viernes, 30 de noviembre de 2018

Muerte en el olvido. Un poema de Ángel González.

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
—oscuro, torpe, malo— el que la habita...

jueves, 29 de noviembre de 2018

Soldados de la República: Un cuento de Dorothe Parker.

AQUELLA TARDE de domingo estábamos sentados con la muchacha sueca en el gran café de Valencia. Tomábamos vermú en gruesas copas, y en cada una de ellas había un cubito de hielo grisáceo lleno de agujeros. El camarero se sentía tan orgulloso de aquel hielo que apenas soportaba dejar las copas sobre la mesa y separarse de él para siempre. Siguió con sus tareas -por toda la sala la gente daba palmas y silbaba para llamar su atención-, pero se volvió a mirar por encima del hombro.

Fuera estaba oscuro, la oscuridad veloz y nueva que de un salto y sin sombras se impone al día, pero como en las calles no había luces, parecía tan profunda y antigua como la medianoche. Por eso te asombrabas de que todos los críos siguieran levantados. En el café había críos por todas partes, críos serios sin solemnidad, que observaban el ambiente que los rodeaba con tolerante interés.

En la mesa contigua a la nuestra había uno notablemente pequeño; tendría quizá seis meses. Su padre, un hombrecito con un uniforme grande que lo hacía caído de hombros, lo sostenía con cuidado sobre las rodillas. El crío no hacía nada; sin embargo, el padre y su joven y delgada mujer, cuyo vientre volvía a estar hinchado bajo el vestido raído, lo contemplaban sumidos en una especie de éxtasis de admiración, mientras en la mesa se les enfriaba el café. El crío iba endomingado, todo de blanco; sus ropitas llevaban remiendos tan delicados que la tela hubiera pasado por entera si la blancura de los zurcidos no hubiera variado de tono. Lucía en el pelo un lazo azul de cinta nueva, atado con absoluto equilibrio entre las lazadas y los extremos. La cinta de nada servía; no había pelo suficiente que precisara sujeción. El lazo era un mero adorno, un toque de gracia calculada. CONTINUAR LEYENDO


DOROTHY PARKER (1893-1967), poeta, narradora y guionista estadounidense. Durante la década de 1930, la autora, de tendencia izquierdista, desarrolló una intensa actividad política ayudando a fundar la Anti-Nazi League ("Liga antinazi") en Hollywood. Fue investigada por el FBI como sospechosa de pertenecer al Partido Comunista, por lo que llegó a aparecer en la Lista Negra de Hollywood y tuvo problemas para trabajar como guionista. Durante el periodo de la Guerra Civil Española fue una muy activa defensora de la causa republicana, participando en campañas de recaudación de fondos para dicha causa e incluso realizando un viaje a España. Testigo de ese viaje a España es el cuento "Soldados de la República", ambientado en un café de Valencia, cuento de carácter triste y melancólico publicado en New Yorker. La pérdida de la guerra por parte de los republicanos dejó una triste impronta en ella, haciendo aumentar su ya de por si desmesurado pesimismo vital.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

"FIN". Un poema de Constantino Cavafis

En el medio del temor y las sospechas,
con la mente trastornada y los ojos espantados,
nos consumimos y planeamos cómo hacer
para escapar del seguro
peligro tan atroz que nos acecha.
Y sin embargo, en qué error estamos, ese peligro
no está en nuestro camino.
Eran mentira las noticias
(o no las escuchamos o mal las entendimos).
Otra desgracia que no sospechábamos,
súbita, fulminante se abate sobre nosotros,
y desprevenidos —ya no hay tiempo— nos arrastra.
Constantino Petrou Cavafis

lunes, 26 de noviembre de 2018

HERNÁN. Un cuento de Abelardo Castilo.

