viernes, 31 de agosto de 2018

Eva Luna. Isabel Allende

Consuelo no manifestó ninguna emoción. Siguió trabajando como siempre, ignorando las náuseas, la pesadez de las piernas y los puntos de colores que le nublaban la vista, sin mencionar el extraordinario medicamento con que salvó al moribundo. No lo dijo, ni siquiera cuando empezó a crecerle la barriga, ni cuando la llamó el Profesor Jones para administrarle un purgante convencido de que esa hinchazón se debía a un problema digestivo, ni tampoco lo dijo cuando a su debido tiempo dio a luz. Aguantó los dolores durante trece horas sin dejar de trabajar y cuando ya no pudo mas, se encerró en su pieza dispuesta a vivir ese momento a plenitud, como el más importante de su vida. Cepilló su cabello, lo trenzó apretadamente y lo ató con una cinta nueva, se quitó la ropa y se lavó de pies a cabeza, luego puso una sabana limpia en el suelo y sobre ella se colocó en cuclillas, tal como había visto en un libro sobre costumbres esquimales. Cubierta de sudor, con un trapo en la boca para ahogar sus quejidos, pujó para traer al mundo a esa criatura porfiada que se aferraba a ella. Ya no era joven y no fue tarea fácil, pero la costumbre de fregar pisos a medianoche, le había dado firmes músculos con los cuales pudo finalmente parir. Primero vio surgir dos pies minúsculos que se movían apenas, como si intentaran dar el primer paso de un arduo camino. Respiro profundamente y con un ultimo gemido sintió que algo se rompía en el centro de su cuerpo y una masa ajena se deslizaba entre sus muslos. Un tremendo alivio la conmovió hasta el alma. Allí estaba yo envuelta en una cuerda azul, que ella separó con cuidado de mi cuello, para ayudarme a vivir. En ese instante se abrió la puerta y entró la cocinera, quien al notar su ausencia adivinó lo que ocurría y acudió a socorrerla. La encontró desnuda conmigo recostada
sobre su vientre, todavía unida a ella por una lazo palpitante.

- Mala cosa, es hembra -dijo la improvisada comadrona cuando hubo anudado y cortado el cordón umbilical y me tuvo en sus manos.

-Nació de pie, es signo de buena suerte -sonrió mi madre apenas pudo hablar.

- Parece fuerte y es gritona. Si UD quiere puedo ser la madrina.

- No he pensado en bautizarla -replicó Consuelo, pero al ver que la otra se persignaba escandalizada no quiso ofenderla-. Esta bien, un poco de agua bendita no le puede hacer mal y quien sabe si hasta sea de algún provecho. Se llamará Eva, para que tenga ganas de vivir.
- ¿Qué apellido?

- Ninguno, el apellido no es importante.

- Los humanos necesitan apellido. Solo los perros pueden andar por allí con el puro nombre.

- Su padre pertenecía a la tribu de los hijos de la luna. que sea Eva Luna, entonces.

FIN

¡Léeme el cuento otra vez!

martes, 21 de agosto de 2018

El aguador de Bagdad. Un cuento de Las mil y una noches.

Hace muchas, muchas lunas, tantas, que resulta difícil contarlas todas, moraba en la bella ciudad de Bagdad un humilde aguador, tan pobre, que más de un día no tenía ni siquiera un pedazo de pan que llevarse a la boca, y debido a su extrema pobreza, huelga decir que por las noches descansaba donde buenamente encontraba cobijo, y que, desde luego, carecía de esposa al no poder ni mantenerse el mismo de una forma aceptable, pero Omar, que así se llamaba nuestro aguador, tenía depositada una fe ciega en su destino ya que
de niño, cierto adivino ambulante de esos que en los mercados te profetizan el porvenir a cambio de una moneda, y aquel día al padre de Omar, aguador con más suerte que su hijo, le sobraba, le había augurado que en el futuro lejano, cuando hubiese cumplido los veinte años, llegaría a alcanzar la máxima riqueza que puede encontrarse en este mundo y a la que aspira todo ser humano.

-O sea que -pensaba el pobre aguador-, yo seré rico, el ciudadano más rico y por ello respetado, de Bagdad, y todos cuantos en el presente se apartan de mi lado por causa de mi extrema miseria, se me acercarán deseosos de que yo les de el título de amigo...

Como puede apreciarse, soñar no cuesta nada, sobre todo cuando uno no tiene donde caerse muerto.

Y así iban transcurriendo los días, las semanas y los meses, sin que la vida del aguador, cada vez más andrajoso y con menos clientela, conociera el atisbo de un cambio.

Mas hete aquí que Omar, aun siendo pobre de solemnidad, como no tenía mal corazón ni envidiaba la buena fortuna de otros más afortunados, y siempre iba con una sonrisa en los labios a pesar de sus miserias y estrecheces, atrajo sin pretenderlo el interés de alguien y no precisamente de este mundo, sino del invisible y sutil de los espíritus, el mundo de los djins, los genios, esos que a veces, si se portan mal, son encerrados por tres veces mil años, en botellas lacradas con el sello de Soleyman ben Daud. Y como los genios se hallan divididos en dos géneros, el masculino y el femenino igual que nosotros, fue una bella djina la que reparó en Omar cierta calurosa tarde en la que el aguador daba de beber a un perro sediento. Sorprendida por su gesto, ya que no es frecuente que el que vive de un negocio pequeño o grande, y en este caso ruinoso, regale el producto de su mercancía sin esperar nada a cambio, la genio, de nombre Farizada, y que deambulaba por las calles transformada en vieja mendiga para observar el comportamiento de las gentes, no pudo menos que detenerse y dirigiéndose a Omar, le interpeló con las siguientes palabras:

-Dime, ¡oh, aguador!, ¿por qué das de beber a ese perro sin amo, gastando de este modo tu preciosa agua, cuando ello no te reporta beneficio alguno? CONTINUAR LEYENDO

lunes, 20 de agosto de 2018

"El relato íntimo es la puerta grande para entender lo que ha significado el terrorismo". Entrevista en eldiario.es a Luisa Etxenike, autora de "Absoluta presencia", un libro inmerso en la vivencia del terror de ETA.

