lunes, 8 de julio de 2024

"EL MAR". Un poema de Simone Weil

Hace unos días, descubrí el libro de la escritora francesa Simone Weil ‘En el corazón repentino. Obra poética’ y quedé sorprendida. Había leído algunos de sus ensayos filosóficos y políticos, pero desconocía su poesía. Su obra poética no es muy extensa, pero fue muy querida por ella. El libro abarca desde poemas de juventud hasta poemas como el que he elegido hoy, escrito en el invierno de 1941-1942 durante su estancia en Marsella, poco antes de su muerte. Simone Weill fue una de las grandes pensadoras del siglo XX y sus reflexiones aún siguen resonando en nuestros días. Siempre he sentido especial predilección por poemas que hablan del mar, ese extenso espacio de odiseas, esperanzas y también de tragedias. Por esa razón, de todos los posibles, he elegido para compartir el poema titulado precisamente ‘El mar’. (Andrea Villarrubia Delgado)


Mar dócil al freno, mar sumiso en silencio,
mar disperso, de olas encadenadas para siempre,
masa ofrecida al cielo, espejo de obediencia,
para tejer allí cada noche nuevos pliegues,
los astros lejanos ejercen su poder sin esfuerzo.

Cuando la mañana llena todo el espacio,
él acoge y devuelve el don de la claridad.
Un ligero brillo se posa en la superficie.
Él se tiende mientras progresa el día
y, sin ganas, espera, resplandece y se aparta.

Los reflejos de la tarde harán refulgir de pronto
el ala suspendida entre el cielo y el agua.
Las olas fluctuantes clavadas en el fondo,
de donde, una y otra vez, suben y bajan las gotas,
permanecen allí por ley soberana.

La balanza con brazos secretos de agua transparente
se pesa a sí misma, y a la espuma y al hierro,
justiciera solitaria de cada barca errante.
Con el navío un hilo azul traza un vínculo,
sin el menor desvío en su línea visible.

Mar vasto, sé propicio a los infelices mortales,
empujados a tus orillas, perdidos en tu desierto.
A quien va a naufragar háblale antes de que perezca.
Entra hasta el alma, mar, hermano nuestro;
dígnate lavarla en tus aguas de justicia.

SIMONE WEIL
Traducción de Adolfo García Ortega

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