martes, 31 de diciembre de 2019

Feliz año nuevo y una larga y feliz existencia. Urte berri on.

Hoy por la mañana paseando bajo la niebla con 2º bajo cero por el Parque de Salburua en Vitoria-Gasteiz, Pais Vasco, Spain

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

domingo, 29 de diciembre de 2019

Ante la ley, un cuento de Franz Kafka.


Ante la Ley hay un guardián. Hasta ese guardián llega un campesino y le ruega que le permita entrar a la Ley. Pero el guardián responde que en ese momento no le puede franquear el acceso. El hombre reflexiona y luego pregunta si es que podrá entrar más tarde.

—Es posible —dice el guardián—, pero ahora, no.

Las puertas de la Ley están abiertas, como siempre, y el guardián se ha hecho a un lado, de modo que el hombre se inclina para atisbar el interior. Cuando el guardián lo advierte, ríe y dice:

—Si tanto te atrae, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda esto: yo soy poderoso. Y yo soy sólo el último de los guardianes. De sala en sala irás encontrando guardianes cada vez más poderosos. Ni siquiera yo puedo soportar la sola vista del tercero.

El campesino no había previsto semejantes dificultades. Después de todo, la Ley debería ser accesible a todos y en todo momento, piensa. Pero cuando mira con más detenimiento al guardián, con su largo abrigo de pieles, su gran nariz puntiaguda, la larga y negra barba de tártaro, se decide a esperar hasta que él le conceda el permiso para entrar. El guardián le da un banquillo y le permite sentarse al lado de la puerta. Allí permanece el hombre días y años. Muchas veces intenta entrar e importuna al guardián con sus ruegos. El guardián le formula, con frecuencia, pequeños interrogatorios. Le pregunta acerca de su terruño y de muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final le repite siempre que aún no lo puede dejar entrar. El hombre, que estaba bien provisto para el viaje, invierte todo —hasta lo más valioso— en sobornar al guardián. Este acepta todo, pero siempre repite lo mismo:

—Lo acepto para que no creas que has omitido algún esfuerzo.

Durante todos esos años, el hombre observa ininterrumpidamente al guardián. Olvida a todos los demás guardianes y aquél le parece ser el único obstáculo que se opone a su acceso a la Ley. Durante los primeros años maldice su suerte en voz alta, sin reparar en nada; cuando envejece, ya sólo murmura como para sí. Se vuelve pueril, y como en esos años que ha consagrado al estudio del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de pieles, también suplica a las pulgas que lo ayuden a persuadir al guardián. Finalmente su vista se debilita y ya no sabe si en la realidad está oscureciendo a su alrededor o si lo engañan los ojos. Pero en aquellas penumbras descubre un resplandor inextinguible que emerge de las puertas de la Ley. Ya no le resta mucha vida. Antes de morir resume todas las experiencias de aquellos años en una pregunta, que nunca había formulado al guardián. Le hace una seña para que se aproxime, pues su cuerpo rígido ya no le permite incorporarse.

El guardián se ve obligado a inclinarse mucho, porque las diferencias de estatura se han acentuado señaladamente con el tiempo, en desmedro del campesino.

—¿Qué quieres saber ahora? –pregunta el guardián—. Eres insaciable.

—Todos buscan la Ley –dice el hombre—. ¿Y cómo es que en todos los años que llevo aquí, nadie más que yo ha solicitado permiso para llegar a ella?

El guardián comprende que el hombre está a punto de expirar y le grita, para que sus oídos debilitados perciban las palabras.

—Nadie más podía entrar por aquí, porque esta entrada estaba destinada a ti.

FIN

sábado, 21 de diciembre de 2019

FELIZ NAVIDAD


Desde este minúsculo y humilde rincón de las gigantescas "redes sociales" os quiero desear a todas y a todos una feliz Navidad, una Navidad distinta para que pueda ser feliz, más allá del tener y más en consonancia con el ser. 

Desde que soy abuelo veo la Navidad en mi nieta, Blanca, que no hace mucho que vino a esta aventura humana que es la vida. La veo cada vez que la tengo en mis brazos y, sobre todo, cuando se acurruca en mi regazo mientras leemos un cuento. Y es en esos momentos cuando tomo conciencia de lo querida que es y lo cuidada que está. No le falta de nada. Y en ese ser consciente es cuando me viene a la mente todo el sufrimiento que rodea a otros niños y niñas. Navidad en una zona de guerra, Navidad en un campo de refugiados. Espacios que Nadine Gordimer, Premio Nóbel de Literatura, plasma magistralmente en su cuento "El mejor safari". Sufrimiento y tristeza que no vienen del cielo, que surgen de determinadas voluntades humanas de las que, de una forma u otra, somos cómplices. Cómplices con nuestro silencio, cómplices con nuestro paternalismo, cómplices con nuestro consumo exacerbado y, en muchas ocasiones, cómplices con nuestro voto. Por eso, mientras exista ese sufrimiento provocado, mi Navidad siempre tendrá un sabor agridulce. Y de ahí también mi deseo y necesidad de que nazca un mundo nuevo, un mundo construido desde la generosidad, desde el compartir, desde la solidaridad, desde la justicia, desde el amor... desde la humanidad. De esta forma, mi "feliz Navidad" deja de ser un deseo, para transformase en un grito de esperanza que haga posible esos inéditos viables de los que nos habla Paulo Freire.

¡¡¡UN GRAN ABRAZO PARA TODAS Y TODOS!!!

jueves, 19 de diciembre de 2019

Poema impaciente, un poema del cubano Emilio Ballagas.




¿Y si llegaras tarde,
cuando mi boca tenga
sabor seco a cenizas,
a tierras amargas?
¿Y si llegaras cuando
la tierra removida y oscura (ciega, muerta)
llueva sobre mis ojos,
y desterrado de la luz del mundo
te busque en la luz mía,
en la luz interior que yo creyera
tener fluyendo en mí?
(Cuando tal vez descubra
que nunca tuve luz
y marche a tientas dentro de mí mismo,
como un ciego que tropieza a cada paso
con recuerdos que hieren como cardos.)
¿Y si llegaras cuando ya el hastío
ata y venda las manos;
cuando no pueda abrir los brazos
y cerrarlos después como las valvas
de una concha amorosa que defiende
su misterio, su carne, su secreto;
cuando no pueda oír abrirse
la rosa de tu beso ni tocarla
(tacto mío marchito entre la tierra yerta)
ni sentir que me nace otro perfume
que le responda al tuyo,
ni enseñar a tus rosas
el color de mis rosas?
¿Y si llegaras tarde
y encontraras (tan solo)
las cenizas heladas de la espera?

martes, 17 de diciembre de 2019

La mariposa azul, cuento-fábula anónimo


Había un señor viudo que vivía con sus dos hijas curiosas e inteligentes. Las niñas siempre le cuestionaban todo, hacían muchas preguntas a las que el padre a veces sabía responder, pero en ocasiones no se sentía con la sabiduría suficiente como para aclarar las dudas que ellas manifestaban. Como pretendía brindarles la mejor educación, mandó a las niñas de vacaciones con un sabio que vivía en lo alto de una colina.

El sabio siempre respondía todas las preguntas sin siquiera dudar. Impacientes con el maestro, las jóvenes decidieron inventar una pregunta que él no pudiera responder correctamente.

Entonces, una de ellas apareció con una hermosa mariposa azul que usaría para engañar al sabio.