Me atrevo a contarlo ahora porque ha pasado el tiempo y porque Hernán, lo sé, aunque haya hecho muchas cosas repulsivas en su vida, nunca podrá olvidarse de ella: la ridícula señorita Eugenia, que un día, con la mano en el pecho, abrió grandes los ojos y salió de clase llevándose para siempre su figura lamentable de profesora de literatura que recitaba largamente a Bécquer y, turbada, omitía ciertos párrafos de los clásicos y en los últimos tiempos miraba de soslayo a Hernán. Quiero contarlo ahora, de pronto me dio miedo olvidar esta historia. Pero si yo la olvido nadie podrá recordarla, y es necesario que alguien la recuerde, Hernán, que entre el montón de porquerías hechas en tu vida haya siempre un sitio para ésta de hace mucho, de cuando tenías dieciocho años y eras el alumno más brillante de tu división, el que podía demostrar el Teorema de Pitágoras sin haber mirado el libro o ridiculizar a los pobres diablos como el señor Teodoro o hacerle una canallada brutal a la señorita Eugenia que guardaba violetas aplastadas en las páginas de Rimas y leyendas y olía a alcanfor.

Ella llegó al Colegio Nacional en el último año de mi bachillerato. Entró a clase y desde el principio advertimos aquella cosa extravagante, equívoca, que parecía trascender de sus maneras, de su voz, lo mismo que ese tenue aroma a laurel cuyo origen, fácil de adivinar, era una bolsita colgada sobre su pecho de señorita Eugenia, bajo la blusa. Ella entró en el aula tratando de ocultar, con ademanes extraños, la impresión que le causábamos, cuarenta muchachones rígidos, burlonamente rígidos junto a los bancos, y cualquiera de los cuarenta debía mirar a la altura del hombro para encontrar sus ojos de animalito espantado. Habló. Dijo algo acerca de que buscaba ser una amiga para nosotros, una amiga mayor, y que la llamáramos señorita Eugenia, simplemente. Alguien, entonces, en voz alta –lo bastante alta como para que ella bajara los ojos, con un gesto que después me dio lástima–, se asombró mucho de que todavía fuera señorita, yo me asombré mucho de que todavía fuera señorita y los demás rieron, y ella, arreglando nerviosamente los pliegues de su pollera, fue hacia el escritorio. Al levantar los ojos se encontró con todos parados, mirándola. No atinó sino a parpadear y a juntar las manos, como quien espera que le expliquen algo, y cuando torpemente creyó que debía insinuarnos "pueden sentarse", nosotros ya estábamos sentados y ella reparó por primera vez en Hernán. Él se había quedado de pie, tieso, se había quedado de pie él solo. Y en medio del silencio de la clase, dijo:

–Yo –dijo pausadamente– soy Hernán.

Esto fue el primer día. Después pasaron muchos días, y no sé, no recuerdo cómo hizo él para darse cuenta: acaso fue por aquellas miradas furtivas que, al llegar a ciertos párrafos de los clásicos, la señorita Eugenia dirigía hacia su banco, o acaso fue otra cosa. De todos modos, cuando se lo dijeron ya lo sabía. "Me parece que la vieja...", le dijeron, y Hernán debió fingir un asombro que jamás sintió, puesto que él lo había adivinado desde el comienzo, desde que la vio entrar con sus maneras de pájaro y su cara triste de mujer sola; porque Hernán sabía que ella se inquietaba cuando él, acercándose sin motivo, recitaba la lección en voz baja, íntima, como si la recitara para ella. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 23 de noviembre de 2018

"eBiblio Castilla y León". Préstamo gratuito de libros electrónicos a través de Internet.

eBiblio Castilla y León es un servicio de la Red de Bibliotecas de Castilla y León, que hace posible la lectura de libros electrónicos a través de internet y permite a los usuarios de las bibliotecas tomar en préstamo las principales novedades editoriales en formato digital para poderlas leer en diferentes dispositivos: tabletas, teléfonos inteligentes, ordenadores personales o lectores de libros electrónicos.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Democracia. Un poema de Arthur Rimbaud


«La bandera avanza hacia el paisaje inmundo, y nuestra jerga ahoga el tambor.
«En los centros alimentaremos la prostitución más cínica. Masacraremos las revueltas lógicas.
«¡En los países de pimienta y destemplanza! — al servicio de las más monstruosas explotaciones industriales o militares.
«Adiós aquí, no importa dónde. Reclutas de buena voluntad, nuestra filosofía será feroz; ignorantes para
la ciencia, taimados para el bienestar; que reviente el mundo que avanza. Ésta es la verdadera marcha. 
Adelante,¡en camino!»

