Para José, in memoriam
I
La dama blanca conoce sus venas
las recorre en su azul.
La negra sombra acecha en los muros,
pasea silenciosa
por pasillos y celdas de castigo
como amante impaciente.
Se aposenta en un ángulo
de la marchita biblioteca
mientras conversamos,
volamos con palabras,
olvidamos tiempo y lugar entre muros.
Al regreso de los permisos
la droga entra a raudales,
el jaco cabalga a su antojo,
la reina gobierna en su trono.
Contra su voluntad,
entra en la biblioteca.
Preferiría recluirse en su celda
pero los altavoces en los muros
vociferan su nombre.
Las órbitas de los ojos se mueven
sin control. No es su voz la que habla
Me pagan de 50 a 80 pelas por cada espejo de coche que termino en el taller.
Colecciono chapitas de coca-cola para conseguir un coche cuando salga de la cárcel.
Me han sancionado sin permiso por jugar a las cartas con dinero, a veces apuesto 5 céntimos, pero hoy he jugado sin apostar. No podemos ni matar el tiempo.
Solo quedamos mi madre de 72 años y yo, mi padre y mi hermana murieron, solo me tiene a mí y estoy en la cárcel. Quiero acabar segundo de bachillerato y estudiar algún módulo, ya me quedan pocos meses para salir.
Un haz de luz se refleja en el muro.
La biblioteca está vacía,
hay una ausencia.
La sombra que pasea por pasillos
y celdas de castigo,
esa amante impaciente está con él.
II
Qué impulso de muerte te atrae en otoño
y que latido feroz en las venas azules
que conviertes en ríos de nieve.
Malgastas tus manos
inyectándote sueños mortales
en lugar de entregarte caricias.
La noche se hace más negra en la madre
en el corazón de la anciana madre.
III
Tu soplo en el corazón no es más
que la herida de ver
a tu hijo en la cárcel.
¿Regresarás antes del ocaso?
Y él murió primero.
Durante años fuiste
su única esperanza
en una triste celda
de tres por dos.
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