. Cuando el padre lo oyó se asombró mucho y le preguntó que cómo se le había ocurrido una cosa así, que no había nadie que la conociera que, por pobre que fuese, se quisiera casar con ella. Pidiole el hijo, como un favor, que le tratara aquel casamiento. Tanto le rogó que, aunque el padre lo encontraba muy raro, le dijo lo haría.

Fuese en seguida a ver a su vecino, que era muy amigo suyo, y le dijo lo que el mancebo le había pedido, y le rogó que, pues se atrevía a casar con su hija, accediera a ello. Cuando el otro oyó la petición le contestó diciéndole:

-Por Dios, amigo, que si yo hiciera esto os haría a vos muy flaco servicio, pues vos tenéis un hijo muy bueno y yo cometería una maldad muy grande si permitiera su desgracia o su muerte, pues estoy seguro que si se casa con mi hija, esta le matará o le hará pasar una vida mucho peor que la muerte. Y no creáis que os digo esto por desairaros, pues si os empeñáis, yo tendré mucho gusto en darla a vuestro hijo o a cualquier otro que la saque de casa. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 12 de abril de 2019

El hombre de la multitud, un cuento de Edgar Allan Poe.

Bien se ha dicho de cierto libro alemán que er lässt sich nicht lesen -no se deja leer-. Hay ciertos secretos que no se dejan expresar. Hay hombres que mueren de noche en sus lechos, estrechando convulsivamente las manos de espectrales confesores, mirándolos lastimosamente en los ojos; mueren con el corazón desesperado y apretada la garganta a causa de esos misterios que no permiten que se los revele. Una y otra vez, ¡ay!, la conciencia del hombre soporta una carga tan pesada de horror que sólo puede arrojarla a la tumba. Y así la esencia de todo crimen queda inexpresada. No hace mucho tiempo, en un atardecer de otoño, hallábame sentado junto a la gran ventana que sirve de mirador al café D…, en Londres. Después de varios meses de enfermedad, me sentía convaleciente y con el retorno de mis fuerzas, notaba esa agradable disposición que es el reverso exacto del ennui (aburrimiento); disposición llena de apetencia, en la que se desvanecen los vapores de la visión interior -άχλϋς ή πριν έπήεν- y el intelecto electrizado sobrepasa su nivel cotidiano, así como la vívida aunque ingenua razón de Leibniz sobrepasa la alocada y endeble retórica de Gorgias. El solo hecho de respirar era un goce, e incluso de muchas fuentes legítimas del dolor extraía yo un placer. Sentía un interés sereno, pero inquisitivo, hacia todo lo que me rodeaba. Con un cigarro en los labios y un periódico en las rodillas, me había entretenido gran parte de la tarde, ya leyendo los anuncios, ya contemplando la variada concurrencia del salón, cuando no mirando hacia la calle a través de los cristales velados por el humo.

Dicha calle es una de las principales avenidas de la ciudad, y durante todo el día había transitado por ella una densa multitud. Al acercarse la noche, la afluencia aumentó, y cuando se encendieron las lámparas pudo verse una doble y continua corriente de transeúntes pasando presurosos ante la puerta. Nunca me había hallado a esa hora en el café, y el tumultuoso mar de cabezas humanas me llenó de una emoción deliciosamente nueva. Terminé por despreocuparme de lo que ocurría adentro y me absorbí en la contemplación de la escena exterior.

Al principio, mis observaciones tomaron un giro abstracto y general. Miraba a los viandantes en masa y pensaba en ellos desde el punto de vista de su relación colectiva. Pronto, sin embargo, pasé a los detalles, examinando con minucioso interés las innumerables variedades de figuras, vestimentas, apariencias, actitudes, rostros y expresiones. SEGUIR LEYENDO

jueves, 11 de abril de 2019

Eduardo Galeano - Memoria del Fuego I: Los nacimientos.


