lunes, 25 de febrero de 2019

La fuerza de las palabras. Protocolo para una intervención cultural en situaciones de emergencia. CERLALC y la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.

La fuerza de las palabras. Protocolo para una intervención cultural en situaciones de emergencia, realizado por otra destacable mancuerna, el CERLALC y la Secretaría de Cultura. “Se ha concebido como una guía de acción que sirva de orientación cuando la situación lo demande y que dé herramientas para entender cuándo debamos actuar y cuándo debemos replegarnos; dirigida tanto a mediadores, promotores y demás profesionales de la palabra que consideran disponer de las herramientas suficientes para participar en una intervención cultural, como a los funcionarios del sector cultural federal y estatal, y a la comunidad artística. Si bien su objetivo principal es llegar a quienes sufren de manera más directa una emergencia, también quiere cuidar de quien brinda esa ayuda”, como se describe en la página Libros México.



CONTENIDO

Presentación 7
Prólogo 11
Agradecimientos 15
Introducción
El porqué y el cómo de un protocolo para una intervención cultural en situaciones de emergencia 17
El derecho a la cultura en una situación de emergencia 24
La articulación de acciones sostenidas en el proceso de intervención cultural 26
Alcances, estrutura y uso de este protocolo 27

Primera parte
Mapa de acción institucional para una intervención cultural basada en la fuerza de las palabras 31
1. Mapa de acción institucional: elementos que lo constituyen 34
2.Qué hacer 35
3. Cuándo actuar 38
4. Quiénes participan 39
5. Qué hacer fase por fase y componente por componente 43

Segunda parte
Abecé para mediadores de lectura 61
1. La fuerza de las palabras en contextos de crisis 64
2. La ética del mediador de lectura 71
3. Guía de autocuidado 75
4. Cómo convertir el encuentro con las palabras en una experiencia significativa y revitalizante 77

Anexos 91
Anexo No.1: Proyectos de mediación de lectura en situaciones de emergencia adelantados en América Latina 93
Anexo No. 2: Enlaces de interés frente a una situación de emergencia 105

Referencias bibliográficas 109

Recursos 113
Anexo No. 3: Las acciones de las instituciones cuando se presenta una emergencia 115
Anexo No. 4: Abecé para el autocuidado del mediador 117
Anexo No. 5: Recomendaciones durante la sesión 119
Anexo No. 6: Características de una buena sesión 121
Anexo No. 7: Recomendaciones sobre la disposición del mediador 123
Anexo No. 8: Recomendaciones para el diseño de sesiones de mediación cultural 125
Anexo No. 9: Recomendaciones para dar apertura a las sesiones de mediación cultural 127
Anexo No. 10: Recomendaciones para el desarrollo de las sesiones de mediación cultural 129
Anexo No. 11: Recomendaciones para cerrar la sesión 131



sábado, 23 de febrero de 2019

Cuento de horror. Un cuento de Marco Denevi.

La señora Smithson, de Londres (estas historias siempre ocurren entre ingleses) resolvió matar a su marido, no por nada sino porque estaba harta de él después de cincuenta años de matrimonio. Se lo dijo:

–Thaddeus, voy a matarte.

–Bromeas, Euphemia -se rió el infeliz.

–¿Cuándo he bromeado yo?

–Nunca, es verdad.

–¿Por qué habría de bromear ahora y justamente en un asunto tan serio?

–¿Y cómo me matarás? -siguió riendo Thaddeus Smithson.

–Todavía no lo sé. Quizá poniéndote todos los días una pequeña dosis de arsénico en la comida. Quizás aflojando una pieza en el motor del automóvil. O te haré rodar por la escalera, aprovecharé cuando estés dormido para aplastarte el cráneo con un candelabro de plata, conectaré a la bañera un cable de electricidad. Ya veremos.

El señor Smithson comprendió que su mujer no bromeaba. Perdió el sueño y el apetito. Enfermó del corazón, del sisema nervioso y de la cabeza. Seis meses después falleció. Euphemia Smithson, que era una mujer piadosa, le agradeció a Dios haberla librado de ser una asesina.

FIN


viernes, 22 de febrero de 2019

Consejos para la mujer fuerte. Un poema de Gioconda Belli.

Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.

Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.

No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.

Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
rodealo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas.

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.