-¿Qué vas a hacer? –preguntó la hermana. –Voy a esconder la mariposa en mis manos y le voy a preguntar si está viva o muerta. Si él dice que está muerta, abriré mis manos y la dejaré volar. Si dice que está viva, la apretaré y la mataré. Así, cualquiera que sea su respuesta, ésta será equivocada.

Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio que estaba meditando.

-Tengo aquí una mariposa azul, dígame, sabio, ¿está viva o muerta?.

Muy calmadamente el sabio sonrió y respondió:

-Depende de ti…ella está en tus manos…

FIN

jueves, 12 de diciembre de 2019

Los bomberos, un cuento de Mario Benedetti


Olegario no solo fue un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por un instante, y luego decía: “Mañana va a llover”. Y llovía. Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: “El martes saldrá el 57 a la cabeza”. Y el martes salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites.

Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos. Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: “Es posible que mi casa se esté quemando”.

Llamaron un taxi y encargaron al chofer que siguiera de cerca a los bomberos. Estos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: “Es casi seguro que mi casa se esté quemando”. Los amigos guardaron un respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban.

Los bomberos siguieron por Pereyra y la nerviosidad llegó a su colmo. Cuando doblaron por la calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres comenzaron rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las ventanas de la planta alta, alguna astilla volaba por los aires.

Con toda parsimonia, Olegario bajó del taxi. Se acomodó el nudo de la corbata, y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprestó a recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos.

FIN

miércoles, 11 de diciembre de 2019

CLAVES PARA LA ENSEÑANZA DE LA COMPRENSIÓN LECTORA. Un artículo de JESÚS ALONSO TAPIA (Universidad Autónoma de Madrid) publicado en Revista de Educación, núm. extraordinario 2005, pp. 63-93


RESUMEN. En un reciente estudio de la OCDE, España aparecía en los últimos puestos en la comprensión del lenguaje oral y escrito, entre otras disciplinas. Este hecho pone de manifiesto la importancia de conocer de qué factores personales (psicológicos) e instruccionales (pedagógicos) depende dicha comprensión. Para contribuir a dar respuesta a este problema, en el presente artículo, se describen e ilustran tanto las características del proceso de comprensión lectora y los factores «motivacionales» y cognitivos responsables de las diferencias individuales en la comprensión, como qué formas de entrenar la comprensión lectora pueden contribuir a motivar a los alumnos para leer tratando de comprender y a mejorar la comprensión de textos narrativos y expositivos. Finalmente, se indica también cómo puede facilitarse la comprensión a la hora de escribir los textos escolares.

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lunes, 9 de diciembre de 2019

Un sueño, un cuento de Franz Kafka.



Josef K soñó:

Era un hermoso día y K quería pasear. Pero apenas había dado dos pasos, cuando ya se encontraba en el cementerio. Allí había dos caminos muy artificiosos que se entrecruzaban de forma poco práctica, pero él se deslizó por ellos como por un torrente, con una actitud imperturbable y fluctuante. Desde la lejanía descubrió un túmulo reciente en el que quería detenerse. Ese túmulo ejercía sobre él una atracción poderosa y no creía ir lo suficientemente rápido. Algunas veces apenas podía ver el túmulo, pues quedaba oculto por banderas que se entrelazaban con fuerza. No se veía a sus portadores, pero parecía como si allí reinase un gran júbilo.

Mientras dirigía su vista a la lejanía, descubrió repentinamente el túmulo a su costado, en el camino, ya casi a su espalda. Saltó rápidamente al césped. Como el terreno bajo su pie de apoyo al saltar era deslizante se desequilibró y cayó precisamente ante el túmulo y de rodillas. Detrás de la tumba había dos hombres que sostenían una lápida en vilo. Apenas apareció K, arrojaron la lápida al suelo y él quedó como si lo hubieran emparedado. Un tercer hombre, al que K reconoció de inmediato como un artista, salió en seguida de un matorral. Vestía sólo unos pantalones y una camisa mal abotonada. En la cabeza llevaba un gorro de terciopelo y sostenía en la mano un lápiz común con el que, al acercarse, trazó figuras en el aire. Se colocó con el lápiz arriba, sobre la lápida. Como ésta era muy alta no tuvo que agacharse del todo, aunque sí inclinarse, pues el túmulo, que no quería pisar, le separaba de la lápida. Permanecía, por consiguiente, sobre las puntas de los pies y se apoyaba con la mano izquierda sobre la superficie de la losa. Gracias a una hábil maniobra logró trazar algunas letras doradas con el lápiz. Escribió: «Aquí descansa…». Cada letra apareció clara y bella, perfecta y de oro puro. Cuando terminó de escribir las dos palabras, se volvió y miró a K, que esperaba ansioso la continuación de la escritura y apenas se preocupaba del hombre, ya que sólo mantenía fija la mirada en la lápida. El hombre, en efecto, se dispuso a seguir escribiendo, pero no podía, había algún impedimento. Bajó el lápiz y se volvió de nuevo hacia K, que, ahora, se fijó en el pintor y advirtió que éste se encontraba en un estado de gran confusión, aunque no podía decir la causa. Toda su animación previa había desaparecido. También K quedó confuso. Intercambiaron miradas suplicantes. Había un malentendido que ninguno podía aclarar. Comenzó a sonar de un modo inoportuno la campana de la capilla perteneciente a la tumba, pero el artista hizo un ademán y la campana se detuvo. Transcurrido un rato comenzó a sonar de nuevo, esta vez en un tono muy bajo y deteniéndose al instante sin ningún requerimiento. Era como si quisiera probar su sonido. K estaba desconsolado por la situación del artista, comenzó a llorar y sollozó largo tiempo cubriéndose el rostro con las manos. El artista esperó hasta que K se hubo tranquilizado y entonces decidió seguir escribiendo, ya que no encontraba otra salida. La primera línea que escribió supuso para K una liberación, aunque el artista la realizó con gran resistencia. La escritura ya no era tan bella, ante todo parecía faltar oro. La línea surgía pálida e insegura, la letra quedaba demasiado grande. Era una «J», estaba casi terminada cuando el artista pisoteó furioso la tumba, de tal modo que la tierra invadió el aire. K le comprendió al fin. Para pedir perdón ya no había tiempo. Escarbó en la tierra, que apenas oponía resistencia, con los dedos. Todo parecía preparado. Sólo había una ligera capa para guardar las apariencias. Una vez retirada, apareció una gran fosa con paredes escarpadas en la que K se hundió, puesto de espaldas por una suave corriente. Mientras él, con la cabeza todavía recta sobre la nuca, ya era recibido por la impenetrable profundidad, su nombre era inscrito con poderosos ornamentos en la piedra.

Fascinado por esta visión, despertó.

FIN

viernes, 6 de diciembre de 2019

Me gustaría quedar atrapado en ti, un poema del escritor bogotano Fernando Molano Vargas.


Querido Diego,

bien sé yo que no me escuchas, tan muerto como estás;
pero, ¿no podríamos, en esta noche, juntos soñar que
Eres un bello espíritu sentado a mi lado sobre el piso,
a orillas de la cama; charlando ingenuamente, como
solíamos, los simples asuntos de la vida?

Porque aún me rompen la cabeza ciertas preguntas
y, ahora mismo, no tengo con quien conversar de
mis asuntos. A veces no entiendo nada. Pero aún sigo
creyendo que cada cosa, cada temblor, guarda dentro
de sí un sentido. Tan sólo no dura mucho. Igual que
tú; igual que Luis Jorge, a su modo.

