jueves, 15 de abril de 2021

Por supuesto, un cuento de Shirley Jackson (1916-1965).

Muchos no tomaban en serio a la norteamericana Shirley Jackson (1916-1965) como escritora. Ella misma cuenta que cuando fue al hospital a parir a su tercer hijo, el oficinista le preguntó cuál era su oficio. Ella contestó: "escritora". El oficinista la miró unos segundos y luego anotó: "ama de casa". Jackson es bastante conocida por un cuento, "La lotería", que causó escándalo cuando se publicó en el 1948. Pero escribió muchos otros cuentos de calidad, como "Por supuesto" (1949), un cuento breve que nos recuerda que muchas veces no sabemos quiénes son nuestros vecinos... ni cuánta paciencia necesitaremos para llevarnos bien con ellos.


POR SUPUESTO

La señora Tylor, en plena mañana de limpieza casera, era demasiado educada como para salir a mirar al balcón de la entrada principal, pero no vio ninguna razón para no curiosear por las ventanas; mientras pasaba la aspiradora, mientras fregaba los platos o incluso mientras hacía las camas del piso de arriba, cada vez que sus pasos la llevaban cerca de una ventana de la fachada sur de la casa, alzaba ligeramente las cortinas o se situaba a un lado y movía la persiana. Lo único que alcanzaba a ver, en realidad, era el camión de transportes frente a la casa y las diversas idas y venidas de los empleados de mudanzas; el mobiliario —lo que alcanzaba a ver de él— parecía fino.

La señora Tylor terminó las camas y bajó para empezar a preparar el almuerzo. En el breve espacio de tiempo que le llevó recorrer la distancia entre la ventana del dormitorio principal y la ventana de la cocina, un taxi se había detenido frente a la casa contigua a la suya y un chiquillo corría ya arriba y abajo por la acera. La señora Tylor calculó la edad del pequeño; unos cuatro años, probablemente, aunque era pequeño para su edad; un niño bastante a la medida de su hija pequeña, pensó.

Volvió la atención a la mujer que se apeaba del taxi y se sintió más tranquila. La mujer llevaba un traje tostado de aspecto elegante, un poco gastado y tal vez un poco demasiado claro de color para un día de mudanzas, pero de buen corte; la señora Tylor asintió satisfecha por encima de las zanahorias que estaba pelando. Gente agradable, evidentemente.

Carol, la hija menor de la señora Tylor, estaba apoyada en la valla frente a la casa de los Tylor, observando al niño de la casa de al lado. Cuando el niño dejó de ir de aquí para allá, Carol le dijo: “¡Hola!” El pequeño alzó la vista, retrocedió un paso y respondió: “¡Hola!” La madre del niño miró a Carol, echó un vistazo al hogar de los Tylor y se volvió hacia su hijo. Después, dijo a Carol: “¡Ey, hola!” La señora Tylor sonrió en la cocina. Después, siguiendo un súbito impulso, se secó las manos con una toallita de papel, se quitó el delantal y salió a la puerta principal de la casa. CONTINUAR LEYENDO

No hay comentarios:

Publicar un comentario