viernes, 30 de diciembre de 2022

EL MAL ESTUDIANTE. Un poema de Jacques Prevert

Dice no con la cabeza
pero dice sí con el corazón
dice sí a lo que le gusta
dice no al profesor

Está parado
se le pregunta
y se le plantean todos los problemas
de repente, la risa loca lo invade

Y en la pizarra borra todo
las cifras y las palabras
las fechas y los nombres
las frases y las trampas

Y a pesar de las amenazas del maestro
y con los alaridos de los niños prodigio
con las tizas de todos los colores
en la pizarra negra de la desdicha
dibuja la cara de la felicidad."


jueves, 29 de diciembre de 2022

Fuera de sí, un artículo de Juan Mata.

En las conclusiones de un ensayo sobre la educación literaria, una alumna me escribió hace algún tiempo lo siguiente: “Gracias por darme una razón para leer”. Esas palabras eran el resumen de sus reflexiones, pero valoraban a la vez el curso académico recién concluido. Me sentí feliz, pues pocas veces logramos ver condensado de un modo tan preciso el significado de nuestro trabajo. Porque, en efecto, de un modo tácito o manifiesto, mis ambiciones profesionales siguen siendo las de poder dar a mis alumnos algunas razones duraderas para estimar la lectura. El hecho de que una alumna hubiera advertido ese íntimo deseo me colmó de orgullo. 

Esa esperanza es primordial para cualquier profesor. Dar razones para leer, para reconocer el valor de los libros, que es un modo de reconocer el valor del conocimiento, debería ser siempre la prioridad de cualquier lector que ha encontrado sus motivos. Porque estar motivado para leer no significa otra cosa que haber descubierto algún motivo para hacerlo. Motivos que no siempre son previos. A menudo se encuentran al cabo de muchas lecturas. Porque no sólo los lectores o las circunstancias motivan a leer. Es frecuente que los propios libros proporcionen los porqués que nos faltaban antes de abrirlos. Sé, no obstante, que motivar no es fácil. La desidia, la impericia o el pudor dificultan a veces ese compromiso. Y no pienso únicamente en los profesores. Me disgusta pensar que la causa del desdén o la indiferencia de alguien hacia los libros pudiera ser la ausencia de motivos para llegar a ellos o no haber sido capaz siquiera de imaginarlos. Esos motivos son siempre individuales e imprevisibles, de modo que no hay hacia los libros una única disposición intelectual o afectiva. Cada cual lee de un modo que le es exclusivo, y lo hace movido por impulsos que sólo ese lector o aquella lectora conocen. Empeñarse en generalizar las razones, en uniformar el acercamiento a los libros, es un error. ¿Quién puede equiparar a otros sus recuerdos, sus deseos, sus experiencias, sus frustraciones, sus alegrías, sus días de colegio, sus hábitos familiares, sus entornos sociales, es decir, el bagaje vital que nos empuja a la lectura o nos aparta de ella? CONTINUAR LEYENDO


miércoles, 28 de diciembre de 2022

"EL REGALO DE NAVIDAD DE AUGGIE WREN". Un cuento de Paul Auster

Le oí este cuento a Auggie Wren. Dado que Auggie no queda demasiado bien en él, por lo menos no todo lo bien que a él le habría gustado, me pidió que no utilizara su verdadero nombre. Aparte de eso, toda la historia de la cartera perdida, la anciana ciega y la comida de Navidad es exactamente como él me la contó.

Auggie y yo nos conocemos desde hace casi once años. Él trabaja detrás del mostrador de un estanco en la calle Court, en el centro de Brooklyn, y como es el único estanco que tiene los puritos holandeses que a mí me gusta fumar, entro allí bastante a menudo. Durante mucho tiempo apenas pensé en Auggie Wren. Era el extraño hombrecito que llevaba una sudadera azul con capucha y me vendía puros y revistas, el personaje pícaro y chistoso que siempre tenía algo gracioso que decir acerca del tiempo, de los Mets o de los políticos de Washington, y nada más.

Pero luego, un día, hace varios años, él estaba leyendo una revista en la tienda cuando casualmente tropezó con la reseña de un libro mío. Supo que era yo porque la reseña iba acompañada de una fotografía, y a partir de entonces las cosas cambiaron entre nosotros. Yo ya no era simplemente un cliente más para Auggie, me había convertido en una persona distinguida. A la mayoría de la gente le importan un comino los libros y los escritores, pero resultó que Auggie se consideraba un artista. Ahora que había descubierto el secreto de quién era yo, me adoptó como a un aliado, un confidente, un camarada. A decir verdad, a mí me resultaba bastante embarazoso. Luego, casi inevitablemente, llegó el momento en que me preguntó si estaría yo dispuesto a ver sus fotografías. Dado su entusiasmo y buena voluntad, no parecía que hubiera manera de rechazarle.

