martes, 27 de julio de 2021

"Los nuevos templos, un artículo de Gustavo Martín Garzo


“La poesía es la casa de la vida”. Esta frase de Mario Benedetti podría servirnos perfectamente para definir lo que es una biblioteca. Una casa en la que son posibles las cosas más insospechadas. Por ejemplo, escuchar a los muertos, ya que nos basta con abrir uno de sus libros para que las voces de los que ya no están se sigan escuchando en el mundo. Pues bien, eso es una biblioteca: una Casa Encantada en la que cualquier cosa puede suceder. Cada libro es una puerta, un pasadizo que nos comunica con lugares y mundos llenos de atractivos pero también de peligros. Y leer es como viajar por esos mundos: disfrutar de sus dones y enfrentarse a la incertidumbre de lo que desconocemos. El mundo de los libros no es diferente a ese País de las Maravillas que visitó Alicia y leer, como hizo ella, es irse detrás del Conejo Blanco. Un país lleno de locuras, peligros e incitaciones diversas, en el que no se sabe lo que realmente nos puede suceder, porque los libros no han sido escritos para tranquilizarnos, sino para agrandar nuestra vida. ¿Y cómo lo consiguen? Enseñándonos a amar las preguntas. Todos los libros que existen han sido escritos para formular una y otra vez tres preguntas básicas. La pregunta por el propio ser, la pregunta por el ser del otro y la pregunta por el ser del mundo. Pensemos en tres personajes de cuento: la Cenicienta, Psique y Noé. La pregunta de la Cenicienta es la pregunta por la identidad. Vive entre las cenizas, pero sabe que hay otra escondida en ella, que debe esperar su momento para aparecer. A Psique, por su parte, lo que la preocupa es quién puede ser aquel con quien se encuentra cada noche. Se trata de Eros, el oscuro dios del deseo. Eros acepta reunirse con ella, pero le prohíbe descubrir su secreto. Y Psique vivirá sólo para desvelarlo. Su pregunta no se dirige hacia sí misma, sino hacia el ser del otro. ¿Quién eres?, es la pregunta del amor. ¿Y Noé? Noé no sufre ni los sofocos de la identidad ni los desvelos de los amantes. Dios le anuncia la destrucción del mundo, y él debe asegurar la continuidad de la vida. El Arca es el lugar natural donde se formula la tercera pregunta de los cuentos. Por qué Dios creó los ríos, los prados, el ámbar, los caballos, el vino o la nieve. La pregunta por el ser del mundo, y por la misión que nos toca cumplir en él.

Esas son las tres pregunta que vuelven a escucharse cada vez que leemos un libro, las preguntas que alimentan la vida. Una creencia judía afirma que en cada época en la tierra aparecen treinta y seis justos. Nadie les conoce, pues se confunden con los hombres comunes. Pero ellos llevan a cabo su misión en silencio, que no es otra que sostener el mundo con la fuerza de su misericordia y de su atención. No me cabe duda de que, en nuestro tiempo, de existir esos justos desconocidos habría que buscarlos entre los miles de lectores anónimos que visitan cada día las bibliotecas del mundo. Por eso las bibliotecas son los nuevos templos y visitarlas es mantener encendida la llama del conocimiento y de la vida.

GUSTAVO MARTÍN GARZO
Mi biblioteca: La revista del mundo bibliotecario, ISSN 1699-3411, N.º 2, Julio 2005, pág. 11.

domingo, 25 de julio de 2021

"Y AÚN ASÍ, ME LEVANTO". Un poema de Maya Angelou


 “Tú puedes escribirme en la historia
con tus amargas, torcidas mentiras,
puedes aventarme al fango
y aún así, como el polvo… me levanto.

¿Mi descaro te molesta?
¿Porqué estás ahí quieto, apesadumbrado?
Porque camino
como si fuera dueña de pozos petroleros
bombeando en la sala de mi casa…

Como lunas y como soles,
con la certeza de las mareas,
como las esperanzas brincando alto,
así… yo me levanto.

¿Me quieres ver destrozada?
cabeza agachada y ojos bajos,
hombros caídos como lágrimas,
debilitados por mi llanto desconsolado.

