miércoles, 29 de noviembre de 2023

Espejo. Un poema de Sylvia Plath

Ante el espejo. Edgar Degas
Soy plateado y exacto. No tengo prejuicios.
Todo lo que que veo lo trago de inmediato
tal como es, sin que me empañen ni el amor ni el disgusto.
No soy cruel, soy sincero,
el ojo de un pequeño dios de cuatro ángulos.
La mayor parte del tiempo la paso meditando sobre la pared de enfrente.
Es rosada, con manchas. Tanto la miré que
me parece que ya forma parte de mi corazón. Aunque con intermitencias.
Las caras y la oscuridad nos separan una y otra vez.

Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mi,
buscando en mi extensión su verdadero ser.
Después se vuelve hacia esas mentirosas, las velas o la luna.
Veo su espalda y la reflejo fielmente.
Ella me recompensa con lágrimas y agitando las manos.
Soy importante para ella. Ella viene y va.
Es su cara, cada mañana, la que reemplaza la oscuridad.
En mi, ella ahogó a una muchacha, y en mí, una vieja
se alza hacia ella día tras día, como un pez terrible.

LITERATURA CON POR QUÉ". Por Patricio Pron

Brain Pickings fue fundada en 2006 y es una de las páginas web de literatura más populares del mundo. La labor de difusión de su autora es notable; su importancia, comprobable en el número de títulos publicados tras cada una de sus recomendaciones, digna de mención: si la conversación sobre literatura tiene algún futuro (podría pensarse), éste se parecerá bastante a Brain Pickings.

Sin embargo, hay un aspecto inquietante en la aproximación de esta página web a la literatura y es el carácter utilitario que le otorga. EnBrain ­Pickings, los autores enseñan cosas a los lectores: la poeta Mary Oliver enseña sobre la vida en pareja; Virginia Woolf, sobre el dolor como estímulo artístico; Jack Kerouac, sobre la importancia de la meditación; Sylvia Plath, sobre el trabajo manual; Grace Paley, sobre envejecer; Willa Cather, sobre la felicidad; Jorge Luis Borges, sobre la psicología de las mayorías.

“La realidad no existe y el objeto de la literatura es probar esta tesis”, afirmó John Barth. No es cierto, pero la frase previene contra su concepción utilitaria. A diferencia de lo que sucede con los libros de autoayuda (y pese a Brain Pickings), ninguno de los textos de relevancia de nuestra cultura puede resumirse en una lección de algún tipo. La literatura es (o debería ser) sin por qué, y también debería carecer de explicación nuestro interés por ciertos textos, como no tienen explicación las cosas que nos dan placer. Renunciar a ese aspecto caprichoso y lúdico de nuestra forma de leer es someter a la literatura a una visión utilitaria, económica, de los textos, y es también olvidar que la literatura de relevancia es, precisamente, una reacción a esa visión, una apuesta por un deseo que no necesita justificación ni explicación alguna.

Fuente: elpaissemanal

lunes, 27 de noviembre de 2023

"CANCIÓN CON TODOS". Una canción/poema interpretada por Mercedes Sosa


Autores de la canción: Julio Cesar Isella / Armando Tejada Gomez

Salgo a caminar por la cintura cósmica del Sur
Piso en la región más vegetal del viento y de la luz
Siento al caminar toda la piel de América en mi piel
Y anda en mi sangre un río que libera en mi voz su caudal

Sol de Alto Perú, rostro Bolivia, estaño y soledad
Un verde Brasil, besa mi Chile, cobre y mineral
Subo desde el Sur hacia la entraña América y total
Pura raíz de un grito destinado a crecer y a estallar

Todas las voces todas, todas las manos todas
Toda la sangre puede ser canción en el viento
Canta conmigo, canta, hermano americano (latinoamericano)
Libera tu esperanza con un grito en la voz

Todas las voces todas, todas las manos todas
Toda la sangre puede ser canción en el viento
Canta conmigo, canta, hermano americano (latinoamericano)
Libera tu esperanza con un grito en la voz

domingo, 26 de noviembre de 2023

"UNA CHICA SOLTERA Y CABEZOTA". Irene Vallejo, El País 28 Oct 2023

Samuel Butler demostró que los clásicos albergan lecturas revolucionarias para todas las épocas. ‘La autora de la ‘Odisea’ fue una audacia

El ritual de los cuentos antes de dormir, susurro a susurro, año tras año, ha transformado a tu hijo. También a ti. Desde que comenzaron las historias a la orilla de la cama, las noches son otro cantar. Te has convertido en espigadora de trabalenguas, rimas, chistes, nanas, adivinanzas, relatos de miedo y misterio, de amor y horror, historias guiadas por los caprichos del hado o de las hadas. Dos palabras mágicas abren las ventanas de la imaginación y orean la estancia donde nacen las ideas: y si… Ahí nacen las ficciones, tomando un camino divergente de la terca realidad. Y si. Y si lo maravilloso sucediera cotidianamente. Y si las preguntas comunes necesitasen respuestas extrañas. Y si algunas de nuestras certezas fueran solo convenciones heredadas.

A finales del siglo XIX, el escritor y filólogo Samuel Butler lanzó una hipótesis sin precedentes: ¿y si el autor de la Odisea hubiese sido una mujer joven? No fue la ocurrencia de una intelectual feminista, sino de un victoriano iconoclasta, bromista, volteriano y disfrutador —del arte, del paisaje, del deseo textual—, que publicó en 1897 un libro defendiendo esa escandalosa tesis. La primera sospecha le asaltó al traducir el episodio de Circe, la hechicera. Aunque vive sola en una casa aislada en la espesura, Circe no tiene los rasgos de la inmemorial bruja del bosque. Es una figura fascinante y fuerte, amante del héroe durante un año. Cuando Odiseo decide partir, ella lo deja marchar, sin despecho: “No permanezcas en mi palacio contra tu voluntad”. Es más, lo ayuda con sus consejos y revelaciones, salvándole la vida. Al zarpar su barco, le envía un viento favorable que hincha sus velas. Nacía así un arquetipo femenino que unía de forma insólita sabiduría, erotismo, poder e independencia.

Un gran abismo separa la mirada de la Ilíada y de la Odisea. En la primera reinan la ira, el apetito de honor, la batalla. La segunda es un relato de viaje, deseo, añoranza del hogar y hospitalidad hacia los extranjeros. No todos los personajes son guerreros, también se asoman a sus versos mendigos, porqueros y nodrizas. Con estos y otros indicios, Samuel Butler concluyó que no hay un solo Homero, sino que sus epopeyas tienen distinta autoría. En su opinión, la creadora de la Odisea tuvo que ser una mujer: una chica siciliana que se retrató a sí misma en el personaje de Nausicaa, salvadora del héroe cuando naufraga en su isla desnudo. La idea misma de poner a Odiseo en semejante aprieto le parece una travesura de adolescente. “El poema es tal tour de force que nadie salvo una muchacha soltera, terca, joven y entusiasta, acostumbrada a salirse con la suya, lo habría intentado y concluido de manera tan brillante”. Esta hipótesis inspiró a Robert Graves una novela, titulada La hija de Homero, y a Miyazaki el manga y la posterior película Nausicaä del Valle del Viento.

Homero sigue siendo hoy un fantasma, un nombre sin biografía en la niebla del pasado. Sin embargo, sí sabemos quién inventó el yo literario al firmar, por primera vez, un texto con su propio nombre. Hace más de 4.000 años, en el actual Irak, Enheduanna, hija del rey Sargón, poeta y sacerdotisa, escribió un conjunto de himnos que rubricó con orgullo en tablillas de arcilla. Afirmó: “Lo que yo he hecho, nadie lo hizo antes”. Su poesía nos legó una bella metáfora de la creación como una experiencia erótica y, a la vez, maternal, pero su nombre continúa todavía en el silencio. En este “y si” aún por contar, dos grandes pioneras habrían alumbrado con sus voces el nacimiento de la literatura escrita.