No hace mucho que leí este libro y he de decir que, además de gustarme, me dejó con el deseo de volverlo a leer con más tiempo. Y es que los textos de Luisa Etxenike, dado el mimo y el cuidado que pone en ellos, son para degustarlos, para saborearlos lentamente. Más adelante tuve la oportunidad de asistir a la presentación del libro por parte de la autora en un acto organizado por la Fundación Fernando Buesa, de la que tengo el honor de ser patrono. En ese acto pude descubrir nuevas claves del texto. Algo que ahondó en mis deseos de su relectura. Además, como todo buen libro, es muy recomendable para hacer una lectura compartida del mismo, bien a través de una Tertulia Literaria Dialógica o de un Club de Lectura.

Hace dos días, aparecía en el diario.es una entrevista con la autora que me ha recordado aquella presentación. Merece la pena leerla y saborear, no solo sus comentarios sobre la novela, sino las reflexiones que con ellas hace sobre la literatura, sobre el lenguaje poético y narrativo.

Así comienza la entrevista:

La última novela de Luisa Etxenike, Absoluta presencia (Ediciones El Gallo de Oro), transcurre en París, aunque sus principales protagonistas son vascos, una familia donostiarra que se exilió en los años de plomo, cuando ETA impuso la “socialización del sufrimiento”, un eufemismo más de los que han surgido en estos años, cuando “se fundía el hierro del lenguaje para darle otra forma”, como se sugiere en el relato.


Es verdad que ha habido obras literarias y cinematográficas anteriores al cese de ETA y a su disolución y es cierto que ahora parece que hay un boom, que yo no lo atribuiría al fenómeno Patria, porque al mismo tiempo se estaban escribiendo otras novelas que han salido cercanas en el tiempo. Ahora bien, creo que no ha hecho nada más que empezar el tratamiento de la literatura de lo acontecido en estos años de violencia terrorista. Porque la literatura lo que hace es colocar las experiencias y las dinámicas sociales en el foco. Es lo que identifica a todas estas obras, o a muchas, que están apareciendo: esa mirada muy cercana a la intimidad de las personas, al impacto que ETA tenía en esa intimidad y en el entorno social cercano. En ese sentido, mi novela se sitúa ahí.


[...] La literatura convierte en experiencia lo que a veces tenemos como información de lo sucedido. Y a través de esa experiencia, puede convertirse en conciencia, en conciencia muy profunda de lo que aconteció. Además, una novela es organización, es estructura, y en ese sentido también pone a la experiencia pasada una estructura, la que sea, pero que es una estructura coherente a lo largo de la obra. Pero diría algo más, la literatura se construye con personajes, sí, pero también buscando y encontrando detalles, detalles expresivos, elocuentes. Yo creo que la memoria son detalles. Se ha hablado del relato de lo sucedido, a mí me gustaría hablar de los detalles de lo sucedido porque creo que en esos momentos, en esos gestos precisos se encuentra mucha elocuencia y mucha cercanía.

[...] Efectivamente, creo que aquí hemos vivido esa situación y lo he lamentado y he escrito sobre esa falta de fiabilidad, de confianza en las palabras, porque eran utilizadas mal, con indigencia. Se ha utilizado el lenguaje por inercia, llegó un momento en que todo el mundo llamaba a las cosas de la misma manera y así se instalaron hábitos de lenguaje. Pero también las apropiaciones indebidas cuando los victimarios parecían las víctimas, los perseguidos. O los eufemismos que ocultaban la absoluta realidad de los crímenes, en lugar de llamar a las cosas por su nombre. Esa manera de encubrir, de retorcer, de disimular, incluso de descuidar, porque muchas veces ha sido descuido, nos ha llevado a que el lenguaje no fuera un aliado del conocimiento de lo que estaba pasando, sino un enemigo del conocimiento de lo que estaba ocurriendo. Para la literatura, el lenguaje es esencial. En la medida en que se cuidan las palabras, la devolución de la calidad del lenguaje a lo narrado será también la devolución de la calidad a la experiencia, a la conciencia. En el arte no hay eufemismos. Las palabras están desnudas en toda su riqueza. Decía Rulfo que él quería escribir novelas con palabras de adobe. Yo también quiero escribir novelas con la verdadera materia prima del lenguaje. Ahora que está de moda el pan, yo quiero escribir novelas con la masa madre del lenguaje, con limpieza, calidad, que no excluye la metáfora, la imagen, pero con toda la grandeza del lenguaje.

domingo, 19 de agosto de 2018

“El Crimen fue en Granada”. Un poema de Antonio Machado sobre el asesinato de Federico García Lorca

1. El crimen

Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.


El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.

2. El poeta y la muerte

Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban…
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»

3.

Se le vio caminar…
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!


Imágenes de ambos poetas, sus lugares predilectos, sus obras... Contiene un extracto de Campos de Soria recitado por D. Joaquín Sánchez-Cervera, así como una canción de Leonard Cohen inspirada en la poesía de Lorca. El video fue proyectado el 23 de febrero de 2007 en un evento organizado por la empresa Interlinco (www.interlinco.com). Realización: familia García Sánchez-Cervera.

Lo que la ciencia sabe sobre cómo y por qué nos engancha una novela, por Rocío P. Benavente.(www.jotdown.es)

Como todo lo que está por hacer, una página en blanco no es nada pero tiene el potencial de serlo todo, y eso es una responsabilidad tremenda para el escritor. ¿Qué hacer? ¿Qué escribir? El abanico de opciones es abrumador, y las posibilidades de estrellarse lo son más aún. Además, si en el momento de ponernos a ello nos vienen a la cabeza todos los principios brillantes que nosotros no escribimos, como el lugar de la Mancha de nombre nunca recordado, el coronel Aureliano frente al pelotón de fusilamiento o la verdad universalmente conocida de los solteros con fortuna, es posible que la página en blanco, tan prístina ella, tan inocente que parecía, nos gane la batalla por KO antes de empezar.

