sábado, 24 de abril de 2021

LA RANA QUE QUISO SER COMO EL BUEY. Una fábula de Cayo Julio Fedro.

El majestuoso y corpulento buey se paseaba por el campo, y pasó junto a una pequeña rana. Ésta quedó admirada de tanta grandeza, y sintió envidia. ¿Por qué era ella tan insignificante, si otros animales podían ser tan grandes? Pensó entonces que bastaba proponerse ser enorme para conseguirlo. Y se dispuso a hacer la prueba. Abrió cuanto pudo la boca y aspiró profundamente, inflándose.

- ¿Soy tan grande como el buey? – preguntó entonces a otras ranas.

- Ni con mucho – le contestaron.

Volvió a intentarlo otra vez y se hinchó un poco más.

- ¿Y ahora?

- Te falta mucho – respondieron sus hermanas.

Una tercera vez intentó la prueba. Pero la piel estirada no resistió más y, al inflarse nuevamente, el animalito estalló con el esfuerzo. Así murió la rana infeliz, henchida de vanidad.

Moraleja: Tal sucede con aquéllos que quieren aparentar lo que no son.

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Se puede complementar con la lectura del segundo consejo que da don Quijote a Sancho, cuando los duques, a modo de burla, lo envían a gobernar la ínsula Barataria:
Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que pueda imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey.
También, con la moraleja incluida, en la versión de La Fontaine:
El mundo está lleno de gente que no es más sabia:
Todo burgués quiere edificar al modo de los grandes señores
Todo pequeño príncipe tiene embajadores
Todo marqués quiere tener pajes.

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