Nunca sabremos si una joven testaruda y soltera urdió la Odisea, tampoco si el propio Butler lo creía realmente. Se dice que ni siquiera sus amigos sabían distinguir cuándo bromeaba o hablaba en serio. Su libro La autora de la ‘Odisea’ fue una audacia y un desafío. Quizá simplemente pretendía irritar a los académicos, como también haría Joyce en su Ulises. Aun así, anticipándose a la célebre frase de Virginia Woolf —anónimo es una mujer—, demostró que los clásicos albergan lecturas revolucionarias para todas las épocas. Y, de paso, juguetonamente, probó que la risa tiene razones que la razón ignora.

sábado, 25 de noviembre de 2023

"EL LENGUAJE OLVIDADO DE LA INFANCIA". Discurso de ingreso a la Academia Venezolana de la Lengua de FANUEL HANÁN DIAZ, Caracas, 22 de noviembre de 2023

Fanuel Hanán Díaz
en la Academia Venezolana de la Lengua
[...] Desde hace más de treinta años me dedico a la investigación y estudio de la literatura infantil y juvenil. De hecho, cuando me preguntan si soy escritor o especialista o profesor o editor siempre aclaro que sí, que soy todas esas cosas, pero que principalmente me defino como investigador. La investigación es un oficio solitario, que requiere mucho tiempo de dedicación y sobre todo rigor. Estar horas escudriñando por cuenta propia, dedicar mucho del tiempo libre, sábados, domingos, para avanzar en proyectos de estudio sin el amparo de una universidad o institución es lo que he hecho gran parte de mi vida. Es lo que en inglés se llama independente scholar. Y celebro que la Academia haya tenido la generosidad de incluir un perfil como el mío para formar parte de este cónclave porque alienta el trabajo de personas como yo que hacemos una labor que muchas veces pasa desapercibida. Pero, principalmente porque otorga un espaldarazo a la literatura infantil y juvenil en un ámbito tan formal de la lengua española.

[...] En nuestro mundo hay una tribu semisalvaje muy especial, muy antigua y ampliamente extendida, a la que antropólogos e historiadores sí le han comenzado a prestar atención recientemente. Todos nosotros hemos pertenecido a esta tribu; hemos conocido sus costumbres, sus hábitos y sus ritos, su folklore y sus textos sagrados. Me estoy refiriendo a los niños. Sin embargo, estos textos sagrados de la infancia no siempre son los que recomiendan los mayores, según descubrí muy pronto.

De este modo comienza No se lo cuentes a los mayores, un perspicaz ensayo de la profesora estadounidense Alison Lurie, donde describe esa indómita comunidad de la que hemos formado parte, quizás ahora desdibujada en nuestra memoria. En esa geografía, lejana, libre y extravagante, todos sus habitantes se comunican con un lenguaje particular, desarticulado a veces, ilógico otras tantas, aunque siempre marcado por el sentido del ritmo, por las reglas del juego y el sinsentido. Desde distintas disciplinas se ha demostrado que el habla de la infancia es profundamente diferente del de los adultos. De ese lenguaje y de su erosión quisiera hablarles.



viernes, 24 de noviembre de 2023

"DESAPARECIDO ES UN LUGAR". Daniela Rea + 10 colaboradores del Fondo Resiliencia. Ilustraciones: Rosario Lucas. Global Initiative y Resilience Fund, 2021. Suiza. LIBRO ELECTRÓNICO DE LIBRE DESCARGA.

¿Cómo mirar el sitio donde se ha encontrado a una persona desaparecida? ¿El hallazgo de un cuerpo amplía o reduce el horizonte? ¿Pueden las ramas o las raíces de un árbol sugerir un camino a seguir? ¿Son las ondulaciones del suelo voces que llaman? ¿Cómo habitar aquellos bosques, cañadas, desiertos donde podría haber fosas? ¿Son verdaderamente un campo santo? ¿Cómo se transforma el paisaje cuando se imagina también como una posible tumba? ¿Cuánto hay de pasaje a otros planos en el paisaje? ¿La lluvia ayuda a cavar porque quiere que aparezca un cuerpo? ¿La lluvia se convierte en llanto? «La lluvia se confunde con tus lágrimas cuando encuentras un lugar», le cuenta a Daniela Rea, Araceli Salcedo, mamá de Rubím que busca en Orizaba, Veracruz.

LIBRO ELECTRÓNICO DE LIBRE DESCARGA

jueves, 23 de noviembre de 2023

"BIOTZ-BEGIETAN". Un poema de Blas de Otero


















Ahora
voy a contar la historia de mí vida
en un abecedario ceniciento.
El país de los ricos rodeando mi cintura
y todo lo demás. Escribo y callo.
Yo nací de repente, no recuerdo
si era sol o era lluvia o era jueves.
Manos de lana me enredaran, madre.
Madeja arrebatada de tus brazos
blancos, hoy, me contemplo como un ciego,
oigo tus pasos en la niebla, vienen
a enhebrarme la vida destrozada.

Aquellos hombres me abrasaron, hablo
del hielo aquel de luto atormentado,
la derrota del niño y su caligrafía
triste, trémula flor desfigurada.

Madre, no me mandes más a coger miedo
Y, frío ante un pupitre con estampas.
Tú enciendes la verdad como una lágrima,
dame la mano, guárdame
en tu armario de luna y de manteles.

Esto es Madrid, me han dicho unas mujeres
arrodilladas en sus delantales,
éste es el sitio
donde enterraron un gran ramo verde
y donde está mi sangre reclinada.

Días de hambre, escándalos de hambre,
misteriosas sandalias
aliándose a las sombras del romero
y el laurel asesino. Escribo y callo.

Aquí junté la letra a la palabra,
la palabra al papel.

..............................Y esto es París,

me dijeron los ángeles, la gente
lo repetía, esto es París. Peut-étre,
allí sufrí las iras del espíritu

y tomé ejemplo de la torre Eiffel.

Esta es la historia de mi vida,
dije, y tampoco era. Escribo y callo.

miércoles, 22 de noviembre de 2023

"LEER EN CASA". Editorial de El País publicado el 24 de mayo de 2023

El sesgo de clase está detrás de las diferencias en comprensión lectora de los niños españoles

La magnitud de la muestra del informe de la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA) sobre la comprensión lectora entre niños de 9 y 10 años del globo (unos 400.000) ofrece una garantía razonable de fiabilidad. Tras el significativo avance de 15 puntos de los niños españoles hace cinco años, en 2016, los datos de 2021 recién publicados sobre 10.000 niños indican un retroceso de siete puntos, en parte debido a los efectos de la pandemia en la escolarización y los cierres de los colegios. Pese a ello, España se sitúa por encima de la media con respecto a otros países de características semejantes, con algunas destacables anomalías, como el Principado de Asturias, que figura de forma excepcional muy por encima de la media europea y española, del mismo modo que la singularidad demográfica y sociocultural de Ceuta y Melilla explica la necesidad de redoblar esfuerzos ante resultados desproporcionadamente por debajo de la media.

Las conclusiones más relevantes del informe atañen a factores cualitativos más que cuantitativos, y son dos fundamentalmente: en las casas donde se lee con asiduidad los niños leen más y mejor y el sesgo socioeconómico es determinante para que disminuya la competencia lectora. Entre los datos esperanzadores está la reducción de la brecha de género (ya no leen más las niñas que los niños), pero el peor de todos es la perpetuación de la diferencia de clase social. Es ahí donde los poderes públicos deben afinar sus instrumentos de análisis y su capacidad de compensar los déficits estructurales de amplios sectores sociales, a menudo, sin conciencia de que ese instrumento —la aptitud, rapidez y calidad de la lectura— se convertirá en el futuro en una causa de discriminación profesional y vital. Las familias pueden no saber que la única vía de mejora de la comprensión lectora es la práctica asidua, rutinaria y gozosa, pero el Estado sí lo sabe. Son las administraciones las que deben intervenir en los contextos más adversos para compensar ese déficit. Medidas caras como reducir a la mitad el número de alumnos por clase en entornos sociales más pobres son en realidad inversiones de futuro destinadas a mitigar la desigualdad social.

Las pantallas no son el problema. Funcionan como instrumento necesario de socialización para manejarse en la adolescencia y en la juventud. La capacidad y potencia de lectura lo son también, y es ahí donde una política de Estado debe ser capaz de identificar las carencias que propicien que niños de 10 años lean todavía con el dedo pegado al papel (o a la pantalla): evitar que esa escena que fue común y amplísima hace 100 años persista hoy es una obligación colectiva. Nunca habían leído tanto nuestros hijos como en los últimos años, pero buena parte de esa literatura no llega ni puede llegar a todos sin la ayuda de una política de Estado que ataque en origen la desigualdad de oportunidades.

martes, 21 de noviembre de 2023

"EL JOVEN ERUDITO Y EL BARQUERO IGNORANTE". Cuento popular hindú

Érase una vez un joven muy erudito, pero arrogante y engreído. Había pasado la mayor parte de su vida estudiando en los libros y había adquirido una amplia cultura, sin embargo, durante todo ese tiempo no había aprendido a respetar a los demás, así que despreciaba a todas aquellas personas que no tenían tantos conocimientos como él y no perdía ocasión de dejarlas en evidencia demostrando lo mucho que él sabía.

