jueves, 29 de junio de 2023

"ME ACUERDO DE OLVIDARTE". Un poema de Isabel Pérez Montalbán

Tus hijos no te olvidan,
decía la corona funeraria entre claveles rojos
de rojo combatiente y comunista,
de rojo terminal que se desangra.
Y de la catarata altísima del tiempo
hacía mucho tiempo que te habían tirado
desde tu propio olvido.

Mientras caías, yo —desde mi olvido
salado y mi distancia— preguntaba por ti,
buscándote en trayectos de memoria,
en pasados color de viejo siena.
Urdía mi estrategia de preguntas
al asalto de algún pariente tuyo,
que me contaba de otro.

He sabido conductas de algún otro,
de una historia senil tiznada de carbón
y corrosivo escape.
Me hablaban de alguien parecido a ti:
un hombre ya mayor que se perdía
dando vueltas y vueltas en su barrio de siempre.

Un paseante que volvía siempre
confuso del enredo de la calle,
con el susto de un ciego acechando en los ojos,
con la velocidad clavada al corazón.
Alguien inerme de pronto en la prisa
desconocida de su acera,
que regresaba de milagro, muerto
de miedo y de torpeza y de vejez
hasta entrar aliviado al calor de su casa.

Ese otro eras tú mismo en esa casa
de otra ciudad que la suerte te impuso
después de echarte de tu hogar
campestre con geranios en el patio.
Y aunque no te gustaba el nuevo piso,
al calor del brasero y las noticias
ibas guardando el recuerdo y las dietas.
Te ibas blindando de infancia y de códigos
preventivos que solo tú entendías
en el cansancio largo de vivir. CONTINUAR LEYENDO





miércoles, 28 de junio de 2023

"LAS BIBLIOTECAS, LUGARES PARA ESCUCHAR, DECIR Y DIALOGAR". Un artículo de Geneviève Patte

La biblioteca es un lugar donde el gesto social de escuchar adquiere su sentido pleno. Con facilidad olvidamos que “decir” sólo adquiere sentido cuando alguien escucha, y que escuchar es una manera de interactuar con otras personas, no simplemente una cuestión de recepción pasiva. Añado, para mí escuchar es tal vez la tarea más interesante del oficio bibliotecario.

Mi deseo de vivir la experiencia de la biblioteca pública para niños y jóvenes nació en la calle. Paseando con un amigo descubría París. Venía de mi provincia, de Poitiers, y todo me parecía interesante. Me encantaba el Barrio Latino, tan lleno de vida. A través de una ventana iluminada presencié una escena que me marcó: un grupo de niños, en una gran sala llena de luz, muy ocupados en sus asuntos. Me sorprendió porque no se parecía a una clase ni a un centro de recreación. No había grupos establecidos y los dos adultos presentes no vigilaban a los niños. Simplemente estaban disponibles para escucharlos y hablar con ellos. Quedé completamente seducida y al día siguiente volví. Quería saber todo sobre este lugar sorprendente. Las dos bibliotecarias, Marguerite Gruny y Mathilde Leriche, se tomaron el tiempo de explicarme en detalle de qué se trataba: ayudar a los niños a vivir personalmente su camino de lector; acompañados y escuchados en la biblioteca, los niños descubrían una vida social inusual. Esto me apasionó y de inmediato tomé la decisión: sería bibliotecaria infantil. Viendo mi entusiasmo, me ofrecieron una larga pasantía. Vi cómo la escucha de unos y otros ocupaba un lugar central en la biblioteca.

Así lo practicamos en La Petite Bibliothèque Ronde, ya no en el centro de París sino en uno de sus suburbios, en Clamart. En los años sesenta, cuando los niños de este barrio popular descubrían la biblioteca, se sorprendían con el recibimiento muy diferente de lo que vivían en las escuelas tradicionales. En la biblioteca, nos dirigíamos a ellos personalmente: eran escuchados y reconocidos en un encuentro personal que los invitaba a expresarse, a decir lo que les gustaba, lo que buscaban, a compartir sus curiosidades. No había tema tabú. Este diálogo nos ayudaba a aconsejarlos eficazmente. Un día, un niño me dijo: “me gusta la biblioteca, porque los bibliotecarios están siempre de pie". Para él eso significaba que estaban disponibles. Los niños estaban en el centro, los bibliotecarios no dudaban en responder en cualquier momento, ya fuera para acompañar a un niño o simplemente para compartir una historia. Lo más importante es que se preocupaban por escucharlos.

Cuando se trataba de ayudarlos a encontrar los libros que les podrían llegar o que les interesaban, la necesidad del diálogo era evidente. Debíamos conocer sus gustos: lo que les apasionaba para así convocar su inteligencia y darles el gusto de conocer. No éramos distribuidores de documentos. No éramos simples cajeras que registraban libros. Para nosotras lo importante era, y sigue siendo, despertar el gusto y el deseo de leer. Ser escuchados era un signo de consideración que los niños apreciaban. Si lo necesitaban, nos acercamos a los estantes de los libros y allí, los aconsejábamos. La delicada y difícil tarea de transmitirles el carácter único de los libros que les estábamos proponiendo era nuestra responsabilidad. Conversar así, tomándonos el tiempo, nos acercaba de manera espléndida a los niños, pero también a las personas que los rodeaban: a los padres, a los abuelos. Charlábamos de manera natural sobre temas o experiencias recientes. Escuchándose unos a otros, surgía una cultura familiar que cada uno disfrutaba. Esta encantadora forma de estar juntos estaba bien presente en la biblioteca. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 25 de junio de 2023

Dulzura, un cuento de Toni Morrison, la primera afroamericana Premio Nóbel de Literatura (1993)


