Yo tenía once años y mis dos compinches, Hass y Morgan, tenían doce y era verano, no había colegio y nos sentábamos en la hierba al sol detrás del garaje de mi padre y fumábamos cigarrillos.
– Mierda -dije. Estaba sentado bajo un árbol. Morgan y Hass estaban sentados con la espalda contra el garaje.
– ¿Qué te pasa? -preguntó Morgan.
– Tenemos que coger a ese hijo de puta -dije-. ¡Es una vergüenza para este barrio!
– ¿Quién? -preguntó Hass.
– Simpson -dije.
– Sí -dijo Hass-, tiene demasiadas pecas. Me pone nervioso.
– No es eso -dije.
– ¿Ah, no? -dijo Morgan.
– No. Ese hijo de puta asegura que la semana pasada se folló a una chica debajo de mi casa. ¡Es una cochina mentira! -dije.
– Seguro que sí -dijo Hass.
– No sabe joder -dijo Morgan.
– Lo que sí sabe es decir jodidas mentiras -dije.
– No aguanto a los mentirosos -dijo Hass, soltando un aro de humo.
– No me gusta oír esas tonterías de un tipo con pecas -dijo Morgan.
– Bueno, entonces quizá deberíamos ir a verle -sugerí.
– ¿Por qué no? -dijo Hass.
– Venga -dijo Morgan. Bajamos por la calle de Simpson y allí estaba, jugando al balonmano contra la puerta del garaje.
– Eh -dije-, ¡mirad quién está jugando consigo mismo!
Simpson cogió la pelota al rebote y se volvió hacia nosotros.
– ¿Qué hay, chicos?
Lo rodeamos.
– Te has follado a alguna chica debajo de alguna casa últimamente? -le preguntó Morgan.
– Nnno
– ¿Cómo qué no? -preguntó Hass.
– No sé.
– No creo que nunca te hayas jodido a nadie más que a ti mismo -dije.
– Tengo que entrar ya -dijo Simpson-. Mi madre ha dicho que tengo que fregar los platos.
– Tu madre tiene platos en el chocho -dijo Morgan. Nos reímos. Nos acercamos un poco a Simpson y sin más le propiné un fuerte derechazo en el estómago. Se dobló hacia adelante, sujetándose la tripa. Se quedó así medio minuto, luego se enderezó. CONTINUAR LEYENDO
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