Un día tuvo necesidad de viajar a la capital, para lo cual debía cruzar un caudaloso río y, para hacerlo, pagó los servicios de un humilde barquero, que se ganaba la vida traspasando a los viajeros de una orilla a la otra. Silencioso y discreto, el barquero aceptó el encargo y comenzó a remar con diligencia.

No hacía mucho que remaba cuando, de repente, una bandada de aves surcó el cielo y el joven, señalándola, preguntó al barquero con aires de suficiencia:

—Barquero, ya que te cruzas con ellas a diario, ¿habrás estudiado la vida de las aves en los libros?

—No, señor —repuso el barquero—, yo de aves no sé nada.

—Entonces, amigo mío, has perdido la cuarta parte de tu vida.

Pasaron unos minutos, la barca se deslizaba ahora junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven, señalándolas, le preguntó al barquero:

—Dime, barquero, ¿habrás estudiado botánica y podrás indicarme qué plantas son esas?

—No, señor, yo no sé nada de plantas.

—Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida —comentó el petulante joven.

El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se reflejaba luminosamente sobre las aguas del río. Entonces el joven preguntó:

—Sin duda, barquero, debes llevar muchos años deslizándote por este río, debes saber, por tanto, algo de la naturaleza de sus aguas.

—No, señor, no sé nada al respecto; ni de estas aguas ni de otras.

—¡Ay, amigo mío! —exclamó el joven con una sonrisa burlona—-, de verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.

De súbito, la vieja barca comenzó a hacer agua; no había forma humana de achicar tanto líquido y la embarcación empezó a hundirse. El barquero, entonces, preguntó al joven:

—Señor, ¿supongo que sabrás nadar?

—¡No! —repuso el joven asustado.

—Pues me temo, amigo mío, que como no aprendas rápido vas a perder toda tu vida.

lunes, 20 de noviembre de 2023

"SOBRE LA GUARDA DEL SECRETO". Un poema de Ibn Hazm, poeta de Al-Andalus (994-1064)

Los que no saben qué es amor me censuran porque te amo,
pero, a mi juicio, tanto me da el que te injuria como el que se calla.
Me dicen: —Has dejado a un lado todo disimulo,
aunque te mostrabas a las gentes celoso observante de la ley religiosa —.

Yo les digo: —Ocultar mi amor sería hipocresía pura,
y uno como yo detesta los hipócritas —.
¿Cuándo vedó Mahoma el amor?
¿Consta acaso su ilicitud en el claro texto revelado?
Mientras no cometa cosas prohibidas, por las cuales tema
llegar el día de la resurrección con la cara perpleja,
no hago caso, en materia de amor, de lo que digan los censores,
y, por vida mía, me es igual que hablen a gritos o en voz baja.
¿Es acaso responsable el hombre de algo que no haya elegido libremente?
¿Por ventura el que se calla será reprendido por las palabras que no profirió?

· · · · · · · · · ·

A juzgar por los tormentos de enfermedad que en él se ven,
si vive es porque la muerte le tiene compasión.

· · · · · · · · · ·

Las lágrimas del enamorado se derraman;
la reputación del enamorado se lastima.
Cuando el amado aparece, palpita su corazón
como una qata cogida en la red.
—Decid, amigos míos,
pues vuestra opinión es de seguro común:
¿Hasta cuándo ocultaré esto
de que no puedo desprenderme? —

· · · · · · · · · ·

Las gentes saben que soy un mancebo enamorado;
que estoy triste y afligido; pero ¿por quién?
Cuando ven cómo me hallo, se cercioran;
pero si indagan se pierden en conjeturas.
Mi amor es como un escrito cuyo trazo es firme,
pero que se resiste a la interpretación;
o como la voz de la paloma en el boscaje,
que repite su canción de rama en rama
y cuyo murmullo deleita nuestros oídos,
pero cuyo sentido es enigmático y oscuro.
Me dicen: —¡Por Dios! Dinos el nombre de aquel
cuyo amor alejó de ti el sueño tranquilo. —
Pero nunca. Antes de que logren lo que desean
habría de perder la razón y afrontaría cualquier desventura.
Siempre estarán en la desazón de la duda,
tomando la sospecha como certidumbre y la certidumbre como sospecha.

· · · · · · · · · ·

Tengo para el secreto un lugar tan recóndito, que, si entra en él vivo,
no puede caberle ninguna duda sobre su muerte.
Lo mato allí; pero esa muerte es la vida del secreto,
lo mismo que la tristeza es la alegría del enamorado.

También de Ibn Hazm en este blog:

domingo, 19 de noviembre de 2023

"POR QUÉ LEER A LOS CLÁSICOS". Por Italo Calvino

Empecemos proponiendo algunas definiciones.

I. Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: «Estoy releyendo...» y nunca «Estoy leyendo ...».

Es lo que ocurre por lo menos entre esas personas que se supone «de vastas lecturas»; no vale para la juventud, edad en la que el encuentro con el mundo, y con los clásicos como parte del mundo, vale exactamente como primer encuentro.

El prefijo iterativo delante del verbo «leer» puede ser una pequeña hipocresía de todos los que se avergüenzan de admitir que no han leído un libro famoso. Para tranquilizarlos bastará señalar que por vastas que puedan ser las lecturas «de formación» de un individuo, siempre queda un número enorme de obras fundamentales que uno no ha leído.

Quien haya leído todo Heródoto y todo Tucídides que levante la mano. ¿Y Saint-Simon? ¿Y el cardenal de Retz? Pero los grandes ciclos novelescos del siglo XIX son también más nombrados que leídos. En Francia se empieza a leer a Balzac en la escuela, y por la cantidad de ediciones en circulación se diría que se sigue leyendo después, pero en Italia, si se hiciera un sondeo, me temo que Balzac ocuparía los últimos lugares. Los apasionados de Dickens en Italia son una minoría reducida de personas que cuando se encuentran empiezan en seguida a recordar personajes y episodios como si se tratara de gentes conocidas. Hace unos años Michel Butor, que enseñaba en Estados Unidos, cansado de que le preguntaran por Emile Zola, a quien nunca había leído, se decidió a leer todo el ciclo de los Rougon-Macquart. Descubrió que era completamente diferente de lo que creía: una fabulosa genealogía mitológica y cosmogónica que describió en un hermosísimo ensayo. CONTINUAR LEYENDO

Por qué leer los clásicos, Barcelona, Tusquets (Marginales, 122), 1993  

sábado, 18 de noviembre de 2023

"Cinta verde en el cabello". Un cuento de João Guimarães Rosa.


Había una vez una aldea en algún lugar, ni mayor ni menor, con viejos y viejas que viejaban, hombres y mujeres que esperaban, y chicos y chicas que nacían y crecían.
Todos con juicio suficiente, menos -por el momento- una nenita.
Un día, ella salió de la aldea con una cinta verde imaginada en el cabello.
Su madre la mandaba con una cesta y un frasco, a ver a la abuela -que la amaba- a otra aldea vecina casi igualita.
Cinta Verde partió, enseguida, ella la linda, todo érase una vez. El frasco contenía un dulce en almíbar y la cesta estaba vacía, para llenarla con frambuesas.
De ahí que, al atravesar el bosque, vio solo los leñadores, que por allá leñaban; pero ningún lobo, desconocido ni peludo. Pues los leñadores habían exterminado al lobo.
Entonces, ella misma se decía:
-Voy a ver a abuelita, con cesta y frasco, y cinta verde en el cabello, como mandó mamita.
La aldea y la casa esperándola allá, después de aquel molino, que la gente piensa que ve, y de las horas, que la gente no ve que no son.
Y ella misma resolvió escoger tomar ese camino de acá, loco y largo, y no el otro, corto. Salió, detrás de sus alas ligeras, su sombra también le venía corriendo detrás.
Se divertía con ver que las avellanas del piso no volaran, con no alcanzar esas mariposas nunca, ni en buquet ni en pimpollo, y con ignorar si las flores -plebeyitas y princesitas a la vez- estaban cada una en su lugar al pasar a su lado.
Venía soberanamente.
Tardó, para dar con la abuela en casa, que así le respondió, cuando ella, toc, toc, golpeó:
-¿Quién es?
-Soy yo… -y Cinta Verde descansó la voz-. Soy su linda nietita, con cesta y frasco, con la cinta verde en el cabello, que la mamita me mandó.
Ahí, con dificultad, la abuela dijo:
-Empuja el cerrojo de madera de la puerta, entra y abre. Dios te bendiga.
Cinta Verde así lo hizo y entró y miró.
La abuela estaba en la cama, triste y sola. Por su modo de hablar tartamudo y débil y ronco, debía haber agarrado una mala enfermedad. Diciendo:
-Deja el frasco y la cesta en el arcón y ven cerca de mí, mientras hay tiempo.
Pero ahora Cinta Verde se espantaba, más allá de entristecerse al ver que había perdido en el camino su gran cinta verde atada en el cabello; y estaba sudada, con mucha hambre de almuerzo. Ella preguntó:
-Abuelita, ¡qué brazos tan flacos los suyos, y qué manos temblorosas!
-Es porque no voy a poder nunca más abrazarte, mi nieta…. -la abuela murmuró.
-Abuelita, pero qué labios tan violáceos.
-Es porque nunca más voy a poderte besar, mi nieta…. -la abuela suspiró.
-Abuelita, y qué ojos tan profundos y quietos en este rostro ahuecado y pálido.
-Es porque ya no te estoy viendo, nunca más, mi nietita… -la abuela aún gimió.
Cinta Verde más se asustó, como si fuese a tener juicio por primera vez. Gritó:
-¡Abuelita, tengo miedo del Lobo!
Pero la abuela no estaba más allá, estaba demasiado ausente, a no ser por su frío, triste y tan repentino cuerpo.
FIN