Dulzura

No es mi culpa, así que no pueden culparme. Yo no hice nada y no tengo idea de cómo pasó. Me tomó menos de una hora darme cuenta de que algo andaba mal. Muy mal. Era tan negra que me dio miedo. Negro medianoche, negro sudanés. Mi piel es clara, tengo buen pelo, soy lo que llaman “cobriza”, lo mismo que el padre de Lula Ann. No hay nadie en mi familia que se acerque a ese color. La brea es lo más parecido que se me ocurre. Pero su pelo no va con la piel. Es diferente –liso, pero con rizos, como el de esas tribus desnudas de Australia–. Podrían pensar que es cuestión de herencia, ¿pero herencia de quién? Deberían haber visto a mi abuela: pasaba por blanca. Se casó con un blanco y no le volvió a dirigir la palabra a ninguna de sus hijas. Todas las cartas que recibía de mi madre o mis tías las devolvía enseguida, sin abrir. Finalmente, entendieron el mensaje de “no más mensajes”, y la dejaron tranquila. Casi cualquier mulato o cuarterón hacía eso en aquella época (si tenía el pelo adecuado). ¿Se imaginan cuántos blancos andan por ahí con sangre de negro escondida en sus venas? Adivinen. Escuché que un veinte por ciento. Mi propia madre, Lula Mae, podría haber pasado por una fácilmente, pero decidió no hacerlo. Me contaba el precio que pagó por esa decisión. Cuando fue con mi padre al juzgado para casarse había dos Biblias, y ellos tuvieron que poner la mano en la que estaba reservada para los negros. La otra era para manos blancas. ¡La Biblia! ¿Pueden creerlo? Mi madre era empleada en la casa de una pareja rica de blancos. Se comían todo lo que les preparaba, insistían en que les restregara la espalda cuando se metían a la bañera, y solo Dios sabe qué otras cosas íntimas la ponían a hacer, pero no podían tocar la misma Biblia.

Puede que alguno de ustedes piense que está mal separarnos por tonos de piel (entre más claro mejor) en clubes sociales, barrios, iglesias, hermandades, incluso escuelas segregadas. ¿Pero de qué otra forma podríamos aferrarnos a un poco de dignidad? ¿De qué otra forma podríamos evitar que nos escupan en una farmacia, recibir un codazo en la parada del bus, tener que caminar por la zanja para dejar a los blancos todo el andén, que en la tienda nos cobren un centavo por una bolsa de papel que es gratis para los clientes blancos? Sin mencionar los insultos. Yo supe de todo aquello y mucho, mucho más. Pero, gracias al tono de su piel, a mi madre no le impedían probarse un sombrero o usar el baño de damas en un almacén. Y mi padre podía probarse unos zapatos en la parte delantera de la zapatería en vez de la trastienda. Aun muriéndose de sed, ninguno de los dos se hubiera permitido tomar agua de una fuente “solo para gente de color”.

Odio decirlo, pero sentí vergüenza de Lula Ann desde el comienzo, en la sala de maternidad. Su piel era pálida, como la de todos los bebés al nacer (incluso los africanos), pero cambió rápidamente. Pensé que me estaba volviendo loca cuando se puso azul oscura frente a mis ojos. Sé que enloquecí por un momento porque, solo por unos segundos, puse una manta sobre su cabeza y presioné. Pero no pude hacerlo, no importa cuánto hubiera querido que ella no naciera con ese terrible color. Incluso se me ocurrió dejarla en algún orfanato. Pero temí ser uno de esos monstruos que dejan a sus bebés en las escaleras de una iglesia. Hace poco escuché de una pareja en Alemania (ambos blancos como la nieve) que tuvo un hijo de piel oscura que nadie pudo explicar. Gemelos, creo, uno blanco y uno negro. Pero no sé si es cierto. Lo que sé es que para mí amamantarla era como tener un pigmeo succionando mi pezón. Pasé a darle tetero apenas volví a la casa. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 24 de junio de 2023

"ESTAMOS EN EL LLANTO". Un poema de León Felipe

Obispos buhoneros:
volved las baratijas a su sitio,
los ídolos al polvo
y la esperanza al mar.

Ya sé.
Ya sé que habéis pintado
una silla en la nube
y una llama de azufre
en el fondo del pozo.
Pero yo no he venido
a pedir un asiento en la gloria
ni a poner de rodillas el miedo.
Estoy aquí otra vez
para subrayar con mi sangre
la tragedia del mundo,
el dolor de la tierra,
para gritar con mi carne:
Ese dolor es mío también.
Y para añadir además:
Lo primero fue el llanto,
y estamos en el llanto.
—Lo primero fue el Verbo.
—El Verbo es la piqueta
que perfora en la sombra,
la palanca
que derriba las puertas,
la herramienta…
lo que esperaba el barro,
lo que aún espera el llanto_
y aún espera la sombra.
El Verbo vino y dijo: Aquí está el barro;
que el barro se haga llanto
(no que se haga la luz).
Y el barro se hizo llanto.
Lo primero fue el barro,
el barro hecho llanto,
la conciencia del llanto,
el dolor de la tierra.
—¿A quien le hablas así?
—Al que tiró el huevecillo
en el barro viscoso de la charca,
al que fecundó la primera charca del mundo,
al que hizo llanto el barro.
—¿Y quien eres tú?
—El barro de la charca,
el barro hecho llanto,
tierra de lágrimas…
lo mismo que tú.
Nadie ha pasado por aquí.
Lo primero fue el llanto
y estamos en el llanto.
Porque aún no ha dicho el Verbo:
Que el llanto se haga luz.
—¿Lo dirá?
—Lo dirá, poque, si no,
¿para qué sirve el mar?
(Nuestro llanto son los ríos
que van a dar a la mar…)
¿O puede ser la vida eternamente
un lamento encerrado en una cueva?
Dios es el mar,
Dios es el llanto de los hombres.
Y el Verbo se hizo llanto
para levantar la vida.
El Verbo está en la carne
dolorida del mundo…
¡Miradlo aquí en mis ojos!
Mis ojos son las fuentes
del llanto y de la luz…
Y estamos en el llanto.
Seguimos en la era de las sombras.
¿Quién ha ido más allá?
¿Quién ha abierto otra puerta?
Toda la luz de la tierra
la verá un día el hombre
por la ventana de una lágrima…
Pero aún no ha dicho el Verbo:
¡Que el llanto se haga Luz!