Aquí el mundo sigue dando vueltas —sin ti: a mí
todavía me resulta extraño—. Los ríos siguen corriendo
y no se cansan; florecen las flores y los muchachos;
los amigos vienen a visitarme; aún hay problemas en
casa. Y a mí todavía el amor me excita: como el de este
hermoso chico —sinceramente lo amaba— en cuya
despedida he venido a soñar contigo en este tonto
escrito de un libro dedicado a ti. Si pudiera ya cerrar
la página. Permanecer aquí a tu lado, amor.

Al menos déjame darte un beso. Vamos,
apresuremos los labios: podría amenazar de nuevo el día...

jueves, 5 de diciembre de 2019

El ciervo escondido, cuento anónimo chino.


Un leñador de Cheng se encontró en el campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo contó, como si fuera un sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar el ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y dijo a su mujer:

-Un leñador soñó que había matado un ciervo y olvidó dónde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Ese hombre sí que es un soñador.

-Tú habrás soñado que viste un leñador que había matado un ciervo. ¿Realmente crees que hubo un leñador? Pero como aquí está el ciervo, tu sueño debe ser verdadero -dijo la mujer.

-Aun suponiendo que encontré el ciervo por un sueño -contestó el marido- ¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos soñó?

Aquella noche el leñador volvió a su casa, pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó el lugar donde había ocultado el ciervo y también soñó quién lo había encontrado. Al alba fue a casa del otro y encontró el ciervo. Ambos discutieron y fueron ante un juez, para que resolviera el asunto. El juez le dijo al leñador:

-Realmente mataste un ciervo y creíste que era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro encontró el ciervo y ahora te lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que había encontrado un ciervo que otro había matado. Luego, nadie mató al ciervo. Pero como aquí está el ciervo, lo mejor es que se lo repartan.

El caso llegó a oídos del rey de Cheng y el rey de Cheng dijo:

-¿Y ese juez no estará soñando que reparte un ciervo?

FIN

martes, 3 de diciembre de 2019

«Querrán ponerle nombre», un poema de Dulce Chacón

Se encontrarán
el tiempo y el olvido
en un ángulo recto,
en un espacio silencioso y solo
donde el vértigo se hace
con la línea que deshace la memoria.
Llegarán cada uno por un lado,
el olvido
con las horas muertas en los brazos
y el tiempo
con los recuerdos por morir.
No habrá lugar allí para ninguno,
desde el vértice verán
la extensión blanquísima
donde desaparecen blanquísimos
los sueños.
Sin asco lo verán,
sin sorpresa y sin asco,
sólo un tenue dolor que se insinúa.
Y querrán ponerle nombre.

sábado, 30 de noviembre de 2019

El camino no elegido, un poema de Robert Frost.


Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
y apenado por no poder tomar los dos
siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
mirando uno de ellos tan lejos como pude,
hasta donde se perdía en la espesura;
Entonces tomé el otro, imparcialmente,
y habiendo tenido quizás la elección acertada,
pues era tupido y requería uso;
aunque en cuanto a lo que vi allí
hubiera elegido cualquiera de los dos.
Y ambos esa mañana yacían igualmente.
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.
Debo estar diciendo esto con un suspiro
de aquí a la eternidad:
dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
yo tomé el menos transitado,
y eso hizo toda la diferencia.

viernes, 29 de noviembre de 2019

Trito la curiosa, cuento popular africano

En el interior de las tierras togoleñas, aproximadamente a una legua de la famosa «Colina de las hadas», que la infalible memoria de los ancianos recuerda aún, se hallaba una aldea, una muy pequeña aldea, de una decena de almas, entre las que vivían un cazador y su esposa. 

Los vecinos de esta aldea lo tenían todo para ser felices. Y el cazador con su mujer también habrían sido igualmente felices si no les hubiera faltado aquella cosita que da alegría a la familia africana: un hijo. 

Día tras día, los esposos no dejaban de lamentarse de su desgracia. Lari, la esposa del cazador se quejaba tanto de su esterilidad que su marido salió en busca de un charlatán, un nigromante o un médium dispuesto a ayudarlos. 

Una mañana, el hombre llegó a la choza de Kanou, el más viejo de los videntes de la aldea, quien le informó antes de que aquel le hubiera dicho el motivo de su visita: 

- He consultado a los dioses sobre vuestro caso, Cazador; me han comunicado que tu mujer jamás tendrá hijos. 

Aquellas palabras del anciano, quizá por su brutalidad, produjeron en Atissou (es el nombre del cazador) el efecto de un fuerte cabezazo. Por un momento, creyó que iba a quedarse sin respiración. Pero volvió en sí y, casi sin voz, preguntó: 

- Y usted, Gran Mago, ¿no puede hacer nada contra esa mala suerte? 

Cabe pensar que el vidente ocultaba sus intenciones a fin de evaluar el grado de aflicción y de determinación de la pareja estéril. Pues, tan pronto como el cazador le hizo la pregunta, se puso a hacerle promesas.

- Lo voy a intentar -dijo- con la ayuda de los dioses, voy a intentar hacer que al menos tengáis una hija, para alejar la tristeza que envuelve vuestro hogar. 

Más adelante, Kanou declaró al cazador y a su mujer que la niña nacería, pero que sería testaruda, excesivamente curiosa, insoportable. Los dos esposos tuvieron que dar su conformidad, pues, según el lema de la mujer africana, mal vale lo intratable que nada. CONTINUAR LEYENDO

La reina de los colores, un álbum ilustrado de Jutta Bauer, contado por Beatriz Montero.

jueves, 28 de noviembre de 2019

La magia de las palabras con Gloria Fuertes, un proyecto para el fomento de la lectura en Educación Primaria. Autoras: Ana Fernández-Rufete Navarro y María Fernández-Rufete Navarro.


El proyecto La magia de las palabras consiste en una experiencia con la poesía de Gloria Fuertes que se llevó a cabo en el primer curso de Educación Primaria del CEIP Reino de Murcia en el área de Lengua Castellana y Literatura y Educación Artística donde se realizaron propuestas didácticas con el objetivo de acercar al alumnado a la poesía y mejorar la comprensión lectora a través de habilidades visuales y artísticas. El propósito de esta experiencia fue la de integrar esta propuesta en el proyecto de la biblioteca del centro: Aprender, imaginar y divertir: un proyecto vivo y dinámico de biblioteca, que el centro desarrolla como medio de animación a la lectura. A su vez, se introduce el juego poético en el aula para trabajar la comprensión lectora de manera creativa e imaginativa integrando la biblioteca del centro en la actividad docente.


miércoles, 27 de noviembre de 2019

Faros en la noche, un poema de Joan Margarit, Premio Cervantes 2019


Intento seducirte en el pasado.
Las manos al volante y esta luz
de club nocturno del tablier me dejan
-fantasía invernal- bailar contigo.
Detrás de mí, igual que un gran camión,
el mañana hace ráfagas de luces.
No lo conduce nadie y me adelanta,
pero ahora tú y yo viajamos juntos
y el coche puede ser el dos caballos
de los años sesenta hacia París.
«Je ne regrette rien» canta Edith Piaf.
Bajo la ventanilla, entra la noche
fría de la autopista, y el pasado
se aproxima de cara, velozmente:
cruza y me ciega sin bajar las luces.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

El muro, un cuento de Jean Paul Sartre


Nos arrojaron en una gran sala blanca y mis ojos parpadearon porque la luz les hacía mal. Luego vi una mesa y cuatro tipos detrás de ella, algunos civiles, que miraban papeles. Habían amontonado a los otros prisioneros en el fondo y nos fue necesario atravesar toda la habitación para reunimos con ellos. Había muchos a quienes yo conocía y otros que debían ser extranjeros. Los dos que estaban delante de mí eran rubios con cabezas redondas; se parecían; franceses, pensé. El más bajo se subía todo el tiempo el pantalón: estaba nervioso.