jueves, 16 de noviembre de 2023

"LOS ESTATUTOS DEL SER HUMANO". Un poema del poeta brasileño Thiago de Mello

Artículo 1

Queda decretado que ahora vale la vida,
que ahora vale la verdad,
y que de manos dadas
trabajaremos todos por la vida verdadera.

Artículo 2

Queda decretado que todos los días de la semana,
inclusive los martes más grises,
tienen derecho a convertirse en mañanas de domingo.

Artículo 3

Queda decretado que, a partir de este instante,
habrá girasoles en todas las ventanas,
que los girasoles tendrán derecho
a abrirse dentro de la sombra;
y que las ventanas deben permanecer el día entero
abiertas para el verde donde crece la esperanza.

Artículo 4

Queda decretado que el hombre
no precisará nunca más
dudar del hombre.
Que el hombre confiará en el hombre
como la palmera confía en el viento,
como el viento confía en el aire,
como el aire confía en el campo azul del cielo.

Parágrafo único

El hombre confiará en el hombre
como un niño confía en otro niño.

Artículo 5

Queda decretado que los hombres
están libres del yugo de la mentira.
Nunca más será preciso usar
la coraza del silencio
ni la armadura de las palabras.
El hombre se sentará a la mesa
con la mirada limpia,
porque la verdad pasará a ser servida
antes del postre.

Artículo 6

Queda establecida, durante diez siglos,
la práctica soñada por el profeta Isaías,
y el lobo y el cordero pastarán juntos
y la comida de ambos tendrá el mismo gusto a aurora.

Artículo 7

Por decreto irrevocable
queda establecido
el reinado permanente
de la justicia y de la claridad.
Y la alegría será una bandera generosa
para siempre enarbolada
en el alma del pueblo.

Artículo 8

Queda decretado que el mayor dolor
siempre fue y será siempre
no poder dar amor a quien se ama,
sabiendo que es el agua
quien da a la planta el milagro de la flor.

Artículo 9

Queda permitido que el pan de cada día
tenga en el hombre la señal de su sudor.
Pero que sobre todo tenga siempre
el caliente sabor de la ternura.

Artículo 10

Queda permitido a cualquier persona,
a cualquier hora de la vida,
el uso del traje blanco.

Artículo 11

Queda decretado, por definición,
que el hombre es un animal que ama,
y que por eso es bello,
mucho más bello que la estrella de la mañana.

Artículo 12

Decrétese que nada estará obligado ni prohibido.
Todo será permitido.


Thiago de Mello Thiago de Mello nació en el estado de Amazonas, Brasil, en 1926, y falleció en 2022. Poeta, ensayista, político y diplomático, sus obras han sido traducidas a muchos idiomas y algunos de sus libros fueron llevados al castellano por sus fervientes admiradores, Pablo Neruda y Mario Benedetti, a quien le debemos esta magnífica traducción de los Estatutos del hombre. Entre sus obras destacan: Canción del amor armado; Viento general; En un campo de margaritas; Arte y ciencia de elevar cometas y El pueblo sabe lo que dice.

miércoles, 15 de noviembre de 2023

"VEO UNA VOZ". Un artículo de Marina Pérezagua (El País, 4 NOV 2023)

Hemos hecho de la palabra un arma de discordia en un mundo hipernarrado y, por tanto, hiperfracturado, donde cada persona habla y habla para no comunicar nada

Aeropuerto de Atlanta. Regreso de la Feria del Libro de Monterrey, México. El primer vuelo se ha retrasado, lo que me obliga a apresurarme para superar los trámites de inmigración y, con suerte, alcanzar el siguiente vuelo hacia Nueva York. En medio de las prisas, con mi equipaje de mano rozo de manera casual y mínima la pierna de un hombre. Me insulta con una violencia desorbitada. No quiero mirar hacia atrás, solo le oigo. Vuelve a insultarme y yo sigo de espaldas contando hasta diez antes de darme la vuelta. Ocho, nueve, y diez. Me giro para responderle y me sorprendo a mí misma. Sin haberlo pensado previamente ni haber recurrido a esta estrategia nunca antes, me dirijo al señor con el lenguaje de signos, una lengua que siempre me ha fascinado. La discusión termina ahí, tal vez debido a una especie de condescendencia absurda hacia la pobre sordomuda o, simplemente, porque el señor carece de estrategias para poder insultarme en lenguaje de signos.

En el libro Veo una voz, hay un pasaje bellísimo en el cual Oliver Sacks narra la historia de Ildefonso, un joven sordo de 27 años que vivió en un estado de confinamiento sensorial en una granja del sur de México. Uno de los rasgos más insólitos del caso es que, a pesar de no haber tenido acceso a ningún tipo de lenguaje, Ildefonso mantuvo su desarrollo mental más o menos estable. En 1987, Susan Schaller, académica e intérprete de signos, le escribió a Sacks una carta en la que le cuenta los progresos con el muchacho. Cuando al principio comenzaron a enseñarle el idioma de signos, el chico no entendía que querían comunicarse con él, y simplemente imitaba los movimientos. Durante meses no hubo avance alguno, sólo una repetición mímica, hueca. Cuando finalmente parecía que Ildefonso había comprendido que se trataba de una tentativa de algo parecido a la comunicación, resultó que carecía de la noción de presente o pasado. El lenguaje nos otorga la capacidad de situarnos en un tiempo, por tanto para él no había diferencia entre la pregunta “qué hiciste ayer” y la pregunta “qué harás mañana”, el sentido del tiempo era un continuo por la ausencia del lenguaje. Debido a su edad avanzada, Ildefonso parecía un caso perdido, hasta que una vez, en clase, apareció un gato. Entonces Schaller le mostró el signo correspondiente a “gato”, y repitió la palabra señalando al animal: gato, gato, gato. En ese momento, como en un chasquido de iluminación, Ildefonso entendió por primera vez que todas las cosas de su entorno, absolutamente todas, y también él, tenían un nombre, de manera que empezó a señalar objetos para averiguar el nombre y así verlos por primera vez. Ildefonso sólo comenzó a ser consciente de su entorno, a verlo, cuando fue capaz de nombrarlo. Tal como lo describe Susan Schaller, Ildefonso “tensa y dilata los rasgos de la cara lleno de emoción […] despacio al principio, luego con avidez, lo va captando todo, como si no lo hubiese visto jamás: la puerta, el tablero de anuncios, las sillas, los estudiantes, el reloj, y a mí... Ha entrado en el universo de la humanidad, ha descubierto la comunión de inteligencias. Sabe ya que él, y un gato, y la mesa tienen nombre”.

Pensaba en esta historia cuando esperaba mi turno en la cola de inmigración. En un mundo en llamas, ¿para qué utilizamos hoy la palabra? Esa palabra inicial, entendida como el gesto primordial que guía hacia las demás y desencadena la liberación de la inteligencia y la mente previamente aprisionadas, esa palabra, ha muerto a base de una reproducción infinita que la ha vaciado de contenido, una metástasis que se extiende por el cuerpo enfermo de un humano global. En el aeropuerto de Atlanta, podría haberle respondido al señor en el mismo idioma en el que me había insultado pero, en cambio y de manera intuitiva, escogí un idioma impenetrable para él. En esta torre de babel en la que los habitantes de hoy nos violentamos en todas las lenguas posibles, le ofrecí, pacíficamente, el silencio, el punto y aparte, el final de la discusión.

