lunes, 1 de febrero de 2021

Interesante entrevista a Irene Vallejo, autora de "El infinito en un junco" en El Confidencial Digital ECD

Gracias por poner los libros en prime time.

No esperaba en absoluto esta acogida. Suponía que el tema no tenía un gran atractivo para el gran público, y ha sido una sorpresa. Son los lectores quienes han colocado los libros en primera plana.

El éxito de su ensayo demuestra que las humanidades importan a pie de calle.

Supongo que cuando sucede un fenómeno de este estilo es porque había un público huérfano con inquietudes no canalizadas. Lo escribí sin aspiraciones de éxito. Por una parte, el ensayo siempre ha sido hermano menor de la literatura, sobre todo frente a la narrativa. Por otra, el tema no era ni de actualidad, ni político. Pensaba en un interés para un público determinado, pero no me imaginaba esta acogida, y todo esto me ha hecho reflexionar. Hay más sed de humanidades en el debate público de lo que pensábamos. Si se arrincona un tema es difícil que su ausencia sea motivo de conversación.

Estas páginas compradas, leídas y premiadas son, también, una manera elegante de ir a contracorriente de una corriente que no habla de libros, sino de Netflix; ni de humanidades, sino de eficiencia…

Estudié Filología Clásica que, dentro de las Letras, ya parece una opción particularmente insensata, y me pasé muchos años de carrera y doctorado teniendo que explicarle a mucha gente por qué es bueno que existan estos estudios y estas materias. Quienes las elegimos estamos sometidos a un asedio constante. Si algo me ha enseñado la experiencia es que, cuando se defienden las humanidades o la importancia de los clásicos del mundo antiguo, nada se puede dar por hecho. Merece la pena razonar las explicaciones trascendiendo los argumentos de autoridad. Esta batalla hay que librarla e intentar argumentarla bien, porque demasiada gente no entiende la pervivencia de las humanidades, o quizás las sientan tan lejanas y distantes que crean que no tienen nada que ver con el mundo contemporáneo.

En el camino de la argumentación, es bueno que nos preguntemos cuáles son los motivos que hacen que las humanidades sean necesarias, vitales e iluminadoras. La obligación de los humanistas es ser capaces de mostrar el atractivo del mundo clásico y divulgar con acierto las razones de su vigencia, porque allí está el contrapunto que nos explica quiénes somos. La experiencia acumulada de la historia está directamente ligada a las proyecciones del futuro.

Parece que si al pueblo le ofreces caviar, el pueblo no es tonto.

Siempre he pensado que hay que escribir confiando en la inteligencia de los lectores, y no bajando el listón de entrada. Las cuestiones que aborda El infinito en un junco yo las había trabajado como investigadora, y había publicado una tesis con el lenguaje académico habitual. Pero tenía la sensación de que podía suscitar interés más allá del círculo de los especialistas y me plantee escribirlo. Mi reto era contar la historia de una forma que fuera atractiva y, hasta cierto punto, adictiva. Que se pudiera leer con el placer con el que se lee una novela. Hice una renovación de la forma del ensayo histórico o humanístico, como queramos llamarlo, inspirándome en modelos anglosajones y en ensayos españoles que en los últimos años han revolucionado el panorama, como Librerías, de Jorge Carrión, o La España vacía: viaje por un país que nunca fue, de Sergio del Molino.

Habla usted de una relación estrecha entre humanidades, lectura, diálogo y democracia. ¿Dónde ve usted el quid de la crisis de la democracia?

Parto de la idea de que la democracia es un sistema que reposa en equilibrios frágiles, porque no lo somete todo al poder y al control autoritario. Un modelo de gobierno basado en el consenso es mucho más difícil que el que pivota en el uso de la fuerza. La democracia es un gran diálogo sometido a muchas amenazas, por eso es importante que la palabra fluya con libertad y atienda a los argumentos. El ejemplo de la fragilidad de la democracia es el nacimiento de este sistema en la antigua Grecia, donde fue un experimento breve, porque tuvo muchos adversarios y muchos problemas. Esa fragilidad la convierte en un intento humano asombroso, por eso es necesario alertar constantemente de que no es un sistema que se sostenga por inercia y requiere nuestra protección. La ciudadanía de una democracia debe ser más activa.

El infinito en un junco habla de los libros, pero también de las ideas de las que esos libros han sido portadores, que se habrían perdido si no hubiese existido la forma de plasmarlas y hacerlas perdurar. La crisis de la democracia está muy asociada a la crisis de la palabra y del discurso. Por eso reivindico la importancia de las humanidades y del pensamiento, que son la base del diálogo. Si entre todos tomamos decisiones que nos afectan como sociedad, es muy importante que desarrollemos la capacidad de ponernos en el lugar del otro, y el teatro, la literatura o la filosofía nos dan las herramientas para acertar en esas decisiones. La suerte de la palabra, el lenguaje, el debate, el diálogo y la democracia están muy unidas. Cuando se hiere de muerte a las humanidades y a las normas que rigen las humanidades, se fragmenta la confianza, se extienden los bulos… Si fallan los cimientos esenciales, todo se tambalea. CONTINUAR LEYENDO

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