jueves, 30 de junio de 2022

"LAS COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO". Un cuento de la autora argentina Mariana Enríquez

La primera fue la chica del subte. Había quien lo discutía o, al menos, discutía su alcance, su poder, su capacidad para desatar las hogueras por sí sola. Eso era cierto: la chica del subte sólo predicaba en las seis líneas de tren subterráneo de la ciudad y nadie la acompañaba. Pero resultaba inolvidable. Tenía la cara y los brazos completamente desfigurados por una quemadura extensa, completa y profunda; ella explicaba cuánto tiempo le había costado recuperarse, los meses de infecciones, hospital y dolor, con su boca sin labios y una nariz pésimamente reconstruida; le quedaba un solo ojo, el otro era un hueco de piel, y la cara toda, la cabeza, el cuello, una máscara marrón recorrida por telarañas. En la nuca conservaba un mechón de pelo largo, lo que acrecentaba el efecto máscara: era la única parte de la cabeza que el fuego no había alcanzado. Tampoco había alcanzado las manos, que eran morenas y siempre estaban un poco sucias de manipular el dinero que mendigaba.
Su método era audaz: subía al vagón y saludaba a los pasajeros con un beso si no eran muchos, si la mayoría viajaba sentada. Algunos apartaban la cara con disgusto, hasta con un grito ahogado; algunos aceptaban el beso sintiéndose bien consigo mismos; algunos apenas dejaban que el asco les erizara la piel de los brazos, y si ella lo notaba, en verano, cuando podía verles la piel al aire, acariciaba con los dedos mugrientos los pelitos asustados y sonreía con su boca que era un tajo. Incluso había quienes se bajaban del vagón cuando la veían subir: los que ya conocían el método y no querían el beso de esa cara horrible.
La chica del subte, además, se vestía con jeans ajustados, blusas transparentes, incluso sandalias con tacos cuando hacía calor. Llevaba pulseras y cadenitas colgando del cuello. Que su cuerpo fuera sensual resultaba inexplicablemente ofensivo.
Cuando pedía dinero lo dejaba muy en claro: no estaba juntando para cirugías plásticas, no tenían sentido, nunca volvería a su cara normal, lo sabía. Pedía para sus gastos, para el alquiler, la comida —nadie le daba trabajo con la cara así, ni siquiera en puestos donde no hiciera falta verla—. Y siempre, cuando terminaba de contar sus días de hospital, nombraba al hombre que la había quemado: Juan Martín Pozzi, su marido. Llevaba tres años casada con él. No tenían hijos. Él creía que ella lo engañaba y tenía razón: estaba por abandonarlo. Para evitar eso, él la arruinó, que no fuera de nadie más, entonces. Mientras dormía, le echó alcohol en la cara y le acercó el encendedor. Cuando ella no podía hablar, cuando estaba en el hospital y todos esperaban que muriera, Pozzi dijo que se había quemado sola, se había derramado el alcohol en medio de una pelea y había querido fumar un cigarrillo todavía mojada.
—Y le creyeron —sonreía la chica del subte con su boca sin labios, su boca de reptil—. Hasta mi papá le creyó.
Ni bien pudo hablar, en el hospital, contó la verdad. Ahora él estaba preso.
Cuando se iba del vagón, la gente no hablaba de la chica quemada, pero el silencio en que quedaba el tren, roto por las sacudidas sobre los rieles, decía qué asco, qué miedo, no voy a olvidarme más de ella, cómo se puede vivir así.
A lo mejor no había sido la chica del subte la desencadenante de todo, pero ella había introducido la idea en su familia, creía Silvina. Fue una tarde de domingo, volvían con su madre del cine —una excursión rara, casi nunca salían juntas—. La chica del subte dio sus besos y contó su historia en el vagón; cuando terminó, agradeció y se bajó en la estación siguiente. No le siguió a su partida el habitual silencio incómodo y avergonzado. Un chico, no podía tener más de veinte años, empezó a decir qué manipuladora, qué asquerosa, qué necesidad; también hacía chistes. Silvina recordaba que su madre, alta y con el pelo corto y gris, todo su aspecto de autoridad y potencia, había cruzado el pasillo del vagón hasta donde estaba el chico, casi sin tambalearse —aunque el vagón se sacudía como siempre—, y le había dado un puñetazo en la nariz, un golpe decidido y profesional, que lo hizo sangrar y gritar y vieja hija de puta qué te pasa, pero su madre no respondió, ni al chico que lloraba de dolor ni a los pasajeros que dudaban entre insultarla o ayudar. Silvina recordaba la mirada rápida, la orden silenciosa de sus ojos y cómo las dos habían salido corriendo no bien las puertas se abrieron y habían seguido corriendo por las escaleras a pesar de que Silvina estaba poco entrenada y se cansaba enseguida —correr le daba tos—, y su madre ya tenía más de sesenta años. Nadie las había seguido, pero eso no lo supieron hasta estar en la calle, en la esquina transitadísima de Corrientes y Pueyrredón; se metieron entre la gente para evitar y despistar a algún guarda, o incluso a la policía. Después de doscientos metros se dieron cuenta de que estaban a salvo. Silvina no podía olvidar la carcajada alegre, aliviada, de su madre; hacía años que no la veía tan feliz. CONTINUAR LEYENDO

miércoles, 29 de junio de 2022

"11 ENSAYOS PARA DISFRUTAR MÁS DE LA LECTURA".