Dios sabe qué esperaba yo. Como mínimo, no era lo que Auggie me enseñó al día siguiente. En una pequeña trastienda sin ventanas abrió una caja de cartón y sacó doce álbumes de fotos negros e idénticos. Dijo que aquélla era la obra de su vida, y no tardaba más de cinco minutos al día en hacerla. Todas las mañanas durante los últimos doce años se había detenido en la esquina de la Avenida Atlantic y la calle Clinton exactamente a las siete y había hecho una sola fotografía en color de exactamente la misma vista. El proyecto ascendía ya a más de cuatro mil fotografías. Cada álbum representaba un año diferente y todas las fotografías estaban dispuestas en secuencia, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, con las fechas cuidadosamente anotadas debajo de cada una. CONTINUAR LEYENDO


lunes, 26 de diciembre de 2022

"SIETA POEMAS A UNA MUERTA". Un poema de Margarita Youcenar

T.S. Eliot y Juan Rulfo cantaron la condición fantasmal del ser humano que habita entre los muertos, el ser entre seres desconocidos que parecen vivos y cristaliza ecos, imágenes, reflejos venidos de otros lugares y otros tiempos. Marguerite Yourcenar reconoce la fuerza implacable y misteriosa del vacío inconmensurable que nos borra y nos llena de sentido, pero no ubica sus versos en una populosa metrópoli ni en una deshabitada ranchería, sino en el yerto cuerpo concreto del ser amado, donde la devastación es una ola infatigable, indiferente al llanto del amante.

Desorbitada ante la presencia de un cuerpo sin voz y sin gestos, impotente ante el hecho de que ya no responde a su dolor, inalcanzable a su deseo, el objeto de su amor es el latido de lo que fue y permanece ausente y mudo. Aferrada al doloroso aleteo de ese efímero milagro, Marguerite Yourcenar coloca ramitas de resignación y elevadas verdades en la frente de la angustia, penando de amor el cuello de la desesperanza, para hacer posible lo imposible y aceptar lo inaceptable.

Es difícil hablar de Eternidad y elevar nuestro canto contra la inevitable Nada. Los insondables ojos de la muerte rasgan como parvadas de palabras el velo de la Noche en que nos acunamos. El poeta alza su tallo desde los mórbidos pantanos que lo sostienen, melancólico ángel humano, y es capaz de morder con deleite en las carnes del Cosmos para probar el sabor del fracaso.

I

Cuando estaba por llegar, murió
quien me esperaba, cansada de esperar.
Sus brazos abiertos volvieron a cerrarse
legándome un remordimiento en vez de un recuerdo.

La plegaria, la flor, el gesto más tierno
fueron regalos tardíos que nadie pudo bendecir.
Los muertos no escuchan a los vivos.
La muerte, cuando llega, nos junta sin unirnos.

Nunca conoceré la dulzura de su tumba.
Mis gritos, lanzados demasiado tarde,
resuenan y se extinguen sin eco en la sorda eternidad.

Los muertos desdeñosos, forzados al silencio,
no nos escuchan llorar en el oscuro umbral del misterio
por un amor que jamás existió.

II

He aquí la miel que fluye, pura, del corazón de las rosas,
el perfume, los colores, los suspiros amados.
Ya no sonríes por la belleza de las cosas;
tus brazos, siempre abiertos y dispuestos, al fin se han
cerrado.

No volverás a sentir sobre tus párpados
el lento deshojar de largos sollozos perfumados.
Tu corazón se diluye en metamorfosis.
Yo llego, justo a tiempo, a perderte para siempre.

Como un triste extranjero, camino titubeante
por el estrecho jardín donde otros contigo gozaron;
he aquí mis ojos, mis manos, mis pies que te buscaron.

Demasiado tarde llego... y me arrepiento.
Envidio a los que te amaron cuando aún vivías
y supieron a tiempo que todo pasa.

III

Cuando debí acudir, sólo supe dudar;
cuando debí llamar, callé.
Demasiado tiempo persistí en mi camino, solitaria;
nunca imaginé que fueras a morir.

Nunca preví que fuera a secarse la fuente
donde uno se refresca y se baña,
ni supe que existieran en el mundo
misteriosas frutas que maduran al morir.

Obstinada, siempre busqué en la ruta del sol tu sombra;
ahora el amor es una palabra, el tiempo un número
y mis penas chocan contra los ángulos de una tumba.

La muerte, menos indecisa, supo cómo acercarse a ti;
si ahora piensas en nosotras, tu corazón debe
compadecernos.
Uno se ciega cuando muere una antorcha.

IV

Las estrellas son el fruto del verde ciprés
balanceándose en la noche, al fondo del verano;
la vida única y desnuda a través de cien velos
asume tu belleza para derramarse en todo.

El universo teje la eternidad
y ensancha su tela como una araña monstruosa.
Tu amor, mi amor, nuestro corazón y nuestras médulas, 
serán diferentes después de existir.

Pasamos medio dormidos bajo una inmensa puerta,
para ganarlo todo nos perdemos en todo;
una ola sin mañana nos arrastra y nos dispersa.

Los labios del corazón quedan siempre insatisfechos.
El amor y la esperanza nos fuerzan a soñar
que el sol de los muertos otra vida ha de madurar.

V

La miel inalterable del fondo de las cosas
está hecha de dolor, deseo y remordimiento;
eterno alambique donde el tiempo destila
las lágrimas de los vivos y la piedad de los muertos.

