sábado, 30 de abril de 2022

"EL CABALLO DE CARTÓN". Un cuento de Arturo Pérez Reverte.

Es uno de mis más antiguos y tristes recuerdos. Tenía cinco años cuando lo vi en el escaparate de la juguetería junto al equipo de sheriff, el mecano, los juegos reunidos Geyper, el autobús de hojalata con pasajeros pintados en las ventanillas: juguetes que a menudo exigían complicidad y esfuerzo, y de los que no te despegabas hasta los reyes siguientes. Incluso para los niños afortunados –quince años después de la guerra civil no todos lo eran– había sólo uno o dos regalos por cabeza. Y si te portabas mal, carbón. Por lo demás, con imaginación, madera, alambre y latas vacías de conservas se improvisaban los mejores juguetes del mundo. En aquel tiempo, a las criaturas todavía no nos habían vuelto los adultos pequeños gilipollas cibernéticos. Todavía nos dejaban ser niños. Los enanos varones leíamos Hazañas Bélicas, matábamos comanches feroces y utilizábamos porteadores negros en los safaris sin ningún complejo, mientras las niñas eran felices jugando con muñecas, cocinitas y cuentos de la colección Azucena. Tal vez porque los adultos eran más socialmente incorrectos que ahora. Y en algún caso, menos imbéciles.

Pero les hablaba del caballo. En esa época, para un crío de cinco años, un caballo de cartón suponía la gloria. Aquél era un soberbio ejemplar con silla y bridas, las cuatro patas sobre un rectángulo de madera con ruedas; tan hermoso que me quedé pegado al cristal sin que mis abuelos, con quienes paseaba, lograran arrancarme de allí. Me fascinaban sus ojos grandes y oscuros, la boca abierta de la que salía el bocado de madera y tela, la crin y la cola pintadas de un color más claro, los estribos cromados. Era casi tan grande como los caballitos de la feria que cada Navidad se instalaba en el paseo del muelle, frente al puerto. Parecía que era de verdad, y que me esperaba. Cuando consiguieron alejarme del escaparate, corrí a casa y, con la letra experimental de quien llevaba un año haciendo palotes, escribí mi primera carta a los reyes magos.

Yo pertenecía al grupo de los niños con suerte: la madrugada del 6 de enero, el caballo apareció en el balcón. Esa mañana, en la glorieta, monté mi caballo de cartón ante las miradas, que yo creía asombradas, de otros niños que jugaban con sus regalos: triciclos, patinetes, espadas medievales, cascos de marciano, cochecitos con muñeco dentro, o la modesta muñeca de trapo y la más modesta pistola de madera y hojalata con corcho atado con un hilo. Ahora sé que algunas de esas miradas de niños y padres también eran tristes, pero eso entonces no podía imaginarlo; mi caballo era espléndido y en él cabalgaba yo, orgulloso, pistola de vaquero al cinto. Ni cuando, en otros reyes, tuve mi primera caja de soldados, la espada metálica del Cisne Negro, el casco de sargento de marines, la cantimplora de plástico y la ametralladora Thompson, fui tan feliz como aquella mañana apretando las piernas en los flancos de mi hermoso caballo de cartón.

Sólo pude disfrutarlo un día. Por la tarde jugué con él hasta el anochecer, en el balcón, y lo dejé allí, soñando con cabalgarlo de nuevo al día siguiente. Pero aquella noche llovió a cántaros, nadie se acordó del pobre caballo, y por la mañana, cuando abrí los postigos, encontré un amasijo de cartón mojado. Según me contaron más tarde, no lloré: estaba demasiado abrumado para eso. Permanecí inmóvil mirando los restos durante un rato largo, y luego di media vuelta en silencio y volví a mi habitación, donde me tumbé boca abajo en la cama. La verdad es que no recuerdo lágrimas, pero sí una angustiosa certeza de desolación, de desastre irrevocable, de tristeza infinita ante toda aquella felicidad arrebatada por el azar, por la mala suerte, por la imprevisión, por el Destino. Después con los años, he tenido unas cosas y he perdido otras. También, sin importar cuánto gane ahora o cuánto pierda, sé que perderé más, de golpe o poco a poco, hasta que un día acabe perdiéndolo todo. No me hago ilusiones: ya sé que son las reglas. Tengo canas en la barba y fantasmas en la memoria, he visto arder ciudades y bibliotecas, desvanecerse innumerables caballos de cartón propios y ajenos; y en cada ocasión me consoló el recuerdo de aquel despojo mojado. Quizá, después de todo, el niño tuvo mucha suerte esa mañana del 7 de enero de 1956, cuando aprendió, demasiado pronto, que vivimos bajo la lluvia y que los caballos de cartón no son eternos.

