miércoles, 31 de marzo de 2021

la flecha y la canción, un poema de Henry Wadsworth Longfellow

Lancé una flecha al cielo azul.
Cayó en la tierra, ignoro dónde.
Partió tan rauda que la vista
seguir su vuelo no logró.

Una canción lancé a los aires.
Cayó en la tierra, ignoro dónde.
¿Qué ojos pueden seguir el vuelo
infinito de una canción?

Mucho más tarde hallé en un roble
la flecha, entera todavía;
y la canción la encontré intacta
en el corazón de un amigo.


domingo, 28 de marzo de 2021

Alicia en el país de los funambulistas, nuevo artículo de Irene Vallejo en Milenio

En los últimos meses has llevado una vida de cuento de hadas. Es decir, zarandeada por múltiples hechizos, embrujada por un travieso duende, desafiada por mensajes imperiosos y mil peligros que conjurar. Tu casa se ha convertido en un oscuro torreón donde, prisionera y cautiva, debes afrontar pruebas imposibles. Frente al ordenador, te empeñas en terminar el trabajo antes de las malignas fechas de entrega, con las manos aún ateridas tras tender la ropa y el oído alerta al puchero que burbujea al fuego. Mientras tanto, tu hijo —por jugar, por llamar tu atención— trepa por el respaldo del asiento agarrándose a los mechones de tu melena como si fuesen cuerdas. Entonces sientes, como Rapunzel, que no puedes con el pelo. Lo sabían muy bien los hermanos Grimm: las fábulas infantiles son en realidad historias de terror.
 
Nuestros pequeños pisos, invadidos y expuestos al exterior en incontables videoconferencias, ya no protegen nuestra vida privada. Se han convertido en espacios confusos donde nos reclaman al mismo tiempo los jefes y los hijos. El tiempo laboral y el familiar forman una enredada maraña que ahoga los territorios interiores e íntimos del sosiego. El teletrabajo y la conciliación nos exigen un esfuerzo colosal, hercúleo, propio de semidioses. Precisamente Hércules fue el más explotado de todos los héroes de la mitología, el único mortal capaz de sostener la carga del mundo sobre las cervicales. Tuvo que afrontar sus doce famosos trabajos por objetivos, sin horarios, sin fines de semana ni vacaciones pagadas, sometido como un falso autónomo al déspota Euristeo. En una de aquellas legendarias pruebas, debía enfundarse el delantal y limpiar en un solo día el estiércol acumulado en los establos del rey Augias. Era una labor a la altura de cíclopes con estropajo: nadie había fregado ni desinfectado esas cuadras desde épocas remotas. El guerrero más musculoso de Grecia casi desfalleció ante la hedionda misión de adecentar aquella pocilga. Hércules era capaz de vencer a los más temibles monstruos, pero, como todo el mundo sabe, erradicar la mugre es infinitamente más difícil. En otra de sus aventuras, nuestro fornido héroe entró al servicio de la reina Ónfale y, vestido de mujer, asumió las tareas domésticas de la corte. La versión helenística del I want to break free de Freddie Mercury es, probablemente, el primer testimonio del titánico desmadre que supone conciliar las metas laborales con los cuidados del hogar. 

El cineasta Martin Scorsese, que acostumbra a rodar historias de acción trepidante, describió estas vidas al límite en Alicia ya no vive aquí. La protagonista queda viuda en la simbólica localidad de Socorro, Nuevo México. Tras años dedicada a la familia, emprende, ante la mirada escéptica de su hijo, un viaje a la vez exterior e interior en busca de empleo. Asfixiada por las inseguridades, afronta las prisas matinales, los equilibrios con el tiempo, los nervios acumulados durante el día, el cansancio de cada noche y las ojeras como parte del uniforme. Ante el niño debe fingir que su plan tiene éxito y que ella es capaz de domesticar todos los caos. Y así, en casa, en vez de darse un respiro, empieza a interpretar. Una madre malabarista y funámbula será siempre una gran actriz.

Cuando las encuestas nos interrogan acerca de los mayores arrepentimientos vitales, las respuestas suelen ser muy parecidas: haber trabajado demasiado, no haber dedicado más tiempo a los seres queridos. Y seguimos sin hacerlo. Resulta irracional que gran parte de la población viva desbordada y exhausta la conciliación de su profesión y sus afectos, mientras otra parte se desespera por un empleo. Bien lo sabía Hércules, el que sujetaba el mundo, y también Alicia del país de Socorro: los esfuerzos extenuantes sostienen la sociedad en precario, pero no la transforman. Necesitamos imaginar una pócima sosegada que equilibre los afanes y los cuidados. Si no reaccionamos, la espiral de vida ansiosa y apresurada nos seguirá arrastrando como si lo más sensato fuera sumarse a esta locura.

PRIMER SUEÑO, un poema de Sor Juana Inés de la Cruz.

Piramidal, funesta de la tierra
nacida sombra, al cielo encaminaba
de vanos obeliscos punta altiva,
escalar pretendiendo las estrellas;
si bien sus luces bellas
esemptas siempre, siempre rutilantes,
la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la vaporosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes,
que su atezado ceño
al superior convexo aún no llegaba
del orbe de la diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta;
quedando sólo dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que exhalaba.
Y en la quietud contenta
de impero silencioso,
sumisas sólo voces consentía
de las nocturnas aves
tan oscuras tan graves,
que aún el silencio no se interrumpía.
Con tardo vuelo, y canto, de él oído
mal, y aún peor del ánimo admitido,
la avergonzada Nictímene acecha
de las sagradas puertas los resquicios
o de las claraboyas eminentes
los huecos más propicios,
que capaz a su intento le abren la brecha,
y sacrílega 11ega a los lucientes
faroles sacros de perenne llama,
que extingue, sino inflama
en licor claro la materia crasa
consumiendo; que el árbol de Minerva
de su fruto, de prensas agravado,
congojoso sudó y rindió forzado. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 26 de marzo de 2021

EL PESCADOR Y SU MUJER, un cuento de los hermanos Grimm

Érase una vez un pescador que vivía con su mujer en una  mísera choza, a poca distancia del mar. El hombre salía todos los días a pescar, y pesca que pescarás.