Tan inseparable es el perfume de la rosa
como inseparable tu alma de tu cuerpo.
Una misma causa germina efectos idénticos
y una misma nota vibra en mil acordes diversos.

El universo nos da y nos quita lo poco que somos.
Yo olvidaré cada día cuánto te amé
pero tú no sabrás que mis lágrimas te amaron.

La muerte espera que nos acunemos en ella.
Arrullada en sus brazos, como una niña de pecho,
escucho sonar el hierro de lo eterno.

VI

Sólo el silencio tiene palabras
que pueden decirse junto a ti sin herirte.
ante lo irremediable, sólo podemos sonreír;
llueven sobre tu cuerpo las lágrimas de las corolas.

A la hora en que nos despojemos de nuestras máscaras
deslizándonos soñolientas en el mismo lecho,
por cada dedo tembloroso de la hierba que nos roce
tú podrás bendecirme y yo acariciarte.

Es hacia tu dulzura que conduce mi camino.
De este suelo impregnado de alma humana,
el olvido, lento jardinero, extirpa el remordimiento.

Inagotable, vaga el amor de vena en vena;
no quisiera perturbar con un vano lamento
el eterno abrazo de la tierra y los muertos.

VII

Nunca sabrás que tu alma viaja
dulcemente refugiada en el fondo de mi corazón,
y que nada, ni el tiempo ni la edad ni otros amores,
impedirá que hayas existido.

Ahora la belleza del mundo toma tu rostro,
se alimenta de tu dulzura y se engalana con tu claridad.
El lago pensativo al fondo del paisaje
me vuelve a hablar de tu serenidad.

Los caminos que seguiste, hoy me señalan el mío,
aunque jamás sabrás que te llevo conmigo
como una lámpara de oro para alumbrarme el camino

Ni que tu voz aún traspasa mi alma.
Suave antorcha tus rayos, dulce hoguera tu espíritu;
aún vives un poco porque yo te sobrevivo.

Fuente: http://www.materialdelectura.unam.mx/



sábado, 24 de diciembre de 2022

"NOCHEBUENA". Un microrrelato de Eduardo Galeano en "El libro de los abrazos"

Fernando Silva dirige el hospital de niños, en Managua.

En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar. Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo quedaba en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón: se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba detrás. En la penumbra, lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedía permiso.

Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano:

–Decile a… –susurró el niño–. Decile a alguien, que yo estoy aquí.


viernes, 23 de diciembre de 2022

NUEVA SESIÓN DE TERTULIA LITERARIA DIALÓGICA EN LA FUNDACIÓN PEÑASCAL-BOLUETA

Ayer, jueves 22 de diciembre, tuvimos una nueva sesión de Lectura Dialógica Compartida en la Fundación Peñascal de Bilbao. En este caso el tema sobre el que compartimos lecturas, palabras y sentimientos fue el de la DISCAPACIDAD.

El material que utilizamos fue el siguiente:

- Artículos:
El muro educativo para los alumnos con discapacidad: “En lo que menos tiempo inviertes es en estudiar”, por Ana Cristina Basantes

- Álbum ilustrado:
"El cazo de Lorenzo", Isabelle Carrier
"El cazo de Lorenzo" con comentarios, Isabelle Carrier

- Poema:
"Dis-capacidad". Felipe Mateos

- Cuento:
"Harrison Bergeron", cuento distópico de Kurt Vonnegut,

- Vídeos:
"Cuerdas"
"Jesús Vidal" (Aprovecharon para ver la película "Campeones")


Como en ocasiones anteriores, el material fue trabajado con anterioridad, dejando para la sesión el compartir dialógico de lo que les había suscitado la lectura o la visión de aquellos materiales. Y he de reconocer que el diálogo fue, además de fructífero, muy animado. Creo que cada vez se interviene más y que la capacidad de argumentación y de escucha va aumentando. Y con esto nos despedimos hasta enero, donde tendremos una nueva sesión.

miércoles, 21 de diciembre de 2022

"LLEGÓ LA TARDE ¡TERCERA EDAD!" Un poema de la nicaragüense Leda Fuertes de Casanova

¡Tercera edad!
¡Que linda frase!
Aquí no hay viejos
solo, nos llegó la tarde:
Una tarde cargada de experiencia,
experiencia para dar consejos.
Aquí no hay viejos
solo nos llegó la tarde.
Viejo es el mar y se agiganta.
Viejo es el sol y nos calienta.
Vieja es la luna y nos alumbra.
Vieja es la tierra y nos da vida.
Viejo es el amor y nos alienta.
Así que aquí no hay viejos
solo nos llegó la tarde.
Somos seres llenos de saber.
Graduados en la escuela
de la vida y del tiempo
que nos dio el postgrado.
Subimos al árbol de la vida,
cortamos los mejores frutos.
Son esos frutos nuestros hijos
que cuidamos con paciencia.
que hoy se revierte en paciencia y amor.
Así que aquí no hay viejos,
solo nos llegó la tarde.
Fueron niños, son hombres, serán viejos.
La mañana vendrá y llegará la tarde
y ellos también darán consejos.
Aquí no hay viejos
solo nos llegó la tarde.
Joven: si en tu caminar encuentras
seres de andar pausado,
de miradas serenas y cariñosas,
de piel rugosa, de manos temblorosas,
no los ignores, ayúdalos,
protégelos, ampáralos.
Bríndales tu mano amiga,
tu cariño.
Toma en cuenta que un día,
también a ti, te llegará la tarde.

