La literatura no puede frenar una enfermedad o revertir un trastorno que afecta la salud, pero sí puede mejorar el ánimo de un paciente, entusiasmar y entretener a quienes deben guardar reposo o tienen movimientos limitados, ser un disparador de ideas, servir para mantener la mente en funcionamiento y hacer que nadie se sienta solo. Quien quiera emocionarse con el gran efecto que la poesía tiene, por ejemplo, en ancianos diagnosticados con Alzheimer, no tiene más que continuar la lectura de este artículo.
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