¿Pero cuál es el sentido de la comunicación hoy? Uno de los sentidos de la comunicación para cualquier especie es lograr un estado de convivencia que le permita sobrevivir, llegar a acuerdos, negociar de manera que los miembros de su misma especie puedan vivir en un futuro. Pero el humano de hoy parece haber roto cualquier pacto contra la comunicación y aquello que solía llamarse humanidad, y más bien somos como chimpacés perdidos con ametralladoras cargadas que no sabemos usar. Hemos hecho de la palabra un arma de discordia en un mundo hipernarrado y, por tanto, hiperfracturado, donde cada persona habla, habla, habla para no comunicar nada que salvaguarde nuestra vida e integridad como seres humanos. Si fuera posible, tal vez sería necesario olvidar nuestro idioma y aprenderlo de nuevo, para poder ver, para poder mirar por primera vez nuestro entorno, no el gato, o la pizarra, o la profesora que vio Ildefonso, sino los escombros que vamos dejando a nuestro paso, darnos cuenta por fin de que lo que estamos haciendo también tiene un tiempo y un nombre, una palabra, allí donde miremos: exterminio. No sólo contra todo aquello que vive, sino contra nuestro propio ecosistema físico y espiritual.

martes, 14 de noviembre de 2023

"DESDE LA OTRA ORILLA". Un cuento de Ricardo Ojanguren Urdáñez

Ilustración: Rubén Bergasa

Ahora recuerdo lo bonito que era levantarse y escuchar el agua del Iregua al fondo. Desde mi prado se escuchaba el ruido del agua al chocar contra las piedras. Su descenso se convertía en un suave murmullo que llegaba constante hasta mis orejas y comenzaba a despertar mis adormecidos sentidos.

También recuerdo el frescor de la hierba húmeda sobre mi piel. El rocío de la mañana mojaba suavemente mi tripa cuando intentaba incorporarme y me producía un cosquilleo que erizaba todos mis pelos.

Y al fondo la iglesia de San Martín con su ruidoso reloj marcando las horas. Ese ruido periódico, constante, controlaba toda nuestra vida o, mejor dicho, nuestra existencia.

Me vienen a la memoria muchas imágenes de aquellos días aunque algo me dice que no volverán a repetirse. Me entristece pensar que habiendo disfrutado mucho de la vida, del sol, del viento, de los pastos e incluso de las pertinaces moscas, sin embargo, no he sabido gozarlo en su momento. Por eso ahora me gustaría volver a empezar mi vida o, mejor dicho, mi existencia, para sentir con un placer de animal cada minuto, cada brizna de hierba, cada soplo de brisa, cada rayo de sol en invierno y cada primavera, sentir las gotas de agua fresca sobre mi morro, el reloj de San Martín cada hora y la quietud de esa existencia cómoda, sin esfuerzos ni preocupaciones.

Jamás hubiese pensado que pudiera haber un interés comercial detrás de tanto cuidado. Nunca pensé que aquellos hombres que se preocupaban tanto de que en nuestros comederos jamás faltase el grano y el pienso ni en nuestros bebederos el agua, que tan pronto como notaban cansados nuestros cuerpos nos miraban recelosos examinándonos la boca, los ojos, la temperatura de nuestro vientre y, si era preciso, nos inyectaban sustancias para hacernos reaccionar, que se ocupaban de mantener secos y con paja limpia nuestros lechos, pudiesen tener otro interés que el de cuidar a unos pobres animales indefensos como una madre cuida a sus crías. Pero ahora descubro que detrás de todo aquello se escondía una intención distinta a la que yo pude imaginar. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 13 de noviembre de 2023

"FUISTE ERES ELEGÍA". Un poema de la poeta estadounidense Mary Jo Bang

Frágil como un niño es frágil.
Destinado a no durar siempre.
Destinado a convertirse en otro
para la madre. Aquí estoy
sentada en una silla, pensando
en ti. Pensando
en cómo era
hablar contigo.
Cómo a veces era maravilloso
y otras veces horrible.
Cómo las drogas cuando había drogas
deshacían lo bueno casi por completo
pero no por completo
porque lo bueno siempre podía ser visto
brillar como brilla el lamé
en el escaparate de una tienda
llamada Las Cosas
Hermosas Nunca Duran Siempre.
Te amé. Te amo. Eras.
Y eres. La vida es experiencia.
Así de simple es todo. La experiencia es
la silla en que nos sentamos.
Sentarse. Pensar
en ti donde eres un vacío
que llenar
por la añoranza. Te amaba.
Te amo como amo
todas las cosas hermosas.
La auténtica belleza rara vez es auténtica.
Eras. Eres
en mayo. Mayo mirando
hacia junio que llega.
Así es como mido
el año. Todo Fue Culpa Mía
es el título de la canción
que he estado cantando.
Incluso cuando me pedías calma.
No he tenido calma alguna,
he estado llorando. Creo que tú
me has perdonado. Todavía me pones
la mano en el hombro
cuando lloro.
Gracias por eso. Y
por tu inefable sentido
de la continuidad. Eras. Eres
la cosa más brillante en el escaparate de la tienda,
lo más singular y hermoso que he visto en mi vida.

Hay libros y poemas que se graban en la memoria y se vuelve a ellos una y otra vez. Es lo que a mí me ocurre con el libro ‘Elegía’ de la poeta estadounidense Mary Jo Bang, un libro escrito a partir de la muerte de su hijo por una sobredosis, una muerte temida durante largo tiempo ya que era consciente del abismo en el que estaba cayendo. Mary Jo Bang escribió un libro perturbador en el que muestra el terrible dolor de una madre a través de poemas entrelazados que hablan de cómo fue su vida junto a él, de lo que pudo haber hecho y no hizo, de todas esas acciones que vistas después generan un afilado sentimiento de culpa. En el poema que comparto hoy, situado casi al final del libro, queda a pesar de todo un atisbo de consuelo, una luminosa memoria en la que refugiarse. (Un texto de Andrea Villarrubia Delgado)

domingo, 12 de noviembre de 2023

"INFIERNO". Un articuento de Juan José Millás (El País, NOV 2023)

Estaba viendo un programa concurso de la tele cuando descubrí entre los invitados a mi difunta madre. Me pareció que movía los labios y las manos como para decirme algo que no fui capaz de traducir porque la cámara volvió a enfocar enseguida a los concursantes. El programa duraba una hora, de modo que la distinguí en varias ocasiones, siempre así, de manera fugaz, a rachas. No conocía ese programa, pero me aficioné a él porque, además de mamá, a veces aparecían también otros muertos de la familia, con los que intercambiaba señales. Se lo comenté a un periodista amigo que me proporcionó un contacto con la cadena a fin de obtener un pase con el que acudir al programa y comprobar si lo que percibía desde casa era una alucinación.

Había una demanda enorme para participar como público, pero al cabo de un mes aceptaron mi solicitud. Tenía que presentarme en una plaza muy céntrica de Madrid, donde habían citado a los agraciados para conducirnos a los estudios, que se hallaban en las afueras. El autobús iba hasta arriba de gente de mi edad, salvo cuatro o cinco jóvenes solitarios. No vi a mi madre ni a ninguna otra persona de la familia, lo que me decepcionó un poco. Pensé que quizá había varios puntos de recogida o que ese día, precisamente, se habían quedado en casa (en la tumba, sería más propio decir). La atmósfera dentro del autocar era rara, no voy a decir que siniestra, pero casi.

Una vez en el plató, nos señalaron nuestros lugares y nos indicaron cuándo debíamos aplaudir, cuándo debíamos reírnos o cuándo debíamos permanecer callados. Al poco de comenzar el concurso, me pareció distinguir a mis hijos allá lejos, muy, muy lejos, al otro lado del objetivo de las cámaras, al otro lado de la vida, y tuve la certeza de que estaba muerto. Todos los invitados estábamos muertos y tal vez aquello era el infierno.

sábado, 11 de noviembre de 2023

"BRASAS DE AGOSTO". Un cuento de Luis Mateo Díez, Premio Cervantes 2023

Era don Severino. Tuve de golpe la certeza de que era él aunque algo raro desorientaba su rostro en la fugaz aparición medida en el instante que tardó en pasar ante el ventanal de la cafetería, a cuya vera estaba yo sentado con el periódico en la mano derecha y la copa en la izquierda.

La súbita emoción del reconocimiento me dejó paralizado, pero reaccioné enseguida. De pronto se agolparon los recuerdos y aquella inmóvil y aletargada tarde de agosto comenzaba a remover sus estancadas aguas.

