martes, 31 de diciembre de 2019

Feliz año nuevo y una larga y feliz existencia. Urte berri on.

Hoy por la mañana paseando bajo la niebla con 2º bajo cero por el Parque de Salburua en Vitoria-Gasteiz, Pais Vasco, Spain

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

domingo, 29 de diciembre de 2019

Ante la ley, un cuento de Franz Kafka.


Ante la Ley hay un guardián. Hasta ese guardián llega un campesino y le ruega que le permita entrar a la Ley. Pero el guardián responde que en ese momento no le puede franquear el acceso. El hombre reflexiona y luego pregunta si es que podrá entrar más tarde.

—Es posible —dice el guardián—, pero ahora, no.

Las puertas de la Ley están abiertas, como siempre, y el guardián se ha hecho a un lado, de modo que el hombre se inclina para atisbar el interior. Cuando el guardián lo advierte, ríe y dice:

—Si tanto te atrae, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda esto: yo soy poderoso. Y yo soy sólo el último de los guardianes. De sala en sala irás encontrando guardianes cada vez más poderosos. Ni siquiera yo puedo soportar la sola vista del tercero.

El campesino no había previsto semejantes dificultades. Después de todo, la Ley debería ser accesible a todos y en todo momento, piensa. Pero cuando mira con más detenimiento al guardián, con su largo abrigo de pieles, su gran nariz puntiaguda, la larga y negra barba de tártaro, se decide a esperar hasta que él le conceda el permiso para entrar. El guardián le da un banquillo y le permite sentarse al lado de la puerta. Allí permanece el hombre días y años. Muchas veces intenta entrar e importuna al guardián con sus ruegos. El guardián le formula, con frecuencia, pequeños interrogatorios. Le pregunta acerca de su terruño y de muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y al final le repite siempre que aún no lo puede dejar entrar. El hombre, que estaba bien provisto para el viaje, invierte todo —hasta lo más valioso— en sobornar al guardián. Este acepta todo, pero siempre repite lo mismo:

—Lo acepto para que no creas que has omitido algún esfuerzo.

Durante todos esos años, el hombre observa ininterrumpidamente al guardián. Olvida a todos los demás guardianes y aquél le parece ser el único obstáculo que se opone a su acceso a la Ley. Durante los primeros años maldice su suerte en voz alta, sin reparar en nada; cuando envejece, ya sólo murmura como para sí. Se vuelve pueril, y como en esos años que ha consagrado al estudio del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de pieles, también suplica a las pulgas que lo ayuden a persuadir al guardián. Finalmente su vista se debilita y ya no sabe si en la realidad está oscureciendo a su alrededor o si lo engañan los ojos. Pero en aquellas penumbras descubre un resplandor inextinguible que emerge de las puertas de la Ley. Ya no le resta mucha vida. Antes de morir resume todas las experiencias de aquellos años en una pregunta, que nunca había formulado al guardián. Le hace una seña para que se aproxime, pues su cuerpo rígido ya no le permite incorporarse.

El guardián se ve obligado a inclinarse mucho, porque las diferencias de estatura se han acentuado señaladamente con el tiempo, en desmedro del campesino.

—¿Qué quieres saber ahora? –pregunta el guardián—. Eres insaciable.

—Todos buscan la Ley –dice el hombre—. ¿Y cómo es que en todos los años que llevo aquí, nadie más que yo ha solicitado permiso para llegar a ella?

El guardián comprende que el hombre está a punto de expirar y le grita, para que sus oídos debilitados perciban las palabras.

—Nadie más podía entrar por aquí, porque esta entrada estaba destinada a ti.

FIN

sábado, 21 de diciembre de 2019

FELIZ NAVIDAD


Desde este minúsculo y humilde rincón de las gigantescas "redes sociales" os quiero desear a todas y a todos una feliz Navidad, una Navidad distinta para que pueda ser feliz, más allá del tener y más en consonancia con el ser. 