 

martes, 20 de diciembre de 2022

"EL REGALO DE LOS REYES MAGOS". Un cuento de O. Henry

Un dólar y ochenta y siete centavos. Eso era todo. Y setenta centavos estaban en céntimos. Céntimos ahorrados, uno por uno, discutiendo con el almacenero y el verdulero y el carnicero hasta que las mejillas de uno se ponían rojas de vergüenza ante la silenciosa acusación de avaricia que implicaba un regateo tan obstinado. Delia los contó tres veces. Un dólar y ochenta y siete centavos. Y al día siguiente era Navidad.

Evidentemente no había nada que hacer fuera de echarse al miserable lecho y llorar. Y Delia lo hizo. Lo que conduce a la reflexión moral de que la vida se compone de sollozos, lloriqueos y sonrisas, con predominio de los lloriqueos.

Mientras la dueña de casa se va calmando, pasando de la primera a la segunda etapa, echemos una mirada a su hogar, uno de esos departamentos de ocho dólares a la semana. No era exactamente un lugar para alojar mendigos, pero ciertamente la policía lo habría descrito como tal.

Abajo, en la entrada, había un buzón al cual no llegaba carta alguna, Y un timbre eléctrico al cual no se acercaría jamás un dedo mortal. También pertenecía al departamento una tarjeta con el nombre de “Señor James Dillingham Young”.

La palabra “Dillingham” había llegado hasta allí volando en la brisa de un anterior período de prosperidad de su dueño, cuando ganaba treinta dólares semanales. Pero ahora que sus entradas habían bajado a veinte dólares, las letras de “Dillingham” se veían borrosas, como si estuvieran pensando seriamente en reducirse a una modesta y humilde “D”. Pero cuando el señor James Dillingham Young llegaba a su casa y subía a su departamento, le decían “Jim” y era cariñosamente abrazado por la señora Delia Dillingham Young, a quien hemos presentado al lector como Delia. Todo lo cual está muy bien.

Delia dejó de llorar y se empolvó las mejillas con el cisne de plumas. Se quedó de pie junto a la ventana y miró hacia afuera, apenada, y vio un gato gris que caminaba sobre una verja gris en un patio gris. Al día siguiente era Navidad y ella tenía solamente un dólar y ochenta y siete centavos para comprarle un regalo a Jim. Había estado ahorrando cada centavo, mes a mes, y éste era el resultado. Con veinte dólares a la semana no se va muy lejos. Los gastos habían sido mayores de lo que había calculado. Siempre lo eran. Sólo un dólar con ochenta y siete centavos para comprar un regalo a Jim. Su Jim. Había pasado muchas horas felices imaginando algo bonito para él. Algo fino y especial y de calidad -algo que tuviera justamente ese mínimo de condiciones para que fuera digno de pertenecer a Jim. Entre las ventanas de la habitación había un espejo de cuerpo entero. Quizás alguna vez hayan visto ustedes un espejo de cuerpo entero en un departamento de ocho dólares. Una persona muy delgada y ágil podría, al mirarse en él, tener su imagen rápida y en franjas longitudinales. Como Delia era esbelta, lo hacía con absoluto dominio técnico. De repente se alejó de la ventana y se paró ante el espejo. Sus ojos brillaban intensamente, pero su rostro perdió su color antes de veinte segundos. Soltó con urgencia su cabellera y la dejó caer cuan larga era. CONTINUAR LEYENDO


lunes, 19 de diciembre de 2022

El derecho a ser feliz. Un gran artículo de Graciela Cabal.

¿Por qué este título? Ocurre que mi idea de felicidad estuvo en mi infancia –y está todavía- absolutamente ligada a la lectura, a los libros. Yo también “me figuraba el paraíso bajo la especie de una biblioteca”. Y usé –y uso- los libros, la literatura, como huida, como escudo contra los miedos y desconsuelos.

La niña diminuta que se protegía del frío con un pétalo de rosa; las chicas March, regalando su desayuno de Navidad; el barco de polvo de oro de Peter Pan que yo veía, veía, navegar en el cielo cada vez que me asomaba a la ventanita del altillo de mis abuelos… Y después, más tarde, Remedios, la bella, llevada por un viento irreparable entre el blanco aleteo de sábanas con olor a sol… Puertas a un mundo donde todo es posible: muchachas harapientas que se convierten en reinas, sapos que en verdad son príncipes, el vertiginoso espectáculo del universo encerrado en una pequeñísima esfera tornasolada…

Además sucede que, desde hace tiempo, el tema de la felicidad –y no me refiero sólo a la felicidad que pueden proporcionar los libros- me preocupa y hasta me obsesiona. Es decir, lo que me preocupa es la ausencia de felicidad. Y estoy pensando en mi país, y sobre todo en mi ciudad, Buenos Aires. Qué poca felicidad se respira en Buenos Aires. Cuánta desesperanza.

