Me ocurrió este verano pasado cuando cogí un autobús para ir de Chipiona a Rota. Todos los asientos tenían cinturón de seguridad, pero nadie los usaba. Y he de confesaros que, aunque siempre me lo pongo en el coche y en los autobuses, en aquella ocasión, al ver que nadie lo utilizaba y que el trayecto era corto no me lo puse. Una vez más y muy a mi pesar me había incorporado a “la Secta de los valientes”. `[...]
Hace tiempo que dejé esta “secta de los valientes” y no precisamente para ser un cobarde. La dejé porque no me gusta que me presionen ni mi intimiden para hacer algo que no quiero; la abandoné porque como solamente tengo una vida no quiero arriesgarla en estupideces; y me marché porque descubrí que esos “valientes” que me presionaban en nombre del coleguismo y la camaradería no eran amigos, sino enemigos porque: ¿qué clase de amigo te puede animar a poner en riesgo tu vida? Prefiero estar solo a tener estas compañías ruinosas. En fin, que desde hace algunos años he entrado a formar parte del grupo de valientes que se atreven decir NO a las insinuaciones de esos cobardes que he catalogado como “la secta de los valientes”, y desde aquí os animo a dar ese paso, a tener el valor necesario, porque muchas veces para decir NO hay que ser mucho más valiente que para dar el terriblemente sencillo SÍ de los cobardes.
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