jueves, 28 de marzo de 2019

2 de abril: Día Internacional del Libro Infantil / Haur Liburuaren Nazioarteko Eguna

Desde 1967, el 2 de abril, coincidiendo con la fecha del nacimiento del escritor danés Hans Christian Andersen, el IBBY promueve la celebración del Día Internacional del Libro Infantil con el fin de promocionar los buenos libros infantiles y juveniles y la lectura entre los más jóvenes.

Cada año una Sección Nacional tiene la oportunidad de ser la patrocinadora internacional del Día del Libro Infantil y selecciona un escritor/a representativo y a un reconocido ilustrador/a de su país para que elaboren el mensaje dirigido a todos os niños del mundo y el cartel que se distribuye por todo el mundo, y se promueva la celebración en las bibliotecas, centros escolares, librerías, etc.

Este año le corresponde a la sección de Lituania (en 2018 fue Letonia), que difunde el mensaje y la ilustración de Kęstutis Kasparavičius (1954), algunos de cuyos libros ha publicado en español Fondo de Cultura Económica y Thule.


LOS LIBROS INSPIRAN PAUSA

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"¡Voy con prisa!", "¡No tengo tiempo!", "¡Adiós!"... Expresiones semejantes pueden oírse quizá a diario, no solo en Lituania -en el centro mismo de Europa-, sino en muchas partes del mundo. Y con frecuencia parecida se oye decir que vivimos en la edad de la abundancia de información, la prisa y la precipitación.
Sin embargo, tomas un libro entre las manos y, de alguna manera, te sientes distinto. Y es que los libros tienen una estupenda cualidad: te inspiran serenidad. Con un libro abierto y sumergido en sus tranquilas profundidades, ya no temes que todo te pase de lado a toda velocidad, sin llegar a apreciar nada. Empiezas a creer que no será preciso lanzarse como loco a tareas de dudosa urgencia. En un libro todo sucede sigilosamente, en orden y según una secuencia. ¿Será tal vez porque sus páginas están numeradas y las hojas al pasar crujen tranquilamente y con un suave efecto relajante? En un libro los acontecimientos pasados se encuentran plácidamente con los que han de venir.
El mundo del libro es muy abierto; su realidad sale al encuentro amistoso con el ingenio y la fantasía, y a veces ya no sabes muy bien dónde -si en un libro o en la vida- has notado de qué manera tan bella caen al derretirse las gotas del tejado nevado, o de qué forma tan encantadora cubre el musgo la cerca del vecino. ¿Ha sido en un libro o en la realidad donde has experimentado que las bayas del serbal no son sólo bellas, sino amargas? ¿Acaso sucedió en el mundo de los libros, o de verdad estabas tumbado sobre la hierba en verano, y después sentado con las piernas cruzadas, contemplando las nubes que surcaban el cielo?
Los libros ayudan a no acelerarse, enseñan a observar; los libros invitan, incluso obligan a acomodarse, pues casi siempre los leemos sentados, poniéndolos en la mesa o en el regazo, ¿no es así?
¿Y acaso no habéis experimentado otra maravilla: que cuando leéis un libro, el libro os lee a vosotros? Sí, sí, los libros también saben leer. Os leen la frente, las cejas, las comisuras de los labios, que ahora suben, ahora bajan; sobre todo, por supuesto, os leen los ojos. Y por los ojos entienden... adivinan... Bueno, ¡vosotros mismos sabéis qué!
No tengo duda de que a los libros les parece muy interesante estar sobre vuestro regazo, pues una persona que lee – sea niño o adulto – solo por eso ya es bastante más interesante que la que se resiste a tomar un libro entre las manos, que la que -siempre con prisa- no llega a sentarse y no tiene tiempo de fijarse en casi nada. Este es mi deseo para todos en el día internacional del libro infantil: ¡Que existan libros interesantes para los lectores y lectores interesantes para los libros!

Escrito por Kęstutis Kasparavičius
Ilustrado por Kęstutis Kasparavičius
Traducido del lituano por Carmen Caro Dugo


LIBURUAK LASAIAGO BIZITZEKO
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Presaka nabil! ... Ez dut astirik! ... Agur! ... Ia egunero entzuten ditugu horrelakoak, Europaren erdi-erdian dagoen Lituanian ez ezik, munduko beste leku askotan ere bai. Eta ez gutxiagotan, entzuten dugu informazio-gainkarga, presa eta zalapartaren aroan bizi garela. 
Baina liburu bat hartzen baduzu eskuetan, berehala igarriko duzu aldaketa. Badirudi liburuek berezitasun zoragarri hauxe dutela: erritmoa mantsotzen laguntzea. Liburua zabaldu eta bere sakonera lasaietan murgildu orduko, ez zara beldur ez ote zaizun dena ziztu bizian igaroko, zoratzeko abiadan, ezer ikusteko aukerarik gabe. Bat-batean, hasten zara sinesten ez daukazula deabruak hartuta bezala ihesi joan beharrik presako baina garrantzi gutxiko lan bat egitera. Liburuetan gauzak isil eta bare gertatzen dira eta zehatz antolaturiko hurrenkeran. Agian bere orrialdeak zenbakiturik daudelako, beharbada orriek leun eta lasaigarriki xuxurla egiten dutelako zuk pasa ahala. Liburuetan, iraganeko gertaerak lasai elkartzen dira oraindik gertakizun direnekin. 
Liburu baten unibertsoa zabal-zabala da; liburuak pozik batzen du errealitatea irudimen eta fantasiarekin. Eta batzuetan galdetzen diozu zeure buruari ea liburu batean ala bizitzan ohartu zinen zelako edertasunez erortzen zen teilatutik tantaka elur urtua, edo zein atsegina den begietarako auzokoaren harresia goroldioz estalia. Liburutik ala errealitatetik dakizu zuk otsalizarraren baiak ederrak ez ezik mikatzak ere badirela? Liburu batean ala errealitatean egon zinen udan belarretan etzanda, edo eserita zangoak gurutzaturik, zerua zeharkatzen zuten hodeiei begira? 
Liburuek presaka ez ibiltzen laguntzen digute, gauzei erreparatzen irakasten digute, eta aldi batez esertzera gonbidatzen, edo behartzen, gaituzte. Normalean eserita irakurtzen dugu, liburua mahai gainean edo eskuetan dugula, ezta?
Eta esperimentatu al duzu beste mirari bat, hots, zuk liburu bat irakurtzen duzunean, liburuak zu irakurtzen zaituela? Bai, noski, liburuek irakurri egin dezakete. Liburuek zure bekokia, bekainak, ezpain-ertzak irakurtzen dituzte hauek gora eta behera dabiltzanean, baina, lehenik eta batez ere, liburuek zure begiak irakurtzen dituzte. Eta zure begietara so eginez, beraiek ikusten dute… Tira, zuk badakizu zer! 
Ziur naiz liburuak sekula ez direla aspertzen zuen eskuetan daudenean. Irakurriz gozatzen duen norbait, haurra nahiz heldua, askoz interesgarriagoa da liburuak axola ez zaizkiona, beti erlojuaren kontra dabilena, sekula esertzeko astirik ez duena edo bere inguruko gauza askoz ohartzen ez dena baino. 
Haur Liburuaren Nazioarteko Egunean, hauxe da nire desira gu guztiontzat: egon daitezela liburu interesgarriak irakurleentzat eta irakurle interesgarriak liburuentzat!

