domingo, 31 de octubre de 2021

DE LA VIDA CRUEL. Un cuento de María Teresa León

La luz, tamizada por las cortinitas de batista rosa, daba al cuartito modesto una moderna nota de coquetería; sobre el costurerito, unas violetas hablaban de la delicadeza de la mano, que ágil voltea los bolillos junto a la ventana, y va trenzando el ensueño de una blonda ideal. Paz, sosiego en la casita tranquila, que tiene las maderas entornadas, para que el sol no desluzca los pobres cortinajes de yute y dé esa sensación de limpieza y reposo que pone un rayo de sol al filtrarse indiscreto y curioso en el interior.

iQué lejos aquella mañana la fantasía de la que trabaja junto a la ventana! Se ve niña cuando sólo era Lolita Esteban y vivía en una casona de piedra y tenía tranquilidad. Luego... el noviazgo con un guapo mozo artillero. Los pergaminos llenos de ejecutorias del muchacho deslumbraron, con el fulgor de sus besantes y la majestuosidad de leopardos y calderos, a la familia. Un verdadero sueño para la provincianita, hija del secretario del Ayuntamiento iQué envidias! Qué tijeras más afiladas las del paseo pueblerino! iQué alegre la novia! Era blanquita y morena, los ojos azules de suave entonación, la figurita frágil, dulce el temperamento y hábiles sus manos de hacendosa mujercita.

iBoda! iBoda!, doblaron las campanas al llegar al templo la novia blanca. La emoción humedecía los ojos negrísimos de Alfredo Vélez, al notar que temblaba junto a sí el cuerpecito de colegiala de Lolita.

Pasaron los arios, dejando implacables su rastro de desilusiones, traducidos los días amargos en el gris de la cabeza altiva, y se encorvó a la tierra la carita blanca con los ojos azules.

Allá, en África, el dolor de la muerte del mayor de los hijos, la enfermedad que acecha y vence, el sufrimiento sin consuelo ante la crueldad del destino, más horrible por la falta de salud de Lolita, y la paga sola para hacer frente a la vida.

Paz, reposo en la casita tranquila, desde que se instalaron en el pabelloncito que el Regimiento da, en la bella ciudad mediterránea.

Pero... resignada, la cabeza se inclina sobre el encaje que es el descanso de las manos acostumbradas a trabajar, y la tristeza de su vida de sacrificada se condensa en una lágrima que resbala y cae.

Alfredo es muy bueno, adora a la mártir y tiene admiraciones para el trabajo perseverante de su compañera. CONTINUAR LEYENDO

Nota: Tal día como hoy hace 118 años nació la escritora María Teresa León. Según ella misma solía decir, fue expulsada suavemente del Colegio Sagrado Corazón de Leganitos, de Madrid, porque se empeñaba en hacer el bachillerato, porque lloraba a destiempo, porque leía libros prohibidos.

Por derecho propio pertenece a la Generación del 27. Recorrió los caminos ásperos y añorantes del exilio en Orán, Francia, Argentina, Uruguay, Italia. En Roma escribió su "Memoria de la melancolía”.

«Estoy cansada de no saber dónde morirme. Esa es la mayor tristeza del emigrado. ¿Qué tenemos nosotros que ver con los cementerios de los países donde vivimos? Habría que hacer tantas presentaciones con otros muertos, que no acabaríamos nunca. Estoy tan cansada de hilarme hacia la muerte. Y sin embargo, ¿tenemos derecho a morir sin concluir la historia que empezamos? ¿Cuántas veces hemos repetido las mismas palabras, aceptando la esperanza, llamándola, suplicándola para que no nos abandonase? Porque todos los desterrados de España tenemos los ojos abiertos a los sueños».

MUSEO DEL PRADO. AUDIOGUÍAS INFANTILES: LAS TRES GRACIAS, DE RUBENS


 

NADA COMO LA LECTURA PARA EVADIRSE

 

lunes, 25 de octubre de 2021

LLUVIA, un poema de Federico García Lorca (Enero de 1919)

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de somnolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.

El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.

Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!

¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.

El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentágrama sin clave.

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.

¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias


domingo, 24 de octubre de 2021

De la que amó a un toro marino, un cuento de la narradora y poeta costarricense Magda Zavala

Se daba aires de proscrito, barba larga y lento fumado entre los dientes, con el atractivo de quien parece amenazante y vigoroso. Así lo conocí, así casi lo estoy olvidando. Por lo demás, se enredaba en los amores viejos, y en los del porvenir, y le gustaba hablar a solas, mientras dejaba caer el agua tibia sobre sus lomos robustos. Allí filosofaba sobre el mundo y sus desastres, hacía cálculos para la próxima cosecha o se pronunciaba en contra de las ocurrencias de los diputados y de las partidas específicas que le compran el alma al diablo, cuando no le daba por cantar, con el más esforzado de los empeños, que no alcanzaban a dar con los ritmos de Celia Cruz y su “Traigo yerba Santa pa’la garganta…”.

