Entre estadios, hospitales y las calles violentas de nuestro México lindo y querido, las historias y las crónicas de Juan Villoro nos llevan a disfrutar el sufrimiento de los partidos y a gritar-cantar los goles de nuestro equipo (más fuerte si ese equipo es el Necaxa), nos invitan a caminar en las calles del México antes del temblor o nos abren los ojos de golpe para conocer el México del narcotráfico y la violencia. Galardonado como escritor y periodista con premios como el Herralde de novela o el Rey de España de periodismo, y con más de 20 años publicando, Villoro es uno de los escritores mexicanos más activos en la actualidad.
Claro, porque la literatura te permite tener muchas vidas posibles. Si tú querías ser futbolista, arquitecto o buzo, puedes tener personajes que se dediquen a esas actividades, puedes investigar un poco y meterte en esa piel a través de los personajes. Es uno de los grandes atractivos de la literatura, que es suplantadora de muchos posibles destinos. [...]
- A veces puede parecer, sobre todo en estos tiempos en México, que la ficción es más verdadera que la realidad; en este sentido, ¿qué tanto puede servir la literatura para entender la realidad?
Yo creo que sirve de mucho, porque tenemos que intentar establecer el sentido y encontrar el hilo conductor de nuestra historia en una realidad que muchas veces se nos presenta de manera muy desgajada, rota, y la novela, el cine, el cuento o el teatro nos ayudan a través de distintas narrativas a entendernos de otra manera y a ver que, por ejemplo, el narcotráfico se ha convertido en una forma de vida y en una subcultura; cuando digo esto me refiero a una normalidad paralela, es decir, algo que para mucha gente es perfectamente habitual y sin embargo no tiene que ver con lo que promulgan las leyes o desea el resto de la sociedad. Entonces la literatura puede adentrarse en esos mundos, recrearlos para nosotros, y gracias, por ejemplo, a todo el cine de gángsters de los Estados Unidos se pudo entender lo que era el crimen organizado en tiempos de la Prohibición, y cómo funcionaban las mafias, de modo que el arte nos puede dar un reflejo muy significativo de la realidad para entenderla mejor. [...]
- Entonces usted considera que con el arte, la literatura, ¿se puede sufrir?
El arte tiene que ver con el dolor, porque las cosas de las que una persona escribe la afectan mucho. Se escribe de sufrimiento, de dolor, de tragedias y, al mismo tiempo, se convierte en un placer, una diversión, se escribe y se lee por gusto. El arte nos conmueve por eso, porque surge del dolor pero se convierte en un placer. [...]
- ¿Cuál sería el fin? O ¿para qué escribir?
¿El fin? Bueno, nosotros escribimos porque el mundo está mal hecho, el mundo está incompleto, el ser humano necesita soñar, enamorarse, contar chistes, anécdotas, compartir historias para completar su experiencia del mundo; la realidad no nos basta, tenemos que completarla con algo y, una de las maneras más ricas de hacerlo es justamente el mundo de los libros. Quien lee tiene dos realidades: el mundo que le consta, donde trabaja, ama, se relaciona con sus amigos y familiares, y otro mundo, imaginario, en donde están los héroes de las historias, que le recuerdan mucho a las de este mundo, pero también le aportan cosas nuevas. Entonces la literatura existe por eso, por lo mismo que existen el amor o los sueños, por la necesidad de completar, imaginariamente, un mundo que está incompleto, que es imperfecto. [...]
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