Pero agradezco, como la vida misma, que lo haya hecho. Y que por aquellos años aún no hubiera tantos “asesores pedagógicos” disfrazados de expertos en literatura infantil, ni planes lectores que la hubieran puesto a leernos algún endriago que trabaja los valores. Otros hubieran sido mi gusto y destino sin duda. (...)
Siempre se ha afirmado que padres lectores hacen hijos lectores. Pero en el medio rural hemos podido observar cómo hijos lectores hacen padres lectores: niños que aún no descifran el texto escrito “leen” a su madre analfabeta una historia a partir de las imágenes; los más grandecitos leen a los pequeños y a la sombra de estos los grandes escuchan y crece su interés por los libros; padres que motivados por la actividad lectora de sus hijos piden en la escuela libros para ellos. Niños que casi aprenden a leer solos o lo hacen en la mitad del tiempo por la motivación de leer tantos libros bellos que ven en su salón y que escuchan comentar a sus hermanos y compañeros mayores. (...)
Y una de lujo. La Colonia Alberto Nieto Cano, a cargo de la Beneficencia de Cundinamarca, ofrece protección y educación a niños, niñas y adolescentes que han sido víctimas de distintas formas de violencia o se encuentran en riesgo de reclutamiento forzoso. Todos ellos llegan allí luego de historias personales sobrecogedoras, a edades demasiado tempranas para siquiera oír hablar de cosas que ellos ya vivieron. Son chicos encerrados en sus propios dolores y recuerdos, que se aíslan de sus compañeros, de sus maestros. Los rodean muros muy altos de dolor. Entonces se encuentran con los libros, y poco a poco sus mentes se van repoblando de mejores imágenes, de mejores personajes, de mejores situaciones, y por supuesto de mejores sentimientos y emociones. Entonces se opera la magia de la lectura: estos chiquitos encuentran allí pequeñas puertas y ventanas desde las cuales empezar a mirar un mundo distinto, a través de las cuales conversar de nuevas experiencias con sus amigos y adultos, por donde dejar entrar aleteando motivos para sonreír de nuevo. Solo bastó abrir unos libros para que por allí pareciera entrar una nueva vida.
Fue una idea sencilla: poner libros en las manos de los niños, buenos libros. LEER MÁS
Fuente: Reflexiones sobre la marcha. http://fabiogarciao.blogspot.fr/