Arthur Rimbaud

Cecilia y el dragón. Un álbum ilustrado / Cuento de Lawrence Schimel

martes, 20 de noviembre de 2018

Peligros reales y virtuales de la novela. Un artículo de Sergio Ramírez publicado en El País el 18 OCT 2018.

En el ensayo El mundo impreso en peligro (la edad del 'homo virtualis' está sobre nosotros), publicado en el último número de la revista Harper's, el escritor británico Will Self advierte, con nostalgia anticipada, que igual que las sinfonías y la pintura de caballete, que son ya ajenas al mundo contemporáneo, la novela, pieza central de la civilización, tiende a convertirse en un “tema de conservatorio”, relegada a los talleres de creación literaria.

La novela, que ha dependido de la relación íntima entre el lector y el autor, vendrá a ser sustituida por la experiencia de alguien que, con un casco en la cabeza y provisto de un taje sensorial, entra en calidad de protagonista virtual en un universo de imágenes, percepciones y sensaciones, en el que ya no tiene que descifrar palabras. El papel de lector que imagina queda abolido.

Atrapados en la formidable maquinaria de la BDDM (medios digitales bidireccionales), seremos engullidos dentro de una matriz operativa alimentada por megacomputadoras, codificadores y cables de fibra óptica. La disolución de la imaginación en un miasma cibernético, las aguas del oscuro río Leteo donde en lugar de la memoria de lo leído nos aguarda la desmemoria de la olvidoteca.

Pero antes de eso, temo una amenaza más palpable y cercana contra la novela, y contra la imaginación que la alimenta, y es la obediencia temerosa a la implacable censura de quienes exigen corrección política, o corrección social, que es lo mismo. Es cuando, quienes ejercemos este oficio libérrimo, debemos recordar que la escritura es transgresora por su naturaleza y que toda compostura la vuelve neutra y por tanto la anula. Quienes dictan los cánones de la nueva decencia pública exigen el silencio o el subterfugio.

El temor de quedar mal con los censores sociales conduce por un camino de perdición, que es la autocensura. Las mentalidades cerradas que buscan conjurar los demonios de la libertad creadora han existido en cada época y lo que varía son los temas; recordemos que no pocas obras literarias capitales se han enfrentado a la intolerancia: Las flores del mal, Madame Bovary, Ulises, El amante de Lady Chatterley. Antes el blanco era prohibir o censurar la incitación al pecado de la infidelidad, el erotismo, la impudicia. En México una dama de no sé qué asociación exigió que no se proyectara la película basada en Memoria de mis putas tristes, de García Márquez.

Los demonios necesitados de agua bendita hoy son el machismo, la homofobia, violentar la proclama de igualdad de géneros, como si se tratara de bandos en los que sólo se puede estar a favor o en contra. Pero la literatura es mucho más compleja y desafía las alineaciones. Convertir la escritura creativa en un campo de propaganda siempre va en su detrimento y liquidación, no sólo respecto a esos temas, sino en lo que hace a la política y las ideologías.

Una literatura social o políticamente correcta es la muerte de la invención. Contar historias felices es siempre aburrido y rompe con la regla de la contradicción, del conflicto, que está en la esencia dramática de la construcción narrativa. Es un absurdo convertir al autor en responsable moral de las acciones y palabras de sus personajes. Si todos los maridos en las novelas son ecuánimes, cambian los pañales a los niños, comparten las tareas domésticas, y eliminamos los triángulos amorosos, por ejemplo, volveríamos todo gris y quitaríamos verdor al árbol de la vida.

La ficción no es educativa, es por principio incorrecta, disruptiva. La pedagogía moral es ajena a la novela y se vuelve una aberración. Tratar de quedar bien con los censores, es quedar mal con los lectores. Si no se está dispuesto a ser transgresor, hay que abandonar el oficio y dejárselo a otros que no se cuiden del canon. La literatura está contaminada sin remedio. La vida es oscura y sucia, y lo que hace el escritor es buscar cómo entrar en sus honduras que nunca son asépticas.