Pero que no cunda el pánico porque la ciencia viene al rescate. Sí, la ciencia, algo en apariencia tan alejado de la literatura, la ficción y la novela, pero que en realidad no lo está tanto, ni siquiera un poco. Científicos y escritores conviven en el mismo medio, la palabra escrita, y a veces hasta en los mismos cuerpos, pues hay muchos ejemplos de científicos literatos o escritores de alma investigadora.

Pero no estamos hoy aquí para hablar de ellos, sino de otros, de los científicos que han analizado qué nos hace leer y también seguir leyendo, cómo las historias que leemos nos entran por los ojos y llegan a través del nervio óptico hasta nuestro cerebro para desde ahí expandirse bajo nuestra piel por todo el cuerpo. Esto no es (solo) una metáfora, resulta que ocurre de verdad. Pero a eso llegaremos más tarde.
[...] Los autores del estudio analizaron también la readability, o facilidad de lectura, entendida como el uso de frases sencillas y verbos simples, esperando encontrar que, a mayor facilidad de lectura, mayor éxito tendría una novela. Pero su algoritmo no pareció coincidir con esta suposición, y de hecho resultó ser al contrario: cuanto mayor era el uso de frases y verbos sencillos, menor era el éxito del libro. «Por supuesto, nuestro descubrimiento solo muestra una correlación, que no debe ser confundida con una causalidad, entre facilidad de lectura y éxito literario. Nuestra suposición es que la complejidad conceptual del trabajo literario de éxito requiere de una complejidad sintáctica acorde que va en contra de esa facilidad de lectura».

[...] Es decir, que de alguna forma nuestro cerebro no distingue del todo entre leer una acción o vivirla directamente, y en ambos casos reacciona de forma parecida. Según Keith Oatley, profesor emérito de Psicología Cognitiva de la Universidad de Toronto, leer es una vívida simulación de la realidad que «se ejecuta en la mente del lector, igual que las simulaciones informáticas se ejecutan en los ordenadores».

[...] Y esa cosa es una idea clara de qué está ocurriendo en el argumento y cómo eso afecta internamente al protagonista. Así de fácil, y así de complicado a la vez, dice ella.
«Lo que engancha y retiene al lector es el conflicto interno, no el drama externo», explica Cron, que se basa también en la idea de que las historias son simulaciones. «Podemos pensar en ellas como en la primera realidad virtual: tú estás allí, experimentando lo mismo por lo que está pasando el protagonista». Por eso la cosa no va de lo que alguien hace, sino de por qué lo hace.

[...] Desde el punto de vista de contar una historia, la atención también está relacionada con la tensión, esta vez con la narrativa. Si la tensión consigue atraer nuestra atención el tiempo suficiente, ahí es cuando entra en juego la empatía: empezamos a sentir las emociones que muestra el protagonista de la historia, aunque sepamos que es un personaje de ficción que no existe. La empatía es una herramienta que nos permite conectar emocionalmente con muchos más individuos de nuestra especie, incluidos los ficticios, de lo que ninguna otra especie es capaz de conseguir.


sábado, 18 de agosto de 2018

“Soneto del amor oscuro”. Un poema de Federico García Lorca

Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.

Un poema de Ijeoma Umebinyuo

Ijeoma Umebinyuo (Nigeria) es una mujer que desafía la palabra. Defensora de los derechos reproductivos de las mujeres, de las mujeres en la política y de las mujeres siendo dueñas de su propia narrativa, Ijeoma se considera una feminista que busca con su poesía mover el alma de los lectores.








Perdí culturas.

Perdí todo el lenguaje.

Perdí mi religión.

He perdido todo en el fuego

que es la colonización.

Así que no voy a disculparme

por poseer cada pedazo de mí

que ellos no pudieron coger, quebrar

y reclamar como suyo.


viernes, 17 de agosto de 2018

Infierno grande. Un cuento del argentino Guillermo Martínez, ganador del Premio Hispanoamericano de Cuento 2014

Muchas veces, cuando el almacén está vacío y sólo se escucha el zumbido de las moscas, me acuerdo del muchacho aquel que nunca supimos cómo se llamaba y que nadie en el pueblo volvió a mencionar.

Por alguna razón que no alcanzo a explicar lo imagino siempre como la primera vez que lo vimos, con la ropa polvorienta, la barba crecida y, sobre todo, con aquella melena larga y desprolija que le caía casi hasta los ojos. Era recién el principio de la primavera y por eso, cuando entró al almacén, yo supuse que sería un mochilero de paso al sur. Compró latas de conserva y yerba, o café; mientras le hacía la cuenta se miró en el reflejo de la vidriera, se apartó el pelo de la frente, y me preguntó por una peluquería.

Dos peluquerías había entonces en Puente Viejo; pienso ahora que si hubiera ido a lo del viejo Melchor quizá nunca se hubiera encontrado con la Francesa y nadie habría murmurado. Pero bueno, la peluquería de Melchor estaba en la otra punta del pueblo y de todos modos no creo que pudiera evitarse lo que sucedió.

La cuestión es que lo mandé a la peluquería de Cervino y parece que mientras Cervino le cortaba el peto se asomó la Francesa. Y la Francesa miró al muchacho como miraba ella a los hombres. Ahí fue que empezó el maldito asunto, porque el muchacho se quedó en el pueblo y todos pensamos lo mismo: que se quedaba por ella.