FIN

viernes, 29 de abril de 2022

"ASTURIAS". Un poema de Pedro Garfias escrito en 1937 en plena Gerra Civil y que se publicó por vez primera en el exilio dentro en su libro Poesías de la guerra española publicado en México en 1941 por Ediciones Minerva

La Revolución de Asturias, octubre de 1934
Represión de la Revolución de Asturias
Asturias si yo pudiera
si yo supiera cantarte...
Asturias verde de monte
y negra de minerales.

Yo soy un hombre del sur:
polvo, sol, fatiga y hambre,
hambre de paz y horizontes...
¡Hambre!

Bajo la piel resecada,
ríos sólidos de sangre
y el corazón asfixiado
sin venas para aliviarte.

Los ojos, ciegos los ojos
ciegos de tanto mirarte
sin verte, Asturias lejana,
hija de mi misma madre.

Dos veces, dos has tenido
ocasión para jugarte
la vida en una partida
y las dos te la jugaste.

¿Quién derribará ese árbol
de Asturias ya sin ramaje,
desnudo, seco, clavado
con su raíz entrañable.
que corre por toda España
crispándonos de coraje?

Mirad, obreros del mundo
su silueta recortarse
contra ese cielo impasible
vertical, inquebrantable,
firme sobre roca firme
herida, vibra su carne.

Millones de puños gritan
su cólera por los aires,
millones de corazones
golpean contra sus cárceles.

Prepara tu salto último,
lívida muerte cobarde,
prepara tu último salto,
que Asturias está aguardándote,
sola en mitad de la Tierra
hija de mi misma madre.




martes, 26 de abril de 2022

Paco Yunque. Un cuento del escritor peruano César Vallejo.

En un artículo de la revista Ìber Didáctica de las ciencias Sociales, Geografía e Historia (núm.82 - pp. 50-55 - enero 2016) he encontrado un interesante artículo de Sandra Ximena Delgado, Michelle Gautreaux y E. Waine Ross (Universidad de Columbia Británcia. Vancouver/Canadá), titulado "La literatura infantil como herramienta para enseñar cuestiones relativas al poder, la tiranía y la justicia social". En dicho artículo, una de las lecturas que se recomienda para trabajar los temas a los que hacer referencia el título del artículo es la titulada "Paco Yunque", del escritor peruano César Vallejo, que es el cuento que os propongo en esta entrada. Del mismo autor y en esta intencionalidad, destacan: El vencedor y El Tugnsteno. Ambos se pueden encontrar en los enlaces de la parte inferior de esta entrada.

PACO YUNQUE (César Vallejo)

Cuando Paco Yunque y su madre llegaron a la puerta del colegio, los niños estaban jugando en el patio. La madre le dejó y se fue. Paco, paso a paso, fue adelantándose al centro del patio,con su libro primero, su cuaderno y su lápiz. Paco estaba con miedo, porque era la primera vez que veía a un colegio; nunca había visto a tantos niños juntos.

Varios alumnos, pequeños como él, se le acercaron y Paco, cada vez más tímido, se pegó a la pared, y se puso colorado. ¡Qué listos eran todos esos chicos! ¡Qué desenvueltos! Como si estuviesen en su casa. Gritaban. Corrían. Reían hasta reventar. Saltaban. Se daban de puñetazos. Eso era un enredo.

Paco estaba también atolondrado porque en el campo no oyó nunca sonar tantas voces de personas a la vez. En el campo hablaba primero uno, después oro, después otro y después otro. A veces, oyó hablar hasta cuatro o cinco personas juntas. Era su padre, su madre, don José, el cojo Anselmo y la Tomasa. Eso no era ya voz de personas sino otro ruido. Muy diferente. Y ahora sí que esto del colegio era una bulla fuerte, de muchos. Paco estaba asordado.

Un niño rubio y gordo, vestido de blanco, le estaba hablando. Otro niño más chico, medio ronco y con blusa azul, también le hablaba. De diversos grupos se separaban los alumnos y venían a ver a Paco, haciéndole muchas preguntas. Pero Paco no podía oír nada por la gritería de los demás. Un niño trigueño, cara redonda y con una chaqueta verde muy ceñida en la cintura agarró a Paco por un brazo y quiso arrastrarlo. Pero Paco no se dejó. El trigueño volvió a agarrarlo con más fuerza y lo jaló. Paco se pegó más a la pared y se puso más colorado. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 25 de abril de 2022

"UNA SEÑAL OSCURA". Un poema de Santos Domínguez escrito para conmemorar el centenario del genocidio armenio, que se inició el 24 de abril de 1915

Obra del pintor armenio Jean Jansem 
albergada en el Museo del Genocidio Armenio de Erevan.
¿Quién puede asegurar que ha comprendido la sangre?