martes, 20 de junio de 2023

"DETRÁS DE LOS NIÑOS ADICTOS AL PORNO": “Me daba miedo verlo y tenía pesadillas, pero no podía dejar de mirar”. Un artículo de Lydia Cacho publicado en elDiario.es el 17 de junio de 2023

Manuel es el reflejo de cómo la tecnología puede convertirse en un escaparate accidental de sexo para los pequeños y de las consecuencias que acarrea esta sobreexposición en sus pensamientos, actitudes y comportamientos, en un país en el que se comienza a consumir pornografía de media a los 12 años

Manuel tiene 13 años, vive en las afueras Madrid y asegura que desde los 11 años era adicto al porno, que ahora está en terapia y “ya no consume”, gracias a que pudo hablarlo con sus padres. El niño habla con claridad. Su padre está a un lado durante la entrevista. Manuel parece menos nervioso que el adulto. “Yo qué sé cómo empezó todo esto. Sólo sé que yo juego en mi móvil y en mi iPad, que a veces esas aplicaciones te piden que aceptes cookies y yo le doy. Dale, dale, lo que quiero es jugar. No, no tienen nada sexual esos juegos, son de carreras de coches y fútbol, de guerras y así”.

Manuel no sabe de qué forma llegó el porno a él; nunca a los 11 años buscó sexo explícito en los navegadores de sus aparatos. “Empezaron a aparecer recomendaciones en Instagram y TikTok con los chicos que subimos cosas de esos juegos que nos gustan. Un chico del grupo dijo que había unos de anime 3D. A mí no me gustó porque no era de acción, solo tenías que perseguir a unas chicas para atraparlas y después, ya sabes, hacer sexo”. Respira un poco y piensa antes de hablar. “Una vez salió el TikTok de una chica y yo lo abrí. Decía que era gamer, que te enseñaba las tetas si entrabas a su cuenta; un amigo dijo que entrásemos y después, ya no sé cómo, estábamos todos en un grupo de WhatsApp donde subían porno de todo, o sea, de adultos y de chicas que estaban enseñando todo”.

Ante la pregunta de si él prefería ver a adultos teniendo relaciones sexuales o a chicas de su edad, Manuel confiesa que es lógico que prefiere ver a chicas y a chicos, así se aprende cómo es de verdad “porque los adultos saben mucho y los chicos no”. También es consciente de que la pornografía infantil es un delito, lo aprendió en la escuela. No tiene claro en cuánto tiempo desarrolló una “obsesión” por mirar vídeos de sexo explícito. Su padre tampoco lo sabe, lo más que puede hacer son cálculos basado en el recuento del niño con su terapeuta.

Le pregunto si se siente preparado a los 13 años para tener sexo y Manuel responde que no, que él piensa que hasta que sea mayor no se va a sentir seguro para ello. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 19 de junio de 2023

"LA EJECUCIÓN". Un cuento/relato corto de Herman Hesse

En su peregrinación, el maestro y algunos de sus discípulos bajaron de la montaña al llano y se encaminaron hacia las murallas de la gran ciudad. Ante la puerta se había congregado una gran muchedumbre. Cuando se hallaron más cerca vieron un cadalso levantado y los verdugos ocupados en llevar a rastras hacia el tajo a un individuo ya muy debilitado por el calabozo y los tormentos. La plebe se agolpaba alrededor del espectáculo. Hacían mofa del reo y le escupían, movían bulla y esperaban con impaciencia la decapitación.

–¿Quién será y qué delitos habrá perpetrado –se preguntaban unos a otros los discípulos– para que la multitud desee su muerte con tanto afán? Aquí no se ve a nadie que manifieste compasión ni que llore.

–Supongo que será un hereje –dijo el maestro con tristeza.

Siguieron acercándose, y cuando se vieron confundidos con el gentío los discípulos preguntaron a izquierda y derecha quién era y qué crímenes había cometido el que en aquellos momentos se arrodillaba frente al tajo.

–Es un hereje –decía la gente muy indignada–. ¡Hola! ¡Ahora inclina su cabeza condenada! ¡Acabemos de una vez! En verdad ese perro quiso enseñarnos que la ciudad del Paraíso tiene sólo dos puertas, ¡cuando a todos nosotros nos consta perfectamente que las puertas son doce!

Asombrados, los discípulos se reunieron alrededor del maestro y le preguntaron:

–¿Cómo lo adivinaste, maestro?

Él sonrió y, mientras echaba de nuevo a andar, dijo en voz baja:

–No ha sido difícil. Si fuese un asesino, o un bandolero o cualquier otra especie de criminal, habríamos visto entre las gentes del pueblo pena y compasión. Muchos llorarían y algunos hasta pondrían el grito en el cielo proclamando su inocencia. Al que tiene una creencia diferente, en cambio, se le puede sacrificar y echar su cadáver a los perros sin que el pueblo se inmute.

FIN


domingo, 18 de junio de 2023

"CLASES SOCIALES". Un poema de la poeta Isabel Pérez Montalbán

Los pobres son príncipes que tienen que reconquistar su reino.
Agustín Díaz-Yanes.
Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto

Con seis años, mi padre trabajaba
de primavera a primavera.
De sol a sol cuidaba de animales.
El capataz lo ataba de una cuerda
para que no se perdiera en las zanjas,
en las ramas de olivo, en los arroyos,
en la escarcha invernal de los barrancos.
Ya cuando oscurecía, sin esfuerzo,
tiraba de él, lo regresaba níveo,
amoratado, con temblores
y ampollas en las manos,
y alguna enredadera de abandono
en las paredes quebradizas
de sus pulmones rosas
y su pequeño corazón.