Kęstutis Kasparavičius-ek lituanieraz idatzi eta irudiztatua, Daina Valentinavičienė-k ingelesez emana eta Iñaki Mendigurenek ingelesetik euskaratua.

La mujer del capataz, un cuento la autora argentina Selva Amada.

Sentados uno a cada lado de la cama matrimonial, Jana Rietter y yo velamos al herido. La luz amarilla de la lámpara a querosén le da un aspecto fantasmal a la habitación. Pese a los grandes ventanales de la casa abiertos de par en par, el calor sigue siendo insoportable en la medianoche. Siento la camisa empapada de sudor en la espalda y el pecho.

De a ratos, Rietter se mueve, dice cosas ininteligibles con voz pastosa y gutural, como si las palabras salieran del fondo de un pozo. Entonces ella se inclina un poco sobre él y le pone un paño recién humedecido en la frente. Eso lo calma.

La penumbra me permite mirarla sin quedar en evidencia.

Jana tiene cara de pájaro: ojos pequeños, redondos, un poco separados entre sí, brillantes; boca chica y labios finos; cuello largo. De haber sido un pájaro no hubiera sido uno demasiado bello, el color de su pelo es de un amarillo apagado y tiene la voz un poco ronca. En cambio, como mujer es bonita. Con una belleza un tanto excéntrica, es cierto: hay que acostumbrarse a verla para encontrarla linda. Seguramente porque es muy distinta a las mujeres de por acá.

La primera vez que la vi me resultó indiferente y recuerdo que me alegré de que fuera así: pensé que era mejor para ella, para el marido y para todos. Una mujer apetitosa en un ambiente puramente masculino a la larga solo trae disgustos.

De tanto en tanto ella me mira y sonríe. Supongo que es su manera de agradecerme que permanezca a su lado. O al de su esposo.

Debajo de las vendas sucias de sangre y permanganato, a la altura del muslo, la pierna de Rietter es un amasijo de carne y tejidos rotos. Debe dolerle mucho. Si no se hubiese tomado una botella entera de whisky, estaría en un solo grito. Sin embargo, no nos ha permitido llamar al médico. No hay que armar tanto alboroto, dijo.

El alemán Rietter llegó con su esposa hace poco menos de un año para ocupar el puesto de capataz de la maderera. El anterior tuvo un accidente con una de las máquinas. Llevo la contabilidad y manejo a los obreros. Soy la mano derecha de Rietter como lo fui del otro. Fui quien los recibió y los ayudó a acomodarse en la casa que la empresa destina a los capataces. La única casa, pues el resto de los empleados vivimos en unas barracas precarias hechas con madera. CONTINUAR LEYENDO

miércoles, 27 de marzo de 2019

Los gurús digitales crían a sus hijos sin pantallas En Silicon Valley proliferan los colegios sin tabletas ni ordenadores y las niñeras con el móvil prohibido por contrato

La profesora, armada con tizas de colores, suma fracciones en el gran encerado, enmarcado en madera rústica, que cubre la pared frontal de la clase. Los niños de cuarto grado, de 9 y 10 años, hacen sus cuentas en los pupitres con lápiz y cuartillas. El aula está forrada de papeles: mensajes, horarios, trabajos de los alumnos. Ninguno ha salido de una impresora. Nada, ni siquiera los libros de texto, que elaboran los propios niños a mano, ha sido realizado por ordenador. No hay detalle alguno en esta clase que pudiera desentonar en los recuerdos escolares de un adulto que asistió al colegio el siglo pasado. Pero estamos en Palo Alto. El corazón de Silicon Valley. Epicentro de la economía digital. Hábitat de quienes piensan, producen y venden la tecnología que transforma la sociedad del siglo XXI.

Escuelas de medio mundo se esfuerzan por introducir ordenadores, tabletas, pizarras interactivas y otros prodigios tecnológicos. Pero aquí, en el Waldorf of Peninsula, colegio privado donde se educan los hijos de directivos de Apple, Google y otros gigantes tecnológicos que rodean a esta antigua granja en la bahía de San Francisco, no entra una pantalla hasta que llegan a secundaria.

“No creemos en la caja negra, esa idea de que metes algo en una máquina y sale un resultado sin que se comprenda lo que pasa dentro. Si haces un círculo perfecto con un ordenador, pierdes al ser humano tratando de lograr esa perfección. Lo que detona el aprendizaje es la emoción, y son los humanos los que producen esa emoción, no las máquinas. La creatividad es algo esencialmente humano. Si le pones una pantalla a un niño pequeño limitas sus habilidades motoras, su tendencia a expandirse, su capacidad de concentración. No hay muchas certezas en todo esto. Tendremos las respuestas en 15 años, cuando estos niños sean adultos. ¿Pero queremos asumir el riesgo?”, se pregunta Pierre Laurent, padre de tres hijos, ingeniero informático que trabajó en Microsoft, Intel y diversas startups, y ahora preside el patronato del colegio.