¿Mi arrogancia te ofende?
No lo tomes tan a pecho,
Porque yo río como si tuviera minas de oro
excavándose en el mismo patio de mi casa.

Puedes dispararme con tus palabras,
puedes herirme con tus ojos,
puedes matarme con tu odio,
y aún así, como el aire, me levanto.

¿Mi sensualidad te molesta?
¿Surge como una sorpresa
que yo baile como si tuviera diamantes
ahí, donde se encuentran mis muslos?

De las barracas de vergüenza de la historia
yo me levanto
desde el pasado enraizado en dolor
yo me levanto
soy un negro océano, amplio e inquieto,
manando
me extiendo, sobre la marea,
dejando atrás noches de temor, de terror,
me levanto,
a un amanecer maravillosamente claro,
me levanto,
brindado los regalos legados por mis ancestros.
Yo soy el sueño y la esperanza del esclavo.
Me levanto.
Me levanto.
Me levanto.”

 

viernes, 23 de julio de 2021

Primera persona, un bellísimo poema de Liliana Bodoc

Arte de ilustración: Carolina Zambrano en "Imaginando a Bodoc”.
Homenaje ilustrado para el Anuario 2019 de la Asociación de
Dibujantes de Argentina (ADA) @adarenovada

Yo, primera persona del singular.

Yo tengo

Pero Yo no soy Tengo
porque
si un huracán se lleva todo
y me deja tan solo con lo puesto.
Yo seguiría siendo.

Yo estoy.

Pero, atención,
porque aunque cambie de lugar,
aunque de barrio y de ciudad
yo sigo siendo.

Por las noches yo duermo
pero no soy Dormir
porque cuando despierto
sigo siendo.

Yo canto.
¿Y si no canto?
Yo juego.
¿Y si no juego?

Yo estoy aquí y allá
yo tengo, yo no tengo
yo canto y desencanto
yo esta tarde no juego
pero yo sigo siendo.

Yo soy yo cuando Soy.

No soy Tener.
No soy Estar.
Yo soy
Ser
en primera persona del singular.

sábado, 17 de julio de 2021

viernes, 16 de julio de 2021

El oso marrón, un cuento de Mempo Giardinelli

Mi papá me contó una vez esta historia, que yo repito como me la recuerdo.

Digamos que el tipo se llama Pat y es un granjero de New Hampshire, en los Estados Unidos, al que le gusta cazar osos. Desde hace años está empecinado en encontrar y abatir a un enorme oso marrón al que en la comarca todos llaman Sixteen Tons, que quiere decir Dieciséis Toneladas.

Lo ha buscado y esperado innumerables fines de semana, lo ha perseguido con perros, rastreado durante infinitos días con sus infinitas noches, y, en cada regreso frustrado, porque nunca ha dado con él, no ha hecho más que renovar su ansia de matarlo.

Sabe dónde, de qué y cómo se alimenta Sixteen Tons, qué costumbres tiene, por qué senderos anda. Pero jamás se topa con él, que evidentemente es un oso más astuto que Pat y que todos los cazadores de la región.

Durante los últimos tres años, obsesionado, el cabezadura de Pat no ha hecho otra cosa que soñar su encuentro con el inmenso animal. Se ha comprado un rifle de alta precisión y mira telescópica, ha planificado paso por paso la cacería por los bosques de New Hampshire y hasta ha soñado el instante del disparo que liquida al gigantesco oso marrón, pero siempre algo le salió mal.

En la cuarta primavera, que parece que es la única temporada de caza autorizada, un amigo camionero lo cruza al costado de la carretera que bordea las colinas boscosas que van de Lyme a Lebanon, dos pueblitos todavía cubiertos de nieve. Observa que Pat está llorando desconsoladamente junto a su camioneta y se detiene. Pero enseguida se da cuenta de que ninguna desgracia ha sucedido y, como sabe de la obsesión de Pat, con ligerísima ironía le pregunta si se trata de una nueva frustración, si es que tampoco esta vez ha podido dar con el oso marrón.

