La filosofía educativa Reggio Emilia nació en Reggio Emilia, en una ciudad al norte de Italia. Después de la segunda guerra mundial los adultos de este poblado, que en su mayoría se componía de mujeres y niños, crearon un movimiento ético, cultural y pedagógico que concentró sus esfuerzos en la construcción de una escuela que funcionó durante tres años hasta que se quemó por un corto circuito. Este acontecimiento llevó a que se creara una nueva escuela con dos aulas para 60 niños, situación que permitió comprender que la educación para la primera infancia iba más allá de la infraestructura: en la escuela se integraron elementos como el cuidado, la nutrición y una apuesta pedagógica pensada para los niños y con los niños, con un gran sentido democrático y la participación de la familia y la comunidad.
Diversos educadores y pedagogos italianos aunaron esfuerzos para estructurar la propuesta pedagógica, política y social desarrollada por esta comunidad. Entre ellos se destacó Loris Malaguzzi, un maestro y pedagogo que dedicó toda su vida a la construcción de una experiencia educativa de calidad que, a partir de la pedagogía de la escucha, el respeto y la consideración de las potencialidades de los niños, pudiese reconocer el derecho de éstos a ser educados en contextos dignos, exigentes y acordes a sus capacidades.
Hoy, siguiendo los lineamientos de Malaguzzi, este modelo educativo continúa siendo alternativo e innovador. La filosofía Reggio Emilia representa una experiencia política, social, cultural, ética, estética y pedagógica que moviliza la construcción de una cultura de la infancia; infancia que tiene derecho a ser dignificada desde la educación como un bien común, como un derecho y como una responsabilidad ciudadana de la colectividad y de los niños como seres humanos. CONTINUAR LEYENDO
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