viernes, 31 de marzo de 2023

"GARBANCITO Y EL BUEY". Un cuento popular italiano recopilado por Italo Calvino.

Había un hojalatero que no tenía hijos. Un día su mujer estaba sola en la casa y hacía hervir unos garbanzos. Pasó una mendiga y pidió una escudilla de garbanzos como limosna.
—No es que a nosotros nos sobren los garbanzos —dijo la mujer del hojalatero—, pero donde comen dos también comen tres: aquí tiene una escudilla y apenas los garbanzos estén cocidos, le doy un cucharón lleno.
—¡Por fin encontré un alma bondadosa! —dijo la mendiga—. Mire: yo soy un hada y quiero premiarla por su generosidad. ¡Pídame lo que quiera!
—¿Qué puedo pedirle? —dijo la mujer—. El único disgusto que tengo es el de no tener hijos.
—Si no es más que eso —dijo el hada, golpeando las manos—, ¡que los garbanzos en la olla se le vuelvan hijos!
El fuego se apagó, y de la olla, como garbanzos que hierven, saltaron afuera cien niños, pequeños como granitos de garbanzos y empezaron a gritar: —¡Mamá, tengo hambre! ¡Mamá, tengo sed! ¡Mamá, álzame en brazos!—, y a desparramarse por los cajones, las hornallas, los tarros. La mujer, asustada, se agarró la cabeza: —¿Y cómo hago ahora para sacarle el hambre a todas estas criaturas? ¡Pobre de mí! ¡Lindo premio que me dio! ¡Si antes, sin hijos, estaba triste, ahora que tengo cien estoy desesperada!
—Yo creí hacerla feliz —dijo el hada—, pero si no es así, ¡que sus hijitos vuelvan a ser garbanzos! —y golpeó otra vez las manos.
Las vocecitas no se oyeron más y en lugar de los hijitos había sólo muchos garbanzos desparramados por la cocina. La mujer, ayudada por el hada, los recogió y volvió a ponerlos en la olla; eran noventa y nueve.
—¡Qué raro! —dijo el hada—, hubiera jurado que eran cien.

Después el hada comió su escudilla de sopa, saludo y se fue. 


miércoles, 29 de marzo de 2023

REVISTA CATALEJOS. VOL. 8, NÚM. 15 (diciembre 2022 - junio 2023). “Ni manto ni neblinas. Representaciones de Malvinas a cuarenta años de la guerra”

En este número, en el marco del cuadragésimo aniversario de la guerra de Malvinas (abril – junio de 1982), presentamos el dossier 15 coordinado por Federico Lorenz, Ni manto ni neblinas. Representaciones de Malvinas a cuarenta años de la guerra, a quien agradecemos tan inmenso trabajo. A lo largo de sus páginas, investigadoras e investigadores abordan las diversas representaciones de la experiencia histórica que fue la guerra y la posguerra.


ENFOQUES: DOSSIER.

Ni manto ni neblinas. Representaciones de Malvinas a cuarenta años de la guerra. Federico Lorenz PDF 7-11

Malvinas y literatura: hacia una pedagogía popular de la memoria. Julieta Daniela Celuci PDF 12-24

Testimonio y documentación en ficciones de Malvinas
Elisa Filippi, Florencia Chiaretta. PDF 25-39

Del maravilloso al terror. El cuento de hadas en Las Islas, de Carlos Gamerro Laura Destéfanis PDF 40-56

El motivo del “Viaje a Malvinas” en la literatura juvenil argentina. Marta Elena Castellino PDF 57-76

Los Cuentos argentinos con Malvinas para jóvenes (1984) de Susana Gesumaría y Aarón Cupit: los primeros relatos sobre la guerra de Malvinas en la literatura juvenil Flavia Lorena Martinez PDF 77-95

La guerra de Malvinas en imágenes para el aula Florencia Bottazzi PDF 96-122

Pedagogía de la memoria y Malvinas: abordaje desde la literatura Silvina Barroso, Anahí Cristina Asquinyer, Cristina Andrea Giacobone PDF 123-141

Crónica y la malvinización de la derrota. El Mundial de Inglaterra 1966 como vehículo de reivindicación soberana Carlos Sebastián Ciccone PDF 142-167

El Colegio Ward de Morón en una encrucijada. Entre la pax orbis y la guerra de Malvinas. Una aproximación desde sus memorias y fuentes documentales (1982) Sebastián Federico Paris PDF 168-187

Samuel Fisher Lafone. Un vínculo entre las Malvinas y el resto del continente Yliana Rodríguez PDF
188-200

El viaje de Daniel Lamb a bordo del Breakwater (1830-1831): Un relato lobero de Patagonia y Malvinas Sofía Haller PDF 201-222

TRAVESÍAS: ARTÍCULOS.

Lectura literaria en pantallas: posibilidades y prácticas en las aulas Lucia Godoy PDF 223-247

LEVEN ANCLAS: PROPUESTAS DE INTERVENCIÓN.

Historias "secundarias" de Malvinas Florencia Ayelén Suriani, Pablo Javier Melara, Luisina Palomba
PDF 248-258

MIRADAS: ENTREVISTAS.

Entrevista a Elizabeth Jelin
Laura Rafaela García
PDF
259-263

HOJA DE RUTA: RESEÑAS TEÓRICAS.

Hojas de Ruta: Reseñas Teóricas Silvia Camuña, Ricardo Kaliman, María Belén Salgado, Lucrecia López, Cecilia Bajour PDF 264-291

EN LA MIRA: RESEÑAS LITERARIAS.