Esto duró cerca de tres horas; yo estaba embrutecido y tenía la cabeza vacía; pero la pieza estaba bien caldeada, lo que me parecía muy agradable: hacía veinticuatro horas que no dejábamos de tiritar. Los guardianes llevaban los prisioneros uno después de otro delante de la mesa. Los cuatro tipos les preguntaban entonces el nombre y la profesión. La mayoría de las veces no iban más lejos, o bien, a veces les hacían una pregunta suelta: “¿Tomaste parte en el sabotaje de las municiones?”, o bien: “¿Dónde estabas y qué hacías el 9 por la mañana?”. No escuchaban la respuesta o por lo menos parecían no escucharla: se callaban un momento mirando fijamente hacia adelante y luego se ponían a escribir. Preguntaron a Tom si era verdad que servía en la Brigada Internacional: Tom no podía decir lo contrario debido a los papeles que le habían encontrado en la ropa. A Juan no le preguntaron nada, pero, en cuanto dijo su nombre, escribieron largo tiempo.

—Es mi hermano José el que es anarquista —dijo Juan—. Ustedes saben que no está aquí. Yo no soy de ningún partido, no he hecho nunca política.

No contestaron nada. Juan dijo todavía:

—No he hecho nada. No quiero pagar por los otros.

Sus labios temblaban. Un guardián le hizo callar y se lo llevó. Era mi turno:

—¿Usted se llama Pablo Ibbieta?

Dije que sí.

El tipo miró sus papeles y me dijo:

—¿Dónde está Ramón Gris?
—No lo sé.
—Usted lo ocultó en su casa desde el 6 al 19.
—No.

Escribieron un momento y los guardianes me hicieron salir. En el corredor Tom y Juan esperaban entre dos guardianes. Nos pusimos en marcha. Tom preguntó a uno de los guardianes:

—¿Y ahora?
—¿Qué? —dijo el guardián.
—¿Esto es un interrogatorio o un juicio?
—Era el juicio, dijo el guardián.
—Bueno. ¿Qué van a hacer con nosotros?

El guardián respondió secamente:

—Se les comunicará la sentencia en la celda.

En realidad lo que nos servía de celda era uno de los sótanos del hospital. Se sentía terriblemente el frío debido a las corrientes de aire. Toda la noche habíamos tiritado y durante el día no lo habíamos pasado mejor. Los cinco días precedentes había estado en un calabozo del arzobispado, una especie de subterráneo que debía datar de la Edad Media: como había muchos prisioneros y poco lugar se les metía en cualquier parte. No eché de menos mi calabozo: allí no había sufrido frío, pero estaba solo; lo que a la larga es irritante. En el sótano tenía compañía. Juan casi no hablaba: tenía miedo y luego era demasiado joven para tener algo que decir. Pero Tom era buen conversador y sabía muy bien el español. En el subterráneo había un banco y cuatro jergones. Cuando nos devolvieron, nos reunimos y esperamos en silencio. CONTINUAR LEYENDO



Un interesante y profundo pensamiento de Melanie Klein


lunes, 18 de noviembre de 2019

La necesidad de la violencia, un artículo de Javier Cercas publicado en El País el 17/XI/2019.

En una entrevista concedida a este diario, la escritora francesa Annie Ernaux justificaba así la violencia de los llamados chalecos amarillos: “Es una violencia real que responde a una violencia simbólica. Quien no la entienda es porque nunca ha sentido la necesidad de destrozarlo todo, porque nunca ha experimentado ese sentimiento de injusticia”. Y concluía: “A veces pienso que no saldremos de ésta sin un poco de violencia”. Con multitud de variantes, la idea recupera adeptos a marchas forzadas entre quienes, a falta de mejor nombre, seguimos llamando intelectuales, sobre todo entre los europeos. Algunos de ellos nos recuerdan que la violencia ha existido siempre, afirman que por algo será, ponderan los avances que se han producido gracias a ella y concluyen que, aunque nuestros tiempos líquidos, posmodernos y melindrosos lo olviden o escondan, una cierta violencia es necesaria para que el mundo mejore.

Todo esto es viejísimo, pero interesante. De entrada diré que Ernaux se equivoca: es muy fácil entender la necesidad que siente cualquiera de destrozarlo todo, porque no hay nadie que, en el curso de su vida, no haya experimentado alguna vez un sentimiento de injusticia; la cuestión es si el destrozo es excusable, como piensa ella, o no: la cuestión es si, para remediar la injusticia sangrante y realísima (no simbólica) que padecen los palestinos, es buena idea derribar las Torres Gemelas y acabar con la vida de 3.000 personas. Lo de que “no saldremos de ésta sin un poco de violencia” es por otra parte, admitámoslo, un tanto vago. ¿A qué se refiere Ernaux con el pronombre “ésta”? ¿A la situación de Francia, uno de los países más privilegiados del mundo? ¿O a la de los palestinos? Más vago aún es lo de “un poco de violencia”. Porque, ¿cuánta violencia es ésa? ¿Se trata de una violencia con muertos o sin muertos? Si con muertos, ¿de cuántos hablamos? ¿Uno? ¿Diez? ¿Cien? ¿Mil? ¿Cien mil? ¿Un millón? Porque, en estas cosas, ya se sabe que todo es empezar… Y, por cierto, ¿quién pone los muertos? ¿Los malos? ¿Y quiénes son los malos? ¿Los ricos? ¿Los pobres? ¿Los árabes? ¿Los judíos? ¿Y por qué no damos ejemplo los intelectuales —un ejemplo irreprochable de coherencia entre pensamiento y acción— y ponemos nosotros mismos los muertos? ¿Por qué no la señora Ernaux, ya que estamos?

En cuanto a los grandes avances con que nos ha bendecido la violencia, se trata de una afirmación pomposa pero indemostrable, porque es indemostrable que tales avances no hubieran podido producirse sin violencia; lo que no hace falta demostrar siquiera, en cambio, son los vertiginosos retrocesos y los sufrimientos incalculables que ha provocado la violencia: basta con poner la tele para verlos. Una cosa sí es cierta, y es que la violencia ha existido siempre: quizá no sea la partera de la historia, como quería Marx, pero sí es su cantera, o al menos la materia con que está fabricada. Ahora bien, ¿es esa obviedad razón suficiente para que debamos resignarnos a ella? También las mujeres han vivido siempre subordinadas a los hombres —que las hemos considerado inferiores y tratado como esclavas, o poco menos— y no parece insensato que hayamos decidido, en estos tiempos líquidos, posmodernos y melindrosos, que tal cosa es una canallada y tratemos de ponerle remedio.

