martes, 30 de octubre de 2018

Helada a medianoche. Un poema de Samuel Taylor Coleridge.

La helada cumple su oficio secreto
sin auxilio del viento. Un búho vuelca
su chillido en la noche -escucha- inmensa.
Todos descansan y yo me entrego a esa
soledad que propicia el desvarío.
Tan solo queda junto a mí, en su cuna,
el reposado sueño de mi hijo.
¡Es tan tranquilo! Tanto que turba
el pensamiento con su extremo y raro
silencio. ¡Mar, colina y arboleda,
junto a este pueblo! ¡Mar, colina y bosque
con los cotidiano de la vida,
inaudibles cual sueños! La azul llama,
quieta en el hogar, ya no tiembla;
solo esa cinta interrumpe la calma,
agitándose aún sobre la verja.
Su meneo en la calma de esta escena
le da una semejanza con mi vida,
la toma una amigable forma cuyo
endeble flamear hace un juguete
del pensamiento y es interpretada
a su modo por el alma, que busca
en cada cosa un espejo de sí misma.

lunes, 29 de octubre de 2018

El silencio es un lujo que no podemos permitirnos. CHIMAMANDA NGOZI ADICHIE


La autora del manifiesto ‘Todos deberíamos ser feministas’ sacudió la pasada Feria del Libro de Fráncfort con este discurso. En él reivindica la utilidad de la literatura para ampliar los límites de la imaginación como forma de combatir el machismo y el racismo


Me educaron en el catolicismo. De pequeña, me encantaba ir a misa. Mi familia iba todos los domingos a la capilla de St. Peter, un edificio blanco y alto situado en el campus de la Universidad de Nigeria, donde me crie.

El párroco era profesor universitario. Y en la medida de lo posible para una iglesia católica romana, era un lugar abierto, progresista y acogedor. Los sermones del domingo eran benignamente aburridos.

Años después, oí que la parroquia había cambiado de manos y que el nuevo párroco era un hombre particularmente obsesionado con el cuerpo de las mujeres.

Nombró una policía religiosa, una brigada de chicos, cuyo trabajo consistía en situarse a la puerta de la iglesia, examinar a cada mujer y decidir quién podía entrar y quién no. Rechazaban a las abuelas por llevar vestidos excesivamente escotados.

Después de llevar años fuera, fui a casa a visitar a mis padres. Y fui a misa. Llevaba una falda larga y blusa de manga corta con un estampado tradicional, un atuendo normal y de uso común. En la entrada de la iglesia, un joven se interpuso en mi camino. Su expresión era una forzada máscara de rectitud que en circunstancias diferentes me habría parecido muy divertida.

Me pidió que me fuese. Llevaba unas mangas demasiado cortas, dijo. Enseñaba demasiado los brazos. No podía entrar en la iglesia a no ser que me tapase los hombros con un chal.

Estaba furiosa. Esta iglesia formaba parte de mi feliz niñez, parte de mis recuerdos de una época llena de alegría. Y ahora se había convertido en un lugar que no trataba a las mujeres como seres humanos sino como cuerpos que había que controlar y acosar. ¿Y para qué? Para proteger a los hombres de sí mismos.

De modo que decidí escribir un artículo sobre este incidente en un periódico nigeriano de gran tirada. Pensé que el artículo haría que se tomaran medidas, que la comunidad universitaria se levantaría por fin y diría “basta”, y que presentaría una petición al obispo o al Papa o a quien fuera que tomara estas decisiones, y echarían a este párroco y volverían a convertir la parroquia en un lugar acogedor, libre de misoginia.

Pero no fue así. En lugar de eso, me asombró la recepción hostil que tuvo el artículo. El resumen de la misma fue: cállate. ¿Cómo te atreves tú, una mujer joven, a retar a un hombre de Dios?

Me pareció interesante que tanto la respuesta a mi artículo como la actitud del sacerdote hacia las mujeres procediesen de un impulso similar: la necesidad de controlarnos. CONTINUAR LEYENDO




lunes, 22 de octubre de 2018

La aventura de oír: cuentos y memorias de tradición oral. Pelegrín, Ana. En Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Introducción

«La aventura de oír» invita a la búsqueda y a la recuperación de la palabra, afincada, por esta vez, en el cuento de tradición oral. Palabra, memoria, imaginación, emoción, van y vienen a través de las páginas, en un nítido empeño de implicar al lector en su propia experiencia, de abrir interrogantes, de reclamar su participación.