Has de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbrados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara, pero ampárate primero.
Guarda las distancias.
Constrúyete. Cuídate.
Atesora tu poder.
Defiéndelo.
Hazlo por ti.
Te lo pido en nombre de todas nosotras.

jueves, 21 de febrero de 2019

ESBJERG, EN LA COSTA, un cuento de Juan Carlos Onetti

Menos mal que la tarde se ha hecho menos fría y a veces el sol, aguado, ilumina las calles y las paredes; porque a esta hora deben estar caminando en Puerto Nuevo, junto al barco o haciendo tiempo de un muelle a otro, del quiosco de la Prefectura al quiosco de los "sandwiches". Kirsten, corpulenta, sin tacos, un sombrero aplastado en su pelo amarillo; y él, Montes, bajo, aburrido y nervioso, espiando la cara de la mujer, aprendiendo sin saberlo nombres de barcos, siguiendo distraído las maniobras con los cabos.

Me lo imagino pasándose los dientes por el bigote mientras pesa sus ganas de empujar el cuerpo campesino de la mujer, engordando en la ciudad y el ocio, y hacerlo caer en esa faja de agua, entre la piedra mojada y el hierro negro de los buques donde hay ruido de hervor y escasea el espacio para que uno pueda sostenerse a flote. Sé que están allí porque Kirsten vino hoy a mediodía a buscar a Montes a la oficina y los vi irse caminando hacia Retiro, y porque ella vino con su cara de lluvia; una cara de estatua de invierno, cara de alguien que se quedó dormido y no cerró los ojos bajo la lluvia. Kirsten es gruesa, pecosa, endurecida; tal vez tenga ya olor a bodega, a red de pescadores; tal vez llegará a tener el olor inmóvil de establo y de crema que imagino debe haber en su país.

Pero otras veces tienen que ir al muelle a medianoche o al amanecer, y pienso que cuando las bocinas de los barcos le permiten a Montes oír cómo avanza ella en las piedras, arrastrando sus zapatos de varón, el pobre diablo debe sentir que se va metiendo en la noche del brazo de la desgracia. Aquí en el diario están los anuncios de las salidas de los barcos en este mes, y juraría que puedo verlo a Montes soportando la inmovilidad desde que el buque da el bocinazo y empieza a moverse hasta que está tan chico que no vale la pena seguir mirando; moviendo a veces los ojos -para preguntar y preguntar, sin entender nunca, sin que le contesten- hacia la cara carnosa de la mujer que habrá de estar aquietándose, contraída durante pedazos de hora, triste y fría como si lloviese en el sueño y hubiese olvidado cerrar los ojos, muy grandes, casi lindos, teñidos con el color que tiene el agua del río en los días en que el barro no está revuelto.

Conocí la historia, sin entenderla bien, la misma mañana en que Montes vino a contarme que había tratado de robarme, que me había escondido muchas jugadas del sábado y del domingo para bancarlas él, y que ahora no podía pagar lo que le habían ganado. No me importaba saber por qué lo había hecho, pero él estaba enfurecido por la necesidad de decirlo, y tuve que escucharlo mientras pensaba en la suerte, tan amiga de sus amigos, y sólo de ellos, y sobre todo para no enojarme, que, a fin de cuentas si aquel imbécil no hubiese tratado de robarme, los tres mil pesos tendrían que salir de mi bolsillo. Lo insulté hasta que no pude encontrar nuevas palabras y usé todas las maneras de humillarlo que se me ocurrieron hasta que quedó indudable que él era un pobre hombre, un sucio amigo, un canalla y un ladrón; y también resultó indudable que él estaba de acuerdo, que no tenía inconvenientes en reconocerlo delante de cualquiera si alguna vez yo tenía el capricho de ordenarle hacerlo. Y también desde aquel lunes quedó establecido que cada vez que yo insinuara que él era un canalla, indirectamente, mezclando la ilusión en cualquier charla, estando nosotros en cualquier circunstancia, él habría de comprender al instante el sentido de mis palabras y hacerme saber con una sonrisa corta, moviendo apenas hacia un lado el bigote, que me había entendido y que yo tenía razón. No lo convinimos con palabras, pero así sucede desde entonces. Pagué los tres mil pesos sin decirle nada, y lo tuve unas semanas sin saber si me resolvería a ayudarlo o a perseguirlo; después lo llamé y le dije que sí, que aceptaba la propuesta y que podía empezar a trabajar en mi oficina por doscientos pesos mensuales que no cobraría Y en poco más de un año, menos de un año y medio, habría pagado lo que debía y estaría libre para irse a buscar una cuerda para colgarse. Claro que no trabaja para mí; yo no podía usar a Montes para nada desde que era imposible que siguiese atendiendo las jugadas de carreras. Tengo esta oficina de remates y comisiones para estar más tranquilo, poder recibir gente y usar los teléfonos. Así que él empezó a trabajar para Serrano, que es mi socio en algunas cosas y tiene el escritorio junto al mío. Serrano le paga el sueldo, o me lo paga a mí y lo tiene todo el día de la aduana a los depósitos, de una punta a otra de la ciudad. A mí no me convenía que nadie supiese que un empleado mío no eran tan seguro como una ventanilla del hipódromo; así que nadie lo sabe. CONTINUAR LEYENDO

martes, 19 de febrero de 2019

¿Lo importante es que la gente lea? Un artículo de Evelio Martínez Cañadas publicado en BIBLOGTECARIOS