En sus últimos años volvía a ser un niño:
se acordaba del frío proletario,
(porque era ya substancia de sus huesos),
del aroma de salvia, del primer cine mudo
y del pan con aceite que le daban al ángelus,
en la hora de las falsas proteínas.

Pero su señorito, que era bueno,
con sus botas de piel y sus guantes de lluvia,
una vez lo llevó, en coche de caballos,
al médico. Le falla la memoria
del viaje: lo sacaron del cortijo sin pulso,
tenía más de cuarenta de fiebre
y había estado a punto de morirse,
con seis años, mi padre, de aquella pulmonía.
Con seis años, mi padre.

viernes, 16 de junio de 2023

"LA FIESTA AJENA". Un cuento de la argentina Liliana Heker

Nomás llegó, fue a la cocina a ver si estaba el mono. Estaba y eso la tranquilizó: no le hubiera gustado nada tener que darle la razón a su madre. ¿Monos en un cumpleaños?, le había dicho; ¡por favor! Vos sí que te creés todas las pavadas que te dicen. Estaba enojada pero no era por el mono, pensó la chica: era por el cumpleaños.

–No me gusta que vayas –le había dicho–. Es una fiesta de ricos.

–Los ricos también se van al cielo–dijo la chica, que aprendía religión en el colegio.

–Qué cielo ni cielo –dijo la madre–. Lo que pasa es que a usted, m'hijita, le gusta cagar más arriba del culo.

A la chica no le parecía nada bien la manera de hablar de su madre: ella tenía nueve años y era una de las mejores alumnas de su grado.

–Yo voy a ir porque estoy invitada –dijo–. Y estoy invitada porque Luciana es mi amiga. Y se acabó.

–Ah, sí, tu amiga –dijo la madre. Hizo una pausa–. Oíme, Rosaura –dijo por fin–, esa no es tu amiga. ¿Sabés lo que sos vos para todos ellos? Sos la hija de la sirvienta, nada más.

Rosaura parpadeó con energía: no iba a llorar.

–Callate –gritó–. Qué vas a saber vos lo que es ser amiga.

Ella iba casi todas las tardes a la casa de Luciana y preparaban juntas los deberes mientras su madre hacía la limpieza. Tomaban la leche en la cocina y se contaban secretos. A Rosaura le gustaba enormemente todo lo que había en esa casa. Y la gente también le gustaba.

–Yo voy a ir porque va a ser la fiesta más hermosa del mundo, Luciana me lo dijo. Va a venir un mago y va a traer un mono y todo. La madre giró el cuerpo para mirarla bien y ampulosamente apoyó las manos en las caderas. –¿Monos en un cumpleaños? –dijo–. ¡Por favor! Vos sí que te creés todas las pavadas que te dicen.

Rosaura se ofendió mucho. Además le parecía mal que su madre acusara a las personas de mentirosas simplemente porque eran ricas. Ella también quería ser rica, ¿qué?, si un día llegaba a vivir en un hermoso palacio, ¿su madre no la iba a querer tampoco a ella? Se sintió muy triste. Deseaba ir a esa fiesta más que nada en el mundo.

–Si no voy me muero –murmuró, casi sin mover los labios. Y no estaba muy segura de que se hubiera oído, pero lo cierto es que la mañana de la fiesta descubrió que su madre le había almidonado el vestido de Navidad. Y a la tarde, después que le lavó la cabeza, le enjuagó el pelo con vinagre de manzanas para que le quedara bien brillante. Antes de salir Rosaura se miró en el espejo, con el vestido blanco y el pelo brillándole, y se vio lindísima.

La señora Inés también pareció notarlo. Apenas la vio entrar, le dijo:

–Qué linda estás hoy, Rosaura.

Ella, con las manos, impartió un ligero balanceo a su pollera almidonada: entró a la fiesta con paso firme. Saludó a Luciana y le preguntó por el mono. Luciana puso cara de conspiradora; acercó su boca a la oreja de Rosaura.

–Está en la cocina –le susurró en la oreja–. Pero no se lo digas a nadie porque es un secreto. CONTINUAR LEYENDO


miércoles, 14 de junio de 2023

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Un poema de Cesare Pavese.

Cesare Pavese, escritor italiano, se quedó tan desahuciado después de un desengaño amoroso que pensó que era mejor echarse a dormir un rato, y ya no se despertó el 27 de agosto de 1950. 

Fueron los somníferos, como tantas otras veces, y dejó escrita esta última nota en su diario días antes: Tutto questo fa schifo. Non parole. Un gesto. Non scriverò più. (Todo esto da asco. Sin palabras. Un gesto. No escribiré más). Escribió un precioso y terrible poema, una de las odas más famosas y estremecedoras de amor a la muerte:

VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.

martes, 13 de junio de 2023

La lectura cambia el cerebro hasta lo más profundo. Un artículo de Judith de Jorge Gama publicado en ABC Ciencia.

Un estudio con mujeres indias analfabetas demuestra que aprender a leer y escribir, incluso en la edad adulta, tiene impresionantes efectos en la estructura cerebral 

La lectura supone un reto enorme para el cerebro y sus efectos en el mismo son asombrosos, hasta el punto de que puede moldearlo y transformarlo profundamente, incluso cuando somos adultos. Esta es la principal conclusión de un nuevo estudio realizado con mujeres indias en la treintena, completamente analfabetas, cuyo cerebro se transformó de forma extraordinaria cuando aprendieron a leer y escribir por primera vez. La investigación, publicada en la revista Science Advances, viene a reforzar la idea de la increíble plasticidad del órgano que rige nuestras vidas y puede arrojar luz sobre algunos trastornos de la lectura, como la dislexia.

