martes, 30 de julio de 2024

"EL OMBLIGO DE LOS SUEÑOS". Irene Vallejo, El País 07 ABR 2024

Enrique Flores
La historia sigue entretejiéndose hoy con los mimbres de los símbolos más que de los hechos

Mil veces he escuchado el estribillo. Contar historias no nos sacia el hambre ni protege del frío o del peligro, no nos reviste de visión nocturna ni decisivas ventajas en la lucha por la vida. No sirve para nada. Y, sin embargo, desde los albores del tiempo recordado, los seres humanos sentimos el ímpetu irresistible de urdir relatos. Esta terquedad narrativa es un resorte misterioso. ¿Por qué son tan duraderos los mitos, los poemas, los cuentos? Las invenciones útiles cruzan despreocupadas las aduanas de los siglos, pero ¿qué pueden alegar en su favor las creaciones inútiles?

La ensayista británica Karen Armstrong afirma que buena parte de la historia humana ha estado presidida por dos formas de pensar, hablar y lograr conocimiento del mundo: el mythos y el logos. La primera no es una mera fase primitiva de la segunda. Ambas son rutas complementarias y esenciales para buscar la verdad. Según Armstrong, el logos se ocupa de los logros prácticos; el mythos, del significado. Los seres humanos –escribe– somos criaturas en perpetua búsqueda de sentido. Si carecemos de él, caemos de bruces en la desesperación. Los mitos y la literatura permiten que la gente atisbe realidades más hondas, cobijos simbólicos para nuestro precario existir. Necesitamos encaminar hacia un horizonte revelador nuestras vidas y persuadirnos de que tienen un sentido y valor palpables, pese a los errores y extravíos, más allá de cada disparate reincidente, de cada trompicón y traspiés.

A menudo pensamos que las leyendas pertenecen a tiempos tribales y que nos llegan —en nuestro mundo moderno, racional y evolucionado— como un rastro de humo procedente de hogueras encendidas en el amanecer de los tiempos. Pero la historia sigue entretejiéndose hoy con los mimbres de los símbolos más que de los hechos. El siglo XX creó mitos extremadamente destructivos, que gestaron terroríficas masacres y genocidios. No podemos oponer resistencia a esos mitos solo con argumentos lógicos, razones que no hablan el lenguaje de los temores, deseos y rencores profundamente enraizados. Se necesitan otros relatos poderosos, en son de paz. Gracias a las narraciones forjadas al calor del encuentro logramos —a veces, tal vez— afrontar juntos las ansiedades de las que está constelado este nervioso presente.

Las historias son al mundo lo que el ombligo a nuestro cuerpo: carecen de función o tarea vital, pero nos anudan a lo más esencial, ya que señalan nuestro vínculo carnal con los antepasados. En la antigua Delfos, la piedra omphalós indicaba el exacto centro del universo. Todo ser humano cuenta con ese orificio en el vientre, propio e intransferible, un sello aduanero de su entrada al alborotado paisaje terrestre. De hecho, durante siglos comentaristas y eruditos bíblicos han debatido con tenacidad si Adán y Eva fueron creados con o sin ombligo. Es quizá nuestro rincón más extraño, a la vez lírico y humorístico, arrugado y cóncavo, recubierto de pelusa, en espiral, misterioso, besado, mordido, enjoyado e ignorado. El ojo de una cerradura, una cicatriz. Como la literatura misma, un nexo con el cordón umbilical de las palabras.

En una de las novelas más antiguas, Genji Monogatari, publicada en el siglo XI, ya se debate sobre la inutilidad –o perversidad– de las ficciones. En el Japón de la Era Heian, las historias imaginarias se consideraban falsedades, embustes y artimañas propias de mujeres. Los hombres, ocupados en tareas serias como la política y las leyes, eran sus más severos detractores. La autora del libro, Murasaki Shikibu, a través de su protagonista Genji, osa defender las verdades de su invención. Las crónicas históricas, dice, muestran solo una parte de la verdad, y es en los relatos de ficción donde descubrimos las causas profundas de lo que sucede. La humanidad fabula cuando, en su paso por el mundo, sucede algo bueno, conmovedor o terrible, algo en definitiva demasiado maravilloso como para permitir que desaparezca al acabar sus vidas. CONTINUA LEYENDO

lunes, 29 de julio de 2024

"LA RAMA SECA". Un cuento de Ana Mª Matute.

