Si paso por delante de un espejo, me vuelvo,
no quiero verla a ella,
y ella no quiere que la vean. A veces
no sé exactamente cómo seguir con esto.
Con frecuencia, cuando me siento así,
a los pocos minutos estoy llorando, recordando
su cuerpo, o una parte de él,
a menudo la trasera, una parte suya
en la que puedo pensar ahora mismo, atractiva, sin demasiado
detalle, y su espalda vuelta hacia mí.
Después de las lágrimas, el pecho duele menos,
como sí, en nuestro interior, alguna diosa de lo humano
nos hubiese acariciado con un derrame de ternura.
Supongo que es así como la gente sigue adelante, sin
saber cómo. Estoy tan avergonzada
ante mis amigos –saberse abandonada
por quien, supuestamente, mejor me conocía,
cada hora es un lugar para la vergüenza, y yo estoy
nadando, nadando, manteniendo la cabeza alta,
sonriendo, bromeando, avergonzada, avergonzada,
es como estar desnuda entre gente vestida, o ser
una niña y tener que comportarse.
Traducción de Joan Margarit
Eduard Lezcano Margarit
Eduard Lezcano Margarit
De los poemas de Sharon Olds han dicho que son “fuego en las manos”. Nació el 19 de noviembre de 1942 en San Francisco. En sus versos plasma, con crudeza y lirismo, experiencias orilladas: los cuidados en “El padre”, el abandono en “El salto del ciervo”.
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