sábado, 4 de julio de 2015

Los cuatro tesoros. Un artículo de Jacqueline Balcells

La importancia de la lectura en la formación intelectual y espiritual de un niño es largamente sabida; por otra parte, que los niños tienden a leer cada vez menos parece ser una realidad. Los grandes culpables de este proceso, a juicio de muchos, son los medios audiovisuales que, aunque aportan cultura e información, no contribuyen en nada a estimular esa maravillosa capacidad de imaginar que todos tenemos y que es tan necesaria para desarrollarnos. A mí me parece que esta afirmación es cierta sólo en parte. Que la televisión quita tiempo a la lectura es un hecho evidente, pero también es evidente que un buen lector lo sigue siendo a pesar de ésta. Sería absurdo navegar en contra del mundo audiovisual, acusándolo de nuestras carencias. Más bien hay que preguntarse por qué ha dejado de gustarnos la lectura. Porque yo creo, con Lewis, que antes que los niños, somos los adultos los que no leemos. Y dada la importancia de la lectura, tenemos que descubrir qué podemos hacer para remediar esta falta. Reflexionando acerca del tema, saqué a luz cuatro tesoros perdidos en el mundo de los libros; y luego, para no ser pesimista, me permití sugerir cuatro consejos prácticos para despertar en los niños el gusto por leer. [...]

Todos nosotros, profesores, escritores, bibliotecarios, padres, hagamos un llamado a los adultos para que nos ayuden a recobrar el gusto perdido de los niños por la lectura. No releguemos los libros y las lecturas para los viajes aburridos o los momentos de soledad obligada, porque entonces los abandonaremos en cuanto nos llegue otra manera de pasar el tiempo. Redescubramos el placer de leer. Perdamos el miedo que nos da sumirnos en la lectura de algún clásico que tiene… ¡horror!, ¡cuatrocientas páginas! Atrevámonos a iniciar la aventura junto a una Ana Karenina o a una Madame Bovary, y pasadas las primeras páginas nos daremos cuenta de que nos estamos entreteniendo a morir y no soltaremos el libro hasta la última de las cuatrocientas páginas. Entonces llegaremos quizás a coincidir con Proust, quien decía: “Es probable que los días más plenamente vividos de nuestra existencia sean aquellos en que creímos dejar de vivir: los pasados con un libro en las manos”.

Sólo si llegamos a gozar de verdad con la lectura, seremos capaces de comunicar con fuerza a nuestros hijos, alumnos y amigos el entusiasmo por leer. Y con ello les estaremos entregando mucho más que técnicas de conocimiento o cultura, porque como dice el escritor ruso Nabokov: “El encantamiento que produce un buen libro no llena un vacío emocional ni intelectual, sino que llena el alma”.

Fuente: cuatrogatos.org

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