ACCEDER AL REPORTAJE COMPLETO DEL INFORME "CRECER CONECTADOS" QUE SE VA A IR PUBLICANDO EN "EL PAÍS".

martes, 26 de marzo de 2019

Sobre la tiranía, un libro del historiador Timothy Sander para arrojar luz sobre lo que el peligro que se cierne sobre la democracia.

La historia no se repite, pero sí alecciona. Tanto el nazismo como el comunismo fueron reacciones a la globalización: a las desigualdades reales o imaginadas que creaba, y a la aparente impotencia de las democracias para afrontarlas. Eran movimientos en los que un líder o un partido decían dar voz al pueblo, prometían protegerlo de las amenazas globales existentes y rechazaban la razón en favor del mito. La historia europea nos muestra que las sociedades pueden quebrarse, las democracias pueden caer, la ética puede venirse abajo y la gente corriente puede encontrarse en situaciones inimaginables. Hoy en día nos resultaría muy útil comprender por qué. 

La historia puede familiarizar y puede servir de advertencia. No somos más sabios que los europeos que vieron cómo la democracia se rendía ante el autoritarismo durante el siglo xx. Pero cuando el orden político parece amenazado, nuestra ventaja es que podemos aprender de su experiencia para impedir el avance de la tiranía. Ahora es un buen momento para hacerlo.

Este libro presenta veinte lecciones que aprender del siglo XX adaptadas a las circunstancias de hoy.


domingo, 24 de marzo de 2019

Ajedrez, un cuento de Kjell Askildsen

El mundo ya no es lo que era. Ahora, por ejemplo, se vive más tiempo. Yo tengo ochenta y muchos, y es poco. Estoy demasiado sano, aunque no tenga razones para estar tan sano. Pero la vida no quiere desprenderse de mí. El que no tiene nada por qué vivir tampoco tiene nada por qué morir.

Tal vez sea ese el motivo.

Un día hace mucho, antes de que mis piernas empezaran a flaquear seriamente, fui a visitar a mi hermano. No lo había visto desde hacía más de tres años, pero seguía viviendo donde fui a visitarlo la última vez.

-Sigues vivo -dijo, aunque él era mayor que yo.

Me había llevado un bocadillo y él me ofreció un vaso de agua.

-La vida es dura -dijo-, no hay quién la aguante.

Yo estaba comiendo y no contesté. No había ido allí a discutir. Acabé el bocadillo y me bebí el agua. Mi hermano miraba fijamente hacia algún punto situado por encima de mi cabeza. Si me hubiera levantado y él no hubiese desviado la mirada antes, se habría quedado mirándome directamente, pero sin duda la habría desviado. Mi hermano no se encontraba a gusto conmigo. O dicho de otro modo, no se encontraba a gusto consigo mismo cuando estaba conmigo. Creo que tenía mala conciencia o, al menos, no buena. Escribió una veintena de novelas muy largas. Yo solo he escrito unas pocas, que además son breves. A él se le considera un escritor bastante bueno, aunque un poco obsceno. Escribe mucho sobre el amor, sobre todo el amor físico, no pregunto dónde lo habrá aprendido.

Mi hermano seguía con la mirada clavada en algún punto situado por encima de mi cabeza, supongo que se sentía en su derecho por las veinte novelas que tenía en sus nalgas fofas. Me estaban entrando ganas de largarme sin decirle el motivo de mi visita, pero pensé que después de la caminata que me había dado sería de tontos, así que le pregunté si le apetecía jugar una partida de ajedrez.

-Eso lleva mucho tiempo -dijo-, y yo ya no tengo mucho tiempo que perder. Podrías haber venido antes.

Debí levantarme y largarme en ese momento, se lo habría merecido, pero soy demasiado cortés y considerado, esa es mi gran debilidad, o una de ellas.

-No lleva más de una hora -dije.

-La partida sí -contestó-, pero a eso habría que añadir la excitación posterior o el cabreo si la perdiera. Mi corazón, sabes, ya no es lo que era. Y el tuyo tampoco, supongo.

No contesté, no tenía ganas de discutir con él sobre mi corazón, así que dije:

-De modo que tienes miedo a morir. Vaya, vaya.

-Tonterías. Lo que pasa es que mi obra aún no está concluida.

Así de pretencioso estuvo, me entraron ganas de vomitar. Yo había dejado el bastón en el suelo, y me agaché a recogerlo, quería que dejara de presumir.

-Cuando morimos, al menos dejamos de contradecirnos -dije, aunque no esperaba que entendiera el sentido de mis palabras. Pero él era demasiado soberbio para preguntar.

-No ha sido mi intención herirte -dijo.

-¿Herirme? -contesté levantando la voz. Era razonable que me irritara-. Me importa un bledo lo poco que he escrito y lo poco que no he escrito.

Me puse de pie y le solté un discurso:

-Cada hora que pasa, el mundo se libra de miles de tontos. Piénsalo. ¿Te has parado alguna vez a pensar en la cantidad de estupidez almacenada que desaparece en el transcurso de un día? Imagínate todos los cerebros que dejan de funcionar, pues es ahí donde se almacena la estupidez. Y sin embargo, todavía queda mucha estupidez, porque algunos la han perpetuado en libros, y así se mantiene viva. Mientras la gente siga leyendo novelas, ciertas novelas de las que tanto abundan, la estupidez seguirá existiendo.

Y añadí, un poco vagamente, lo confieso:

-Por eso he venido a jugar una partida de ajedrez.

Permaneció callado un buen rato, hasta que hice ademán de marcharme, entonces dijo:

-Demasiadas palabras para tan poca cosa. Pero les sacaré partido, las pondré en boca de algún ignorante.

Exactamente así era mi hermano. Por cierto, murió ese mismo día, y no es improbable que me llevara sus últimas palabras, pues me marché sin contestarle, y eso no debió de gustarle nada. Quería tener la última palabra y la tuvo, aunque supongo que habría querido decir algo más. Cuando recuerdo lo que se irritó, me viene a la memoria que los chinos tienen un símbolo en su grafía que representa la muerte por agotamiento en el acto sexual.

Al fin y al cabo éramos hermanos.
FIN

sábado, 23 de marzo de 2019

Llagas de amor, un soneto de Federico García Lorca


Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea.
Esta angustia de cielo, mundo y hora.