Ignoro por qué algunos intelectuales vuelven a difundir por Europa esta idea, más tóxica que el arsénico. Quizá es postureo, ansia de llamar la atención; quizá es puro conformismo del anticonformismo, que es la forma más común del aborregamiento intelectual; quizá sea simple idiotez o frivolidad de hijos privilegiados del periodo más largo de paz en la historia de Europa, nostálgicos de los viejos buenos tiempos —sólidos, ásperos, premodernos— en que el prosaísmo tedioso de la democracia liberal no combatía la épica apasionante con que la historia arrasó nuestro continente. Sea como sea, está claro que el antiintelectualismo constituye un ingrediente fundamental del nacionalpopulismo rampante en Europa (como lo fue de su progenitor: el fascismo); es una deprimente paradoja que algunos intelectuales contribuyan a fomentarlo.

domingo, 17 de noviembre de 2019

TÚ PUEDES SER UN COCODRILO (LEER, IMAGINAR, COMPRENDER), UN ARTÍCULO DE JUAN MATA

El presente artículo examina las diversas y complejas relaciones entre texto e imágenes que caracterizan al álbum ilustrado contemporáneo. Las ilustraciones ya no pueden considerarse un mero acompañamiento o aclaración del texto, sino que contribuyen de modo autónomo y determinante a la elaboración de significados por parte de los lectores. La propia estructura de los álbumes demanda un tipo de lectura muy exigente y muy activa. De ahí la importancia de promover y atender las respuestas tempranas de los niños a la lectura de los álbumes. Las diferentes respuestas a la literatura son un modo de afinar la comprensión de una historia y repercuten en la pedagogía de la lectura y en el conocimiento de la literatura y el arte.



... el cocodrilo del cuento era la representación metafórica de una actitud reconocible por los niños que conversaban y se trataba entonces de aceptar sin reservas que ese animal podía ser cualquiera de ellos. Reconocerse en los sentimientos de un animal dibujado en un álbum significa que se ha asumido la idea de que podemos poner nuestra experiencia en relación con la experiencia de un personaje de ficción, confrontarla con las sombras imaginadas por una mente ajena. Ése es el principio elemental de las convenciones artísticas.

... Desafortunadamente, sigue predominando la idea de que estos objetos artísticos son adecuados sólo para los niños que no saben leer o leen de modo titubeante, pues se continúa juzgando las ilustraciones como simples aclaraciones del texto, como estímulos a la comprensión de las palabras, de manera que una vez se ha aprendido a leer con seguridad hay que ir abandonando la costumbre de apoyarse en las imágenes para seguir el hilo de una historia. Ese prejuicio hace que el álbum siga siendo considerado un objeto de menor valor literario y su uso quede relegado a las edades más tempranas.
Sin embargo, ningún asunto de la experiencia humana es ajeno a los álbumes. Las cuestiones más livianas –la primera visita al zoo o el control de esfínteres- o las más graves -la muerte de personas amadas o las violaciones de los derechos humanos- están presentes en los álbumes, de manera que su lectura propicia todo tipo de reflexiones y todo tipo de respuestas. Las imágenes y las historias de los álbumes contemporáneos ofrecen tanta intensidad emocional y ética como cualquier obra literaria escrita expresamente para adultos.


... Los niños lectores observan las ilustraciones con atrevimiento y sagacidad, y es precisamente la confianza en la inteligencia de los niños, entendida como una disposición permanente para aceptar e indagar lo desconocido, el respaldo de las más atrevidas propuestas estéticas. Los ilustradores contemporáneos no trabajan en realidad pensando exclusivamente en los niños, sino que crean su obra a sabiendas de que será contemplada por personas de muy diversos niveles de competencia artística y experiencia vital. La receptividad de los niños, su carencia de prevenciones culturales y artísticas, su deseo de conocer y aprender, hace sin embargo que las audacias formales y pictóricas de los artistas no les resulten extrañas. Lo inadmisible para los adultos es aceptado sin problemas por los niños, que no se amedrentan ante lo incomprensible ni temen a la complejidad.

... Al hablar de lectura no deberíamos referimos exclusivamente a la lectura individual y silenciosa, sino que es necesario tomar en cuenta las lecturas en voz alta que se realizan con niños. No tiene esa práctica, sin embargo, tanto reconocimiento como la lectura realizada a solas, a pesar de sus indudables beneficios. Considerada necesaria para quienes aún no saben leer o son lectores incipientes, la lectura en voz alta se juzga improcedente una vez que los lectores han adquirido seguridad y competencia. En no pocos casos se considera una mera actividad complementaria, de entretenimiento o recompensa. Esos prejuicios lastran la concepción de la comprensión lectora y afectan al significado mismo del conocimiento literario. La lectura en voz alta no debería entenderse como un anticipo o una preparación para el aprendizaje de la lectura y la escritura, aunque las consecuencias didácticas sean indudables, sino como una actividad autónoma orientada a promover la reflexión y a fomentar el interés de los niños por la literatura y el arte.

viernes, 15 de noviembre de 2019

La espera, un poema de Joan Margarit, Premio Cervantes 2019.


Te están echando en falta tantas cosas.
Así llenan los días
instantes hechos de esperar tus manos,
de echar de menos tus pequeñas manos,
que cogieron las mías tantas veces.
Hemos de acostumbramos a tu ausencia.
Ya ha pasado un verano sin tus ojos
y el mar también habrá de acostumbrarse.
Tu calle, aún durante mucho tiempo,
esperará, delante de tu puerta,
con paciencia, tus pasos.
No se cansará nunca de esperar:
nadie sabe esperar como una calle.
Y a mí me colma esta voluntad
de que me toques y de que me mires,
de que me digas qué hago con mi vida,
mientras los días van, con lluvia o cielo azul,
organizando ya la soledad.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Patriotismo, un cuento de Yukio Mishima


I
El veintiocho de febrero de 1936, al tercer día del incidente del 26 de febrero, el teniente Shinji Takeyama, del batallón de transportes, profundamente perturbado al saber que sus colegas más cercanos estaban en connivencia con los amotinados, e indignado ante la inminente perspectiva del ataque de las tropas imperiales contra tropas imperiales, tomó su espada de oficial y ceremoniosamente se vació las entrañas en la habitación de ocho tatami de su residencia privada en la sexta manzana de Aoba-cho, en el distrito Yotsuya. Su esposa, Reiko, lo siguió clavándose un puñal hasta morir. 

La nota de despedida del teniente consistía en una sola frase: "¡Vivan las Fuerzas Imperiales!" La de su esposa, luego de implorar el perdón de sus padres por precederlos en el camino a la tumba, concluía: "Ha llegado el día para la mujer de un soldado". Los últimos momentos de esta heroica y abnegada pareja hubieran hecho llorar a los dioses. Es menester destacar que la edad del teniente era de treinta y un años; la de su esposa, veintitrés.

Hacía sólo dieciocho meses que se habían casado.CONTINUAR LEYENDO


lunes, 11 de noviembre de 2019

La lectura, íntima y compartida, una conferencia de Michele Petit


... A juzgar por lo que me ha contado la gente que ha podido tener acceso a la lectura en un momento de su vida, un libro, una biblioteca, ayudan sobre todo a crear un espacio, y más aún, allí donde ningún margen de maniobra, ningún territorio personal parece ser permitido. Si hay mediadores que saben bregar para que los libros produzcan menos miedo, si saben lanzar un puente que vincule una biblioteca con un barrio, con un pueblo, los niños, los adolescentes, los adultos querrán agarrarse a alguna cosa. A palabras que uno les diga, a trozos de saber, a una historia que se les lea, o que van a descubrir por ellos mismos, si no les cuesta demasiado trabajo descifrarla. Y esto abrirá un espacio donde las relaciones serán menos salvajes como mitigadas, mediatizadas por la presencia de estos objetos culturales. En contextos violentos, una parte de ellos ya no será rehén, una parte de ellos escapará a la ley del lugar, a los conflictos cotidianos. Como para Rosalie: «La biblioteca, los libros, eran la mayor felicidad, el descubrimiento de que había otro lugar, un mundo, allá lejos, en el que podría vivir. En ocasiones hubo dinero en la casa, pero el mundo no existía. Lo más lejos que llegábamos era a la casa de mi abuelita, en vacaciones, en los límites del municipio. Sin la biblioteca me habría vuelto loca, con mi padre gritando, haciendo sufrir a mi madre. La biblioteca me permitía respirar; me salvó la vida».

