Asímismo escribió una carta a un periódico en el que se hace eco de esa crítica hacia la LIJ de la época y en la que propone un didactismo mucho más divertido. He aquí la carta:
"En la Navidad de 1844, buscaba un regalo para mi hijo pequeño, de 3 años y medio. Quería un libro ilustrado, que correspondiese a la edad de aquel pequeño ciudadano del mundo, pero todo lo que veía no me decía nada; libros con dibujos de piratas, de animales, de sillas y de mesas. Historias largas y bobas que, tras múltiples exhortos, concluían con la moraleja explícita: Los niños deben ser siempre buenos o Los niños deben ser limpios o decentes, o justos, etc. (...) Finalmente, tomé un cuaderno en blanco y le dije a mi esposa: “Lle voy a hacer al niño el libro ilustrado que necesita”. El niño aprende viendo, le entra todo por los ojos, comprende lo que ve. No hay que hacerle advertencias morales. Cuando le dicen: “Lávate; Cuidado con el fuego; Deja eso; ¡O obedece!, para el niño son conceptos sin sentido. Pero el dibujo de un desarrapado, sucio, de un vestido en llamas, la imagen de la desgracia le instruye más que todo lo que se pueda decir con las mejores intenciones. Por eso es cierto el refrán que dice: “El gato escaldado huye del agua”.
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