He dividido en tres grandes bloques el material elaborado: la primera parte esboza la problemática de la literatura oral, su relación y supervivencia en los cuentos infantiles. La palabra y su poder de convocar imágenes primordiales, construir ámbitos imaginativos, afectivos y literarios, resuena de manera esencial en el niño pequeño; de ahí su revalorización.

En la parte segunda inserto una reflexión sobre el contador de cuentos y la memoria colectiva e individual; renuevo una llamada para la recuperación de viejos cuentos de siempre; quedan esbozadas las líneas metodológicas para trabajar el relato: análisis, clasificación, formación de repertorio y el cómo contar cuentos.

La palabra-voz, su huella sonora, traza la resonancia profunda en la literatura oral; una voz expresiva requiere abordar y ejercitar sus matices y cadencias. Visualizamos las líneas de entonación en sugerencias diversas.

Aunque la literatura oral tradicional no es reductible ni clasificable por edades, pues su edad es la de la imaginación, intento -con meros fines operativos- encuadrar el material propuesto, en el Taller de Cuentos, entre los 3 y los 7-8 años. El diseño de las actividades ha sido realizado, experimentado y redactado por el grupo de colaboradores integrado —8→ por Luz Utrilla, Graciela Pelegrín, Carmen Fleta, Martina Martín e Isabel Laina, a quienes expreso mi entrañable reconocimiento.

La parte tercera incluye treinta y un cuentos de variada procedencia: espigados en colecciones folklóricas, versiones de autor, relatos oídos en mi infancia del norte argentino, y otros recogidos en trabajo de campo y en cursos y seminarios realizados entre 1968-81 en España.

Una mínima -pero notoria- referencia de ilustradores españoles: Julián Bastinos, Apelles Mestre, Joan Vila, Lola Anglada, José Zamora, Penagos, Bartolozzi, de las últimas décadas del siglo XIX y las tres primeras del XX. La antología -y otras incursiones en el libro- está ilustrada por Mario Lacoma, a quien agradezco su visualización de los, míos-suyos, espacios imaginarios.

Las múltiples voces de adultos, jóvenes, ancianos, niños, que resuenan en el libro, me ayudaron a tener cierta certeza sobre lo soñado; en todo caso he necesitado sentirme libre y adoptar, transformar, recrear, mi experiencia compartida en Argentina, España, Portugal, Colombia, México.

Así, el estilo del libro es un collage de tiempo, escritura, memoria y reflexión: de la tradición a la recreación; de la vivencia al análisis; de recuerdos memorosos a telegráficos esquemas/técnicas de expresión; de impulsos a pautas metodológicas; de escuchar a contar.

Y, por fin, he querido transmitir una experiencia vivida, humana y profesional. Y mi fascinación por la palabra. Este libro me pertenece como me pertenece la memoria, el aire y el derecho al asombro. Y aquí queda, para los que lean o vean estas páginas y se embarquen en una aventura paralela.

Ana Pelegrín
Diciembre 1981.


Descifrar el ADN de los cuentos de hadas. Del blog "Linternas y bosques". Literatura Infantil y Juvenil.

¿Qué instrucciones genéticas contiene el ADN de los cuentos de hadas? ¿Cómo han conseguido ciertas especies de cuentos imponerse sobre otras? ¿Cómo muta un relato oral de hace 400 años para interesar a una sociedad del siglo XXI? Adaptarse o morir. El cuento de hadas es un ser vivo que cambia para sobrevivir, dice Brenda Bellorín.

La teoría de la selección natural puede ayudarnos a entender por qué si los folcloristas han encontrado hasta 2500 tipos de cuentos de hadas distintos, con cientos de variantes cada uno, nosotros volvemos a Caperucita, La Cenicienta, El Gato con botas y Barba Azul. 

¿Qué hacen los que los cuentan, escriben e ilustran para asegurar su pervivencia? ¿Los vuelven feministas, los trasladan al cine con efectos especiales, los hacen más simples y suavizan el tono con ilustraciones ñoñas, intentan preservar sus hebras más conservadoras, eliminan su crueldad “para proteger a los niños”, los enriquecen con nuevos finales, los vuelven más locales? Un texto esencial, un mapa, para encontrar en el ADN de los cuentos de hadas las moléculas de nuestros propios genes.


