Cruzó por la Estación de Cèrbere apenas con lo puesto: un traje de chaqueta desgastado, unas pocas pesetas republicanas que guardaba de su último artículo publicado en La Vanguardia y un bastón de madera que le ayudó a caminar en tan largo viaje. Machado se marchó de España vencido por la causa perdida. El poeta Félix Grande recordó años después a un hombre “muerto de pena, derrota y despedida”. Había perdido su propia guerra y la de muchos que cruzaban la frontera. En aquel camino de no retorno lo acompañó su madre, Ana Ruiz, su fiel y desconocido hermano José Machado y su cuñada Matea. En el frío mes de enero de 1939, el poeta andaluz caminó bajo la lluvia en dirección a Port Bou. Ya en otro país y en una lengua muy familiar para él, el francés, conoció a tres personajes anónimos que no lo olvidaron el resto de sus vidas.
Fuente: andaluces.es
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