Había una vez un rey de nombre Midas que vivía en Frigia, un país bendecido por los dioses en donde no escaseaban los dones. Los árboles siempre estaban cargados de frutos, el ganado crecía sano y robusto y sus habitantes tenían una vida tranquila y eran seres afortunados pues podían disfrutar de los gozos que su rica tierra les aportaba.
En especial su rey Midas, alguien que desde que nació estaba predestinado a ser inmensamente rico y pasaba la mayor parte de su tiempo paseando por el campo. Pero alguien también que nunca se conformaba con la riqueza y poder que tenía, siempre deseaba más.
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Fuente: Cuentos de boca
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