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Texto, presentado por Brenda Bellorín en la 9ª Feria Internacional de Lectura (FILEC), en Tonantzintla, Puebla, el 14 de febrero de 2016, para su publicación en la sección EXPERTOS INVITADOS del blog "Linternas y bosques". El trabajo forma parte de su investigación de tesis doctoral "De lo universal a lo global: nuevas formas del folklore en los álbumes para niños".


Un mapa para entender el ADN de los cuentos de hadas contemporáneos
Por Brenda Bellorín



sábado, 20 de octubre de 2018

Las Sinsombrero (o las mujeres de la Generación del 27) para niños. Un post del blog "Donde viven los monstruos: LIJ".

... Para entender el contexto que dio origen a un movimiento como este, hay que remontarse a una sociedad española modelada por la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República y la Guerra Civil. Tras la pérdida de Cuba y las últimas colonias españolas, aflora la crisis social y económica que lleva aparejada cierto sentimiento antifeminista, uno al que se enfrenta un sector de la sociedad que, aupado por las corrientes europeístas que demandan un papel más activo y visible en las sociedades cosmopolitas, deja entrever movimientos como los de las primeras sufragistas, que piden una representación política para la mujer. Las mujeres han hecho frente a situaciones terribles como las que trae la Primera Guerra Mundial y están en pleno derecho de exigir una independencia de la sociedad patriarcal. Es así como las políticas María de Maeztu, Clara Campoamor o Victoria Kent, la escritora Zenobia Camprubí, o la maestra María de la O Lejárrega empiezan a visibilizar el cambio que más tarde, durante la Pre y Posguerra, se extendería a la esfera cultural de mano de las Sinsombrero, el grupo de intelectuales que nos ocupa en este monográfico.

Reciben este nombre una treintena de mujeres que cultivaron las artes y el pensamiento, nacidas entre 1898 y 1914, es decir, fueron coetáneas de la llamada Generación del 27, un grupo de artistas y pensadores españoles, como Federico García Lorca, Rafael Alberti o Salvador Dalí, cuya influencia marcaría un antes y un después en la cultural española del siglo XX y a la que también se pueden adscribir ellas. Aunque muchos las denominan "compañeras, amigas o parejas de", yo me decanto por obviar este hecho ya que todas tienen una personalidad y carácter independientes. 


Aprende... Un poema de Josefina de la Torre

Aprende
del madero quemado,
de la hoja amarilla del árbol,
de la sed de la tierra,
de las arrugas del anciano.
Aprende
del quiebro del silencio,
de la sombra de la soledad,
de la mano extendida,
de la boca sin besos.
Aprende
de la mujer estéril
de la casa vacía,
del recuerdo inútil.
Sí, corazón
aprende
y deja de sufrir.


Josefina de la Torre.
Aprende…
Medida del tiempo (1989).
En: Antología poética de la Generación del 27.
Selección de textos de Rafael Díaz.
2018. Madrid: Loqueleo-Santillana

viernes, 19 de octubre de 2018

Nuestro haber. Un artículo de Carolina Sanín, publicado por VICE Colombia

“La advertencia gramatical no me limita, sino que me recuerda que yo estoy en la lengua, y me da movilidad dentro de ella”.


Haber es un verbo que parece varios. Uno de ellos se usa como auxiliar para formar los tiempos del perfecto (“Nunca lo he dicho”, “Ellos ya se habían cansado de oírlo”) y se conjuga en todas las personas, en singular y plural. Hay otro haber que no es auxiliar, que significa existencia y solo se conjuga en la tercera persona del singular: “Hubo una confusión”, “Había muchos malentendidos”. Es un verbo impersonal, como el verbo llover. Que sea impersonal significa que no tiene sujeto; no hay nadie que realice la acción que el verbo señala. En la oración “Hay tiempo”, no solo el tiempo no está haciendo nada, ni siendo nada, sino que tampoco se está diciendo nada de él. No se está afirmando que él mismo exista, aunque se esté diciendo que él es lo que hay. En el uso del verbo haber que indica existencia, oímos que la existencia no es una acción ni un atributo ni un predicado de lo existente; que lo existente no es lo que existe, sino el complemento del existir (el objeto sobre el que recae la acción del verbo). En el uso siempre singular del verbo haber, podemos quizás observar, además, que la presentación de lo múltiple se resuelve en la existencia singular de lo único. Toda oración que se forma con el verbo haber se disuelve ante nuestros ojos si prestamos la suficiente atención. Nos deja ante la pregunta de qué es existir. Nos deja ante un misterioso ser. Nos deja ante el misterio del ser, por así decirlo. Nos deja en la oscuridad, conscientes de nuestra ignorancia.