Un día estaba sentado, como de costumbre, sosteniendo la caña y contemplando el agua límpida, espera que te espera.

He aquí que se hundió el anzuelo, muy al fondo, muy al fondo, y cuando el hombre lo sacó, extrajo un hermoso rodaballo. Dijo entonces el pez al pescador:

-Oye, pescador, déjame vivir, hazme el favor; en realidad, yo no soy un rodaballo, sino un príncipe encantado. ¿Qué ganarás con matarme? Mi carne poco vale; devuélveme al agua y deja que siga nadando.

-Bueno -dijo el hombre-, no tienes por qué gastar tantas palabras. ¡A un rodaballo que sabe hablar, vaya si lo soltaré! ¡No faltaba más!

Y así diciendo, lo restituyó al agua diáfana; el rodaballo se apresuró a descender al fondo, dejando una larga estela de sangre, y el pescador se volvió a la cabaña, donde lo esperaba su mujer.

-Marido -dijo ella al verlo entrar-, ¿no has pescado nada?

-No -respondió el hombre-; pesqué un rodaballo, pero como me dijo que era un príncipe encantado, lo he vuelto a soltar.

-¿Y no le pediste nada? -replicó ella.

-No -dijo el marido-; ¿qué iba a pedirle?

-¡Ay! -exclamó la mujer-. Tan pesado como es vivir siempre en este asco de choza; por lo menos podías haberle pedido una casita. Anda, vuelve al mar y llámalo; dile que nos gustaría tener una casita; seguro que nos la dará.

-¡Bah! -replicó el hombre-. ¿Y ahora tengo que volver allí?

-No seas así, hombre -insistió ella-. Puesto que lo pescaste y lo volviste a soltar, claro que lo hará. ¡Anda, no te hagas rogar! Al hombre le hacía maldita la gracia, pero tampoco quería contrariar a su mujer, y volvió a la playa. CONTINUAR LEYENDO

jueves, 25 de marzo de 2021

Mensaje a las estatuas, un poema de Ángel González

Vosotras, piedras
violentamente deformadas,
rotas
por el golpe preciso del cincel,
exhibiréis aún durante siglos
el último perfil que os dejaron:
senos inconmovibles a un suspiro,
firmes
piernas que desconocen la fatiga,
músculos
tensos
en su esfuerzo inútil,
cabelleras que el viento
no despeina,
ojos abiertos que la luz rechazan.
Pero
vuestra arrogancia
inmóvil, vuestra fría
belleza,
la desdeñosa fe del inmutable
gesto, acabarán
un día.
El tiempo es más tenaz.
La tierra espera
por vosotras también.
En ella caeréis por vuestro peso,
seréis,
si no cenizas,
ruinas,
polvo, y vuestra
soñada eternidad será la nada.
Hacia la piedra regresaréis piedra,
indiferente mineral, hundido
escombro,
después de haber vivido el duro, ilustre,
solemne, victorioso, ecuestre sueño
de una gloria erigida a la memoria
de algo también disperso en el olvido

(De Sin esperanza, con convencimiento, 1961)

martes, 23 de marzo de 2021

La fábula de los tres hermanos, un cuento de J. K. Rowling

Había una vez tres hermanos que viajaban al atardecer por un camino solitario y sinuoso. Con el tiempo, los hermanos alcanzaron un río demasiado profundo para vadearlo y demasiado peligroso para cruzarlo a nado. Sin embargo, estos hermanos habían aprendido las artes mágicas, y con el sencillo ondear de sus varitas hicieron aparecer un puente sobre el agua traicionera.

Iban ya por la mitad del puente cuando encontraron el paso bloqueado por una figura encapuchada. Y la Muerte les habló. Estaba enojada por que le hubieran sido escatimadas tres nuevas víctimas, ya que los viajeros normalmente se ahogaban en el río. Pero La Muerte era astuta. Fingió felicitar a los tres hermanos por su magia, y dijo que cada uno de ellos había ganado un premio por haber sido lo suficientemente listos como para engañarla.

Así el hermano mayor, que era un hombre combativo, pidió la varita más poderosa que existiera, una varita que ganara siempre en los duelos para su dueño, ¡una varita digna de un mago que había vencido a la Muerte! Así que La Muerte cruzó hasta un viejo árbol de Sauco en la ribera del río, dando forma a una varita de una rama que colgaba, y se la entregó al hermano mayor.

Entonces el segundo hermano, que era un hombre arrogante, decidió que quería humillar a La Muerte todavía más, y pidió el poder de resucitar a los muertos. Así que la Muerte recogió una piedra de la orilla del río y se la dio al segundo hermano, y le dijo que la piedra tenía el poder de traer de vuelta a los muertos.

Entonces la Muerte preguntó al tercer y más joven de los hermanos lo que quería. El hermano más joven era el más humilde y también el más sabio de los hermanos, y no confiaba en La Muerte. Así que pidió algo que le permitiera marcharse de aquel lugar sin que la Muerte pudiera seguirle. Y la Muerte, de mala gana, le entregó su propia Capa de Invisibilidad.

La Muerte se apartó y permitió a los tres hermanos continuar su camino, y así lo hicieron, charlando asombrados sobre la aventura que habían vivido, y admirando los regalos de La Muerte. En su debido momento los hermanos se separaron, cada uno hacia su propio destino. El primer hermano viajó durante una semana más, y alcanzó un pueblo lejano, acompañando a un camarada mago con el que tuvo una riña. Naturalmente con la Varita de Saúco como arma, no podía perder en el duelo que seguiría. Dejando al enemigo en el suelo el hermano mayor avanzó hacia la posada, donde alardeó en voz alta de la poderosa varita que le había arrebatado a la Muerte, y de como ésta lo hacía invencible. Esa misma noche, otro mago se acercó sigilosamente al hermano mayor que yacía, empapado en vino, sobre la cama. El ladrón tomó la varita y para más seguridad, le cortó la garganta al hermano mayor. Y así la Muerte tomó al primer hermano para sí.