Novalis
Se notaba en algunos presagios desolados,
en ciertas madrugadas
que la luz invadía con su guadaña blanca
por sorpresa, como arden los campos enemigos,
con cuchillas de fuego y tizones de acero.

Se sabía que una tarde caliente sonarían
las campanas de muerte y el miedo a los olivos
en la noche sin sueño, ni amanecer ni luna,
que bajaría la sangre por las calles en cuesta
como un río sin canciones ni desembocadura.

Se sabía que el silencio sería la voz del pánico,
otra forma de muerte, otro modo del miedo:
el idioma común del muerto y los mortales
y una antigua costumbre de días sin cosecha.

Y la memoria intacta
mandaba con temblor de hoja en otoño,
con números ofidios,
una señal oscura y un soplo de aire helado.


domingo, 24 de abril de 2022

"LA TUMBA". Un poema de la lekeitiarra Miren Agur Meabe

Nací en Bilbao el 5 de junio de 1933y morí en Lekeitio el 28 de enero de 2002,
a la edad de sesenta y nueve años,
bastante joven, en tres meses.
Un cáncer de ovario se me llevó a traición.
Me puse amarilla, la piel me picaba.
Se me infló tanto el hígado
que hubieron de instalarme una sonda bajo el pecho
para expulsar el pus.
Me decían, por calmarme, que las manchas pardas
en el camisón eran de betadine.

Mis mayores valores fueron mi piel fina y mi carácter.
Aprendí a coser y a bordar:
iniciales en sábanas de hilo, vainicas en manteles.
Mi caligrafía era menuda; no obstante, los rabos finales
delataban la discreta energía de mi apellido.
De pequeña fui buena en Matemáticas.
Me enseñaron a imitar a mártires y santos.
Aunque no he sido una experta cocinera,
no tuve rival en croquetas, flanes y bizcochos.
Goberné una tienda de telas, ropa de hogar, varios.

De joven era flaca y plana
(por eso los muchachos no me pedían baile);
pero cuando di a luz mi leche fue abundante
(mis amigas, en cambio, biberón de pelargón).
Me habitué a apretar las piernas hasta el día de mi boda,
y a santiguarme con pasión
al recordar el juramento de Scarlett O’Hara.

Me casé de negro,
con ramo de azahar y mantilla de encaje.
Escogí a un marino;
de poco nos servía el sistema de Ogino.
Cada vez que volvía, nueva luna de miel.
Yo le enviaba al barco fotos dedicadas.
En todas dejó marcas de labios o de lágrimas.
Yo también le quería, con su genio del demonio.
A veces se enfadaba sin motivo, mierda.
Yo le abrazaba cuando se serenaba,
le pedía perdón. Cuánto le rogaba y cuánto lloraba
por él, por mí, sin saber bien la razón.

Mis dos partos me dejaron hemorroides de por vida.
Tuve un hijo; luego una hija.
A mi niño le quise dar lo mejor.
Le costó coger el pulso a sus asuntos. ¿Cómo andará ahora?
A mi niña la crié como se crían los sueños.
Fue fácil, menos cuando perdió un ojo
o en la época de todos sus abortos.
Las dos llorábamos, una a cada lado del teléfono.
Así y todo, pronto hallábamos consuelo,
yo en mis labores, ella en sus cuadernos.

Siempre tuve claros mis principios:
cuidar de los míos, mayores y menores;
cumplir las leyes del cielo y de la tierra;
anteponer la obligación a la devoción.
Las infusiones me ayudaban a dormir;
más adelante necesité pastillas.
¿Cuál es la recompensa de la mujer modelo?
Oro a manos llenas: espuma en las manos,
y, entre esa espuma, astillas.

Ahora estoy a oscuras. Soy un esqueleto
con traje de chaqueta y blusa de raso,
crucecita de madera en el enfaldo,
una rosa de fieltro y una espiga artificial,
los últimos regalos de aquel hospital.
Me taponaron narices y boca con áspero algodón.
Esta hija mía no callaba en los pésames,
por qué tantos detalles, tanta explicación,
siempre tan formal, siempre tan servicial.