No hacía un año que Cervino y su mujer se habían establecido en Puente Viejo y era muy poco lo que sabíamos de ellos. No se daban con nadie, como solía comentarse con rencor en el pueblo. En realidad, en el caso del pobre Cervino era sólo timidez, pero quizá la Francesa fuera, sí, un poco arrogante. Venían de la ciudad, habían llegado el verano anterior, al comienzo de la temporada, y recuerdo que cuando Cervino inauguró su peluquería yo pensé que pronto arruinaría al viejo Melchor, porque Cervino tenía diploma de peluquero y premio en un concurso de corte a la navaja, tenía tijera eléctrica, secador de pelo y sillón giratorio, y le echaba a uno savia vegetal en el pelo y hasta spray si no se lo frenaba a tiempo. Además, en la peluquería de Cervino estaba siempre el último El Gráfico en el revistero. Y estaba, sobre todo, la Francesa. CONTINUAR LEYENDO

"Heldenplatz" (1988), de Thomas Bernhard Los grandes discursos de la historia.


Otoño de 1988. Cincuenta años tras la anexión de Austria por Hitler, los fantasmas del pasado nazi invaden la obra del escritor Thomas Bernhard, uno de los autores más importantes de la Posguerra.

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jueves, 16 de agosto de 2018

PRESENÇA AFRICANA. Un poema de la angoleña Alda Lara.

Alda Lara (Angola), es una referencia cultural en Angola y sus poemas reflejan la lucha por la independencia de su país. Alda denuncia en sus escritos la precaria situación laboral que vivían los angoleños en la época de la colonia. Destaca su papel político en la lucha  contra los portugueses.






E apesar de tudo,
Ainda sou a mesma!
Livre e esguia,
filha eterna de quanta rebeldia
me sagrou.
Mãe-África!

Mãe forte da floresta e do deserto,
ainda sou,
a Imã-Mulher
de tudo o que em ti vibra
puro e incerto...

A dos coqueiros,
de cabeleiras verdes
e corpos arrojados
sobre o azul...
A do dendém
Nascendo dos braços das palmeiras...

A do sol bom, mordendo
o chão das Ingombotas...
A das acácias rubras,
Salpicando de sangue as avenidas,
longas e floridas...

Sim!, ainda sou a mesma.
A do amor transbordando
pelos carregadores do cais
suados e confusos,
pelos bairros imundos e dormentes
(Rua 11!... Rua 11!...)
pelos meninos

de barriga inchada e olhos fundos...

Sem dores nem alegrias,
de tronco nu
e corpo musculoso,
a raça escreve a prumo,
a força destes dias...

E eu revendo ainda, e sempre, nela,
aquela
Longa história inconsequente...

Minha terra...
Minha, eternamente...

Terra das acácias, dos dongos,
dos cólios baloiçando, mansamente...
Terra!
Ainda sou a mesma.

Ainda sou a que num canto novo
pura e livre,
me levanto,
ao aceno do teu povo!

Benguela,1953 (de Poemas,1966)

martes, 14 de agosto de 2018

Grande, Mario Benedetti.


Catatónico. Un cuento del dominicano Virgilio Díaz Grullón.

Encogió los hombros y las piernas apretando los codos contra los costados y cerró los puños adoptando la postura que aprendiera cuando niño de Paulino Uzcudun sintiéndose ahora invulnerable a cualquier ataque viniera de donde viniera ya de un puño disparado ya de una bota agresiva o de las melifluas frases proferidas por esa boca que se abría y cerraba y se movía lateralmente y de abajo hacia arriba frente a él dejando escapar las palabras como insectos asustados a través de la abertura que enmarcaban los labios temblones y que volaban en línea recta hacia el muro impenetrable que había construido con sus brazos y muslos petrificados protegiéndole el pecho y el estómago y las mejillas y sobre todo las orejas donde zumbaban las palabras antes de chocar contra su frente y caer desarticuladas en sílabas quebrándose después en letras menudas al encuentro con el duro suelo del hospital permaneciendo amontonadas unas sobre otras como muertas mariposas nocturnas vencidas por el día y que disimuladamente él fue empujando con el pie bajo la silla desde donde observaba impertérrito el sordo empeño del hombre de la bata blanca de acribillarlo con su espesa andanada de palabras que cada vez fueron saliendo de su boca con mayor rapidez hasta superar su capacidad de ocultarlas por lo que el montón fue creciendo en el piso forzándolo a abandonar el intento de esconderlo bajo la silla y resignándolo a observar indiferente cómo se elevaba sobre el suelo la pila de palabras desmembradas que fue inexorablemente alcanzando la altura del hombre de la bata blanca trepando primero minuciosamente por sus piernas ocupando después las caderas y el pecho y luego invadiendo tenazmente el contorno de la cabeza hasta cubrir todo el cuerpo arropándolo por completo y sumergiendo y ahogando bajo una hirviente masa negruzca la voz meliflua cuyo sonido fue sobrepasado entonces por el apagado y múltiple murmullo satisfecho del enjambre de diminutos signos alfabéticos degustando bocado a bocado el pellejo y los músculos y huesos y cartílagos en un feroz ataque antropofágico que él observó inmerso en su neutralidad impávida hasta que del hombre solo quedó la arrugada bata blanca sobre el suelo como una humillada bandera en derrota mientras se producía la desbandada total de las letras que fueron encontrando una a una las grietas escondidas del piso y las paredes y desapareciendo por ellas con apresurada impaciencia de hormigas atolondradas dejando solo en la habitación al vencedor que estiró las piernas arqueando el torso y alzó las manos entrelazadas por encima de la cabeza porque este round lo había ganado él y podía ahora bajar la guardia hasta el momento en que una nueva acometida de palabras entrometidas despertara otra vez la compulsiva necesidad de proteger a toda costa su intimidad amenazada obligándolo a remedar de nuevo la defensa de Uzcudun y repetir su victoria y entonces volver a esperar con la misma vigilancia pasiva pero alerta cualquier otro intento de conturbar la infinita paz que había conquistado a través de tantos sacrificios y a la que jamás renunciará no importa qué.