En la selva amazónica, la primera mujer y el primer hombre se miraron con curiosidad. Era raro lo que tenían entre las piernas.

—¿Te han cortado?— preguntó el hombre.

—No —dijo ella—. Siempre he sido así.

Él la examinó de cerca. Se rascó la cabeza. Allí había una llaga abierta. Y dijo:

—No comas yuca, ni plátanos, ni ninguna fruta que se raje al madurar. Yo te curaré. Échate en la hamaca y descansa.

Ella obedeció. Con paciencia tragó los menjunjes de hierbas y se dejó aplicar las pomadas y los ungüentos. Tenía que apretar los dientes para no reírse, cuando él le decía: —no te preocupes.

El juego le gustaba, aunque ya empezaba a cansarse de vivir en ayunas y tendida en una hamaca. La memoria de las frutas le hacía agua la boca.

Una tarde, el hombre llegó corriendo a través de la floresta. Daba saltos de euforia y gritaba: —¡lo encontré!, ¡lo encontré!

Acababa de ver al mono curando a la mona en la copa de un árbol.

—Es así —dijo el hombre, aproximándose a la mujer.

Cuando terminó el largo abrazo, un aroma espeso, de flores y frutas, invadió el aire. De los cuerpos, que yacían juntos, se desprendían vapores y fulgores jamás vistos, y era tanta su hermosura que se morían de vergüenza los soles y los dioses.

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martes, 9 de abril de 2019

Literatura infantil en contextos críticos de desplazamiento: El Programa “Leer con migrantes”. Evelyn Arizpe (Universidad de Glasgow), en "Para leer en contextos adversos y otros espacios emergentes".

Literatura, mediadores y la condición humana
Contar cuentos es una actividad humana fundamental, invaluable para entender la experiencia individual y colectiva, para construir el conocimiento y para enseñar, inspirar y soñar. Los cuentos y la literatura para niños no son sólo el primer paso para el desarrollo del lenguaje y la adquisición de competencias esenciales, sino también para la construcción de un sentido del “yo” y de la pertenencia, a la vez, que crea conexiones con los “otros” y con sus mundos. La coyuntura entre la pertenencia y las conexiones con los otros ayudan al lector a mirarse a sí mismo, situarse y reflexionar ante lo que ve a su alrededor; a establecer lazos entre el pasado y el presente; y a mirar hacia el futuro. Por ello, los libros y los cuentos pueden ser herramientas potentes y amables de cohesión comunitaria y transformación social.

Por su aparente sencillez, generalmente se considera que los cuentos y la literatura infantil y juvenil (LIJ) están dirigidos a los lectores más pequeños o, incluso, a los que todavía no saben leer. Sin embargo, el lenguaje literario y la combinación estética de las palabras y el arte visual (el caso especial de los llamados libros álbum), comunican significados a distintos niveles cognitivos y afectivos. Esto significa que los libros pueden ser disfrutados por grupos de cualquier edad, independientemente de sus competencias lectoras, aun cuando aborden temas difíciles y utilicen recursos narrativos complejos. 

Tradicionalmente, los libros para niños se encuentran y se leen en la familia, la escuela, la biblioteca y otras instituciones culturales, pero las condiciones globales de migración y desplazamiento exigen también su presencia y uso en espacios diferentes, a menudo transitorios. En los contextos frágiles, donde se reúnen grupos e individuos que han tenido que dejar su lugar de origen —ya sea debido a conflictos armados, desastres naturales, violencia o pobreza—, confluyen experiencias traumatizantes, pero también confluye una riqueza de lenguas, culturas y tradiciones distintas que pueden recogerse y contenerse a través de contar y leer historias. Así, la LIJ se convierte en un recurso valioso para ayudar a crear un espacio en estas comunidades emergentes donde se propicien momentos compartidos de esparcimiento y de interacción social y cultural.