En la mira: Reseñas literarias Francisco Aiello, Romina Colussi, María Victoria Islas, Enzo Menestrina, María Elisa Santillán, Maria José Troglia, Lucía Belén Couso PDF 292-337

martes, 28 de marzo de 2023

"VIENTOS DEL PUEBLO". Un poema de Miguel Hernández, muerto (asesinado?) en las cárceles franquistas



VIENTOS DEL PUEBLO. Miguel Hernández

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.


lunes, 27 de marzo de 2023

"ESA BOCA". Un cuento de Mario Benedetti

Su entusiasmo por el circo se venía arrastrando desde tiempo atrás. Dos meses, quizá. Pero cuando siete años son toda la vida y aún se ve el mundo de los mayores como una muchedumbre a través de un vidrio esmerilado, entonces dos meses representan un largo, insondable proceso. Sus hermanos mayores habían ido dos o tres veces e imitaban minuciosamente las graciosas desgracias de los payasos y las contorsiones y equilibrios de los forzudos. También los compañeros de la escuela lo habían visto y se reían con grandes aspavientos al recordar este golpe o aquella pirueta. Sólo que Carlos no sabía que eran exageraciones destinadas a él, a él que no iba al circo porque el padre entendía que era muy impresionable y podía conmoverse demasiado ante el riesgo inútil que corrían los trapecistas. Sin embargo, Carlos sentía algo parecido a un dolor en el pecho siempre que pensaba en los payasos. Cada día se le iba siendo más difícil soportar su curiosidad.

Entonces preparó la frase y en el momento oportuno se la dijo al padre: «¿No habría forma de que yo pudiese ir alguna vez al circo?». A los siete años, toda frase larga resulta simpática y el padre se vio obligado primero a sonreír, luego a explicarse: «No quiero que veas a los trapecistas». En cuanto oyó esto, Carlos se sintió verdaderamente a salvo, porque él no tenía interés en los trapecistas. «¿Y si me fuera cuando empieza ese número?». «Bueno», contestó el padre, «así, sí».

La madre compró dos entradas y lo llevó el sábado de noche. Apareció una mujer de malla roja que hacía equilibrio sobre un caballo blanco. Él esperaba a los payasos. Aplaudieron. Después salieron unos monos que andaban en bicicleta, pero él esperaba a los payasos. Otra vez aplaudieron y apareció un malabarista. Carlos miraba con los ojos muy abiertos, pero de pronto se encontró bostezando. Aplaudieron de nuevo y salieron —ahora sí— los payasos.

Su interés llegó a la máxima tensión. Eran cuatro, dos de ellos enanos. Uno de los grandes hizo una cabriola, de aquéllas que imitaba su hermano mayor. Un enano se le metió entre las piernas y el payaso grande le pegó sonoramente en el trasero. Casi todos los espectadores se reían y algunos muchachitos empezaban a festejar el chiste mímico antes aún de que el payaso emprendiera su gesto. Los dos enanos se trenzaron en la milésima versión de una pelea absurda, mientras el menos cómico de los otros dos los alentaba para que se pegasen. Entonces el segundo payaso grande, que era sin lugar a dudas el más cómico, se acercó a la baranda que limitaba la pista, y Carlos lo vio junto a él, tan cerca que pudo distinguir la boca cansada del hombre bajo la risa pintada y fija del payaso. Por un instante el pobre diablo vio aquella carita asombrada y le sonrió, de modo imperceptible, con sus labios verdaderos. Pero los otros tres habían concluido y el payaso más cómico se unió a los demás en los porrazos y saltos finales, y todos aplaudieron, aun la madre de Carlos.

Y como después venían los trapecistas, de acuerdo a lo convenido la madre lo tomó de un brazo y salieron a la calle. Ahora sí había visto el circo, como sus hermanos y los compañeros del colegio. Sentía el pecho vacío y no le importaba qué iba a decir mañana. Serían las once de la noche, pero la madre sospechaba algo y lo introdujo en la zona de luz de una vidriera. Le pasó despacio, como si no lo creyera, una mano por los ojos, y después le preguntó si estaba llorando. Él no dijo nada. «¿Es por los trapecistas? ¿Tenías ganas de verlos?».

Ya era demasiado. A él no le interesaban los trapecistas. Sólo para destruir el malentendido, explicó que lloraba porque los payasos no le hacían reír.

domingo, 26 de marzo de 2023

"LA LUCHA DE UNA MUJER DE 100 AÑOS CONTRA LA CENSURA DE LIBROS EN FLORIDA".

Grace Linn dice que solo está haciendo lo que su primer esposo, quien murió luchando en la Segunda Guerra Mundial, estaba haciendo: luchar por la libertad.

La voz más convincente contra la prohibición de libros en Florida estaba sentada en su andador mientras se dirigía a las 500 personas en la reunión de esta semana de la Junta Escolar del Condado de Martin.

“Soy Grace Linn”, dijo. “Tengo cien años de edad. Estoy aquí para protestar por la política de prohibición de libros del distrito escolar. Mi esposo, Robert Nicoll, murió en acción en la Segunda Guerra Mundial a una edad muy temprana. Tenía solo 26 años, defendiendo nuestra democracia, Constitución y libertades”.

La unidad de su esposo había estado proporcionando municiones a la Resistencia francesa cuando fue bombardeada y ametrallada por aviones nazis el Día de la Decoración de 1944, ocho días antes de la invasión de Normandía. Ella tenía siete meses de embarazo cuando él fue inicialmente declarado desaparecido en combate. Un telegrama informando que había sido declarado muerto le fue entregado en el hospital tres días después del nacimiento de su hija, Nicci. Más tarde, Linn recibió una foto que su esposo había traído consigo a Europa, pero sus restos nunca se recuperaron.

“Una de las libertades que los nazis aplastaron fue la libertad de leer los libros que prohibieron”, dijo en la reunión de la junta escolar. “Detuvieron la prensa libre y prohibieron y quemaron libros. La libertad de leer, que está protegida por la Primera Enmienda, es nuestro derecho y deber esencial de nuestra democracia. Aun así, está continuamente bajo el ataque de grupos públicos y privados que creen que tienen la verdad”.

Un hombre que estaba detrás de ella sostenía una colcha bordeada con el amarillo autobús escolar, cuyos cuadrados estaban llenos de títulos de libros que iban desde Amado de Toni Morrison hasta El hombre invisible de Ralph Ellison, Lolita de Vladimir Nabokov y 1984 de George Orwell .