Yo, el resto del día, desde la lejanía que impone la ciudad amurallada, daba vueltas en círculos a su alrededor, ofreciéndole cuanto podía: que está servido el desayuno, ¿te traigo el periódico?, esa camisa no te va, ¿adivina qué hay de almuerzo hoy? ¿Quieres un café…? Y él allá, conversando consigo mismo, lleno de murmullos, se daba la razón sobre decisiones tomadas o se lamentaba de algún fiasco; muchas veces criticaba a los políticos que se olvidan de la agricultura, como si no fuéramos todos medio maiceros y la sociedad industrial estuviera en la cola de un venado ya muerto, y otras al bipartidismo insoportable que nos tiene totalmente prensados.

Alguna vez perdida, cuando menos lo esperaba, retumba su voz de trueno caribeño desde la ducha:

—Negra, vení acá…, sentáte ahí que tengo que decirte…

En realidad, requería mi escucha silenciosa. Lo supe cuando al principio traté de opinar.

—Bueno, es que a mí me parece…

Él me interrumpió de inmediato:

—No, oíme, quiero que me oigás a ver si tengo razón.

Y empezaba una lluvia de reflexiones, acabadas y contundentes que no ameritaban opinión, sobre Nietzsche y sus epígonos, el surrealismo y sus desencuentros, la Osa Mayor, los huecos negros, Freud y la teoría de la relatividad, la cuestión latinoamericana y el por qué el comunismo soviético desoyó la voz de Lenin y, sobre todo, lo que hay de cierto cuando se dice que Costa Rica es un país sin tanta desigualdad social y sin ejército.

Como no siempre me llamaba a la hora de su baño y yo quería saber con quién me había casado o quién era ese día mi marido, dejaba las celosías del baño entreabiertas y me sentaba a escucharlo desde un banco ocasional en el jardín interior, que se fue haciendo un sitio de permanente encuentro con mi suerte. Así fui penetrando su mundo, con algunas pistas que logré hilar para no perderme en el laberinto. Él no parecía darse cuenta de mi esfuerzo y seguía llamándome de cuando en cuando a gritos, de seguro calculando todavía las dimensiones de su casa materna.

Al cabo de un año supe de mi hombre por pinceladas —unas precisas y vivas; otras diluidas, en marejadas informes—, aspectos que me permitieron comprender el porqué de sus jadeos branquiales cuando lo hería el absurdo de la muerte asesina o de la injusticia social. El mundo del cual, cargado de estupidez humana y sus ingratas convenciones, le era absolutamente insoportable. CONTINUAR LEYENDO

sábado, 23 de octubre de 2021

EL ÚLTIMO INTENTO, un poema del poeta ruso Yevgueni Yevtushenko (1932-2017)


A Masha
El último intento de ser feliz
ciñéndome a todas tus curvas, todas tus sinuosidades,
a la blancura trémula y balbuceante
y a las bayas con el opio del saúco.

El último intento de ser feliz
como si mi fantasma, al filo del abismo,
quisiera saltar huyendo de todas las ofensas,
allá donde hace mucho estaba yo arruinado.

Allí sobre mis huesos rotos
se posa una libélula,
y las hormigas visitan tranquilamente
las cuencas de lo que ayer fueron mis ojos.

Ya me hice alma. Ya no estoy en mi cuerpo.
Escapé a mi prisión de huesos
pero me hastían los fantasmas
y otra vez me llaman los abismos.

Un fantasma enamorado ahuyenta más que un cadáver.
Pero tú no te asustaste sino que comprendiste
y juntos nos hemos arrojado como a un abismo
y el abismo desplegó unas blancas alas
que nos levantó sobre la niebla.

Y estamos tendidos juntos, no en la cama
sino en la niebla que apenas nos sostiene.
Soy un fantasma. Ya no se quiebra mi cuerpo
pero tú estás viva y temo por ti.

Otra vez revolotea el cuervo fúnebre
en espera de carne fresca, como en el campo de batalla.
El último intento de ser feliz.
El último intento de amar.

viernes, 22 de octubre de 2021

AL FURGÓN, un álbum ilustrado de Henri Meunier y Nathalie Choux




En un parque un niño observa indignado como la policía pide la documentación a sus amigos y después los detiene solo por el hecho de ser de diferentes. Una reflexión divertida sobre la intolerancia y el racismo.




miércoles, 20 de octubre de 2021

LA SILLA QUE AHORA NADIE OCUPA, un poema de Evaristo Carriego

Con la vista clavada sobre la copa
se halla abstraído el padre desde hace rato,
pocos momentos hace rechazó el plato
del cual apenas quiso probar la sopa.

De tiempo en tiempo, casi furtivamente,
llega en silencio alguna que otra mirada
hasta la vieja silla desocupada,
que alguien, de olvidadizo, colocó enfrente.

Y, mientras se ensombrecen todas las caras,
cesa de pronto el ruido de las cucharas
porque insistentemente, como empujado

por esa idea fija, que no se va,
el menor de los chicos ha preguntado
cuándo será el regreso de la mamá.

domingo, 17 de octubre de 2021

LA CARTA DE AMOR, un cuento de la escritora argentina Luisa Valenzuela

 La investigadora va todos los atardeceres, a eso de las siete, a retomar su trabajo en un locutorio frente al parque. Se sienta en una silla que está siempre caliente. La acaba de abandonar una mujer ya mayor, delgada, de pelo canoso, que también elige esa precisa computadora quizá por ser la más veloz en el pequeño locutorio del barrio.