Pero Pat responde que no con la cabeza, y alcanza a decir que esta vez sí lo ha encontrado. Y en cuanto lo dice se suelta a llorar más intensamente y se suena los mocos en un sucio pañuelo. Y mientras el otro baja de su camión, Pat señala la cajuela de la camioneta y dice que llora porque le han sucedido dos cosas terribles, simultáneamente: la una es que finalmente ha dado muerte a Sixteen Tons; y la otra es que acaba de darse cuenta de que había llegado a querer tan entrañablemente a ese oso que ahora se siente un miserable.

FIN

miércoles, 14 de julio de 2021

Realidad y fantasía o cómo se construye el corral de la infancia. Un artículo de Graciela Montes

La querella entre los defensores de la “realidad” y los defensores de la “fantasía” es una vieja presencia en las reflexiones de los pedagogos acerca del niño y de lo que le conviene al niño.

Según el parecer de muchos, una de las cosas que menos les convendría a los niños sería precisamente la fantasía. Ogros, hadas, brujas, varitas mágicas, seres poderosos, amuletos milagrosos, animales que hablan, objetos que razonan, excesos de todo tipo deberían según ellos ser desterrados sin más complicaciones de los cuentos. El ataque se hace en nombre de la verdad, de la fidelidad a lo real, de lo razonable.

Ya Rousseau había determinado que poco y nada habría de intervenir la literatura en la esmeradísima educación de su Emilio, y muchísimo menos los cuentos de hadas, lisa y llanamente mentirosos.

Y después de él innumerables voces se levantaron contra la fantasía.

A esta condena tradicional se agregará luego otra, formulada a la luz de la psicología positivista. “Con los cuentos truculentos, sanguinarios y feroces que leyeron los niños hasta ayer, es lógico que aumentara la criminalidad en tiempos de guerra y en tiempos de paz”, así decía el Mensaje del Comité Cultural Argentino que sirvió como prólogo al libro de Darío Guevara, Psicopedagogía del cuento infantil , un clásico de los años cincuenta.

Y, para no quedarnos en los cincuenta, en 1978, durante la dictadura militar, un decreto que prohibió la circulación de La torre de cubos, de Laura Devetach, hablaba en sus consideraciones de exceso de imaginación –ilimitada fantasía” dice—como una causa principal para desaconsejarlo.

En fin, la fantasía es peligrosa, la fantasía está bajo sospecha: en eso parecen coincidir todos. Y podríamos agregar: la fantasía es peligrosa porque está fuera de control, nunca se sabe bien adonde lleva.

Pero ¿de qué se acusa en realidad a la literatura infantil cuando se la acusa de fantasía? ¿Por qué tanta pasión en la condena? ¿En nombre de qué valores se lanza el ataque? ¿Qué es lo que se quiere proteger con ese gesto?

Estoy convencida de que, en esta aparente oposición entre realidad y fantasía, se esconden ciertos mecanismos ideológicos de revelación/ ocultamiento que les sirven a los adultos para domesticar y someter (para colonizar) a los chicos.

Para echar un poco de luz sobre la cuestión, es indispensable que antes tratemos de entender qué es esa especie de bicho raro, la literatura infantil, es un campo aparentemente inocente y marginal donde, sin embargo, se libran algunos de los combates más duros y más reveladores de nuestra cultura. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 11 de julio de 2021

Sobre una nota de Vargas Llosa. ¿Qué hacemos con Lolita? Sobre tachar, prohibir y perseguir libros. Un post del blog de MARTÍN KOHAN: Eterna Cadencia.

"La literatura a mi entender no se inscribe en ningún más allá, ni queda entonces exenta, al amparo de una pretendida inmunidad prestada por su condición artística, de los debates ideológicos y políticos que quieran planteársele", dirá el autor de Fuera de lugar en esta nueva columna.