Al hablar de felicidad me refiero a la de todos, pero especialmente a la de los chicos. Al derecho que los chicos tienen a ser felices. Felices porque sí, con esa dicha revientacorazones de la infancia.

Se ha dicho que cuando uno es muy pequeño comparte la felicidad de los animales, que ignoran la muerte.

“En el tiempo que festejaban mi cumpleaños”, dirá Pessoa, “yo era feliz y nadie estaba muerto”. 

El derecho a ser feliz…¿Está escrito ese derecho, bien clarito, en algún lado?

Es cierto que vendría a ser como un resumen de todos los otros derechos. Pero yo, por si acaso, lo preferiría con un número, el 1, y con unas letras grandes y fosforescentes. Para que nadie se haga el distraído. Para que nadie se piense que la felicidad es cosa de ricos (y los ricos son pocos). Y que para los pobres (y los pobres son muchos) la felicidad es un lujo. O un pecado. O algo del más allá. 

“La infancia es el lugar donde suceden todas las cosas, y suceden de una vez y para siempre, decía Cesare Pavese.

Ahora, yo me pregunto: ¿a los chicos, a nuestros chicos, les está sucediendo la felicidad?

Una de las cosas que pasan de una vez y para siempre en la infancia, son los primeros encuentros con los libros. De ahí la importancia de la calidad de esos primeros encuentros, de esas primeras escenas de lectura de las que, con frecuencia, hablan los escritores en sus libros y que suelen ser vividas como verdaderos deslumbramientos gozosos. ¿Acceden los chicos, nuestros chicos, a esa clase de felicidad?

Difícil hablar de la felicidad de los chicos cuando sabemos que, en el mundo, la mayoría de los chicos son pobres y la mayoría de los pobres son chicos. Que las víctimas primeras de cualquier desgracia, natural o inventada por los hombres, son los chicos.

Difícil hablar de la felicidad de los chicos cuando tantos chicos se han quedado sin oreja que los escuche (esa oreja verde y joven de la que hablaba Gianni Rodari) . Y que de tanto no tener ninguna oreja amiga, muchos chicos se han quedado también sin relato (cada vida es un relato), sin palabras. Y qué peligro cuando alguien se queda sin palabras. Porque son las adicciones las que pasan a ocupar el lugar de las palabras (adicto significa: no dicho).

Difícil hablar de la felicidad de los chicos aquí y ahora, frente al escándalo de chicos sin techo, sin comida, sin escuela, sin hospital, sin agua potable. Escándalo y vergüenza de una sociedad que parece estar suicidándose como nación.

Claro que la felicidad de los chicos es cosa de los grandes. ¿Y es posible para un grande con hambre y sin trabajo, y que se esconde porque no ha podido, piensa, proteger a los suyos de tanta desdicha, es posible, digo, enseñarle a un chico a ser feliz? En una sociedad donde no se valore sino lo que puede justificarse desde el punto de vista de la eficacia, “la causa de los niños”, como decía Françoise Dolto, “está tan mal defendida”.

¿Será que Dios se cansó de los hombres? (de los chicos, no: de los chicos nunca se cansa Dios. Y de las mujeres se cansa, pero poco). ¿Será que Dios, que estaba mirando hacia abajo con su catalejo divino para ver cómo andaban las cosas, justo tuvo la ocurrencia de enfocar el país de nosotros y lo que vio lo hizo enojar y nos retiró su amistad? Hace tanto tiempo que no se aparece por acá el arco iris, que es la señal de amistad de Dios, como cualquiera sabe…

No. La culpa de esto no la tiene Dios. Tampoco la tenemos todos, como gustan tranquilizarse algunos. La culpa la tienen los mandamases de turno que mueven las fichas para que cada vez haya menos ricos más ricos y más pobres bien pobres. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 18 de diciembre de 2022

"ODA AL DÍA FELIZ". Un poema de Pablo Neruda

ESTA vez dejadme
ser feliz,
nada ha pasado a nadie,
no estoy en parte alguna,
sucede solamente
que soy feliz
por los cuatro costados
del corazón, andando,
durmiendo o escribiendo.
Qué voy a hacerle, soy
feliz.
Soy más innumerable
que el pasto
en las praderas,
siento la piel como un árbol rugoso
y el agua abajo,
los pájaros arriba,
el mar como un anillo
en mi cintura,
hecha de pan y piedra la tierra
el aire canta como una guitarra.

Tú a mi lado en la arena
eres arena,
tú cantas y eres canto,
el mundo
es hoy mi alma,
canto y arena,
el mundo
es hoy tu boca,
dejadme
en tu boca y en la arena
ser feliz,
ser feliz porque sí, porque respiro
y porque tú respiras,
ser feliz porque toco
tu rodilla
y es como si tocara
la piel azul del cielo
y su frescura.