Entretanto, el segundo hermano viajaba hacia su casa, donde vivía solo. Allí sacó la piedra que tenía el poder de resucitar a los muertos, y la volteó tres veces en su mano. Para su asombro y su deleite, la figura de la chica con la que una vez había esperado casarse, antes de su muerte prematura, apareció ante él. Pero ella estaba triste y fría, separada de él por un velo. Sin embargo había vuelto al mundo, pero ese no era su sitio y sufría. Finalmente el segundo hermano, impulsado por un loco anhelo desesperado, se mató para reunirse finalmente con ella.

Así fue como La Muerte tomó al segundo hermano para sí. Sin embargo La Muerte buscó al tercer hermano durante muchos años, y nunca pudo encontrarlo. Fue sólo cuando tenía ya una edad avanzada que el hermano más joven finalmente se quitó la Capa de Invisibilidad y se la dio a su hijo. Y entonces saludó a la Muerte como a una vieja amiga y fue con ella gustosamente, e igualmente, pasó a mejor vida.

lunes, 22 de marzo de 2021

A los hombres futuros, un poema de Bertolt Brecht

 

Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.
Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa
revela insensibilidad. El que ríe
es que no ha oído aún la noticia terrible,
aún no le ha llegado.¡Qué tiempos éstos en que
hablar sobre árboles es casi un crimen
porque supone callar sobre tantas alevosías!
Ese hombre que va tranquilamente por la calle
¿lo encontrarán sus amigos
cuando lo necesiten?Es cierto que aún me gano la vida
Pero, creedme. es pura casualidad. Nada
de lo que hago me da derecho a hartarme.
Por casualidad me he librado. (Si mi suerte acabara,
[estaría perdido).
Me dicen: «¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!»
Pero ¿cómo puedo comer y beber
si al hambriento le quito lo que como
y mi vaso de agua le hace falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.

Me gustaría ser sabio también.
Los viejos libros explican la sabiduría:
apartarse de las luchas del mundo y transcurrir
sin inquietudes nuestro breve tiempo.
Librarse de la violencia.
dar bien por mal,
no satisfacer los deseos y hasta
olvidarlos: tal es la sabiduría.
Pero yo no puedo hacer nada de esto:
verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.

II

Llegué a las ciudades en tiempos del desorden,
cuando el hambre reinaba.
Me mezclé entre los hombres en tiempos de rebeldía
y me rebelé con ellos.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.
Mi pan lo comí entre batalla y batalla.
Entre los asesinos dormí.
Hice el amor sin prestarle atención
y contemplé la naturaleza con impaciencia.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

En mis tiempos, las calles desembocaban en pantanos.
La palabra me traicionaba al verdugo.
Poco podía yo. Y los poderosos
se sentían más tranquilos, sin mí. Lo sabía.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

Escasas eran las fuerzas. La meta
estaba muy lejos aún.
Ya se podía ver claramente, aunque para mí
fuera casi inalcanzable.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

III

Vosotros, que surgiréis del marasmo
en el que nosotros nos hemos hundido,
cuando habléis de nuestras debilidades,
pensad también en los tiempos sombríos
de los que os habéis escapado.

Cambiábamos de país como de zapatos
a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos
donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella.
Y, sin embargo, sabíamos
que también el odio contra la bajeza
desfigura la cara.
También la ira contra la injusticia
pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros,
que queríamos preparar el camino para la amabilidad
no pudimos ser amables.
Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos
en que el hombre sea amigo del hombre,
pensad en nosotros
con indulgencia.


domingo, 21 de marzo de 2021

ANQUISES, un poema de Olga Novo

Arrastras los pies papá
te llevo con mis ojos a la espalda
porque intentas huir de la vejez como de una guerra ancestral
te subo a mis vértebras
combadas por el peso
arrastras los pies pero yo puedo contigo
y te llevo a la espalda
hasta el final de la vida.

Arrastras el lenguaje y no acude
a tu memoria un verbo
que anidaba en la parte izquierda de tu cerebro y yo
completo tu frase con la palabra arar querer cavar tractor o mariposa arrastras

la mente hacia el pasado
solo recuerdas aquella feria de 1952
cuando de tanto andar tus bueyes
perdieron en el monte sus pezuñas volviendo de Pedrafita
sus pies sangrando en el río
su cornamenta aún se abre en alguna de tus neuronas
y vuelves a ser un tratante de ganado cuarenta años después.

No sé hasta cuándo recordarás mi nombre
y sabrás aún que soy tu hija.
Desconozco cómo se enroscan las terminaciones nerviosas
y se crispan y a veces encuentran una luz silábica
que les indica el camino.
Cómo es que de repente no sabes tal vez
que había que poner un pie después el otro
para poder soñar
y que si rodeas a una mujer con los brazos eso es amor
y todo lo demás
desaparece.

Porque así de sencillo es el universo.
Como el pequeño lexema al que te agarras alguna tarde
como si fuera el mango de una guadaña.

que fuiste un orador en medio del campo ante un público estupefacto
de cuervos grillos topos libélulas y ovejas

que tenías la intuición del poema en la punta de la lengua
y te explotaba en el paladar como un higo maduro
carnoso exacto y brutal.
Que sabías que en nuestro idioma se acuesta el trigo
ante una orden del viento
que la rama de las patacas arde
que existen cosas tan finas
como la lengua de una gallina…

y sólo recuerdas aquella feria de 1952
cuando de tanto andar tus bueyes
perdieron en el monte sus pezuñas volviendo de Pedrafita

Papá
cómo será
cuando se te despalatalicen las consonantes
y veas llover desde dentro sin entender el agua
y remuevas la lengua hasta encontrar la forma más adecuada
y sonríes porque sabes
que todavía no has caído
definitivamente
en la curva melódica del silencio.