Ahí arriba hay ángeles de granito,
lauburus esculpidos, coronas marchitas, ikurriñas.
La lluvia arrastra capullos de flores,
guijarros, siglas doradas, huellas.
Aquí abajo no hay nada.
Echo de menos las charlas con mi amiga,
mi tienda, los ronquidos de mi hombre, a mi hija.
No ver crecer a mi nieto ha sido mi castigo,
no poder oír jamás cómo me nombra «abuela».
A pesar de ello, no me quejo.
Esperando el alba, en paz descanso.

viernes, 22 de abril de 2022

"LA POESÍA". De Liliana Bodoc.

Recuerdo muy bien aquel mundo de agua donde empezó mi vida.

Lo recuerdo porque puedo imaginarlo, porque puedo conjeturarlo.

Ese mundo de agua, redondo y sin fondo, donde adquirí mi forma fue la metáfora primera que conocí.
Y el canal entre mi madre y yo, fue el primer verso.

Porque la poesía es una conjetura acerca de lo inefable. 

Un modo, quizás el único, de acercarse a las quimeras. 

 Recuerdo también el día en que mi madre se quedó parada a mis espaldas, mientras yo subía las escaleras de la mano de una mujer vestida con guardapolvo blanco. 

La mujer me dijo que no llorara, que iba a enseñarme a dibujar la letra m. 

Entonces, llegó de nuevo la poesía. 

Y entendí que el lenguaje puede ser la extensión del regazo materno. 

También recuerdo cuando ocurrió al revés, y fue mi propio vientre una metáfora de agua. 

Puedo recordar cuando yo fui la madre detenida a espaldas de mi niña. 

Aquella vez, regresó la poesía a explicarme los sentidos del tiempo. 

 Hoy recuerdo mi muerte. 

 Puedo recordarla porque puedo imaginarla, puedo conjeturarla. 

Si en ese trance consigo aceptar que es nuestro deber dejar sitio a los otros, entonces la muerte no será más que la mejor metáfora del amor."

jueves, 21 de abril de 2022

miércoles, 20 de abril de 2022

“A MARGARITA DEBAYLE”. Un poema de Rubén Darío.

Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento:

Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,

un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.

Una tarde, la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba
sin permiso de papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?».

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».

Y el rey clama: «¿No te he dicho
que el azul no hay que cortar?.
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!…
El Señor se va a enojar».

Y ella dice: «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».

Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: «En mis campiñas
esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».

Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

* * *

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.

martes, 19 de abril de 2022

"LA SEÑORITA JULIA". Un cuento de Amparo Dávila.

La señorita Julia, como la llamaban sus compañeros de oficina, llevaba más de un mes sin dormir, lo cual empezaba a dejarle huellas. Las mejillas habían perdido aquel tono rosado que Julia conservaba, a pesar de los años, como resultado de una vida sana, metódica y tranquila. Tenía grandes y profundas ojeras y la ropa se le notaba floja. Y sus compañeros habían observado, con bastante alarma, que la memoria de la señorita Julia no era como antes. Olvidaba cosas, sufría frecuentes distracciones y lo que más les preocupaba era verla sentada, ante su escritorio, cabeceando, a punto casi de quedarse dormida. Ella que siempre estaba fresca y activa. Su trabajo había sido hasta entonces eficiente y digno de todo elogio. En la oficina empezaron a hacer conjeturas. Les resultaba inexplicable aquel cambio. La señorita Julia era una de esas muchachas de conducta intachable y todos lo sabían. Su vida podía tomarse como ejemplo de moderación y rectitud. Desde que sus hermanas menores se habían casado. Julia vivía sola en la casa que los padres les habían dejado al morir. Ella la tenía arreglada con buen gusto y escrupulosamente limpia, por lo que resultaba un sitio agradable, no obstante ser una casa vieja. Todo allí era tratado con cuidado y cariño. El menor detalle delataba el fino espíritu de Julia, quien gustaba de la música y los buenos libros: la poesía de Shelley y la de Keats, los Sonetos del Portugués y las novelas de las hermanas Brontë. Ella misma se preparaba los alimentos y limpiaba la casa con verdadero agrado. Siempre se la veía pulcra; vestida con sencillez y propiedad. Debió de haber sido bella; aún conservaba una tez fresca y aquella tranquila y dulce mirada que le daba un aspecto de infinita bondad. Desde hacía algún tiempo estaba comprometida con el señor De Luna, contador de la empresa, quien la acompañaba todas las tardes desde la oficina hasta su casa. Algunas veces se quedaba a tomar un café y a oír música, mientras la señorita Julia tejía algún suéter para sus sobrinos. Cuando había un buen concierto asistían juntos; todos los domingos iban a misa y, a la salida, a tomar helados o pasear por el bosque. Después Julia comía con sus hermanas y sobrinos; por la tarde jugaban canasta uruguaya y tomaban el té. Al oscurecer Julia volvía a su casa muy satisfecha. Revisaba su ropa y se prendía los rizos.