Hoy dejadme
a mí solo
ser feliz,
con todos o sin todos,
ser feliz
con el pasto
y la arena,
ser feliz
con el aire y la tierra,
ser feliz,
contigo, con tu boca,
ser feliz.

viernes, 16 de diciembre de 2022

"LA LITERATURA, ¿UN PLACER?". Un artículo de Iñaki Domínguez publicado en Ethic el 5 de diciembre de 2022

La visión del filósofo Adorno era clara: si un producto artístico procuraba placer, este debía ser necesariamente malo. Nietzsche, en cambio opinaba exactamente lo contrario, llegando a afirmar que «hay espíritus que enturbian sus aguas para hacerlas parecer profundas». ¿Debemos, entonces, guiarnos por el placer al elegir nuestros libros?

Existe una forma de interpretar el arte (y no solo el arte) que tiende a considerar toda obra entretenida o placentera como necesariamente mala. Una perspectiva que entiende que toda obra literaria de alta calidad debe ser necesariamente pesada y poco «divertida». Esta es la visión que tendría un maestro en estética como Adorno, así como un gran novelista como Norman Mailer. Y no cabe duda que el discurso artístico se ha visto imbuido de tal principio, muy especialmente desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, estableciendo un cisma radical entre el arte popular (o de masas) y toda producción de alta cultura, dirigida a minorías selectas, sutiles y sumamente refinadas. Los seguidores de Adorno entendían que un producto artístico que aportaba placer era necesariamente malo, ya que su función era meramente hedónica y atendía a necesidades humanas superficiales (y que, por tanto, la hacía carente de un discurso profundo). Según afirmó Adorno en una frase lapidaria: «Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie»; para el filósofo, de un mundo injusto y brutal solo habrían de surgir formas artísticas coherentes con tal realidad.

Pero semejante fórmula parece contraria a las evidencias empíricas. ¿Es Nietzsche un mal filósofo por el hecho de escribir bien y de modo claro, al tiempo que sus libros son leídos con placer por ingentes números de lectores? ¿Es El Quijote de Cervantes una mala obra de arte por el hecho de divertir al lector y ser hilarante por momentos? En ambos casos, la respuesta parece más que obvia: se trata de creadores de obras literarias incuestionables y capaces de proporcionar un profundo placer a los consumidores de las mismas.

Por otro lado, es evidente que un libro mainstream puede resultar atractivo a muchos lectores a pesar de ser malo, insustancial e incluso absurdo. Los ejemplos son innumerables, constituyendo de hecho gran parte de los libros incluidos en las listas de best sellers. No es accidental: en muchos casos, editores y agentes literarios animan a escritores a que simplifiquen su discurso al máximo con la intención de que su producción literaria llegue a un mayor número de personas. Una simplificación que puede tener efectos profundamente nocivos sobre el producto final, que habrá de prescindir de sutilezas varias que para muchos consumidores resultarían confusas o difíciles de entender.

No obstante, puede que el error sea sencillamente no concebir la lectura como un placer. Así lo defendía el propio Borges en 1979. Para él, hedonismo y arte no estaban reñidos: «Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo; aunque ese libro sea el Paraíso Perdido o el Quijote. Si hay un libro tedioso para ustedes, no lo lean; ese libro no ha sido escrito para ustedes. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad».

Cuanto peor, ¿mejor literatura?

Suele ser habitual que ciertos creadores confundan la realización de «arte pesado» con la posesión de talento o la producción de obras de alta calidad: como a menudo los discursos inteligentes son difíciles de comprender, una persona sin especial talento puede tratar de desarrollar un discurso poco claro con la intención de apropiarse de modo ilegítimo de una dignidad como artista, músico o pensador de gran nivel. Tal fenómeno ha tenido lugar por lo menos desde principios del siglo XIX, como ocurrió en el caso del idealismo alemán o los filósofos posmodernos del siguiente siglo en Francia, pero también ocurre en el caso del arte contemporáneo, la música experimental o parte del cine de autor. Aburrir intencionalmente al consumidor de una producción artística o mover mucho la cámara durante la filmación de una película no convierte automáticamente al sujeto en cuestión en alguien inteligente o rebosante de talento. Que un producto sea difícil de digerir no lo vuelve de forma inmediata en una gran obra. Tal enfoque respondería tan solo a un manierismo –un estilo surgido en el siglo XVI y caracterizado por la abundancia de formas difíciles y poco naturales–, a un juego meramente formal al alcance de cualquiera.

Tal como señaló Schelling en la primera parte del siglo XIX, los filósofos alemanes «se habían alejado poco a poco, cada vez más, de lo que es generalmente inteligible, […] y este alejamiento llegó a convertirse por fin casi en la medida de su talento filosófico». O lo que es sostenido habitualmente: un filósofo parece más estimado, en ocasiones, cuanto más difícil resulta de comprender. Como es natural, cualquier persona, talentosa o no, puede escribir de modo incomprensible. Cuando una forma de escritura resulta incomprensible para el lector, esta se deberá a un defecto no de aquel que mira, sino de aquel que produce dicho texto. Así, Hegel llegó a decir en referencia a la complicada terminología kantiana, que «muchas personas consiguen adueñarse de este lenguaje, y entonces el secreto se descubre: detrás de ese espantajo se ocultan pensamientos muy vulgares».