Es como un espacio para tomar un nuevo aire, para reconstruirse, para rehacerse. Allí se perfila otra representación de sí mismo. Pero no es únicamente un escape o un lote de consolación para aquellas y aquellos que se sienten encerrados. Para cada uno de nosotros, este espacio creado por la lectura se aproxima a lo que los psicoanalistas llaman, según Winnicott, el área transicional, esa zona tranquila, sin conflictos, que se inaugura entre el niño y su madre, si el niño se siente en confianza; ese área de juego en la que el pequeño ser humano inicia su emancipación, comienza a construirse como sujeto, apropiándose de algo que su madre le propone –un objeto, una cancioncita, una historia. El objeto, el relato, la cancioncita, simbolizan la unión de los seres que en adelante estarán diferenciados, restablecen una especie de continuidad, permiten sobrellevar la angustia de separación. Fortalecido con la historia o la cancioncita incorporada, el niño puede alejarse un poco, comenzar a trazar su propio camino, a percibirse como separado, diferente, capaz de crear un pensamiento independiente. Puede elaborar su capacidad de estar solo en presencia del adulto, construir el espacio del secreto: algo se les va de las manos a los adultos, con estos primeros trazos de una interioridad, de una subjetividad; de una capacidad para simbolizar y entrar en relación con los otros, más allá de la unión primera, más allá de los brazos maternos.

Ahora bien, las experiencias culturales no son sino una extensión de estas primeras experiencias de juegos, de vida creadora, de emancipación. Y durante toda la vida, pueden ser vías privilegiadas para hacernos recuperar, tanto ese espacio apacible como la experiencia del niño que, a partir de ese espacio tranquilo, protector, estético, entre su madre y él, se rehace y se vuelve autónomo.


domingo, 10 de noviembre de 2019

Como tú, un poema de León Felipe musicado por Paco Ibáñez.


COMO TÚ...

Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...

viernes, 8 de noviembre de 2019

Noticias de la Tertulia de la Prisión de Zaballa (Nanclares de la Oca / Alava / España)


Hace tiempo, más de un año, que no redactaba ninguna entrada haciendo referencia a la Tertulia de la Prisión. Quizás, más de alguna persona haya pensado que esa ausencia se debía a que había desaparecido. Pero no. La Tertulia ha continuado su peregrinaje ininterrumpidamente desde que comenzó allá por el año 1999 y con el mismo éxito que en los años precedentes.

El curso pasado compartimos la lectura de varios libros:
  • Causas de la guerra en España, de Manuel Azaña
  • La Mansión, de William Faulkner
  • Adiós a Sidonie, de Hackl Erich
  • Castellio Contra Calvino - Conciencia Contra Violencia, de Stefan Zweig
  • Zapatos italianos, de Henning Mankell
  • El lector de Julio Verne, de Almudena Grandes.
Salvo La Mansión, que nos resultó muy pesada, el resto de los libros tuvo una muy buena acepatación. Nos sorprendió agradablemente el libro de Manuel Azaña, un texto muy interesante para entender, que no comprender, la Guerra Civil. También nos gustó el de Stefan Zweig ya que con él nos adentramos en las vicisitudes del calvinismo, sobre todo en la terrible y violenta figura de Calvino que tiene como contrapunto la de Castellio, llena de coraje valor cívico, así como de lucha contra los abusos de los calvinistas. El lector de Julio Verne nos llevó de nuevo a la Guerra Civil, en este caso a la posguerra, vivida en un pueblo pequeño y sórdido de la Sierra Granadina. Finalmente, Zapatos italianos, nos dejó un grato sabor de boca.

Este curso hemos comenzado leyendo Sefarad, de Antonio Muñoz Molina. Y hemos de confesar que nos ha encantado. Es una gran obra se mire por donde se mire. Ha dado mucho juego, ya que ha provocado un compartir dialógico muy rico. Aquí os dejamos alguna cita del mismo:
… Echo de menos la pudorosa ternura masculina, la emoción de sentirse aceptado y comprendido y no atreverse a expresar la gratitud por tanto afecto: no la torva camaradería hombruna, la confidencia jactanciosa o el cruce de un guiño baboso ante la presencia de una mujer deseable. -265
… Cada uno de nosotros era intensamente él mismo y justamente esa singularidad era la que lo vinculaba a los otros dos, a cada uno de una manera única y distinta, siendo el mismo amor el que nos envolvía a los tres. Mi mujer y yo, mi hijo y yo, mi mujer y mi hijo, mi hijo mirándonos cuando nos hacíamos una caricia y mi mujer mirándonos al niño y a mí cuando caminábamos con las cabezas bajas por la playa, buscando conchas y cangrejos, yo mirando al niño cuando echaba arena sobre los pies de su madre, entre los dedos con las uñas pintadas de rojo, sobre el empeine y los talones. -267
… Nunca soy más yo mismo que cuando guardo silencio y escucho, cuando dejo a un lado mi fatigosa identidad y mi propia memoria para concentrarme del todo en el acto de escuchar, de ser plenamente habitado por las experiencias y los recuerdos de otros. -479
Tras este libro, vamos a leer El Mundo, de Juan José Millás. Ya os contaremos qué tal nos ha ido.




jueves, 7 de noviembre de 2019

Las esposas felices se suicidan a las seis, un artículo-cuento de Gabriel García Márquez publicado en El País en 1982.