Para todos los amantes del placer de la lectura, leer sobre libros y aprender a leer mejor es un deleite.

  1. EL INFINITO EN UN JUNCO, de Irene Vallejo.
  2. LA SABIDURÍA DE LO INCIERTO. LECTURA Y CONDICIÓN HUMANA, de Joan-Carles Mélich.
  3. LEER CONTRA LA NADA, de Antonio Basanta.
  4. MANIFIESTO DE LA LECTURA, de Irene Vallejo.
  5. LA FURIA DE LA LECTURA, de Joaquín Rodríguez.
  6. ELOGIO DE LA FRAGILIDAD, de Gustavo Martín Garzi.
  7. CONTRA LA LECTURA, de Mikita Brottman.
  8. LEER ES UN RIESGO, de Alfonso Berardinelli.
  9. LEER COMO UN PROFESOR, de Thomas C. Foster.
  10. YONQUIS DE LAS LETRAS, de Jorge Comensal.
  11. COMO UNA NOVELA, de Daniel Pennac.

Fuente: elplacerdelalectura.com

domingo, 26 de junio de 2022

¿QUÉ ES VIVIR Y QUÉ ES MORIR? Por Charlotte Delbo

He vuelto.
¿No sabíais,
vosotros,
que de allí se vuelve?
Se vuelve de allí,
e incluso de más lejos.
Vuelvo de otro mundo
a este mundo
del que no había salido
y no sé
cuál es el verdadero
decidme, ¿he vuelto
del otro mundo?
Para mí
aún estoy allí
y muero
allí
cada día un poco más
vuelvo a morir
la muerte de todos los que han muerto
y ya no sé si el verdadero
es el mundo de aquí
o el mundo de allí
ahora
ya no sé
cuándo sueño
y cuándo
no sueño.

Charlotte Delbo, Un conocimiento inútil (trad. De María teresa de los Ríos), Turpial, Madrid, 2004, pp. 159-160.

Estas palabras pertenecen a uno de los poemas de la escritora francesa Charlotte Delbo. Nació en Francia, en Vigneux-sur-Seine (1913), y murió en París (1985). Regresó a Francia desde Sudamérica, donde formaba parte de una compañía teatral, para unirse a la Resistencia. Fue detenida y, tras un tiempo en prisión, enviada a Auschwitz y después a Ravensbruck. Con ella marcharon 230 personas más; sólo volvieron 49. En Le convoi du 24 janvier dejó constancia de 229 de ellas. Su marido, involucrado también en la Resistencia, fue fusilado; Charlotte pudo despedirse de él.

jueves, 23 de junio de 2022

"ÁLBUM, LECTURA Y CONVERSACIÓN LITERARIA:UNA INVITACIÓN A PENSAR LOS MODOS DE ENTRADA A LA LITERATURA. Martina Fittipaldi. En Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños, 14 (7), pp. 5 – 19.

Han pasado ya varias décadas desde que el libro álbum2 pasó de ser un gran desconocido, estudiado únicamente por especialistas del campo, a entrar en las escuelas, en las bibliotecas y en muchos otros entornos educativos y de dinamización cultural. El desarrollo de la producción de este tipo de libros, su difusión y su ingreso tanto en ámbitos de educación formal como no formal nos llevan a considerarlo como un producto editorial ya instalado en diversos ámbitos de nuestra sociedad.

En el campo de la investigación, desde finales de los años 70 hasta nuestros días, los estudios sobre el álbum (Colomer, Kümmerling-Meibauer y Silva-Díaz, 2010; Kümmerling-Meibauer, 2017; Muñoz-Tebar y Silva-Díaz, 1999, entre otros) han ido surgiendo desde disciplinas diversas y han ido perfilando no solo las características y la historia de este objeto cultural, hijo de la postmodernidad (Bosch, 2015; Duran, 2007; Van der Linden, 2015), sino también las potencialidades que parece tener para el desarrollo de los aprendizajes literarios y de las competencias multimodales de quienes leen (Arizpe y Styles, 2004; Arizpe et al., 2008; Evans, 2015; Pantaleo, 2016; Silva-Díaz, 2005).

Si reflexionamos en torno a los atributos que hacen del álbum una producción especialmente  cautivadora para propiciar lecturas compartidas y entablar conversaciones literarias3, podríamos mencionar en primera instancia su capacidad de condensación que, como en la poesía, posibilita  adentrarse en la complejidad en un espacio poco extenso. La condensación, entonces, está vinculada con la brevedad, otra de las características que permite a este tipo de libro ser leído de manera íntegra en los pautados tiempos de las instituciones educativas. La complejidad, por otra parte, se evidencia en los diversos niveles de sentido que ofrece el vínculo entre los lenguajes con los que se construye y, en especial, en el uso narrativo y poético que se hace de las imágenes.

Otro de los rasgos que caracteriza al libro álbum es su capacidad de experimentación: si observamos la etimología del término, álbum proviene del latín albus (blanco) y es por lo tanto un “libro en blanco” (Van der Linden, 2015) que se presenta como un gran ámbito de experimentación para todos los agentes implicados en su producción y en su lectura. La libertad constituye entonces una de las cartas de identidad del libro álbum, que va de la mano de su apertura al juego, a la sorpresa, al hecho de dejar descolocado al que está del otro lado o invitarlo a actuar de manera distinta, a adoptar una “actitud de lector”, como diría Montes (2006). Los álbumes ofrecen así experiencias de lectura muy diversas, promueven la participación de quienes leen y su implicación en la construcción de sentidos. CONTINUAR LEYENDO

miércoles, 22 de junio de 2022

"7314". Un cuento de Remedios Zafra

Prohíbe sus sueños de ser agricultora, pero las negativas no bastan y Manuela persiste. La niña piensa que algún día el padre recapacitará mientras que el padre piensa que algún día recapacitará la hija.