No estoy de acuerdo, personalmente, con la lectura de Georges Bataille que ha propuesto Mario Vargas Llosa. El carácter subversivo que Bataille le asigna a la literatura (y no a la literatura en general, como entelequia, sino a la que se vuelve repulsivamente hacia el mal) le concede un poder singular para subvertir el orden imperante en el mundo; y no, como pretende Vargas Llosa, la función de válvula de escape que permite ciertas descargas aliviadoras, gracias a las cuales el mundo ha de mantenerse intacto, conservarse tal como es. Tampoco comparto el criterio de trascendentalismo que aplica Vargas Llosa a la literatura, situándola en un olimpo sublime de excelsitudes estéticas, más allá de profanas ideologías, o mejor: más allá de lo profano de cualquier ideología. La literatura a mi entender no se inscribe en ningún más allá, ni queda entonces exenta, al amparo de una pretendida inmunidad prestada por su condición artística, de los debates ideológicos y políticos que quieran planteársele. Sólo quien la pretenda inmaculada habrá de sentir que, de tales formas, se la mancilla. No hay razones, por lo tanto, en este caso, para temer a las lecturas del feminismo.

Ahora bien, ya se ha dicho que la ideología que pueda detectarse o ponerse a funcionar en un texto literario determinado no tiene por qué corresponder a la ideología personal que asume o esgrime el autor que lo escribió: se trata de planos distintos, y pueden incluso contradecirse (y así como nada impidió que el reaccionario Balzac escribiese novelas que interesaron a Marx y a Engels, nada impide tampoco que un deplorable paladín del patriarcado escriba un texto netamente feminista, ni que una loable luchadora del feminismo escriba un libro fatalmente atascado en las taras del machismo). Un texto literario, por otra parte, cuando es bueno, trama sus sentidos con un espesor de complejidad que no habría que achatar en las lisuras lineales de la literatura “de mensaje”, la que cuenta con un sentido de antemano y se limita a expresarlo y transmitirlo. La discusión ideológica se abre, por ende, al desafío de lo que pueda elaborarse en las lecturas; porque ninguna ideología (tampoco la de género) viene ya sellada y resuelta por completo en la escritura: son las lecturas, son los lectores, los que producen sentidos en los textos, y pueden así generar tensiones y discusiones abiertas y plurales. Toda lucha, y también la del feminismo, se enriquece de esta forma.

Nada de esto sucede, sin embargo, cuando se plantean lecturas cerradas, monolíticas, esquemáticas, dogmáticas; cuando se las enuncia desde la moral del juez y se las aplica desde la moral del verdugo; cuando se reduce a la literatura a la condición personal de los autores; cuando se esgrimen meras consignas, es decir, sentidos fijos, simples, elementales, cristalizados en fórmulas ya sabidas de antemano, listas para ser aplicadas mecánicamente en una lectura en la que nada surgirá, en la que nada acontecerá, puesto que todo viene ya decidido desde antes. En algunas ocasiones, tales lecturas se resuelven además en una virulencia enconada, propenden a la elaboración de listas negras, a la manera de los index de tenor inquisicional, alientan la censura moral, las hogueras purificadoras donde arderán los libros sacrílegos y los autores sacrílegos.

Tachar, prohibir y perseguir, en vez de abrir análisis y discusiones: tal el giro represivo que en algunos casos se practica. En esto, debo decir, no discrepo con lo que expresó Mario Vargas Llosa; es más: estoy de acuerdo con él. Sus convicciones liberales me encuentran escéptico muy a menudo, pero sus reparos, esta vez, me resultan más que atinados. Discusiones de lectura, todas las que se quiera; pero censuras y listas negras, condenas sumarias y cruzadas morales, no.

Yo no hablaría, empero, de “feminismo radical”, como hizo Vargas Llosa (que no habló del feminismo en general, por cierto, por lo que no precisaba ninguna de las lecciones que se le impartieron al respecto). A mi criterio, el feminismo radical es el que trata de pensar los problemas más a fondo; es decir, es el más amplio, el más abierto, el más dispuesto al debate. Y buscaría una denominación distinta (no sé cuál, pero “radical” seguro que no) para esa otra variante rígida, cerrada, monológica, doctrinaria, esclerosada en meras fórmulas, plagada de catecismos, menos lapidaria que lapidadora.

Pongamos un ejemplo: Lolita, de Vladimir Nabokov; cuya drástica sanción moral suscitó el artículo de Vargas Llosa. Lolita, ¿debería ser condenada (por aberrante) o salvada (como gran literatura)? A mi entender, ni una cosa ni la otra. Por ser gran literatura, precisamente, como lo es, lo mejor es abordarla, leerla, analizarla, discutirla; por lo pronto, y desde ya, desde una perspectiva de género. Relegarla o directamente suprimirla es algo que ya se hizo, a poco de su publicación, por parte de una sociedad pacata y retrógrada, represora y reprimida, conservadora y monacal, elemental, mojigata.