Más de una vez la investigadora se ha sorprendido porque en la pantalla queda siempre la última página consultada por la mujer en la red, y siempre el tema son las mariposas. Así durante meses. Hasta que un día la investigadora llega y encuentra a la mujer, canosa, mayor, caída frente a la pantalla con la cabeza sobre el teclado. Se desespera y da la voz de alarma, pero en el locutorio nadie parece inmutarse, simplemente llaman una ambulancia. Casi de inmediato llegan dos paramédicos o enfermeros vestidos de blanco, comprueban que la mujer ya no respira y sin hacer preguntas la meten tal como está, en posición casi fetal, en una gran bolsa verde de plástico y se la llevan, supuestamente a la morgue. En el locutorio, clientes y encargados siguen con sus asuntos como si nada hubiese ocurrido. La investigadora queda atónita. La última página abierta por la muerta parecería esta vez ser su correo personal porque hay una brevísima carta de amor en la bandeja de entrada. Algo sorprendente, dado que nunca antes la ahora difunta parecía haber recibido mensaje alguno y nunca había dejado indicios de su intimidad. La carta no tiene firma, la investigadora intenta explorar el resto del correo para averiguar claves de la víctima pero está vacío. Sale aturdida del locutorio, el dependiente no la detiene ni siquiera para cobrarle. Nadie parece estar atento a lo que ocurre a su alrededor.

Desconcertada, la investigadora empieza a perder noción de la realidad, es el crepúsculo, cruza una calle y otra y otra y se interna en el parque. Se larga a vagar sin poder explicarse qué pasó con la pobre mujer, ni con sus propios sentimientos y sensaciones. Camina sin rumbo por el vasto parque ya casi a oscuras, no piensa en el peligro, agotada y sin dirección se sienta en un banco junto a un hombre muy viejo que parece estar dormido.

Pero no; el viejo abre los ojos para preguntarle

-¿Cuánto cobra la hora?

La investigadora está a punto de levantarse, ofendida, o de devolverle el insulto, cuando el viejo completa su frase: el locutorio. Cuánto cobra la hora el locutorio, quiere saber.

Están a muchas muchas cuadras de distancia, no entiende cómo el viejo pudo haberse dado cuenta de dónde venía ella. Y qué le puede importar ese detalle a un vagabundo sin techo que nunca debe de haber visto una computadora de cerca. CONTINUAR LEYENDO


sábado, 16 de octubre de 2021

EL ALMA PERDIDA, un álbum ilustrado de Olga Tokarczuk (Permio Nóbel de Literatura) y Joanna Concejo



Un hombre pierde su alma y se aloja en una cabaña a esperar que vuelva. Página tras página, recorremos el camino que hace cada uno hasta volver a estar juntos.

Tiempo, paciencia y ritmo son las claves para dialogar sobre este relato que nos obliga a pensar sobre nuestro modo de vida.

"El alma perdida" es un libro introspectivo, con la capacidad de parar los relojes y dejar el tiempo en pausa. En ese lapso vacío deja libre a las palabras y nos motiva a encontrarnos con ellas. ¿Dónde estamos? ¿Somos los que fuimos? ¿Cuánto queda de lo que deseamos ser?

jueves, 14 de octubre de 2021

EL CONTADOR DE CUENTOS, un cuento de Saki (Héctor Munro)

Era una tarde calurosa y el vagón del tren también estaba caliente; la siguiente parada, Templecombe, estaba casi a una hora de distancia. Los ocupantes del vagón eran una niña pequeña, otra niña aún más pequeña y un niño también pequeño. Una tía, que pertenecía a los niños, ocupaba un asiento de la esquina; el otro asiento de la esquina, del lado opuesto, estaba ocupado por un hombre soltero que era un extraño ante aquella fiesta, pero las niñas pequeñas y el niño pequeño ocupaban, enfáticamente, el compartimiento. Tanto la tía como los niños conversaban de manera limitada pero persistente, recordando las atenciones de una mosca que se niega a ser rechazada. La mayoría de los comentarios de la tía empezaban por «No», y casi todos los de los niños por «¿Por qué?». El hombre soltero no decía nada en voz alta.

-No, Cyril, no -exclamó la tía cuando el niño empezó a golpear los cojines del asiento, provocando una nube de polvo con cada golpe-. Ven a mirar por la ventanilla -añadió.

El niño se desplazó hacia la ventilla con desgana.

-¿Por qué sacan a esas ovejas fuera de ese campo? -preguntó.

-Supongo que las llevan a otro campo en el que hay más hierba -respondió la tía débilmente.

-Pero en ese campo hay montones de hierba -protestó el niño-; no hay otra cosa que no sea hierba. Tía, en ese campo hay montones de hierba.

-Quizá la hierba de otro campo es mejor -sugirió la tía neciamente.