El filósofo Aurelio Arteta dedicó uno de sus libros a examinar un tema curioso: los tópicos. Expresiones como “no es nada personal”, “al enemigo ni agua”, “sé tú mismo”,… A pesar de que en principio parecen inofensivos, Arteta pensaba que los tópicos tienen un lado oscuro. Como explicaba en una entrevista en el diario La Vanguardia:

"Muchas veces bastantes tópicos cumplen una función positiva porque con una frase condensamos nuestra experiencia de manera que así la explicamos perfectamente. Pero en más de una ocasión esa frase dice otras muchas cosas más de lo que creemos. Dice cosas literalmente falsas."
Los tópicos campan en todos los ámbitos, y de vez en cuando se puede leer un tópico recurrente en el ámbito de la lectura: lo importante es que la gente lea. Así, a secas.

No diré, como Arteta, que este tópico diga cosas falsas, pero sí que me parece que es matizable. En esta entrada me gustaría hacer tres breves reflexiones que muestren algunos de esos matices, en forma de preguntas abiertas para tu consideración. Creo que investigar aquello que no se contempla en el tópico puede tener el valor de hacernos reflexionar sobre lo que implica el acto lector, más allá de tener en cuenta el acto mismo de leer.

Antes de empezar, haré las necesarias aclaraciones previas. Me parece que, a priori, cualquier consumo de producto cultural es muy respetable. También me parece que afirmaciones como “el producto (libro, disco, grupo,… lo que sea) X es mejor que Y” carecen de sentido, a menos que se especifique y se argumente qué es “ser mejor”… y aun así, eso no garantiza (ni tiene por qué hacerlo) que se llegue a ningún tipo de acuerdo o de verdad trascendente.

Lo que sí creo, como ya escribí en su día en esta plataforma, es que por un lado privarnos de examinar nuestros gustos también nos priva de la oportunidad de examinar la influencia de nuestro consumo cultural en nuestra visión del mundo; y por el otro, blindarnos ante la crítica cultural también es una manera de blindarnos ante los múltiples beneficios de la cultura.

Dicho lo cual, vamos con las tres reflexiones. Sin ningún orden en particular:

1. En la escuela, ¿lo importante es que los alumnos lean?

En el fomento de la lectura hay un amplio consenso en una idea: obligar a leer es ideal si lo que se quiere conseguir es que los alumnos aborrezcan la lectura. Hay que leer por placer, se dice, conseguir que los pequeños (y no tan pequeños) lean por su cuenta, que desarrollen el hábito lector escogiendo ellos mismos sus lecturas. Ya habrá tiempo para que elijan otro tipo de obras. Lo importante es crear el hábito. Lo importante es que lean. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 17 de febrero de 2019

Mi casa. Un cuento de Agota Kristof.

¿Será en esta vida o en otra?

Volveré a casa.

Afuera los árboles gritarán pero ya no me darán miedo, ni las nubes rojizas, ni las luces de la ciudad.

Volveré a mi casa, una casa que nunca tuve, o que está demasiado lejos como para que me acuerde, porque aquello no era realmente mi casa, no lo fue nunca.

Mañana tendré por fin esa casa en un barrio pobre de una gran ciudad. Un barrio pobre porque ¿acaso se puede ser rico de la nada, cuando se llega de otra parte, de ninguna parte, y sin el deseo de hacerse rico?

En una gran ciudad puesto que en las pequeñas solo hay un puñado de casas de desfavorecidos, y solamente las grandes ciudades tienen calles y más calles infinitamente oscuras, donde se agazapan seres parecidos a mí.

Por esas calles caminaré hacia mi casa.

Caminaré por esas calles azotadas por el viento, iluminadas por la luna.