A veces me entretengo en el supermercado observando a las amas de casa que vacilan frente a los estantes mientras deciden qué comprar, las veo vagar con su carrito por los laberintos de artículos expuestos a su curiosidad, y siempre me pregunto, al final del examen, cuál de ellas es la que se va a suicidar ese día a las seis de la tarde. Esta mala costumbre me viene de un estudio médico del cual me habló hace algunos años una buena amiga, y según el cual las mujeres más felices de las democracias occidentales, al cabo de una vida fecunda de matriarcas evangélicas, después de haber ayudado a sus maridos a salir del pantano y de formar a sus hijos con pulso duro y corazón tierno, terminan por suicidarse cuando todas las dificultades parecían superadas y deberían navegar en las ciénagas apacibles de su otoño. La mayoría de ellas, según las estadísticas, se suicidan al atardecer. Se ha escrito desde siempre sobre la condición de la mujer, sobre el misterio de su naturaleza, y es difícil saber cuáles han sido los juicios más certeros. Recuerdo uno feroz, a cuyo autor no quiero denunciar aquí porque es alguien a quien admiro mucho y temo librarlo a las furias de las lectoras eventuales de esta nota. Dice así la frase: "Las mujeres no desean más que el calor de un hogar y el amparo de un techo. Viven en el temor de la catástrofe y ninguna seguridad es bastante segura para ellas y a sus ojos el porvenir no es sólo inseguro, sino catastrófico. Para luchas por adelantado contra esos males desconocidos no hay engaño al que no recurran, no hay rapacidad de la que no se sirvan, y no hay ningún placer ni ilusión que no combatan. Si la civilización hubiera estado en manos de las mujeres, seguiríamos viviendo en las cuevas de los montes, y la inventiva de los hombres habría cesado con la
conquista del fuego. Todo lo que piden a la caverna, más allá del abrigo, es que sea un grado más ostentosa que la del vecino. Todo lo que piden para la seguridad de los hijos es que estén seguros en una cueva semejante a la suya". Por los tiempos en que conocí esta frase, declaré en una entrevista:  "Todos los hombres son impotentes". Muchos amigos y, sobre todo, algunos que no lo eran, no pudieron reprimir sus ímpetus machistas y me replicaron con denuestos públicos y privados que podrán resumirse en uno solo: "El ladrón juzga por su condición". Pienso ahora que, tanto en la frase sobre las mujeres como en la mía sobre los hombres, lo único reprochable es la exageración. No hay duda: todos los hombres somos impotentes cuando menos lo esperamos y, sobre todo, cuando menos lo queremos, porque nos han enseñado que las mujeres esperan de nosotros mucho más de lo que somos capaces, y ese fantasma, a la hora de la verdad, inhibe a los humildes y conturba a los arrogantes. En la frase sobre las mujeres, que en realidad fue atribuida a las del imperio romano, falta señalar el horror de esa condición que en nuestros tiempos conduce a tantas amas de casa a tomarse el frasco de somníferos, uno detrás del otro, y mejor si es con un vaso de alcohol, a las seis de la tarde. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 4 de noviembre de 2019

No tires las cartas de amor, un poema de Joan Margarit

Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
-esta flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.

martes, 29 de octubre de 2019

Lectura, educación literaria y plan de lectura y escritura en infantil y en primaria. Un artículo de Lara Reyes publicado en Textos

Los documentos que marcan pautas de funcionamiento y establecen mínimos comunes para que una comunidad educativa sepa cómo se trabaja en el centro un tema en concreto son de vital importancia.Que una escuela haya analizado las necesidades educativas, detectado carencias y redactado en función de estas un plan de lectura de centro en el que todos los agentes educativos estén implicados es o debería ser uno de los objetivos primordiales en todos los centros, ya que nos hace pensar que la educación lectora y literaria mejoraría cualitativamente con respecto a la situación actual, en la que todavía podemos hablar, en general, de actuaciones poco estructuradas en una propuesta global de centro y sin una distribución de objetivos diversificados que las sustenten. Ahora bien, a veces el camino se invierte y la escritura del plan de lectura de centro es el punto final de una planificación de lectura y escritura consolidada. Este es el caso de la Escuela Francesc Aldea i Pérez de Terrassa (Barcelona).

domingo, 27 de octubre de 2019

Brillante estrella. Un poema de John Keats.

Si yo fuese inmortal, brillante estrella,
como lo eres tú. Pero no como tú:
solitaria en la noche,
con ojos siempre abiertos, contemplando,
como impasible e insomne eremita del cielo,

la grávida cadencia de unas aguas lustrales,
que acarician y limpian la tierra de los hombres;
o mirando la máscara de nieve
que suavemente cubre
las desiertas montañas y los páramos.

Como tú, inmortal e inmutable,
pero estar recostado en su regazo,
y sentir para siempre su respirar suave,
y velar por mi amor ya para siempre
con una leve y dulce inquietud.

En silencio y en calma oír su tierno aliento.
Pero mejor morir
si no me es dado así vivir eternamente.

John Keats, 1919

miércoles, 23 de octubre de 2019

En 2020 celebramos el centenario del nacimiento del Maestro de la Fantasía. Gianni Rodari.

Han pasado cien años desde el nacimiento de Gianni Rodari, un número que deja boquiabiertos a quienes lo conocen a través de sus historias.

De hecho, durante décadas han estado contando la historia de una realidad siempre presente todos los días, describiendo con lucidez los sentimientos que aún son ciertos, y en su simplicidad inteligente nos permitieron identificarnos en ellos. En resumen, son historias modernas encarnadas en una forma "clásica": universal, eterna, perfecta.

A través de la web 100 Gianni Rodari podéis ir siguiendo la actualidad de este evento.

En este cumpleaños especial hay nuevos lanzamientos, exhibiciones, eventos nacionales e internacionales y un calendario lleno de actividades en preparación. Si desea obtener más información sobre Gianni Rodari, sus libros y este aniversario. Si ya ha planeado algunas iniciativas sobre Gianni Rodari que le gustaría promover al incluirlas en el calendario oficial de eventos. Si quieres celebrar el cumpleaños de Gianni Rodari en tu escuela, tu librería, una biblioteca, en el teatro y ya tienes algunas ideas, ¡este lugar es para ti!

100 veces Rodari en 365 días

¡Desde el 23 de octubre de 2019, durante todo un año, los fanáticos grandes y pequeños de Rodari no tendrán uno, sino 100 oportunidades diferentes para aprender más sobre él! Esta sección se convertirá en un escaparate lleno de sorpresas: cada tres días, aquí encontrará un nuevo contenido sobre Rodari. Esta será una mina de imágenes, juegos, historias, noticias, ideas que construirán el gran sitio web conmemorativo que se completará el 23 de octubre de 2020, en el centenario de Gianni Rodari.

¡Ya casi está!

domingo, 20 de octubre de 2019

Por un enfoque psicolingüístico del aprendizaje de la lectura y sus dificultades. Un artículo de Jesús Alegría (Universidad Libre de Bruselas) publicado en Infancia y Aprendizaje.


Leer, lo mismo que comprender un mensaje oral, es un acto que hace intervenir una serie de competencias de naturaleza lingüística. Al comenzar el aprendizaje de la lectura, alrededor de los seis años, el niño posee la competencia lingüística necesaria para producir frases perfectamente inteligibles y comprender las que llegan a sus oídos. Aprender a leer va a consistir para él en descubrir cómo utilizar parte de este dispositivo destinado inicialmente a ocuparse de la lengua oral a partir de informaciones visuales, es decir, del texto escrito. El resultado final del proceso de lectura, la comprensión del mensaje escrito, es idéntico: al obtenido cuando el mensaje llega por la vía oral. Las diferencias que: existen entre las dos formas de alcanzar el significado provienen de los aspectos específicos de cada una de ellas.

Una razón importante para interrogarse sobre la especificidad de la lectura respecto a la lengua oral es pedagógica. Aprender a hablar y comprender la palabra no plantea problemas salvo en algunos casos excepcionales de carácter patológico grave. Todos los niños, sea cual sea su lengua materna, medio socio-económico, nivel intelectual, etc., aprenden a hablar en la medida en que ciertas condiciones mínimas de exposición son respetadas. La adquisición del lenguaje se hace de manera similar en todos los casos y no necesita la intervención de instituciones socialmente organizadas. La adquisición de la lectura es diferente. En primer lugar no se produce espontáneamente. El hecho de estar rodeado de mensajes escritos no conduce al niño, ni tampoco al adulto, a aprender a leer. La consecuencia es que la sociedad ha institucionalizado el aprendizaje. En segundo lugar, los resultados no son siempre satisfactorios. Un número importante de niños no consigue aprender a leer de manera adecuada. Esta dificultad no puede ser en muchos casos atribuida a dificultades generales de aprendizaje. La noción de dislexia corresponde exactamente a esta realidad. Esto nos lleva naturalmente a preguntarnos: ¿qué tiene el mensaje escrito que lo ace tanto más dificil que el mensaje oral para un número importante de individuos? Si pudiéramos formular una respuesta clara a esta pregunta habríamos dado un paso adelante considerable en la comprensión de la naturaleza de las dificultades de muchos niños, y por consiguiente en la concepción de formas eficaces para corregirlas. En este artículo vamos a examinar dos maneras de considerar el problema de la especificidad de la lectura respecto a la lengua oral. Una de ellas es de orientación perceptiva y la otra lingüística. No tengo la pretensión de poder dar una respuesta clara y definitiva a la pregunta que acabo de formular, el problema es demasiado complejo. Me limitaré aquí a examinar algunos de los trabajos realizados en los últimos diez años por la psicología cognitiva y la psicolingüística que permiten responder de manera categórica a ciertos aspectos de nuestra pregunta.