Desde hace décadas, varias organizaciones internacionales han reconocido el potencial de la LIJ para promover el entendimiento y la paz. Así, en 1953 —después de la Segunda Guerra Mundial—, se creó en Suiza la Organización Internacional para el Libro Juvenil (IBBY), con el fin de crear “puentes” a través de los libros. El uso de libros en contextos históricos complejos o “de crisis” se ha llevado a cabo en otros entornos. Los estudios de la antropóloga francesa Michèle Petit1 recogen muchas de estas instancias, especialmente en Sudamérica. En El arte de la lectura en tiempos de crisis, dice que la lectura puede volverse un espacio acogedor para pensar, reflexionar y reconstruir la identidad; recuperar algo de lo perdido y enfrentar lo nuevo. Más recientemente, en 2013, con la ayuda de IBBY, se creó la biblioteca de libros álbum sin palabras, conocidos también como “libros mudos” (Silent Books), en la isla de Lampedusa. Sin la barrera del lenguaje escrito y a través de las imágenes estos libros ofrecen un momento de sosiego y placer a los miles de niños y jóvenes migrantes que han cruzado el mar Mediterráneo, intentando llegar a Europa desde países de África y del Medio Oriente. CONTINUAR LEYENDO


lunes, 8 de abril de 2019

El Horla. Un cuento inquietante de Guy de Maupassant.

8 de mayo

¡Qué hermoso día! He pasado toda la mañana tendido sobre la hierba, delante de mi casa, bajo el enorme plátano que la cubre, la resguarda y le da sombra. Adoro esta región, y me gusta vivir aquí porque he echado raíces aquí, esas raíces profundas y delicadas que unen al hombre con la tierra donde nacieron y murieron sus abuelos, esas raíces que lo unen a lo que se piensa y a lo que se come, a las costumbres como a los alimentos, a los modismos regionales, a la forma de hablar de sus habitantes, a los perfumes de la tierra, de las aldeas y del aire mismo.

Adoro la casa donde he crecido. Desde mis ventanas veo el Sena que corre detrás del camino, a lo largo de mi jardín, casi dentro de mi casa, el grande y ancho Sena, cubierto de barcos, en el tramo entre Ruán y El Havre.

A lo lejos y a la izquierda, está Ruán, la vasta ciudad de techos azules, con sus numerosas y agudas torres góticas, delicadas o macizas, dominadas por la flecha de hierro de su catedral, y pobladas de campanas que tañen en el aire azul de las mañanas hermosas enviándome su suave y lejano murmullo de hierro, su canto de bronce que me llega con mayor o menor intensidad según que la brisa aumente o disminuya.

¡Qué hermosa mañana!

A eso de las once pasó frente a mi ventana un largo convoy de navíos arrastrados por un remolcador grande como una mosca, que jadeaba de fatiga lanzando por su chimenea un humo espeso.

Después, pasaron dos goletas inglesas, cuyas rojas banderas flameaban sobre el fondo del cielo, y un soberbio bergantín brasileño, blanco y admirablemente limpio y reluciente. Saludé su paso sin saber por qué, pues sentí placer al contemplarlo.

11 de mayo

Tengo algo de fiebre desde hace algunos días. Me siento dolorido o más bien triste.

¿De dónde vienen esas misteriosas influencias que trasforman nuestro bienestar en desaliento y nuestra confianza en angustia? Diríase qué el aire, el aire invisible, está poblado de lo desconocido, de poderes cuya misteriosa proximidad experimentamos. ¿Por qué al despertarme siento una gran alegría y ganas de cantar, y luego, sorpresivamente, después de dar un corto paseo por la costa, regreso desolado como si me esperase una desgracia en mi casa? ¿Tal vez una ráfaga fría al rozarme la piel me ha alterado los nervios y ensombrecido el alma? ¿Acaso la forma de las nubes o el color tan variable del día o de las cosas me ha perturbado el pensamiento al pasar por mis ojos? ¿Quién puede saberlo? Todo lo que nos rodea, lo que vemos sin mirar, lo que rozamos inconscientemente, lo que tocamos sin palpar y lo que encontramos sin reparar en ello, tiene efectos rápidos, sorprendentes e inexplicables sobre nosotros, sobre nuestros órganos y, por consiguiente, sobre nuestros pensamientos y nuestro corazón.