Este llanto de sangre que decora
lira sin pulso ya, lúbrica tea.
Este peso del mar que me golpea.
Este alacrán que por mi pecho mora.

Son guirnalda de amor, cama de herido,
donde sin sueño, sueño tu presencia
entre las ruinas de mi pecho hundido.

Y aunque busco la cumbre de prudencia
me da tu corazón valle tendido
con cicuta y pasión de amarga ciencia.

viernes, 22 de marzo de 2019

Mejor el móvil que un libro: así muere la lectura a los 15. Un artículo de PEIO H. RIAÑO publicado en El País.


Los últimos informes desvelan que los adolescentes han dejado de leer una hora a la semana el último año. Los expertos creen que falta voluntad política para solucionar este abandono


En la foto una niña de diez años lee un libro voluminoso. Está tumbada en un sofá y enroscado a sus piernas, su perro. Es una imagen de silencio e intimidad. Es la hija de Paloma Bravo, periodista y autora de la novela Solos (Alfabia), que ha publicado en su perfil de Instagram ese instante, en el que Sol ha parado su actividad -al menos una hora- para entregarse a la lectura de Harry Potter (en inglés). Días después, un estudio demuestra que esta foto es una excepción. La Federación de Gremios de Editores de España (FGGEE) presentó su informe anual de hábitos de lectura, en el que desvela que los jóvenes se retiran de la lectura: una hora menos a la semana que el año anterior, a los 10 años, la edad de Sol.

Y a los 15 años las estadísticas dibujan un golpe mortal, porque pasan de ser lectores el 70,4% a quedarse en el 44,7%. El bache solo se recupera a partir de los 25 años. Los editores tienen una explicación “existencialista”: “A los 14 hay un cambio de ciclo de vida, donde las preocupaciones vitales y la atmósfera escolar cambia”, cuenta en su despacho de la Fundación Santillana, Miguel Barrero, presidente de la FGGEE. La frontera es el paso de la Secundaria al Bachillerato, instante recogido por los gráficos como deserción en masa.

Es el momento en que desaparece el entorno escolar como prescriptor. Hasta Primaria se convive con la lectura de manera natural, pero según culminan el ciclo de educación obligatoria (16 años), los libros se transforman en móviles. “Hay que decirlo claro: es mucho más atractivo para ellos estar una hora enganchados al móvil, en Instagram y YouTube. Y nos pasa también a los adultos. Los móviles han desplazado al libro por completo en las nuevas generaciones”, habla Cristina Juher, profesora de Lengua y literatura catalana, en el instituto Jaume Vicens Vives (Girona). CONTINUAR LEYENDO

jueves, 21 de marzo de 2019

Glosas a Heráclito, un poema de Ángel González.


GLOSAS A HERÁCLITO

1
Nadie se baña dos veces en el mismo río.
Excepto los muy pobres.
2
Los más dialécticos, los multimillonarios:
nunca se bañan dos veces en el mismo
traje de baño.
3
(Traducción al chino)
Nadie se mete dos veces en el mismo lío.
(Excepto los marxistas-leninistas)
4
(Interpretación del pesimista)
Nada es lo mismo, nada
permanece.
                            Menos
la Historia y la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos con sangre, se repiten.

Aporofobia, el rechazo al pobre, un magnífico libro de Adela Cortina que pone al descubierto algunas conductas que van tomando cuerpo en nuestra sociedad actual.

Quienes producen verdadera fobia no son tanto los extranjeros o las gentes de una raza diferente como los pobres. Los extranjeros con medios no producen rechazo, sino todo lo contrario, porque se espera de ellos que aporten ingresos y se les recibe con entusiasmo. Los que inspiran desprecio son los pobres, los que parece que no pueden ofrecer nada bueno, bien sean emigrantes o refugiados políticos.Y sin embargo no existe un nombre para una realidad social que es innegable. Ante tal situación, Adela Cortina buscó en el léxico griego la palabra «pobre», áporos, y acuño el término «aporofobia», que se está imponiendo de forma exponencial. 

Además de definir y contextualizar el término,Adela Cortina explica la predisposición que tenemos los seres humanos a esta fobia y propone caminos de superación a través de la educación, la eliminación de las desigualdades económicas, la promoción de una democracia que tome en serio la igualdad y el fomento de una hospitalidad cosmopolita.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Dios olvidó al niño. Una entrada del Blog "Linternas y bosques" de Adolfo Córdova

Dios no creó al niño y a la niña, creó al hombre y a la mujer. Los niños nacieron fuera del paraíso, después del Edén.

Nadie sabía lo que eran. Hasta que les contaron cuentos.

Garras, colmillos, plumas, hechizos.

Y pidieron más.

Más hechizos, más plumas, más colmillos, más garras.

Primero fueron los ritos. Luego los arrullos. Los hombres y mujeres inéditos enseñaban a leer a los pequeños hombres, a las pequeñas mujeres, la nubosidad en el cielo, el crujido de un árbol, las huellas de un tigre, los dibujos sobre una piedra. Leer para sobrevivir.

Y la existencia siguió sórdida, brutal, breve, dice Robert Darnton. Pero al contar historias fuimos contando una infancia e inventamos al niño, según Daniel Goldin.

Inventamos a la niña y al niño lectores.

Hoy seguimos construyendo esa relación de lectura, un bautizo interminable de Macondo que admite errores, correcciones, cambios de nombres. Buscamos explicaciones, evaluamos hábitos y leemos más.

Lecturas y lectores. Mis lecturas, mis lectores. Lo que leo, lo que me lee. Mi sentido y el que me dan los otros.

Leer como verbo que conjuga otros verbos: organiza, describe, cohesiona, recuerda, enamora, construye infancias, “construye vidas”, afirma Michèle Petit; nos hace viajar, en el sentido que apuntaba Michel de Certeau, circular por las tierras de otra gente, cazar en los campos que no hemos escrito. Y recuerda Goldin que no acabamos nunca de aprender a leer, de transferir las prácticas de lectura y escritura, y adaptarlas a la época.

Pienso en los antropólogos y pensadores Edgar Morin, Lorite Mena, Leroi-Gourhan, en su concepción de la falta de realización final o desespecialización. Somos seres inacabados que necesitamos de la tecnología. De la lectura. Lo que hace que el cerebro humano dote de sentido y significado todas las experiencias que vive, que por sí solas no serían nada para nosotros. Falla básica.