Cansados ambos de la terquedad respectiva del otro deciden visitar, cada uno por su lado, a la directora de la escuela y al Juez de Paz para rogarles que convenzan al padre y a la hija, en cada caso. En uno y otro sitio les informan que eso no es cosa de autoridades. La directora le dice a la niña que es muy chica para tomar esa decisión y el Juez indica al hombre que ése es asunto para resolver en casa.

Con más años de experiencia en esto de resistir, el padre no cede y finalmente Manuela sucumbe a su voluntad. Al día siguiente se marchará a la ciudad y comenzará sus estudios en el instituto.

Aquella mañana de su lápiz sale un escrito roto que maldice la obstinación del hombre que quiso que ella fuera hombre -pues sólo así toleraría que se dedicara al campo-. Un rencor que duraría apenas una docena de crepúsculos.

Su padre, de arrugas inmutable, suspira aliviado y se dice: "Lo mejor es que se vaya". Una lágrima nace de su ojo. Como una duda. Una lágrima que se siembra en la tierra en ese instante. Un año después, él.

Siete mil trescientos catorce amaneceres más tarde, Manuela se ha salido con la suya y se ha convertido en la pionera de la agricultura ecológica del olivar en la comarca.

Como cada semana, Manuela escribe una carta que entierra después bajo un olivo. En el papel dice lo siguiente:

"Sé que te hubiera gustado que te gustara mi afición por el campo. Lo sé, pero no te gustaba. Quizá porque las prohibiciones son el mayor incentivo para los inconformistas no te gustaban otras muchas cosas... Creíste que yo pensaba lo mismo. Esa no era mi razón. A mí me gustaba, realmente.

El tiempo hizo el resto, terminó cediendo a fuerza de resistir y aquí estoy.

No creas que me cansé. Hoy sigo tan decidida como siempre en esto del campo. Sin embargo, cada vez lo miro más y lo pienso menos. Nadie soportaría tomarse el trabajo tan en serio siempre. Me convertiría en alguien malo, alguien a quien temer, si no disfrutara, si en ocasiones no jugara a mirarlo y a voltearlo como hacen los niños con los objetos que les gustan. CONTINUAR LEYENDO

martes, 21 de junio de 2022

"SOLA NO ESTÁS". Un poema de Ángeles Mora


No es cuestión de palabras,
es un rumor de fondo
queriendo aparecer.

Se entrecruzan las voces
como peces revueltos
dentro del pecho. Duelen,
hacen daño.

Fuera cantan los pájaros
y tú cierras los ojos.

Engaña la quietud del momento.
Pero a ti no te ciega
esta postal de vida retirada.

Sola no estás, el pensamiento
no deja de latir, da golpes, bulle,
igual que si la tierra se moviera.

Tú eres la tierra que se mueve,
que tiembla con el fuego de otra música.

No estás sola.

El río de la historia sobreviene.
Un murmullo se acerca.
Has de saber qué dicen esas voces
que ya no se conforman,
mujeres que callaron tanto tiempo,
razones que traen luz:
para nunca estar solas.

lunes, 20 de junio de 2022

"LA MURALLA". Un álbum ilustrado escrito por Sandra Siemens. Premio El Barco de Vapor.

 



¿Quiénes son los otros? ¿Son tan peligrosos, malos y horribles como cree el rey Froilán? La muralla que protege su reino es ya tan alta y extensa que lo mantiene solo, alejado de todo. ¡Pero aún sigue teniendo miedo!

domingo, 19 de junio de 2022

"EL ARTE DE LA CONVERSACIÓN ES FEMINISTA". Violeta Assiego en elDiario.es, 17 de junio de 2022

Asamblea de la comisión de feminismos del movimiento Nuit Debout, en París

Puede ser revolucionario porque tiene que ver con la convivencia y la supervivencia colectiva, porque es al estado de ánimo lo mismo que la respiración a los pulmones. Porque en la conversación, la de verdad, se regenera la vida, la autoestima, la confianza, la esperanza y el apoyo mutuo.

No me deja de sorprender esa gente que empieza a hablar y no para. Gente a la que le interesa poco o nada la conversación que se puede dar con quienes tiene delante y que se ven obligados a escuchar muchas más veces por educación o compromiso que por interés. Es gente que ocupa todo el espacio con su verborrea, sus verdades, sus opiniones y sus anécdotas. Su forma de comunicar podría calificarse de incontinencia verbal, y está muy lejos de ser interpersonal, de ser diálogo, de ser conversación.

Ese tipo de comunicación, que a mi juicio practican principalmente “señores”, va más allá del mansplaining que tan bien explica Rebecca Solnit en su libro “Los hombres me explican cosas”, porque tiene algo de imposición a escuchar, de relación de poder dominante de quien habla sobre quienes escuchan y cómo estos deben callar. Porque, de lo contrario, lo que aparente y falsamente era “una conversación” se convierte en “una incómoda discusión” ya que está en disputa quién es el amo del espacio.