FIN

lunes, 13 de agosto de 2018

Roald Dahl: El gigante de la literatura infantil. Por Mauricio Paredes, escritor. Publicado en "Había una vez", revista de libros y literatura infantil y juvenil)


El 13 de septiembre de este año se cumplirían 102 años del nacimiento de Roald Dahl, un escritor inglés brillante, cuya entretenida forma de contar las cosas lo llevó a que los niños (y los no tanto) devoren su prolífica obra hasta el día de hoy. Pero, hay que decirlo, Dahl no era un sujeto fácil.
A través de entretenidas y mágicas historias, introducía reflexiones personales y éticas, utilizando su irónico humor inglés y una heredada fantasía noruega. En este número, hacemos un homenaje a este grande, a quien rodean sorprendentes vivencias que sirvieron de inspiración para muchos de sus libros y personajes.


domingo, 12 de agosto de 2018

NUEVAMENTE EN EL CAMINO. Un poema de Freedom Nyamubaya (Zimbabue)

Freedom Nyamubaya (Zimbabue), fue una poeta conocida como una de las “guerrilleras poetas”. Cuando tenía 15 años se unió a la lucha armada para la liberación de Zimbabue. Publicó dos colecciones de poemas donde la lucha contra la injusticia y la libertad son los temas centrales de su obra.




Nueve meses en el vientre
Inocente y cómoda,
Nunca más podré descansar,
Siempre en movimiento hacia ninguna parte
Desde que abandoné el vientre de mi madre.

Estudiante en la mañana
A media mañana maestra
Constructora al mediodía
A la hora del almuerzo cocinera
A la tarde esclava
A la hora de la cena perro
Y por el resto de mi vida seré una combatiente

En la escuela existen las vacaciones
Los obreros tienen sus días de descanso
Los esclavos una hora para comer y descansar
Pero la lucha sigue, continúa
El camino es un viaje sin fin.

Me arrastro
Camino,
Muchas veces corro,
Pero la mayoría de las veces
Me empujan de aquí para allá.


sábado, 11 de agosto de 2018

Esperanza soñadora


8M: Ocho poetisas africanas a las que debes leer. Por Sandra Quiroz (afribuku, cultura africana contemporánea)

Hoy en afribuku queremos rendir un tributo a todas aquellas luchadoras e inconformistas que han llevado su arte a nuevas fronteras. Poesía hecha por mujeres que han dejado huella gracias a su talento, valentía, lucha y entrega.

Muchas de ellas han tenido que luchar contra condiciones aberrantes y no es de extrañar que muchas de las obras de las autoras tengan una marcada huella feminista en su lírica. Ellas hablan del parto, la colonización, la vejez, el sexo, el racismo o la inmigración.

Por supuesto que faltan muchísimas más en esta pequeña recopilación pero este artículo sólo pretende ser un pequeño testimonio de lo que estas mujeres han aportado y siguen aportando a la poesía del continente.

Os presentamos a ocho poetisas de diferentes generaciones cuya actitud rebelde y escritos transgresores son una invitación para navegar entre las páginas de sus libros.


viernes, 10 de agosto de 2018

“Todos tenemos algo que ofrecer y una historia que contar”. María Elena Hipólito entrevista a Michéle Petit.

“Todos los adultos fueron niños alguna vez, pero sólo unos pocos lo recuerdan”, sostiene Antoine de Saint-Exupéry en El Principito, uno de los libros más leídos y queridos de los últimos tiempos. El aviador, personaje del relato, recuerda y narra sus experiencias de pequeño y su encuentro en el desierto con el rubiecito proveniente del asteroide B-612; lo cuenta a través de las manos y de la imaginación de Saint-Exupéry. Su historia llegó a millones, personas que si bien no tienen el libro en la mano, la escucharon, la siguieron transmitiendo y se reencontraron con su niño interior.
En concordancia con este postulado, se realizó hasta ayer el II Congreso Infancia y Cultura: Territorios para Pensar las Infancias, bajo el lema ‘Ver el mundo como los niños y niñas que fuimos’. Del encuentro participaron destacadas personalidades nacionales e internacionales. Una de ellas fue la socióloga y antropóloga francesa Michéle Petit, una de la mayores referentes en estudio de la lectura a nivel mundial. 
Algunos de sus libros más famosos son Pero ¿y qué buscan nuestros niños en sus libros? (2002), El arte de la lectura en tiempos de crisis (2008), Una infancia en el país de los libros (2008) y Leer el mundo: Experiencias actuales de transmisión cultural (2015).

(Fuente: elterritorio.com.ar)

[...] La literatura existe de manera oral y es inmensa. En todas las culturas y en todas las culturas orales se canta, se cuenta a los niños. Lo que pasa en el mundo contemporáneo -con la amplitud de las migraciones y con la manera en que se trata a los migrantes-, muchas personas pierden, olvidan o dejan atrás la lengua, los cuentos que les transmitieron cuando eran chicos. Poco a poco, con la vida dura, la omnipresencia de cómo sobrevivir se usa una lengua de la designación inmediata de las cosas, una lengua útil, y ya no se usa la lengua de la narración, la lengua poética; y eso para mí es lo muy grave, cuando no hay en un lugar, en una familia la presencia de esa otra lengua.

[...] Cada vez que narras algo a una persona por literatura oral o escrita, a los otros les despierta recuerdos propios y se reencuentran con sus riquezas propias. Todos tenemos algo que ofrecer y una historia que contar, pero a veces se tapan la boca, la olvidaron o creen que no están legitimados para hacerlo.

[...] Para mí lo más importante es relacionarnos con otras culturas, con otras formas de ver el mundo; no es lo uno contra lo otro, es lo uno y lo otro como complemento. Lo importante es no olvidar que somos seres poéticos, seres narrativos desde hace más de 30 mil años. Y en los tiempos contemporáneos nos vemos muy frecuentemente reducidos, en los discursos y en las prácticas, a variables económicas más o menos adaptadas a las exigencias neoliberales. No somos solamente eso, tampoco se nos puede reducir a nuestros roles sociales, por fundamentales que sean, somos también seres poéticos y quizás antes que nada y antes que todo seres poéticos. Es decir que hemos dibujado, hemos pintado, hemos cantado mucho antes de inventar la agricultura o de inventar la novela. Es una dimensión vital.