Flaubert fue llevado a juicio acusado de que Madame Bovary era “una afrenta a la conducta decente y la moralidad religiosa". Pierre Pinard, el fiscal de la causa, se permitió elaborar una tesis sobre el papel del arte: “Imponer las reglas de decencia pública en el arte no es subyugarlo sino honrarlo". Peligrosa concepción. ¿Y Lolita? Todavía se sigue acusando a Nabokov de perversión. Si ambos hubieran honrado al arte de la manera que quería Pinard, habría dos obras maestras menos en el mundo.

Sergio Ramírez es escritor, Premio Cervantes 2017.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

La verdad de la mentira. Un poema de Ángel González

Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas,
y una voz cariñosa le susurró al oído:
-¿Por qué lloras, si todo
en ese libro es de mentira?
Y él respondió:
-Lo sé;
pero lo que yo siento es de verdad.

lunes, 12 de noviembre de 2018

El cuentista, un cuento de Saki (Héctor Munro)

Era una tarde calurosa y el vagón del tren también estaba caliente; la siguiente parada, Templecombe, estaba casi a una hora de distancia. Los ocupantes del vagón eran una niña pequeña, otra niña aún más pequeña y un niño también pequeño. Una tía, que pertenecía a los niños, ocupaba un asiento de la esquina; el otro asiento de la esquina, del lado opuesto, estaba ocupado por un hombre soltero que era un extraño ante aquella fiesta, pero las niñas pequeñas y el niño pequeño ocupaban, enfáticamente, el compartimiento. Tanto la tía como los niños conversaban de manera limitada pero persistente, recordando las atenciones de una mosca que se niega a ser rechazada. La mayoría de los comentarios de la tía empezaban por «No», y casi todos los de los niños por «¿Por qué?». El hombre soltero no decía nada en voz alta. 

-No, Cyril, no -exclamó la tía cuando el niño empezó a golpear los cojines del asiento, provocando una nube de polvo con cada golpe-. Ven a mirar por la ventanilla -añadió.

El niño se desplazó hacia la ventilla con desgana. 

-¿Por qué sacan a esas ovejas fuera de ese campo? -preguntó. 

-Supongo que las llevan a otro campo en el que hay más hierba -respondió la tía débilmente.

-Pero en ese campo hay montones de hierba -protestó el niño-; no hay otra cosa que no sea hierba. Tía, en ese campo hay montones de hierba. 

-Quizá la hierba de otro campo es mejor -sugirió la tía neciamente. 

-¿Por qué es mejor? -fue la inevitable y rápida pregunta.

-¡Oh, mira esas vacas! -exclamó la tía. 

Casi todos los campos por los que pasaba la línea de tren tenían vacas o toros, pero ella lo dijo como si estuviera llamando la atención ante una novedad. 

-¿Por qué es mejor la hierba del otro campo? -persistió Cyril. 

El ceño fruncido del soltero se iba acentuando hasta estar ceñudo. La tía decidió, mentalmente, que era un hombre duro y hostil. Ella era incapaz por completo de tomar una decisión satisfactoria sobre la hierba del otro campo. 

La niña más pequeña creó una forma de distracción al empezar a recitar «De camino hacia Mandalay». Sólo sabía la primera línea, pero utilizó al máximo su limitado conocimiento. Repetía la línea una y otra vez con una voz soñadora, pero decidida y muy audible; al soltero le pareció como si alguien hubiera hecho una apuesta con ella a que no era capaz de repetir la línea en voz alta dos mil veces seguidas y sin detenerse. Quienquiera que fuera que hubiera hecho la apuesta, probablemente la perdería. CONTINUAR LEYENDO


domingo, 11 de noviembre de 2018

Ética, literatura infantil y formación literaria. Un interesantísimo artículo de JUAN MATA. Universidad de Granada, España. Publicado en Impossibilia Nº8, páginas 104-121 (Octubre 2014) ISSN 2174-2464.

RESUMEN: El artículo examina de modo crítico algunas de las ideas relacionadas con la literatura infantil, sobre todo la que considera que una de las principales funciones de los libros para niños es transmitir valores. Se examinan asimismo las relaciones entre literatura y ética a fin de mostrar el potencial de la literatura, también de la literatura infantil, para hablar profundamente sobre la vida y los seres humanos. Contra la consideración de los libros para niños como instrumentos para entretener o aleccionar se argumenta la importancia de la lectura ética y la capacidad de esos libros para suscitar razonamientos morales. Se discuten también ciertas prácticas pedagógicas que subestiman la calidad de la literatura infantil y sus posibilidades para promover respuestas éticas y la construcción de conocimiento a través del diálogo y la escucha.