La conversación no es un arma, es un arte. Quizá por eso está en peligro de extinción. El arte de conversar va más allá del arte de hablar, del arte de decir, e incluso de la retórica o de la habilidad de oratoria. Nada tiene que ver con el arte de persuadir. El arte de conversar es feminista, de ello pueden dar fe muchas cocinas y muchos otros lugares comunes donde las mujeres han venido conversando y, en contra de la creencia neoliberal que piensa que conversación está reñida con productividad, seguían produciendo todo aquello que se necesita para sostener la vida. La conversación entre mujeres tiene algo de aquelarre, de emancipación, de libertad... de sororidad. Poco le gustan al patriarcado y sus guardianes las tertulias y los encuentros de mujeres. Es cierto que es en estos donde se han ido, y se van tejiendo, las redes de apoyos, las resistencias cotidianas, la toma de conciencia colectiva de los abusos, las violencias y la subordinación y la fuerza imparable de emancipación de las mujeres y de soberanía sobre sus cuerpos y sus vidas.

En estos tiempos reaccionarios e individualistas que corren, donde la fragilidad emocional y vital es tan palpable y tan evidente en todas las edades pero no en todas las clases sociales, el arte de la conversación puede ser revolucionario porque tiene que ver con la convivencia y la supervivencia colectiva, porque es al estado de ánimo lo mismo que la respiración a los pulmones. Porque en la conversación, la de verdad, se regenera la vida, la autoestima, la confianza, la esperanza y el apoyo mutuo. El arte de la conversación como parte del feminismo, de los cuidados, del tiempo para la escucha, como muestra de estima y respeto, sin estridencias y con una implicación emocional que deje de lado los egos y los miedos.

El arte de conversar de las comadres que hablan de las experiencias cotidianas y desde los afectos. El arte de conversar como motor de cambio y fuerza política como hacen las mujeres de Feminismos de los Sures y Mujeres Supervivientes. Una conversación lejos de la academia y cerca de los problemas de los y las sobrevivientes de todas las crisis. Un feminismo de barrio, comunitario e interseccional que ya está sucediendo y que no se cuenta porque es día a día, día tras día.

El arte de la conversación como conjuro contra esa psicopolítica que describe Byung Chul Han y que hace que la sociedad esté cada vez más cansada, deprimida y sumisa, al tiempo que buscamos refugio en las redes sociales cultivando nuestro ser más narcisista y exhibicionista. El arte de la conversación es nuestro conjuro, nuestra ceremonia de resistencia ante la deshumanización. El arte de la conversación como nuestro ritual de celebración de los afectos en re-existencia. En re-existencia.

sábado, 18 de junio de 2022

"EL AMOR EXISTE". Un poema de Cristina Peri Rossi

El amor existe
como un fuego
para abrasar en su belleza
toda la fealdad del mundo.

El amor existe
como un presente de las diosas
benignas
a quienes aman la belleza
y la multiplican,
como los panes y los peces.

El amor existe
como un don
sólo para quienes están dispuestas
a renunciar
a cualquier otro don.

El amor existe
para habitar el mundo
como si fuera
el paraíso
que un amante distraído perdió
por pereza
por falta de sabiduría.

El amor existe
para que estallen los relojes
lo largo se vuelva corto

lo breve infinito

y la belleza borre
la fealdad del mundo.

viernes, 17 de junio de 2022

"MUJERES CONDENADAS". Un poema de Charles Baudelaire

Como bestias inmóviles tumbadas en la arena,
vuelven sus ojos hacia el marino horizonte,
y sus pies que se buscan y sus manos unidas,
tienen desmayos dulces y temblores amargos.

Las unas, corazones que aman las confidencias
en el fondo del bosque donde el arroyo canta,
deletrean el amor de su pubertad tímida
y marcan en el tronco a los árboles tiernos;

las otras, como hermanas, andan graves y lentas,
a través de las peñas llenas de apariciones,
donde vio san Antonio surgir como la lava
aquellas tentaciones con los senos desnudos;

y las hay, que a la luz de goteantes resinas,
en el hueco ya mudo de los antros paganos,
te llaman en auxilio de su aulladora fiebre.
¡Oh Baco, que adormeces todas las inquietudes!

Y otras, cuyas gargantas lucen escapularios,
que, un látigo ocultando bajo sus largas ropas,
mezclan en las umbrías y solitarias noches,
la espuma del placer al llanto del suplicio.

Oh vírgenes, oh monstruos, oh demonios, oh mártires,
de toda realidad desdeñosos espíritus,
ansiosas de infinito, devotas, satiresas,
ya crispadas de gritos, ya deshechas en llanto.

Vosotras, a quien mi alma persiguió en tal infierno,
¡Hermanas mías!, os amo y os tengo compasión,
por vuestras penas sordas, vuestra insaciable sed
y las urnas de amor que vuestro pecho encierra.


miércoles, 15 de junio de 2022

"LA VISITA DE J.H. OBEREIT A LAS SANGUIJUELAS DEL TIEMPO". Un cuento de Gustav Meyrink

En el cementerio de la parroquia del pequeño pueblo de Runkel, un lugar apartado, como fuera del mundo, descansaba para toda la eternidad el cuerpo de mi abuelo. Su tumba de piedra estaba prácticamente cubierta de musgo y apenas se leía el epitafio. Pero bajo dicho epitafio, tan reciente como si hubiera sido hecho ayer mismo, se ven con absoluta claridad cuatro letras alrededor de una cruz:

V

I

V

O (en Español en el original)

VIVO. Eso quiere decir “estoy vivo”. Ese fue el significado del que recibí noticia cuando leí por primera vez la inscripción, siendo apenas un niño. Una palabra que impresionó tan hondamente mi alma como si el muerto hubiera abandonado su tumba.

