El otro día en una tertulia literaria dialógica en un centro de EPA de Vitoria cuando comentábamos el cuento de Oscar Wilde: "El príncipe feliz" salió el tema de la felicidad. Una de las tertulianas dijo que ella se sentía completamente feliz cuando veía que los suyos, su familia, estaban bien en todos los sentidos, y eso que su marido llevaba varios años aquejado de Alzheimer y necesita atención continuada. Algunas de las personas respondieron que no se puede hablar de felicidad completa, que la felicidad es un estado y que es muy difícil decir que sea completa. Hablaron así dos personas que eran viudas y que desde que falleció su marido, según refirieron, no han encontrado ese estado de felicidad completa porque les falta ese ser querido. Confirman que son felices cuando ven a los suyos bien, pero que en esos momentos es quizás cuando más echan en falta a esa persona.
Fue curioso cuando al hilo de esta conversación salió que varias de las personas allí presentes habían ido a EPA animados por sus hijos e hijas. Y lo que más me llamó la atención fue cuando la mujer que tenía el marido con Alzheimer dijo que a ella no sólo le habían animado sus hijos a venir, sino que para que ella pudiera asistir, son ellos los que cuidan de su padre mientras viene a clase. Aquello me dejó gratamente sorprendido. He de decir que son en esos momentos cuando me reconcilio con el mundo y cuando veo que en medio de toda la mierda en que vivimos siempre hay más gente llena de humanidad que deshumanizada.
-"No es posible crecer en la intolerancia. El educador coherentemente progresista sabe que estar demasiado seguro de sus certezas puede conducirlo a considerar que fuera de ellas no hay salvación. El intolerante es autoritario y mesiánico. Por eso mismo en nada ayuda al desarrollo de la democracia." (Paulo Freire). - "Las razones no se transmiten, se engendran, por cooperación, en el diálogo." (Antonio Machado). - “La ética no se dice, la ética se muestra”. (Wittgenstein)
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