Recuerdas
con toda exactitud
que mamaste hasta los cinco años en los pechos de tu Benigna madre
que parió dieciséis hijos en el último cuarto de la casa
agarrada al cabecero de la cama rezándole a algún santo
rompiendo todas las aguas como quien hace añicos el mar…

Yo creo que tus ojos la ven
abiertos al más allá
cuando te quedas absorto y nadie alcanza a saber
en qué dimensión de la maravilla se ha posado tu cerebro
como las pequeñas patas de un petirrojo
sobre la rama de un peral.

Igual ves la nieve por dentro
la estructura molecular del amor
las partículas de un beso cuando se está formando en la carne de los labios y el aire

igual ves
la energía
y no encuentras en el abecedario
herramientas para lo inefable
y por eso callas o le llamas cuchara a la lámpara
y te trabas en medio de la oración simple
y comienzas a hablar hermosamente poniendo por delante la subordinada.

Porque al fin
papá
te diriges a mí sin orden en tus órdenes
y deshaces la sintaxis igual que desgranabas habas
y todo cobra el sentido profundo de cuanto no tiene lógica
ni está sometido a nada.

Igual ves la nieve por dentro
igual entiendes la sombra
y eres capaz de calcular el radio de una pasión
aunque el resultado no pueda comunicarse
más que a través de la piel.

Igual ves cómo viene a cantar el poema en el caracol del oído
y ves cómo resbala de su pico ese polvo dorado
a caerme en el tímpano
cuando empiezo a llorar con la emoción de la escritura.

Igual ves cómo se me encoge el alma
cuando se encoge la tuya.

Igual ves cómo viene a cantar el poema en el caracol del oído
y ves cómo resbala de su pico ese polvo dorado
a caerme en el tímpano
cuando empiezo a llorar con la emoción escrita
y tú solo recuerdas aquella feria de 1952
cuando de tanto andar tus bueyes
perdieron en el monte sus pezuñas
volviendo de Pedrafita.

[Traducción del gallego: Olga Novo]

Amor constante más allá de la muerte. Un poema de Francisco de Quevedo

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido:

su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

viernes, 19 de marzo de 2021

Vuelo (1948), un cuento de Doris Lessing (Kermanshah, Irán, 1919 - Londres, Inglaterra, 2013)

El palomar quedaba por encima de la cabeza del anciano, una repisa alta envuelta en malla metálica, aguantada sobre dos pilotes y llena de pájaros que se contoneaban y se acicalaban. La luz del sol reventaba en sus pechos grises para trazar pequeños arco iris. Arrullado por sus cantos, alzaba las manos hacia su favorita, una paloma mensajera, un ave joven de cuerpo rollizo que se quedaba quieta al verlo y le clavaba su astuta mirada brillante.

—Bonita, bonita, bonita... —decía mientras atrapaba al pájaro y lo bajaba, sintiendo el coral de las zarpas prieto en torno a su dedo.

Contento, apoyó levemente al pájaro contra su pecho y se recostó en un árbol, mirando más allá del palomar, hacia el paisaje de las últimas horas de la tarde. Entre pliegues y huecos de luz y de sombra, el suelo rojizo y oscuro, removido hasta formar grandes terrones polvorientos, se extendía hasta el alto horizonte. Los árboles señalaban el discurrir del valle; el camino, un arroyo de espléndida hierba verde.

Recorrió con los ojos el camino de vuelta y vio a su nieta columpiándose junto a la puerta, bajo un franchipaniero. El pelo, suelto por la espalda, captaba oleadas de luz del sol, y las largas piernas descubiertas repetían los ángulos de los brotes del árbol, tallos de un marrón brillante entre trazados de flores pálidas.

La niña miraba más allá de las flores rosas, más allá de la granja en que vivían, junto a la estación, hacia el camino que llevaba al pueblo.

El estado de ánimo del anciano cambió. Abrió el puño deliberadamente para que el ave alzara el vuelo, pero lo cerró en cuanto empezó a abrir las alas. Sintió que aquel cuerpo rollizo tironeaba y se estiraba entre sus dedos; luego, en un arranque de pena atribulada, lo metió en una caja pequeña y aseguró el cierre. “Aquí, quieta”, murmuró; luego dio la espalda a la repisa llena de pájaros. Caminó con torpeza a lo largo del seto, acechando a su nieta, que ahora estaba tumbada sobre la cancela, descansando la cabeza entre los brazos y cantando. El leve y alegre sonido de su voz se mezclaba con el canto de los pájaros, y el enfado del anciano aumentó. CONTINUAR LEYENDO

jueves, 18 de marzo de 2021

El abrazo, un cuento de Margarita Schultz

Su amiga Rosaura le acababa de decir por teléfono que era mejor no salir. Porque era peligroso.

–No se sabe qué puede pasar si alguno de esos seres vestidos como astronautas y con cascos en la cabeza te para en la calle para pedirte el salvoconducto. No salgas mejor, mira que está por llover fuerte, ¡no olvides el paraguas! ¿tienes el salvoconducto a mano? ¡fíjate bien, fíjate si está en tu bolso!

Malena sabía cómo era Rosaura, siempre temerosa, siempre esperando que pasara algo ingrato.

Se decía que esos seres circulaban por la ciudad en unas motos de ruedas grandes como las de cross. Por eso podían subir a las veredas con toda facilidad para detener a alguien. Malena no los había visto de cerca aún. Ellos iban en persecución de los ‘abracistas’, que crecían en número, sobre todo entre los jóvenes. Abrazarse en la calle era para la juventud un deporte nocturno, desafiante… una provocación a la autoridad. Más que por ser negligentes con los contagios posibles, reaccionaban así contra las prohibiciones y persecuciones.