VIVO. Estoy vivo. Algo extraño, algo muy raro de ver en una tumba de piedra. Algo que aún hoy, al recordarlo, me provoca un vuelco del corazón. Y siempre, cuando rememoro aquel lejano día de mi infancia, experimento la sensación de que caí en un pozo interminable la primera vez que estuve ante la tumba de mi abuelo. La imaginación me hace ver a mi abuelo -al que no conocí vivo- yaciendo en su tumba, incorrupto a pesar del paso del tiempo, con las manos caídas a lo largo del cuerpo, con sus ojos abiertos y translúcidos como el cristal, inmóviles; alguien que ha escapado de la putrefacción y espera paciente y silencioso el momento de resucitar. He visitado los cementerios de las parroquias de muchos pueblos, guiados mis pasos por un deseo vago, extraño, del que no puedo dar cuenta exacta, solo para leer los epitafios de las tumbas. Únicamente dos veces vi el anagrama de la cruz con la palabra VIVO, una en Danzig y otra en Nuremberg. En ambos casos el nombre del muerto había sido casi borrado por el dedo del tiempo; en ambos casos la palabra VIVO brillaba con toda la fuerza del instinto indomable de la vida.

De joven oí contar que mi abuelo no dejó escrita ni una sola línea. Por eso lo más apasionante, para mí, fue descubrir en el cajón de un viejo escritorio -un recuerdo de familia- cierta cantidad de notas escritas por él y encuadernadas como si de un libro se tratasen. En una de ellas leí esta extraña oración:

¿Cómo puede escapar un hombre de la muerte, si no es cesando en su espera y renunciando a toda ilusión?

Eso me hizo atisbar alguna interpretación posible, más allá de su significado, de la palabra VIVO, que acompañaba continuamente mis pensamientos desde aquella edad tan temprana en que la vi y me dijeron qué significaba; una palabra que se me antojaba fantástica, casi un conjuro a repetir miles de veces, tanto como yo me la repetía en mis pensamientos, en sueños, en los momentos más insospechados de la vigilia. Si alguna vez había pensado que fue una mano extraña la que acaso escribiera VIVO en la tumba de mi abuelo, bajo su ya irreconocible epitafio, tras leer aquello que él mismo había escrito en las notas ya no me cupo duda alguna de que para él VIVO tuvo un significado mucho más profundo del que se me dijo cuando era niño y del que yo mismo había supuesto antes de hallar sus escritos. Y como consecuencia de esta intuición comencé a interesarme por la vida del padre de mi padre. Y en tanto lo hice, y en tanto leí y estudié a lo largo de mucho tiempo todas y cada una de las líneas de aquellas notas, hoja tras hoja, confirmé que mi intuición primera contenía un razonamiento verosímil. CONTINUAR LEYENDO

martes, 14 de junio de 2022

"REVISTA CATALEJOS". REVISTA SOBRE LECTURA, FORMACIÓN DE LECTORES Y LITERATURA PARA NIÑOS. VOL. 7, NÚM. 14 (junio-diciembre, 2022)

CATALEJOS eEs una revista del Grupo de Investigaciones en Educación y Lenguaje radicado en el CELEHIS (Centro de Letras Hispanoamericanas) de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

Tabla de contenidos

Editorial
Carola Hermida PDF 1-4

ENFOQUES: DOSSIER.

Álbum, lectura y conversación literaria: una invitación a pensar los modos de entrada a la literatura
Martina Fittipaldi PDF 5-19

Niños que hablan de libros. Una reflexión sobre el aprendizaje de la literatura, la escucha y la conversación
Juan Mata PDF 20-34

La mediación del acto de leer a través de los lectores ficticios en el libro-álbum
Evelyn Arizpe PDF 35-51

Silencios y ruidos en diversas mediaciones sobre libros- álbum
Cecilia Bajour PDF 52-64

El juego de los libros-juego sin palabras: un BreakoutEDU para mediadores LIJ
Emma Bosch PDF 65-88

Soy lo prohibido: libros álbumes y temas tabú. Apuntes sobre corrales, literatura e infancias
Soledad Galván PDF 89-102

Diversidad e identidad de género en el álbum Sirenas, de Jessica Love
Àngels Sancho Amorós PDF 103-130

Memoria, imágenes y formación de lectores: un análisis de Quién soy. Relatos sobre identidad, nietos y reencuentros
Antonella Temporetti PDF 131-155

Los álbumes como barandilla hacen pie en el umbral de lo prohibido: el tema de la muerte durante la niñez. Un modelo de abordaje
Lidia Cortez PDF 156-188

El cuento que te lee la mente. Alfabetización visual, interactividad y metaficción: un reclamo literario en la infancia
Roberto Villar PDF 189-224

TRAVESÍAS: ARTÍCULOS.

Panorama de la literatura infantil vinculada con Tierra del Fuego
Damián Nicolás Martínez PDF 225-242

Ningún cuento chino. Personajes de Asia del Este en la literatura infantil y juvenil argentina
Lucía Rud PDF 243-258

LEVEN ANCLAS: PROPUESTAS DE INTERVENCIÓN.

Álbum de LIJ y DLIJ crítica
Consol Aguilar PDF 259-274

Lectura y conversación literaria en la formación docente. Recorridos lectores con libros álbum
Flavia M. Godnic PDF 275-288

MIRADAS: ENTREVISTAS.

