L.A. es un interno de la prisión Araba en Nanclares de la Oca (Álava) que lleva dos años acudiendo a la Tertulia Literaria Dialógica que funciona en dicho centro penitenciario desde 1999. Lo que viene a continuación es la opinión que nos ha dejado por escrito acerca de su experiencia en dicha Tertulia.
"Me llamo L. A. y estoy preso en el C.P. Araba y he
participado dos años en las tertulias literarias que se organizan en este
centro.
Me han pedido que os cuente cómo he vivido estos
encuentros literarios, si me han aportado algo a nivel personal y formativo o
si han supuesto algún beneficio en mi vivencia penitenciaria. Como cada persona
es un mundo, generalizar en este tipo de cuestiones carece de sentido, pero ahí
va mi experiencia personal por si os sirve de ayuda.
Cuando empecé a acudir a las tertulias me encontré
con una agradable sorpresa: no todo en la cárcel eran recuentos, patios llenos
de gente dando vueltas, trapicheos y colas de espera. Aquella aula donde nos
reuníamos era un pequeño oasis dentro del aislamiento carcelario. Lo primero
que pensé fue que el mero hecho de salir del módulo y reunirme con aquellas
personas, ya iba a ser un beneficio a nivel emocional y psicológico, una
pequeña brecha de hora y media a la semana por la que escapar de la rutina. En
el primer encuentro me di cuenta de que aquello era mucho más.
El método que nos propusieron consistía en elegir
un libro de entre los propuestos por todos, leer hasta una determinada página
cada semana y, en cada encuentro, comentar entre todos lo que a cada uno le
había llamado la atención, por el motivo que fuera.
Leer con la intención de encontrar algo
significativo que aportar a las tertulias ya implica una lectura detenida y
consciente, una lectura comprensiva que, a nivel formativo, es ni más ni menos,
aprender a leer bien.
Las tertulias en sí comenzaban con un cafecito para
calentar motores y, ya de seguido, quien esa semana tuviera algo que comentar
leía el párrafo o parte elegida y explicaba al resto los porqués de su
elección. A partir de ahí surgía el debate o no.
Que diez o doce personas estén de acuerdo al
valorar una situación del texto, al opinar sobre las posibles intenciones del
autor o que simplemente entiendan de la misma manera el hilo narrativo y
contextual de un relato es bastante difícil. El debate, por lo tanto, estaba
casi asegurado. Y es ahí donde yo encontraba el verdadero valor de las
tertulias: en esos debates donde se enfrentaban opiniones, donde surgían
distintos puntos de vista y las posiciones de los demás me llevaban a
reflexionar y a veces a cambiar mi perspectiva. En esa comunicación, en ese
diálogo entre potenciales “críticos literarios”, donde todas las opiniones eran
tenidas en cuenta y no se menospreciaba a nadie, todos éramos sesudos
investigadores de lo escrito. Podíamos empezar comentando un pequeño detalle
del texto y acaba en interesantes análisis sobre asuntos sociales, políticos,
económicos o de cualquier otra índole.
Es indudable que estas situaciones aportan a los
participantes, sean presos o no, un crecimiento personal, producto de la
comunicación y del compartir. En mi caso, además, me proporcionaron una
situación emocional importante: sentirme un poco menos preso.
Mi veredicto respecto a la validez de las tertulias
literarias en las prisiones no puede ser otro que calificarlas de muy positivas.
Es más, pienso que deberían potenciarse estas actividades y otras similares,
como terapias óptimas para la transformación personal y la reinserción social
de los internos."
Escrito en
el primer cuatrimestre de 2012
"Me llamo L. A. y estoy preso en el C.P. Araba y he
participado dos años en las tertulias literarias que se organizan en este
centro.
Me han pedido que os cuente cómo he vivido estos
encuentros literarios, si me han aportado algo a nivel personal y formativo o
si han supuesto algún beneficio en mi vivencia penitenciaria. Como cada persona
es un mundo, generalizar en este tipo de cuestiones carece de sentido, pero ahí
va mi experiencia personal por si os sirve de ayuda.
Cuando empecé a acudir a las tertulias me encontré
con una agradable sorpresa: no todo en la cárcel eran recuentos, patios llenos
de gente dando vueltas, trapicheos y colas de espera. Aquella aula donde nos
reuníamos era un pequeño oasis dentro del aislamiento carcelario. Lo primero
que pensé fue que el mero hecho de salir del módulo y reunirme con aquellas
personas, ya iba a ser un beneficio a nivel emocional y psicológico, una
pequeña brecha de hora y media a la semana por la que escapar de la rutina. En
el primer encuentro me di cuenta de que aquello era mucho más.
El método que nos propusieron consistía en elegir
un libro de entre los propuestos por todos, leer hasta una determinada página
cada semana y, en cada encuentro, comentar entre todos lo que a cada uno le
había llamado la atención, por el motivo que fuera.
Leer con la intención de encontrar algo
significativo que aportar a las tertulias ya implica una lectura detenida y
consciente, una lectura comprensiva que, a nivel formativo, es ni más ni menos,
aprender a leer bien.
Las tertulias en sí comenzaban con un cafecito para
calentar motores y, ya de seguido, quien esa semana tuviera algo que comentar
leía el párrafo o parte elegida y explicaba al resto los porqués de su
elección. A partir de ahí surgía el debate o no.
Que diez o doce personas estén de acuerdo al
valorar una situación del texto, al opinar sobre las posibles intenciones del
autor o que simplemente entiendan de la misma manera el hilo narrativo y
contextual de un relato es bastante difícil. El debate, por lo tanto, estaba
casi asegurado. Y es ahí donde yo encontraba el verdadero valor de las
tertulias: en esos debates donde se enfrentaban opiniones, donde surgían
distintos puntos de vista y las posiciones de los demás me llevaban a
reflexionar y a veces a cambiar mi perspectiva. En esa comunicación, en ese
diálogo entre potenciales “críticos literarios”, donde todas las opiniones eran
tenidas en cuenta y no se menospreciaba a nadie, todos éramos sesudos
investigadores de lo escrito. Podíamos empezar comentando un pequeño detalle
del texto y acaba en interesantes análisis sobre asuntos sociales, políticos,
económicos o de cualquier otra índole.
Es indudable que estas situaciones aportan a los
participantes, sean presos o no, un crecimiento personal, producto de la
comunicación y del compartir. En mi caso, además, me proporcionaron una
situación emocional importante: sentirme un poco menos preso.
Mi veredicto respecto a la validez de las tertulias
literarias en las prisiones no puede ser otro que calificarlas de muy positivas.
Es más, pienso que deberían potenciarse estas actividades y otras similares,
como terapias óptimas para la transformación personal y la reinserción social
de los internos."
Escrito en
el primer cuatrimestre de 2012
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