Unas mujeres obesas que toman el fresco me verán pasar sin decir nada. Yo saludaré a todo el mundo, llena de felicidad. Unos niños casi desnudos juguetearán entre mis piernas, los levantaré pensando en los míos que ya serán mayores, ricos y felices en algún lugar. Acariciaré a esos hijos de cualquiera y les regalaré cosas brillantes y raras. También levantaré al borracho que se ha caído en el arroyo, consolaré a la mujer que corre gritando en medio de la noche, escucharé sus penas, la tranquilizaré.

Al llegar a casa estaré cansada, me acostaré en la cama, en cualquier cama y las cortinas flotarán como flotan las nubes.

Así pasará el tiempo.

Y bajo mis párpados pasarán las imágenes del mal sueño que fue mi vida.

Pero ya no me harán daño.

Estaré en casa, sola, vieja y feliz.

sábado, 16 de febrero de 2019

Nueva tesis feminista. Un poema de Gioconda Belli.

¿Cómo decirte, hombre,
que no te necesito?
No puedo cantar a la liberación femenina
si no te canto
y te invito a descubrir liberaciones conmigo.

No me gusta la gente que se engaña
diciendo que el amor no es necesario
–’témeles, yo le tiemblo’.

Hay tanto nuevo que aprender,
hermosos cavernícolas que rescatar,
nuevas maneras de amar que aún no hemos inventado.

A nombre propio declaro
que me gusta saberme mujer
frente a un hombre que se sabe hombre,
que sé de ciencia cierta
que el amor
es mejor que las multivitaminas,
que la pareja humana
es el principio inevitable de la vida,
que por eso no quiero jamás liberarme del hombre;
lo amo
con todas sus debilidades
y me gusta compartir con su terquedad
todo este ancho mundo
donde ambos nos somos imprescindibles.

No quiero que me acusen de mujer tradicional
pero pueden acusarme
tantas como cuantas veces quieran
de mujer.

Nuestra necesidad de consuelo es insaciable. Stig Dagerman

Estoy desprovisto de fe y no puedo, pues, ser dichoso, ya que un hombre dichoso nunca llegará a temer que su vida sea un errar sin sentido hacia una muerte cierta. No me ha sido dado en herencia ni un dios ni un punto firme en la tierra desde el cual poder llamar la atención de dios; ni he heredado tampoco el furor disimulado del escéptico, ni las astucias del racionalista, ni el ardiente candor del ateo. Por eso no me atrevo a tirar la piedra ni a quien cree en cosas que yo dudo, ni a quien idolatra la duda como si ésta no estuviera rodeada de tinieblas. Esta piedra me alcanzaría a mí mismo ya que de una cosa estoy convencido: la necesidad de consuelo que tiene el ser humano es insaciable.

Yo mismo persigo el consuelo como el cazador su presa. Por dondequiera que en el bosque lo vislumbre, disparo. A menudo no alcanzo más que el vacío; pero alguna que otra vez cae a mis pies una presa. Y como sé que el consuelo no dura más que el soplo del viento en la copa del árbol, me apresuro a apoderarme de ella.

¿Y qué tengo entonces entre mi brazos? Puesto que estoy solo: una mujer amada o un desdichado compañero de viaje. Puesto que soy poeta: un arco de palabras que no puedo tensar sin un sentimiento de dicha y de horror. Puesto que soy prisionero: una súbita mirada hacia la libertad. Puesto que estoy amenazado por la muerte: un animal vivo aún caliente, un corazón que palpita sarcásticamente. Puesto que estoy amenazado por el mar: un arrecife de duro granito.

Pero también hay consuelos que me llegan como huéspedes sin haberlos invitado y que llenan mi aposento de odiosos cuchicheos: Soy tu deseo - ¡ama a todo el mundo! Soy tu talento -¡abusa de él como abusas de ti mismo! Soy tu sensualidad - ¡solamente viven los sibaritas! Soy tu soledad -¡menosprecia a los seres humanos! Soy tu deseo de muerte -¡corta!

El equilibrio es un listón estrecho. Veo mi vida amenazada por dos poderes: por un lado, por las ávidas bocas del exceso; y por otro, por la avara amargura que se nutre de sí misma. Pero rehuso elegir entre la orgía y la ascesis, aunque sea al precio de una confusión mental. Para mí no basta con saber que, puesto que no somos libres en nuestros actos, todo es excusable. Lo que busco no es una excusa a mi vida sino todo lo contrario a una excusa: la reconciliación. Al fin me doy cuenta que cualquier consuelo que no cuente con mi libertad es engañoso, al no ser más que la imagen reflejada de mi desespero. En efecto, cuando mi desespero me dice: Desespera, puesto que cada día no es sino una tregua entre dos noches, el falso consuelo me grita: Espera, pues cada noche no es más que una tregua entre dos días. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 15 de febrero de 2019

Se desprendió mi sangre para formar tu cuerpo, un poemra de Concha Méndez




Se desprendió mi sangre para formar tu cuerpo.
Se repartió mi alma para formar tu alma.
Y fueron nueve lunas y fue toda una angustia
de días sin reposo y noches desveladas.