[...] La consecuencia más lamentable de esa tendencia editorial es la desconsideración de la literatura y el lector. Ambos acaban por desaparecer en favor de lo obvio y lo trivial. Cuando se le asigna un carácter puramente instrumental, la literatura pierde su fundamento. La virtud de la literatura reside en las sugerencias más que en las evidencias. Es un uso específico del lenguaje –metáforas, referencias, sutilezas, simbolismos, ambigüedades, figuras...– lo que le otorga cualidad literaria. La polisemia permite la interpretación, lo explícito solo admite la aceptación. Los “espacios vacíos” del texto (Iser, 1987) son los que el lector ocupa con su experiencia y su personalidad. Lo “no formulado” en el texto hace posible que el lector se formule a sí mismo y, por consiguiente, dé sentido personal al texto. Desde el momento en que la literatura se hace precepto o credo se transforma en un artefacto dogmático e inflexible. Además, muchos de esos libros suelen estar podados de elementos conflictivos, polémicos, incómodos, punzantes, con lo que la complejidad de la vida desaparece en favor de un moralismo ingenuo e inocuo.

[...] Comprender es el objetivo principal de toda lectura, incluida la literaria. Bajtín (1982) defendió que la comprensión de cualquier enunciado es siempre dialógica. Surge del encuentro de un sentido con otros sentidos, con los cuales establece una suerte de diálogo que supera el carácter cerrado y unilateral de cada uno de ellos. A través de ese diálogo, que no es solo con los textos sino con otros lectores, planteamos preguntas y recibimos respuestas y de ese modo se van abriendo nuevas posibilidades de sentido.

[...] En todos estos casos, el diálogo entre lectores se instituye como el andamiaje del aprendizaje cultural y social, como la base de la comprensión y la creación de sentido. Alentar esas prácticas de diálogo en torno a los libros supone aceptar que a menudo hablar sobre el texto puede resultar menos significativo que hablar a partir del texto. En el caso de la lectura ética, en la que la atención a las opiniones de los otros, a sus lecturas y sus sentidos, resulta crucial, la conversación que suscita un texto puede ser más relevante que el texto mismo. La conversación y la escucha son los fundamentos del modo ético de leer, de la comprensión dialógica, una práctica que es preciso alentar en las aulas, los hogares o las bibliotecas. Ese acicate es responsabilidad de los adultos, especialmente de los profesores. Pensar que a los niños no les interesa ir más allá de la anécdota, que son incapaces de razonar a partir de lo leído, es una muestra de menosprecio y desconocimiento de la infancia.

[...] La lectura ética no debe anular otros tipos de lectura, pero debería tener un carácter prioritario. No obstante, si deseamos que la literatura infantil alcance ese objetivo es preciso modificar las prácticas en torno a los libros, especialmente en las aulas. Las actividades pedagógicas dominantes dificultan o desvirtúan a menudo ese tipo de lectura. No todos los textos son iguales y menos aún la manera de hacerlos presentes en la vida de los niños. Las diferencias entre los distintos modos de leer afectan a la actitud, los objetivos y los procedimientos. No es lo mismo leer para elaborar un significado que leer para encontrar el significado, no es lo mismo responder para entender que responder para aprobar, no es lo mismo conversar para acercarse a otros que conversar para demostrar lo que se sabe. Leer de modo ético pide entender los libros como un acercamiento al mundo de la vida, un incentivo para pensar, una oportunidad de relación con otros. Ese modo de leer es de capital importancia tanto para la formación intelectual y emocional de los niños como para el reconocimiento de la importancia ética de la literatura.

sábado, 10 de noviembre de 2018

La filosofía educativa de Reggio Emilia. Por Diana Rubiano, Coordinadora Pedagógica Regional de aeioTU. MaguaRED, Cultura y primera infancia en la red.