-¿Por qué es mejor? -fue la inevitable y rápida pregunta.

-¡Oh, mira esas vacas! -exclamó la tía.

Casi todos los campos por los que pasaba la línea de tren tenían vacas o toros, pero ella lo dijo como si estuviera llamando la atención ante una novedad.

-¿Por qué es mejor la hierba del otro campo? -persistió Cyril.

El ceño fruncido del soltero se iba acentuando hasta estar ceñudo. La tía decidió, mentalmente, que era un hombre duro y hostil. Ella era incapaz por completo de tomar una decisión satisfactoria sobre la hierba del otro campo.

La niña más pequeña creó una forma de distracción al empezar a recitar «De camino hacia Mandalay». Sólo sabía la primera línea, pero utilizó al máximo su limitado conocimiento. Repetía la línea una y otra vez con una voz soñadora, pero decidida y muy audible; al soltero le pareció como si alguien hubiera hecho una apuesta con ella a que no era capaz de repetir la línea en voz alta dos mil veces seguidas y sin detenerse. Quienquiera que fuera que hubiera hecho la apuesta, probablemente la perdería.

-Acérquense aquí y escuchen mi historia -dijo la tía cuando el soltero la había mirado dos veces a ella y una al timbre de alarma.

Los niños se desplazaron apáticamente hacia el final del compartimiento donde estaba la tía. Evidentemente, su reputación como contadora de historias no ocupaba una alta posición, según la estimación de los niños.

Con voz baja y confidencial, interrumpida a intervalos frecuentes por preguntas malhumoradas y en voz alta de los oyentes, comenzó una historia poco animada y con una deplorable carencia de interés sobre una niña que era buena, que se hacía amiga de todos a causa de su bondad y que, al final, fue salvada de un toro enloquecido por numerosos rescatadores que admiraban su carácter moral. CONTINUAR LEYENDO


martes, 12 de octubre de 2021

ÁLBUM ILUSTRADO Y SALUD MENTAL. Selección y textos de Carolina Lesa Brown

En una frontera invisible, piel adentro, las palabras luchan por su territorio. Las nuevas iluminan rincones antes desapercibidos; las viejas se resisten a moverse. Cuando la claridad gana, las viejas palabras se hacen pequeñas e, incluso, admiten una caricia como un leve indicio de acercamiento. En cada sesión de lectura, este ritual se repite en los pacientes con problemas de salud mental. 

Pero la literatura no se deja intimidar: avanza lenta y segura, porque donde hay belleza hay luz y donde reina la luz la oscuridad se desvanece. «Yo duermo en tus sesiones porque es el único espacio donde paran las voces de mi cabeza. Oyendo tu voz sé que estoy a salvo», le dice un paciente a Silvia García Esteban, mediadora de lectura en diversos centros de Madrid.

El lenguaje literario nos guía, con sus palabras de pan, hacia la belleza y, desde ahí, anima a construir nuevas narrativas con las cuales aprender a ser y a afrontar la vida. Cuentos y poemas nos frecen un nuevo lenguaje para nombrar los silencios más íntimos, escriben una tregua para reconciliarnos con los recuerdos y ponen en su lugar sentimientos inclasificables. El diálogo con los libros abre espacios de libertad y proporciona el oxígeno que permite descansar de la realidad y, al mismo tiempo, tomar fuerzas para habitarla.

Dentro del ámbito de la salud  mental, uno de los mayores aliados en la promoción de la lectura es el álbum ilustrado. Palabras e imágenes se hilan para crear un entorno seguro, acogedor, en el que todas las personas, independientemente de su condición, son bienvenidas. Los efectos secundarios de la medicación afectan a la memoria, la atención y la capacidad cognitiva de los pacientes, lo que dificulta la lectura de novelas o cuentos largos.

Por el contrario, el álbum tiene su peso narrativo en la imagen. A simple vista podemos empatizar —o no— con los personajes, conocer el ambiente, el tiempo histórico y seguir el hilo de las acciones. Esta característica le confiere un firme carácter democrático: no importa el idioma que hables, la cultura a la que pertenezcas, tu edad o tipo de inteligencia. Puedes, incluso, no saber leer. La imagen nunca deja a nadie atrás. En su discurso de formas, perspectivas y colores todo el mundo cabe.

El álbum utiliza los lenguajes gráfico y verbal para llegar al otro y, en esa comunicación, por su calidad de obra de arte, establece un vínculo afectivo de «subjetividad a subjetividad» que se arraiga en lo más hondo y hace que estén, como dice Silvia, «más vivos y menos derrotados», porque «la palabra ha  tenido un efecto profundamente humanizador».

En 2019 la Fundación de Educación para la Salud (Fundadeps) y la Asociación Âlbum firmaron un convenio en el que se comprometían a unir fuerzas para realizar actividades conjuntas y dar visibilidad a este género literario en distintos ámbitos hospitalarios. De ese acuerdo nació un curso de formación destinado a los profesionales del área de salud mental, que contó con la presencia activa de editores y, también, con dos maletas de libros para crear sesiones de lectura con los pacientes. Muchos de esos libros se exponen en estas páginas; mientras otros se incorporan con el fin de ampliar rutas y recorridos.