Hacía más de un mes que Julia no dormía. Una noche la había despertado un ruido extraño como de pequeñas patadas y carreras ligeras. Encendió la luz y buscó por toda la casa, sin encontrar nada. Trató de volver a dormirse y no pudo conseguirlo. A la noche siguiente sucedió lo mismo, y así, día tras día... Apenas comenzaba a dormirse cuando el ruido la despertaba. La pobre Julia no podía más. Diariamente revisaba la casa de arriba abajo sin encontrar ningún rastro. Como la duela de los pisos era bastante vieja, Julia pensó que a lo mejor estaba llena de ratas, y eran éstas las que la despertaban noche a noche. Contrató entonces a un hombre para que tapara todos los orificios de la casa, no sin antes introducir en los agujeros un raticida. Tuvo que pagar por este trabajo 60 pesos, lo cual le pareció bastante caro. Esa noche se acostó satisfecha pensando que había ya puesto fin a aquella tortura. Le molestaba mucho, sin embargo, haber tenido que hacer aquel gasto, pero se repitió muchas veces que no era posible seguir en vela ni un día más. Estaba durmiendo plácidamente cuando el tan conocido ruido la despertó. Fácil es imaginar la desilusión de la señorita Julia. Como de costumbre revisó la casa sin resultado. Desesperada se dejó caer en un viejo sillón de descanso y rompió a llorar. Allí vio amanecer... CONTINUAR LEYENDO


lunes, 18 de abril de 2022

Modos de ver, un tributo a John Berger. Por Oskar González, profesor en la facultad de Ciencia y Tecnología y en la facultad de Bellas Artes de la UPV/EHU.

2016 será recordado por la cantidad de vidas de grandes artistas que se cobró. Su sucesor no empezó mucho mejor y, al segundo día, se llevó a John Berger. Vale, no suena tan mediático como Cohen o Bowie, pero se trata de una de las figuras más influyentes en el mundo del arte del siglo XX. Aunque, he de admitir que ese nombre no me era familiar hasta que el año pasado conocí la iniciativa Mirar al Arte (#MA140) de Miquel del Pozo, un regalo para quienes somos neófitos en ese mundo. Mi primer contacto directo con la obra de John Berger se remonta a hace tan solo un par de semanas, cuando tras la noticia de su muerte empecé a indagar sobre su trabajo. Así, di con una joya llamada Ways of seeing (traducido al español como Modos de ver), una serie de cuatro capítulos grabados por la BBC en un lejano 1972 y que, sin embargo, ha sobrevivido a lo efímero. Berger es el presentador del programa y nos habla sobre arte de una manera diferente y entusiasta, consiguiendo que, pese a que hayan pasado 45 años desde su emisión, el mensaje guarde su frescura (no podemos decir lo mismo de su ropa y de los medios técnicos de que disponía). CONTINUAR LEYENDO
Fuente: Cuaderno de Cultura Científica


jueves, 14 de abril de 2022

El hombrecito vestido de gris. Un cuento de Fernando Alonso

Antes, o después de leer el cuento, es recomendable leer el artículo de Juan Cervera Borrás: La literatura infantil en la construcción de la conciencia del niño. Un  texto muy interesante y en el que hace referencia al cuento citado: 

En realidad se trata de una literatura más desmitificadora que concienciadora, aunque, a veces, sea ésta su intención manifiesta. Se destruye lo que se considera mito e instrumento de alienación, pero en su lugar no se coloca nada, sobre todo cuando se trata de literatura infantil. Así sucede, por ejemplo, en El hombrecito vestido de gris, de Fernando Alonso, duro alegato contra el final feliz”.