¡Cuán profundo es el misterio de lo Invisible! No podemos explorarlo con nuestros mediocres sentidos, con nuestros ojos que no pueden percibir lo muy grande ni lo muy pequeño, lo muy próximo ni lo muy lejano, los habitantes de una estrella ni los de una gota de agua... con nuestros oídos que nos engañan, trasformando las vibraciones del aire en ondas sonoras, como si fueran hadas que convierten milagrosamente en sonido ese movimiento, y que mediante esa metamorfosis hacen surgir la música que trasforma en canto la muda agitación de la naturaleza... con nuestro olfato, más débil que el del perro... con nuestro sentido del gusto, que apenas puede distinguir la edad de un vino.

¡Cuántas cosas descubriríamos a nuestro alrededor si tuviéramos otros órganos que realizaran para nosotros otros milagros! CONTINUAR LEYENDO



domingo, 7 de abril de 2019

Cuando la curiosidad florece y nos amplía la mirada (o qué es esa cosa llamada “divulgación científica”) por Paula Bombara*.

«La ciencia no puede ser detenida. El hombre acumulará conocimientos, sin importar cuáles sean las consecuencias. Y no podemos predecir cuáles van a ser. La ciencia seguirá avanzando –ya seamos pesimistas, o seamos optimistas, como yo–. Sé que se podrán hacer y se harán grandes, interesantes y valiosos descubrimientos… Pero también sé que se harán descubrimientos aún más interesantes que no tengo imaginación para describir –y los estoy esperando, lleno de curiosidad y entusiasmo–.»
Linus Pauling,Chemical Achievement and Hope for the Future”, 1947.
Todas las mañanas, antes de ir a nuestros trabajos, colegios, ocupaciones, buscamos enterarnos qué sucedió mientras dormíamos. Revisamos los teléfonos “inteligentes” mientras preparamos el desayuno, encendemos las radios y/o los televisores, leemos los diarios, las redes sociales, cuestionamos y comentamos las noticias, ya sean familiares o de interés general. Buscamos información con avidez. Lo mismo sucede durante nuestra jornada laboral y también más tarde, cuando regresamos a casa y preguntamos a nuestros seres queridos “¿Alguna novedad?”.

¿Por qué sostenemos día tras día esta pulsión de estar “al tanto de todo”? ¿Es útil saber qué pasa? ¿Nos enriquece? ¿Influye en nuestras decisiones de corto, mediano y largo plazo? ¿Todo lo que nos enteramos es información?

1. Dar noticias sobre cualquier cosa

Eso significa la palabra “información”. Deriva del verbo “informar”, que es un antiguo verbo de origen latino: informare. El diccionario etimológico explica: proviene de la unión de la partícula “in” y el sustantivo “forma”.

El prefijo “in” tiene dos usos: puede ser un prefijo privativo, y en ese caso conduciría a pensar en “informa” como “lo que no tiene forma”. Pero también puede señalar un movimiento: el de afuera hacia adentro (uso que queda claro en el verbo “incorporar”). En este segundo caso, “informa” se puede leer como internalizar la forma de algo, estructurarlo.

Resultan interesantes ambas lecturas de la palabra “información”.

Si continuáramos pensando lo que indica la segunda manera de interpretarla, la primera pregunta que surge es ¿quién da forma? ¿quién estructura? Y quién incorpora esa forma. Es decir, hay personas detrás de aquello que estamos comunicando que nos transmitirán los hechos desde su valoración subjetiva, aún cuando intenten pasar desapercibidos usando, por ejemplo, un lenguaje científico.