Desde que soy abuelo veo la Navidad en mi nieta, Blanca, que no hace mucho que vino a esta aventura humana que es la vida. La veo cada vez que la tengo en mis brazos y, sobre todo, cuando se acurruca en mi regazo mientras leemos un cuento. Y es en esos momentos cuando tomo conciencia de lo querida que es y lo cuidada que está. No le falta de nada. Y en ese ser consciente es cuando me viene a la mente todo el sufrimiento que rodea a otros niños y niñas. Navidad en una zona de guerra, Navidad en un campo de refugiados. Espacios que Nadine Gordimer, Premio Nóbel de Literatura, plasma magistralmente en su cuento "El mejor safari". Sufrimiento y tristeza que no vienen del cielo, que surgen de determinadas voluntades humanas de las que, de una forma u otra, somos cómplices. Cómplices con nuestro silencio, cómplices con nuestro paternalismo, cómplices con nuestro consumo exacerbado y, en muchas ocasiones, cómplices con nuestro voto. Por eso, mientras exista ese sufrimiento provocado, mi Navidad siempre tendrá un sabor agridulce. Y de ahí también mi deseo y necesidad de que nazca un mundo nuevo, un mundo construido desde la generosidad, desde el compartir, desde la solidaridad, desde la justicia, desde el amor... desde la humanidad. De esta forma, mi "feliz Navidad" deja de ser un deseo, para transformase en un grito de esperanza que haga posible esos inéditos viables de los que nos habla Paulo Freire.

¡¡¡UN GRAN ABRAZO PARA TODAS Y TODOS!!!

jueves, 19 de diciembre de 2019

Poema impaciente, un poema del cubano Emilio Ballagas.




¿Y si llegaras tarde,
cuando mi boca tenga
sabor seco a cenizas,
a tierras amargas?
¿Y si llegaras cuando
la tierra removida y oscura (ciega, muerta)
llueva sobre mis ojos,
y desterrado de la luz del mundo
te busque en la luz mía,
en la luz interior que yo creyera
tener fluyendo en mí?
(Cuando tal vez descubra
que nunca tuve luz
y marche a tientas dentro de mí mismo,
como un ciego que tropieza a cada paso
con recuerdos que hieren como cardos.)
¿Y si llegaras cuando ya el hastío
ata y venda las manos;
cuando no pueda abrir los brazos
y cerrarlos después como las valvas
de una concha amorosa que defiende
su misterio, su carne, su secreto;
cuando no pueda oír abrirse
la rosa de tu beso ni tocarla
(tacto mío marchito entre la tierra yerta)
ni sentir que me nace otro perfume
que le responda al tuyo,
ni enseñar a tus rosas
el color de mis rosas?
¿Y si llegaras tarde
y encontraras (tan solo)
las cenizas heladas de la espera?

martes, 17 de diciembre de 2019

La mariposa azul, cuento-fábula anónimo


Había un señor viudo que vivía con sus dos hijas curiosas e inteligentes. Las niñas siempre le cuestionaban todo, hacían muchas preguntas a las que el padre a veces sabía responder, pero en ocasiones no se sentía con la sabiduría suficiente como para aclarar las dudas que ellas manifestaban. Como pretendía brindarles la mejor educación, mandó a las niñas de vacaciones con un sabio que vivía en lo alto de una colina.

El sabio siempre respondía todas las preguntas sin siquiera dudar. Impacientes con el maestro, las jóvenes decidieron inventar una pregunta que él no pudiera responder correctamente.

Entonces, una de ellas apareció con una hermosa mariposa azul que usaría para engañar al sabio.

-¿Qué vas a hacer? –preguntó la hermana. –Voy a esconder la mariposa en mis manos y le voy a preguntar si está viva o muerta. Si él dice que está muerta, abriré mis manos y la dejaré volar. Si dice que está viva, la apretaré y la mataré. Así, cualquiera que sea su respuesta, ésta será equivocada.

Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio que estaba meditando.

-Tengo aquí una mariposa azul, dígame, sabio, ¿está viva o muerta?.

Muy calmadamente el sabio sonrió y respondió:

-Depende de ti…ella está en tus manos…

FIN

jueves, 12 de diciembre de 2019

Los bomberos, un cuento de Mario Benedetti


Olegario no solo fue un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por un instante, y luego decía: “Mañana va a llover”. Y llovía. Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: “El martes saldrá el 57 a la cabeza”. Y el martes salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites.

Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos. Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: “Es posible que mi casa se esté quemando”.

Llamaron un taxi y encargaron al chofer que siguiera de cerca a los bomberos. Estos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: “Es casi seguro que mi casa se esté quemando”. Los amigos guardaron un respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban.

Los bomberos siguieron por Pereyra y la nerviosidad llegó a su colmo. Cuando doblaron por la calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres comenzaron rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las ventanas de la planta alta, alguna astilla volaba por los aires.

Con toda parsimonia, Olegario bajó del taxi. Se acomodó el nudo de la corbata, y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprestó a recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos.