Avatares de un ilustrador inquieto y una colección provocativa Entrevista a Istvansch
Lucía Belén Couso, Florencia Rivas, Milagros Verón PDF 289-321

HOJA DE RUTA: RESEÑAS TEÓRICAS.

Hojas de Ruta: Reseñas Teóricas
Hernán Morales, Gabriel Restrepo Parrado, Fernando Valcheff García, Soledad Del Rosso PDF 322-342

EN LA MIRA: RESEÑAS LITERARIAS.

En la mira: Reseñas literarias
Carlos Fratini, Beatriz Vottero PDF 353



domingo, 12 de junio de 2022

"NACIDOS EN EL 23, FUSILADOS EN EL 42". Un poema del bosnio Izet Sarajlić

Esta noche amaremos por ellos.
Fueron 28.
Fueron cinco mil y 28.
Fueron muchos más que el amor que habrá nunca en un poema.
Ahora serían padres.
Ahora ya no están.
Nosotros, que en los andenes de un siglo sufrimos 
las soledades de todos los Robinsones del mundo,
nosotros, que sobrevivimos a los tanques sin matar a nadie,
pequeña mía,
esta noche amaremos por ellos.
Y no me preguntes si van a volver.
Y no me preguntes si es posible volver a donde por
última vez,
rojo como el comunismo, ardía el horizonte de sus deseos.
Por los años en los que no han besado, apuñalado y
erguido pasó el futuro del amor.
No había secretos en la hierba reclinada.
No había secretos en la blusa desabrochada.
No había secretos en la mano abatida soltando el lirio.
Eran las noches, eran los alambres, era el cielo que
se miraba por última vez, eran los trenes que volvían
vacíos y desiertos, eran los trenes y las amapolas, y
con ellas,
con las tristes amapolas del verano militar, con un
hermoso
sentido de imitación, competía su sangre.
Y en los Kalemegdanes y en las avenidas Nevski,
en los bulevares del Sur y en los muelles de despedida,
en las plazas de las Flores y los puentes Mirabeau,
hermosas incluso cuando no besan,
esperaban Anas, Zoes, Jeanettes.
Esperaban a que volvieran los soldados.
Si no regresaran, darían sus hombros blancos nunca
abrazados a los chicos.
No volvieron.
A través de sus ojos fusilados pasaron los tanques.
A través de sus ojos fusilados.
A través de sus Marsellesas medio cantadas.
A través de sus ilusiones ametralladas.
Ahora serían padres.
Ahora ya no están.
En la plaza del amor ahora esperan como tumbas.
Pequeña mía,
esta noche amaremos por ellos.

(1953)

viernes, 10 de junio de 2022

"CAUTIVO". Uc cuento de la boliviana Adela Zamudiio

La puerta del vestíbulo entreabierta y todas las demás de par en par... Nadie me ha visto, todos, amos y criados están en el comedor.

La preciosa señorita no toma parte en esos afanes. Si en este instante se presentara, le diría que he venido a ofrecerle mis servicios con motivo de su fiesta... nada más natural, soy su vecina y hasta puedo llamarme su amiguita... pero no, no hay cuidado. Es muy temprano y nadie piensa todavía en el salón. Qué momento más oportuno; si no lo aprovecho, me quedaré sin realizar mi intento. Dicen que las gitanas se roban a los niños y yo ahora hago de gitana... el pequeño en su sitio. A causa de la fiesta metió la jaula, cerró el balcón y lo puso a dormir más temprano que de costumbre.

¡Pobre cautivo! tan quietecito, tan meditabundo, casi siempre está así. —La calle angosta y mi balcón al frente, todos los días, labor en mano, lo observo con cariño y al verle pensativo me pregunto, ¿en qué piensa? Más de una vez he imaginado el trágico momento que decidió por siempre su destino. Libre y feliz vagaba en la espesura cuando cayó sobre él la gorra del pilluelo que le acechaba. Rápido como el rayo, logrando aprisionarle bajo la copa la ajustó contra el suelo con una mano y con la otra levantó la visera y la cogió. El infeliz se defendió a aletazos pero, la mano diestra y dura lo empuñó al fin para arrojarlo luego al interior de la jaula de cañas. Aterrado, jadeante, con el pico entreabierto latiéndole el corazón con tal violencia que parecía salírsele del pecho permaneció aplastado, con las alas abiertas. Así cayó sin duda —así caen todos. Así fue conducido a la ciudad y ofrecido de puerta en puerta como vil mercancía.

Esa mujer despiadada lo compró como quien compra un tiesto de claveles, quería adornar su balcón. Yo desde el mío lo observaba todo. Compadecida de su espanto, lo dejó solo un rato, después volvió; midió la altura, colocó un clavo en la pared exterior, colgó la jaula y se alejó. El pobrecito, tranquilizado, poco a poco contemplaba con ojos azorados los extraños objetos que le rodeaban... entonces ¡ay! empezó su porfía, tenaz, inacabable, desgarradora. ¡Quería salir! Pasó la tarde, amaneció otro día y continuó su afán día tras día. ¡Era para mí tormento de todos los instantes! Prendido a dos barrotes con las patitas, intentaba sacar la cabecita pensando hallar resquicio por donde escapar. A veces, cansado de buscar una salida, se estrellaba violentamente contra las rejas protestando con todas sus fuerzas contra la bárbara crueldad de que era víctima. ¡Todo en vano! Las puertas no se abrían, y al fin vencido, anonadado, se quedó en su sitio. De esto hace ya más de un año.

