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domingo, 22 de noviembre de 2015

Discurso de John Banville al recibir el Premio Príncipe de Asturias de las letras 2014

Es un inmenso honor y un inmenso placer encontrarme hoy aquí, en el corazón del Principado de Asturias, para recibir este magnífico premio que agradezco sinceramente.

La invención más trascendental de la humanidad es la frase. Han existido grandes civilizaciones ignorantes del concepto de la rueda, pero poseían la frase, pues sin ella no habrían sido ni grandes ni civilizadas. Con frases pensamos, especulamos, calculamos, imaginamos. Con frases declaramos nuestro amor, declaramos la guerra, prestamos juramento. Con frases afirmamos nuestro ser. Nuestras leyes están escritas con frases. No es desatinado afirmar que con frases está escrito nuestro mundo.

Otros defenderán tesis distintas. El científico dirá que nuestro supremo logro como especie es la invención de las matemáticas. Y, ciertamente, el lenguaje de las matemáticas posee una sublime belleza. En su rigor radica su aliento. No obstante, el máximo aliento de la frase, y por ende del lenguaje, radica, precisa y gloriosamente, en su carencia de rigor. Por sencilla, directa y clara que sea una frase, siempre se revelará ambigua. Y la ambigüedad es la esencia de la vida.

El lenguaje de las frases abraza la realidad en un esfuerzo incesante por abarcarla, contenerla, expresarla. Vano esfuerzo, como debe ser. La esencia de la realidad se encuentra, esencialmente, fuera de nuestro alcance. No existe la cosa-en-sí: sólo existen las relaciones entre las cosas. Todo es contingencia. Como dijo bellamente Emerson: “Vivimos entre superficies y el verdadero arte de la vida consiste en deslizarse bien sobre ellas”. Podemos pensar que el lenguaje no pinta nada, pero pinta hermosas realidades.

Como escritores, afilamos nuestras frases para que alcancen el corazón de las cosas. Pero eso no sucederá, somos demasiado torpes. Sin embargo, perseveramos en nuestro intento de expresar la existencia, en nuestro intento de que quede expresada, en nuestro intento de expresarla con acierto. Nunca lo conseguiremos, pero como bien sabía mi compatriota Samuel Beckett, nuestra gloria estriba en persistir, desalentados, pero jamás vencidos. El esfuerzo no es vano, aunque cada punto final sea una admisión de fracaso. Hablar es ser. Nadie lo ha expresado mejor que Rilke en las “Elegías de Duino”:

¿Estamos acaso aquí para decir: casa, puente, fuente, puerta, vaso, árbol frutal, ventana, a lo sumo: columna, torre?… Mas para decirlo, comprende, ay, para decirlo así como jamás las cosas mismas creyeron ser en su intimidad.

He dedicado mi vida a batallar con las frases. No puedo imaginar existencia más privilegiada.

lunes, 23 de junio de 2014

FELICES VACACIONES


Queridas amigas y amigos:

Se nos va otro curso. Si parece que fue ayer… Pasa el tiempo, inexorable, y con él la gran oportunidad de ganar vida. Las vacaciones… tiempo de asueto. Buen tiempo, aunque llueva, para la reflexión, para echar una mirada atrás sin las prisas de una sociedad desenfrenada que, dada la prisa que tiene, da la sensación de estar huyendo de sí misma, de nosotros mismos, como si tuviéramos miedo de encontrarnos y mirarnos cara a cara, sin máscara. Y sin embargo, cada vez voy conociendo a más personas que, desde el sosiego que da la ilusión, la ciencia y el amor, van acelerando las transformaciones para que el éxito educativo, que para ser tal ha de ser humano, alcance a todas las personas y, sobre todo a los y a las desheredadas de este mundo, a los que Eduardo Galeano llama: “Los nadies”.

Hace ya muchos años que tengo el privilegio de compartir mi tiempo y mi vida con estas personas, de trabajar juntos para transformar el mundo y, sobre todo, para transformar nuestras vidas a través de la justicia. Trabajar unidos para que todos y todas nos nombremos, para que seamos sujetos y no objetos, para que desaparezcan de la faz de la tierra “los y las nadies”. A su lado me siento un aprendiz. A su vera siento que, aunque el tiempo pase, no lo pierdo.

Hace ya muchos años que descubrí que la auténtica épica era la de los y las desheredadas, todavía más las de estas últimas. Hace ya mucho tiempo que rechacé la épica del guerrero, del macho, del que pasa a la historia por sus victorias, por sus conquistas. Me aterran sus epopeyas. Me espantan como figuras las de Ulises, Aquiles, Héctor, etc. y todos los que anidan en ese imaginario que, por desgracia, se encarna con machaconería a lo largo de la historia. Para mí la épica será siempre la de las víctimas, la de los y las desheredadas. Estas personas son las de las grandes epopeyas, aunque no las cante nadie. Me quedo con la Antígona de Sófloques, con los niños de Capitanes de la arena de Jorge amado, con los personajes de la Vida ante sí, de Romain Gary, y con los Santos Inocentes, de Miguel Delibes.

Son precisamente estas personas las que están transformando la educación, las que nos están enseñando cómo hacerlo, las que nos están indicando con su ejemplo el camino a seguir. Hace tiempo que dejé de buscar Ítaca. Mi vida, la intervención educativa no es, en mi opinión, el regreso a los comienzos, a lo conocido, a la seguridad, sino la búsqueda de algo nuevo, de un sueño humanizante construido entre todas y todos.

Un fuerte y cálido abrazo. Sed felices.

Miguel Loza

LOS NADIES (Eduardo Galeano)

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.