Malena iba con sus zapatillas trajinadas, cómodas, cerca del cordón de la vereda para no caminar junto a las persianas cerradas de las tiendas, parte ahora del paisaje urbano. Ya casi le resultaba natural ver las tiendas así, muchas de ellas hermanadas en el color de la herrumbre. También era habitual ver allí los anuncios de ventas por internet; daban un número de contacto para la compra. Parecía menos dramático cada vez, el desierto humano en las calles… sobre todo los domingos.

Ese casi natural, la hacía sentirse mal consigo misma.

–… no me voy a acostumbrar, ni voy a sentir que eso es normal ¡porque no lo es! –se decía con rabia mientras avanzaba luchando entre el dolor del enojo y el alivio de la costumbre.

El cielo tenía un color gris homogéneo, desagradable, pero por el sur comenzaban a avanzar unas nubes más oscuras que matizaban el color.

Por la calle que cortaba la Avenida cruzó una de esas motos. Alcanzó a percibir al personaje cubierto con uniforme blanco y casco… Malena sintió un sobresalto.

–¡Ese! ¡ese era uno de los persecutores!–

Ahora su caminata se cargó de inquietud… decidió volver a casa.

Cada dos o tres días Malena necesitaba salir de entre las cuatro paredes de su departamento. Recorría entonces los alrededores a veces con un motivo, comprar manzanas por ejemplo, otras, sin motivo alguno, solo por andar y ver calles, árboles, algún ser humano…CONTINUAR LEYENDO


miércoles, 17 de marzo de 2021

El derrotado, un poema de Ángel González

Atrás quedaron los escombros:
humeantes pedazos de tu casa,
veranos incendiados, sangre seca
sobre la que se ceba -último buitre-
el viento.

Tú emprendes viaje hacia adelante, hacia
el tiempo bien llamado porvenir.
Porque ninguna tierra
posees,
porque ninguna patria
es ni será jamás la tuya,
porque en ningún país
puede arraigar tu corazón deshabitado.

Nunca -y es tan sencillo-
podrás abrir una cancela
y decir, nada más: «buen día,
madre».
Aunque efectivamente el día sea bueno,
haya trigo en las eras
y los árboles
extiendan hacia ti sus fatigadas
ramas, ofreciéndote
frutos o sombra para que descanses.

martes, 16 de marzo de 2021

LA LECTURA COMIENZA ANTES DE LOS TEXTOS ESCRITOS, una ponencia muy interesante de Evelio Cabrejo Parra

El primer libro de un bebé es el rostro de su madre, la voz de sus padres. Esas primeras lecturas movilizan su pensamiento, respetarlas y nutrirlas con nuevas historias es permitirle al bebé construirse como sujeto… Leer es una modalidad necesaria de la actividad psíquica general.

Hay una lectura anterior a la lectura de los textos escritos, es la lectura del texto oral. Este acto de lectura es inherente a la puesta en movimiento del pensamiento. Sabemos que el bebé viene al mundo con las capacidades que le permiten manejar las informaciones del mundo físico y las del vasto mundo de la intersubjetividad. La voz de la madre ya está inscrita en la psiquis del bebé cuando nace. Esta inscripción comienza hacia el fin del cuarto mes de gestación, cuando la capacidad auditiva del feto se organiza de tal manera que las informaciones sonoras ya son accesibles a su aparato auditivo. Esto echa por tierra todos los conceptos de tabula rasa, pues el bebé es capaz de manejar las informaciones ligadas a la voz para hacer emerger el sentido. CONTINUAR LEYENDO

Evelio Cabrejo (Colombia, 1942) es psicoanalista y lingüista, especialista en oralidad y pedagogía de la lectura. Reside en Francia desde 1970, donde ha sido director asistente del Departamento de Lingüística de la Universidad de París 7-Denis Diderot. Promotor de talleres de lectura para la primera infancia, ha escrito numerosos artículos sobre pedagogía de la lectura. También ha trabajado como consultor y asesor en diferentes programas de lectura de países hispanoamericanos.
Actualmente es vicepresidente de ACCES (Acciones Culturales Contra las Exclusiones y Segregaciones), una iniciativa dirigida a colectivos en riesgo de exclusión social cuyo objetivo es mejorar las condiciones de adquisición de la escritura y la lectura gracias al descubrimiento de la lengua escrita desde la primera infancia.

sábado, 13 de marzo de 2021

"Lengua oral: destino individual y social de las niñas y los niños", un libro de Evelio Cabrejo Parra

 

Éste es el primer libro que Evelio Cabrejo, especialista en primera infancia, decide publicar. Aunque tiene un buen número de artículos publicados en diferentes medios impresos, tanto en español como en francés, no existe ninguna obra que recopile sus investigaciones sobre lingüística, adquisición del lenguaje y primera infancia. El único libro que ha escrito, en coautoría con varios investigadores, es Premiérs récits, premiéres conquéts: Une litterature au berceau. En Lenguaje y literatura: alimentos necesarios para la construcción psíquica del niño, Evelio centrará su análisis en la importancia del lenguaje y de la literatura como instrumentos para comprender la construcción psíquica, cultural y cognoscitiva de los niños durante la primera infancia.

viernes, 12 de marzo de 2021

LA POBRE VIEJECITA, un cuento en forma de poema del poeta colombiano Rafael Pombo

El poeta colombiano Rafael Pombo nos legó una historia La pobre viejecita, que alimentó mi imaginario lingüístico cuando era niño. Este relato hace viajar al personaje por medio de un juego de negaciones y afirmaciones hasta la enunciación de su propia desaparición.

Evelio Cabrejo Parra, Lengua oral: destino individual y social de las niñas y los niños, Ciudad de México. FCE, 2020, pág.105

Érase una viejecita
sin nadita que comer
sino carnes, frutas, dulces,
tortas, huevos, pan y pez.