“En respuesta a la prohibición de libros en todo nuestro país y el condado de Martin el año pasado, cuando tenía 99 años, creé esta colcha”, continuó. “Para recordarnos a todos que estos pocos de tantos libros que están prohibidos o dirigidos deben mostrarse y protegerse con orgullo y leerse, si así lo desea”.

Dejó en claro que, en su opinión, lo que Florida ha estado intentando bajo el gobernador Ron DeSantis es la peligrosa agitación de un mal similar al que su esposo se dispuso a combatir.

“Prohibir libros y quemar libros es lo mismo. Ambos se hacen por la misma razón. Miedo al conocimiento. El miedo no es libertad. El miedo no es libertad. El miedo es control. Mi marido murió como padre de la libertad. Soy una madre de la libertad. Los libros prohibidos deben exhibirse con orgullo y protegerse de juntas escolares como esta. Muchas gracias." CONTINUAR LEYENDO Y ACCEDER AL ARTÍCULO DE DAILY BEAST

NOTA: En el vídeo que aparece en el artículo  se puede ver (a partir del minuto 53:30) la intervención de Grace Linn ante la Junta Escolar del Condado de Martin.

sábado, 25 de marzo de 2023

Diez razones para escribir para los niños. Isaac Bashevis Singer, Premio Nobel de Liteatura de 1978.

El gran autor Isaac Bashevis Singer, ganador del Premio Nobel de Liteatura, aseguraba que tenía más de 500 razones para escribir para los niños. Pero, para ganar tiempo, decidió limitarse a enumerar estas diez:
  1. Los niños leen libros y no críticas de libros. Los críticos les importan un pepino.
  2. Los niños no leen para encontrar su identidad.
  3. No leen para liberarse de un complejo de culpa, para satisfacer su ansia de rebelión ni para deshacerse del sentimiento de alienación.
  4. Los niños no hacen uso de la psicología.
  5. Aborrecen la sociología.
  6. No intentan siquiera comprender a Kafka.
  7. Siguen creyendo en el Bien, en la familia, en los ángeles, en los demonios, en brujas, en los diablos burlones, en la lógica, en la claridad, en los signos de puntuación y en muchas otras cosas comprensibles.
  8. Les gusta leer relatos interesantes y no comentarios, ni guías o notas que acompañan a textos.
  9. Cuando un libro es aburrido, bostezan abiertamente sin sentimiento de culpa o temor a la autoridad.
  10. No esperan de su escritor preferido que salve la humanidad. Por más jóvenes que sean, ya han comprendido que él no está en condiciones de hacerlo. Solamente los adultos tienen ilusiones tan infantiles.
Fuente: Fundación Cuatrogatos

viernes, 24 de marzo de 2023

" La nieve de Chelm". Un cuento infantil del Premio Nobel de Literatura Isaac Bashevis Singer.

Chelm era una aldea de tontos: tontos jóvenes y tontos viejos. Una noche alguien espió a la luna, que se reflejaba en un barril de agua. La gente de Chelm imaginó que había caído allí. Sellaron el barril para que la luna no se escapara. Cuando a la mañana destaparon el barril y comprobaron que la luna ya no estaba allí, los aldeanos concluyeron que había sido robada. Llamaron a la policía, y, cuando el ladrón no pudo ser hallado, los tontos de Chelm lloraron y gimieron.

De todos los tontos de Chelm, los más famosos eran los siete ancianos. Como eran los tontos más rematados y más viejos, gobernaban en Chelm. De tanto pensar, tenían las barbas blancas y las frentes muy anchas.

Una vez, durante toda una noche de Hannukkah, la nieve no cesó de caer. Cubrió todo Chelm como un manto de plata. La luna brilló, las estrellas titilaron, y la nieve relució como perlas y diamantes.

Esa noche los siete ancianos estaban sentados y reflexionando, mientras arrugaban sus frentes. La aldea necesitaba dinero, y no sabían cómo obtenerlo. De repente, el más anciano de ellos, Groham el Gran Tonto, exclamó:

–¡La nieve es plata!

–¡Veo perlas en la nieve! –gritó otro.

–¡Y yo veo diamantes! –agregó un tercero.

Para los ancianos de Chelm estaba claro que había caído un tesoro del cielo.

Pero pronto comenzaron a preocuparse. A la gente de Chelm le gustaba caminar, y ciertamente terminarían por pisotear el tesoro. ¿Qué se podía hacer? El tonto Tudras tuvo una idea.

–Enviemos un mensajero que golpee en todas las ventanas y comunique a todos que deben permanecer en sus casas hasta que se hayan recogido la plata, las perlas y los diamantes.

Durante un rato los ancianos quedaron satisfechos. Se restregaron las manos y aprobaron la astuta idea. Pero entonces Lekisch el memo hizo notar con aflicción:

–El mensajero mismo pisoteará el tesoro.

Los ancianos comprendieron que Lekisch tenía razón, y otra vez arrugaron las frentes en un esfuerzo por solucionar el problema.

–¡Ya lo tengo! –exclamó Shmerel el Buey.

–Dinos, dinos –rogaron los ancianos.

–El mensajero no debe ir a pie. Debe ser transportado sobre una mesa, para que sus pies no toquen la preciosa nieve.

Todos quedaron encantados con la solución de Shmerel el Buey, y los ancianos, batiendo palmas, admiraron su sabiduría.

Los ancianos enviaron inmediatamente a alguien a la cocina a buscar a Gimpel, el chico de los recados, y lo pusieron sobre una mesa. Y ahora ¿quién habría de transportar la mesa? Fue una suerte que en la cocina estuvieran Treitle el cocinero, Berel el pelador de patatas, Yukel el mezclador de ensaladas, y Yontel, que cuidaba a la cabra de la comunidad. Se les ordenó a los cuatro que llevaran la mesa en la que Gimpel se había puesto de pie. Cada uno sostuvo una pata. Arriba estaba Gimpel con un martillo de madera, para golpear en las ventanas de los aldeanos. Entonces salieron.

En cada ventana Gimpel golpeaba y decía:

–Nadie debe salir de casa esta noche. Ha caído un tesoro del cielo y está prohibido pisarlo.