Así: leo y transformo. Leo y me completo. Leo y reinvento al niño y a la niña que Dios olvidó.


martes, 19 de marzo de 2019

"RELATO DE ACONTECIMIENTO". Un cuento de Rubem Fonseca.

En la madrugada del día 3 de mayo, una vaca marrón camina por el puente del río Coroado, en el kilómetro 53, en dirección a Río de Janeiro.

Un autobús de pasajeros de la empresa Única Auto Ómnibus, placas RF 80-07-83 y JR 81-12-27, circula por el puente del río Coroado en dirección a São Paulo.

Cuando ve a la vaca, el conductor Plínio Sergio intenta desviarse. Golpea a la vaca, golpea en el muro del puente, el autobús se precipita al río.

Encima del puente la vaca está muerta.

Debajo del puente están muertos: una mujer vestida con un pantalón largo y blusa amarilla, de veinte años presumiblemente y que nunca será identificada; Ovídia Monteiro, de treinta y cuatro años; Manuel dos Santos Pinhal, portugués, de treinta y cinco años, que usaba una cartera de socio del Sindicato de Empleados de las Fábricas de Bebidas; el niño Reinaldo de un año, hijo de Manuel; Eduardo Varela, casado, cuarenta y tres años.

El desastre fue presenciado por Elías Gentil dos Santos y su mujer Lucília, vecinos del lugar. Elías manda a su mujer por un cuchillo a la casa. ¿Un cuchillo?, pregunta Lucília. Un cuchillo, rápido, idiota, dice Elías. Está preocupado. ¡Ah!, se da cuenta Lucília. Lucília corre.

Aparece Marcílio da Conceição. Elías lo mira con odio. Aparece también Ivonildo de Moura Júnior. ¡Y aquella bestia que no trae el cuchillo!, piensa Elías. Siente rabia contra todo el mundo, sus manos tiemblan. Elías escupe en el suelo varias veces, con fuerza, hasta que su boca se seca.

Buenos días, don Elías, dice Marcílio. Buenos días, dice Elías entre dientes, mirando a los lados, ¡este mulato!, piensa Elías.

Qué cosa, dice Ivonildo, después de asomarse por el muro del puente y ver a los bomberos y a los policías abajo. Sobre el puente, además del conductor de un carro de la Policía de Caminos, están solo Elías, Marcílio e Ivonildo.

La situación no está bien, dice Elías mirando a la vaca. No logra apartar los ojos de la vaca.

Es cierto, dice Marcílio.

Los tres miran a la vaca.

A lo lejos se ve el bulto de Lucília, corriendo.

Elías volvió a escupir. Si pudiera, yo también sería rico, dice Elías. Marcílio e Ivonildo balancean la cabeza, miran la vaca y a Lucília, que se acerca corriendo. A Lucília tampoco le gusta ver a los dos hombres. Buenos días, doña Lucília, dice Marcílio. Lucília responde moviendo la cabeza. ¿Tardé mucho?, pregunta, sin aliento, al marido.

Elías asegura el cuchillo en la mano, como si fuera un puñal; mira con odio a Marcílio e Ivonildo. Escupe en el suelo. Corre hacia la vaca.

En el lomo es donde está el filete, dice Lucília. Elías corta la vaca.

Marcílio se acerca. ¿Me presta usted después su cuchillo, don Elías?, pregunta Marcílio. No, responde Elías.

Marcílio se aleja, caminando de prisa. Ivonildo corre a gran velocidad.

Van por cuchillos, dice Elías con rabia, ese mulato, ese cornudo. Sus manos, su camisa y su pantalón están llenos de sangre. Debiste haber traído una bolsa, un saco, dos sacos, imbécil. Ve a buscar dos sacos, ordena Elías.

Lucília corre.

Elías ya cortó dos pedazos grandes de carne cuando aparecen, corriendo, Marcílio y su mujer, Dalva, Ivonildo y su suegra, Aurelia, y Erandir Medrado con su hermano Valfrido Medrado. Todos traen cuchillos y machetes. Se echan encima de la vaca.

Lucília llega corriendo. Apenas y puede hablar. Está embarazada de ocho meses, sufre de helmintiasis y su casa está en lo alto de una loma. Lucília trajo un segundo cuchillo. Lucília corta en la vaca.

Alguien présteme un cuchillo o los arresto a todos, dice el conductor del carro de la policía. Los hermanos Medrado, que trajeron varios cuchillos, prestan uno al conductor.

Con una sierra, un cuchillo y una hachuela aparece João Leitão, el carnicero, acompañado por dos ayudantes.

Usted no puede, grita Elías.

João Leitão se arrodilla junto a la vaca.

No puede, dice Elías dando un empujón a João. João cae sentado.

No puede, gritan los hermanos Medrado.

No puede, gritan todos, con excepción del policía.

João se aparta; a diez metros de distancia, se detiene; con sus ayudantes, permanece observando.

La vaca está semidescarnada. No fue fácil cortar el rabo. La cabeza y las patas nadie logró cortarlas. Nadie quiso las tripas.

Elías llenó los dos sacos. Los otros hombres usan las camisas como si fueran sacos.

El primero que se retira es Elías con su mujer. Hazme un bistec, le dice sonriendo a Lucília. Voy a pedirle unas papas a doña Dalva, te haré también unas papas fritas, responde Lucília.

Los despojos de la vaca están extendidos en un charco de sangre. João llama con un silbido a sus auxiliares. Uno de ellos trae un carrito de mano. Los restos de la vaca son colocados en el carro. Sobre el puente solo queda una poca de sangre.

FIN

lunes, 18 de marzo de 2019

Por qué leer todavía, o por una nueva defensa de la lectura. Por Evelio Martínez

Leer nos hace más libres. Leer nos hace mejores personas. Leer nos cambia la vida, nos permite conocer nuestro yo más íntimo y experimentar vidas y realidades ajenas a la nuestra. Leer es una puerta abierta a la fantasía y a la maravilla.

Estas y otras afirmaciones semejantes son una parte fundamental del discurso sobre la lectura de los últimos años. Tales aseveraciones se pueden hallar en las opiniones de docentes, de escritores e intelectuales, y también en las campañas oficiales de promoción de la lectura.