Y fue en la hora de verte que te perdí sin verte.
¿De qué color tus ojos, tu cabello, tu sombra?
Mi corazón que es cuna que en secreto te guarda,
porque sabe que fuiste y te llevó en la vida,
te seguirá meciendo hasta el fin de mis horas.





jueves, 14 de febrero de 2019

El velo negro, un cuento de Charles Dickens


Un joven cirujano recibe, una noche invernal, la visita en su domicilio de una mujer ataviada con un traje negro, culminado con un tupido velo. La misteriosa visitante le pide que, al día siguiente, acuda al rescate de un hombre desconocido, abocado a la perdición. Esa noche, ante la perspectiva del día futuro, el cirujano se sumerge en un mar de dudas.



Una velada de invierno, quizá a fines de otoño de 1800, o tal vez uno o dos años después de aquella fecha, un joven cirujano se hallaba en su despacho, escuchando el murmullo del viento que agitaba la lluvia contra la ventana, silbando sordamente en la chimenea. La noche era húmeda y fría; y como él había caminado durante todo el día por el barro y el agua, ahora descansaba confortablemente, en bata, medio dormido, y pensando en mil cosas. Primero en cómo el viento soplaba y de qué manera la lluvia le azotaría el rostro si no estuviese instalado en su casa.

Sus pensamientos luego cayeron sobre la visita que hacía todos los años para Navidad a su tierra y a sus amistades e imaginaba que sería muy grato volver a verlas y en la alegría que sentiría Rosa si él pudiera decirle que, al fin, había encontrado un paciente y esperaba encontrar más, y regresar dentro de unos meses para casarse con ella. Empezó a hacer cálculos sobre cuándo aparecería este primer paciente o si, por especial designio de la Providencia, estaría destinado a no tener ninguno. Volvió a pensar en Rosa y le dio sueño y la soñó, hasta que el dulce sonido de su voz resonó en sus oídos y su mano, delicada y suave, se apoyó sobre su espalda.

En efecto, una mano se había apoyado sobre su espalda, pero no era suave ni delicada; su propietario era un muchacho corpulento, el cual por un chelín semanal y la comida había sido empleado en la parroquia para repartir medicinas. Como no había demanda de medicamentos ni necesidad de recados, acostumbraba ocupar sus horas ociosas -unas catorce por día- en substraer pastillas de menta, tomarlas y dormirse.

-¡Una señora, señor, una señora! -exclamó el muchacho, sacudiendo a su amo.

-¿Qué señora? -exclamó nuestro amigo, medio dormido-. ¿Qué señora? ¿Dónde?

-¡Aquí! -repitió el muchacho, señalando la puerta de cristales que conducía al gabinete del cirujano, con una expresión de alarma que podría atribuirse a la insólita aparición de un cliente. CONTINUAR LEYENDO





domingo, 10 de febrero de 2019

UN HOMBRE DE VERDAD. Lecciones de un boxeador que peleaba para abrazar mejor. Thomas Page McBee.

Después de escuchar en el programa "A vivir que son dos días" de la Cadena SER, una entrevista con el autor, me sentí atraído por el libro y, una vez que estuvo a mi alcance, me puse a leerlo y no paré hasta que di con él. 

Es un libro unido a la vida del autor. Un libro que en el que nos hace partícipes de su experiencia de cambio de género. Thomas, desde muy pequeño, se dio cuenta de que había nacido en un cuerpo de mujer, en un cuerpo equivocado. Pero hasta los 30 años no empezó a inyectarse testosterona. 

Thomas ha vivido dos géneros y dos universos que los acompañan: la feminidad y la masculinidad. En el texto nos da noticias de esas vivencias, de lo que las une y las diferencia. De los privilegios de una frente a la otra, privilegios que ahora disfruta por ser un hombre. De ahí una de las grandes aportaciones del libro, ya que los hombres, por mucho que empaticemos, no tenemos la vivencia de ser mujer. La otra viene de la construcción que hace de su masculinidad. No tiene nada que ver el nacer y desarrollarse dentro de un género dado, que el llegar a él al cabo de bastantes años. Y ese es el dilema para Thomas: masculinidad sí, ¿pero cuál?. Cómo elegir y cómo construirla desde la igualdad. Es decir, ¿cómo dar sentido igualitario a eso que se califica, según la sociedad, la cultura, la tradición... como ser "un hombre de verdad"? 

