"Entre los 0 y los 6 años se inicia ese momento de la vida que llamamos primera infancia y ocurren los momentos clave en nuestra relación con el lenguaje. Aprendemos a comunicarnos, en la medida en que alguien nos lee y le otorga sentido a nuestros gritos, a nuestros llantos. Aprendemos a hablar después de mucho tiempo de robar voces, de sentir cómo suenan y cómo cantan. Nos ubicamos en el mundo de lo simbólico y, finalmente, nos acercamos al código escrito. Yo creo que no hay tres momentos más importantes en nuestra relación con el lenguaje que comunicarnos, entrar al lenguaje oral e ingresar a la lengua escrita. Todo esto crea un piso, un nido pleno de significación, entrecruzado de afecto y desvinculado de una actividad que luego se vuelve académica, alfabetizadora. Allí se construyen las bases de la casa imaginaria."
"Todas las experiencias de lenguaje en la primera infancia, desde las más rudimentarias hasta las más sofisticadas, implican necesariamente la presencia de un adulto. Un adulto que canta, que abraza, que lee y descifra al otro. Yo digo que la lectura en la primera infancia es un ménage à trois, no puede pensarse sin el acompañamiento de este adulto. Muchas veces, en contextos de pobreza y marginalidad son los niños quienes llevan los libros a los adultos y con esa demanda de lectura empiezan a transformar las relaciones.
El triángulo amoroso es esa línea que conecta tres vértices: de un lado, los niños; del otro, los libros; y hay otro vértice que es el mediador. Conectar no sólo significa que ese libro sea tomado por el niño, sino muchas veces tiene que ver con sembrar el deseo que por razones distintas no es evidente o no ha nacido. El papel del mediador es abrir múltiples posibilidades, en las que el libro obra como una especie de pretexto, pero también como una pantalla que refleja, ilumina y resignifica esa relación". LEER MÁS
El triángulo amoroso es esa línea que conecta tres vértices: de un lado, los niños; del otro, los libros; y hay otro vértice que es el mediador. Conectar no sólo significa que ese libro sea tomado por el niño, sino muchas veces tiene que ver con sembrar el deseo que por razones distintas no es evidente o no ha nacido. El papel del mediador es abrir múltiples posibilidades, en las que el libro obra como una especie de pretexto, pero también como una pantalla que refleja, ilumina y resignifica esa relación". LEER MÁS
Fuente: Revista Imaginaria
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