Ahora bien, ¿cuál fue el criterio de selección? Cuando impartimos un taller de lectura siempre es más lo que no conocemos sobre los participantes que aquello que sabemos. Por ejemplo, somos ajenos a su  momento vital, a las huellas de la experiencia, a los matices de la nostalgia o a la aspereza de la angustia. Desconocemos el ritmo de sus latidos hacia lo inesperado o qué preguntas esenciales hacen que le cambie la mirada.

Sin embargo, tenemos algunas certezas solo por el hecho de ser humanos: todos, sin excepción, necesitamos ser amados, darle sentido a la vida, saber quiénes somos. Tenemos miedo y anhelamos reír; participamos de innumerables luchas cotidianas y nos intriga qué hay detrás de la  frontera de la muerte. Esta zona común, de la que bebe nuestro habitar en el mundo, es el silencio al que debe apuntar la promoción de la lectura en el ámbito de la salud mental. En esa tierra simbólica somos iguales y podemos construir un diálogo no solo para acercarnos a la realidad de las personas que viven con esta problemática, sino para elaborar en conjunto un discurso que las dignifique. Ofrecer literatura sin adjetivos es apelar a nuestra dimensión simbólica y, por lo tanto, a lo que nos hace únicos y humanos. Nos asoma a los abismos más primitivos y nos obliga a darnos la mano para no caer.

De ahí que la selección de este catálogo esté orientada a incentivar espacios de diálogo, elaboración e invención sobre esa materia intangible que nos atraviesa como personas y que afectan a la subjetividad, atendiendo a los intereses y singularidades propias de este colectivo.

Alejandra Pizarnik dijo alguna vez: «Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En ese sentido el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos». Esperamos que este catálogo pueda enriquecer la práctica de profesionales, voluntarios y otras personas cercanas al ámbito. Que la belleza os acompañe.



lunes, 11 de octubre de 2021

TODOS MENOS UNO, un álbum ilustrado de Eric Battut

 

Atreverse a ser diferente tiene un alto coste social, pero también una increíble recompensa. Eso es lo que descubre el pequeño guisante cuando decide recorrer el mundo. Así, cada estancia de su viaje se convierte en una instancia de crecimiento. Sin embargo, el valor del relato no se encuentra en la travesía, como en El secreto, Éric Battut depara lo mejor para el final. Un desenlace tierno y humorístico que sacará a los lectores más de un color.

«En un jardín crecía una planta de guisantes.
Se parecían unos a otros y vivían tranquilamente. Todos menos uno.
Había un guisante que no quería ser como los demás.»




domingo, 10 de octubre de 2021

CARBONERAS, un libro de relatos de Aitana Castaño con ilustraciones de Alfonso Zapico


Trabajaban en las tolvas eligiendo el mejor mineral y descartando restos de piedras y madera. Cuidaban de las casas, de las familias, de los niños, de los mayores... También se cuidaban entre ellas. Todo el polvo del carbón de las minas asturianas pasaba por sus pulmones. Luchaban contra la silicosis, contra el olvido, contra una sociedad que las ignoraba y contra ellas mismas y sus destinos. Eran las carboneras. Madres, abuelas, tías, hermanas, vecinas, amantes y esposas de todos los niños de humo que nacieron, se criaron y murieron con las cuencas mineras metidas en el corazón. Sus vidas están llenas de llantos, amores y batallas, a las habia que sumar la de una clase dirigente represora que no dudo en hacer de las comarcas carboníferas uno de sus laboratorios de torturas. El espacio en el que se localiza la acción es Montecorvo del Camino (un lugar ficticio del universo que Alfonso Zapico dibujo y creo para contar la Revolución del 34 en su trilogía La Balada del Norte), en algún momento de los años sesenta.

viernes, 8 de octubre de 2021

Comienza la Lectura Dialógica Compartida / Tertulia Literaria en la Fundación Peñascal-Bolueta (Bilbao)

Ayer retomamos, de la mano de Aitor -profesor, educador, compañero, guía, apagafuegos, etc.- la Tertulia Literaria en la Fundación Peñascal. Son ya varios cursos los que llevamos haciendo esta actividad y, a decir verdad, no nos cansamos. Este curso el grupo es de unas 20 personas, la mayoría, por no decir todos y todas, jóvenes de distintas procedencias. En esta Tertulia, a lo largo del tiempo, hemos ido introduciendo diferentes expresiones artísticas que pretenden ayudarnos, siguiendo a Paulo Freire, a leer la palabra después de aprender a leer el mundo. O como dice mi buen amigo Juan Mata: ¿De qué nos sirve enseñar a leer textos si no aprenden a leer el mundo? Así que para empezar compartimos un Álbum Ilustrado, LA ESCUELA SECRETA DE NASREEN, que nos cuenta la historia de una niña que, por ser mujer, no podía asistir a la escuela.

