martes, 12 de mayo de 2020

En busca de una lengua no escuchada todavía. Ponencia presentada por la escritora María Teresa Andruetto en el II Congreso Iberoamericano de Lengua y Literatura Infantil y Juvenil (CILELIJ), celebrado en Bogotá (Colombia) entre los días 5 y 9 de marzo de 2013.

“La única lengua en la que sé, o quiero, o me proporciona placer escribir es ésta que, aunque se llame sólo materna, es también la lengua de mi padre, de mis abuelos y mis hermanos, de la familia entera. Y de las maestras, la lavandera, los compañeros de juegos y peleas, la señora que traía los quesillos envueltos en hojas de achira”, dice la cordobesa radicada en Roma, Rosalba Campra.

La lengua. Es de la lengua que quisiera hablar.

El patrimonio, los bienes, la tierra que se habita, puede que sean de los padres, pero es materna aunque haya sido legada por un hombre, la lengua que nos cobija. Extraña, diversa, la relación de cada escritor con los padres, con la lengua y con su pueblo. El poeta barroco Luis de Tejeda, quien vivió y escribió en una colonia española que acababa de nacer, que compuso prosas y versos en latín y seguramente se sentía español, es considerado el primer poeta de América. Guillermo Enrique Hudson, hijo de ingleses que nació en la pampa argentina y murió en Inglaterra es uno de nuestros escritores fundacionales aunque toda su obra haya sido escrita en inglés. Borges, formado mitad en una biblioteca de libros ingleses suministrados por una de sus abuelas y mitad en un bachillerato de Ginebra, decidió sin embargo escribir en castellano. Cortázar nacido en Bélgica y con una vida entera en París, construyó sus ficciones para el lector rioplatense que estaba dentro de sí… en fin, la literatura de mi país está llena de esos ejemplos. Están también los escritores que, desde la nuestra, se cruzaron a otras lenguas, podría extenderme en el asunto… y también hay un caso por demás singular, el de Witold Gombrowicz, novelista y dramaturgo polaco de origen noble que poco antes del estallido de la segunda guerra mundial quedó varado en Buenos Aires, donde pasó años en condiciones de pobreza, durmiendo en los altos de un bar y trabajando de mozo a destajo hasta que obtuvo un puesto en un banco polaco. Estando él en mi país, con un castellano todavía precario, tradujo una de sus novelas con sus camaradas de café que no sabían polaco, entre los que estaba el escritor cubano Virgilio Piñera, lo que dio por resultado una escritura compleja, extraña y vanguardista que terminó por influir fuertemente en una línea de nuestra tradición literaria. El gesto de Gombrowicz de traducir su novela al uso nostro ayudado por sus compañeros de juerga (lo que da seguramente una obra muy diferente de su original polaco) es el intento desesperado de un escritor por insertarse en una comunidad de lectores. CONTINUAR LEYENDO.

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