Bebía caldo, chocolate,
leche, vino, té y café,
y la pobre no encontraba
qué comer ni qué beber.

Y esta vieja no tenía
ni un ranchito en qué vivir
fuera de una casa grande
con su huerta y su jardín.

Nadie, nadie la cuidaba
sino Andrés y Juan y Gil
y ocho criados y dos pajes
de librea y corbatín.

Nunca tuvo en qué sentarse
sino sillas y sofás
con banquitos y cojines
y resorte al espaldar.

Ni otra cama que una grande
más dorada que un altar,
con colchón de blanda pluma,
mucha seda y mucho olán.

Y esta pobre viejecita
cada año, hasta su fin,
tuvo un año más de vieja
y uno menos que vivir.

Y al mirarse en el espejo
la espantaba siempre allí
otra vieja de antiparras,
papalina y peluquín.

Y esta pobre viejecita
no tenía que vestir
sino trajes de mil cortes
y de telas mil y mil.

Y a no ser por sus zapatos,
chanclas, botas y escarpín,
descalcita por el suelo
anduviera la infeliz.

Apetito nunca tuvo
acabando de comer,
ni gozó salud completa
cuando no se hallaba bien

Se murió del mal de arrugas,
ya encorvada como un tres,
y jamás volvió a quejarse
ni de hambre ni de sed.

Y esta pobre viejecita
al morir no dejó más
que onzas, joyas, tierras, casas,
ocho gatos y un turpial.

Duerma en paz, y Dios permita
Que logremos disfrutar
las pobrezas de esa pobre
y morir del mismo mal.

miércoles, 10 de marzo de 2021

ESTÁN POR TODOS LADOS / THEY ARE EVERYWHERE, un poema de Charles Bukowski

 

Los oledores de tragedias están
por todos lados
se levantan a la mañana
y empiezan a encontrar las cosas
mal.

Y se sumergen
en la rabia,
una rabia que dura hasta
que se van a la cama,
e incluso ahí
se retuercen en su
insomnio,
incapaces de sacar
de sus mentes
los pequeños obstáculos
que han hallado.

Se sienten en contra,
es un complot.
Y por estar constantemente
furiosos sienten que
siempre tienen
razón.

Los ves en el tráfico
tocando bocina como salvajes
ante la más leve infracción,
puteando
desparramando sus
insultos.

Los sentís
en las colas
de los bancos,
de los supermercados,
de los cines
presionan
en tu espalda
te pisan los talones
están impacientes por
una furia.

Están por todos lados
y en
todas las cosas,
esas almas
violentamente
infelices.

En realidad están asustados,
como siempre quieren
tener razón
fustigan
sin cesar…
es un mal
una enfermedad de
esa raza.

El primero de ellos
que vi fue
mi padre
y desde entonces
he visto mil padres
malgastando sus vidas
en el odio,
arrojando sus vidas
al pozo ciego
y
gritando
enloquecidos.

The tragedy-sniffers are all
about.
they get up in the morning
and begin to find things
wrong
and they fling themselves
into a rage about
it,
a rage that lasts until
bedtime,
where even there
they twist in their
insomnia,
not able to rid their
mind
of the petty obstacles
they have
encountered.

they feel set against,
it’s a plot.
and by being constantly
angry they feel that
they are constantly
right.

you see them in traffic
honking wildly
at the slightest
infraction,
cursing,
spewing their
invectives.

you feel them
in lines
at banks
at supermarkets
at movies,
they are pressing
at your back
walking on your
heels,
they are impatient to
a fury.

they are everywhere
and into
everything,
these violently
unhappy
souls.

actually they are
frightened,
never wanting to be
wrong
they lash out
incessantly…
it is a malady
an illness of
that
breed.

the first one
I saw like that
was my
father

and since then
I have seen a
thousand
fathers,
ten thousand
fathers
wasting their lives
in hatred,
tossing their lives
into the
cesspool
and
ranting
on.

lunes, 8 de marzo de 2021

Mujeres deslenguadas, un artículo de Irene Vallejo, autora del "Infinito en un junco", publicado en Milenio-Laberinto (México)

 La historia es un tapiz que entreteje las hebras del recuerdo y del olvido, casi siempre a conveniencia de quien maneja los hilos. La invención de la escritura, paralela a la creación de las primeras civilizaciones, permitió fijar mágicamente el enjambre de nuestras palabras en piedra, en arcilla, en papiro, en pergamino. Pero no todas. Ciertas ideas anidaron en el mármol; otras, como pájaros ateridos, quedaron flotando desprotegidas en la frágil memoria oral. Una parte de la humanidad quedó fuera de las murallas, a la intemperie, contemplando aquella fortaleza inexpugnable de textos escritos, un invento milagroso que salvaba el conocimiento y lo legaba al futuro. El relato nació amputado. Ovidio narró esta mutilación en el mito de Lala, la “charlatana”, un nombre onomatopéyico que equivale a nuestro “blablablá”. Cierto día, la cantarina Lala desveló un secreto prohibido: el lujurioso Júpiter perseguía obsesivamente a las ninfas. Para vengarse de ella, el adúltero dios supremo le arrancó la lengua. Como si no fuera suficiente castigo, la entregó a Mercurio para que la violara. A continuación, Júpiter la convirtió en diosa bajo un nuevo nombre: Tácita Muda. Todos los años, en el mes de febrero, Roma la honraba como patrona del silencio. Así fue como Lala pasó de ninfa deslenguada a muda belleza, divina pero sin lengua.