Decía Nietzsche que las almas profundas buscan la luz, mientras «hay espíritus que enturbian sus aguas para hacerlas parecer profundas». Una cita que sintetiza perfectamente el núcleo de esta cuestión: no por mucho dificultar el discurso es mejor una obra, sino precisamente al revés (siempre y cuando no se vea degradado su contenido). Y, por supuesto, esto no la vuelve peor, sino al revés: más disfrutable (o, si se prefiere, más placentera).

domingo, 11 de diciembre de 2022

"VEO UNA VOZ: VIAJE AL MUNDO DE LOS SORDOS". Oliver Sacks


Con su pasión y curiosidad habituales, Oliver Sacks se interna en el insondable silencio de los sordos profundos, de aquellos que han nacido sin uno de los sentidos básicos para el conocimiento, para la articulación del lenguaje y, por ende, del pensamiento. Pero este viaje al país del silencio, como todos los que emprende Sacks, será una jornada llena de descubrimientos. Y el lector conocerá así la historia de los sordos, los estragos que han causado los «oralistas», los defensores del lenguaje oral frente al de señas, y sabrá de la existencia de una comunidad que existió durante más de dos siglos en Martha's Vineyard, Massachusetts , y en la que había una forma de sordera hereditaria y todos aprendieron a hablar por señas. Y así, los que podríamos oír eran «bilingües», y podríamos pensar y hablar de viva voz y también en el lenguaje de señas, y había un intercambio libre y pleno entre oyentes y sordos. Porque, para el autor, el lenguaje de señas no es una mera traducción de las lenguas habladas, sino un idioma único y alternativo, tan complejo, tan rico y tan efectivo para el pensamiento y la transmisión de la cultura como las diferentes lenguas de los oyentes Una obra hermosa y conmovedora, un viaje fascinante al corazón de una tierra muy extraña y una provocativa meditación sobre la comunicación, la biología y la cultura.


sábado, 10 de diciembre de 2022

"A LA MUERTE". Un poema de la portuguesa Florbela Espanca


Muerte, mi Señora y Dueña Muerte,
tu abrazo, ¡debe ser tan bueno!
Lánguido y dulce como un dulce lazo
y como una raíz, sereno y fuerte.

No hay mal que no sane o no conforte
tu mano que nos guía paso a paso,
en ti, dentro de ti, en tu regazo
no hay triste destino ni mala suerte.

Doña Muerte de los ojos de terciopelo,
¡Cierra mis ojos que ya todo lo vieron!
¡Sujeta mis alas que ya volaron tanto!

Vine de la Moirama, soy hija de rey,
mal hada me encantó y aquí quedé
A tu espera… ¡quiebra el encantamiento!

jueves, 8 de diciembre de 2022

"SABER VIVIR". Un poema de la brasileña Cora Coralina


Saber Vivir

No sé... si la vida es corta
o demasiado larga para nosotros.
 Mas sé que nada de lo que vivimos
tiene sentido, si no tocamos el corazón
de las personas.
Muchas veces basta ser:
regazo que acoge,
brazo que envuelve,
palabra que conforta,
silencio que respeta,
alegría que contagia,
lágrima que corre,
mirada que acaricia,
deseo que sacia,
amor que motiva.
Y eso no es cosa de otro mundo,
es lo que da sentido a la vida,
es lo que hace que ella
no sea ni corta, ni demasiado larga,
sino que sea intensa,
verdadera, pura.... mientras dure.



miércoles, 7 de diciembre de 2022

"GABRIELA MISTRAL PARA NIÑOS. CANCIONES, RONDAS Y JUEGOS".

La escritora chilena Gabriela Mistral nació en 1889 y desde muy joven su ocupación fue dar la luz de la palabra a los niños que quisieran aprender a leer y escribir. Muchos años esa fue su labor en su pequeño pueblo natal y en diferentes pueblos y ciudades de Chile, su país; fue una labor difícil y humilde, como lo es toda siembra, y a ello se entregó con amorosa dedicación.

Ella fue la maestra de muchas niñas y muchos niños a los que les leía y les platicaba de las cosas del mundo. Seguramente cada día sus palabras alimentaban la imaginación de esos pequeños y les ayudaban a entender poco a poquito, todo lo que veían a su alrededor; desde la montaña conocida, hasta la barranca o el mar lejano; desde las aves hasta las piedrecitas del camino por el que la gente iba y venía, con sus alegrías o
tristezas. Y mientras esta maestra enseñaba a sus niños a leer el mundo, iba ella misma escribiendo poemas en los que había recuerdos y dolor, así como otros en los que había felicidad y celebración por lo pequeño.

Así logró reunir un conjunto de poemas dedicados a los niños y al mundo que los rodea, que publicó en un librito llamado Ternura, en 1924. De ese libro, hemos tomado una selección para integrar la edición conmemorativa que ahora presentamos, con motivo del 50 aniversario luctuoso de esta autora, única mujer latinoamericana cuya obra ha sido reconocida con el Premio Nobel de Literatura.