La filosofía educativa Reggio Emilia nació en Reggio Emilia, en una ciudad al norte de Italia. Después de la segunda guerra mundial los adultos de este poblado, que en su mayoría se componía de mujeres y niños, crearon un movimiento ético, cultural y pedagógico que concentró sus esfuerzos en la construcción de una escuela que funcionó durante tres años hasta que se quemó por un corto circuito. Este acontecimiento llevó a que se creara una nueva escuela con dos aulas para 60 niños, situación que permitió comprender que la educación para la primera infancia iba más allá de la infraestructura: en la escuela se integraron elementos como el cuidado, la nutrición y una apuesta pedagógica pensada para los niños y con los niños, con un gran sentido democrático y la participación de la familia y la comunidad.

Diversos educadores y pedagogos italianos aunaron esfuerzos para estructurar la propuesta pedagógica, política y social desarrollada por esta comunidad. Entre ellos se destacó Loris Malaguzzi, un maestro y pedagogo que dedicó toda su vida a la construcción de una experiencia educativa de calidad que, a partir de la pedagogía de la escucha, el respeto y la consideración de las potencialidades de los niños, pudiese reconocer el derecho de éstos a ser educados en contextos dignos, exigentes y acordes a sus capacidades.

Hoy, siguiendo los lineamientos de Malaguzzi, este modelo educativo continúa siendo alternativo e innovador. La filosofía Reggio Emilia representa una experiencia política, social, cultural, ética, estética y pedagógica que moviliza la construcción de una cultura de la infancia; infancia que tiene derecho a ser dignificada desde la educación como un bien común, como un derecho y como una responsabilidad ciudadana de la colectividad y de los niños como seres humanos. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 9 de noviembre de 2018

Caperucita Roja y el lobo. un cuento de Roald Dahl en "Cuentos en verso para niños perversos".

Estando una mañana haciendo el bobo
le entró hambre espantosa al señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
“¿Puedo pasar señora?”, preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando: ”¡Este me come de un bocado!”
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
“Sigo teniendo un hambre aterradora...
¡Tendré que merendarme otra señora!”
Y al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
“¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la selva!”
–que así llamaba al bosque aquella fiera,
aunque entre los pinos estuviera–.
Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó Caperucita a mediodía
y dijo: ”¿Cómo estás abuela mía?
Por cierto, ¡me impresionan tus orejas!”
“Para mejor oírte, que las viejas somos
un poco sordas”.
”¡Abuelita, qué ojos tan grandes tienes!”.
”Claro, hijita, son los nuevos lentes que
me ha puesto para que pueda verte Don
Ernesto el oculista”,
dijo el animal
mirándola con gesto angelical,
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente. De repente
Caperucita dijo:” ¡Qué imponente
abrigo de piel llevas este invierno!”
El Lobo, estupefacto, dijo:” ¡Un cuerno!”
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo...? Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa”.
Pero ella se sentó en una silla
y se sacó un revólver de la capa,
con calma apuntó bien a la cabeza
Y –¡pam!– allí cayó la buena pieza.
...
Al poco tiempo vi a Caperucita
cruzando por el bosque… ¡Pobrecita!
¿Sabes lo que la descarada usaba?
pues nada menos que con un abrigo desfilaba
y a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Pedro Melenas. Cuento crítico del didactismo en la LIJ de E.T.A. Hoffman

Hoffman escribió e ilustró este cuento para criticar el didactismo de la literatura infantil de la época.


Asímismo escribió una carta a un periódico en el que se hace eco de esa crítica hacia la LIJ de la época y en la que propone un didactismo mucho más divertido. He aquí la carta:

"En la Navidad de 1844, buscaba un regalo para mi hijo pequeño, de 3 años y medio. Quería un libro ilustrado, que correspondiese a la edad de aquel pequeño ciudadano del mundo, pero todo lo que veía no me decía nada; libros con dibujos de piratas, de animales, de sillas y de mesas. Historias largas y bobas que, tras múltiples exhortos, concluían con la moraleja explícita: Los niños deben ser siempre buenos o Los niños deben ser limpios o decentes, o justos, etc. (...) Finalmente, tomé un cuaderno en blanco y le dije a mi esposa: “Lle voy a hacer al niño el libro ilustrado que necesita”. El niño aprende viendo, le entra todo por los ojos, comprende lo que ve. No hay que hacerle advertencias morales. Cuando le dicen: “Lávate; Cuidado con el fuego; Deja eso; ¡O obedece!, para el niño son conceptos sin sentido. Pero el dibujo de un desarrapado, sucio, de un vestido en llamas, la imagen de la desgracia le instruye más que todo lo que se pueda decir con las mejores intenciones. Por eso es cierto el refrán que dice: “El gato escaldado huye del agua”.

sábado, 3 de noviembre de 2018

"RUEGO". Un poema de Noemia de Sousa (Mozambique).

