-"No es posible crecer en la intolerancia. El educador coherentemente progresista sabe que estar demasiado seguro de sus certezas puede conducirlo a considerar que fuera de ellas no hay salvación. El intolerante es autoritario y mesiánico. Por eso mismo en nada ayuda al desarrollo de la democracia." (Paulo Freire). - "Las razones no se transmiten, se engendran, por cooperación, en el diálogo." (Antonio Machado). - “La ética no se dice, la ética se muestra”. (Wittgenstein)
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miércoles, 5 de julio de 2017
lunes, 31 de octubre de 2016
Poesía IX ("La niña de Guatemala"). Un poema de José Martí, inspirado en María García Granados, que canta Oscar Chávez.
Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
la que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos,
y las orlas de reseda
y de jazmín: la enterramos
en una caja de seda.
...Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor:
él volvió, volvió casado:
ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
obispos y embajadores:
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores.
...Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador:
él volvió con su mujer:
ella se murió de amor.
Como de bronce candente
al beso de despedida
era su frente ¡la frente
que más he amado en mi vida!
...Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor:
dicen que murió de frío:
yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor!
contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
la que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos,
y las orlas de reseda
y de jazmín: la enterramos
en una caja de seda.
...Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor:
él volvió, volvió casado:
ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
obispos y embajadores:
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores.
...Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador:
él volvió con su mujer:
ella se murió de amor.
Como de bronce candente
al beso de despedida
era su frente ¡la frente
que más he amado en mi vida!
...Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor:
dicen que murió de frío:
yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor!
martes, 27 de enero de 2015
"Bebé y el señor Don Pomposo", un cuento de José Martí
Bebé es un niño
magnífico, de cinco años. Tiene el pelo muy rubio, que le cae en rizos por la
espalda, como en la lámina de los Hijos del Rey Eduardo, que el pícaro
Gloucester hizo matar en la torre de Londres, para hacerse él rey. A Bebé lo
visten como al duquesito Fountleroy, el que no tenía vergüenza de que lo vieran
conversando en la calle con los niños pobres. Le ponen pantaloncitos cortos
ceñidos a la rodilla, y blusa con cuello de marinero, de dril blanco como los
pantalones, y medias de seda colorada, y zapatos bajos. Como lo quieren a él
mucho, él quiere mucho a los demás. No es un santo, ¡oh, no!: le tuerce los
ojos a su criada francesa cuando no le quiere dar más dulces, y se sentó una
vez en visita con las piernas cruzadas, y rompió un día un jarrón muy hermoso,
corriendo detrás de un gato. Pero en cuanto ve un niño descalzo le quiere dar
todo lo que tiene: a su caballo le lleva azúcar todas las mañanas, y lo llama
"caballito de mi alma": con los criados viejos se está horas y horas,
oyéndoles los cuentos de su tierra de África, de cuando ellos eran príncipes y
reyes, y tenían muchas vacas y muchos elefantes: y cada vez que ve Bebé a su
mamá, le echa el bracito por la cintura, o se le sienta al lado en la banqueta,
a que le cuente cómo crecen las flores, y de dónde le viene la luz al sol, y de
qué está hecha la aguja con que cose, y si es verdad que la seda de su vestido
la hacen unos gusanos, y si los gusanos van fabricando la tierra, como dijo
ayer en la sala aquel señor de espejuelos. Y la madre le dice que sí, que hay
unos gusanos que se fabrican unas casitas de seda, largas y redondas, que se
llaman capullos; y que es hora de irse a dormir, como los gusanitos, que se
meten en el capullo, hasta que salen hechos mariposas. CONTINUAR LEYENDO
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