Su carcelera lo supone contento porque le ve saltar de un lado a otro en la estrecha cavidad a que está reducido. No sabe que esos saltos obedecen al instinto de conservación sin el cual acabaría por entumecerse. Lo considera feliz porque jamás le falta el buen alpiste, la hoja de lechuga, el vaso rebosante de agua cristalina. ¡Ah!, pero todo eso no es lo mismo que lanzarse de pradera en pradera, de floresta en floresta, bañándose en los raudales, solazándose en los setos, picoteando aquí y allí granos y frutas sabrosas.  CONTINUAR LEYENDO


jueves, 9 de junio de 2022

ÚLTIMA TERTULIA DEL CURSO EN PEÑASCAL-KOOPERATIBA

El pasado jueves, 2 de junio, celebramos la última Lectura Dialógica Compartida en Peñascal-Bolueta. 

En este caso el tema sobre el que giró nuestro dialogo fue el del RACISMO. Y los materiales que utilizamos son los que aparecen más abajo. 

La evaluación realizada por las personas participantes, tanto de esta como la de todas las sesiones del curso ha sido muy positiva, por lo que todos y todas estamos muy animados para continuar el curso que viene con nuestras lecturas y diálogos compartidos, e ir asentando la dinámica que hemos venido desarrollando a lo largo de este curso. Es decir, distintos materiales en diferentes formatos que nos permitan, en un primer momento, reflexionar sobre el tema propuesto para, más adelante, dialogar y construir intersubjetivamente una mirada más rica sobre lo que hemos compartido.

Para finalizar quisiera decir que, en ocasiones, el material propuesto no se puede trabajar en una única sesión. Eso no quita para que se trabaje en otros momentos o que, si alguien quiere utlizarlo, pueda seleccionar aquello que más le interese.

Sesión 02/06/2022. RACISMO

Artículo:


Cuentos/Relatos:


Poema:


Viñetas:



miércoles, 8 de junio de 2022

"ME SIRVE Y NO ME SIRVE". Un poema de Mario Benedetti

Me sirve y no me sirve
La esperanza tan dulce,
tan pulida, tan triste,
la promesa tan leve,
no me sirve.
No me sirve tan mansa la esperanza

La rabia tan sumisa,
tan débil, tan humilde,
el furor tan prudente
no me sirve.
No me sirve
Tan sabia tanta rabia.

El grito tan exacto
si el tiempo lo permite,
alarido tan pulcro
no me sirve.
No me sirve tan bueno
Tanto trueno

El coraje tan dócil
la bravura tan chirle,
la intrepidez tan lenta
no me sirve.
No me sirve
tan fría la osadía.

Sí me sirve la vida
que es vida hasta morirse,
y el corazón alerta sí me sirve.
Me sirve cuando avanza
la confianza.

Me sirve tu mirada
que es generosa y firme,
y tu silencio franco sí me sirve.
Me sirve la medida de tu vida.

Me sirve tu futuro
que es un presente libre,
y tu lucha de siempre
sí me sirve.
Me sirve tu batalla
sin medalla.

Me sirve la modestia
de tu orgullo posible,
y tu mano segura
sí me sirve.
Me sirve tu sendero,
compañero.

martes, 7 de junio de 2022

"OLIKOYE". Un cuento de Chimamanda Ngozi Adichie

La lluvia caía suavemente aquel lunes en que rompí aguas. Pero como estaba habituada a los feroces aguaceros de Lagos, este golpeteo tranquilo me relajaba, llenándome de paz. Mi marido, Omoregie, estaba en el trabajo, por lo que fue mi vecino quien me llevó al hospital, con el vestido ligeramente húmedo y el corazón rebosante de emoción. Mi primer hijo.

El nombre de la enfermera de turno era Hermana Chioma. Se trataba de una mujer con el rostro pétreo que disfrutaba haciendo bromas un poco pesadas. Durante mi último chequeo, yo me había quejado del dolor de espalda a causa de mi estado y su respuesta fue, “¿Y no pensaste en el dolor de espalda cuando disfrutabas?».


Tras revisarme, me dijo que aún era pronto y me sugirió que caminara a lo largo de la sala de espera.

“Debes estar contenta de que el primero sea un niño”, dijo.

“Mientras sea sano”, respondí levantando los hombros.

“Ya sé que es costumbre esperar a que nazca para elegir el nombre, pero estoy segura que ya pensaron alguno”, agregó.

“Lo llamaré Olikoye”

“Oh”, dudó, “no sabia que tu marido era Yoruba”.

“No lo es. Ambos somos Bini”.

“Pero Olikoye es un nombre Yoruba”.

“Así es”.

“¿Y por qué?” preguntó. Mis contracciones aún eran leves. Así que le dije a la Hermana Chioma que se siente para escuchar la historia. CONTINUAR LEYENDO


sábado, 4 de junio de 2022

"LA CONSTRUCCIÓN DE UN SUEÑO". Un poema de Dulce Chacón

Siempre hay tiempo para un sueño.

Siempre es tiempo de dejarse llevar
por una pasión que nos arrastre hacia el deseo.

Siempre es posible encontrar la fuerza
necesaria para alzar el vuelo y dirigirse hacia
lo alto.

Y es allí, y solo allí, en la altura, donde
podemos desplegar nuestras alas en toda su
extensión.