FIN

miércoles, 11 de diciembre de 2019

CLAVES PARA LA ENSEÑANZA DE LA COMPRENSIÓN LECTORA. Un artículo de JESÚS ALONSO TAPIA (Universidad Autónoma de Madrid) publicado en Revista de Educación, núm. extraordinario 2005, pp. 63-93


RESUMEN. En un reciente estudio de la OCDE, España aparecía en los últimos puestos en la comprensión del lenguaje oral y escrito, entre otras disciplinas. Este hecho pone de manifiesto la importancia de conocer de qué factores personales (psicológicos) e instruccionales (pedagógicos) depende dicha comprensión. Para contribuir a dar respuesta a este problema, en el presente artículo, se describen e ilustran tanto las características del proceso de comprensión lectora y los factores «motivacionales» y cognitivos responsables de las diferencias individuales en la comprensión, como qué formas de entrenar la comprensión lectora pueden contribuir a motivar a los alumnos para leer tratando de comprender y a mejorar la comprensión de textos narrativos y expositivos. Finalmente, se indica también cómo puede facilitarse la comprensión a la hora de escribir los textos escolares.

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lunes, 9 de diciembre de 2019

Un sueño, un cuento de Franz Kafka.



Josef K soñó:

Era un hermoso día y K quería pasear. Pero apenas había dado dos pasos, cuando ya se encontraba en el cementerio. Allí había dos caminos muy artificiosos que se entrecruzaban de forma poco práctica, pero él se deslizó por ellos como por un torrente, con una actitud imperturbable y fluctuante. Desde la lejanía descubrió un túmulo reciente en el que quería detenerse. Ese túmulo ejercía sobre él una atracción poderosa y no creía ir lo suficientemente rápido. Algunas veces apenas podía ver el túmulo, pues quedaba oculto por banderas que se entrelazaban con fuerza. No se veía a sus portadores, pero parecía como si allí reinase un gran júbilo.

Mientras dirigía su vista a la lejanía, descubrió repentinamente el túmulo a su costado, en el camino, ya casi a su espalda. Saltó rápidamente al césped. Como el terreno bajo su pie de apoyo al saltar era deslizante se desequilibró y cayó precisamente ante el túmulo y de rodillas. Detrás de la tumba había dos hombres que sostenían una lápida en vilo. Apenas apareció K, arrojaron la lápida al suelo y él quedó como si lo hubieran emparedado. Un tercer hombre, al que K reconoció de inmediato como un artista, salió en seguida de un matorral. Vestía sólo unos pantalones y una camisa mal abotonada. En la cabeza llevaba un gorro de terciopelo y sostenía en la mano un lápiz común con el que, al acercarse, trazó figuras en el aire. Se colocó con el lápiz arriba, sobre la lápida. Como ésta era muy alta no tuvo que agacharse del todo, aunque sí inclinarse, pues el túmulo, que no quería pisar, le separaba de la lápida. Permanecía, por consiguiente, sobre las puntas de los pies y se apoyaba con la mano izquierda sobre la superficie de la losa. Gracias a una hábil maniobra logró trazar algunas letras doradas con el lápiz. Escribió: «Aquí descansa…». Cada letra apareció clara y bella, perfecta y de oro puro. Cuando terminó de escribir las dos palabras, se volvió y miró a K, que esperaba ansioso la continuación de la escritura y apenas se preocupaba del hombre, ya que sólo mantenía fija la mirada en la lápida. El hombre, en efecto, se dispuso a seguir escribiendo, pero no podía, había algún impedimento. Bajó el lápiz y se volvió de nuevo hacia K, que, ahora, se fijó en el pintor y advirtió que éste se encontraba en un estado de gran confusión, aunque no podía decir la causa. Toda su animación previa había desaparecido. También K quedó confuso. Intercambiaron miradas suplicantes. Había un malentendido que ninguno podía aclarar. Comenzó a sonar de un modo inoportuno la campana de la capilla perteneciente a la tumba, pero el artista hizo un ademán y la campana se detuvo. Transcurrido un rato comenzó a sonar de nuevo, esta vez en un tono muy bajo y deteniéndose al instante sin ningún requerimiento. Era como si quisiera probar su sonido. K estaba desconsolado por la situación del artista, comenzó a llorar y sollozó largo tiempo cubriéndose el rostro con las manos. El artista esperó hasta que K se hubo tranquilizado y entonces decidió seguir escribiendo, ya que no encontraba otra salida. La primera línea que escribió supuso para K una liberación, aunque el artista la realizó con gran resistencia. La escritura ya no era tan bella, ante todo parecía faltar oro. La línea surgía pálida e insegura, la letra quedaba demasiado grande. Era una «J», estaba casi terminada cuando el artista pisoteó furioso la tumba, de tal modo que la tierra invadió el aire. K le comprendió al fin. Para pedir perdón ya no había tiempo. Escarbó en la tierra, que apenas oponía resistencia, con los dedos. Todo parecía preparado. Sólo había una ligera capa para guardar las apariencias. Una vez retirada, apareció una gran fosa con paredes escarpadas en la que K se hundió, puesto de espaldas por una suave corriente. Mientras él, con la cabeza todavía recta sobre la nuca, ya era recibido por la impenetrable profundidad, su nombre era inscrito con poderosos ornamentos en la piedra.