Si pensáramos la información como algo que no tiene forma, quizás podríamos interpretar que esos hechos que se cuentan están ahí para que los adecuemos a nuestro modo de interpretación y valoración, lo que nos devuelve a la misma pregunta: ¿quién tomará lo in-forme para darle una organización? ¿No será inevitablemente subjetiva esa estructura que los hechos adquieran?

Es decir que la información de “lo que nos sucede” siempre está sujeta a una interpretación de los hechos. La información es relatada desde la perspectiva de una persona —o un grupo de personas— con cierta mirada de los hechos; lo que se provoca al comunicarla depende, en gran medida, de cómo se arme el discurso informativo y/o explicativo. CONTINUAR LEYENDO
Fuente: Linternas y bosques

sábado, 6 de abril de 2019

Por siempre, un poema de Mario Benedetti

Si la esmeralda se opacara,
si el oro perdiera su color,
entonces, se acabaría
nuestro amor.

Si el sol no calentara,
si la luna no existiera,
entonces, no tendría
sentido vivir en esta tierra
como tampoco tendría sentido
vivir sin mi vida,
la mujer de mis sueños,
la que me da la alegría...

Si el mundo no girara
o el tiempo no existiese,
entonces, jamás moriría
Jamás morirías
tampoco nuestro amor...
pero el tiempo no es necesario
nuestro amor es eterno
no necesitamos del sol
de la luna o los astros
para seguir amándonos...

Si la vida fuera otra
y la muerte llegase
entonces, te amaría
hoy, mañana...
por siempre...
todavía.

Mario Benedetti - Echar las cartas/1

Querida muchacha:

No te extrañe que te llame así. A pesar de los años transcurridos, para mí seguís siendo la muchacha de entonces, la que atravesaba la Plaza de lunes a viernes, a las siete menos cuarto, cosechando las lúbricas miradas de los varones de la tarde. Todos te quitábamos con la imaginación el vestido floreado, aunque cada uno se quedaba con una revelación distinta.

Nunca dejaré de agradecerle al doctor Anselmi la noche en que nos presentó en el café Gloria y luego se fue discretamente, dejándonos por primera vez a solas con nuestro mutuo asombro. Y allí empezó todo. Tres meses después tuve el privilegio de quitarte el vestido floreado (eran otras flores, claro) y encontré que superabas en mucho los prodigios de la intuición. Por suerte no eras perfecta, pero tu imperfección le otorgaba un signo irrepetible a mi enamoramiento.

Te preguntarás por qué te cuento todo esto que sabés de memoria, por qué rememoro el origen de los tiempos, o sea de nuestro tiempo. Tal vez porque estoy solo frente al mar y evocarte es una forma de sobrellevar la soledad. Las golondrinas, veloces como nunca, pasan y repasan el aire en su estreno de la primavera, y a mi vez yo, lento como siempre, paso y repaso mis inviernos. No sé por qué miro las várices azules de mis tobillos, flacos y cansados, y admito lo que fui y también lo que quise ser y nunca fui. En cada invierno pasado está tu imagen, ese retrato encuadrado que me espera en la pared del fondo de mi estudio. Y de la colección de inviernos surge nítido aquel en que me dijiste: no va más.

viernes, 5 de abril de 2019

Soledad, una canción, un poema de Jorge Drexler


Soledad,
aquí están mis credenciales,

vengo llamando a tu puerta
desde hace un tiempo;
creo que pasaremos juntos temporales,
propongo que tú y yo
nos vayamos conociendo.

Aquí estoy,
te he traído mis cicatrices,
palabras sobre papel pentagramado.
No te fijes mucho en lo que dicen,
me encontrarás
en cada cosa que te he callado.

Ya pasó,
ya he dejado que se empañe;
la ilusión de que vivir es indoloro.
Qué raro que seas tú
quien me acompañe, soledad;
a mí que nunca supe bien
como estar solo...

Poema


miércoles, 3 de abril de 2019

Transfigurar el horror en belleza. Michèle Petit (Traducción de Sandra Sepúlveda Amor), en "Para leer en contextos adversos y otros espacios emergentes".