La gente de Chelm obedeció a los ancianos y permaneció en sus casas durante toda la noche. Entretanto los propios ancianos se sentaron, tratando de imaginar cómo harían mejor uso del tesoro, una vez que lo recogieran.

El tonto Tudras propuso que lo vendieran y compraran una gansa que pusiera huevos de oro. Así la comunidad tendría unos ingresos fijos. Lekisch el memo tuvo otra idea. ¿Por qué no comprar anteojos que hicieran parecer más grandes todas las cosas a los habitantes de Chelm? Las casas, las calles y las tiendas parecerían más grandes, y desde luego, si Chelm parecía más grande, pues entonces sería más grande. Ya no sería una aldea, sino una gran ciudad.

Surgieron otras ideas igualmente ingeniosas. Pero mientras los ancianos sopesaban sus diversos planes, llegó la mañana y brilló el sol. Miraron por la ventana y, caramba, vieron que la nieve había sido pisoteada. Las pesadas botas de los porteadores de la mesa habían destruido el tesoro.

Los ancianos de Chelm se acariciaron sus blancas barbas y admitieron que habían cometido un error. ¿Quizás, razonaron, otras cuatro personas debían haber llevado a los cuatro hombres que llevaron la mesa en la que estaba Gimpel, el chico de los recados?

Tras largas deliberaciones los ancianos decidieron que, si durante el próximo Hannukkah llegaba a caer otro tesoro del cielo, eso era exactamente lo que habrían de hacer.

Aunque los aldeanos se quedaron sin tesoro, estaban llenos de esperanzas para el año siguiente y elogiaron a los ancianos, con quienes sabían que se podía contar para encontrar una solución, por muy difícil que fuera el problema.

Fuente: narrativabreve.com

martes, 21 de marzo de 2023

"Lavandería Ángel". Un cuento de Lucía Berlin.

Lavandería Ángel es el primer cuento del libro de Lucía Berlin, Manual para mujeres de la limpieza.

Lavandería Ángel

Un indio viejo y alto con unos Levi’s descoloridos y un bonito cinturón zuni. Su pelo blanco y largo, anudado en la nuca con un cordón morado. Lo raro fue que durante un año más o menos siempre estábamos en la Lavandería Ángel a la misma hora. Aunque no a las mismas horas. Quiero decir que algunos días yo iba a las siete un lunes, o a las seis y media un viernes por la tarde, y me lo encontraba allí.

Con la señora Armitage había sido diferente, aunque ella también era vieja. Eso fue en Nueva York, en la Lavandería San Juan de la calle 15. Portorriqueños. El suelo siempre encharcado de espuma. Entonces yo tenía críos pequeños y solía ir a lavar los pañales el jueves por la mañana. Ella vivía en el piso de arriba, el 4-C. Una mañana en la lavandería me dio una llave y yo la cogí. Me dijo que si algún jueves no la veía por allí, hiciera el favor de entrar en su casa, porque querría decir que estaba muerta. Era terrible pedirle a alguien una cosa así, y además me obligaba a hacer la colada los jueves.

La señora Armitage murió un lunes, y nunca más volví a la Lavandería San Juan. El portero la encontró. No sé cómo.

Durante meses, en la Lavandería Ángel, el indio y yo no nos dirigimos la palabra, pero nos sentábamos uno al lado del otro en las sillas amarillas de plástico, unidas en hilera como las de los aeropuertos. Rechinaban en el linóleo rasgado y el ruido daba dentera.

El indio solía quedarse allí sentado tomando tragos de Jim Beam, mirándome las manos. No directamente, sino por el espejo colgado en la pared, encima de las lavadoras Speed Queen. Al principio no me molestó. Un viejo indio mirando fijamente mis manos a través del espejo sucio, entre un cartel amarillento de PLANCHA 1,50 $ LA DOCENA y plegarias en rótulos naranja fosforito. DIOS, CONCÉDEME LA SERENIDAD PARA ACEPTAR LAS COSAS QUE NO PUEDO CAMBIAR. Hasta que empecé a preguntarme si no tendría una especie de fetichismo con las manos. Me ponía nerviosa sentir que no dejaba de vigilarme mientras fumaba o me sonaba la nariz, mientras hojeaba revistas de hacía años. Lady Bird Johnson, cuando era primera dama, bajando los rápidos.

Al final acabé por seguir la dirección de su mirada. Vi que le asomaba una sonrisa al darse cuenta de que también yo me estaba observando las manos. Por primera vez nuestras miradas se encontraron en el espejo, debajo del rótulo NO SOBRECARGUEN LAS LAVADORAS.

En mis ojos había pánico. Me miré a los ojos y volví a mirarme las manos. Horrendas manchas de la edad, dos cicatrices. Manos nada indias, manos nerviosas, desamparadas. Vi hijos y hombres y jardines en mis manos. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 20 de marzo de 2023

"NICARAGUA". Un poema de Gioconda Belli

Tantas veces me he propuesto olvidarte
como si fueras un amante cruel de esos que le cierran a uno
la puerta en las narices
o uno de aquellos que cuanto más se aman
más olvido prodigan
pero nada de lo que hago lo consigue
viene el verdor la lluvia el viento
el revoloteo de los papeles en las calles
el roble derramando sus flores como cáscaras de seda en las aceras
el rostro del chavalo con el trapo
su sonrisa que cruza y trasciende la pobreza
viene el atardecer sobre el perfil puntiagudo del volcán a lo lejos
las nubes derramando pintura roja y púrpura sobre el cielo
el hablar deslenguado rápido juguetón de la gente
y todo lo que maldigo y desdigo de vos se me deshace
y me irrumpe el amor como si me corrieran caballos en el pecho
y te contemplo atravesada de ceibos y corteses
de madroños caobas y palmeras
y te amo patria de mis sueños y mis penas
y te llevo conmigo para lavarte las manchas en secreto
susurrarte esperanzas
y prometerte curas y encantos que te salven.
Palabras digo puesto que son ellas la argamasa de mi vida
y a punta de palabras te imagino una y otra vez renacida
genial, despojada de cuanta polilla te corroe día a día los
cimientos.
Arranco de tu pelo a los que te venden te roban y te abusan
te cuento cuentos en la esquina de mi almohada
te arropo y te tapo los ojos
para que no veas los verdugos que llegan a cortarte la cabeza.