Apenas tenía seis años y aún no la llevaban al campo. Era por el tiempo de la siega, con un calor grande, abrasador, sobre los senderos. La dejaban en casa, cerrada con llave, y le decían:
-Que seas buena, que no alborotes: y si algo te pasara, asómate a la ventana y llama a doña Clementina.
Ella decía que sí con la cabeza. Pero nunca le ocurría nada, y se pasaba el día sentada al borde de la ventana, jugando con “Pipa”.
Doña Clementina la veía desde el huertecillo. Sus casas estaban pegadas la una a la otra, aunque la de doña Clementina era mucho más grande, y tenía, además, un huerto con un peral y dos ciruelos. Al otro lado del muro se abría el ventanuco tras el cual la niña se sentaba siempre. A veces, doña Clementina levantaba los ojos de su costura y la miraba.
-¿Qué haces, niña?
La niña tenía la carita delgada, pálida, entre las flacas trenzas de un negro mate.
-Juego con “Pipa” -decía.
Doña Clementina seguía cosiendo y no volvía a pensar en la niña. Luego, poco a poco, fue escuchando aquel raro parloteo que le llegaba de lo alto, a través de las ramas del peral. En su ventana, la pequeña de los Mediavilla se pasaba el día hablando, al parecer, con alguien. 
-¿Con quién hablas, tú?
-Con “Pipa”.
Doña Clementina, día a día, se llenó de una curiosidad leve, tierna, por la niña y por “Pipa”. Doña Clementina estaba casada con don Leoncio, el médico. Don Leoncio era un hombre adusto y dado al vino, que se pasaba el día renegando de la aldea y de sus habitantes. No tenían hijos y doña Clementina estaba ya hecha a su soledad. En un principio, apenas pensaba en aquella criatura, también solitaria, que se sentaba al alféizar de la ventana. Por piedad la miraba de cuando en cuando y se aseguraba de que nada malo le ocurría. La mujer Mediavilla se lo pidió:
-Doña Clementina, ya que usted cose en el huerto por las tardes, ¿querrá echar de cuando en cuando una mirada a la ventana, por si le pasara algo a la niña? Sabe usted, es aún pequeña para llevarla a los pagos…
-Sí, mujer, nada me cuesta. Marcha sin cuidado…
Luego, poco a poco, la niña de los Mediavilla y su charloteo ininteligible, allá arriba, fueron metiéndosele pecho adentro.
-Cuando acaben con las tareas del campo y la niña vuelva a jugar en la calle, la echaré a faltar -se decía. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 28 de julio de 2024

"FUSIÓN". Un poema de Juana Ibarbourou


Mi alma en torno a tu alma se ha hecho
un nudo apretado y sombrío.

Cada vuelta del lazo sobre humano
se hace raíz, para afianzarse hondo,
y es un abrazo inacabable y largo
que ni la muerte romperá. ¿No sientes
cómo me nutro de tu misma sombra?

Mi raíz se ha trenzado a tus raíces
y cuando quieras desatar el nudo,
sentirás que te duele en carne viva
y que en mi herida brota sangre tuya.

Y con tus manos curarás la llaga
¡y ceñirás más apretado el nudo!

viernes, 26 de julio de 2024

"LA FUNDACIÓN DE UNA NUEVA TRADICIÓN". Un cuento de los derviches

Había una vez, una ciudad compuesta por dos calles paralelas. Un derviche pasó de una calle a la otra, y al llegar a la segunda, la gente que allí se encontraba notó que de sus ojos brotaban lágrimas, “¡Alguien ha muerto en la otra calle!”, gritó uno, y pronto todos los niños de la vecindad se hicieron eco del grito. Lo que realmente había ocurrido era que el derviche había estado pelando cebollas.

Al poco tiempo, el grito había llegado a la primera calle; y los adultos de ambas calles se preocuparon y asustaron tanto (ya que cada comunidad estaba emparentada con la otra), que no se atrevieron a hacer una investigación a fondo de las causas del revuelo.