Lo podéis descargar pulsando en el este ENLACE

martes, 6 de diciembre de 2022

"APÁGAME LOS OJOS". Un poema de Rainer María Rilke

 

Apágame los ojos y te seguiré viendo,
cierra mis oídos, y te seguiré oyendo,
sin pies te seguiré,
sin boca continuaré invocándote.
Arráncame los brazos, te estrechará
mi corazón, como una mano.
Párame el corazón, y latirá mi mente.
Lanza mi mente al fuego
y seguiré llevándote en la sangre

lunes, 5 de diciembre de 2022

"LA CIUDAD". Un poema de Constantino Cavafis

Dices: “Iré a otra tierra, hacia otro mar,
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo los ojos solo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí”.

No hallarás otra tierra ni otro mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad es siempre la misma. Otra no busques -no la hay-
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.

domingo, 4 de diciembre de 2022

"UN VELERO BERGANTÍN". EN DEFENSA DE LA LITERATURA". Un libro de Luis García Montero

Acabo de leer este libro y no puedo dejar de recomendároslo. Me ha encantado cómo une Literatura en general, y la Poesía en particular, con el momento socioeconómico que vivimos. Leyendo sus páginas me he introducido con más profundidad en la Poesía y he ido descubriendo su valor para la lectura del mundo en clave democrática. Comulgo con las palabras que aparecen en la contraportada en las que se cataloga este ensayo como una reivindicación de la experiencia literaria y de la enseñanza de la literatura. Haciendo hincapié en que la imaginación moral que se cultiva en los libros es fundamental para que una educación democrática llegue a buen puerto. En esta obra el autor mezcla la confesión íntima como lector y escritor con las consideraciones críticas sobre los vínculos que unen los proceso de la literatura y de la sociedad.

Y en palabras del autor: "Es decir, que en el momento en que no soplan vientos favorables para las Humanidades; cuando los sistemas educativos parecen orientarse en la dirección de un pragmatismo romo; cuando lo monetario y lo mercantil se convierten en valores absolutos para la sociedad y quienes la dirigen, los que hemos tomado en su día la decisión de convertir en trabajo aquella identificación estética con los textos literarios y los estudiantes que nos secundan tenemos la obligación de defender la idea de que la Literatura constituye un instrumento imprescindible para la formación de los ciudadanos en múltiples aspectos".

viernes, 2 de diciembre de 2022

Con los delfines. Un cuento de Mario Benedetti relacionado con los hijos e hijas de personas desaparecidas durante la dictadura argentina

María Eugenia: Creo que comprenderás por qué no inicio esta carta con querida mamá, como cuando lo hacía desde la lejanía de mis antiguas vacaciones. A esta altura, vos y yo sabemos (vos lo supiste siempre; yo, tan sólo hace tres años) que no sos mi mamá, como tampoco Pedro Luis era mi padre. Ahora que él murió, me da un poco de pena saber que has quedado irremediablemente sola. Pero mucha más pena me dan mis padres verdaderos. Sé de buena fuente, como vox, que desde un avión los arrojaron al mar y que los arrojaron vivos. Ahora es casi imposible que alguien pueda demostrar que sí o que no, pero yo me inclino a creer que sí, ya que la comprobada saña de los amigos de Pedro Luis, aunque todavía nos desconcierte y nos repugne, fue algo real. Durante el primer año de mi llegada a la casa de mis abuelos, todavía a veces soñaba contigo y con él, y no podía evitar un último estremecimiento de cariño. Entonces no sabía toda la verdad. Pero ahora, cuando Pedro Luis se me aparece en sueños, me despierto en plena náusea y casi siempre tengo que ir al baño a vomitar. Contigo es un poco distinto, ya que en cierto modo también fuiste víctima: te metieron en el escarnio sin molestarse en pedir tu consentimiento. CONTINUAR LEYENDO

jueves, 1 de diciembre de 2022

"QUÉ PASEO DE NOCHE...". Un poema de Pedro Salinas

¡Qué paseo de noche
con tu ausencia a mi lado!
Me acompaña el sentir
que no vienes conmigo.
Los espejos, el agua
se creen que voy solo;
se lo creen los ojos.
Sirenas de los cielos
aún chorreando estrellas,
tiernas muchachas lánguidas,
que salen de automóviles,
me llaman. No las oigo.
Aún tengo en el oído
tu voz, cuando me dijo:
No te vayas”. Y ellas,
tus tres palabras últimas,
van hablando conmigo
sin cesar, me contestan
a lo que preguntó
mi vida el primer día.
Espectros, sombras, sueños,
amores de otra vez,
de mí compadecidos,
quieren venir conmigo,
van a darme la mano.
Pero notan de pronto
que yo llevo estrechada,
cálida, viva, tierna,
la forma de una mano
palpitando en la mía.
La que tú me tendiste
al decir: “No te vayas”.
Se van, se marchan ellos,
los espectros, las sombras,
atónitos de ver
que no me dejan solo.
Y entonces la alta noche,
la oscuridad, el frío,
engañados también,
me vienen a besar.
No pueden; otro beso
se interpone en mis labios.
No se marcha de allí,
no se irá. El que me diste,
mirándome a los ojos
cuando yo me marché,
diciendo: “No te vayas”.