Tierra
Paisaje
Yo moriré
Morirán mis angustias
pero vos seguirás
anclada en el mismo lugar
acurrucando mis memorias
y mis huesos.

domingo, 19 de marzo de 2023

"KOLOBOK". Cuento infantil ucraniano

Había una pareja de abuelos, muy pobres. Un día en que no tenían ni pan para comer, el abuelo dijo:
–Querida abuelita, ¿podrías prepararnos un bollo?
–¿Pero de qué, si no tenemos ni harina?
–Pues ve a la despensa y barre el rincón donde estaba la harina, así podrás hacer un bollo.
La abuela le hizo caso, fue a la despensa, barrió la harina que quedaba, luego preparó y amasó bien la masa para hornear un bollo. Al sacarlo del horno, le puso un nombre, Kolobok, y lo dejó enfriarse en la ventana.
Kolobok estuvo un rato en la ventana, pero luego saltó de la ventana al porche, desde el porche al suelo del patio, y desde el patio a la puerta de la entrada, y así salió fuera.
Iba rodando por la calle cuando se encontró con la Liebre. Ella que tenía hambre, lo intentó detener:
– Kobobok, oh, kolobok, ¡te voy a comer!
–No me comas, Liebrecita, mejor te canto una canción.
–Vale, ¡te escucho!

He salido de un barrido,
De esa harina horneado,
Me escapé de la abuela,
Me escapé del abuelo,
¡Y me escaparé de ti!


Y siguió rodando por la calle. Hasta que se topó con el Lobo, que también iba con mucha hambre:

–Kobobok, oh, kolobok, ¡te voy a comer!
–No me comas, Lobito, a cambio te cantaré una canción.
–Vale, ¡canta!

He salido de un barrido,
De esa harina horneado,
Me escapé de la abuela,
Me escapé del abuelo,
Me escapé de la liebre,
¡Y me escaparé de ti!

Y siguió rodando. Hasta que se encontró con el Zorro:
–Kobobok, oh, kolobok, ¡te voy a comer!
–No me comas, Zorrito, te voy a cantar una canción.
– Vale, ¡canta!

He salido de un barrido,
De esa harina horneado,
Me escapé de la abuela,
Me escapé del abuelo,
Me escapé de la liebre,
Me escapé del lobo,
¡Y me escaparé de ti!

–Bueno, la canción es muy bonita –dijo el Zorro–. Lo que pasa es que no te he oído bien. Siéntate en mi lengua para que te escuche mejor.
Kolobok saltó sobre su lengua y comenzó a cantar:
–He salido de un barrido…
Y el Zorro, ¡glup!, se lo comió!

sábado, 18 de marzo de 2023

"TÚ ME QUIERES BLANCA". Un poema de Alfonsina Storni.

Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
de perfume tenue.
corola cerrada

Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua;

Habla con los pájaros
y llévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

viernes, 17 de marzo de 2023

"HISTORIA DE ALADINO Y LA LÁMPARA MÁGICA (MARAVILLOSA)". Un cuento de "Las mil y una noches".

He llegado a saber ¡oh rey afortunado! ¡oh dotado de buenos modales! que en la antigüedad del tiempo y el pasado de las edades y de los momentos, en una ciudad entre las ciudades de la China, y de cuyo nombre no me acuerdo en este instante, había -pero Alah es más sabio- un hombre que era sastre de oficio y pobre de condición. Y aquel hombre tenía un hijo llamado Aladino, que era un niño mal educado y que desde su infancia resultó un galopín muy enfadoso. Y he aquí que cuando el niño llegó a la edad de diez años, su padre quiso hacerle aprender por lo pronto algún oficio honrado; pero, como era muy pobre, no pudo atender a los gastos de la instrucción y tuvo que limitarse a tener con él en la tienda al hijo, para enseñarle el trabajo de aguja en que consistía su propio oficio. Pero Aladino, que era un niño indómito acostumbrado a jugar con los muchachos del barrio, no pudo amoldarse a permanecer un solo día en la tienda. Por el contrario, en lugar de estar atento al trabajo, acechaba el instante en que su padre se veía obligado a ausentarse por cualquier motivo o a volver la espalda para atender a un cliente, y al punto el niño recogía la labor a toda prisa y corría a reunirse por calles y jardines con los bribonzuelos de su calaña. Y tal era la conducta de aquel rebelde, que no quería obedecer a sus padres ni aprender el trabajo de la tienda. Así es que su padre, muy apenado y desesperado por tener un hijo tan dado a todos los vicios, acabó por abandonarle a su libertinaje; y su dolor le hizo contraer una enfermedad, de la que hubo de morir. ¡Pero no por eso se corrigió Aladino de su mala conducta! Entonces la madre de Aladino, al ver que su esposo había muerto y que su hijo no era más que un bribón, con el que no se podía contar para nada, se decidió a vender la tienda y todos los utensilios de la tienda, a fin de poder vivir algún tiempo con el producto de la venta, pero como todo se agotó en seguida tuvo necesidad de acostumbrarse a pasar sus días y sus noches hilando lana y algodón para ganar algo y alimentarse y alimentar al ingrato de su hijo.