Hay otro rasgo intrigante de ese verbo de nuestra lengua: haber es sinónimo de tener. En el papel de auxiliar, el verbo "haber" se usa con tal sentido; por ejemplo, decir que he percibido algo es decir que lo tengo percibido. Eso puede hacernos pensar que toda acción en el tiempo (es decir, toda acción, pues no hay acción fuera del tiempo) pasa a ser posesión. Y quizás también la existencia sea siempre un estado de posesión, en tanto que el verbo haber impersonal, que no es auxiliar, conlleva así mismo ese significado de tenencia. Si se observa a mediana distancia, la oración "Hay tiempo" parece equivalente a "Tenemos tiempo" (aunque si se observa de cerca, vemos que ni siquiera se le parece; que significa casi lo contrario de su aparente equivalente, pues nos excluye a todos los sujetos como poseedores). En el ámbito del verbo haber, la existencia es una tenencia por parte de otro indeterminado. Las cosas existentes en el universo son una hacienda —un tesoro, un haber— cuyo dueño no nombramos, o bien, cuyo dueño no existe. Existir es ser tenido, aunque por nadie. O es tenerse.

Cuando alguien corrige a una política o a un niño o a un escritor o a su madre, y le dice la frase antipática de: "No se dice 'Habían frutos de todos los colores', sino 'Había frutos de todos los colores'", está hablando de todo lo anterior. Aunque la corrección resulte desagradable, y aunque parezca que se hace por descalificar, y aunque el corrector no se haya percatado de lo que implica y significa su corrección, y aunque algún literato diga que la gramática es un pasatiempo burgués y un pedante escrúpulo de otros literatos, el conocimiento gramatical entraña una defensa del pensamiento y la salvaguarda de un espacio productor de preguntas. No insistimos en el uso gramatical porque así lo mande Dios o porque sea la ley o porque sea la heteronormatividad falogocéntrica del sujeto de enunciación hegemónico, etcétera, sino porque las leyes gramaticales son oportunidades para reflexionar sobre la realidad. Al hablar sin pensar en la lengua que hablamos, rechazamos —con el solo propósito de defender nuestra desidia— el conocimiento que la lengua propone y las preguntas que nosotros mismos (hombres y mujeres) nos hemos formulado en esa lengua a través de los siglos. CONTINUAR LEYENDO.


sábado, 13 de octubre de 2018

El nacimiento del mono. Un cuento de Adolfo Córdova.

El fruto era como un pequeño sol. Si es que era un fruto, si que no era un sol. El mono lo encontró en la última rama del árbol. Colgaba, quizá flotaba. Tenía el tamaño de una naranja y su aroma dulce, pero brillaba como una estrella amarillenta.

El mono lo miró sin parpadear. Quiso tocarlo. Era suave como el pelaje de una cría y frío como un manantial alto de montaña.

Si hubo alaridos, advertencias, parloteos de otras criaturas, no los oyó. Solo veía el fruto que se acunaba en sus manos sin quemarlas, que encandilaba sus ojos sin cegarlos. Tal vez más diamante que sol, más mineral que luz; con vetas como diminutos ríos, tan puros que debían calmar toda el hambre, toda la sed, todos los deseos que llenaban de saliva la boca del mono.

Tenía que morderlo.

Quería comérselo.

No podría morderlo.

Lo quería entero.

Iba a tragárselo.

A devorarlo.

Cuando lo acercó a su boca y lo olfateó, sus pupilas se dilataron tanto que cubrieron toda la superficie de sus ojos.

