Hace ya varios años, una institución en la que yo trabajaba (y a la que siempre estaré vinculada) acuñó como logo de su labor de promoción de la lectura la frase: LEER ES UN PLACER
Se hicieron afiches, muchas actividades alrededor de esta idea e incluso unos spots por televisión, en lo que constituyó una campaña por la lectura inédita hasta entonces en el país. Los resultados fueron muy positivos y hasta ahora ese logo identifica al Banco del Libro de Venezuela.
Un tiempo después de la campaña una compañera de trabajo viajó a un congreso internacional en donde Graciela Montes daba una conferencia. Y la conferencia trataba justamente de esto: el “placer” de leer.
Pero no para sumarse al “placer de leer”, sino para escrutarlo y contradecirlo. Decía Graciela Montes que ella siempre sospechaba de estas frases que se acuñaban, que eran pegajosas, que se hacían populares y de tanto decirlas quedaban vacías de contenido.
Pero esto no era todo. No se trataba de algo que hubiese tenido un valor inicialmente y lo hubiese perdido a costa de tanto manosearse. No, ella dudaba del concepto en sí mismo.
Graciela Montes dice así:
“Con ‘el placer de leer’ vienen siempre (asociadas) la comodidad, la facilidad, la diversión, el humor, el buen humor… que muy pero muy a menudo derivan en comodidad física. El símbolo ha sido, ya se sabe, los almohadones, lo blando”.
Se hicieron afiches, muchas actividades alrededor de esta idea e incluso unos spots por televisión, en lo que constituyó una campaña por la lectura inédita hasta entonces en el país. Los resultados fueron muy positivos y hasta ahora ese logo identifica al Banco del Libro de Venezuela.
Un tiempo después de la campaña una compañera de trabajo viajó a un congreso internacional en donde Graciela Montes daba una conferencia. Y la conferencia trataba justamente de esto: el “placer” de leer.
Pero no para sumarse al “placer de leer”, sino para escrutarlo y contradecirlo. Decía Graciela Montes que ella siempre sospechaba de estas frases que se acuñaban, que eran pegajosas, que se hacían populares y de tanto decirlas quedaban vacías de contenido.
Pero esto no era todo. No se trataba de algo que hubiese tenido un valor inicialmente y lo hubiese perdido a costa de tanto manosearse. No, ella dudaba del concepto en sí mismo.
Graciela Montes dice así:
“Con ‘el placer de leer’ vienen siempre (asociadas) la comodidad, la facilidad, la diversión, el humor, el buen humor… que muy pero muy a menudo derivan en comodidad física. El símbolo ha sido, ya se sabe, los almohadones, lo blando”.
Y luego:
“¿Quién dijo que leer es fácil? ¿Quién dijo que leer es contentura siempre y no riesgo y esfuerzo? Precisamente porque no es fácil, es que convertirse en lector resulta una conquista”.
“¿Quién dijo que leer es fácil? ¿Quién dijo que leer es contentura siempre y no riesgo y esfuerzo? Precisamente porque no es fácil, es que convertirse en lector resulta una conquista”.
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