Hola dolor, bailemos.
Serás mi amante breve
en este día.
Tu sirena de barco,
tus anillos sonoros en mi
boca:
ya lo sé.
Oh bestia de Jehová,
muerdes a quemarropa.
Hola dolor.
Baillemos, qué más da.
Ya te miraré arder, rabioso,
solo en tu ronda
y yo botando espuma por los
pechos,
gozando al reyezuelo,
oliendo el grito de oro
del niño que parí.
(De Verbo madre, 1995)
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