Salí a la puerta de la cafetería y le observé caminar de espaldas, apenas unos segundos antes de llamarlo. En ese momento iba a dar la vuelta a la esquina y giró la cabeza con un sobresalto que llegó a paralizarlo.

Entonces supe que era definitivamente él, y que lo que desorientaba su rostro no era otra cosa que la calva galopante que había barrido su frente hacia las alturas, dejando dos abultados mechones en los laterales.

-¿Cervino? -comenzó a preguntar mientras se acercaba, tras un instante de desconcierto-. Eres Cervino -corroboró, contagiado por la sonrisa con que yo confirmaba su descubrimiento.

-Soy Cervino, don Seve -le dije, tomando entre las mías su mano temblorosa, que parecía dudar en tenderme. Y algo de aquel escurrido sudor del confesonario reverdeció en su palma como una huella cuaresmal.

Nos sentamos en la cafetería y hubo un largo momento en el que nos estuvimos requiriendo torpemente, con esas atropelladas informaciones de quienes todavía no superaron la sorpresa de un encuentro tan inesperado, incapacitados para retomar sin mayores dilaciones la antigua confianza que acaso el tiempo diluyó.

-Diez años -confirmaba don Severino, como si de repente hubiese tomado conciencia exacta de su ausencia. Y yo lo observaba, respetando los silencios en que se quedaba momentáneamente abstraído, viendo tras el ventanal la fuente esquilmada de la plaza, la lluvia de fuego que barría las aceras esparciendo las pavesas de polvo.

Había pedido un coñac con hielo, que era lo que yo tomaba, y me agradecía que le hubiese llamado: en realidad había sucumbido a la tentación de un regreso efímero, apenas unas horas entre un tren y otro tren, convencido de que nadie en la ciudad iba a reconocerlo, tal vez llevado por alguna de esas amargas nostalgias que son como espinas que hay que arrancar. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 10 de noviembre de 2023

"MIS MAESTROS". Un poema de José Agustín Goitisolo


El poeta José Agustín Goytisolo alude con amargura y con desprecio en «Mis maestros» a sus profesores del colegio en los años iniciales de la posguerra española y a los estragos del miedo en el ánimo de un niño solo, amordazado, casi sin aire (Carlos Lomas):

Aquellos hombres
predicaban miedo.
Miedo convulso
en la lección diaria;
oscuro miedo
por los corredores
entre esperma y latín
en la espantosa
composición exacta
de lugar: un niño
solo; mentido
y solo;
amordazado y
frío buceando
en el pozo:
arriba; arriba;
sin aire casi;
arriba; más aún
hasta alcanzar
el borde de la vida.

martes, 7 de noviembre de 2023

"BIBLIOTECAS HUMANAS". Una propuesta interesante

Gracias al impulso de Teresa Lopez Avedoy y Leandro Jacob, se acaba de publicar el librito (24 páginas) "Bibliotecas Humanas: un manual" descargable en http://eprints.rclis.org/44986/

En su formato impreso se vende al precio de un kilo de pan en la argentina Imprenta Rescate https://rescate.mitiendanube.com/.../bibliotecas-humanas.../

La intención de esta publicación es hacer circular la idea de la Biblioteca Humana, qué es, para qué sirve y cómo puede implementarse, en cualquier espacio y por cualquier grupo de personas. Lo único que tendrán todas en común es su sentido: promover el diálogo, reducir prejuicios y fomentar la comprensión mutua; aplicar la empatía como ejercicio y darle al libro una dimensión plenamente humana.

Que este manual aliente la creación de Bibliotecas Humanas y lo que éstas tienen para ofrecernos, es nuestro deseo. (Ramón Salaberría)

Desde AQUÍ también puedes acceder al manual

Página Web de Bibliotecas humanas

RECURSOS PARA LECTORES Y POTENCIALES ORGANIZADORES DE BH 

En YouTube están a disposición los videos de media docena de las Bibliotecas Humanas organizadas por Biblioteca Vasconcelos (subrayamos que no hay una sóla manera de organizar una Biblioteca Humana): Aquí los títulos para hacer la búsqueda:

lunes, 6 de noviembre de 2023

"SUEÑOS DE ROBOT". Un cuento de Isaac Asimov

—Anoche tuve un sueño —dijo LVX-1 con voz tranquila.
Susan Calvin no le respondió, pero su viejo rostro, surcado por las arrugas de la sabiduría y la experiencia, pareció sufrir una especie de cambio microscópico.
—¿Ha oído eso? —le preguntó Linda Rash con nerviosismo—. Ya se lo había dicho.
Era morena, joven y no muy alta. Su mano derecha se abría y se cerraba, una y otra vez.
Calvin asintió.
—Elvex, no te moverás, ni hablarás, ni nos oirás hasta que yo vuelva a pronunciar tu nombre —dijo en tono mesurado.
No hubo respuesta alguna. El robot permaneció inmóvil como si no fuera más que un bloque de metal y así permanecería hasta que oyera otra vez su nombre.
—¿Cuál es su código de entrada al ordenador, doctora Rash? —dijo Calvin—. Si se siente más cómoda, tecléelo usted misma. Quiero inspeccionar la disposición del cerebro positrónico.
Las manos de Linda manipularon torpemente las teclas durante un segundo. Tuvo que borrar lo que había marcado y empezar de nuevo. La imagen apareció en la pantalla.
—Por favor, ¿me da su permiso para operar con su ordenador? —dijo Calvin.
El permiso le fue concedido con un gesto de cabeza. ¡Por supuesto! ¿Qué podía hacer Linda, una robopsicóloga nueva y carente de experiencia, enfrentada a la Leyenda Viviente?
Susan Calvin estudió lentamente la pantalla mientras variaba el enfoque. De pronto sus dedos teclearon con tal rapidez que Linda no logró ver qué había hecho, pero la imagen había cambiado para contener ahora, ampliada, sólo una porción de la imagen anterior. Los viejos dedos nudosos de Susan Calvin siguieron moviéndose sobre las teclas.
En su rostro de anciana no hubo el menor cambio. Sus ojos contemplaban las variaciones de la imagen como si su mente estuviera concentrada en una interminable serie de cálculos.
Linda no entendía nada. Era imposible analizar la imagen sin tener, como mínimo, un ordenador manual al lado, pero la Vieja se limitaba a mirarla. ¿Tenía acaso un ordenador implantado en el cráneo? ¿O era sólo que su cerebro llevaba ya décadas sin hacer nada que no fuera diseñar, estudiar y analizar las posibles modulaciones de un cerebro positrónico? ¿Era capaz de aprehender esa imagen al igual que Mozart comprendía las notas de una sinfonía?
—¿Qué ha hecho, Rash? —dijo finalmente Calvin.
—Utilicé la geometría fractal —dijo Linda, algo cohibida.
—Eso ya lo había supuesto. Pero ¿por qué?
—Jamás se había hecho. Pensé que con ello se produciría un cerebro de mayor complejidad, posiblemente más cercano al de un ser humano.
—¿Consultó con alguien? ¿Fue todo cosa suya?
—No consulté con nadie. Fue cosa mía.
Los mortecinos ojos de Calvin se clavaron largo tiempo en la joven. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 5 de noviembre de 2023

"HISTORIA DE UNA HORA". Un cuento de Kate Chopin.

Sabiendo que la señora Mallard padecía de problemas del corazón, se tomaron muchas precauciones para trasmitirle, de la forma más suave posible, la noticia de que su marido había muerto.

Se lo dijo su hermana Josephine con frases entrecortadas e insinuaciones opacas que revelaban y ocultaban a medias. Richards, el amigo de su marido, también se encontraba allí, junto a ella. Fue él quien había estado en la redacción del periódico cuando llegó la noticia del accidente ferroviario, cuya lista de “víctimas” encabezaba Brently Mallard. Esperó tan solo a que la veracidad de esta fuera corroborada por un segundo telegrama y se apresuró para evitar que otro amigo menos cuidadoso y cariñoso fuera el portador de tan triste mensaje.

Ella no escuchó la historia como lo han hecho muchas otras mujeres, con una incapacidad paralizante para aceptar su significado. Rompió a llorar de inmediato en los brazos de su hermana, con un repentino y salvaje abandono. Cuando la tormenta de dolor amainó se retiró sola a su habitación. No permitió que nadie la siguiera.

Frente a la ventana abierta había un cómodo y espacioso sillón. Se hundió en él, presa de un agotamiento físico que inmovilizó su cuerpo y parecía querer alcanzar su alma.

