domingo, 24 de septiembre de 2023

"MADRE EN PÍXELES". Un poema de la poeta Miren Agur Meabe

MI madre solía decir que de joven se parecía a Maureen O´Hara. Puede ser.

‘AMA’ tenía el cutis fino gracias a que pasaba mucho tiempo en su tienda de textiles varios. No era presumida, pero de su tez estaba orgullosa.

TAMBIÉN decía que mi abuelo paterno tenía un aire a Gary Cooper porque era alto y guapo. Mi otro abuelo me recordaba al doctor de ‘Viaje al fondo del mar’.Mis dos abuelos fueron bien plantados.

LOS colores favoritos de mi madre eran el azul marino y el beis. El primero le favorecía; el segundo no, ya que era pálida.

CUANDO ama era joven, su padre le dio un bofetón por haber visto ‘Lo que el viento se llevó’. Lo contaba entre carcajadas. ‘Las vueltas que le di a la mesa de la cocina para que no me pillara. Entonces todo era pecado’.

UNA noche preparó una tortilla de champiñones. ‘Pon la tele, cenamos en la sala’. Vimos ‘Cumbres borrascosas’, en blanco y negro. Suspiró un montón de veces. Yo no capté dónde estaba el meollo de aquel melodrama si los dos protagonistas se necesitaban tanto el uno al otro.

MI madre era Géminis. El zodiaco era una tontería que la entretenía.

AMA compraba, para leer en la tienda, unas novelas que tenían el distintivo de un alce: ‘Katrina,
Jeramie Price; ‘La piel’, Curzio Malaparte; ‘La ciudadela’, A. J. Cronin. Cuando consideró que yo era lo bastante madura para asimilar algunos pasajes, me las cedió.

CUANDO perdí en la playa mi cadena con la medallita de oro, no me dirigió la palabra en tres días.

A mi madre le encantaban los films de Disneey. Su preferido era ‘Bambi’. También el mío.

AMA retocaba la ropa de mi hermano para que yo la pudiera aprovechar: pantalones de pana ancha, una trenca con colmillos de plástico, prendas así. A pesar de ello, escogía con mimo las telas de los conjuntos dominicales que había de coserme la modista.

CIERTA vez compró un manual en un quiosco de la Gran Vía: ‘Vida sexual después de los cincuenta’. Sus amigas le tomaron el pelo. Habíamos ido a Bilbao en vacaciones de Navidad, al cine, una pandilla del pueblo. Tras su muerte encontré en un cajón de su mesita de noche un ensayo titulado ‘La mujer liberada’.

MI madre compraba por turnos los diarios ‘Deia’ y ‘Egin’. ‘Interviú’ semanalmente. Cada año nos ponía un tomo de cuentos o de cómics entre los regalos de Reyes. En su juventud, la Acción Católica hizo una pira de libros frente a la iglesia de la Compañía. No sé qué hizo mi madre con los suyos, si es que entonces tenía.

EN cierta ocasión un hombre timó a ‘amatxu’ a cuenta de un reloj falso. Nos aturde la verborrea.

‘CUÉNTASELO a la pared’, me recordaba sobre el mejor sistema de guardar un secreto. Aun así, por lo que respecta a los míos, más parezco una marmita con la tapa desajustada.

PARECE ser que mi madre tuvo un pretendiente de Gernika. En su época, los mozos debían escribir tres cartas a las chicas para que estas les respondieran con la primera misiva. Era el protocolo. Pero conoció a mi padre.

AMA era de la calle Tendería. ‘Aita’, mi padre, nació en Arranegi, el barrio pesquero.

ELLA, en realidad, vino al mundo en la recién construida barriada de Santa Ana, en Basurto. ‘Fui la primera niña; por eso mi nombre de pila’. Durante los años veinte, mi abuelo trabajó de carpintero en los astilleros Euskalduna, dejando atrás el caserío para seguir hasta la capital a mi abuela, que andaba de criada donde unos parientes. Se mudaron a Lekeitio antes de la guerra.

LAS almendras saladas y las garrapiñadas le gustaban muchísimo a mi madre; a mi padre, los callos y las huevas de pescado.

AMA y aita se dieron de bruces en la esquina de Beaskokalea antes de empezar a tratar. Ella supo lo que tenía que saber por el vuelco que algo le dio dentro.

MI abuelo y mi abuela pasaron muchos años recluidos en casa, ambos impedidos. Hasta hace nada se consideraba deshonroso ingresar en residencias a los mayores de la familia. La dedicación de mi madre al cuidado de los suyos no tuvo tacha. Yo no he estado a su altura en absoluto.

MI padre le ofreció su chaqueta en el autobús después de una tarde en San Martín de Arretxinaga. La tradición augura un cariño afortunado a quienes sortean, sin rozarlos, dos peñascos que se hallan muy próximos en dicho lugar. Mi madre se reafirmó en su juicio.