“Todos los vivíparos tienen su guarida”, decía Pascal Quignard. Estamos desnudos y somos frágiles, necesitamos un piso debajo de nuestros pies y paredes a nuestro alrededor. Puntos de referencia visuales, un paisaje. El abismo nos horroriza. Nos espanta ver que se hunda el suelo, que nuestra guarida se fisure. Nunca he experimentado terremotos o guerras importantes (aunque sí varios ataques terroristas). Sin embargo, un cambio reciente y brutal en mi paisaje familiar me ayuda a sentirme más cerca de aquellos que atraviesan por tales dificultades. En los últimos meses, justo al lado de mi casa, fueron destruidos varios edificios. En su lugar hay montañas de escombros y un gran agujero. Una flotilla de camiones transporta bloques de concreto y escombro a lo largo del día, mientras que grúas armadas con alicates gigantes continúan rompiendo los edificios que quedan en pie, aplastándolos y triturándolos. No tiene nada de dramático, nada en común con lo que la gente experimentó recientemente en la Ciudad de México: esta destrucción está bajo control, llevada a cabo por una empresa especializada, y los edificios destruidos eran feos, nadie los extraña.

Sin embargo, este cambio está perturbando a mucha gente. Una amiga, cuando pasa por el sitio, desvía la mirada. “¿Qué es lo que no quieres ver?”, “la destrucción, eso me asusta. El agujero”, como si ahí hubiera una gran tumba. Una de mis vecinas sufre de depresión, ya no puede soportar este caos. Mis vecinos mayores temen que nuestro edificio, construido sobre una cantera, se derrumbe: todos los días tiembla cuando golpean los edificios cercanos. Y es verdad que las vibraciones son impresionantes. Cuando las paredes se mueven, todos nos imaginamos tres pisos más abajo, enterrados bajo los escombros.

A mí, sobre todo, me disgusta este polvo gris cubriéndolo todo día tras día. Tiene un sabor a muerte, y nos recuerda la fragilidad de nuestra condición. Además, ya no vivimos a color, todo se confunde. Alejandro, el guardián, pelea contra él sin cesar, riega el suelo y las plantas en el patio, para que encuentren un poco de sus matices, un poco de alivio. Tanto alboroto causó que la pareja de cernícalos que había anidado aquí cerca decidió mudarse. Ya no disfrutaré aquellas conversaciones poéticas con una dama que se instalaba en el camino con un catalejo y me explicaba sus hábitos. ¿Cuántos años tardarán las aves en regresar? No lo sé. Tampoco sé si plantarán un árbol en lugar de nuestro viejo castaño que tendremos que talar: él tampoco pudo soportar tantos trastornos.

Cuando cae la noche, la obra se detiene y mi edificio por fin deja de temblar. Enciendo la televisión y
veo en el noticiero que Raqqa, en Siria, fue “liberada”: una ciudad entera en ruinas, desierta, un paisaje de desolación. Desde hace años, no pasa una sola noche sin que veamos imágenes de edificios colapsados, destripados, destruidos por bombardeos, atentados o desastres llamados “naturales” como huracanes, terremotos, tsunamis. Ni una sola noche sin estas visiones del apocalipsis. Ahí donde se encontraban todas esas construcciones, esas vidas, no queda nada más que polvo, pedazos de chatarra retorcida, un abismo. Pienso en la terrible incapacidad de los humanos para abandonar la guerra. Y en las muchas colinas artificiales de Berlín, hechas de escombros, resultado de los bombardeos al final de la guerra. Parece que durante los primeros meses fueron las mujeres quienes las desescombraron. Se llamaban Trümmerfrauen, las mujeres de las ruinas. Las plantas finalmente volvieron a crecer y ahora la gente sale a pasearse entre ellas. CONTINUAR LEYENDO



martes, 2 de abril de 2019

LAS INVESTIGACIONES DE UN PERRO- Un cuento de Franz Kafka (presumiblemente el último relato debido a la pluma de Kafka).