En cuanto a Aladino, cuando se vio libre del temor a su padre, no le retuvo ya nada y se entregó a la pillería y a la perversidad. Y se pasaba todo el día fuera de casa para no entrar más que a las horas de comer. Y la pobre y desgraciada madre, a pesar de las incorrecciones de su hijo para con ella y del abandono en que la tenía, siguió manteniéndole con el trabajo de sus manos y el producto de sus desvelos, llorando sola lágrimas muy amargas. Y así fue cómo Aladino llegó a la edad de quince años. Y era verdaderanipnte hermoso y bien formado, con dos magníficos ojos negros, y una tez de jazmin, y un aspecto de lo más seductor. CONTINUAR LEYENDO

jueves, 16 de marzo de 2023

"EL AMOR". Un poema de la poeta uruguaya Idea Vilariño



Un pájaro me canta
y yo le canto
me gorjea al oído
y le gorjeo
me hiere y yo le sangro
me destroza
lo quiebro
me ayuda
lo levanto
lleno todo de paz
todo de guerra
todo de odio
de amor
y desatado
gime su voz y gimo
río y ríe
y me mira y lo miro
me dice y yo le digo
y me ama y lo amo
—no se trata de amor
damos la vida—
y me pide y le pido
y me vence y lo venzo
y me acaba y lo acabo



miércoles, 15 de marzo de 2023

"KENZABURO OÉ: LA ENTRAÑA MISMA DEL DOLOR HUMANO". Un artículo de Francisco Prieto publicado en Letras Libres el 14 de marzo de 2023

Kenzaburo Oé (1935-2023) fue un novelista de la condición humana, cuya experiencia poética nace de la entraña misma del dolor humano.

Ha fallecido, casi nonagenario, Kenzaburo Oé. Ha muerto vencido por la edad, se puede afirmar que de senectud. Fue premio Nobel en 1994 y de él escribió su antípoda Henry Miller: “Aunque profundamente japonés, el territorio de esperanza y desesperación que abarca Oé lo convierte en un legítimo continuador de Dostoievski”. Fue un narrador natural, o sea, un contador de historias, de ahí su producción abundante de novelas y de cuentos. En sus historias impresiona y seduce el encuentro sin fisuras de la realidad y el sueño; el dato duro, objetivo, y la fantasía que le da sentido. Su obra desmiente la osada y errónea afirmación de Paul Valéry de que en la literatura lo real no es concebible. Y es que la realidad dispara lo imaginario y lo imaginario acaba iluminando lo real. Me explico.

Kenzaburo Oé fue un hombre doblemente marcado y si por un lado era un preadolescente cuando la bomba atómica cayó sobre Hiroshima y Nagasaki, fue también un hombre que iniciaba la construcción de su vida, que se autodeterminaba en un proyecto de vida, cuando casi recién casado su esposa concibió a una criatura con una discapacidad severa. En su novela Cartas a los años de nostalgia, Oé escribe:
Como ya he dicho, dos años después de regresar a Tokio desde el valle nació nuestro primer hijo con una anomalía en la cabeza. Una radiante mañana de junio mientras caía una llovizna fina como la niebla que era arrastrada por el viento, fui en bicicleta al hospital pasando bajo las hojas verdes y rozagantes de los gingkos, y el médico me anunció que mi mujer, ingresada la noche anterior, había tenido un niño deforme.
¿Quién puede evadirse de vivir en un país humillado y lleno de cadáveres y de mutilados y él mismo, un sobreviviente al fin, cuando se sabe fuerte a pesar de todo para emprender con miedo y brío la existencia, asumirse padre de una criatura que le exigirá la huida o la permanencia a su lado con todo lo que ello implica?

En uno de sus libros más hondos, en realidad todos lo son, Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura, el lector enfrenta una reconstrucción implacable de un mundo donde parece que no hay lugar para la piedad. Oé en sus historias responde a lo que Gide había advertido, no puede hacerse buena literatura con buenos sentimientos. Va a las raíces del mal y en lo profundo del abismo encontrará la luz pero no ha escamoteado nada, no ha mistificado nada. Se ha dejado impregnar por la complejidad de las personas y de los hechos, le ha dado, como buen novelista, un golpe mortal al ensimismamiento.

Si en lo social se acercó a los socialistas y aun a Mao, tuvo el valor de ver y de rectificar en lo que consideró necesario por su fidelidad a la verdad; en lo personal, asumió su situación y su hijo, autista, cuando él, su padre, descubrió que lo dulcificaba la música trabajó a su lado. El muchacho, Hikari, es hoy un compositor aceptable en cuyas obras se encuentran las influencias de dos autores contrapuestos, Schumann y Mozart: el Mozart encantador y lúdico de sus primeros años y el Schumann sombrío consciente del mal mental que lo atenazaba.

Pero el narrador nato Oé trabajó muchas historias producto de diversas circunstancias vividas, y consciente de las muy diversas respuestas que se pueden dar ante el hecho de tener un hijo con una discapacidad física escribió historias con personajes diferentes y soluciones de vida diferentes y muchas otras historias que nada tienen que ver con la incidencia de la aparición de un hijo que carga alguna discapacidad.

Antes del Nobel no fue un autor que vendiera muchos libros pero tampoco después. Mi hipótesis al respecto es que se trata de un novelista no solo de la condición humana, sino uno cuya experiencia poética nace de la entraña misma del dolor humano.

En suma, la obra de Kenzaburo Oé permanece viva. Es un autor para corazones sólidos o, quizá, para quienes tienen oídos para oír, ojos para ver y, sobre todo, capacidad para asombrarse, condolerse, asumir, también, la ternura acaso reprimida. Uno de los mayores novelistas de nuestro tiempo y su obra una comedia humana propia, intransferible, universal.

martes, 14 de marzo de 2023

"BABY H. P.". Un cuento de Juan José Arreola

Señora ama de casa: convierta usted en fuerza motriz la vitalidad de sus niños. Ya tenemos a la venta el maravilloso Baby H.P., un aparato que está llamado a revolucionar la economía hogareña.

El Baby H.P. es una estructura de metal muy resistente y ligera que se adapta con perfección al delicado cuerpo infantil, mediante cómodos cinturones, pulseras, anillos y broches. Las ramificaciones de este esqueleto suplementario recogen cada uno de los movimientos del niño, haciéndolos converger en una botellita de Leyden que puede colocarse en la espalda o en el pecho, según necesidad. Una aguja indicadora señala el momento en que la botella está llena. Entonces usted, señora, debe desprenderla y enchufarla en un depósito especial, para que se descargue automáticamente. Este depósito puede colocarse en cualquier rincón de la casa, y representa una preciosa alcancía de electricidad disponible en todo momento para fines de alumbrado y calefacción, así como para impulsar alguno de los innumerables artefactos que invaden ahora los hogares.