En la plaza que había frente a su casa podía ver las copas de los árboles temblando ante la reciente llegada de la primavera. En el aire flotaba un delicioso aroma de lluvia. En la calle, un vendedor ambulante anunciaba su mercancía. Las notas de una melodía lejana que alguien estaba cantando llegaron levemente a sus oídos y multitud de gorriones trinaban en los aleros.

Aquí y allá podían verse retazos de cielo azulado entre las nubes que chocaban entre sí y se apilaban en el poniente.

Se sentó con la cabeza hacia atrás, apoyada en el cojín del sillón, quieta excepto cuando un sollozo trepaba por su garganta y la sacudía, como si fuera una niña que ha llorado hasta quedarse dormida y prosigue su llanto entre sueños.

Era una mujer joven, con un bello y calmado rostro y unas facciones que dejaban entrever contención e incluso cierto temperamento. Sin embargo, sus ojos carecían de brillo en aquellos momentos, su mirada clavada en la lejanía, en uno de aquellos retazos de cielo azulado. No era una mirada reflexiva, sino que indicaba la suspensión de cualquier pensamiento inteligente.

Algo iba a sobrevenirle y estaba esperándolo con temor. ¿Qué sería? Lo desconocía, pues era demasiado sutil y esquivo para ponerle nombre. Pero lo sentía aparecer furtivamente del cielo para alcanzarla a través de los sonidos, los aromas y el color que impregnaban la atmósfera.

Entonces, su pecho comenzó a subir y bajar agitadamente. Empezaba a reconocer esta cosa que se disponía a poseerla y luchaba con toda su voluntad para rechazarla, con tan poca fuerza como si lo hiciera con sus blancas y delgadas manos.

Cuando se dejó llevar, una palabrita susurrada escapó de sus labios entrecerrados. La murmuró una y otra vez:

—¡Libre, libre, libre!

La mirada vacía y la expresión de terror abandonaron su rostro. Sus ojos permanecieron despiertos y brillantes. Su pulso latía aceleradamente y el flujo de su sangre templaba y sosegaba cada centímetro de su cuerpo.

No se detuvo a preguntarse si la alegría por la que había sido invadida era o no monstruosa. Una percepción clara y exaltada le permitió descartar esa idea por su trivialidad.

Era consciente de que volvería a llorar cuando viera sus manos bondadosas y tiernas cruzadas en la postura de la muerte, su rostro que siempre la había mirado con amor ahora petrificado, gris, muerto. Pero, más allá de aquel amargo momento, pudo ver la larga procesión de años venideros que le pertenecerían únicamente a ella. Extendió los brazos abiertos hacia ellos para darles la bienvenida.

No habría nadie a quien dedicar su vida en los siguientes años, viviría para sí misma. No habría una voluntad poderosa que doblegase la suya con esa insistencia con la que los hombres y las mujeres creen que tienen derecho a imponer su propia voluntad sobre sus semejantes. Que la intención fuera buena o cruel no hacía que el crimen fuese menor, tal y como lo veía ella en ese momento de clarividencia.

No obstante, lo había amado. A veces. A menudo no. ¡Qué importaba! ¡Qué sentido tenía el amor, ese misterio sin resolver, frente a esa energía que de pronto reconocía como el impulso más poderoso de su ser!

—¡Libre! ¡Libre en cuerpo y alma! —continuó susurrando.

Josephine estaba arrodillada ante la puerta cerrada, con los labios contra la cerradura, implorando que la dejara pasar.

—¡Louise, abre la puerta! Te lo ruego, abre la puerta. Vas a ponerte enferma. ¿Qué estás haciendo, Louise? ¡Por todos los cielos, abre la puerta!

—Márchate. No voy a ponerme enferma.

No lo haría, pues bebía del elixir de la vida a través de la ventana abierta.

Su imaginación corría desbocada por todos aquellos días que tenía por delante. Días primaverales y días estivales, y todo tipo de días que serían únicamente suyos. Rezó en voz baja para que su vida fuera larga. Y pensar que ayer sentía escalofríos al pensar que la vida podía ser larga.

Se puso en pie y abrió la puerta ante la insistencia de su hermana. Había un triunfo febril en su mirada y caminaba inconscientemente como una diosa de la Victoria. Cogió a su hermana por la cintura y juntas bajaron las escaleras. Richards las esperaba abajo.

Alguien estaba abriendo la puerta principal con una llave. El que entró era Brently Mallard, algo desaguisado tras el viaje, cargando con su maletín y su paraguas como si tal cosa. Había estado lejos del lugar del accidente, de hecho ni siquiera sabía que este había acontecido. Permaneció de pie, sorprendido ante el desgarrador grito de Josephine y el movimiento rápido de Richards para ocultarle y que su esposa no le viera.

Pero Richards no había sido lo suficientemente rápido.

Cuando llegaron los médicos dijeron que había muerto de una enfermedad del corazón: la alegría que mata.

FIN

“The Story of an Hour”, Vogue 1894

NOTA: La norteamericana Kate Chopin (1850-1904) disfrutó de bastante éxito como cuentista en el siglo XIX. Pero en el 1899 publicó "El despertar", novela que fue rechazada por la sociedad de su época porque trataba la sexualidad femenina y la maternidad de manera que consideraban "escandalosa". Murió olvidada en el 1904, pero fue redescubierta a partir de 1970. El cuento breve "Historia de una hora" (1894), versa sobre una joven esposa a quien le anuncian que su marido ha muerto.

"CUANDO LA PUERTA RECUERDA". Un poema de Hamid Tibouchi (Argelia, 1951)

Ilustración de Leticia Ruifernández
Cuando la puerta recuerda
cuando la mesa recuerda
cuando la silla el armario el aparador la ventana
recuerdan
cuando recuerdan intensamente sus raíces
sus savias
sus hojas
sus ramas
todo lo que en ellos habitaba
los nidos y las canciones
las ardillas y los monos
la nieve y el viento
— un escalofrío recorre la casa
que vuelve a ser bosque
entonces solo oigo el manantial que fluye
y un fuego arde en torno a mí
para calentar mi noche helada
de viajero perdido.


sábado, 4 de noviembre de 2023

"LA LECTURA, LAS BIBLIOTECAS Y LOS BIBLIOTECARIOS". Texto íntegro de la conferencia de Neil Gaiman pronunciada el 14 de octubre de 2013 en el Barbican (Londres), bajo el auspicio de The Reading Agency. Traducción de Ellen Duthie para Lo leemos así.

Es importante que la gente te diga de qué lado está y por qué, y si cabe la posibilidad de que puedan ser parciales. Así que voy a empezar hablándoos de lectura. Os voy a contar que las bibliotecas son importantes. Voy a sugerir que leer obras de ficción, leer por placer, es una de las cosas más importantes que uno puede hacer. Voy a hacer una apasionada súplica para que las personas comprendan qué son las bibliotecas y qué son los bibliotecarios, y para qué se conservan ambas cosas. Soy parcial, evidente y enormemente parcial: soy autor y, muchas veces, autor de ficción. Escribo para niños y para adultos. Desde hace unos 30 años me he estado ganando la vida mediante las palabras, principalmente inventándome cosas y escribiéndolas. Es obvio que es de mi interés que la gente lea, que lea ficción, que existan bibliotecas y bibliotecarios y que se ayude a infundir un amor por la lectura y por los lugares en los que puede darse la lectura.

Así que, como escritor que soy, soy parcial. Pero soy muchísimo, muchísimo más parcial como lector. Y como ciudadano británico, más parcial todavía.

Y aquí me tenéis pronunciando esta conferencia esta noche, bajo el auspicio de The Reading Agency, una organización sin ánimo de lucro cuya misión es proporcionar a todo el mundo igualdad de oportunidades en la vida, ayudándoles a convertirse en lectores entusiastas y seguros de sí mismos. Es una organización que apoya programas de competencia lectora, bibliotecas e individuos y fomenta de forma clara y apasionada el acto de la lectura. Porque, según nos cuentan, cuando leemos, todo cambia.

Esta tarde voy a hablar sobre ese cambio y sobre el acto de la lectura. Quiero hablar de lo que hace la lectura, de para qué sirve.

Una vez, asistí a una charla en Nueva York sobre la construcción de cárceles privadas, una industria de gran proyección en América. El sector carcelario tiene que hacer previsiones para su futuro crecimiento: ¿Cuántas celdas van a necesitar? ¿Cuántos prisioneros habrá dentro de 15 años? Y vieron que lo podían predecir con mucha facilidad, aplicando un algoritmo bastante sencillito, basado en la pregunta de cuántas personas de 10 y 11 años no sabían leer. (Y mucho menos leer por placer).