AMA guardó aquellas cartas durante una temporada y luego las quemó, por prudencia, También Ambrose Bierce abandonó a la hermosa Mollie tras veintitantos años de matrimonio al descubrir la nota que le había enviado un admirador. Se divorciaron. Mollie murió poco tiempo después.

HE encontrado unas doscientas cartas en el trastero durante el confinamiento de 2020, la correspondencia entre mis padres. Los sobres estaban completamente adheridos, enlazados con una goma. Se desmenuzaban como barquillo al separarlos.

ME gustaba ponerme el vestido de boda de mi madre para salir de fiesta en Nochevieja. Era de guipur y satén negro. Me apetecía casarme de ese color, pero elegí una diáfana seda salvaje por complacerla.

AMATXU era tonta a veces. Yo también.

MIS padres se fueron a Madrid de viaje de novios. En una foto, ella, con un traje estampado, pasea del brazo de su marido. Sesenta y dos años después me pregunto de dónde sacó su arrojo esa muchacha de la instantánea para nadar en las desoladoras aguas de la vida.

MI madre era valerosa y frágil. La vi muchas veces entera y muchas rota.

AMA me confesó con un esbozo de sonrisa que la noche de bodas le hizo ‘un poco de impresión’.
 
PREPARABA unos deliciosos huevos rellenos de atún con salsa de tomate. ‘Huevos mimosa’.

NO se tenía por ama de casa Ana María Plaza, aunque también lo era. ‘Yo siempre he trabajado fuera’. En mi opinión, fue su dependienta quien contribuyó a la conciencia de lo importante que es para las mujeres ejercer una profesión remunerada.

ELLA se habría alegrado si su hija hubiese continuado con su negocio, pero yo quería irme del pueblo para seguir estudiando. Sé que eso le causó una satisfacción más plena.

UNA vez le conté un sueño: el mercante se hundía y mi padre se ahogaba. ‘¿Y por qué no sueñas que te mueres tú?’, me contestó, torva. Ella nunca dormía si cuadraba borrasca y él estaba embarcado. Daba igual que estuviese en Durban, Rotterdam o Valparaíso.

MI madre alentó mis aficiones. Yo no sabía planchar, ni limpiar pescado, ni coser un botón. ‘Todo eso puedes aprenderlo más adelante’, me decía. Tenía razón.

SUS refranes más socorridos eran. “La avaricia rompe el saco”, “Haz bien sin mirar a quién”, “Quien mal anda mal acaba” y “Querer es poder”.

LA dependienta había escondido un paquete de propaganda comunista debajo de unos embalajes. Ama no lo supo hasta que la llevaron a comisaría.

MONTÓ nuestra primera ‘ikurriña’ cosiendo a máquina tres retales de chitz rojo, verde y blanco. La planchaba, sin excepción, la víspera del Aberri Eguna y de San Ignacio de Loiola para engalanar el balcón.

DE los desaciertos, el más decepcionante para Ane Plaza era la ingratitud. He salido a ella en eso.
‘¿SABES cuál es el beso más bonito que tu aita me ha dado nunca?’, me preguntó mi madre hace mucho. ‘El que me diste cuando tú naciste’. La acompañó en el paritorio. Luego comió un menú en un restaurante e invitó a café, copa y puro a un desconocido.

AMA pronunciaba con un énfasis espeluznante la palabra ‘parto’.

DIO a luz a su primogénito acostada sobre la mesa de la sala en un parto que duró tres días. La asistió una comadrona las primeras horas.

MI madre era devota de Rita de Casia. ‘Abogada de los imposibles’. Le encendía velas para que me ayudara a aprobar las matemáticas de Magisterio.

AMA recortaba noticias de publicaciones que me interesaban y me los daba los fines de semana: que si tal escritor, que si tal libro, que si tal certamen, que si tal.

PONGO velas a la foto de amatxu en mis momentos críticos por si está en algún lugar.

SIEMPRE que ocurría alguna desgracia, ella se lamentaba porque tenía que enfrentarse sola a ese trance. ‘Bueno, no del todo sola’.

EN las últimas palabras que mi madre musitó entre morfinas latía la justificación de mi existencia.

LE producía desazón quedarse atrapada en la muerte, sin carril ni hacia el cielo ni hacia el infierno por haber dejado de hacer lo correcto.

SI está en algún lugar, ama ha debido de disgustarse bastante por mi causa estos años. Más me vale quedarme con lo que me dice la gente.

PODRÍA seguir expresando a mi madre sin pausa ni final.

NOTA: "La tumba" es otro poema de la autora en el que es su ama/madre la que toma la voz

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