domingo, 6 de junio de 2021

Diálogo petrarquista en torno a las bibliotecas, un artículo de Juan Mata y Andrea Villarrubia

Gozo y esperanza: Me gustaría que las rutinas pedagógicas se desvanecieran definitivamente, y los alumnos aprendieran a saciar sus preguntas no sólo en el agua de los libros de texto, sino en los muchos libros escritos para ellos y que les aguardan pacientes.

Razón: Para que eso suceda es preciso que esos libros estén a su alcance y que alguien los instruya en su valor y en su uso.

Gozo y esperanza: Sueño con aulas que sean el eco de las bibliotecas y con bibliotecas que ofrezcan respuestas a las preguntas de las aulas. Una biblioteca no se habilita instalando en una habitación anaqueles más o menos colmados de libros y fijando un rótulo en la puerta que la anuncie. Una biblioteca pide mentes despabiladas, miradas curiosas, manos inquietas, y pide sobre todo profesores que sepan trazar caminos que las hermanen y sepan dar razones para transitarlos.

Razón: No corren buenos tiempos para esa aventura.

Gozo y esperanza: La tarea es ardua, pero ¿por qué no confiar en la inteligencia de los profesores? ¿Y por qué no alentar su pasión?

Razón: A menudo, los mejores deseos topan con el corsé de los horarios, los paupérrimos presupuestos de los centros, la insuficiencia de espacios, la indiferencia general, y con las propias acomodaciones de los profesores.

Gozo y esperanza:¿Y por qué habría que acatar esa fatalidad en silencio? Las bibliotecas se convierten en lugares palpitantes cuando los profesores, aun de modo precario, consiguen que sus alumnos nuevos vean en ellas una posibilidad dichosa de descubrimientos y logran que las incluyan en sus itinerarios.

Razón: Salvo para fines inmediatos y prácticos, resulta harto difícil que los alumnos dirijan sus pasos hacia la biblioteca por propia iniciativa.

Gozo y esperanza: Hay que hacerles seductora esa visita. En el tablero de corcho de la biblioteca del IES Alfonso XI, de Alcalá la Real, se fija cada lunes un poema de los mejores autores (José Hierro, Alejandra Pizarnik, W.H. Auden, Wislawa Szymborska...), escogido a su vez de un libro que ha de estar obligatoriamente en las estanterías. No fue un hechizo inmediato, pero al cabo de los años se ha conseguido que un numeroso grupo de alumnos, de todas las edades y sin una previa afición por la poesía, inicie el primer recreo de la semana desplazándose a la biblioteca para leer la primicia y recoger una copia para su uso privado. En los cinco años de la experiencia han sido expuestos unos 150 poemas, que constituyen una antología extraordinaria. Rara ha sido la semana en que el libro de referencia no ha sido prestado una o dos veces. Para muchos alumnos, el inaugural y desinteresado contacto con la poesía ha tenido lugar en la biblioteca del instituto y muchos de ellos han iniciado allí su fervor por los versos, lo que supone una recompensa. Si luego algún profesor ha continuado en las aulas la lectura y el comentario de los poemas, la misión de la biblioteca queda plenamente atestiguada. CONTINUAR LEYENDO



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