Leer es una capacidad tan nueva en nuestra historia evolutiva que no puede estar «grabada» en los genes. Cuando aprendemos a hacerlo, el cerebro debe pasar por una especie de «reciclaje»: Las áreas destinadas al reconocimiento de objetos complejos, como las caras, tienen que participar en la traducción de las letras. Y algunas regiones de nuestro sistema visual se convierten en «interfaces» entre lo que el ojo ve y el lenguaje.

La cuestión es que, hasta ahora, los científicos suponían que esos cambios se limitaban a la capa externa del cerebro, la corteza, que se adapta rápidamente a los nuevos desafíos. Pero resulta que la transformación que provoca abrir un libro y comprenderlo va mucho más allá. Investigadores alemanes del Instituto Max Planck de Psicolingüística y del Max Planck de Cognición humana y Ciencias del Cerebro, junto con científicos indios del Centro de Investigación Biomédica Lucknow y la Universidad de Hyderabad, descubrieron que cuando una persona adulta aprende a leer, su cerebro pasa por una reorganización que se extiende a estructuras profundas en el tálamo y el tallo cerebral. El relativamente joven fenómeno de la escritura humana, por tanto, cambia regiones cerebrales que son muy antiguas en términos evolutivos, e incluso partes centrales del cerebro de los ratones y otros cerebros de los mamíferos. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 12 de junio de 2023

"SENSINI". Un cuento de Roberto Bolaño

Roberto Bolaño
La forma en que se desarrolló mi amistad con Sensini sin duda se sale de lo corriente. En aquella época yo tenía veintitantos años y era más pobre que una rata. Vivía en las afueras de Girona, en una casa en ruinas que me habían dejado mi hermana y mi cuñado tras marcharse a México y acababa de perder un trabajo de vigilante nocturno en un cámping de Barcelona, el cual había acentuado mi disposición a no dormir durante las noches. Casi no tenía amigos y lo único que hacía era escribir y dar largos paseos que comenzaban a las siete de la tarde, tras despertar, momento en el cual mi cuerpo experimentaba algo semejante al jet-lag, una sensación de estar y no estar, de distancia con respecto a lo que me rodeaba, de indefinida fragilidad. Vivía con lo que había ahorrado durante el verano y aunque apenas gastaba mis ahorros iban menguando al paso del otoño. Tal vez eso fue lo que me impulsó a participar en el Concurso Nacional de Literatura de Alcoy, abierto a escritores de lengua castellana, cualquiera que fuera su nacionalidad y lugar de residencia. El premio estaba divido en tres modalidades: poesía, cuento y ensayo. Primero pensé en presentarme en poesía, pero enviar a luchar con los leones (o con las hienas) aquello que era lo que mejor hacía me pareció indecoroso. Después pensé en presentarme en ensayo, pero cuando me enviaron las bases descubrí que éste debía versar sobre Alcoy, sus alrededores, su historia, sus hombres ilustres, su proyección en el futuro y eso me excedía. Decidí, pues, presentarme en cuento y envié por triplicado el mejor que tenía (no tenía muchos) y me senté a esperar.

Cuando el premio se falló trabajaba de vendedor ambulante en una feria de artesanía en donde absolutamente nadie vendía artesanías. Obtuve el tercer accésit y diez mil pesetas que el Ayuntamiento de Alcoy me pagó religiosamente. Poco después me llegó el libro, en el que no escaseaban las erratas, con el ganador y los seis finalistas. Por supuesto, mi cuento era mejor que el que se había llevado el premio gordo, lo que me llevó a maldecir al jurado y a decirme que, en fin, eso siempre pasa. Pero lo que realmente me sorprendió fue encontrar en el mismo libro a Luis Antonio Sensini, el escritor argentino, segundo accésit, con un cuento en donde el narrador se iba al campo y allí se le moría su hijo o con un cuento en donde el narrador se iba al campo porque en la ciudad se le había muerto su hijo, no quedaba nada claro, lo cierto es que en el campo, un campo plano y más bien yermo, el hijo del narrador se seguía muriendo, en fin, el cuento era claustrofóbico, muy al estilo de Sensini, de los grandes espacios geográficos de Sensini que de pronto se achicaban hasta tener el tamaño de un ataúd, y superior al ganador y al primer accésit y también superior al tercer accésit y al cuarto, quinto y sexto.

No sé qué fue lo que me impulsó a pedirle al Ayuntamiento de Alcoy la dirección de Sensini. Yo había leído una novela suya y algunos de sus cuentos en revistas latinoamericanas. La novela era de las que hacen lectores. Se llamaba Ugarte y trataba sobre algunos momentos de la vida de Juan de Ugarte, burócrata en el Virreinato del Río de la Plata a finales del siglo XVIII. Algunos críticos, sobre todo españoles, la habían despachado diciendo que se trataba de una especie de Kafka colonial, pero poco a poco la novela fue haciendo sus propios lectores y para cuando me encontré a Sensini en el libro de cuentos de Alcoy, Ugarte tenía repartidos en varios rincones de América y España unos pocos y fervorosos lectores, casi todos amigos o enemigos gratuitos entre sí. Sensini, por descontado, tenía otros libros, publicados en Argentina o en editoriales españolas desaparecidas, y pertenecía a esa generación intermedia de escritores nacidos en los años veinte, después de Cortázar, Bioy, Sabato, Mujica Lainez, y cuyo exponente más conocido (al menos por entonces, al menos para mí) era Haroldo Conti, desaparecido en uno de los campos especiales de la dictadura de Videla y sus secuaces. De esta generación (aunque tal vez la palabra generación sea excesiva) quedaba poco, pero no por falta de brillantez o talento; seguidores de Roberto Arlt, periodistas y profesores y traductores, de alguna manera anunciaron lo que vendría a continuación, y lo anunciaron a su manera triste y escéptica que al final se los fue tragando a todos. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 10 de junio de 2023