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sábado, 19 de octubre de 2019

Discurso íntegro de la escritora estadounidense Siri Hustved al recoger el premio Princesa de Asturias de las Letras. ¡¡¡Magnífico!!!

De pequeña solía maravillarme ante cosas corrientes. Un tenedor encima de la mesa o una flor en un jarrón de repente adquirían la extraña cualidad de un misterio metafísico. Ver a mi hermana lamer un cucurucho de helado me llevaba a pensar en lo raras que eran las lenguas humanas, con sus bultos y el surco en el centro. ¿Y las sensaciones que iban y venían a lo largo del día: los escalofríos y los sudores, los sabores dulces y los agrios, los retortijones cuando los niños del colegio se reían de mí o el deleite de los besos y los abrazos de mi madre? Y luego estaban las reglas de la vida, que no eran pocas. ¿Por qué los niños podían dar brincos cuando ganaban un concurso de caligrafía y a las niñas no se nos dejaba ni sonreír, y menos aún levantar los brazos en el aire? ¿Y si las reglas eran diferentes?

Cuando mi hija, Sophie, tenía tres años, me preguntó: «Mamá, ¿cuando sea mayor seguiré siendo Sophie?». Le respondí que sí, aunque sabía que acababa de plantear una antigua cuestión filosófica para la que no había una respuesta satisfactoria, la cuestión del Yo y su continuidad en el tiempo. ¿Qué cambia y qué permanece igual? ¿Creemos a Heráclito o a Platón? ¿Cómo conectamos el embrión, el recién nacido y el adolescente con la anciana que está en su lecho de muerte? ¿Cómo concebimos la vida interna y la externa? ¿Cómo marcamos los límites entre ellas? ¿Cómo sabemos lo que estamos tan convencidos de saber?

Todos los niños tienen curiosidad. Piensen en la recién nacida fascinada por el aspecto y el sonido de las llaves brillantes que su padre agita sobre su cabeza. Intenta cogerlas. Si lo consigue, se las lleva a la boca. Pero la niña no es una criatura aislada que va acumulando información sobre sí misma. Vive en una interacción continua con los demás. Su curiosidad tiene dos caras: necesita tocar y que la toquen, probar y que la besen y la prueben, oler y que la huelan, ver y que la vean, la vean de verdad. Y en un determinado momento la niña empieza a preguntarse sobre el cambio, empieza a imaginarse mayor, fuerte y adulta o vieja o incluso muerta. Yo solía mirar el pelo azul de las ancianas con bastón, chal y voz temblorosa de mi ciudad natal, y pensaba: «Así seré cuando sea vieja, antes de morir».

En mi pequeña ciudad había bibliotecas llenas de libros, y en esos libros había historias sobre personas a las que nunca había conocido que vivían en países en los que nunca había estado. Tenían aventuras y eran víctimas de injusticias. Yo leía sobre reyes, reinas y magia, pero también sobre cautiverio, racismo, miedo a los desconocidos y niñas a las que se les castigaba por no querer ser modosas y estar calladas. Y pensaba: «¿Por qué es así? ¿Por qué no podría ser diferente?». Los libros se encarnan. Las palabras se entretejen con nuestro cerebro y nuestras vísceras, nuestros gestos y nuestros sentimientos. Nos cambian. Los libros y las ideas pueden ser peligrosos, pueden enfermarnos o enloquecernos, y pueden proporcionar formas de salvación, una vía de escape del dolor. Pero debemos recelar de las emociones ramplonas, las respuestas fáciles y las fórmulas hechas que vienen en paquetes brillantes con la etiqueta de «verdad».

Aún no soy tan mayor como las señoras de pelo azul, pero me voy acercando, y llevo medio siglo leyendo a buen ritmo. Estoy llena de voces, y éstas no se ponen de acuerdo entre sí. He leído literatura, filosofía, historia y mucha ciencia —neurología, psiquiatría, neurociencia, genética, embriología—, pero también antropología y sociología, y cuanto más sé, más me pregunto: ¿por qué? ¿Cómo sabemos lo que sabemos? Piénsenlo de nuevo: ¿y si fuera diferente?

Vivimos en un mundo en el que cada vez la gente sabe más sobre menos cosas. Esto tiene sus ventajas. El conocimiento especializado ha dado lugar a grandes avances técnicos, medicamentos potentes, teorías complejas sobre el lenguaje y la cultura, y obras de arte impresionantes. También ha llevado a callejones sin salida en varias disciplinas y a fantasías de que una idea es novedosa cuando no lo es. Tras dar una charla ante neurólogos en un hospital de Boston, un científico me preguntó por qué alguien como él, que se había pasado la vida estudiando escáneres cerebrales de pacientes con Alzheimer, debería leer literatura, filosofía e historia. Le respondí que le ayudaría en su trabajo. Vería lo que ahora no veía e identificaría en sus modelos puntos débiles que nunca se le habían ocurrido.

Lo sé porque he sido testigo una y otra vez de los problemas que suscita un enfoque demasiado restringido. Y esto es válido tanto para el estudioso de humanidades que nunca se ha molestado en pensar en músculos, huesos, tejidos y células como para el científico que sólo piensa en neuronas. Ninguno de los dos se pregunta cómo sabe lo que cree saber. Las preguntas que deberían hacerse no se hacen porque quedan fuera del marco de referencia. Cuando escribo intento formular la siguiente mejor pregunta, basada en muchas disciplinas y no en una sola. Y me hago esas preguntas en las novelas, los ensayos y los trabajos académicos, porque todos son vías para aumentar el conocimiento humano. He aprendido que un género o disciplina no es superior a otro. Debemos recelar de nuestros prejuicios. Ni la ciencia es elevada, intelectual y masculina, ni las artes y las humanidades son inferiores, emocionales y femeninas. Debemos aprender que la autoridad y la sabiduría vienen en muchos formatos, sexos, colores, formas y tamaños.

Debemos aprender unos de otros y recapacitar. ¿Es la misma persona la niña que se quedaba mirando un tenedor y la mujer que daba la charla? El tiempo es inefable, pero las ideas y las reglas que las acompañan pueden perdurar, a menudo cientos de años. A mi yo adulto no le cuesta imaginar un mundo en el que las ideas circulan libremente entre disciplinas sin una jerarquía discriminatoria, un mundo donde las niñas pueden alardear tanto como los niños y éstos no les tienen miedo, un mundo en el que se han disuelto las viejas fronteras. Este premio llega de la mano de una niña, una princesa. Me gustaría que fuera para todas las niñas que leen muchos libros sobre un sinfín de temas, que piensan, preguntan, dudan, imaginan y se niegan a estar calladas.