Noemia de Sousa (Mozambique) está considerada como una de los más grandes poetisas de África. Su producción poética tuvo un gran alcance ya que influyó en toda una generación de escritores y poetas. La constante presencia de las raíces africanas, la exaltación del continente, la glorificación de los valores africanos, la protesta y la queja son los temas reflejados en su poesía.


RUEGO

¿Quién estranguló la voz cansada
de mi hermana de la selva?

De pronto su llamado a la acción
se perdió en el fluir infinito de la noche y el día.
Ya no llega hasta mÍ cada mañana,
exhausta tras el largo viaje,
ahogada milla tras milla
en el eterno grito: ¡Macala!

No, ya no viene más, húmeda todavía de rocío,
maniatada con niños y con sumisión…
Un hijo a la espalda, otro en el vientre
¡siempre, siempre, siempre!
Y un rostro todo contenido en una mirada suave,
cada vez que recuerdo esa mirada
siento que mi carne y mi sangre se hinchan trémulas,
latiendo ante afinidades y revelaciones…
Pero ¿quién ha impedido que su inconmensurable mirada
nutriera mi hambre profunda de camaradería
que nunca podrá satisfacer mi pobre mesa?

“lo mame” ¿quién pudo silenciar de un tiro
la noble voz de mi hermana de la selva?
¿Qué mezquino y brutal látigo de rinoceronte
la azotó hasta matarla?

—En mi jardín florece la siringa.
Pero con un presagio maligno en su flor purpúrea,
en su intenso inhumano perfume;
y el verano aguarda que el hijo de mi hermana
descanse en él…
En vano, en vano,
Un chirico canta y canta posado entre los juncos,
por el niñito de mi hermana perdida,
víctima de los nebulosos amaneceres de la selva.
Ay, yo sé, yo sé: al final había un resplandor
de despedida en esos dulces ojos,
y su voz llegó como un murmullo ronco,
trágico y desesperado….

Oh África, patria mía, respóndeme:
¿Qué le hicieron a mi hermana de la selva,
que ya no viene más a la ciudad con sus eternos retoños
(uno a la espalda, otro en el vientre)
y su eterno pregón de carbonera?
¡Oh África, patria mía,
tú al menos no renegarás de mi heroica hermana,
ella vivirá en el altivo memorial de tus brazos!


viernes, 2 de noviembre de 2018

Oda a la bicicleta. Un poema de Pablo Neruda

Iba
por el camino
crepitante:
el sol se desgranaba
como maíz ardiendo
y era
la tierra
calurosa
un infinito círculo
con cielo arriba
azul, deshabitado.

Pasaron
junto a mí
las bicicletas,
los únicos
insectos
de aquel
minuto
seco del verano,
sigilosas,
veloces,
transparentes:
me parecieron
sólo
movimientos del aire.

Obreros y muchachas
a las fábricas
iban
entregando
los ojos
al verano,
las cabezas al cielo,
sentados
en los
élitros
de las vertiginosas
bicicletas
que silbaban
cruzando
puentes, rosales, zarza
y mediodía.

Pensé en la tarde cuando los muchachos
se laven,
canten, coman, levanten
una copa
de vino
en honor
del amor
y de la vida,
y a la puerta
esperando
la bicicleta
inmóvil
porque
sólo
de movimiento fue su alma
y allí caída
no es
insecto transparente
que recorre
el verano,
sino
esqueleto
frío
que sólo
recupera
un cuerpo errante
con la urgencia
y la luz,
es decir,
con
la
resurrección
de cada día.

jueves, 1 de noviembre de 2018

CONEJO. Un cuento de Abelardo Castillo.