Parece que se ha optado por ensalzar el valor de la lectura apelando a sus en apariencia múltiples beneficios, en unos tiempos en los que la lectura (al menos la lectura de libros en papel) tiene unos poderosos enemigos en las nuevas formas de aprendizaje y entretenimiento digital.

Tan ubicuo es dicho discurso que podríamos decir que ha dado paso a un subgénero de ensayo sobre la lectura: aquel que matiza e incluso niega su utilidad. Y ello por la vía de la crítica, de la deconstrucción de los beneficios que se suelen aducir para afirmarla.

Así, con variados estilos y con títulos más o menos afortunados, nos encontramos con autores que nos llaman al escepticismo frente a afirmaciones contundentes como las que mencionaba más arriba, afirmando que en realidad leer no nos hace ni mejores, ni más listos, ni más inteligentes, ni nos aporta tantas cosas como parecemos empeñados en creer.

Sostener lo contrario, nos dicen, es un signo de fundamentalismo lector: una actitud de aquellos apasionados de la lectura que tienden a sobrevalorar el acto de leer, que defienden su pasión con tópicos difíciles de sostener, cuando no irracionales. Pero lo peor del fundamentalismo lector no sería el uso de falacias, sino el desprecio que puede llegar a generar hacia los no lectores. Y es que si leer nos hace más libres, más inteligentes y mejores personas, ¿qué habríamos de decir de aquellas personas que no leen: que son más esclavos, más tontos y peores que nosotros? ¿Qué derecho tenemos a hacer tal cosa? ¿No será ello un exceso de prepotencia, de desprecio elitista?

En cierto sentido es un fenómeno comprensible, puesto que es una reacción a afirmaciones excesivas que son difíciles de comprobar si se toman al pie de la letra. Practicar un sano escepticismo parece necesario tanto en este como en otros ámbitos de la vida intelectual. Lo que sucede es que un exceso de escepticismo puede acabar abocándonos a un cinismo igual de injustificado que el triunfalismo al que intenta combatir.

Por ello parecería prudente intentar elaborar una nueva defensa de la lectura, matizando algunos tópicos cuando sea necesario sin por ello renunciar a seguir remarcando los beneficios de la lectura.

En los párrafos que siguen voy a intentar elaborar mi particular defensa de la lectura. Para ello examinaré tan sólo algunos de los argumentos escépticos que me parecen más relevantes. Sostendré que los escépticos tienen razón al atacar las afirmaciones más inflamadas sobre el valor de la lectura, pero al mismo tiempo afirmaré que tenemos buenas razones para seguir defendiendo que la lectura es y debería ser una actividad central en nuestras vidas.

No obstante, me temo que los argumentos que podamos utilizar para defender la lectura no son tan contundentes ni definitivos como nos gustaría. Aun así, presentaré mi defensa y veremos a dónde nos conduce. Antes de comenzar, me gustaría hacer un par de apreciaciones. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 17 de marzo de 2019

Duro tiempo, un poema de María Beneyto sobre la infancia en tiempos de guerra.

Nuestra niñez no ha sido protegida
por canciones de nácar,
por símbolos de azúcar inefable
o guirnaldas de estaño.
Nuestra infancia sabía a hierba amarga,
a guerra fratricida,
sin fábulas azules ni leyendas.
Enseguida supimos que la vida
─aquel tallo inocente─
nacía de una entraña ensangrentada
que indicaba el camino
hacia la luz, entre la carne rota.
Que las madres guardaban
recuerdos prenatales en su vientre.
A esquirlas de metralla, a realidades,
nos sacaron del mundo
en que era fácil y feliz ser niño.
Con obuses, con bombas
conocimos la atroz mitología
que izaban la palabras
del lívido alarido de la herida.
Hicimos colección de balas viejas
usadas por la muerte.
Nana feroz nos daban en la noche
las sirenas de alarma
y el agujero del terror oscuro
del refugio antiaéreo
que jugaba por el día con nosotros.
Lo mismo que asexuales criaturas
inventábamos juntos
iguales violencias. (Una niña
algunas veces vino,
se me subió a los ojos lentamente
y lloró en mis pupilas
inexplicables ríos infantiles)
Y ese ha sido el preludio,
la llegada a la tierra que vivo.
Los indicios apenas de la vida
repartida en dos seres
y desdoblada, separada, aparte.
La dura despedida
del otro ser que se quedó en la muerte.
Sin ser mujer, y sin tener infancia
allí, en tierra de nadie,
en tiempo neutro, en limbo sostenido,
la niñez compañera
era un capullo pálido, caído,
ahogado entre la sangre
en donde se perdió la niña muerta.
Pero siguió la muerte su camino
y los hermanos eran
allá en el frente, dioses luminosos,
de guerreros antiguos
resplandeciendo a un lado de la lucha,
en el duro combate,
en la carne mortal, herida y nuestra,
mientras iba cayendo eterna lluvia
en la herida infectada
de acuchillados campos. En el hueso
innumerable y joven
del múltiple cadáver, y algo hembra,
mujer, madre del luto,
algo llamado España sollozaba.

sábado, 16 de marzo de 2019

LA IMPORTANCIA DE UNA MEDIACIÓN CRÍTICA DE LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL. Un artículo de Claudia Andrade Ecchio. Facultad de Educación de Universidad del Desrrollo.

Las Bases Curriculares vigentes de la asignatura de Lengua y Literatura, por un lado, reconocen a los y las jóvenes como agentes de transformación social y, por otro, persiguen el desarrollo de competencias comunicativas que posibiliten su participación activa y responsable en la sociedad. De hecho, el propósito del ramo es que los y las estudiantes sean “ciudadanos y ciudadanas conscientes de que viven insertos(as) en una cultura que interactúa con otras y es dinámica; capaces de ejercer su libertad en armonía con los demás, libres de prejuicios y otras formas de discriminación, y que tienen las herramientas para participar activamente en sociedad y ser agentes de los cambios sociales” (p.33).