"LOS NIÑOS QUE LEEN EN CASA CON SUS PADRES LLEVAN MEDIO CURSO DE VENTAJA RESPECTO A LOS QUE NO LO HACEN". Un artículo de Ignacio Zafra publicado en El País el 28 de octubre de 2022n

La diferente comprensión lectora forjada en el entorno familiar sobre los ocho o nueve años va abriendo una brecha que estalla en secundaria, advierten los expertos

Los niños de cuarto de primaria, de ocho y nueve años, cuyos padres leen con ellos en casa llevan medio curso de ventaja en comprensión lectora respecto a los que no lo hacen. El acompañamiento familiar abre una brecha entre el alumnado en materia de comprensión lectora similar (de hecho, un poco superior) al que generan las diferencias en el nivel socioeconómico de los progenitores, aunque ambos factores están frecuentemente relacionados. De las intervenciones que pueden realizarse en el hogar, la implicación de los padres en la lectura es una de las que tiene efectos más positivos. Se sitúa por detrás, en eficacia, de otra más sutil, las expectativas académicas que los progenitores tienen en sus hijos. Pero muy por delante, por ejemplo, de la supervisión de los deberes de los hijos, una actuación que parece dar pocos frutos, y que no hay que confundir con otra, que según las evidencias disponibles sí es más útil, que consiste en “establecer reglas y rutinas sobre dónde, cuándo y cómo han de realizar los deberes”, todo ello según la recopilación de datos, procedentes entre otras fuentes de las evaluaciones internacionales de Pisa y Pirls, realizada recientemente por la Fundación Bofill.

La entidad, con sede en Barcelona y dedicada al estudio de las políticas educativas desde la perspectiva de la equidad, acaba de lanzar un programa para incrementar el acompañamiento lector en casa, con la advertencia de que se trata de un problema grave. Entre el 20% y el 23,2% de los alumnos españoles tienen bajos niveles de comprensión lectora en cuarto de primaria y cuarto de secundaria respectivamente, lo cual suele ser un predictor de fracaso escolar. Las investigaciones apuntan a que los niños de entornos desfavorecidos que consiguen un alto rendimiento escolar son buenos lectores, con competencias lectoras por encima de la media, lo que según la fundación indica que estas pueden “resultar cruciales para superar el riesgo de exclusión social y generar un alumnado resiliente”. Su campaña Las familias, aliadas de la lectura se dirige a ofrecer a centros educativos, bibliotecas y entidades sociales metodología y recursos prácticos para que puedan llevar a cabo sus propias “acciones de capacitación” de las familias en acompañamiento lector. CONTINUAR LEYENDO

jueves, 8 de junio de 2023

"SI YO TE OLVIDARA." Un cuento de Truman Capote

Grace llevaba esperándolo de pie en el porche casi una hora. Cuando lo había visto en el pueblo, aquella tarde, él le había dicho que estaría allí a las ocho. Y eran casi las ocho y diez. Se sentó en la mecedora. Trató de no pensar que iba a venir, o incluso de no mirar el camino que conducía a su casa. Sabía que si pensaba en ello, nunca ocurriría. Nunca vendría.

—Grace, ¿sigues ahí fuera? ¿No ha llegado aún?

—No, madre.

—Bueno, no puedes quedarte ahí fuera toda la noche. Entra ahora mismo en casa.

Ella no quería entrar; no quería tener que sentarse en aquella vieja sala de estar cargada y ver cómo su padre leía el periódico y su madre hacía crucigramas. Quería quedarse allí fuera, respirando y oliendo y tocando la noche, que le parecía tan palpable que podía sentir su textura de fino satén azul.

—Ahí viene, madre —mintió—. Está viniendo por el camino; voy corriendo a recibirle.

—No vas a hacer nada de eso, Grace Lee —dijo su madre con voz sonora.

—¡Sí, madre, sí! Y vuelvo en cuanto le diga adiós.

Bajó con paso liviano los escalones del porche y se apresuró hacia el camino antes de que su madre pudiera añadir nada. Estaba decidida a ir a su encuentro, tuviera lo que tuviera que caminar, aunque tuviera que llegar hasta su misma casa. Era una gran noche para ella; no exactamente una noche feliz, pero sí una noche hermosa, de todas formas.

Él se iba del pueblo, después de tantos años. Todo sería tan extraño después de su partida… Sabía que nada volvería a ser lo mismo. Una vez, en el colegio, la señorita Saaron había mandado escribir un poema a sus alumnos, y ella le había escrito uno a él.

Era tan bueno que lo habían publicado en el periódico local. Lo había titulado «En el alma de la noche». Y ahora recitaba los dos primeros versos mientras avanzaba por el camino bañado de luz de luna.

Mi amor es una Luz Brillante y

Fuerte que anula la negrura de la Noche.

Una vez él le había preguntado si realmente lo amaba. Y ella había dicho:

—Te amo ahora, pero no somos más que unos chiquillos, y no es más que el primer amor.

