martes, 25 de junio de 2019

Formación, Tertulias y un cuento escrito por Gema Vivar García, una madre de la Tertulia Literaria Dialógica de familiares de la Comunidad de Aprendizaje del CEIP San Juan de Ávila en Castellar de Santiago (Ciudad Real)



Los días 6 y 7 de mayo tuve la ocasión de compartir lecturas, palabras y sentimientos con la Comunidad de Aprendizaje del CEIP San Juan de Ávila. Fueron dos días intensos en los que disfruté tremendamente hablando de la lectura compartida con toda la comunidad y participando en distintas tertulias de la mano de un gran equipo docente y de un sobresaliente equipo directivo. Sin olvidar que un centro como este es fruto de toda la Comunidad y de todo el pueblo.

No era la primera vez que iba a esa Comunidad. Hace varios años estuve haciéndoles una visita similar a la de estos días, y en aquella ocasión también hicimos una tertulia literaria con los familiares, madres en su gran mayoría, por no decir en su totalidad. He de reconocer que me quedé impresionado del nivel literario y humano de aquellas personas, así como de todo lo que pude aprender de ellas. Más tarde, y en diferentes eventos, me he encontrado con algunas de ellas que me ponían al día de cómo iba el centro y de las dificultades que atravesó en algunos momentos. También supe por otros cauces que ellas, las familias, eran las que mantenían, junto con un grupo reducido de profesorado, la llama de la Comunidad de Aprendizaje. Por eso, cuando como colofón a los dos días de actividad me junté con ellas para hacer la tertulia notaba lago especial en mi corazón porque iba a compartir lecturas, palabras y sentimientos con personas de gran sabiduría y humanidad. Y así fue. Pero, en ese compartir, apareció una madre, Gemma, que animada por las demás nos leyó en voz alta uno de sus cuentos. Lectura que compartimos y sobre la que dialogamos en profundidad.

Hoy, con su permiso y con mi agradecimiento, quiero compartir con vosotras y vosotros ese texto que ella titula: 

"Marionetas sin hilos"


Cuando despierto lo hago en una dimensión diferente, para mí desconocida, sin saber cómo soy consciente de ello; desde el primer momento sé que me hallo en un plano superior. 

Desde aquí puedo ver mi cuerpo, mi cabeza junto con mis piernas y brazos reposan en una posición imposible, casi esperpéntica, igual que una muñeca rota, una marioneta a la que le han cortado los hilos que la mantenían viva. Mis ojos miran hacia arriba, hacia donde ahora me encuentro, su expresión ya sin vida es una mezcla de miedo y de sorpresa; por mis mejillas se dibujan unas finas líneas blancas, de unas lágrimas que en algún momento se han abierto paso en mi cara salpicada de sangre, una sangre que forma un charco al lado de mi cuerpo y que ha escapado de mi vientre en una catarata silenciosa y rápida. Me ha dado muerte paradójicamente por el mismo sitio en el que yo di vida engendrando a nuestros hijos. 

Veo nítidamente cómo esposan a mi marido, que se mantiene impertérrito, frío y rígido como una torre que nunca fuera a caer. A pocos pasos dos guardias civiles sujetan a mi hermano que fuera de sí intenta agredir a mi asesino, aunque solo puede proferir insultos y amenazas; la fuerza de su ira es tan grande que tiene que intervenir otro guardia para poder inmovilizarlo en el suelo desde el cual ve como meten a mi verdugo ya esposado en el coche patrulla y donde distingue claramente en él una mirada de triunfo y una sonrisa de desdén. Cuando el coche se pierde de vista, mi hermano impotente llora en el suelo. CONTINUAR LEYENDO

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