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jueves, 11 de abril de 2024

"EL PESCADOR Y EL GENIO". Un cuento de "Las mil y una noches".


Había una vez un pescador de bastante edad y tan pobre que apenas ganaba lo necesario para alimentarse con su esposa y sus tres hijos. Todas las mañanas, muy temprano, se iba a pescar y 
tenía por costumbre echar sus redes no más de cuatro veces al día. 
Un día, antes de que la luna desapareciera totalmente, se dirigió a la playa y, por tres veces, arrojó sus redes al agua. Cada vez sacó un bulto pesado. Su desagrado y su desesperación fueron grandes: la primera vez sacó un saco; la segunda, un canasto lleno de piedras; y la tercera, una masa de barro y conchas. 
En cuanto la luz del día empezó a clarear dijo sus oraciones, como buen musulmán; y se encomendó a sí mismo y sus necesidades al Creador. 
Hecho esto, lanzó sus redes al agua por cuarta vez y, como antes, las sacó con gran dificultad. Pero, en vez de peces, no encontró otra cosa que un jarrón de cobre dorado, con un sello de plomo por cubierta. Este golpe de fortuna regocijó al pescador. 
—Lo venderé al fundidor —dijo—, y con el dinero compraré un almud de trigo. CONTINUAR LEYENDO


viernes, 17 de marzo de 2023

"HISTORIA DE ALADINO Y LA LÁMPARA MÁGICA (MARAVILLOSA)". Un cuento de "Las mil y una noches".

He llegado a saber ¡oh rey afortunado! ¡oh dotado de buenos modales! que en la antigüedad del tiempo y el pasado de las edades y de los momentos, en una ciudad entre las ciudades de la China, y de cuyo nombre no me acuerdo en este instante, había -pero Alah es más sabio- un hombre que era sastre de oficio y pobre de condición. Y aquel hombre tenía un hijo llamado Aladino, que era un niño mal educado y que desde su infancia resultó un galopín muy enfadoso. Y he aquí que cuando el niño llegó a la edad de diez años, su padre quiso hacerle aprender por lo pronto algún oficio honrado; pero, como era muy pobre, no pudo atender a los gastos de la instrucción y tuvo que limitarse a tener con él en la tienda al hijo, para enseñarle el trabajo de aguja en que consistía su propio oficio. Pero Aladino, que era un niño indómito acostumbrado a jugar con los muchachos del barrio, no pudo amoldarse a permanecer un solo día en la tienda. Por el contrario, en lugar de estar atento al trabajo, acechaba el instante en que su padre se veía obligado a ausentarse por cualquier motivo o a volver la espalda para atender a un cliente, y al punto el niño recogía la labor a toda prisa y corría a reunirse por calles y jardines con los bribonzuelos de su calaña. Y tal era la conducta de aquel rebelde, que no quería obedecer a sus padres ni aprender el trabajo de la tienda. Así es que su padre, muy apenado y desesperado por tener un hijo tan dado a todos los vicios, acabó por abandonarle a su libertinaje; y su dolor le hizo contraer una enfermedad, de la que hubo de morir. ¡Pero no por eso se corrigió Aladino de su mala conducta! Entonces la madre de Aladino, al ver que su esposo había muerto y que su hijo no era más que un bribón, con el que no se podía contar para nada, se decidió a vender la tienda y todos los utensilios de la tienda, a fin de poder vivir algún tiempo con el producto de la venta, pero como todo se agotó en seguida tuvo necesidad de acostumbrarse a pasar sus días y sus noches hilando lana y algodón para ganar algo y alimentarse y alimentar al ingrato de su hijo.

En cuanto a Aladino, cuando se vio libre del temor a su padre, no le retuvo ya nada y se entregó a la pillería y a la perversidad. Y se pasaba todo el día fuera de casa para no entrar más que a las horas de comer. Y la pobre y desgraciada madre, a pesar de las incorrecciones de su hijo para con ella y del abandono en que la tenía, siguió manteniéndole con el trabajo de sus manos y el producto de sus desvelos, llorando sola lágrimas muy amargas. Y así fue cómo Aladino llegó a la edad de quince años. Y era verdaderanipnte hermoso y bien formado, con dos magníficos ojos negros, y una tez de jazmin, y un aspecto de lo más seductor. CONTINUAR LEYENDO

martes, 21 de agosto de 2018

El aguador de Bagdad. Un cuento de Las mil y una noches.

Hace muchas, muchas lunas, tantas, que resulta difícil contarlas todas, moraba en la bella ciudad de Bagdad un humilde aguador, tan pobre, que más de un día no tenía ni siquiera un pedazo de pan que llevarse a la boca, y debido a su extrema pobreza, huelga decir que por las noches descansaba donde buenamente encontraba cobijo, y que, desde luego, carecía de esposa al no poder ni mantenerse el mismo de una forma aceptable, pero Omar, que así se llamaba nuestro aguador, tenía depositada una fe ciega en su destino ya que
de niño, cierto adivino ambulante de esos que en los mercados te profetizan el porvenir a cambio de una moneda, y aquel día al padre de Omar, aguador con más suerte que su hijo, le sobraba, le había augurado que en el futuro lejano, cuando hubiese cumplido los veinte años, llegaría a alcanzar la máxima riqueza que puede encontrarse en este mundo y a la que aspira todo ser humano.