Solo allí, en lo más alto de nosotros mismos,
en lo más profundo de nuestras inquietudes,
podremos separar los brazos, y volar.

jueves, 2 de junio de 2022

"SI ME LLAMARAS". Un poema de Pedro Salinas

¡Si me llamaras, sí;
si me llamaras!

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría;
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú que no eres mi amor,
¡si me llamaras!

Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
─¡si me llamaras, sí; si me llamaras!─
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas.»

miércoles, 1 de junio de 2022

"JIM". Un cuento de Roberto Bolaño

Hace muchos años tuve un amigo que se llamaba Jim y desde entonces nunca he vuelto a ver a un norteamericano más triste. Desesperados he visto muchos. Tristes, como Jim, ninguno. Una vez se marchó a Perú, en un viaje que debía durar más de seis meses, pero al cabo de poco tiempo volví a verlo. ¿En qué consiste la poesía, Jim?, le preguntaban los niños mendigos de México. Jim los escuchaba mirando las nubes y luego se ponía a vomitar. Léxico, elocuencia, búsqueda de la verdad. Epifanía. Como cuando se te aparece la Virgen. En Centroamérica lo asaltaron varias veces, lo que resultaba extraordinario para alguien que había sido marine y antiguo combatiente en Vietnam. No más peleas, decía Jim. Ahora soy poeta y busco lo extraordinario para decirlo con palabras comunes y corrientes. ¿Tú crees que existen palabras comunes y corrientes? Yo creo que sí, decía Jim.

Su mujer era una poeta chicana que amenazaba, cada cierto tiempo, con abandonarlo. Me mostró una foto de ella. No era particularmente bonita. Su rostro expresaba sufrimiento y debajo del sufrimiento asomaba la rabia. La imaginé en un apartamento de San Francisco o en una casa de Los Ángeles, con las ventanas cerradas y las cortinas abiertas, sentada a la mesa, comiendo trocitos de pan de molde y un plato de sopa verde. Por lo visto a Jim le gustaban las morenas, las mujeres secretas de la historia, decía sin dar mayores explicaciones. A mí, por el contrario, me gustaban las rubias. Una vez lo vi contemplando a los tragafuegos de las calles del DF. Lo vi de espaldas y no lo saludé, pero evidentemente era Jim. El pelo mal cortado, la camisa blanca y sucia, la espalda cargada como si aún sintiera el peso de la mochila. El cuello rojo, un cuello que evocaba, de alguna manera, un linchamiento en el campo, un campo en blanco y negro, sin anuncios ni luces de estaciones de gasolina, un campo tal como es o como debería ser el campo: baldíos sin solución de continuidad, habitaciones de ladrillo o blindadas de donde hemos escapado y que esperan nuestro regreso. Jim tenía las manos en los bolsillos. El tragafuegos agitaba su antorcha y se reía de forma feroz. Su rostro, ennegrecido, decía que podía tener treintaicinco años o quince. No llevaba camisa y una cicatriz vertical le subía desde el ombligo hasta el pecho. Cada cierto tiempo se llenaba la boca de líquido inflamable y luego escupía una larga culebra de fuego. La gente lo miraba, apreciaba su arte y seguía su camino, menos Jim, que permanecía en el borde de la acera, inmóvil, como si esperara algo más del tragafuegos, una décima señal después de haber descifrado las nueve de rigor, o como si en el rostro tiznado hubiera descubierto la cara de un antiguo amigo o de alguien que había matado. Durante un buen rato lo estuve mirando. Yo entonces tenía dieciocho o diecinueve años y creía que era inmortal. Si hubiera sabido que no lo era, habría dado media vuelta y me hubiera alejado de allí. Pasado un tiempo me cansé de mirar la espalda de Jim y los visajes del tragafuegos. Lo cierto es que me acerqué y lo llamé. Jim pareció no oírme. Al volverse observé que tenía la cara mojada de sudor. Parecía afiebrado y le costó reconocerme: me saludó con un movimiento de cabeza y luego siguió mirando al tragafuegos. Cuando me puse a su lado me di cuenta de que estaba llorando. Probablemente también tenía fiebre. Asimismo descubrí, con menos asombro con el que ahora lo escribo, que el tragafuegos estaba trabajando exclusivamente para él, como si todos los demás transeúntes de aquella esquina del DF no existiéramos. Las llamaradas, en ocasiones, iban a morir a menos de un metro de donde estábamos. ¿Qué quieres, le dije, que te asen en la calle? Una broma tonta, dicha sin pensar, pero de golpe caí en que eso, precisamente, esperaba Jim. Chingado, hechizado / Chingado, hechizado, era el estribillo, creo recordar, de una canción de moda aquel año en algunos hoyos funkis. Chingado y hechizado parecía Jim. El embrujo de México lo había atrapado y ahora miraba directamente a la cara a sus fantasmas. Vámonos de aquí, le dije. También le pregunté si estaba drogado, si se sentía mal. Dijo que no con la cabeza. El tragafuegos nos miró. Luego, con los carrillos hinchados, como Eolo, el dios del viento, se acercó a nosotros. Supe, en una fracción de segundo, que no era precisamente viento lo que nos iba a caer encima. Vámonos, dije, y de un golpe lo despegué del funesto borde de la acera. Nos perdimos calle abajo, en dirección a Reforma, y al poco rato nos separamos. Jim no abrió la boca en todo el tiempo. Nunca más lo volví a ver.