El poder transformador de la lectura: leer para cambiar la sociedad. Aurora Vall. Facultat de Biblioteconomia i Documentació Universitat de Barcelona. Publicado en Blok de BiD.

Existe en el Reino Unido una preocupación social relacionada con los valores democráticos que los nuevos tiempos están poniendo en peligro a causa de los cambios tecnológicos, políticos, económicos y demográficos, entre otros. Para volver a poner en valor los servicios públicos y el sistema del bienestar que ha caracterizado a la sociedad británica, es preciso que el Gobierno actúe. En este contexto se propone la lectura como poder transformador de la sociedad.

Durante el verano de 2018 se realizó, en el Reino Unido, un estudio para evaluar el impacto potencial de la lectura en relación con una serie de problemas (la soledad, la salud mental, la demencia y la movilidad social), que afectan actualmente a la sociedad británica, y que en una proyección hasta el 2030 se prevé que se convertirán en un lastre que condicionará (¡e imposibilitará!) su desarrollo como país si no se actúa de manera urgente y con los recursos necesarios. 

Este estudio lo lideró el laboratorio de ideas (think tank) Demos con la colaboración de la organización The Reading Agency. Es imprescindible tener presente quién hay detrás de este trabajo para entender el porqué de la elección de los problemas estudiados, el análisis que se hace desde la lectura como elemento de transformación social, las propuestas o recomendaciones de actuación que proponen y el tono y la manera en que se desarrolla el estudio.

Los problemas analizados y su relación con la lectura son los siguientes: 
  • La soledad: descrita como una epidemia que en 2030 afectará a más de 7 millones de personas de las que 2 millones pueden llegar a morir antes por este motivo (teniendo en cuenta solamente a los mayores de 60 años aunque se prevé que también implicará colectivos más jóvenes). Leer reduce la soledad porque los lectores se sienten menos solos y los libros facilitan la interrelación social.
  • Los problemas relacionados con la salud mental (depresión, ansiedad, TDAH o el aislamiento fruto de otras patologías) crecen y afectan a toda la población, independientemente de la edad (casi 3 millones de niños y adolescentes menores de 17 años necesitan servicios de salud mental). La lectura mantiene la mente activa, por una parte y, por otra, ayuda a entender la enfermedad a los que la sufren, a los cuidadores y a los que conviven con ella.
  • La demencia, vinculada al envejecimiento de la población, demandará más centros de atención, más cuidadores informales y, sobre todo, si se quieren mantener los mismos servicios que hay a día de hoy, aumentar en un 58 % el actual gasto del Gobierno para este problema. No hay estudios concluyentes sobre una relación causal entre lectura y mejora de la demencia pero apuntan a un alivio de los síntomas.
  • La movilidad social está muy condicionada por los resultados educativos; una competencia lectora baja implica formar parte de un colectivo vulnerable y en riesgo de exclusión. La alfabetización por sí misma no garantiza la movilidad social pero no tenerla la hace imposible. Leer por placer se ha revelado como la mejor alternativa a este aprendizaje (más que la lectura en el entorno escolar). SEGUIR LEYENDO

jueves, 7 de febrero de 2019

¿RESULTA TAN BUENO LEER? José Manuel Orrego. La Voz de Asturias 03/02/2019

Normalmente cuando en un pasillo concurrido van todos en el mismo sentido y alguien se da la vuelta, lo normal es que se lo lleven por delante. Eso es lo que ocurre cuando dices que leer no es tan bueno como dicen, -¡Hale!-


Quién se atreve a contravenir la existencia del mito más arraigado en el imaginario colectivo que afirma categóricamente que leer no es bueno sino bueniiísimo. - Pues yo digo: depende -. Recuerde como el mismo Cervantes parodió en la figura de Don Quijote el efecto nocivo de la ingesta de libros (pese a que el famoso hidalgo hizo gala de una enorme erudición). Piense también en la influencia que tuvo el Mein Kampf en las jóvenes generaciones alemanas de los años 20 y qué me dice de toda esa pléyade de literatura de «segunda» tipo autoayuda, con títulos de la guisa de: «Persigue tus sueños», «Sé feliz», «Hágase rico leyendo esta…». -Que hay basura literaria es innegable y que es mejor dar un paseo o mirar la tele antes que leer dicho material, también-.

