jueves, 22 de abril de 2021

La niña invisible. Un cuento de Tove Jansson

Una tarde oscura y lluviosa estaba la familia sentada en el porche limpiando setas. Toda la mesa estaba cubierta con papel de periódico y en el centro habían puesto un quinqué de petróleo. Aunque los rincones del porche estaban a la sombra. 

My ha vuelto a coger lactarios rojos, dijo el padre. El año pasado cogió falsas oronjas. 

Esperemos que este año haya más rebozuelos, dijo la madre. O, por lo menos, crualgas. 

La esperanza nunca se pierde, señaló la Pequeña My riendo por lo bajo. 

Y siguieron limpiando en un tranquilo silencio. 

De pronto se oyeron unos golpecitos en los cristales y, sin esperar, entró Too-ticki en el porche sacudiéndose el agua del chubasquero. Después, mantuvo la puerta abierta y girándose hacia la lluvia llamó: Ven, entra. 

¿A quién traes?, preguntó el Mumintroll. 

Es Ninni, respondió Too-ticki. La cría se llama Ninni. Seguía aguantando la puerta mientras esperaba. Nadie entraba. 

Bueno, exclamó Too-ticki encogiéndose de hombros. Si le da vergüenza entrar, que se quede ahí fuera. 

Pero se mojará, dijo la madre del Mumintroll. 

No sé si eso importa cuando se es invisible, respondió Too-ticki a la vez que entraba y se sentaba. 

La familia entera dejó de limpiar setas a la espera de una explicación. 

Ya sabéis que la gente se vuelve invisible con facilidad si se le asusta a menudo, explicó Tooticki mientras se comía una amanita cesárea que parecía un bonito copo de nieve. Pues a Ninni la asustó de mala manera una señora que la tenía que cuidar, aunque no la quería. Vi a la mujer y era tremenda. No malhumorada, eso se puede entender. Era simplemente fría como el hielo e irónica. CONTINUAR LEYENDO



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