Cuando se lo tragó, sintió que lo invadía la delicia del néctar de una fruta madura, la picazón del calor del mediodía, la gelidez del viento de las cimas.

Su pelaje negro empezó a brillar y adquirió una negrura azulosa. De cuervo.

Dos halos anaranjados iluminaron el fino iris de sus ojos, que parecieron dos soles eclipsados.

Y empezó a gritar.

Los otros monos no sabían si sus gritos eran de placer o de agonía. Saltó de una rama a otra, quiso reunirse con ellos, pero cuando vieron su pelaje resplandeciente y los eclipses en sus ojos, lo desconocieron y huyeron.

Alguien le enterró algo en el lomo.

Giró.

No había nadie detrás.

Otro desgarramiento abajo del hombro.

Giró.

No había nadie detrás.

Nadie lo hería. Era otro efecto del fruto, del sol, del diamante, del huevo de fuego que se había tragado. Sus huesos se torcieron. Escuchó tronidos y estiramientos, pero solo le dolía el dorso en dos heridas gemelas, dos grietas, dos llagas: dos alas negras que iban saliendo de su lomo, húmedas; más grandes que sus brazos y sus piernas, tan negras y azulosas como su pelaje.

Y pudo agitarlas, como agitaba los brazos.

Y sintió que eran fuertes, como su cola prensil.

Y cuando dio un salto, ya no cayó nunca.

El primer mono alado de la tierra.

FIN

viernes, 12 de octubre de 2018

24 de octubre, DÍA DE LA BIBLIOTECA, LIBURUTEGIAREN EGUNA, DIA DA BIBLIOTECA.

El próximo 24 de octubre se celebra en España, como cada año, el Día de la Biblioteca. Una iniciativa de la Asociación Española de Amigos del Libro infantil y Juvenil que tuvo su origen en el año 1997. Desde entonces, Amigos del Libro se ha esforzado en dar a conocer y reconocer la labor de las bibliotecas, sus servicios, sus recursos profesionales y agradecer y reconocer la labor de los bibliotecarios y las bibliotecarias. Este año la celebración tendrá lugar en la biblioteca “Ramón Pérez de Ayala” (Oviedo) y contará con la participación de bibliotecarios, escritores, ilustradores, narradores de historias, editores, profesores, miembros de la asociación, responsables políticos y entidades que fomentan el uso de las bibliotecas.

El pregón de este año es obra del escritor Gonzalo Moure (Premio Cervantes Chico 2017), y el cartel ha sido realizado por el ilustrador Alfonso Zapico, Premio Nacional de Cómic en 2012.

El día de la luz


Vengo del desierto del Sáhara, de inaugurar una biblioteca. Está en Dajla, el más alejado, el más olvidado de los cinco campamentos de refugiados saharauis. Es la cuarta biblioteca que construimos, y es preciosa. En el centro hemos plantado árboles, para que los niños y los jóvenes del Sáhara puedan experimentar el gozo de sentarse a su sombra a leer un libro. No queremos que esa biblioteca sea ningún “templo de silencio”, sino más bien un espacio para del sonido, para el ruido. Una biblioteca que ya es el lugar más hermoso del campamento. Un espacio para desear ir a buscar lectura, pero también amistad, sueños compartidos. Incluso amor. Un lugar en el que enamorarse mirando unos ojos por encima de un libro. Porque al fin y al cabo, la biblioteca es el lugar en el que se descubre al otro, de papel o de carne.

En una película inolvidable, la mejor película de ciencia ficción de la historia, 2001, una odisea del espacio, aparece un monolito cada vez que el hombre se dispone a dar un salto cualitativo. Kubrick, su director, debería haber puesto un libro en su lugar. Porque han sido los libros los que han marcado el ritmo de los cambios del ser humano. Porque el libro es el laboratorio del hombre, el lugar en el que se experimenta con emociones, descubrimientos, utopías, apuestas. Somos lo que somos porque hemos pensado y escrito sobre cómo ser y sobre cómo no ser. Y seremos lo que pensemos, lo que piensen y escriban las próximas generaciones.