Frente a este desafío, el rol de los y las docentes es fundamental, en particular en el área del desarrollo de la lectura, la escritura y el pensamiento crítico; de hecho, innumerables investigaciones en torno a la lectura literaria y la escuela (Cerrillo, 2016; Chambers, 2015; Colomer, 2005; Machado, 2002; Petit, 1999) concluyen que la lectura —al igual que la escritura— constituye una forma de acceso al saber y a la cultura, así como “un camino privilegiado para construirse uno mismo, para pensarse, para darle sentido a la propia experiencia” (Petit, 1999, p.74). Bajo este prisma, quien media un libro forma parte de ese proceso de aprendizaje, lo que significa involucrarse en lo que los(as) alumnos(as) leen, cómo leen, qué habilidades lectoras poseen, qué prácticas y/o saberes asocian a esa lectura, qué experiencias y conocimientos tanto personales como colectivos se ponen en juego, qué efecto tanto cognitivo como afectivo se produce (o se espera provocar), entre otros.

[...] Sin embargo, es necesario que quienes median esta literatura —en el caso del aula escolar, los y las docentes— lo hagan desde una perspectiva crítica, la que no solo debe circunscribirse a los criterios de selección de los libros pensados para la instancia de mediación, sino, y principalmente, ocuparse del análisis, interpretación y discusión de los discursos presentes en estos textos literarios. Desconocer la dimensión ideológica de esta literatura es no comprender que estamos frente a una práctica social específica, institucionalizada por el mundo adulto a través del mercado editorial y la industria cultural, que transmite y/o discute determinados modelos de ser y estar en el mundo, en términos de género, etnia, clase, rango etario, postura política, visión económica, memoria histórica, entre otros. Por ello, aquella mediación unidireccional —desde el adulto hacia el niño(a) y/o joven—, que no promueve el debate y la experiencia de lectura colectiva, que no privilegie la participación del lector y su propia postura frente a lo leído, que no considere los mecanismos ideológicos que todo texto pone en juego y que busque solo entretener, no contribuye al desarrollo de estrategias de lectura que apunten, precisamente, a potenciar el pensamiento crítico y la autonomía en el proceso de aprendizaje.


viernes, 15 de marzo de 2019

Desde el principio, un poema de Shirley Campbell.

Primero se nace
y se nace mujer
y se tienen manos
y se tiene menos
se tienen ojos y se tienen hijos
se tienen besos
y se tienen sueños.

Dije que se nace
y se nace mujer
se tiene sexo de mujer
manos de mujer
palabras de mujer
se nace mujer.

Luego una crece
y sigue siendo mujer
y aprende a vivir
como una mujer
amar
como una mujer
cuidar del mundo entero
como toda una mujer
soñar los sueños
con sueños de mujer.

Y mientras una sigue creciendo
se hace cada vez
más mujer
y aprende de libertad
de castillos con reyes
de finales felices
se aprende amar
como una mujer.

Pero de pronto una descubre
que las manos las tiene vacías.
Y entonces un día
una no quiere ser más
una mujer
porque serlo
no es siempre tan bueno
ni tan dulce.

Porque serlo
es a veces amargo
y duro
entonces una se subleva
se ve el cuerpo
y las manos
se ve el sexo
se descubre toda
como una mujer.

Entonces niega y reniega
maldice y discute entonces
se subleva y denuncia
y entonces no
no renuncia a ser.
Sólo piensa, decide, habla
y les avisa a todos
que a partir de ahora
será
una mujer.


martes, 12 de marzo de 2019

En el bosque, un divertido cuento de Guy de Maupassant.

El alcalde iba a sentarse a la mesa para almorzar cuando le avisaron que el guarda rural lo esperaba en el Ayuntamiento con dos presos.

Se dirigió allá de inmediato y divisó, en efecto, a su guarda rural, el tío Hochedur, de pie y vigilando con aire severo a una pareja de maduros burgueses.

El hombre, un tipo gordo, de nariz roja y pelo blanco, parecía abrumado; mientras que la mujer, una abuelita endomingada, muy rechoncha, muy gorda, de mejillas brillantes, miraba con ojos de desafío al agente de la autoridad que los había cautivado.

El alcalde preguntó:

-¿Qué pasa, tío Hochedur?

El guarda rural hizo su declaración.

Había salido por la mañana, a la hora de costumbre, para realizar su ronda por los bosques de Champioux hasta el límite de Argenteuil. No había observado nada insólito en la campiña, salvo que hacía buen tiempo y que los trigos iban bien, cuando el hijo de los Bredel, que binaba su viña, le había gritado:

-¡Eh, tío Hochedur!, vaya a ver en la linde del bosque, en el primer bosquecillo, encontrará un par de pichones que muy bien pueden tener ciento treinta años entre los dos.

Había salido en la dirección indicada; entró en la espesura y oyó palabras y suspiros que le hicieron suponer un flagrante delito de malas costumbres. Así, pues, avanzando a gatas como para sorprender a un furtivo, había apresado a la presente pareja en el momento en que se abandonaba a sus instintos.

El alcalde examinó estupefacto a los culpables. El hombre contaba unos sesenta años y la mujer por lo menos cincuenta y cinco. Se puso a interrogarlos, empezando por el varón, que respondía con una voz tan débil que apenas se le oía. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 10 de marzo de 2019

La mala reputación. Una canción de Georges Brassens adaptada por Paco Ibáñez


En mi pueblo sin pretensión
tengo mala reputación,
haga lo que haga es igual
todo lo consideran mal.
Yo no pienso pues hacer ningún daño
queriendo vivir fuera del rebaño;
No, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.
No, a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe
Todos todos me miran mal
salvo los ciegos es natural.
Cuando la fiesta nacional
yo me quedo en la cama igual,
que la música militar
nunca me supo levantar.
En el mundo pues no hay mayor pecado
que el de no seguir al abanderado
No a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.
No a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe
Todos me muestran con el dedo
salvo los mancos, quiero y no puedo.
Si en la calle corre un ladrón
y a la zaga va un ricachón
zancadilla pongo al señor
y aplastado el perseguidor.
Eso sí que sí que será una lata
siempre tengo yo que meter la pata.
No a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe
No a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.
Todos tras de mí a correr
salvo los cojos, es de creer.
No hace falta saber latín
yo ya se cual será mi fin,
en el pueblo se empieza a oír,
muerte, muerte al villano vil.
Yo no pienso pues armar ningún lío
con que no va a Roma el camino mío.