Aunque la anterior consideración parezca obvia, resulta terrible defenderla, sobre todo cuando la generalidad piensa que la lectura es el mayor indicador de «cultura» de la sociedad. Hace pocos días el barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros aseguró que los hombres en España leen menos que las mujeres, los extremeños son los que menos libros leen y los madrileños los que más. Lo cierto es que quien hace estas encuestas se cuida muy mucho de no emitir juicios y maliciosamente deja los datos ahí, para que la gente saque sus propias conclusiones sin dar más explicaciones, y es por ello que la masa infiere que: el hombre es tonto, los extremeños son burros y los madrileños intelectuales. Estamos rodeados de falacias de todo tipo, pero esta en concreto me exaspera. No me extraña que detrás de estos estudios estén las editoriales. Aunque uno se pregunta, qué diantres hace el Ministerio de Educación Cultura y Deportes promoviendo investigaciones que nos llevan a creencias de lo más peregrinas, - más competencia tendría el Ministerio de Economía y Empresa, al menos este sí podría interpretarlo en términos económicos-.

Según los últimos datos en España se publican más de 87.000 títulos al año o lo que es lo mismo 239 libros diarios, con estas cifras resulta evidente pensar que muchos de los textos sean un auténtico churro. Por eso mismo el acto de leer no convierte necesariamente al lector en un sabio o en una buena persona. El que una obra literaria beneficie o no al destinatario depende no sólo de la calidad de la misma sino de otros factores como la edad del lector, su situación anímica, el nivel intelectual, el grado de interés que pueda despertarle, su pertinencia… y aun así, nadie podría afirmar que después de haber leído una obra magna uno se enriquezca automáticamente, ¿acaso soy mejor persona por haber leído 100 años de soledad…? Recuerde que la cárcel está llena de ávidos lectores.

El que las editoriales se quieran enriquecer metiendo en un mismo frasco toda la producción literaria argumentando que cualquier libro va a resultar beneficioso, es como si llenáramos una mochila de alimentos de cualquier índole y dijéramos «coma, coma, que todo le sentará de perlas» - pues sepa que en esa mochila hay verdadera porquería y además aunque fuera comida saludable, esta no tiene por qué irle bien a todo el mundo-.

Ahora bien, otra historia es saber a qué llamamos calidad dentro del popurrí cultural que nos toca vivir. Apostaría a que la mayoría de la gente identifica la excelencia partiendo del modelo cultural propio. Y es que como ven la perspectiva emic siempre está presente en este tipo de valoraciones.

Pese a que esta reflexión no tiene la intención de relativizar el tema, no me queda más remedio, y a pesar de que todos sabemos que cualquier hecho humano es cultural, al decir que la producción literaria beneficia a todos los lectores deberíamos matizar: «la mala nunca y la buena a veces», por lo que tendríamos que prestar más atención a la calidad y menos a la cantidad.

lunes, 4 de febrero de 2019

La importancia de saber escuchar.


Matar a un niño, un cuento de Stig Dagerman (1948)

Es un día suave y el sol está oblicuo sobre la llanura. Pronto sonarán las campanas, porque es domingo. Entre dos campos de centeno, dos jóvenes han hallado una senda por la que nunca fueron antes, y en los tres pueblos de la planicie resplandecen los vidrios de las ventanas. Algunos hombres se afeitan frente a los espejos en las mesas de las cocinas, las mujeres cortan pan para el café, canturreando, y los niños están sentados en el suelo y abrochan sus blusas. Es la mañana feliz de un día desgraciado, porque este día un niño será muerto, en el tercer pueblo, por un hombre feliz. Todavía el niño está sentado en el suelo y abrocha su camisa, y el hombre que se afeita dice que hoy harán un paseo en bote por el riachuelo, y la mujer canturrea y coloca el pan, recién cortado, en un plato azul. Ninguna sombra atraviesa la cocina, y, sin embargo, el hombre que matará al niño está al lado de la bomba de bencina roja, en el primer pueblo. Es un hombre feliz que mira en una cámara, y en el cristal ve un pequeño carro azul, y a su lado a una muchacha que ríe. Mientras la muchacha ríe y el hombre toma la hermosa fotografía, el vendedor de bencina ajusta la tapa del tanque y asegura que tendrán un bonito día. La muchacha se sienta en el carro, y el hombre que matará al niño saca su billetera del bolsillo y comenta que viajarán hasta el mar, y en el mar pedirán prestado un bote y remarán lejos, muy lejos. A través de los vidrios bajados, oye la muchacha, en el asiento delantero, lo que él habla; ella cierra los ojos, ve el mar y al hombre junto a sí en el bote. No es ningún hombre malo, es alegre y feliz, y antes de entrar en el carro se detiene un instante frente al radiador que centellea al sol, y se goza del brillo y del olor de bencina y de ciruelo silvestre. No cae ninguna sombra sobre el carro, y el refulgente parachoques no tiene ninguna abolladura y no está rojo de sangre.