[...]  [leer] No es siempre un placer, pero por diferentes motivos. Si la lectura te recuerda a algo que te hizo mal en la escuela, donde sentiste una humillación porque no entendías. Leer también te hace llorar de dolor por ciertas experiencias, no es un jueguito, es una posibilidad de acercarse a la experiencia humana. Personalmente los libros que más me han gustado en la vida no fueron necesariamente los que más placer me dieron . Es una experiencia compleja. 

jueves, 9 de agosto de 2018

La enemiga. Un cuento del dominicano Virgilio Díaz Grullón.

Recuerdo muy bien el día en que papá trajo la primera muñeca en una caja grande de cartón envuelta en papel de muchos colores y atada con una cinta roja, aunque yo estaba entonces muy lejos de imaginar cuánto iba a cambiar todo como consecuencia de esa llegada inesperada.

Aquel mismo día comenzaban nuestras vacaciones y mi hermana Esther y yo teníamos planeadas un montón de cosas para hacer en el verano, como, por ejemplo, la construcción de un refugio en la rama más gruesa de la mata de jobo, la cacería de mariposas, la organización de nuestra colección de sellos y las prácticas de béisbol en el patio de la casa, sin contar las idas al cine en las tardes de domingo. Nuestro vecinito de enfrente se había ido ya con su familia a pasar las vacaciones en la playa y esto me dejaba a Esther para mí solo durante todo el verano.

Esther cumplía seis años el día en que papá llegó a casa con el regalo. Mi hermana estaba excitadísima mientras desataba nerviosamente la cinta y rompía el envoltorio. Yo me asomé por encima de su hombro y observé cómo iba surgiendo de los papeles arrugados aquel adefesio ridículo vestido con un trajecito azul que le dejaba al aire una buena parte de las piernas y los brazos de goma. La cabeza era de un material duro y blanco y en el centro de la cara tenía una estúpida sonrisa petrificada que odié desde el primer momento.

Cuando Esther sacó la muñeca de la caja vi que sus ojos, provistos de negras y gruesas pestañas que parecían humanas, se abrían o cerraban según se la inclinara hacia atrás o hacia adelante y que aquella idiotez se producía al mismo tiempo que un tenue vagido que parecía salir de su vientre invisible.

Mi hermana recibió su regalo con un entusiasmo exagerado. Brincó de alegría al comprobar el contenido del paquete y cuando terminó de desempacarlo tomó la muñeca en brazos y salió corriendo hacia el patio. Yo no la seguí y pasé el resto del día deambulando por la casa sin hacer nada en especial.

Esther comió y cenó aquel día con la muñeca en el regazo y se fue con ella a la cama sin acordarse de que habíamos convenido en clasificar esa noche los sellos africanos que habíamos canjeado la víspera por los que teníamos repetidos de América del Sur.

Nada cambió durante los días siguientes. Esther se concentró en su nuevo juguete en forma tan absorbente que apenas nos veíamos en las horas de comida. Yo estaba realmente preocupado, y con razón, en vista de las ilusiones que me había forjado de tenerla a mi disposición durante las vacaciones. No podía construir el refugio sin su ayuda y me era imposible ocuparme yo solo de la caza de mariposas y de la clasificación de los sellos, aparte de que me aburría mortalmente tirar hacia arriba la pelota de béisbol y pararla yo mismo.

Al cuarto día de la llegada de la muñeca ya estaba convencido de que tenía que hacer algo para retornar las cosas a la normalidad que su presencia había interrumpido; dos días después sabía exactamente qué. Esa misma noche, cuando todos dormían en la casa, entré de puntillas en la habitación de Esther y tomé la muñeca de su lado sin despertar a mi hermana a pesar del triste vagido que produjo al moverla. Pasé sin hacer ruido al cuarto donde papá guarda su caja de herramientas y cogí el cuchillo de monte y el más pesado de los martillos y, todavía de puntillas, tomé una toalla del cuarto de baño y me fui al fondo del patio, junto al pozo muerto que ya nadie usa. Puse la toalla abierta sobre la yerba, coloqué en ella la muñeca —que cerró los ojos como si presintiera el peligro— y de tres violentos martillazos le pulvericé la cabeza.

Luego desarticulé con el cuchillo las cuatro extremidades y, después de sobreponerme al susto que me dio oír el vagido por última vez, descuarticé el torso, los brazos y las piernas convirtiéndolos en un montón de piececitas menudas. Entonces enrollé la toalla envolviendo los despojos y tiré el bulto completo por el negro agujero del pozo. Tan pronto regresé a mi cama me dormí profundamente por primera vez en mucho tiempo.

Los tres días siguientes fueron de duelo para Esther.

Lloraba sin consuelo y me rehuía continuamente. Pero a pesar de sus lágrimas y de sus reclamos insistentes no pudo convencer a mis padres de que le habían robado la muñeca mientras dormía y ellos persistieron en su creencia de que la había dejado por descuido en el patio la noche anterior a su desaparición. En esos días mi hermana me miraba con un atisbo de desconfianza en los ojos pero nunca me acusó abiertamente de nada.

Después las aguas volvieron a su nivel y Esther no mencionó más la muñeca. El resto de las vacaciones fue transcurriendo plácidamente y ya a mediados del verano habíamos terminado el refugio y allí pasábamos muchas horas del día pegando nuestros sellos en el álbum y organizando la colección de mariposas.

Fue hacia fines del verano cuando llegó la segunda muñeca. Esta vez fue mamá quien la trajo y no vino dentro de una caja de cartón, como la otra, sino envuelta en una frazada color de rosa. Esther y yo presenciamos cómo mamá la colocaba con mucho cuidado en su propia cama hablándole con voz suave, como si ella pudiese oírla. En ese momento, mirando de reojo a Esther, descubrí en su actitud un sospechoso interés por el nuevo juguete que me ha convencido de que debo librarme también de este otro estorbo antes de que me arruine el final de las vacaciones. A pesar de que adivino esta vez una secreta complicidad entre mamá y Esther para proteger la segunda muñeca, no me siento pesimista: ambas se duermen profundamente por las noches, la caja de herramientas de papi está en el mismo lugar y, después de todo, yo ya tengo experiencia en la solución del problema.