No a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.
No a la gente no gusta que
uno tenga su propia fe.

Todos todos me miran mal
Salvo los ciegos, es natural.


sábado, 9 de marzo de 2019

¿Puede la Neurociencia cambiar nuestras mentes?. Un interesante libro con un planteamiento crítico hacia la neuroeducación de Hilary Rose y Steven Rose editado por Morata.



El prefijo neuro está de moda y se aplica a toda clase de especialidades. Esto explica los excesos del neurocentrismo, de las neuroculturas y de las neurotecnociencias y los peligros asociados de tratar de reducir a procesos neuronales la riqueza de nuestros pensamientos, sentimientos, recuerdos y conductas. El poder seductor de este tipo de investigaciones reduccionistas coincide con una consolidación del neoliberalismo y es compatible con sus necesidades e intereses. Se prescinde de lo social, de la ciudadanía y de la polis y se explican las conductas y motivaciones de las personas como procesos neuronales; se redefine la pobreza cuya solución se le ofrece a la neurociencia y no se considera la desigualdad social que la origina. La neurociencia aparece así como una especialidad muy útil para la teoría del Capital Humano y para las políticas educativas que trabajan con esta filosofía de fondo. Uno de los objetivos prioritarios se centra en llevar a cabo intervenciones tempranas para aumentar el capital mental, mejorar el rendimiento académico y modificar conductas infantiles inadecuadas para que así, el día de mañana, todos podamos contribuir al crecimiento económico. La comprensión del cerebro y de sus aprendizajes nos dirá cómo maximizar el potencial de la infancia, reemplazando la complejidad sociológica por la certeza biológica; ahí está, por ejemplo, el crecimiento de los aparatos y juegos de entrenamiento cerebral. 
La visión conjunta de Hilary y Steven ROSE que auna sociología y neurociencia, es escéptica con las afirmaciones de que la neurociencia puede informar a la educación y las políticas de intervención temprana, y les preocupa el mal uso que la política neoliberal está haciendo de sus líneas de investigación. Para ello, desmantelan algunos de los neuromitos actuales y sacan a la luz factores sociológicos que son relevantes, pero que están siendo descuidados. Lo que objetan no es la propia neurociencia, reconocen que está aumentando nuestra comprensión del cerebro, sino su expansión a dominios no apropiados de aplicación. Consideran que el cientificismo implícito en la mayoría de las neurociencias educativas ignora casi por completo las cuestiones de desigualdad estructural y localiza problemas y soluciones a complejos problemas de aprendizaje en los cerebros de los individuos. Un importante libro para contribuir al análisis crítico y al debate público y contrarrestar la neuromanía de la actualidad y, en especial, la de la neuroeducación. Obra muy aconsejable para personas interesadas por la ciencia y la política, para profesionales y para profesoras y profesores.

viernes, 8 de marzo de 2019

El hijo, un cuento de Horacio Quiroga.

Es un poderoso día de verano en Misiones, con todo el sol, el calor y la calma que puede deparar la estación. La naturaleza, plenamente abierta, se siente satisfecha de sí.

Como el sol, el calor y la calma ambiente, el padre abre también su corazón a la naturaleza.

-Ten cuidado, chiquito -dice a su hijo, abreviando en esa frase todas las observaciones del caso y que su hijo comprende perfectamente.

-Si, papá -responde la criatura mientras coge la escopeta y carga de cartuchos los bolsillos de su camisa, que cierra con cuidado.

-Vuelve a la hora de almorzar -observa aún el padre.

-Sí, papá -repite el chico.

Equilibra la escopeta en la mano, sonríe a su padre, lo besa en la cabeza y parte. Su padre lo sigue un rato con los ojos y vuelve a su quehacer de ese día, feliz con la alegría de su pequeño.

Sabe que su hijo es educado desde su más tierna infancia en el hábito y la precaución del peligro, puede manejar un fusil y cazar no importa qué. Aunque es muy alto para su edad, no tiene sino trece años. Y parecía tener menos, a juzgar por la pureza de sus ojos azules, frescos aún de sorpresa infantil. No necesita el padre levantar los ojos de su quehacer para seguir con la mente la marcha de su hijo.

Ha cruzado la picada roja y se encamina rectamente al monte a través del abra de espartillo.

Para cazar en el monte -caza de pelo- se requiere más paciencia de la que su cachorro puede rendir. Después de atravesar esa isla de monte, su hijo costeará la linde de cactus hasta el bañado, en procura de palomas, tucanes o tal cual casal de garzas, como las que su amigo Juan ha descubierto días anteriores. Sólo ahora, el padre esboza una sonrisa al recuerdo de la pasión cinegética de las dos criaturas. Cazan sólo a veces un yacútoro, un surucuá -menos aún- y regresan triunfales, Juan a su rancho con el fusil de nueve milímetros que él le ha regalado, y su hijo a la meseta con la gran escopeta Saint-Étienne, calibre 16, cuádruple cierre y pólvora blanca.

Él fue lo mismo. A los trece años hubiera dado la vida por poseer una escopeta. Su hijo, de aquella edad, la posee ahora y el padre sonríe... CONTINUAR LEYENDO


martes, 5 de marzo de 2019

El lobo y el cordero, una fábula de La Fontaine.

Un corderillo sediento bebía en un arroyuelo. Llegó en esto un lobo en ayunas, buscando peleas y atraído por el hambre.

-¿Cómo te atreves a enturbiarme el agua? -dijo malhumorado al corderillo-. Castigaré tu temeridad.

–No se irrite vuestra majestad - contestó el cordero -, considere que estoy bebiendo en esta corriente veinte pasos más abajo, y mal puedo enturbiarle el agua.

–Me la enturbias - gritó el feroz animal - y me consta que el año pasado hablaste mal de mí.

--¿Cómo había de hablar mal, si no había nacido? No estoy destetado todavía.

–Si no eras tú, sería tu hermano.

–No tengo hermanos, señor.

–Pues sería alguno de los tuyos, porque me tenéis mala voluntad todos vosotros, vuestros pastores y vuestros perros. Lo sé de buena tinta y tengo que vengarme.

Dicho esto, el lobo coge al cordero, se lo lleva al fondo de sus bosques y se lo come, sin más auto ni proceso.
FIN