Los antiguos griegos y romanos sabían que quien domina las palabras domina el mundo. A ellos les pertenecía el discurso público de la autoridad, mientras que cualquiera —mujeres incluidas, sobre todo las mujeres— podía practicar la charla, el cotorreo o los chismes de la esfera privada. El teatro fue el gran escenario de debate político en la antigua Atenas, y, tal vez por eso, los pioneros de la democracia decidieron que todos los papeles femeninos serían interpretados por actores masculinos. Antígona, Lisístrata e incluso Desdémona muchos siglos después, tuvieron cuerpo y voz de hombres de pelo en pecho. Esta expulsión de la escena pública se prolongó durante milenios. La película Shakespeare in Love subrayaba las incongruencias de la prohibición: una joven que soñase con interpretar a Julieta no tenía más remedio que disfrazarse de chico que finge ser mujer. Otra película, Adiós a mi concubina, describe el durísimo adiestramiento de un cantante de ópera en la China del siglo XX para entrar en la piel de personajes femeninos.

Aunque permanecen en la penumbra histórica, algunas romanas se rebelaron contra la privatización de sus voces y se atrevieron a hacer política. Fueron señaladas en latín como las axitiosae —activistas—, que venía a significar “las que actúan juntas”. En una comedia de Plauto estrenada hace más de 20 siglos, el marido de una de ellas dice: “Una verdadera mujer, mi mujercita; desde que la conozco, sé lo que es una activista”. En el año 42 antes de Cristo, estas agitadoras vivieron un momento de apogeo y contradicciones. Roma estaba en guerra —como era habitual— y los gastos bélicos amenazaban con vaciar el erario público —como siempre—. Entonces los gobernantes decidieron imponer a las mil 400 mujeres más ricas de la ciudad un impuesto para sufragar el sobrecoste militar. Las dueñas de esas fortunas, orgullosas de su independencia y su prosperidad, se movilizaron contra la medida, pero no encontraron a nadie dispuesto a representar sus intereses. Después de largas búsquedas inútiles, decidieron defenderse solas. Las viejas costumbres se tambalearon cuando habló en público, sin mediación masculina, una elocuente viuda llamada Hortensia: “¿Por qué tendrían que pagar impuestos las mujeres si estamos excluidas de las magistraturas, de los cargos públicos, del mando y de la res publica?”. El argumento de Hortensia es el mismo que siglos más tarde, en 1773, serviría como detonante a la independencia de Estados Unidos, tras la llamada revuelta del té. No taxation without representation gritaron los rebeldes de Boston, tras los pasos de la sublevación romana. En aquel momento, Hortensia y sus aliadas no reclamaban el derecho al voto, simplemente aspiraban a no pagar impuestos, pero sus discursos consiguieron derogar la medida. La paradoja de este episodio es que las activistas organizaron una revolución para quedarse justo como estaban antes.

Frente a la expulsión del ágora pública, algunas mujeres hicieron vibrar sus palabras en boca de hombres poderosos. Fue el caso de la brillante Aspasia, una extranjera que emigró a Atenas cuando esa pequeña polis mediterránea estaba forjando la filosofía, la historia y un concepto revolucionario de ciudadanía. Eso sí, era una ilustración con claroscuros: instauraron la democracia, pero para unos pocos. El sistema excluía a esclavos, extranjeros y mujeres, es decir, a la mayoría de la población. Aspasia no estaba dispuesta a quedarse quieta y encerrada en casa; tomó la inverosímil decisión de dedicarse a la filosofía porque amaba el conocimiento y quería comunicarlo. Cuando se enamoró de Pericles, colaboró en su ascensión política. Las fuentes dan a entender que era una auténtica oradora en la sombra. Sócrates solía visitarla con sus discípulos y disfrutaba de su brillante conversación, incluso llegó a llamarla “mi maestra”. Según Platón, escribió discursos para su marido, entre ellos la famosa oración fúnebre donde defendía apasionadamente la democracia. Todavía hoy, los escritores de los discursos presidenciales de Obama, y antes los de Kennedy, se han inspirado en los pensamientos que probablemente enhebró Aspasia. Sin embargo, ella no aparece en las historias de la política. Sus escritos se perdieron o se atribuyeron a otros.

Las democracias modernas se han atrevido a explorar los ángulos ciegos que los demócratas antiguos nunca afrontaron. Las sufragistas hicieron realidad la revolución que Hortensia solo había atisbado. El poder y la palabra, esos hermanos mellizos, se han abierto a muchas mujeres. Desde un extremo al otro del arco parlamentario, en las tribunas de todos los medios, se escucha la polifonía de sus palabras, con sus diversas sonoridades, tonos y matices. Han escalado por méritos propios a los puestos de gobierno, contando muchas veces con el apoyo de hombres audaces que han defendido su voz y su causa. En estos días, en el mismo corazón del imperio norteamericano, una mujer se adentra en territorios vedados durante siglos: una vicepresidencia que podría convertirla, en el futuro, en comandante en jefe del ejército más poderoso. De piel oscura, hija de inmigrantes, simboliza la impalpable sensación de extranjería que aún experimentan las candidatas a dirigir cualquier país del mundo. Detrás de ese vértigo, hay siglos de historia y de aduanas rigurosamente vigiladas. Todavía en los años ochenta, el protagonista de la serie británica Sí, ministro sentenciaba irónicamente: “Tenemos derecho a elegir al mejor hombre para el cargo, al margen de su sexo”.

Pericles murió en el año 429 antes de Cristo víctima de una gravísima epidemia que azotó Atenas. Viuda, el rastro de Aspasia se perdió en el misterio. Dejó de influir. Volvió a ser una extranjera sin visado, expulsada de la esfera política por los vigías de la palabra. Casi cinco siglos más tarde, Plutarco transcribe una retahíla de insultos contra la subversiva primera dama ateniense tomados de textos de la época, donde es tachada de impúdica, concubina con cara de perra y carne de burdel, entre otras lindezas. No sabemos si fue realmente una hetaira, como afirman los autores antiguos, o ese término se usaba como bandera de burla para condenar a todas las mujeres libres que no se sometían al encierro impuesto.