Esa clase de sociedad contra la que largamente luchó, y todavía lucha, sin ir más lejos, el feminismo radical.

miércoles, 7 de julio de 2021

LITERATURA, IMAGINACIÓN Y SILENCIO. Desafíos actuales en mediación de la lectura. Cecilia Bajour

LITERATURA, IMAGINACIÓN Y SILENCIO
Desafíos actuales en mediación de la lectura
Cecilia Bajour
Biblioteca Nacional del Perú. Lima, 2020.

Este volumen recoge tres artículos de la especialista argentina Cecilia Bajour que nos invitan a reflexionar sobre el poder de la lectura como un acto creativo y autónomo, sobre el rol que cumple la imaginación, sobre los procesos de escucha y silencio y sobre los peligros del ingreso de lo políticamente correcto a un mundo que debiera ser tan libre como el de la literatura infantil.

lunes, 5 de julio de 2021

La capa. Un cuento de Dino Buzzati

Al cabo de una interminable espera, cuando la esperanza comenzaba ya a morir, Giovanni regresó a casa. Todavía no habían dado las dos, su madre estaba quitando la mesa, era un día gris de marzo y volaban las cornejas.

Apareció de improviso en el umbral y su madre gritó: «¡Ah, bendito seas!», corriendo a abrazarlo. También Anna y Pietro, sus dos hermanitos mucho más pequeños, se pusieron a gritar de alegría. Había llegado el momento esperado durante meses y meses, tan a menudo entrevisto en los dulces ensueños del alba, que debía traer la felicidad. 

Él apenas dijo nada, teniendo ya suficiente trabajo con reprimir el llanto. Había dejado en seguida el pesado sable encima de una silla, en la cabeza llevaba aún el gorro de pelo. «Deja que te vea», decía entre lágrimas la madre retirándose un poco hacia atrás, «déjame ver lo guapo que estás. Pero qué pálido estás...»

Estaba realmente algo pálido, y como consumido. Se quitó el gorro, avanzó hasta la mitad de la habitación, se sentó. Qué cansado, qué cansado, incluso sonreír parecía que le costaba.

-Pero quítate la capa, criatura -dijo la madre, y lo miraba como un prodigio, hasta el punto de sentirse amedrentada; qué alto, qué guapo, qué apuesto se había vuelto (si bien un poco en exceso pálido)-. Quítate la capa, tráela acá, ¿no notas el calor? 

Él hizo un brusco movimiento de defensa, instintivo, apretando contra sí la capa, quizá por temor a que se la arrebataran. 

-No, no, deja -respondió, evasivo-, mejor no, es igual, dentro de poco me tengo que ir... 

-¿Irte? ¿Vuelves después de dos años y te quieres ir tan pronto? -dijo ella desolada al ver de pronto que volvía a empezar, después de tanta alegría, la eterna pena de las madres-. ¿Tanta prisa tienes? ¿Y no vas a comer nada? 

-Ya he comido, madre -respondió el muchacho con una sonrisa amable, y miraba en torno, saboreando las amadas sombras-. Hemos parado en una hostería a unos kilómetros de aquí... 

-Ah, ¿no has venido solo? ¿Y quién iba contigo? ¿Un compañero de regimiento? ¿El hijo de Mena, quizá? 

-No, no, uno que me encontré por el camino. Está ahí afuera, esperando. 

-¿Está esperando fuera? ¿Y por qué no lo has invitado a entrar? ¿Lo has dejado en medio del camino? 

Se llegó a la ventana y más allá del huerto, más allá del cancel de madera, alcanzó a ver en el camino a una persona que caminaba arriba y abajo con lentitud; estaba embozada por entero y daba sensación de negro. Nació entonces en su ánimo, incomprensible, en medio de los torbellinos de la inmensa alegría, una pena misteriosa y aguda.CONTINUAR LEYENDO