Así que una biblioteca no es solo un lugar en el que invitar a leer, sino también, o por eso, un lugar en el que invitar a escribir. Las bibliotecas del siglo XXI son, pueden ser, tienen que ser el semillero de nuevas novelas, nuevos monolitos, mojones de nuestro futuro. Si el siglo XX fue sin duda el siglo de la lectura, el siglo XXI puede llegar a ser el siglo de la escritura, ya lo está siendo.

Por todo eso construimos bibliotecas en los campamentos del desierto. Porque no son solo para los saharauis. Las paga nuestra sociedad civil, mediante socios adultos, y mediante actividades solidarias en colegios, institutos y bibliotecas. Y los alumnos y lectores que las sufragan se hacen conscientes de lo extraordinario que es tener una biblioteca, aprenden a valorar la suya, a defenderla. Cada biblioteca del desierto tiene detrás a miles de niños, jóvenes y adultos que la han hecho posible con su pequeño esfuerzo. Sumando. Cada lector saharaui tiene a su lado a miles de lectores, más conscientes de la importancia de una biblioteca, porque con su trabajo se ha construido una, en un clima y un lugar tan hostil.

Piensa en tu biblioteca. Hubo un día en el que esa biblioteca no existía. Alguien la soñó, luchó por ella, la llenó de libros y también de sueños. Hazte del equipo de ese alguien que la hizo posible, lucha por un mundo en el que no haya un ser humano que no tenga cerca una biblioteca, o un amoroso bibliobús. Que no haya un solo niño, joven o adulto, que no roce la mano de una bibliotecaria que le aconseje, que le oriente en el laberinto. Que es lo mismo que decir que no haya un solo ser humano conectado a lo que fue, lo que es y lo que será.

En tu mano hay millones de manos, estrechando la tuya, acompañándote en el camino. Tiernas o callosas, pequeñas o grandes. En el libro que te espera en la mesilla de noche o junto al sofá, hay millones de libros. Ingenuos o complejos, humildes o lujosos. Pero todos preciosos. Conectados todos por un invisible hilo de plata que une mano con mano, estantería con estantería, un hilo inacabable y luminoso. Inacabable, y así sea. Hoy es el Día de la Biblioteca, que es lo mismo que decir El día de la Luz.

Feliz día, feliz siglo.


(Texto: Gonzalo Moure. Cartel: Alfonso Zapico)


jueves, 11 de octubre de 2018

Vendré a ti. Un Poema de Emily Brontë

Vendré a ti,
cuando estés muy triste,
en la soledad de la habitación oscura,
cuando el alegre y loco día haya huido,
y la sonrisa feliz se haya borrado
por la tristeza de la noche fría.

Vendré a ti,
cuando el verdadero sentir de tu corazón
reine imparcial y absoluto,
y mi influencia silenciosa,
ahondado el dolor, helada la alegría,
sin demora con tu alma se alzará.

¡Escucha! Es la hora,
el momento por ti tan temido.
¿No sientes el fluir en tu pecho
del río de una sensación extraña,
precursora de un poder más fuerte
que a quien anuncia es a mi?

Tomasito y las Palabras. Un cuento / álbum ilustrado de Graciela Cabal.



miércoles, 10 de octubre de 2018

¡¡¡QUÉ PACIENCIA!!!


En la clase de lengua. Un artículo de Lola Pons Rodríguez, profesora de Historia de la Lengua en la Universidad de Sevilla, publicado en el El País el 9 OCT 2018.

Hay aspectos de la enseñanza del lenguaje que alejan de lo fundamental: saber expresarse, leer con gusto y hablar en público.

... Son los otros objetivos que se recogen en los programas y que resultan perjudicados por el peso de la enseñanza teórica: la inflación de contenidos metalingüísticos en las escuelas merma la capacidad de los profesores para enseñar a expresarse.

De la larga lista de preposiciones que aprendíamos en el colegio dos me resultaban intrigantes: cabe y so. No recuerdo si alguna maestra se apiadó de nosotros y nos explicó que esas preposiciones ya no se usaban (como sí antiguamente: cabe el monte, so pena), pero igualmente ahí quedaron ambas en la lista, año tras año. Las preposiciones —en la gramática, básicamente palabras que vinculan elementos entre sí: lápiz con goma, libro sobre arte— se convirtieron para el alumnado de mi generación en una cadena de unidades que funcionaban solo en esa lista. Sabérsela era un fin en sí mismo.