Su historia, como la de Lala y Hortensia, pertenece a un tiempo desaparecido, pero nuestro mundo todavía oculta, tan lejos y tan cerca, territorios de exilio sonoro. No olvidemos —agradecidas— esa genealogía valiente y parlanchina que rompió cerrojos y horadó ventanas. No olvidemos —lenguaraces— continuar esa larga cadena, seguir arrebatando palabras al silencio, hablar allí donde aún es preciso rescatar de todos los confinamientos la voz de las mujeres.

Linaje, un poema de la poeta nicaragüense Daisy Zamora

 Pregunto por las mujeres de mi casa.

Desde niña supe la historia del bisabuelo:
Científico, diplomático, liberal, político,
padre de prole numerosa y distinguida.

¿Y Doña Isolina Reyes, casada con él desde
los quince años hasta su muerte, cuál fue su historia?

Mi abuelo materno se graduó Cum Laude
en la Universidad de Filadelfia
y aún se conserva su tesis, fechada en 1900.
Dirigió la construcción de kilómetros de vía férrea,
y sólo la muerte repentina truncó su sueño
de extender el ferrocarril hasta la Costa Atlántica.
Nueve hijos e hijas lo lloraron.

¿Y su esposa Rudecinda, que parió esos hijos,
los cuidó y amamantó, qué sé de ella?

Pregunto por las mujeres de mi casa.

Mi otro abuelo era un patriarca
cuya sombra amparaba a la familia entera
(incluidos cuñados, primos, parientes lejanos, amigos,
conocidos, y hasta enemigos).
Empeñó su vida en ampliar un patrimonio
que todos dilapidaron después de su muerte.

¿Y a mi abuela Ilse, ya viuda y despojada,
qué le quedó, sino morirse?

Pregunto por mí, por ellas, por las mujeres de mi casa.

            De A cada quién la vida, 1994


domingo, 7 de marzo de 2021

La magia de leer en voz alta: Los beneficios intelectuales y emocionales de la narrativa oral en niños y adultos, un libro de Meghan Cox Gurdon

Acabo de leer este libro y me ha quedado un buen sabor de boca. Ya había leído varios textos y artículos sobre el tema, y aunque lagunas cosas ya las conocía, el relato que hace la autora, además de base científica, tiene mucho de experiencia personal y de trabajo con familias. Además, es bastante ameno y no está pensado para especialistas, sino par personas que quieran llevar adelante esta actividad. 

Y todo esto me trae a la mente la labor que aquí en España, concretamente en Granada, está desarrollando la Asociación Entrelibros.

Es un libro:
  • Basado en estudios científicos que confirman que la lectura en voz alta mejora las capacidades intelectuales de los niños y es beneficiosa también para los adultos.
  • La autora es periodista especializada en literatura infantil en The Wall Street Journal.
  • Que interesará tanto a los amantes de la lectura como a los que sienten curiosidad sobre el funcionamiento del cerebro humano.

«Había una vez». Tres palabras son suficientes para desencadenar la más poderosa de las alquimias. El tiempo se detiene, nuevos mundos se despliegan y algo tan cotidiano como un libro en un momento compartido se convierte en un poderoso alimento para la mente y el corazón.

Diferentes estudios han demostrado recientemente que leer en voz alta a los niños estimula la adquisición temprana del lenguaje, impulsa el desarrollo cognitivo y potencia la capacidad de atención que nos quitan las pantallas, además de fomentar la empatía y el vínculo afectivo. Las pruebas son tan abrumadoras que los científicos sociales consideran la lectura en voz alta uno de los indicadores más importantes del éxito en la vida.

En un libro exquisito que reúne la más avanzada neurociencia con experiencias reales y literarias, Meghan Cox, crítica de literatura infantil en el Wall Street Journal, desvela los maravillosos beneficios que esta antigua costumbre aportará a personas de todas las edades. Y no hace falta casi nada: tan solo un libro, un lugar tranquilo y tres palabras mágicas.

viernes, 5 de marzo de 2021

SOBRE LOS NUEVOS BLOGS QUE HE PUESTO EN MARCHA

Con frecuencia me consultan sobre textos para realizar una lectura dialógica compartida, bien a través de tertulias literarias dialógicas, de clubes de lectura o de otras fórmulas que se utilizan para llevarla a cabo. 

En este blog: "Compartiendo lecturas, palabras y sentimientos" voy poniendo una serie de informaciones en las que entran, cuentos, artículos, poemas, libros, álbumes ilustrados, entrevistas, etc. sobre cuestiones relacionadas con la lectura, existiendo un apartado (una página en términos bloggiannos) dedicada a los cuentos y otra a los álbumes ilustrados. 

Pero, pensándolo bien y sin abandonar la tarea descrita, me ha parecido interesante seleccionar y compartir lo realizado en la práctica, lo experimentado. Por lo que he abierto dos nuevos blogs: uno sobre cuentos y poemas, y otro sobre álbumes ilustrados. En ambos aparecen y aparecerán cuentos, poemas y álbumes ilustrados con los que hemos hecho tertulias, acompañados en cada caso de una pequeña orientación para llevarlos a la práctica. 

El primero lleva por título, "Cuentos y poemas para Tertulias Literarias Dialógicas" (cuentosparatertulias.blogspot.com) y el segundo, "Álbumes ilustrados" (albumesilustradoslecturaenvoalta.blogspot.com).

En ambos, ya asoman con timidez algunas entradas que han ido apareciendo en mi cuenta de Facebook y que han sido visitados por amigos y amigas de esta red, así como por otras personas (hasta de Indonesia). También, si queréis, podéis suscribiros para recibir sus novedades por correo electrónico.

De todas formas, si deseáis alguna orientación más, ya sabéis que podéis escribirme a mi correo: mikelepa@gmail.com 

Y nada más, ni menos. Gracias por vuestra atención.

Un abrazo. Miguel