Palabra viva y de repente
Me
gustan las palabras de la gente.
Parece
que se tocan, que se palpan.
Los
libros, no; las páginas se mueven
como
fantasmas.
Pero
mi gente dice cosas formidables,
que
hacen temblar a la gramática.
¡Cuánto
del cortar la frase,
cuánta
de la voz bordada!
Da
vergüenza encender una cerilla,
quiero
decir un verso en una página,
ante
estos hombres de anchas sílabas,
que
almuerzan con pedazos de palabras.
Recuerdo
que una tarde
en
la estación de Almadén, una anciana
sentenció,
despacio: “-Sí, sí; pero el cielo y el infierno
está
aquí” Y lo clavó.
con
esa n que faltaba.
Blas de Otero
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