No es una relación sencilla. No podemos decir que una sociedad competente en lectura no tiene criminalidad. Pero las correlaciones son muy reales. Y pienso que algunas de esas correlaciones, las más sencillas, provienen de algo muy sencillo. La gente con buen nivel de competencia lectora lee ficción. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 3 de noviembre de 2023

Retomando mi ESTANTERÍA VIRTUAL

Hace años, sobre el 2006 o 2007 inicié una estantería virtual. En 2012 la abandoné por distintas razone. Hoy es el día en que he decido volver a ponerla en funcionamiento. En ella hay, de momento, 500 libros etiquetados y, en su mayoría, etiquetados y comentados. Los dos primeros libros de esta nueva etapa han sido: Poética, de Aristóteles y "Cuentos de Amor, de Locura y de Muerte, de Horacio Quiroga. Si quieres acceder a ella y salsear en los libros que guarda hazlo desde aquí.

"EL BARRENDERO DE SUEÑOS". Un cuento de Neil Gaiman

Cuando se han acabado los sueños, cuando te has despertado y has dejado el mundo de locura y gloria por el yugo mundano y diurno, a través de los escombros de tus fantasías abandonadas camina el barrendero de sueños.

¿Quién sabe lo que era cuando estaba vivo? O si, en realidad, estuvo vivo alguna vez. Seguro que no contestará tus preguntas. El barrendero habla poco, con su voz áspera y gris, y, cuando habla, es más que nada sobre el tiempo y las perspectivas, victorias y derrotas de ciertos equipos deportivos. Desprecia a todo el que no es él.

Justo cuando te despiertas viene a ti y barre y recoge reinados y castillos, y ángeles y búhos, montañas y océanos. Barre la lujuria y el amor y los amantes, los sabios que no son mariposas, las flores de carne, el correr de los ciervos y el hundimiento del Lusitania. Barre y recoge todo lo que dejaste en tus sueños, la vida que llevabas puesta, los ojos por los que mirabas, el examen que nunca pudiste encontrar. Uno a uno los barre: la mujer de dientes afilados que te hundió los dientes en la cara; las monjas de los bosques; el brazo muerto que salió del agua tibia del baño; los gusanos escarlata que te recorrían el pecho cuando te abriste la camisa.

Lo barrerá y lo recogerá: todo lo que dejaste al despertar. Luego, lo quemará, para dejar el escenario limpio para tus sueños de mañana.

Trátale bien, si le ves. Sé educado con él. No le hagas preguntas. Aplaude las victorias de sus equipos, dile cuánto sientes sus derrotas, dale la razón respecto al tiempo. Tenle el respeto que él opina que se le debe.

Porque hay personas a las que ya no visita, el barrendero de sueños, con sus cigarrillos liados a mano y su dragón tatuado.

Las has visto. Les tiembla la boca y sus ojos miran fijamente, y farfullan y lloriquean y gimotean. Algunos recorren las ciudades vestidos con andrajos, sus pertenencias bajo los brazos. Otros están encerrados en la oscuridad, en lugares donde ya no pueden hacer daño, ni a ellos mismos ni a otros. No están locos, o mejor dicho la pérdida del juicio es el menor de sus problemas. Es peor que la locura. Te lo dirán, si les dejas: son los que viven, cada día, en los escombros de sus sueños.

Y si el barrendero de sueños te abandona, nunca volverá.

FIN

miércoles, 1 de noviembre de 2023

"CEMENTERIO". Un poema de Francisca Aguirre

Tiene también la sangre sus revoluciones,
sus líderes y demagogos
que arengan al pueblo de las ansias
congregado en el corazón.
Tiene también la sangre sus masacres
—en nombre de oscurísimas razones—,
en las que mueren tantos inocentes:
los de pequeña voz, los tímidos
que no saben exponer sus deseos;
menos aún, imponerlos.
Mueren entre las venas, y de manera irrevocable,
lo mismo que acontece entre la historia.
Muere toda una grey de tristes oprimidos, pero
en la espantosa servidumbre del reemplazo
sucumben a su vez los opresores
sin que exista un recodo, un breve hueco
en que dejar sobre una lápida
constancia de su paso.
En la anónima fosa de la sangre
yacen mezclados víctimas y verdugos;
y en las terribles horas de la comprensión
qué imposible resulta distinguir
del corrompido olor de la esperanza degollada
el agrio aroma de sus asesinos.

"LA REBELDÍA DEL MAR". Un artículo del poeta Luis García Montero (infoLibre.14 de octubre de 2023)

El mar siempre es un buen compañero de conversación. Cuando uno vive la suerte de pasear junto a una orilla, acaban desnudándose ante nuestros ojos aquellas cosas que tienen cuerpo, por muy envejecido que su cuerpo esté. Se gana mucho cuando uno aprende a perder el tiempo. Hablo, claro está, del mar de los paseantes en la orilla, de los que utilizan un puente para salir de sus afanes diarios, no del mar trabajoso de los barcos de pesca, ni de los portaviones bélicos, ni de las pateras, que no navegan para escucharse a ellos mismos, sino para negociar con la realidad.

Las olas del mar me traen siempre la voz de mi padre, algo teatral y emocionada, leyendo en alto “La canción del pirata” de Espronceda. Cerca de su butaca, esperaba el tomo de Las mil mejores poesías de la lengua castellana, y en cuanto encontraba la ocasión propicia nos leía historias en verso, poemas tradicionales con planteamiento, nudo y desenlace. La poesía jugó para mí el papel de los cuentos infantiles. Caperucitas y Blancanieves se vieron sustituidas por un castellano leal que prefería quemar su castillo a convivir con las traiciones de una estirpe desleal, un hombre maduro y desencantado de la vida que volvía a enamorarse en un vagón de tren o un niño pobre que se ganaba el pan vendiendo periódicos por la calle. Entre el Duque de Rivas, Campoamor o Carlos Roxlo, las rimas de Espronceda aparecían una y otra vez para hablar de la libertad y del arrojo de un pirata que, con desparpajo de niño rebelde, se sentía dueño del mundo del uno al otro confín. Yo no recuerdo la primera vez que vi el mar, pero sí la primera vez que oí en la voz de mi padre “La canción del pirata”.

El vértigo romántico hace tiempo que dejó de interesarme. No se puede de manera ingenua oponer la libertad al poder y al orden, porque sólo un orden justo puede asegurar una libertad respetable que no se confunda con la ley del más fuerte. Pero sigo celebrando el orgullo lírico que no aceptaba el yugo del esclavo, aunque sepa que sacudirlo supone un riesgo inmediato. ¿Y la vida? Por perdida ya la di, cuando el yugo del esclavo, como un bravo sacudí.

El ser humano es un ser mortal, que necesita la memoria precisamente porque está llamado a desaparecer. También lo escribió Jorge Manrique al aceptar que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir. Y avisó: no se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera. El mar avisa, es una conversación que nos invita a pensar en dirección contraria a la rutina, porque nos enseña a mirar e imaginar lo que hay más allá de las superficies, dentro del agua y de las palabras. En muchas palabras caben tantos siglos de historia y tantos brotes de vida o de muerte como en el mar.

De Las mil mejores poesías pasé a Federico García Lorca en un azar seguro que fue decidiendo mi destino. Los seis hijos varones que intentaba sosegar mi madre suponían un peligro para las sillas, las butacas, las mesas y los floreros de la casa. Todo acababa cojeando, como los piratas más literarios, por culpa de las travesuras de unos salvajes de barrio. Por eso mis padres cerraron una habitación, el salón de las visitas, para recibir con decencia a mis abuelos o a los amigos que se acercaban a compartir una tarde de sábado. En ese salón de las visitas, espacio sagrado, estaba la biblioteca en la que encontré un libro encuadernado en piel y editado por Aguilar en papel biblia. Eran las obras completas de Federico García Lorca. Algunas canciones del poeta granadino, muerto 22 años antes de que yo naciera, me enseñaron a preguntarme lo que cabe en palabras como amor, camino, luna, estanque y mar, y me llevaron hacia un espejo para mirarme y observar cómo se camina con pata de palo.

La vida, entre otras cosas, es una costumbre de desaparición. Los seres mortales aprendemos a pasear y, si somos capaces de hacernos dueños de nosotros mismos, a responder del camino elegido y de la dignidad de cada paso. Las olas del mar no son un ruido, sino una conversación que conserva las herencias del pasado porque sabe cambiar con los años. En busca del buen viento y el mejor rumbo, no se trata de permanecer inmutables, sino de responder con decencia en cada época, profundizando el sentido de las épocas y los pasos anteriores. Para los que quieren taparse la cara con pañuelos y los que se agitan en un caliente bramido, Federico García Lorca escribió este verso: “Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!”.