FIN

martes, 7 de agosto de 2018

El lector, ¿una especie en extinción? Un artículo de José Carlos Castañeda en Crónica México (www.cronica.com.mx)



Los libros me encantan porque son un objeto mágico: ocultan suspenso, fantasía, mitos, historia. Todo sueño, deseo o pensamiento humano cabe entre sus páginas. Más que respuestas a un enigma, el libro es el jardín donde crecen las preguntas.

La lectura es una experiencia de alto riesgo, algo que podría compararse con el deporte extremo. Este símil proviene de una reflexión de Mario Vargas Llosa. El autor de novelas entrañables, como Conversaciones en la catedral o La Casa Verde, advierte que una persona que “no lee, o lee poco, o lee sólo basura, puede hablar mucho pero dirá siempre pocas cosas, porque dispone de un repertorio mínimo y deficiente de vocablos para expresarse”. Leer es la única forma de enriquecer la experiencia. No es suficiente con vivir. Para expresar lo vivido hace falta contar con un lenguaje y un vocabulario capaz de comunicar los matices de la existencia. Las emociones o los sentimientos tienen connotaciones distintas cuando nuestro léxico acude a la imaginación literaria para mostrar el registro de sus diferencias. ¿Acaso la tristeza es sólo un sinónimo de la melancolía? Las novelas o la literatura es una forma de descubrir esa textura emocional de la vida, que de otra manera se hunde en la rutina ordinaria. Para vivir con intensidad, la literatura ofrece el vocabulario que profundiza la experiencia de los sentimientos. Como relata Flaubert, la Educación Sentimental está en la memoria de lo vivido, en el recuerdo.

En su novela Fahrenheit 451, Ray Bradbury imaginó un mundo amenazado por la destrucción de todos los libros, donde la única resistencia era un acto de memorización. Un lector se responsabiliza de leer una obra completa a un compañero, para conservar una suerte de biblioteca de la memoria, donde cada persona es un libro. De modo que por las calles desfilan Ana Karenina, Rayuela, Pedro Páramo, El Ulises, La Odisea, Fausto o El Quijote. Esta ficción sobre el exterminio del arte literario es una metáfora sobre la manía totalitaria de borrar la creatividad individual.

Unos años atrás, en su ensayo El Canon Occidental, Harold Bloom lanzó una provocación: el fin de la lectura no estriba en la falta de libros, sino quizá en lo contrario. La proliferación de los libros despierta una duda fundamental. ¿Qué leer? ¿Cuáles son los libros que deben elegirse? En un mundo donde cada vez hay menos tiempo para estar a solas con un libro. ¿Cuál es el criterio para leer? ¿Cómo distinguir a un autor de otro? Su propuesta de un Canon creó una polémica. La pregunta es pertinente ante la desaparición de los lectores: ante los millones a autores y libros publicados, ¿cómo elegir?, ¿cómo distinguir? ¿Cuál es el criterio del gusto?

En otro sentido, con una dulce melancolía Giovanni Sartori anunció el fin de la lectura como comportamiento social y le dio la bienvenida al homo videns. Ese cambio de época significa la derrota del lector como protagonista de la vida pública, ahora refugiado en las catacumbas de su biblioteca privada. Uno de los anhelos más profundos de la Ilustración agoniza. El lector como protagonista de la vida pública, como creador de esa esfera de debate racional.

Antes de aprender a leer, los niños controlan la pantalla de un televisor o de la tableta. Su educación comienza en la imagen. El cultivo de la lectura pierde incondicionales. ¿Cuál es la diferencia entre periscopear la vida y leer la existencia? La distinción entre una cultura visual y la cultura escrita. Sartori insiste: la diferencia radica en un dilema clásico. El homo videns sujeta su experiencia a la percepción de los sentidos. El lector abre su universo al campo del pensamiento abstracto, de lo conceptual. Para decirlo con una frase de Séneca: “viviríamos en un lugar demasiado angosto si existiera algo que permaneciese cerrado para el pensamiento”.

sábado, 4 de agosto de 2018

"MIRIAM". Un cuento de Truman Capote.

Desde hacía varios años la señora H. T. Miller vivía sola en un agradable apartamento (dos habitaciones y una cocina pequeña) de un viejo edificio de piedra recién rehabilitado, cerca del río Este. Era viuda: el seguro del señor H. T. Miller le garantizaba una cantidad razonable. Le interesaban pocas cosas, no tenía amigos dignos de mención y rara vez se aventuraba más allá del colmado de la esquina. Los otros habitantes del edificio parecían no reparar en ella: sus ropas eran anodinas; sus facciones, simples, discretas; no usaba maquillaje; llevaba el pelo gris acerado corto y ondulado sin mayor esmero, y en su último cumpleaños había cumplido sesenta y uno. Sus actividades rara vez eran espontáneas: mantenía inmaculados los dos cuartos, fumaba algún cigarrillo de vez en cuando, cocinaba ella misma y cuidaba del canario.

Entonces conoció a Miriam. Nevaba aquella noche. Después de secar los platos de la cena, hojeó un periódico vespertino y dio con el anuncio de una película en un cine de barrio. El título sonaba bien. Le costó trabajo ponerse su abrigo de castor, se anudó las botas impermeables y salió del apartamento. Dejó una luz encendida en el vestíbulo: nada le molestaba tanto como la sensación de oscuridad.

La nieve era fina, caía con suavidad, se disolvía en el pavimento. El viento del río solo dejaba sentir su filo en las esquinas. La señora Miller se apresuró, abstraída, la cabeza inclinada, como un topo que cavara un camino ciego. Se detuvo en una farmacia y compró una caja de pastillas de menta.