EL HOMBRECITO VESTIDO DE GRIS

Había una vez un hombre que siempre iba vestido de gris. 
Tenía un traje gris, tenía un sombrero gris, tenía una corbata gris y un bigotito gris. 
El hombrecito vestido de gris hacía cada día las mismas cosas. 
Se levantaba al son del despertador. 
Al son de la radio, hacía un poco de gimnasia. 
Tomaba una ducha, que siempre estaba bastante fría; tomaba el desayuno, que siempre estaba bastante caliente; tomaba el autobús, que siempre estaba bastante lleno; y leía el periódico, que siempre decía las mismas cosas. 
Y, todos los días, a la misma hora, se sentaba en su mesa de la oficina. 
A la misma hora. 
Ni un minuto más, ni un minuto menos. 
Todos los días, igual. 
El despertador tenía cada mañana el mismo zumbido. 
Y esto le anunciaba que el día que amanecía era exactamente igual que el anterior. 
Por eso, nuestro hombrecito del traje gris, tenía también la mirada de color gris. 
Pero nuestro hombre era gris sólo por fuera. 
Hacia adentro... ¡un verdadero arco iris! 
El hombrecito soñaba con ser cantante de ópera. 
Famoso. 
Entonces, llevaría trajes de color rojo, azul, amarillo... trajes brillantes y luminosos. 
Cuando pensaba aquellas cosas, el hombrecito se emocionaba. 
Se le hinchaba el pecho de notas musicales, parecía que le iba a estallar. 
Tenía que correr a la terraza y... 
-¡Laaa-lala la la la laaa...! 
El canto que llenaba sus pulmones volaba hasta las nubes. 
Pero nadie comprendía a nuestro hombre. 
Nadie apreciaba su arte. 
Los vecinos que regaban las plantas, como sin darse cuenta, le echaban una rociada con la regadera. 
Y el hombrecito vestido de gris entraba en su casa, calado hasta los huesos. CONTINUAR LEYENDO

miércoles, 13 de abril de 2022

"QUÉ BLANCA MÁS BONITA SOY". Un texto sobre la esclavitud de Dolf Verroen


Sin grandes complicaciones literarias, pero de gran profundidad en el análisis y el planteamiento, ‘Qué blanca más bonita soy’, de Dolf Verroen, es un libro con una carga emotiva y moral enorme, que afronta de manera sorprendente la facilidad con la que aceptamos los privilegios que tenemos sin pararnos a pensar que muchas veces son obscenos. El reconocido escritor holandés lleva al lector a los tiempos de la esclavitud en una de las antiguas colonias holandesas en el Pacífico donde una rica niña blanca recibirá como regalo en su duodécimo cumpleaños un niño negro, un esclavo.

domingo, 10 de abril de 2022

"AMELIA. HISTORIA DE UNA LUCHA". Un cómic de Amelia Tiganus, Alicia Palmer y Roberto García (Serendipia, 2021)


Tras las luces roas de neón y la diversión de algunos, o muchos, hombres, se esconde una realidad de esclavitud de mujeres bajo el látigo de un negocio de proxenetas. Este cómic, en sintonía con las propuestas de abolición de la prostitución, está basado en una historia real, desde la óptica de Amelia Tiganus, como uno de los rostros comprometidos con la abolición de la prostitución.

El cómic está inspirado en la experiencia vital de la propia Amelia Tiganus.

Durante las dos últimas décadas, debido a la globalización y el rearme ante los avances del feminismo, se ha producido un incremento del comercio sexual ligado a la trata de personas con multas de explotación de las mismas. Como consecuencia de esta realidad, es necesario incidir en la sensibilización social sobre el problema de la prostitución, sinónimo de esclavitud sexual. Y es que, sin importar el lugar en el que se producirá, el daño que causará en los cuerpos y en las vidas de las mujeres obligadas a venderse como esclavas sexuales es idéntico.

Además, la existencia del sistema prostitucional es un obstáculo fundamental para conseguir la igualdad entre mujeres y hombres y, con ello, una sociedad democrática.

"LA PASIÓN GRIEGA". Un poema del portugués Herberto Helder

He leído en algún lugar que los antiguos griegos no escribían necrológicas,
cuando alguien moría apenas preguntaban:
¿tenía pasión?
cuando alguien muere yo también quiero saber de la calidad de su pasión:
si tenía pasión por las cosas generales,
agua,
música,
por el talento de algunas palabras para moverse en el caos,
por el cuerpo salvado de sus precipicios con destino a la gloria,
pasión por la pasión,
¿tenía?
y entonces indago en mí si yo mismo albergo pasión,
si puedo morir griegamente,
¿qué pasión?
los grandes animales salvajes se extinguen en la tierra,
los grandes poemas desaparecen en las grandes lenguas que desaparecen,
hombres y mujeres pierden el aura
en la usura,
en la política,
en el comercio,
en la industria,
dedos conexos, hay dedos que inspiran a los objetos la espera,
trémulos objetos entrando y saliendo
de los diez tan escasos dedos para tantos
objetos del mundo
y lo que así hay en el mundo que responda a la pregunta griega,
se puede mantener la pasión con la fruta comida aún viva,
y hacer después con sal gorda una canción curtida por las cicatrices,
palabra soplada a qué horno con qué fuelle,
que alguien preguntase: ¿tenía pasión?
alejen de mí la pimienta del reino, el jengibre, el clavo de la india,
pongan muy alta la música y que yo baile
fluido, interminable,
sostenido por toda la luz antigua y moderna,
los ciegos, los templados, ah no, que al menos me encontrase la pasión
y me perdiese en ella
la pasión griega.

viernes, 8 de abril de 2022

El monólogo sobre las diferencias entre educar a niños y adolescentes. Carles Capdevilla.