Pero ella sabía que había mentido, al menos a sí misma, porque ahora, en aquel breve instante, sabía que lo amaba, por mucho que apenas hacía un mes hubiera estado completamente segura de que todo era tonto y pueril. CONTINUA LEYENDO

miércoles, 7 de junio de 2023

"BRINDEMOS POR LAS LOCAS...". Un poema de Jack Kerouac

 

"Brindemos por las locas, por las inadaptadas
por las rebeldes, por las alborotadoras,
por las que no encajan,
por las que ven las cosas de una manera diferente.
No les gustan las reglas y no respetan el status-quo.
Las puedes citar, no estar de acuerdo con ellas,
glorificarlas o vilipendiarlas.
Pero lo que no puedes hacer es ignorarlas.
Porque cambian las cosas.
Empujan adelante la raza humana.
Mientras algunos las vean como locas,
nosotras vemos el genio.
Porque las mujeres que se creen tan locas
como para pensar que pueden cambiar el mundo son las que lo hacen."

martes, 6 de junio de 2023

El nuevo cómic infantil que transmite valores sin dar sermones: cinco títulos para todas las edades". Un artículo de Gerardo Vilches publicado en elDiario.es el 3 de junio de 2023

Dos niñas leen en la Feria del Libro de Madrid 
© Isabel Infantes
Históricamente, el cómic ha sido visto como un medio infantil; sin embargo, en las últimas décadas, su desarrollo como un lenguaje adulto ha sido evidente, y ha copado tanto las instituciones culturales como la agenda informativa. Pero eso no significa que el cómic dirigido a la infancia haya desaparecido. De hecho, en los últimos años, se vive un auténtico bum, que ha llenado el mercado de obras muy interesantes orientadas a los más pequeños. Cada vez son más los autores y autoras que se sumergen en esta franja del público, tan exigente como la adulta, si no más. A los clásicos de toda la vida se le han unido otros clásicos modernos como Hilda de Luke Pearson, Bone de Jeff Smith, Ana y Froga de Anouk Ricard o cualquiera de las novelas gráficas de la superventas Raina Telgemeier.

En los últimos meses han aparecido en nuestro mercado un buen número de cómics infantiles con personalidad, imaginativos, que cumplen con la regla de oro que debería observar cualquier obra infantil: transmitir valores sin ser aburridos. La Feria del Libro de Madrid puede ser una buena excusa para regalar un cómic que pique el gusanillo de la lectura y enganche a los más pequeños. Pero, en realidad, cualquier momento es bueno para picar con alguno de estos títulos.

  • 'Niko. Superinventos y grandes trastadas', de Paco Sordo
  • 'Mi vecino es un vampiro', de Miguel B. Núñez
  • 'Oli y el misterio de la nueva', de Tanja Esch
  • 'Cecilia Van Helsing: el señor que tenía una oreja en la frente', de Julio A. Serrano y Juanjo Cuerda
  • 'A toda pastilla', de Josephine Mark

lunes, 5 de junio de 2023

"Pan". Un cuento de Margaret Atwood.

Imagina un pedazo de pan. No hace falta imaginarlo, está aquí en la cocina, sobre la tabla del pan, en su bolsa de plástico, junto al cuchillo del pan. Ese cuchillo es uno muy viejo que conseguiste en una subasta, la palabra PAN está tallada en el mango de madera. Abres la bolsa, pliegas el envoltorio hacia atrás, cortas una rebanada. La untas con mantequilla, con mantequilla de cacahuete, después miel, y lo doblas hacia adentro. Un poco de miel se te escurre entre los dedos y la lames con la lengua. Te lleva cerca de un minuto comer el pan. Este pan es negro, pero también hay pan blanco, en el frigorífico, y un poco de pan de centeno de la semana pasada, antes redondo como un estómago lleno, ahora a punto de echarse a perder. De vez en cuando haces pan. Lo ves como algo relajante que puedes elaborar con las manos.

Imagina una hambruna. Ahora imagina un pedazo de pan. Ambas cosas son reales pero tú estás en el mismo cuarto con sólo una de ellas. Ponte en otro cuarto, para eso sirve la mente. Ahora te encuentras sobre un colchón delgado en un cuarto caluroso. Las paredes están hechas de tierra seca, y tu hermana, más joven que tú, está contigo en el cuarto. Tiene mucha hambre, su vientre está hinchado, las moscas se le posan en los ojos, tú las espantas con las manos. Tienes un trapo, sucio pero húmedo, y se lo pones en los labios y en la frente. El pedazo de pan es el mismo pan que has estado guardando desde hace días. Sientes la misma hambre que ella, pero todavía no te sientes tan débil. ¿Cuánto va durar esto? ¿Cuándo vendrá alguien con más pan? Piensas en salir a ver si encuentras algo para comer, pero afuera las calles están infestadas de carroñeros y el hedor de los cuerpos lo llena todo. ¿Deberías compartir el pan o dárselo todo a tu hermana? ¿Deberías comer tú el pedazo de pan? Después de todo, tú tienes una mejor oportunidad de sobrevivir, eres más fuerte. ¿Cuánto tiempo tardarás en decidirlo?

Imagina una prisión. Hay algo que tú conoces, pero que todavía no se lo has contado a nadie. Los controladores de la prisión saben que tú lo sabes y todos los demás también lo saben. Si hablas, treinta o cuarenta o cien de tus amigos, tus compañeros, serán detenidos y morirán. Si te niegas a hablar, esta noche sucederá lo mismo que la noche anterior. Siempre eligen la noche. Sin embargo, no piensas en la noche, sino en el pedazo de pan que te ofrecieron. ¿Cuánto tiempo tardarás en decidirte? El pedazo de pan era negro y fresco y te recordó un rayo de sol que cae sobre un pedazo de madera. Te recordó un bol, un bol amarillo que había en tu casa. Contenía manzanas y peras, y estaba sobre una mesa de madera que también recuerdas. No es el hambre o el dolor lo que te está matando sino la ausencia de aquel bol amarillo. Si tan solo pudieras sostener el bol en tus manos, aquí mismo, podrías aguantar lo que sea, te dices a ti mismo. El pan que te ofrecieron es peligroso y traicionero, significa la muerte.