Un hombre sabio trató de razonar con la gente de ambas calles, preguntándoles por qué no se interrogaban mutuamente. Demasiado confundidos para comprender el significado de sus palabras, algunos dijeron: “ Tenemos entendido que en la otra calle existe una plaga mortal.”

También este rumor se propagó como un incendio incontrolable, hasta que la población de cada calle pensó que la otra estaba condenada a morir.

Cuando se logró restablecer cierto orden, éste sólo fue suficiente para que ambas comunidades decidieran emigrar para salvarse. Fue así como, por distintos lados de la ciudad, ambas calles evacuaron por completo a su gente.

Aún hoy, siglos después, la ciudad sigue abandonada, y no muy lejos de allí hay dos aldeas. Cada una tiene su propia tradición acerca del modo en que comenzó como un poblado que huyó, en afortunado éxodo, en tiempos remotos, de una ciudad condenada por un mal sin nombre.

* * *
En sus enseñanzas psicológicas, los Sufis proclaman que la transmisión ordinaria de conocimiento está sujeta a tantas deformaciones causadas por la redacción y la falsa memoria, que no puede tomársela como un sustituto de la percepción directa del hecho.

“La Fundación de una Tradición ilustra la subjetividad del cerebro humano; fue extraída del libro de enseñanza Asrar-i-KhilwatL (“Secretos de los Redusos” ), por el Sheikh Qalandar Shah, de la Orden Suhrawardi, quien murió en 1832. Su tumba está en Lahore, Pakistán.



jueves, 25 de julio de 2024

"MEMORIAS ENTRE LIBROS II". Testimonios de personas que han conocido de primera mano la labor de la Asociación Entrelibros de Granada

La Asociación Entrelibros publica en su canal de Youtube una segunda entrega de la serie 'Memorias de Entrelibros'. Es un complemento perfecto del vídeo que dieron a conocer hace unos días. En esta ocasión, se centran en la mirada de unos padres, Puri Cascales y Fermín Sánchez, y una auxiliar de enfermería, María José Ortega, sobre la labor de la asociación en el Hospital materno Infantil de Granada. Su testimonio es tan emocionante como el que ofrecieron anteriormente Aleixandra Sánchez Cervera y Alejandro Rodríguez Jándula.

miércoles, 24 de julio de 2024

"MEMORIAS ENTRE LIBROS I". Testimonios de personas que han conocido de primera mano la labor de la Asociación Entrelibros de Granada

En el canal de YouTube de la Asociación Entrelibros se ha publicado el primero de una serie de vídeos que, bajo el nombre genérico de 'Memorias de Entrelibros', aspira a ofrecer testimonios de personas que han conocido de primera mano nuestra labor. Las palabras de Aleixandra y Alejandro, con los que nos relacionamos tiempo atrás en el Hospital Materno Infantil de Granada, son profundas y conmovedoras.

martes, 23 de julio de 2024

"EL JURAMENTO". Un cuento de los derviches

Una vez, un hombre atormentado por sus problemas juró que si éstos se solucionaban, vendería su casa y donaría a los pobres todo el dinero obtenido de la venta.

Llegó el momento en que se dio cuenta de que debía cumplir su juramento. Pero no deseaba regalar tanto dinero. De manera que ideó una forma de eludir esta situación.

Puso la casa en venta, valuándola en una moneda de plata. No obstante, quien comprara la casa debía adquirir un gato. El precio pedido por este animal era de diez mil piezas de plata.

Otro hombre compró la casa y el gato. El primero dio a los pobres la moneda de plata, y guardó en sus bolsillos las diez mil.

La mente de muchas personas funciona de esta manera. Deciden seguir una enseñanza, pero interpretan su relación con ella según su propia conveniencia. Hasta que no venzan esa tendencia, por una educación especial, de ninguna manera podrán aprender.

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El ardid descrito en esta historial, según su relator derviche (Sheikh Nasir el-Din Shah), puede ser deliberado —o puede describir la mente tortuosa que, inconscientemente, hace trampas de esta índole.
El Sheikh, también conocido como “La Lámpara de Delhi” murió en el año 1846. Su tumba está en Delhi, India. Esta versión, a él atribuida, es de una tradición oral de la Orden Chishti. Se usa para introducir la técnica psicológica destinada a estabilizar la mente, haciéndola incapaz de autoengañarse con trampas.