No va a venir. Son mentiras lo de la enfermedad y que va a tardar unos meses; eso me lo dijo tía, pero yo sé que no va a venir. A vos te lo puedo decir porque vos entendés las cosas. Siempre entendiste las cosas. Al principio me parecía que eras como un tren o como los patines, un juguete, digo, y a lo mejor ni siquiera tan bueno como los patines, que un conejo de trapo al final es parecido a las muñecas, que son para las chicas. Pero vos no. Vos sos el mejor conejo del mundo, y mucho mejor que los patines. Y las muñecas tienen esos cachetes colorados, redondos. Caras de bobas, eso es lo que tienen.

A mí no me importa si no está. Qué me importa a mí. Y no me vine a este rincón porque estoy triste, me vine porque ellos andan atrás de uno, querés esto y qué querés nene y puro acariciar, como cuando te enfermas y andan tocándote la frente, que parece que los tíos y los demás están para cuando uno se enferma y entonces todo el mundo te quiere. Por eso me vine, y por el estúpido del Julio, el anteojudo ese, que porque tiene once años y usa anteojos se cree muy vivo, y es un pavo que no ve de acá a la puerta y encima siempre anda pegando. Se ríe porque juego con vos, mírenlo, dice, miren al nenito jugando al arrorró. Qué sabe él. Los grandes también pegan. Las madres, sobre todo. Claro que a todos los chicos les pegan y eso no quiere decir nada, pero igual, por qué tienen que andar pegando siempre. Vos, por ahí, vas lo más tranquilo y les decís mira lo que hice, creyendo que está bien, y paf, un cachetazo. Ni te explican ni nada. Y otras veces puro mimo, como ahora, o como cuando te hacen un regalo porque les conviene, aunque no sea Reyes o el cumpleaños.

Yo me acuerdo cuando ella te trajo. Al principio eras casi tan alto como yo, y eras blanco, más blanco que ahora porque ahora estás sucio, pero igual sos el mejor conejo de todos, porque entendés las cosas. Y cómo te trajo también me acuerdo, toma, me dijo, lo compré en Olavarría. El primo Juan Carlos que vive en Olavarría a mí nunca me gustó mucho: los bigotes esos que tiene, y además no es un primo como el Julio, por ejemplo, que apenas es más grande que yo. Es de esos primos de los padres de uno, que uno nunca sabe si son tíos o qué. Era una caja grande, y yo pensaba que sería un regalo extraordinario, algo con motor, como el avión del rusito o una cosa así. Pero era liviano y cuando lo desaté estabas vos adentro, entre los papeles. A mí no me gustaba un conejo. Y ella me dijo por qué me quedaba así, como el bobo que era, y yo le dije esto no me gusta para nada a mí, mira la cabeza que tiene. Entonces dijo desagradecido igual que tu padre. Después, cuando papá vino del trabajo, todavía seguía enojada y eso que había estado un mes en Olavarría, lejos de papá, y que papá siempre me dice escríbele a tu madre que la extrañamos mucho y que venga pronto, pero es él el que más la extraña, me parece. Y esa noche se pelearon. Siempre se pelean, bueno: papá no, él no dice nada y se viene conmigo a la puerta o a la placita Martín Fierro que papá me dijo que era un gaucho. A papá tampoco le gustó nunca el primo Juan Carlos. Y yo no te llevo a la placita, pero porque tengo miedo que los chicos se rían. Ellos qué saben cómo sos vos. No tienen la culpa, claro, hay que conocerte. Yo, al principio, también me creía que eras un juguete como los caballos de madera, o los perros, que no son los mejores juguetes. Pero después no, después me di cuenta que eras como Pinocho, el que contó mamá. Ella contaba cuentos, a la mañana sobre todo, que es cuando nunca está enojada. Y al final vos y yo terminamos amigos, mejor que con los amigos de verdad, los chicos del barrio digo, que si uno no sabe jugar a la pelota en seguida te andan gritando patadura, anda al arco querés, y malas palabras y hasta delante de las chicas te gritan, que es lo peor. Una vez me dijeron por qué no traes a tu hermanito para que atajen juntos, y se reían. Por vos me lo dijeron, por los dientes míos que se parecen a los tuyos. Me parece que te trajeron a propósito a vos, por los dientes. CONTINUAR LEYENDO