De hoy en adelante usted verá con otros ojos el agobiante ajetreo de sus hijos. Y ni siquiera perderá la paciencia ante una rabieta convulsiva, pensando en que es una fuente generosa de energía. El pataleo de un niño de pecho durante las veinticuatro horas del día se transforma, gracias al Baby H.P., en unos inútiles segundos de tromba licuadora, o en quince minutos de música radiofónica.

Las familias numerosas pueden satisfacer todas sus demandas de electricidad instalando un Baby H.P. en cada uno de sus vástagos, y hasta realizar un pequeño y lucrativo negocio, trasmitiendo a los vecinos un poco de la energía sobrante. En los grandes edificios de departamentos pueden suplirse satisfactoriamente las fallas del servicio público, enlazando todos los depósitos familiares.

El Baby H.P. no causa ningún trastorno físico ni psíquico en los niños, porque no cohíbe ni trastorna sus movimientos. Por el contrario, algunos médicos opinan que contribuye al desarrollo armonioso de su cuerpo. Y por lo que toca a su espíritu, puede despertarse la ambición individual de las criaturas, otorgándoles pequeñas recompensas cuando sobrepasen sus récords habituales. Para este fin se recomiendan las golosinas azucaradas, que devuelven con creces su valor. Mientras más calorías se añadan a la dieta del niño, más kilovatios se economizan en el contador eléctrico.

Los niños deben tener puesto día y noche su lucrativo H.P. Es importante que lo lleven siempre a la escuela, para que no se pierdan las horas preciosas del recreo, de las que ellos vuelven con el acumulador rebosante de energía.

Los rumores acerca de que algunos niños mueren electrocutados por la corriente que ellos mismos generan son completamente irresponsables. Lo mismo debe decirse sobre el temor supersticioso de que las criaturas provistas de un Baby H.P. atraen rayos y centellas. Ningún accidente de esta naturaleza puede ocurrir, sobre todo si se siguen al pie de la letra las indicaciones contenidas en los folletos explicativos que se obsequian en cada aparato.

El Baby H.P. está disponible en las buenas tiendas en distintos tamaños, modelos y precios. Es un aparato moderno, durable y digno de confianza, y todas sus coyunturas son extensibles. Lleva la garantía de fabricación de la casa J. P. Mansfield & Sons, de Atlanta, III.

FIN

lunes, 13 de marzo de 2023

"QUISE MIRAR AL MUNDO CON TUS OJOS...". Un poema de Ángel González

 A Susana Rivera

Quise mirar el mundo con tus ojos
ilusionados, nuevos,
verdes en su fondo
como la primavera.
Entré en tu cuerpo lleno de esperanza
para admirar tanto prodigio desde
el claro mirador de tus pupilas.
Y fuiste tú la que acabaste viendo
el fracaso del mundo con las mías.

domingo, 12 de marzo de 2023

"UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD". Un cuento de Lydia Davis

Si tan solo tuviera la oportunidad de aprender de mis errores, lo haría, pero hay demasiadas cosas que no haces dos veces; de hecho, la mayor parte de las cosas importantes son cosas que no haces dos veces, así que no las puedes hacer mejor la segunda vez. Haces algo mal y luego ves lo que hubiera sido mejor hacer y estás preparada para hacerlo, de presentarse la oportunidad, pero la próxima experiencia es muy diferente y tu juicio de nuevo será erróneo y aunque luego estés preparada para esta experiencia si habría de repetirse, no estás preparada para la experiencia siguiente. Si, por ejemplo, pudieras casarte a los dieciocho años dos veces, la segunda vez podrías asegurarte de que no fueras tan joven para hacerlo, porque tendrías la perspectiva de ser mayor y sabrías que la persona que te aconseja casarte con este hombre te está dando un mal consejo pues sus razones son las mismas que te dio la última vez que te aconsejo casarte a los dieciocho. Si pudieras traer un hijo de un primer matrimonio a un segundo matrimonio por segunda vez, sabrías que la generosidad puede convertirse en resentimiento si no haces las cosas bien y el resentimiento en amabilidad si las haces, a menos que el hombre con el que te cases cuando te cases por segunda vez una segunda vez tuviera un temperamento muy diferente al del hombre con quien te casaste por segunda vez la primera vez, en ese caso tendrías que casarte con ese hombre dos veces para saber cuál sería el mejor camino que tomar al casarse con un hombre de su temperamento. Si pudieras ver a tu madre morirse por segunda vez podrías estar preparada para pelear por conseguir una habitación privada donde no hubiera nadie viendo la televisión mientras ella muere, pero si estuvieras preparada para pelear por eso, y lo hicieras, tendrías que perder a tu madre de nuevo para saber lo suficiente como para decirles que coloquen bien su dentadura y no mal como lo hicieron antes en su habitación y la vieron por última vez sonriendo tan extrañamente, y luego una vez más para asegurarte que sus cenizas no fueran guardadas de nuevo en esa especie de contenedor de correos aéreos donde la mandaron al norte a un cementerio.

FIN

sábado, 11 de marzo de 2023

"MADRID: 11 DE MARZO". Un poema de Manuel Rico dedicado a las víctimas del atentado terrorista de ese día hace 19 años

Marzo desnivelado por las cifras
del desaliento. Marzo de muerte,
triste marzo de trenes y extrarradios marchitos,
marzo de sueños rotos y niños deshabitados,
de pronombres sin nombre, de apellidos
quebrados y relojes sin hora, marzo de los teléfonos
enmudecidos.
Mi ciudad asolada. Mis tierras y mis trenes,
asolados, mis ojos y mis manos
y mis brazos,
asolados. Muerte sembrada bajo la luz
de un Madrid lateral
hecho de andenes periféricos, de seres menesterosos,
de mujeres crecidas en la sombra diaria
del tiempo inabarcable del trabajo,
de hombres cultivados
en el silencio anónimo de las factorías,
de humildes bachilleres y de párvulos,
de viejos azorados por noticias de muerte,
de bares conmovidos por la niebla y la sangre,
de juguetes sin niño,
de huérfanos sin ira,
de vacías acequias,
de fogatas sin lumbre.