Pero, al mismo tiempo que, en el primer pueblo, el hombre cierra la puerta izquierda del coche y tira el botón de arranque, en el tercer pueblo, la mujer abre su alacena, en la cocina, y no encuentra el azúcar. El niño, que ha abrochado su camisa y que ha amarrado los cordones de sus zapatos, está de rodillas en el sofá y contempla el riachuelo que serpentea entre los alisos y el negro bote que está medio varado sobre el pasto. El hombre que perderá a su hijo está recién afeitado y, en ese momento, pliega el soporte del espejo. En la mesa, las tazas de café, el pan, la crema y las moscas. Sólo el azúcar falta, y la madre ordena a su hijo que corra donde los Larsson y pida prestados algunos terrones. Y mientras el niño abre la puerta, le grita el padre que se dé prisa, porque el bote espera en la ribera. Remarán tan lejos como nunca antes remaron. Cuando el niño corre a través del jardín, en todo momento piensa en el riachuelo y en los peces que saltan, y nadie le susurra que sólo le quedan ocho minutos para vivir y que el bote permanecerá allí donde está todo el día y muchos otros días. No es lejos lo de los Larsson: únicamente cruzar el camino, y mientras el niño corre atravesándolo, el pequeño coche azul entra en el otro pueblo. Es un pueblo pequeño con pequeñas casas rojas, con gente que acaba de despertar, que está en su cocina con las tazas de café levantadas y observan al carro venir por el otro lado del seto con grandes nubes de polvo detrás de sí. Va muy rápido, y el hombre en el carro ve cómo los álamos y los postes de telégrafo, recién alquitranados, pasan como sombras grises. Sopla verano por la ventanilla. Salen velozmente del pueblo. El carro se mantiene seguro en medio del camino. Están solos todavía. Es placentero viajar completamente solos por un liso y ancho camino, y a campo abierto es mucho mejor aún. El hombre es feliz y fuerte, y en el codo derecho siente el cuerpo de su futura mujer. No es ningún hombre malo. Tiene prisa por alcanzar el mar. No sería capaz de matar a una mosca, sin embargo, pronto matará a un niño. Mientras avanzan hacía el tercer pueblo, cierra la muchacha otra vez los ojos y juega que no los abrirá hasta que puedan ver el mar, y al compás de los muelles tumbos del carro, sueña en lo terso que estará. CONTINUAR LEYENDO


sábado, 2 de febrero de 2019

Mamá. Columna de Juan José Millás en El País (01/02/2019).

Ayer abrí las páginas de una novela que comenzaba así: “Mi madre ya no llora con esas cartas”, y salí volando del vagón del metro en el que viajaba

Un libro es un paisaje: el que contemplas con asombro a izquierda y derecha mientras progresas por las oraciones gramaticales que lo componen como por una senda abierta en el bosque. El proceso por el que la materialidad de la letra impresa se convierte en una sustancia mental, capaz de transformarse a su vez en imágenes que lo mismo nos llevan a la intimidad de una alcoba que a la cubierta de un ballenero, es un enigma semejante al del misterio eucarístico, pues si en la misa, mediante las palabras pronunciadas por el cura, el pan y el vino se convierten en el cuerpo y en la sangre de Cristo, en la novela, gracias a un conjunto de sustantivos, adjetivos, etcétera, adecuadamente combinados, el lector abandona su identidad para transformarse en uno de los personajes de la peripecia narrativa, a veces en el mismísimo protagonista.

Lees, por ejemplo, esta frase: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”, y eres arrancado del sofá, o del asiento del autobús, o de la cama en la que te encuentras con Cien años de soledad entre las manos. Lees “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, y eres arrebatado, como el profeta Elías, por un carro de fuego.

Ayer abrí las páginas de una novela que comenzaba así: “Mi madre ya no llora con esas cartas”, y salí volando del vagón del metro en el que viajaba, para ingresar en una absorbente aventura existencial que, aunque no hablaba de mí, me concernía como le concernirá a usted, créaselo, cuando acometa su lectura. Se titula Mamá y su autor es un argentino de origen español llamado Jorge Fernández Díaz. Buen viaje.