Había bastante cola frente a la taquilla; se puso al final. Tendrían que esperar un poco (gruñó una voz cansada). La señora Miller hurgó en su bolso de cuero hasta que reunió el importe exacto de la entrada. La cola parecía que iba para largo; miró a su alrededor, buscando algo que la distrajera; de repente descubrió a una niña bajo el borde de la marquesina.

Su pelo era el más largo y extraño que había visto jamás: de un blanco plateado, como el de un albino; le caía hasta la cintura en franjas sueltas y uniformes. Era delgada, frágil. Su postura —los pulgares en los bolsillos de un abrigo de terciopelo ciruela hecho a medida— tenía una elegancia natural, peculiar.

Sintió una curiosa emoción, y cuando sus miradas se cruzaron, sonrió afectuosamente.

La niña se le acercó:

—¿Podría hacerme un favor?

—Con mucho gusto, si está en mi mano —dijo la señora Miller.

—Oh, es bastante sencillo. Solo quiero que me compre una entrada; si no, no me dejarán entrar. Tome. Tengo el dinero.

Y le tendió graciosamente dos monedas de diez centavos y una de cinco.

Entraron juntas en el cine. Una acomodadora las llevó al vestíbulo; faltaban veinte minutos para que terminara la película.

—Me siento como una auténtica delincuente —dijo la señora Miller en tono alegre; se sentó—. Quiero decir que esto es ilegal, ¿no? Espero no haber hecho nada malo. ¿Tu madre sabe que estás aquí, amor? Lo sabe, ¿no?

La niña guardó silencio. Se desabrochó el abrigo y lo dobló sobre su regazo. Llevaba un cursi vestidito azul oscuro; una cadena de oro pendía de su cuello; sus dedos, sensibles, como los de un músico, jugaban con ella. Al examinarla con mayor atención, la señora Miller decidió que su verdadero rasgo distintivo no era el pelo, sino los ojos: color avellana, firmes, nada infantiles, tan grandes que parecían consumirle el rostro. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 3 de agosto de 2018

Aída Figueroa habla sobre Pablo Neruda (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)


Vídeo. Entrevista a Aída Figueroa amiga del escritor Pablo Neruda. Materiales disponibles en la Biblioteca de Autor Pablo Neruda http://www.cervantesvirtual.com/bib/b.... Biblioteca Nacional de Chile dentro de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Visita la web de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en http://www.cervantesvirtual.com

jueves, 2 de agosto de 2018

La insistencia. "El uso de lo simbólico en la LIJ para nombrar el dolor y un recuerdo de mi tía, la triste": María José Ferrada.

Las posibilidades de pensar lo simbólico en la literatura infantil son engañosas. Porque son muchas y, a la vez, una sola. 

Una sola porque parece imposible pensar la literatura, cualquier literatura, separada del lenguaje simbólico. 

Y muchas, en tanto que el lenguaje simbólico ha intentado, desde la primera palabra, desde el primer dibujo que se hizo al interior de una cueva, nombrar los distintos caminos por los que transita la experiencia humana. 

Ahí estaba, ahí sigue estando, el mundo para mostrarnos su belleza y su dificultad y ahí estábamos, ahí seguimos estando los hombres, intentando dar cuenta. 

De entre todas las posibilidades, hoy me detendré especialmente en la capacidad del lenguaje simbólico para nombrar el dolor y de la insistencia de ciertos símbolos que parecieran reclamar su derecho a irrumpir en nuestro, a ratos adormecido, mundo. 

Como punto de partida usaré dos libros de reciente aparición en Chile. Un diamante en el centro de la tierra, de Jairo Buitrago y Daniel Blanco e Historia de un Oso (adaptación de un cortometraje del mismo nombre) de Antonia Herrera y Gabriel Osorio. 

Dos libros que cuentan la historia de dos abuelos, dos exilios y dos familias quebradas por la dictadura. Los chilenos reconocemos el paisaje, sabemos que se trata de nuestra dictadura, pero bien podría ser cualquier otra. Lamentablemente la historia nos ha enseñado que todas las dictaduras se parecen. Todas dejan abuelos tristes, territorios perdidos y familias rotas. 

Han pasado 43 años desde que tuvieron lugar los hechos que retratan estos libros y su aparición nos muestra la necesidad que tenemos de volver a ellos, insistir, seguir nombrando desde las imágenes y las palabras.
 

María José Ferrada

Periodista y escritora chilena, licenciada en Comunicación Social por la Universidad Diego Portales, estudió Lingüística aplicada a la Traducción en la Universidad de Santiago de Chile y realizó un máster en Estudios Asiáticos en la Universidad de Barcelona. Es una de las escritoras de literatura infantil y juvenil más prolíficas y reconocidas de Iberoamérica. Desde 2005 ha publicado cerca de 30 libros en Chile, Argentina, Colombia, Brasil, México, España e Italia, y recibido numerosos premios. En 2012, fue ganadora el Premio Internacional de Poesía para niñas y niños «Ciudad de Orihuela» por su poemario El idioma secreto (Kalandraka, 2013). En 2014, sus libros Niños (Grafito Ediciones) y Notas al margen (Alfaguara) ganaron los premios literarios más importantes de Chile; el primero hizo historia al recibir el Premio Academia, de la Academia Chilena de la Lengua, a la mejor obra literaria publicada en Chile (primera vez que es otorgado a un título infantil), y el Premio Municipal de Literatura de la Municipalidad de Santiago, en la categoría Juvenil; Notas al margen ganó el Premio Marta Brunet, otorgado por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura a la mejor obra de literatura infantil, así como la Medalla Colibrí, de IBBY Chile. Las ilustraciones en esta entrada acompañan sus poemas en Escondido (Ocho Libros, 2014) que en 2016 ganó el Premio Fundación Cuatrogatos. Para conocer más de esta destacada autora te recomendamos esta entrevista que le hizo Bernardita Cruz para la Revista Había una vez.