Hubo una vez dos hermanas. Una era rica y no tenía hijos, la otra tenía cinco hijos y era viuda, tan pobre que ya no le quedaba nada de comer. Fue a ver a su hermana y le pidió un pedazo de pan. ‘Mis hijos se están muriendo’, dijo. La hermana rica respondió, ‘No tengo suficiente para mí’, y la echó de su casa. Luego el marido de la hermana rica llegó a su casa y quiso cortar un trozo de pan, pero al hacer el primer corte, brotó sangre roja. Todos sabían lo que eso significaba. Es un cuento maravilloso, un cuento tradicional alemán.

La hogaza de pan que he creado para ti flota unos centímetros por encima de la mesa de la cocina. La mesa es normal, no tiene ninguna trampa. Un paño azul de cocina flota bajo el pan y no hay hilos que sujeten al techo el paño o el pan ni la mesa al paño; ya lo has comprobado al pasar la mano por debajo y por arriba, y no has tocado el pan. ¿Qué te detuvo? No quieres saber si el pan es real o si es sólo una alucinación que te hice ver. No existen dudas de que puedes ver el pan, hasta puedes olerlo, huele a levadura, y parece lo bastante sólido, tan sólido como tu propio brazo. ¿Pero puedes confiar en él? ¿Puedes comerlo? No quieres saberlo, imagínalo.

FIN

domingo, 4 de junio de 2023

"MUERE LENTAMENTE". Un poema de la brasileña Martha Medeiros atribuido falsamente a Pablo Neruda

Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee,
quien no oye musica
quien no encuentra gracia en si mismo
Muere lentamente
Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.

Muere lentamente quien
se convierte lentamente en esclavo del hábito,
repitiendo a los días de los mismos
trayectos,
quien no cambia de marca,
no se treve a cambiar el color de su vestimenta
o bien no conversa con quien no conoce.

Muere lentamente
quien évita una pasión y su remolino de
emociones,
justamente estas que regresanel brillo a los ojos
y restauran los corazones destrozados.

Muere lentamente
quien no gira el volante cuando está infeliz con
su trabajo, o su amor,
quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir
atrá de un sueño
quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida,
huir de los consejos sensatos ......

¡Viva hoy!

¡Arriesga hoy!

¡Hazlo hoy!

¡No te dejes morir lentamente!

¡No te impidas ser feliz!

viernes, 2 de junio de 2023

"PEDAGOGÍAS DE LECTURA". Por Graciela Bialet. Publicado por EDUC.AR


La escritora y especialista Graciela Bialet nos autorizó para compartir este adelanto de su nuevo libro: El presente trabajo es la reconversión en formato de divulgación de una investigación bibliográfica y documental realizada entre los años 2007/2011 y retomada en 2019. Su objetivo es estudiar el lugar de la lectura en los sucesivos documentos curriculares nacionales. Y un regalo: el recuerdo de la autora de un encuentro con María Elena Walsh. 



"LAS MEDIAS DE LOS FLAMENCOS". Un cuento de Horacio Quiroga

Cierta vez las víboras dieron un gran baile. Invitaron a las ranas y a los sapos, a los flamencos, y a los yacarés y a los pescados. Los pescados, como no caminan, no pudieron bailar; pero siendo el baile a la orilla del río los pescados estaban asomados a la arena, y aplaudían con la cola. Los yacarés, para adornarse bien, se habían puesto en el pescuezo un collar de bananas, y fumaban cigarros paraguayos. Los sapos se habían pegado escamas de pescado en todo el cuerpo, y caminaban meneándose, como si nadaran. Y cada vez que pasaban muy serios por la orilla del río, los pescados les gritaban haciéndoles burla. Las ranas se habían perfumado todo el cuerpo, y caminaban en dos pies. Además, cada una llevaba colgada como un farolito una luciérnaga que se balanceaba. Pero las que estaban hermosísimas eran las víboras. Todas, sin excepción, estaban vestidas con traje de bailarina, del mismo color de cada víbora. Las víboras coloradas llevaban una pollerita de tul colorado; las verdes, una de tul verde; las amarillas, otra de tul amarillo; y las yararás, una pollerita de tul gris pintada con rayas de polvo de ladrillo y ceniza, porque así es el color de las yararás. Y las más espléndidas de todas eran las víboras de coral, que estaban vestidas con larguísimas gasas rojas, blancas y negras, y bailaban como serpentinas. Cuando las víboras danzaban y daban vueltas apoyadas en la punta de la cola, todos los invitados aplaudían como locos.

Sólo los flamencos, que entonces tenían las patas blancas, y tienen ahora como antes la nariz muy gruesa y torcida, sólo los flamencos estaban tristes, porque como tienen muy poca inteligencia, no habían sabido cómo adornarse. Envidiaban el traje de todos, y sobre todo el de las víboras de coral. Cada vez que una víbora pasaba por delante de ellos, coqueteando y haciendo ondular las gasas de serpentinas, los flamencos se morían de envidia. Un flamenco dijo entonces: —Yo sé lo que vamos a hacer. Vamos a ponernos medias coloradas, blancas y negras, y las víboras de coral se van a enamorar de nosotros. Y levantando todos juntos el vuelo, cruzaron el río y fueron a golpear en un almacén del pueblo. —¡Tan-tan! —pegaron con las patas. —¿Quién es? —respondió el almacenero. —Somos los flamencos. ¿Tienes medias coloradas, blancas y negras? —No, no hay —contestó el almacenero—. ¿Están locos? En ninguna parte van a encontrar medias así. Los flamencos fueron entonces a otro almacén. —¡Tan-tan! ¿Tienes medias coloradas, blancas y negras? El almacenero contestó: —¿Cómo dice? ¿Coloradas, blancas y negras? No hay medias así en ninguna parte. Ustedes están locos. ¿Quiénes son? CONTINUAR LEYENDO