-O sea que -pensaba el pobre aguador-, yo seré rico, el ciudadano más rico y por ello respetado, de Bagdad, y todos cuantos en el presente se apartan de mi lado por causa de mi extrema miseria, se me acercarán deseosos de que yo les de el título de amigo...

Como puede apreciarse, soñar no cuesta nada, sobre todo cuando uno no tiene donde caerse muerto.

Y así iban transcurriendo los días, las semanas y los meses, sin que la vida del aguador, cada vez más andrajoso y con menos clientela, conociera el atisbo de un cambio.

Mas hete aquí que Omar, aun siendo pobre de solemnidad, como no tenía mal corazón ni envidiaba la buena fortuna de otros más afortunados, y siempre iba con una sonrisa en los labios a pesar de sus miserias y estrecheces, atrajo sin pretenderlo el interés de alguien y no precisamente de este mundo, sino del invisible y sutil de los espíritus, el mundo de los djins, los genios, esos que a veces, si se portan mal, son encerrados por tres veces mil años, en botellas lacradas con el sello de Soleyman ben Daud. Y como los genios se hallan divididos en dos géneros, el masculino y el femenino igual que nosotros, fue una bella djina la que reparó en Omar cierta calurosa tarde en la que el aguador daba de beber a un perro sediento. Sorprendida por su gesto, ya que no es frecuente que el que vive de un negocio pequeño o grande, y en este caso ruinoso, regale el producto de su mercancía sin esperar nada a cambio, la genio, de nombre Farizada, y que deambulaba por las calles transformada en vieja mendiga para observar el comportamiento de las gentes, no pudo menos que detenerse y dirigiéndose a Omar, le interpeló con las siguientes palabras:

-Dime, ¡oh, aguador!, ¿por qué das de beber a ese perro sin amo, gastando de este modo tu preciosa agua, cuando ello no te reporta beneficio alguno? CONTINUAR LEYENDO

domingo, 19 de abril de 2015

SIMBAD EL MARINO Y SIMBAD EL CARGADOR (Las mil y una noches)

"Hay muchos cuentos en los que los aspectos dispares de una personalidad se proyectan en diferentes personajes como ocurre en una de las historias de Las mil y una noches, "Simbad el Marino y Simbad el cargador", que muy a menudo se conoce, simplemente, por "Simbad el Marino" o, algunas veces, como "Los viajes de Simbad". Este relato nos muestra lo poco que comprenden de lo que es esencial en una historia los que la privan de su título original. Los nombres cambiados ponen énfasis en el contenido fantástico de la historia en detrimento de su significado psicológico. El título real sugiere inmediatamente que la historia trata de los dos aspectos contradictorios de una misma persona: el que la impulsa a huir hacia un mundo fantástico y el que la mantiene atada a la vida cotidiana, su ello y su yo, la manifestación del principio de la realidad y la del principio del placer." (Bettelheim, B. Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Booket. 2012. Barcelona. Página 119)

HISTORIA DE SINDBAD EL MARINO

"He llegado a saber que en tiempo del califa Harún Al-Rachid vivía en la ciudad de Bagdad un hombre llamado Sindbad el Cargador. Era de condición pobre, y para ganarse la vida acostumbraba a transportar bultos en su cabeza. Un día entre los días hubo de llevar cierta carga muy pesada; y aquel día precisamente sentíase un calor tan excesivo, que sudaba el cargador, abrumado par el peso que llevaba encima. Intolerable se había hecho ya la temperatura, cuando el cargador pasó por delante de la puerta de una casa que debía pertenecer a algún mercader rico, a juzgar par el suelo bien barrido y regado alrededor con agua de rosas. Soplaba allí una brisa gratísima, y cerca de la puerta aparecía un ancho banco para sentarse. Al verlo, el cargardor Sindbad soltó su carga sobre el banco en cuestión con objeto de descansar y respirar aquel aire agradable, sintiendo a poco que desde la puerta llegaba a él un aura pura y mezclada con delicioso aroma;. y tanto le deleitó, que fue a sentarse en un extremo del banco. Entonces advirtió un concierto de laúdes e instrumentos diversos, acompañados por magníficas voces que cantaban canciones en un lenguaje escogido; y advirtió también píos de aves cantoras que glorificaban de modo encantador a Alah el Altísimo; distinguió, entre otras, acentos de tórtolas, de ruiseñores, de mirlos, de bulbuls, de palomas de collar y de perdices domésticas. Maravillóse mucho e, impulsada por el placer enorme que todo aquello le causaba, asomó la cabeza por la rendija abierta de la puerta y vio en el fondo un jardín inmenso donde se apiñaban servidores jóvenes, y esclavos, y criados, y gente de todas calidades, y había allá cosas que no se encontrarían más que en alcázares de reyes y sultanes." CONTINUAR LEYENDO