De ahí pasamos a compartir la lectura de una viñeta de Forges. He de decir que uno de los materiales que utilizamos para estas sesiones es el de las Viñetas. En este caso, el diálogo que se produjo fue francamente enriquecedor. Después vino el poema, compartiendo la lectura de uno de Adam Zagajewski, REFUGIADOS. Un poema que es una mirada al terrible mundo de esas personas que, por distintas causas, se ven obligadas a dejar su tierra. Aquí también hubo muchas intervenciones, ya que varios de los componentes del grupo son refugiados. Y siguiendo con esta cuestión, leímos una viñeta de El Roto que hacía alusión a esta tragedia fruto de la injusticia. La frase (Cuando descubrieron que la esperanza les mantenía a flote, supieron que ningún océano les detendría) es muy ilustrativa y lanza unos mensajes que no pasaron desapercibidos y sobre los que hablamos desde nuestras miradas, teniendo presente, que algunas de esas miradas habían cruzado mares para llegar hasta aquí, y que otras pertenecían a personas que vivimos en una sociedad en la que una parte importante de la misma las rechaza. Y para finalizar esta parte, compartimos le lectura de una artículo de Martín Caparrós, BAJO EL VOLCÁN, en el que compara el tratamiento informativo que se da a lo que está sucediendo en la isla de La Palma y la que se da a lo que está sucediendo allí al lado, por no decir allí mismo, con las personas que mueren en el mar en su intento de llegar a nuestro mundo.
En los seis primeros meses de este año, 1.922 personas murieron o desaparecieron tratando de llegar desde las costas africanas a las islas Canarias. Más de 300 personas cada mes: un promedio de más de diez muertos por día –y el flujo no se para. A veces, esas historias, esas muertes, merecieron una notita en algún diario; casi siempre no.

Para finalizar, compartimos la lectura de un artículo de Irene Vallejo, AMORES FLEMÁTICOS, que trata sobre el enamoramiento. Y como toma como ejemplo de una forma de enamoramiento el cuento de Leopoldo Alas Clarín, EL DÚO DE LA TOS, también nos dedicamos a compartirlo.

Tal vez os parezca mucho material para una sesión de dos horas, y puede que tengáis razón, ya que al final anduvimos justo de tiempo para compartir las dos últimas lecturas. Pero es algo que no nos preocupa demasiado, ya que el grupo ha trabajado todo este material los días anteriores con Aitor. Es decir, que a estas sesiones llegamos con la tarta medio hecha con lo que sólo nos queda terminarla y ponerle la guinda, cosa que ayer hicimos y que nos dejó tan buen gusto que hemos decido repetir el plato, claro que con distintos ingredientes. Receta de la que os daremos cuenta oportunamente.






miércoles, 6 de octubre de 2021

EL AZUL ES UN COLOR CÁLIDO, una novela gráfica de Julie Maroh

 

Clementine es una adolescente sin problemas. Llega del campo para integrarse en un instituto en el que se siente a gusto. Un día se cruza en la calle con una pareja de chicas. Una lleva el pelo teñido de azul, y le sonríe, mientras Clementine baja la vista. A partir de este preciso momento todo va a cambiar para ella: su relación con sus nuevos amigos, su sitio en la familia, sus prioridades y sobre todo su sexualidad. Es difícil saber qué aspecto tiene el amor. A veces duele y siempre hay obstáculos en el camino. Pero un calor inabarcable se instala en el estomago, que te hace vibrar y te empuja a superarte. Estamos delante de una obra que describe con mucha delicadeza lo cotidiano de una joven mujer mediante la lectura de sus diarios. La ilustración de Julie Maroh permite identificarse con sus protagonistas sin apenas darnos cuenta. El trazo de la autora propone unas perspectivas, unas posturas tan inesperadas como la vida misma. Clementine y Emma intentan amarse a pesar de las dificultades que supone la visión de la homosexualidad por parte de la sociedad actual y los propios prejuicios de Clementine. Pero descubrimos una historia de amor que, a pesar de ser trágica, podría ser la de cualquiera, y sin diluir su intensidad en una profusión de reivindicaciones sociales. Aprender, crecer, amar. Eso es lo que nos enseña este emotivo y absorbente slice-of-life, adentrándonos en lo más personal y lo más intimo de dos jóvenes valientes.

martes, 5 de octubre de 2021

RESIDUO DE FÁBRICA, un poema del argentino Evaristo Carriega

Hoy ha tosido mucho. Van dos noches
que no puede dormir, noches fatales,
en esa oscura pieza donde pasa
sus más amargos días, sin quejarse.
El taller la enfermó, y así, vencida
en plena juventud, quizá no sabe
de una hermosa esperanza que acaricie
sus largos sufrimientos de incurable.
Abandonada siempre, son sus horas
como su enfermedad: interminables.
Sólo a ratos, el padre, se le acerca
cuando llega borracho, por la tarde...
Pero es para decirle lo de siempre,
el invariable insulto, el mismo ultraje:
¡Le reprocha el dinero que le cuesta
y la llama haragana, el miserable!
Ha tosido de nuevo. El hermanito
que a veces en la pieza se distrae
jugando, sin hablarla, se ha quedado
de pronto serio como si pensase...
Después se ha levantado, y bruscamente
se ha ido murmurando al alejarse,
con algo de pesar y mucho de asco:
—que la puerca, otra vez escupe sangre...

lunes, 4 de octubre de 2021

LA BALADA DEL AGUA. José Luis Sampedro

EL GERANIO

A la pelada altura de la montaña que ya no alcanzan los pastos, frena la pendiente una roca empinada alzándose como una alta proa. En ella se abre a ras de tierra una oquedad junto a la cual brota del suelo un geranio. Su inesperada presencia resulta inverosímil, pero allí está bien firme: su breve ramaje verde casi oculto bajo las flores, apiñadas en apretada maraña a manera de encendida cúpula. Una roja explosión, pero no del granate oscuro de la sangre sino del bermellón luminoso de la vida.