Una charla del periodista y divulgador Carles Capdevila revive en la red gracias al sentido del humor con el que concibe la paternidad y la crianza


Carles Capdevila es el director del diario catalán Ara y también padre de cuatro hijos. Cualidad personal que no destacaría en su currículo profesional si no fuera porque con sus charlas sobre la paternidad y la crianza, sustentadas en el humor, se ha convertido en uno de los divulgadores más populares de España. Su última ponencia sobre la educación de niños y adolescentes presentanda en el congreso Gestionando hijos, celebrado en Barcelona el pasado julio, ha revivido en la red dos meses después. Su monólogo acumula más de medio millón de reproducciones en YouTube, con un despunte a partir de mediados de septiembre cuando empezó a viralizarse a través de Facebook donde los visionados superan el millón y medio.


miércoles, 6 de abril de 2022

"LA LETRA INVISIBLE DE UN CRIMEN. ABUSO SEXUAL Y LITERATURA INFANTO-JUVENIL (LIJ) por Graciela Bialet




Breve contextualización de la problemática del abuso sexual a menores

Números y letras. Voces acalladas. Delitos invisibles. ¿Realidades que superan la ficción?

Según UNICEF, en 2011, 5 mil 500 niños y niñas eran explotados sexualmente por día en América Latina y el Caribe. Estas cifras se disparan aún más en Asia y la Polinesia. Los mayores consumidores de “turismo sexual infantil” son adultos del llamado primer mundo. En España y en otros países de la Unión Europea, EEUU y Canadá, estiman que un 23-25% de las niñas y un 10-15% de los niños sufren abusos sexuales antes de los 17 años. No hay condición social para este crimen. Ricos, pobres, clases medias son víctimas o victimarios de esta perversión centrada en saciar fantasías y actos sexuales con niños y adolescentes. Y lo peor es que las tres cuartas partes de los abusadores denunciados son familiares directos de las víctimas.[1]

El abuso sexual a menores se configura cuando se produce cualquier contacto sexual, consentido o no, entre un adulto y un menor de edad. Según la Organización Mundial de la Salud —reflejado en documentos de UNICEF de noviembre de 2016— a nivel mundial, una de cada cinco mujeres y uno de cada trece varones ha sufrido abuso sexual en la infancia. “Entre las víctimas, el 71% son niñas y el 29% son varones y las edades de mayor riesgo son entre los 3-4 años y entre los 8-12 años”.[2]

Si nos situáramos hipotéticamente en un salón de clase de escuela primaria, cuya matrícula fuese de 36 estudiantes, podríamos deducir que dentro de ese grupo, 7 niñas y 3 varones han sido o están siendo abusados sexualmente. De 36 niños, 10 sufren abuso. O sea, casi la tercera parte de una escuela infantil vive esa pesadilla.

Alguna vez se definió al abuso sexual en la infancia como un crimen silencioso, porque las víctimas son indefensas, vulnerables, y mientras ese delito se consume, las criaturas no entienden qué, ni por qué les sucede, sospechan que tal vez son responsables por algo que han hecho mal, o es un tema natural a aprender, dado que la mayor cantidad de abusos contra las niñas y los niños ocurre en el seno de su hogar: siete de cada diez abusadores son los padres, padrastros, tíos y/o abuelos.

El abuso siempre es una violación a la intimidad, ya sea que la agresión sexual implique penetración carnal, acosos, exhibicionismo, toqueteos, pornografía, o engaños seductores a través de encuentros en redes de internet (grooming, en inglés).


“El abuso es una de las formas más tremendas de violencia hacia la infancia, pues los chicos tienen miedo de hablar porque son niños, porque se los juzga, por temor a las represalias, porque sienten culpa y vergüenza” [3], dice Mariángeles Misuraca, oficial de Protección y Acceso a la Justicia de Unicef.

Las secuelas emociones, psicosociales y físicas que marcan al infante abusado van desde la ansiedad, enuresis, depresión, dificultades en su adulta vida sexual, ya sea por insatisfacciones amorosas crónicas o por el desarrollo de conductas promiscuas, incluso una fuerte predisposición a la esquizofrenia.