Fascinado por esta visión, despertó.

FIN

viernes, 6 de diciembre de 2019

Me gustaría quedar atrapado en ti, un poema del escritor bogotano Fernando Molano Vargas.


Querido Diego,

bien sé yo que no me escuchas, tan muerto como estás;
pero, ¿no podríamos, en esta noche, juntos soñar que
Eres un bello espíritu sentado a mi lado sobre el piso,
a orillas de la cama; charlando ingenuamente, como
solíamos, los simples asuntos de la vida?

Porque aún me rompen la cabeza ciertas preguntas
y, ahora mismo, no tengo con quien conversar de
mis asuntos. A veces no entiendo nada. Pero aún sigo
creyendo que cada cosa, cada temblor, guarda dentro
de sí un sentido. Tan sólo no dura mucho. Igual que
tú; igual que Luis Jorge, a su modo.

Aquí el mundo sigue dando vueltas —sin ti: a mí
todavía me resulta extraño—. Los ríos siguen corriendo
y no se cansan; florecen las flores y los muchachos;
los amigos vienen a visitarme; aún hay problemas en
casa. Y a mí todavía el amor me excita: como el de este
hermoso chico —sinceramente lo amaba— en cuya
despedida he venido a soñar contigo en este tonto
escrito de un libro dedicado a ti. Si pudiera ya cerrar
la página. Permanecer aquí a tu lado, amor.

Al menos déjame darte un beso. Vamos,
apresuremos los labios: podría amenazar de nuevo el día...

jueves, 5 de diciembre de 2019

El ciervo escondido, cuento anónimo chino.


Un leñador de Cheng se encontró en el campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo contó, como si fuera un sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar el ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y dijo a su mujer:

-Un leñador soñó que había matado un ciervo y olvidó dónde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Ese hombre sí que es un soñador.

-Tú habrás soñado que viste un leñador que había matado un ciervo. ¿Realmente crees que hubo un leñador? Pero como aquí está el ciervo, tu sueño debe ser verdadero -dijo la mujer.

-Aun suponiendo que encontré el ciervo por un sueño -contestó el marido- ¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos soñó?

Aquella noche el leñador volvió a su casa, pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó el lugar donde había ocultado el ciervo y también soñó quién lo había encontrado. Al alba fue a casa del otro y encontró el ciervo. Ambos discutieron y fueron ante un juez, para que resolviera el asunto. El juez le dijo al leñador:

-Realmente mataste un ciervo y creíste que era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro encontró el ciervo y ahora te lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que había encontrado un ciervo que otro había matado. Luego, nadie mató al ciervo. Pero como aquí está el ciervo, lo mejor es que se lo repartan.

El caso llegó a oídos del rey de Cheng y el rey de Cheng dijo:

-¿Y ese juez no estará soñando que reparte un ciervo?

FIN

martes, 3 de diciembre de 2019

«Querrán ponerle nombre», un poema de Dulce Chacón

Se encontrarán
el tiempo y el olvido
en un ángulo recto,
en un espacio silencioso y solo
donde el vértigo se hace
con la línea que deshace la memoria.
Llegarán cada uno por un lado,
el olvido
con las horas muertas en los brazos
y el tiempo
con los recuerdos por morir.
No habrá lugar allí para ninguno,
desde el vértice verán
la extensión blanquísima
donde desaparecen blanquísimos
los sueños.
Sin asco lo verán,
sin sorpresa y sin asco,
sólo un tenue dolor que se insinúa.
Y querrán ponerle nombre.