A su alrededor, en el rellano al pie del risco, sólo hay guijarros caídos de la roca y algún matojo de escaso verdor y áspero ramaje. Hostil entorno para el único grito de color a la vista, arraigado con impávida voluntad de permanecer.

El rojo milagro es contemplado con maravillada ternura por una mujer recién aparecida en la oscura oquedad de la roca. Se acerca al geranio, se inclina hacia la planta hasta casi besarla. “¿Cómo has podido llegar tan arriba?” –se pregunta- “¿Qué pajarillo traería tu semilla entre sus plumas?”

La mujer, ya madura, viste de negro como tantas labradoras. Los grises cabellos recogidos en un moño encuadran un rostro surcado de años pero radiante de fortaleza, visible también en el andar afirmado y en el brillo intenso de los ojos. Su falda llega hasta las abarcas de cuero, calzadas sobre negras medias de lana, obra de sus manos. No encuentra respuesta a sus preguntas sobre el prodigio, pero no importa. Lo esencial es la férrea voluntad que percibe en la frágil flor, erigiéndose por sí sola en toda una primavera de las alturas y convocando un aire de abril y un sol de mayo. Y esa mujer no falla nunca cuando identifica ante ella lo esencial. 

La saca de su contemplación el rumor de un conocido borboteo. Se da la vuelta y advierte a pocos pasos la repentina afloración de un manantial a ras del suelo, creando una pequeña corriente que fluye ladera abajo. La mujer sonríe y no se desconcierta cuando del agua se eleva una neblina que cuaja y se moldea hasta convertirse en una joven envuelta en ondulante túnica celeste y calzada con primorosas sandalias de tiras doradas.

-¡Madre querida! –exclama la aparecida fundiéndose en un abrazo con la campesina.

-Te encuentro más delgada, Agua –comenta preocupada la mujer.

-Pues tú… -pero se interrumpe sorprendida por el vibrante bermellón del geranio- ¿Y esto? ¡Otro milagro tuyo, tan monte arriba!

-Sí, ha nacido de mí, pero se plantó él. Ya ves, en esta sequedad. No sé cómo resiste.

Agua sonríe y mantiene un momento su mano por encima de la flor. Cuando la retira brillan más los pétalos y las hojas afelpadas sostienen unas gotas transparentes. Con espontánea naturalidad se sientan ambas en el suelo unidas por la cintura. CONTINUAR LEYENDO
 

domingo, 3 de octubre de 2021

EL OSO QUE NO ESTABA, un álbum ilustrado de Oren Lavie con ilustraciones de Wolf Erlbruch

 

El oso que no estaba es el viaje de un oso que sale a la búsqueda de sí mismo y de su verdadera identidad.

Un paseo a través del bonito bosque con preguntas aparentemente simples: ¿soy el primero?, ¿o el último?, ¿eres yo? Pensamientos positivos soy un oso muy amable y encuentros reveladores con la Vaca Valerosa, la Lagartija Lánguida, el Pingüino Pintoresco y la Tortuga Taxi, que ayudarán al oso a encontrar las respuestas que buscabas, y en la búsqueda será capaz de conocerse a sí mismos.

Una historia llena de imaginación, filosófica, irónica e inteligente, con un guiño al oso bonachón de Winnie de Pooh y al viaje fantástico de Alicia en el país de las maravillas, magistralmente ilustrada por Wolf Erlbruch.





viernes, 1 de octubre de 2021

“HISTORIA DE UNA PRINCESA, SU PAPÁ Y EL PRÍNCIPE KINOTO FUKASUKA, un cuento de María Elena Walsh

"Esta es la historia de una princesa, su papá, una mariposa y el Príncipe Kinoto Fukasuka.

Sukimuki era una princesa japonesa. Vivía en la ciudad de Siu Kiu, hace como dos mil años, tres meses y media hora.

En esa época, las princesas todo lo que tenían que hacer era quedarse quietitas. Nada de ayudarle a la mamá a secar los platos. Nada de hacer mandados. Nada de bailar con abanico. Nada de tomar naranjada con pajita.

Ni siquiera ir a la escuela. Ni siquiera sonarse la nariz. Ni siquiera pelar una ciruela. Ni siquiera cazar una lombriz. Nada, nada, nada. Todo lo hacían los sirvientes del palacio: vestirla, peinarla, estornudar por… –atchís–, por ella, abanicarla, pelarle las ciruelas. ¡Cómo se aburría la pobre Sukimuki!Una tarde estaba, como siempre, sentada en el jardín papando moscas, cuando apareció una enorme Mariposa de todos colores. Y la Mariposa revoloteaba, y la pobre Sukimuki la miraba de reojo porque no le estaba permitido mover la cabeza.