¡En qué forma ha cambiado mi vida, sin cambiar en el fondo! Si retrocedo con el pensamiento y evoco los tiempos en que aún vivía en medio de la perrera, participando en cuanto interesa a los perros, un perro entre perros, encuentro, si advierto más detenidamente, que siempre hubo algo que funcionaba mal, que existía una pequeña grieta y que un ligero malestar me acometía en el curso de los más solemnes actos públicos; a veces también en los círculos privados; no, no a veces, sino muy a menudo, la simple visión de uno de mis semejantes perrunos, considerado de pronto de otra manera, me turbaba, me asustaba, dejándome indefenso y desesperado. Traté de tranquilizarme; algunos amigos, a los que confesé esto, me ayudaron; luego llegaron épocas mas tranquilas, en las que si bien no faltaban aquellas sorpresas, se las consideraba con más ecuanimidad y como venían se las incorporaba a la existencia; tal vez entristecían y cansaban, pero en lo demás me permitían subsistir, un poco retraído, temeroso, calculador, sí, pero en resumidas cuentas, todavía un perro cabal. ¿Cómo hubiera podido alcanzar sin esos períodos de descanso la edad de que hoy gozo; cómo hubiese podido luchar y abrirme camino hacia la serenidad desde la cual contemplo los terrores de mi juventud y la vejez; cómo hubiese podido llegar a sacar conclusiones de mi —como lo reconozco—desgraciada o, para expresarlo más cautelosamente, no muy feliz disposición, y vivir conforme a ellas? Retirado, solitario, ocupado en investigaciones, sin esperanzas, aunque para mí indispensables, así vivo, pero sin perder de vista a mi pueblo. A menudo me llegan noticias y a veces también doy alguna señal de vida. Se me trata con consideración, sin comprender mi real naturaleza; pero no lo tomo a mal e incluso los perros jóvenes, que veo cruzar alguna vez a lo lejos —una nueva generación—, de cuya infancia me acuerdo oscuramente, no me niegan su respetuoso saludo.

No hay que perder de vista que, a pesar de todas mis rarezas, traslúcidas como la luz, sigo perteneciendo a la especie. Es verdaderamente curioso —pienso, y para hacerlo tengo tiempo y ganas y disposición—lo que pasa con la condición perruna. Fuera ‘de nosotros, los perros, hay muchas especies de animales: pobres seres minúsculos, casi mudos, capaces, solamente de algunos gritos.; muchos de nosotros, los perros, los estudian, les han dado nombre, tratan de ayudarlos, de educarlos, ennoblecerlos, etcétera. A mí me son indiferentes; basta con que no me molesten; los confundo unos con otros, apenas los veo. Hay sin embargo algo llamativo: la poca, solidaridad que reina entre ellos, si se los compara con nosotros, la indiferencia y hasta la hostilidad con que se tratan, al extremo de que sólo los más burdos intereses parecen unirlos; y aun estos intereses originan a menudo odios y peleas. ¡Nosotros, los perros, en cambio!… CONTINUAR LEYENDO

lunes, 1 de abril de 2019

España en marcha, un poema de Gabriel Celaya musicado por Paco Ibáñez




“España en marcha”

Nosotros somos quien somos.
¡Basta de Historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.

Ni vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.

Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.

Somos bárbaros, sencillos.
Somos a muerte lo ibero
que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.

De cuanto fue nos nutrimos,
transformándonos crecemos
y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.

¡A la calle! que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.

No reniego de mi origen
pero digo que seremos
mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.

Españoles con futuro
y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.

Recuerdo nuestros errores
con mala saña y buen viento.
Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.

Vuelvo a decirte quién eres.
Vuelvo a pensarte, suspenso.
Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo.

No quiero justificarte
como haría un leguleyo,
Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.

España mía, combate
que atormentas mis adentros,
para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.