Madrid de hospitales, de lutos y de marzo.
Capital de la niebla y del dolor. Ciudad de los estanques
del silencio.
Madrid desbaratado y mío. Madrid nuestro.
Como los muertos, nuestro.
Dueño de un mes de marzo
descolorido y turbio, pero nuestro.
Entre muertos y lágrimas,
es más nuestra y cercana la ciudad. También más triste.

viernes, 10 de marzo de 2023

"MARÍA Y EL FANTASMA". Un poema de Benjamín Prado en el que refleja lo que para él es la inmortalidad poética de Ángel González

Existen ciertas noches en las que Ángel González
olvida que está muerto
y entra en casa,
enciende un cigarrillo,
jugamos a poner las cartas boca arriba.

Si me ve melancólico,
se enfada;
dice que la tristeza es de cobardes;
que el equilibrio sólo lo merece
quien sabe negociar con la caída;
que me ponga de pie
y vuelva a la pelea.

Si hablamos de política,
sostiene
que en España
eso es el arte
de hacer de la otra orilla lo contrario del río.

Si me pongo a escribir,
me exige que mis versos
nunca dejen atrás a sus poemas;
que no salga a cazarlos y espere a las palabras
que vengan
a leer
en ellos
su destino.

Y si le hablo de mí,
dice que no me fíe:
—Pregúntale a los otros para saber quién eres.

Él ya no es tan callado como cuando aún vivía
y yo sé que no estar en este mundo
no es razón suficiente para que no te escuchen,
para que no te crean.

Si le hablo de nosotros
me dice que recuerde
que el amor es un ciego con un arma en la mano
y me ordena que corra hacia las balas.
—No lo dudes: María es tu respuesta.

Te aseguro
que hay noches en las que Ángel González
no recuerda que ha muerto
y se sienta a mi lado
para hablarme de ti.

De Ya no es tarde (Visor, 2014)

miércoles, 8 de marzo de 2023

"ANEMIA DE GRAFITO". Un interesante cuento de Remedios Zafra sobre la mujer en el mundo rural y en otros mundos

Si el blanco y negro estaban condenados a guardar silencio en el zulo de una caja yerma incluso para el polvo, no era así con el color que se había proclamado depositario de los recuerdos recientes. Dos cámaras de fotos hacían el trabajo. Una de ellas la última Polaroid traída de unos grandes almacenes de la capital como regalo de cumpleaños. Y, si las cámaras eran las hacedoras de la imagen-recuerdo en color, el museo donde se mostraban los retratados era la mesa camilla. Bajo el cristal ovalado que protegía a la madera se apretaban varias capas de fotos. Cada estrato una época, una cena, una fiesta, un nacimiento, una navidad congelada.

Cabía esperar que, así como las fotos, las personas que aparecían en ellas fueran también de color. Lo eran, pero no los que habitualmente estaban detrás de la cámara, los dueños de la casa: Sierra y Frasco. Ellos eran en blanco y negro.

Tal vez ese fuera uno de los motivos por los que sus nietas les tenían miedo y aprensión, respectivamente. Hasta cierto punto el miedo a Frasco era comprensible pues apenas le veían ya que pasaba sus jornadas de jubilado en el campo. Algo más extraña era la aprensión que sentían hacia Sierra, a cuyo color debieran estar acostumbradas, ya que con ella compartían gran parte de su tiempo. Quizá si hubieran sabido que pronto Sierra iba a morir una vida su actitud habría cambiado. De momento nada hacía sospecharlo.

El caso es que regalarles cada semana una de esas bolsitas que venden en el quiosco del pueblo y que contiene una zanahoria, una cacerola, dos platos y dos tenedores de plástico -todo en miniatura-, prepararles desayuno y merienda, llevarlas al colegio y consentir alguno de sus caprichos almibarados, no parecía ser suficiente para que Sierra se hiciera acreedora del afecto regular de las crías. Su apego estaba marcado por visibles momentos de rechazo y por esa crueldad punzante sólo consentida a los niños. Por el contrario, hicieran lo que hicieran las nietas, Sierra parecía inmune a sus desdenes y nunca las amonestaba con un reproche o una demanda de cariño. Ella siempre sonreía y cuando decían "no quererla" se marchaba, ni siquiera cabizbaja, a la cocina.

Puede que fuera por su color blanco y negro, o por ese olor peculiar consecuencia del mismo, como a grafito sobre papel de estraza, que emitían ella y su marido. Puede que para las niñas esta diferencia de los abuelos no estuviera todavía asimilada y que les produjera rechazo porque al mirarles sólo veían esto. Aunque, curiosamente, para los demás, acostumbrados a la peculiaridad cromática del matrimonio, ésta pasara absolutamente desapercibida.

O puede que el afecto no correspondido que sufría Sierra tuviera que ver justo con lo contrario, no con la visión de su rareza sino con la no-visión de la mujer. Concretamente, con lo que su hijo diagnosticó como "ceguera por incondicionalidad". Las niñas la rechazaban porque no la veían ya que ella siempre estaba allí, disponible para la familia a cualquier hora y en cualquier situación, sin negociación previa.

Por lo demás Sierra era una mujer de pueblo que ni por aspecto, trabajo o conversación dejaría de pasar desapercibida en su contexto. Nunca ser cumplidora ama de casa y jornalera del montón, tener rostro amable pero ni guapo ni feo y hacer siempre, repetitivamente, lo mismo, fue motivo para resaltar. Nunca a esto se le llamó cosa distinta que "ser normal" aquí, o "mujer de pueblo" para los de fuera. Tan normal era su vida que siempre fue como era entonces, pocas diferencias. Quizá la única visible era el considerable aumento de peso que Sierra había experimentado en los últimos años y, de forma paralela, una creciente (y no escondida) obcecación por la comida. CONTINUAR LEYENDO