Según estudios realizados en la Universidad del País Vasco, las niñas son más proclives a mostrar reacciones ansioso-depresivas, en cambio los varones, tienden al fracaso escolar, a tener dificultades para socializar, e incluso, precoces comportamientos sexuales agresivos.

Los niños más pequeños, en etapa pre-escolar, como consecuencia de su escueto repertorio lingüístico y el incipiente proceso de formación de sus recursos psicológicos, tienden a invisibilizar o negar lo ocurrido. Pero cuando crecen, aparecen los sentimientos de culpa y de vergüenza. Ya en la adolescencia, se agudiza el problema, pues se toma conciencia del alcance de esas relaciones abusivas e incestuosas, del riesgo real de coito y de embarazo, lo que da cabida a “huidas de casa, consumo abusivo de alcohol y drogas, promiscuidad sexual e incluso intentos de suicidio”[4]. CONTINUAR LEYENDO
Fuente: Linternas y bosques

martes, 5 de abril de 2022

"LIBERTAD". Un poema (Almendralejo 1846) de Carolina Coronado (1820-1911)

Carolina Coronado defendió los derechos de las mujeres en sus poemas y creó una red de sororidad para apoyar a las poetas jóvenes contra la discriminación. Esta poeta feminista nació hace 200 años en Almendralejo y se enfrentó al machismo de su época


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domingo, 3 de abril de 2022

"María, la boba". Un cuento de Isabel Allende.

María, la boba, creía en el amor. Eso la convirtió en una leyenda viviente. A su entierro acudieron todos los vecinos, hasta los policías y el ciego del quiosco, quien rara vez abandonaba su negocio. La calle República quedó vacía, y en señal de duelo colgaron cintas negras en los balcones y apagaron los faroles rojos de las casas. Cada persona tiene su historia y en ese barrio son casi siempre tristes, historias de pobrezas e injusticias acumuladas, de violencias padecidas, de hijos muertos antes de nacer y de amantes que se van, pero la de María era diferente, tenía un brillo elegante que echaba a volar la imaginación ajena. Se las arregló para ejercer su oficio sola, administrándose sin bulla, discretamente. Nunca tuvo la menor curiosidad por el alcohol ni por las drogas, ni siquiera le interesaban los consuelos de cinco pesos que vendían las adivinas y las profetas del vecindario. Parecía a salvo de los tormentos de la esperanza, protegida por la calidad de su amor inventado. Era una mujercita de aspecto inofensivo, de corta estatura, facciones y gestos finos, toda mansedumbre y suavidad, pero las veces que algún chulo intentó ponerle la mano encima se encontró con una fiera babeante, puras garras y colmillos, dispuesta a devolver cada golpe, así se le fuera la vida. Aprendieron a dejarla en paz. Mientras las otras mujeres pasaban su existencia escondiendo moretones bajo espesas capas de maquillaje barato, ella envejecía respetada, con un cierto aire de reina en harapos. No tenía ninguna conciencia del prestigio de su nombre ni de la leyenda que habían bordado a costa de ella. Era una prostituta vieja con alma de doncella.

En sus recuerdos figuraban con insistencia un baúl asesino y un hombre moreno con olor a mar, y así sus amigas descubrieron uno a uno los retazos de su vida y los unieron con paciencia, agregando lo que faltaba con recursos de fantasía, hasta reconstruirle un pasado. No era, desde luego, como las demás mujeres de ese lugar. Venía de un mundo remoto, donde la piel es más pálida y el castellano tiene un acento rotundo, de consonantes duras. Nació para gran dama, eso deducían las otras mujeres por su forma rebuscada de hablar y por sus modales extraños, y si alguna duda cabía, al morir la disipó. Se fue con la dignidad intacta. No padecía ninguna enfermedad conocida, no estaba asustada ni respiraba por los oídos como los moribundos comunes, simplemente anunció que ya no soportaba más el tedio de estar viva, se colocó su vestido de fiesta, se pintó los labios de rojo y abrió las cortinas de hule que daban acceso a su cuarto, para que todos pudieran acompañarla. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 2 de abril de 2022

"CLAMA EL VIENTO Y RUGE EL MAR". Guerra de las Malvinas. Plan Nacional de Lectura de Argentina

A 40 años de la guerra de Malvinas, el Ministerio de Educación de la Nación, a través del Plan Nacional de Lecturas y el Programa Educación y Memoria, pone a disposición poemas, cuentos y relatos para reunir en las escuelas a distintas generaciones de lectores. Compartimos aquí historias narradas por escritoras y escritores (algunos de ellos ex combatientes), que transcurren antes, durante y después de la guerra, para sostener el recuerdo y la conciencia plena de nuestros derechos.

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