–¡Qué linda mariposapa! –murmuró al fin Sukimuki, en correcto japonés.
Y la Mariposa contestó, también en correctísimo japonés:
–¡Qué linda Princesa! ¡Cómo me gustaría jugar a la mancha con usted, Princesa!
–Nopo puepedopo –le contestó la Princesa en japonés.
–¡Cómo me gustaría a jugar a escondidas, entonces!
–Nopo puepedopo –volvió a responder la Princesa haciendo pucheros.
–¡Cómo me gustaría bailar con usted, Princesa! –insistió la Mariposa.
–Eso tampococo puepedopo –contestó la pobre Princesa.
Y la Mariposa, ya un poco impaciente, le preguntó:
–¿Por qué usted no puede hacer nada?
–Porque mi papá, el Emperador, dice que si una Princesa no se queda quieta, quieta, quieta como una galleta, en el imperio habrá una pataleta.
–¿Y eso por qué? –preguntó la Mariposa.
–Porque sípi –contestó la Princesa–, porque las Princesas del Japonpón debemos estar quietitas sin hacer nada. Si no, no seríamos Princesas. Seríamos mucamas, colegialas, bailarinas o dentistas, ¿entiendes?
–Entiendo –dijo la Mariposa–, pero escápese un ratito y juguemos. He venido volando de muy lejos nada más que para jugar con usted. En mi isla, todo el mundo me hablaba de su belleza.
A la Princesa le gustó la idea y decidió, por una vez, desobedecer a su papá.
Salió a correr y bailar por el jardín con la Mariposa.

En eso se asomó el Emperador al balcón y al no ver a su hija armó un escándalo de mil demonios.
–¡Dónde está la Princesa! –chilló.
Y llegaron todos sus sirvientes, sus soldados, sus vigilantes, sus cocineros, sus lustrabotas y sus tías para ver qué le pasaba.
–¡Vayan todos a buscar a la Princesa! –rugió el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago.
Y allá salieron todos corriendo y el Emperador se quedó solo en el salón.
–¡Dónde estará la Princesa! –repitió.
Y oyó una voz que respondía a sus espaldas:
–La Princesa está de jarana donde se le da la gana.
El Emperador se dio vuelta furioso y no vio a nadie. Miró un poquito mejor, y no vio a nadie. Se puso tres pares de anteojos y, entonces sí, vio a alguien. Vio a una mariposota sentada en su propio trono.
–¿Quién eres? –rugió el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago.
Y agarró un matamoscas, dispuesto a aplastar a la insolente Mariposa.
Pero no pudo.
¿Por qué?
Porque la Mariposa tuvo la ocurrencia de transformarse inmediatamente en un Príncipe. Un Príncipe buen mozo, simpático, inteligente, gordito, estudioso, valiente y con bigotito.

El Emperador casi se desmaya de rabia y de susto.
–¿Qué quieres? –le preguntó al Príncipe con voz de trueno y ojos de relámpago.
–Casarme con la Princesa –dijo el Príncipe valientemente.
–¿Pero de dónde diablos has salido con esas pretensiones?
–Me metí en tu jardín en forma de mariposa –dijo el Príncipe– y la Princesa jugó y bailó conmigo. Fue feliz por primera vez en su vida y ahora nos queremos casar.
–¡No lo permitiré! –rugió el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago.
–Si no lo permites, te declaro la guerra –dijo el Príncipe sacando la espada.
–¡Servidores, vigilantes, tías! –llamó el Emperador.
Y todos entraron corriendo, pero al ver al Príncipe empuñando la espada se pegaron un susto terrible.
A todo esto, la Princesa Sukimuki espiaba por la ventana.
–¡Echen a este Príncipe insolente de mi palacio! –ordenó el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago.

Pero el Príncipe no se iba a dejar echar así nomás.
Peleó valientemente contra todos. Y los vigilantes se escaparon por una ventana. Y las tías se escondieron aterradas debajo de la alfombra. Y los cocineros se treparon a la lámpara.
Cuando el Príncipe los hubo vencido a todos, preguntó al Emperador:
–¿Me deja casar con su hija, sí o no?
–Está bien –dijo el Emperador con voz de laucha y ojos de lauchita–. Cásate, siempre que la Princesa no se oponga.
El Príncipe fue hasta la ventana y le preguntó a la Princesa:
–¿Quieres casarte conmigo, Princesa Sukimuki?
–Sípi –contestó la Princesa entusiasmada.

Y así fue como la Princesa dejó de estar quietita y se casó con el Príncipe Kinoto Fukasuka. Los dos llegaron al templo en monopatín y luego dieron una fiesta en el jardín. Una fiesta que duró diez días y un enorme chupetín. Así acaba, como ves, este cuento japonés.

M. E. Walsh, en “Cuentopos de Gulubú”.

El video del cuento relatado por María Elena Walsh