Enseñar la lengua es, claro, enseñar un lenguaje especializado (que llamamos técnicamente metalenguaje, en tanto que usamos las palabras para hablar de las palabras); tecnicismos de la lingüística son etiquetas como sujeto, oración coordinada o la propia de preposición. Este metalenguaje respalda a una teoría que puede ayudar a mejorar nuestra práctica del idioma: saber de metalenguaje, entre otras cosas, sirve para conocer los componentes que usamos al hablar y sus estructuras subyacentes, y puede ser un buen auxilio cuando se aprende una segunda lengua. Nadie niega que este sea un contenido relevante en el proceso educativo, pero viendo cómo están las cosas en nuestros libros de textos y qué conseguimos con ellos en los resultados de nuestros alumnos, a lo mejor es necesario pararse a reflexionar sobre cuánto metalenguaje enseñamos y, sobre todo, cuándo lo hacemos.

Entre los contenidos que los escolares españoles de primaria estudian antes de los nueve años se incluyen conceptos como saber qué es un determinante, qué es la sílaba tónica o qué es un adjetivo. La que firma es una profesora de Lengua a la que esto le parece espeluznante, ya que, en la práctica, supone que al tiempo que se está enseñando a los niños a leer y a escribir, el maestro se ve obligado a explicar (lo dice la normativa, lo pone en los libros) que un adjetivo acompaña al sustantivo y lo explica o especifica según su posición, o a exponer que este y otro son determinantes, o que hay sílabas átonas y tónicas. La hipertrofia del metalenguaje en primaria resulta llamativa en tanto que estos contenidos no resultan particularmente difíciles de entender ni de aplicar en secundaria. Es lógico que los estudiantes piensen que la gramática sigue siendo para ellos un intangible que les causa extrañeza y es lícito que los profesores bufen porque los alumnos ya no recuerdan un contenido que se les lleva enseñando desde pequeños; transmitir ese metalenguaje en edades cortas roba tiempo para lo fundamental: aprender a expresarse, a leer con gusto, a saber hablar en público... Son los otros objetivos que se recogen en los programas y que resultan perjudicados por el peso de la enseñanza teórica: la inflación de contenidos metalingüísticos en las escuelas merma la capacidad de los profesores para enseñar a expresarse.

Desconfiaríamos de una profesora de flauta que no consiguiera tras un año entero de clases que nuestro hijo tocase al menos una melodía fácil con el instrumento. Pídale a un niño de primaria que explique qué pasó ayer por la tarde en la plaza y verá si es capaz de hacer un discurso coherente, con riqueza léxica y argumentando un punto de vista. Tal debería ser el objetivo de una clase de Lengua impartida a un niño. De su logro se beneficiarían todas las otras materias escolares.

Por supuesto, las sucesivas reformas educativas (o sea, la reforma de la contrarreforma de la enésima ley educativa no consensuada) han ido introduciendo la necesidad de enseñar a usar la lengua. Y claro que hay maestros que se esfuerzan por poner a sus alumnos a hacer cosas con palabras: los espacios docentes en la Red nos han permitido asomarnos a los blogs de clase de profesores que nos muestran a alumnos escribiendo de forma creativa, argumentando, explicándose. Pero, cuidado: también ellos han tenido que perder un buen rato explicando a los de segundo de primaria qué es un adjetivo.

No tiene sentido que saber usar la lengua sea lo que nos queda cuando olvidamos lo que aprendimos en las clases de Lengua del colegio. Por eso, si usted ve que el maestro de Lengua de su hijo lo pone a preparar una entrevista, o a hacer fotos de carteles de la calle para que entienda que vive en una sociedad multilingüe, si su hija tiene que hacer un trabajo de Lengua que consiste en leer y contar a los demás una noticia de prensa, si la profesora del niño monta una obra de teatro en clase, si entre los deberes del fin de semana está aprender un poema o ir a una biblioteca y hacer una ficha de un libro, o si en el colegio lo están estimulando a leer dos libros al mes, piense que su hijo está recibiendo la enseñanza de Lengua más importante. Está aprendiendo a hacer cosas con, contra, de, para, por, sobre las palabras. Y el resto de preposiciones de esta frase las puede completar el lector si aún recuerda la lista que le enseñaron en la clase de Lengua.